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nobleza, y la alegría y regocijo de España. El Reyezuelo de Tremecen, despojado del trono y vencido en batalla por el conde de Alcaudete gobernador de Orán, y á quien el Rey de Argel Assan Agá habia obligado á que renunciase la alianza de los Christianos, fué acogido y amparado por el de Fez. Su hermano, que le sucedió en el reyno por el favor del mismo gobernador, fué tambien destronado por Assan hijo de Aradino, declarado Rey de Argel, y en el año siguiente vino á implorar el socorro del Conde, quien con mano armada le restituyó á su trono, habiéndose escapado su tercer hermano, que con el auxilio de Assan se habia apoderado de Tremecen ;. despues de lo qual se retiró á Fez con Muley-Ameth su hermano mayor. De aquí se originó guerra entre el Conde y Assan que duró hasta la muerte de Aradino; pues habiéndose anunciado esta al tiempo de dar una batalla, oprimido el hijo con la tristeza, desistió de la guerra, y en el campo mismo ajustó la paz con Alcaudete, y el Español le reconoció por Rey en calidad de tributario del César. Pero estos sucesos acaecieron algunos años mas adelante: volvamos á los de los tiempos anteriores.

Capitulo XVI.

Prosigue la guerra en el Piamonte, y sus varios sucesos. Batalla naval entre la armada Espariola y la Francesa en las costas de Galicia.

En lo mas rigoroso del invierno volvió á encenderse el fuego de la guerra en el Piamonte. Habia sucedido á Buter el duque de Enguien, quien con un nuevo refuerzo de tropas que llevó consigo, llegó á juntar un poderoso exército, con el que acometió y sujetó algunos pueblos, pero no pudo tomar á Cariñan. El valor y constancia de su gobernador Pyrro Colona excitó la emulacion de los generales Enguien y Basto. Aquel se habia obstinado en expugnar la ciudad por hambre ; y este no podia sufrir semejante pérdida sin menoscabo de su honor. AL mismo tiempo que juntaba socorros, llegaron quatro mil Alemanes que le enviaba el César, mandados por Madruci; y go

zoso Basto con la esperanza de aliviar la necesidad de los sitiados, mandó disponer las cargas para enviar delante el convoy que tenia prevenido. Levantó su campo, y el dia doce de abril del año de mil quinientos y quarenta y quatro llegó á Cerisola, 1544. donde le salió al encuentro el enemigo; y al dia siguiente ordenó este sus esquadrones, y le provocó á la pelea al son de las trompetas. No la rehusó Basto, y habiéndose acercado uno y otro exército, comenzó el combate con igual esperanza de ambos. Aunque de los Españoles y Alemanes endurecidos en muchas guerras apenas habia tres mil en el ala derecha, por aquella parte fueron muy superiores, no solo con pérdida, sino con ignominia de los enemigos. Pero mientras los Alemanes nuevamente reclutados, que poco antes habian llegado al campo, peleaban valerosamente, en lo mas recio del combate, fueron arrollados por la caballería y puestos en fuga. Los coraceros Franceses rechazaron á la caballería ligera Imperial, y viendo desbaratado el esquadron Aleman, persiguieron y destrozaron á los que estaban consternados. Tambien los Suizos hicieron en ellos gran carnicería sin que acudiese alguno á socorrerlos. El príncipe de Salerno con los Italianos se retiró sano y salvo á Aste, donde se habian apostado con el Príncipe de Sulmona los que al principio de la batalla derrotaron á los Alemanes, siguiéndolos Basto que ignoraba del todo lo que habian hecho los veteranos. Estos que tampoco tenian noticia de la pérdida de sus compañeros, habiendo tomado á los enemigos la artillería, procuraban llevar adelante la victoria, quando rodeados por la caballería Francesa, y obligados á hacer frente por todas partes, tuvieron al fin que ceder á la adversa fortuna, y echando á tierra las armas fueron todos hechos prisioneros con su cabo Don Ramon de Cardona. Seisnec que inandaba á los Alemanes pudo tomar un caballo, y se escapó de en medio de la confusion. Los historiadores dicen que en aquella batalla quedaron muertos ocho mil hombres de uno y otro exército, la mayor parte Alemanes. Madruci fué encontrado quasi muerto, y en el mismo parage le hizo Enguien curar con mucha diligencia; y habiendo recobrado la salud, envió libre en obsequio de su hermano el cardenal de Trento. Un autor Español afirma que fueron muertos quatro mil Franceses: un Italiano los reduce á tres mil y un Fran

le

cés á solos doscientos y ochenta; ¿pero quien podrá saber de cierto la verdad entre tantas condiciones? A los Españoles y Alemanes en consideracion á su valor envió libres el Rey Francisco á su patria, mandando que de pueblo en pueblo se les diesen gratuitamente los víveres necesarios, y una escolta para que ninguno los insultase. Contábanse seiscientos quarenta y tres Españoles, y cerca de dos mil Alemanes, de los quales la mayor parte se alistaron voluntariamente en las banderas Francesas.

Despojado el marqués del Basto de sus bagages, conduxo á Aste el resto de las tropas que le dexó la fortuna, y desde allí, baxando por el Pó, pasó á Pavía, y despues á Milan. Inmediatamente buscó dinero para reforzar el exército con nuevas tropas. Milan aunque se hallaba afligida con la necesidades públicas, porque los bienes de todos sus ciudadanos se habian disminuido con una guerra tan larga, contribuyó con cien mil ducados, y las demas ciudades siguieron su exemplo. Cosme duque de Toscana le envió dos mil infantes en las galeras de Doria. Los cardenales se hallaban divididos en partidos, y cada uno procuraba ayudar al suyo. Hacíanse reclutas de gente en todos los dominios de la iglesia con consentimiento del Papa, que permaneció neutral en esta guerra. Habiéndose Juan de Vega transformado de embaxador en capitan, se apresuró á venir á Milan con los soldados que habia reclutado. En el camino visitó á Doña Margarita hija del César, que estaba irritada con su marido porque dilataba importunamente socorrer á su padre en tan adversa fortuna; y habiéndose rehusado Vega admitir una suma de dinero que con ánimo generoso le ofrecia para los gastos de la guerra, le obligó esta Princesa á recibirlo.

Entretanto Pedro Estrozzi desterrado de Florencia, juntaba un exército en la Mirándula de órden del Rey Francisco, con la esperanza que tenia de recobrar la Lombardía; pero habiendo por su mucha aceleracion caido en una emboscada con sus tropas y otras reclutadas en Roma, que mandaba el conde de Pitiliano, tuvo que entrar en una tumultuaria accion en que fué vencido y puesto en fuga por el príncipe de Salerno. Al primer choque se desordenaron las tropas Imperiales, y á la verdad los Estrozianos proclamaron la victoria, y tomaron al

gunas banderas; pero enviando oportunamente el de Salerno al Príncipe de Sulmona con la caballería, los acometió por va rios parages llenos de árboles y viñas. Embistiéronles desde lejos, y desde cerca los caballos y los infantes, cuyo ímpetu no pudiendo sufrir los enemigos, fueron derrotados y dispersos con mucho estrago. Estrozzi se refugió á Plasencia con las reliquias de su exército, para evitar el peligro; y reclutando á su costa otras compañías, juntó hasta seis mil hombres, los quales conduxo al campo Francés, habiendo tomado para sa marcha un largo rodeo por los montes de la Liguria.

Permanecian todavía los Franceses delante de Cariñan, obstinados en tomar la ciudad por hambre; y este empeño fué provechoso á los Españoles, pues tuvieron tiempo para reparar la pérdida que habian padecido. Pero impaciente Estrozzi con la tardanza, puso sus tropas en campaña, y se apoderó entretanto de Alba. Vega hombre intrépido y observador de la severa disciplina, expugnó á Auxiano, habiendo pasado á cuchillo la guarnicion y algunos de los habitantes. Amedrentados con este exemplo los enemigos, entregaron sin resistencia alguna á Andesano quando ya se disponia á combatirla. Despues de esto entregó las tropas á Basto, y se volvió á Roma á continuar las funciones de su embaxada. Ponte-Stura fné tomada por los Españoles con muerte de todos los que la defendian, y el vencedor recogió un considerable botin con siete piezas de artillería, habiéndose visto obligado á entregarla Pyrro, que habia mantenido la guarnicion por muchos dias con salvado y carne de caballo. Dicese que los soldados se comieron en esta ocasion seiscientos y tres jumentos, tolerando de esta suerte desde la desgraciada batalla de Cerísola, y por espacio de dos meses tan apretado sitio, y privando al enemigo del fruto de la victoria. La ciudad fué entregada á los Franceses el dia veinte y dos de junio baxo las condiciones acostumbradas en semejantes casos, y fueron las de conceder á los sitiados que llevasen consigo sus bienes, pero obligándose con juramento á que no tomarian las armas contra el Rey de Francia en el término de quatro meses. Pyrro marchó á Paris á fin de alcanzar del Rey la libertad segun lo pactado, y habiéndosela concedido con liberalidad, se fué inmediatamente á presentar al César.

TOMO VII.

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Estas y otras cosas sucedian en el Piamonte, quando Aradino, despues de haberle hecho muchos regalos el Rey y los Genoveses, á fin de evitar los males que pudiera hacerles, levantó anclas de Tolon, y navegó al Oriente, sin haber hecho daño alguno en las costas de Génova, en lo qual guardó fielmente su palabra. Pero causó muchos y graves males en la Toscana y Nápoles, habiéndolo llevado todo á fuego y sangre, y cautivando infinito número de personas; y hubiera hecho mayores estragos á no impedírselo las guarniciones de caballería é infantería que se hallaban dispuestas por todas partes. Fué saqueando y robando con gran tumulto hasta el Faro de Mesina; pero las calamidades de Lipari excedieron á todas, pues apoderado de la ciudad baxo de buenas condiciones, sacó de allí siete mil cautivos, de los quales solo puso en libertad á un tal Nicolás, por cuya perfidia y maldad se habia hecho la entrega. Llegó Aradino á Constantinopla con sus navíos muy cargados de riquezas; y en breve tiempo pereció de una diarrea.

En este verano hubo en el Océano una batalla naval entre Españoles y Franceses. Don Alvaro de Bazan recorria las costas de Cantabria con una armada de veinte y cinco navíos, á fin de arrojar de ellas á los Franceses que las freqüentaban. El dia de Santiago descubrió Bazan la armada enemiga, que se componía de treinta navíos, fondeada en la costa de Galicia. Los Franceses corrian por todos aquellos pueblos haciendo muchas presas, sin recelarse del mal que les amenazaba; pero su almirante Sana, viendo que se acercaba la armada Española, hizo inmediatamente recoger á los que andaban dispersos, y la acometió á toda vela, disparándola una lluvia de balas. El Español que por su parte no se descuydaba, embistió á la Almiranta francesa con toda la fuerza de su artillería la echó á fondo con la gente que llevaba, y apresó otro navío que acudió á socorrerla. Duró la pelea por espacio de dos horas continuas con gran furor y estrago; y finalmente el vencedor Español conduxo la armada apresada al puerto de la Coruña; y pasó Juego á Santiago á cumplir delante del Santo Apóstol los votos que habia hecho por la victoria. Esta accion la refieren los historiadores Españoles; y es digno de admirar que ninguno de los extraños haga la mas mínima mencion de ella.

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