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Capitulo 1.

Discordias del Perú. Viage de Alvar Nufiez al Paraguay. Sucesos de los Portugueses en las Indias Orientales.

LEVANTARONSE en el Perú nuevos tumultos, que comenzaron con muertes y estragos, porque muchos hombres perversos instigados por Juan de Rada, se habian conjurado para vengar la muerte de Almagro. Esta es la causa que se pretextaba; pero la verdadera no fué otra que la detestable ambicion de mandar y adquirir riquezas, que es ciertamente la que trastorna y revuelve todas las cosas humanas. Sentian vivamente estos hombres no ser admitidos á ningun oficio público, y entregados al juego, al excesivo luxo, al fausto, y á todo géne ro de vicios, habian consumido todos sus bienes. No podian tolerar la pobreza, faltábanles todos los medios de subsistir, y esperaban hallar su ganancia en una general revolucion. Aunque muchos dieron aviso á Pizarro de lo que se tramaba, se descuydó en poner remedio á los principios, y despues mudando de parecer mandó encarcelar á los conjurados; lo que fué causa de que acelerasen la execucion de su intento. Porque noticiosos del peligro que les amenazaba, fueron veinte de ellos armados en busca de Rada, y excitado este por el miedo que le inspiraron, marcharon todos juntos contra Pizarro á vista de todos los habitantes del Cuzco. A la verdad es muy digno de admiracion que ninguno se les opusiese, ni previniese á Pizarro que intentaban matarle: tal era el terror que se habia apoderado de los ánimos de todos. Entraron en su casa con las espadas desnudas, y pasaron á cuchillo á sus amigos y domésticos que hallaron los primeros, y encontrando en el último quarto á Pizarro, que con la espada en la mano se habia puesto á la puerta, le mataron el dia de San Juan Bautista del año de mil y quinientos y quarenta y uno á los sesenta y tres años de su edad. Fué varon de ánimo excelso, y habia adquirido mucha fama con sus ilustres hazañas, si no las hubiera obscurecido con la ambicion y la soberbia. Inmediatamente fué saqueada la casa con la de su hermano Martin de Alcántara, y

la de Antonio Picado, el qual después de haber sufrido el tormento, porque se resistió á descubrir el tesoro de su amò, fué degollado. Sin embargo la presa que hicieron ascendió á ciento setenta y cinco mil pesos. Despues de esto, y hasta que vinieron nuevas órdenes del César, fué declarado virey Diego de Almagro, y fueron perseguidos los que se oponian; y de este modo unos de grado, y otros por fuerza se sujetaron á su gobierno. Valverde obispo del Cuzco, lleno de terror y espanto, se embarcó con un hermano suyo para libertarse del peligro; pero en la isla de Puna fué muerto por los bárbaros con otros diez y seis Españoles. El cuerpo de Pizarro envuelto en un tapiz por sus criados, fué llevado secretamente al templo para que no le insultasen sus enemigos.

- Muerto Pizarro, Vaca de Castro su colega, que gobernaba juntamente con él, y con igual potestad, habiendo mostrado la Real cédula en que era nombrado por sucesor suyo, se apoderó de todo el mando. Obedeciérónle muchos con gran fidelidad; pero Almagro defendia su derecho con la fuerza de las armas, y comenzó á prepararse una guerra civil, haciendo uno y otro actos de jurisdiccion. Viendo Castro que los con trarios no se avendrian á la razon, puso en marcha sus tropas para conseguir por la fuerza lo que no podia por medios suaves; y accrcán dose ambos exércitos, tardaron poco en venir á las manos unos hombres tan enconados. Pusiéronse unos y otros en órden de batalla, y despues de haber exhortado á sus soldados cada uno de los generales, se trabó la pelea con el mayor furor. Ganó Castro la victoria, y murieron doscientos y quarenta de una y otra parte. Otros muchos quedaron prisioneros, entre los quales treinta fueron condenados por rebeldes al último suplicio. Concluida felizmente esta guerra, envió Castro á Vergara, Porcel y otros capitanes, cada uno con su esquadron para que descubriesen nuevas tierras. Almagro fué aprehendido en su fuga por Rodrigo de Salazar, y le degollaron á los veinte y quatro años de su edad en medio de la plaza del Cuzco, en el mismo lugar donde habian cortado la cabeza á su padre. Su cuerpo fué enterrado en la misma ciudad en el sepulcro paterno.

Esta sola batalla puso fin á todas las turbulencias, y de allí adelante se dedicó el virey Vaca de Castro á cultivar las artes

de la paz, y especialmente á instruir á los Indios en la doctrina Christiana. Recibió el sagrado bautismo Pablo Inca con parte de su familia, á los quales se encomendó el cuydado de enseñar á los demas, por la facilidad que les daba el uso de una misma lengua. Era Castro muy zeloso en este importante punto, y estableció escuelas donde fuesen educados los hijos de los caciques. Casó con nobles Españoles á las hijas de Guaynacapac, y Atahualpa, conservándoles la honra de su antigua dignidad. Finalmente procuró con el mayor desvelo arreglar todas las cosas públicas, que estaban muy perturbadas con las anteriores guerras. Todo estaba ya quieto y tranquilo, quando poco despues causó mayores turbulencias el nuevo virey Basco Nuñez Vela. Vinieron con él por oidores para administrar justicia Zepeda, Alvarez, Lizon y Ortiz, y habiendo desembarcado en el puerto de Nombre de Dios, pasaron por tierra á Panamá, donde el Virey promulgó las leyes concernientes á la libertad de los Indios. Lo mismo hizo en Tumbez, y se irritaron tanto los ánimos, que estuvo á peligro de perderse todo. En la provincia de Popayan fueron recibidas por la autoridad de Belalcazar, aunque envió al César á Francisco Roda para que las reclamase del mismo modo que se habia hecho en Nueva España. Por el contrario en Arequipa las resistieron todos con unánime consentimiento, y de esta suerte fueron á porfía rechazadas por unos, y obedecidas por otros.

Gonzalo Pizarro habia regresado á Quito con su derrotado exército de la desgraciada expedicion del Dorado, y mucho mas sintió que se hubiese preferido á Castro para el mando; que la muerte de su hermano. Desde entonces comenzó á manifestarse desafecto al César, y á murmurar libremente, sin respeto alguno de la Magestad Imperial, y abusando de la potestad de maestre de campo, que le confirió el gobernador del Cuzco se opuso á las leyes con su autoridad, y con el terror de las armas, y atraxo á sus perversas ideas gran número de Españoles, que se quexaban de que iban á perder sus haciendas. Viendo Don Gerónimo de Loaysa, primer arzobispo de Lima, que todo amenazaba una sublevacion popular, exhortó y amonestó á Vela, que acomodándose á las circunstancias del tiempo, afloxase algun tanto de su severidad. Pero de ningun modo pudo suavizar á aquel hombre inexôrable, y de aquí

provino, que divididos en partidos unos hombres, por otro Jado facciosos y acostumbrados á decidir sus disputas con las armas, y el mayor número de ellos seguia á Pizarro, y á Vela los demas que permanecieron fieles. Entretanto cinco Españoles muy adictos al partido de Almagro, temerosos de Castro, se habian huido á Mango, que se hallaba en un parage muy fortificado, el qual quebrantando los derechos de la hospitalidad, mandó que los asesinasen; pero habiéndolo sabido ellos, les ganaron por la mano, y pasaron á cuchillo á muchos de los bárbaros. Gomez Perez mató con su propia mano al mismo Mango; y finalmente rodeados por una infinidad de Indios, perecieron atravesados de flechas. Habiendo Pizarro juntado un exército, puso su campo en Andagnaylas. Loaysa, que era el intérprete y conciliador de la paz, pasó á hablarle para componer las discordias, pero nada pudo conseguir con sus piado. sos oficios. Vela no se confiaba de nadie, porque veia que le era contraria la multitud, y aun sus mismos óidores, acomodándose al tiempo, y instigados de sus particulares intereses, habian tomado partido contra él. Estos pues, cometieron el temerario atentado de poner preso al Virey, y embarcándole en un navío, se lo entregaron á Alvarez uno de sus colegas para que lo conduxese á España. Castro, que corria el mismo peligro, se huyó á Panamá por mar, y para prenderlo envió Pizarro á Machicao con una armada; pero habiéndose escapado con tiempo, llegó á España despues de haber padecido mil peligros. Machicao descargó su ira contra los de Panamá, que estaban sublevados, y castigó rigorosamente á muchos de los dos partidos. El oidor Alvarez compadecido de la calamidad del virey Vela le permitió su evasion, rogándole que le perdonase el haber sido engañado por la maldad de sus colegas. Puesto Vela en libertad, vino á Tumbez, estando resuelto á vengar el atroz insulto hecho á su autoridad, aunque fuese con peligro de su vida. Pizarro vino á Lima con un exército que se componia de seiscientos infantes y caballos; y como tenia mayores fuerzas, anularon los oidores la potestad de Vela, y le confirieron el mando. No hay necesidad de disputar aquí si esto fué bien ó mal hecho: lo cierto es, que por el miedo de mayores males, se cometió tan indigna maldad. Inmediatamente Pizarro comenzó á excrcer la usurpada tiranía, haciendo morir á mu

chos del partido contrario; por cuyo error se pasaron no pocos al virey Vela, y con ellos se retiró á Quito. Pizarro que se tenía por Rey, procedió en todo con insolente despotismo, robó el tescro público, y abolió los tributos. Estas y otras cosas semejantes sucedieron en el Perú por espacio de quatro años continuos.

Entretanto sujetaba á los de Chile menos con la fuerza que con la persuasion Pedro de Valdivia, enviado por Francisco Pizarro con ciento y cinqüenta Españoles. Fundó allí la ciudad de Santiago con su fortaleza. Los bárbaros aprovechándose de una ausencia de Valdivia, tomaron las armas, y la acometieron; pero saliendo los Españoles con la caballería, mandados por Alonso Monroy, rechazaron con un terrible combate á la multitud que los atacaba. Al mismo tiempo una muger llamada Inés Suarez, arrebatada de la ira, tomó una hacha, y degolló á los caciques que estaban presos en la fortaleza. ¡Acción cruel y abominable! Con la noticia de esta revolucion habia enviado Castro á Chile sesenta Españoles, que ayudaron mucho á Valdivia para refrenar á los bárbaros. Comenzó en Quillota á beneficiar las minas de oro, edificando una fortaleza en aquel parage, de donde se sacaron grandes riquezas. Fundó tambien una colonia, que por el nombre de su patria la llamó la Serena, con un puerto muy cómodo para recibir las mercadurías del Perú.

Por este tiempo hizo Alonso Camargo una expedicion al es⚫ trecho de Magallanes con tres navíos, costeados por Don Gutierre de Vargas', obispo de Plasencia, uno de ellos se hizo pedazos al tiempo de salir al mar del Sur, otro le conduxo Camargo al puerto de Arica muy desbaratado, y haciendo mucha agua, y el tercero se vió forzado por las tormentas á invernar en el mismo estrecho; y habiendo intentado en vano pasar mas adelante, regresó á España, confirmando lo difícil y péligrosa que era la navegacion del estrecho por lo qual todo el comercio del mar del Sur se hacia por Panamá y nombre de Dios, lugares oportunos para conducir los efectos de Europa.

Alvar Nuñez Cabeza de Vaca navegó con tres navíos al rio de la Plata para experimentar mas favorable fortuna en la region Austral, que la que habia padecido en la Septentrional en la desgraciada expedicion de Narvaez. Despues de una larga y

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