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mento colgaron el cadáver de un pie en una ventana, con otras burlas é insultos. Gonzaga que esperaba en Cremona el éxito de este atentado, oyendo el cañonazo que tiraron los conjurados, que era la señal convenida de que ya estaba hecho, acudió apresuradamente con sus tropas, y se apoderó de la ciudad que estaba atónita con el suceso. Uno y otro fué muy grato asi al César como á Doria.

Las muertes que acaecieron en este año fueron memorables. Habiéndole acometido una calentura á Enrique Rey de Inglaterra, originada de la inflamacion de una llaga que tenia en una pierna, murió el dia primero de febrero, á los cinqüenta y siete años. Dexó heredero del reyno y de su impiedad á Eduardo, todavía niño, el que tuvo en Juana Seimer; nombrando á falta de este á sus hermanas María y Isabel, y encargó el gobierno del reyno á Tomás Seimer abuelo de Eduardo. Si me empeñase en referir por menor las liviandades, Ja crueldad y la impiedad de este hombre, antes me faltaria el tiempo que la materia. La muerte de Enrique parece que fué una citacion al Rey Francisco de Francia, pues la noticia le conmovió extraordinariamente, y á esto se siguió el agravársele la enfermedad, presagio cierto de su próxîma muerte. Habíasele inflamado una maligna llaga que tenia cerca del anus, la que penetró hasta la vexiga, por la cruel indulgencia con que le curaron los médicos. De esto le provino una calentura que le postró en la cama, y habiéndose dispuesto chsistianamente murió en Rambovillet á últimos de marzo, á los cinqüenta y tres años de su edad. Los escritores Franceses elevan hasta el cielo sus virtudes con merecidos elogios, aunque nunca la fortuna le favoreció mucho. Dexó apaciguadas todas las cosas de dentro y fuera de su reyno, habiendo hecho paces con el Inglés, y rescatado á Boloña á costa de mucho dinero.

Este año fatal acumulaba los funerales, y la Parca hacia sus estragos en las personas mas ilustres. Por este tiempo falleció en Viena Doña Ana muger de Don Fernando, habiendo dexado quince hijos. El dia dos de diciembre murió Cortés para vivir eternamente por la fama de sus hechos: acaeció su muerte en Castilleja, pueblo inmediato á Sevilla, á los sesenta y tres años de su edad, y su cuerpo fné trasladado á la América. En los últimos tiempos de su vida derramó mucho oro entre

los pobres para purgar sus culpas pasadas. Tambien falleció Don Francisco de los Cobos, que fué mucho tiempo secretario del César, y fidelísimo en su ministerio, y de él tienen orígen los marqueses de Camarasa. Don García de Loaysa, arzobispo de Sevilla y inquisidor general, murió en Madrid, y en uno y otro empleo tuvo por sucesor á Don Fernando de Valdés, trasladado de la iglesia de Sigüenza. En lugar de Don Gaspar Dávalos fué electo para la de Santiago, Don Pedro Manuel trasladado de la de Zamora en el año anterior; en el qual falleció tambien el dia primero de febrero Don Juan Folch de Cardona, obispo de Barcelona, y su cuerpo fué sepultado en la iglesia mayor. Sucedióle el mismo año en ella Don Jayme Cazador. El dia primero de abril del mismo año falleció en Vigevano el marqués del Basto, y fué sepultado magníficamente en la catedral de Milan. Sucedióle en el gobierno Don Fernando de Gonzaga, virey de Sicilia. El territorio de Sevilla fué afligido con la terrible plaga de la langosta, cuyos enjambres eran tan espesos, que obscurecian el sol. Es increible el estrago que hicieron en los panes y olivares; pero movido el cielo de las continuas rogativas, y á costa de mucho trabaxo, se consiguió en este año extinguir enteramente aquella peste.

Capitulo vi.

Derrota de Alberto de Brunswik. Hace el César la guerra con otros Principes al Duque de Saxonia, y queda este vencido y prisionero.

ENTRETANTO Ulrico de Vitemberg fué despojado por el duque de Alba de quasi todo su dominio, y exhortado por sus mismos súbditos, imploró por cartas la clemencia del César, no pudiendo hacerlo en persona por estar enfermo de la gota. El conde Palatino favoreció mucho en esta ocasion á su amigo y aliado, y convinieron al fin en que enviaria diputados que pidiesen por él, y que despues se presentaria él mismo al César, lo que executó de allí á poco tiempo. Impusiéronse las condiciones al vencido, el qual llevado en una silla por su dolencia, fué recibido benignamente del César, y le concedió el

perdon. Todas las fortalezas de sus dominios habian sido tomadas por el Duque, unas por fuerza y otras por voluntaria entrega, y en las tres únicas que quedaron intactas, á saber, Circena, Scorendorf y Ansperg se pusieron guarniciones Imperiales; y habiéndole mandado pagar en el término de quince dias trescientos mil escudos para los gastos de la guerra, fué admitido á la gracia del César. Pasó este á Ulma, donde recibió á los diputados de Ausburg, y despues á los de Strasburgo, y perdonó á una y otra ciudad, baxo la misma condicion que impuso á los de Ulma; pero se mantuvo implacable contra Schertel á pesar de la intercesion y esfuerzos de los de Ausburg : por lo qual salió con sus bienes desterrado á Constanza en castigo de la toma de Clusa.

En los años anteriores se publicó el concilio celebrado en Colonia por el arzobispo Hermanno, prolixo á la verdad, y dividido en catorce partes escrito con estilo mas propio de declamador que de legislador, y no se sabe si lo hizo con ánimo sincero, ó para desvanecer la sospecha de heregía, y libertarse del peligro de perder su dignidad. Pero lo cierto es que por este tiempo se quitó la máscara, declarándose luterano, y fué depuesto, sucediéndole Adolfo de la casa de los condes de Schavemburg, el qual restableció en Colonia la Religion Cathólica, que se hallaba quasi abolida. Federico hermano de Hermanno, obispo de Munster, y otros prelados fueron tambien heridos del mismo rayo, y por la misma causa á instancia del César que deseaba sobre todo conservar la pureza de la Religion. El duque de Saxonia recobró de Mauricio lo que este le habia quitado antes, y como es tan inconstante la humana fortuna, despojó de parte de sus dominios al que le habia despojado de los suyos, mas no pudo expugnar á Leypsic aunque la batió con mucho esfuerzo. Despues acometió á la Bohemia (donde en otros tiempos habitaron los Hermanduros) para pagar al Rey Don Fernando el odio que este le tenia, y corria gran peligro de perder aquel reyno, porque los naturales le tenian poco afecto, y estaban muy inclinados al de Saxonia. Mandó el César á Alberto de Brunswick que marchase prontamente con socorros á Bohemia ; pero faltó poco para que este Príncipe no lo perdiese todo, por un descuydo muy pernicioso en la guerra. Detúvose en Roclitz engañado por Binda herma

na del Landgrave, la que con banquetes, bayles y todo género de diversiones, á que es tan propensa la nacion Alemana procuraba distraerle de los penosos cuydados de la milicia, y á todas las horas del dia enviaba correos al duque de Saxonia. Este pues creyó que debia aprovechar tan buena ocasion, no ignorando que las mas grandes empresas suelen ganarse ó perderse en un momento, y habiendo caminado toda la noche á largos pasos, acometió al amanecer á los Imperiales, que se hallaban muy descuydados, y que en nada pensaban menos que en pelear. Alberto aunque se arrojó intrépidamente al enemigo, no pudo evitar la derrota de su exército, y fué hecho prisionero con Christóbal de Litemberg. En esta confusion perecieron entre muertos y prisioneros quatrocientos caballos y gran parte de la infantería, y se perdieron doce cañones de artillería.

Penetrado altamente el César con esta triste noticia, y solicitado por las cartas de Don Fernando, determinó hacer en persona la guerra. Inmediatamente mandó á Ansualdo de Suevia que reclutase tropas para reforzar la infantería que se haIlaba disminuida, por haber despedido poco antes las compañías Italianas, y el mismo encargo hizo á Nicolás Madraci substituido á su hermano Alitprando que acababa de fallecer en Ulma, Pero mientras que juntaba las tropas y fortificaba las ciudades con guarniciones, á fin de que en ausencia no se atreviesen á emprender cosa alguna, envió delante á Norimberga, á Mariñan y Sande con los soldados Alemanes y Españoles, siguiéndolos el duque de Alba para juntarse con ellos. Hallábase el César en Norlinga oprimido gravemente con la violencia de una enfermedad, que al parecer retardaria mucho tiempo su marcha; pero habiéndole aplicado con oportunidad los remedios convaleció antes de lo que se esperaba, y siguió á paso lento al Duque con el resto de las tropas. Entretanto Mariñan recobró á Pasemburg castillo muy fuerte; situado en la ribera del Mein dentro de los dominios de Alberto, y puso en él una guarnicion de trescientos infantes.

Orgullosos los enemigos con la reciente victoria de Roclitz. causaban tal terror á los confinantes, que Joaquin de Brandemburg, que habia permanecido neutral hasta entonces ofreció á Don Fernando y despues al César juntar con ambos sus

armas para reprimir su audacia. No tardó mucho en enviar á Don Fernando á Jorge su hijo mayor escoltado de quatrocientos caballos en prenda de su palabra; con él y con Mauricio se puso en marcha Don Fernando para unirse al César, atravesando con gran trabaxo la Bohemia por caminos muy ásperos, á fin de evitar la perfidia de los habitantes que conspiraban contra él. Pero á la verdad aunque los Bohemos juntaron un grande exército, mandado por Gaspar Flucio hombre opu lento, con la esperanza de sacudir el yugo de la dominacion austriaca, no hicieron cosa alguna de importancia, aguardando el éxito de la guerra del duque de Saxonia. El Rey Don Fernando, aunque se le habia desertado gran parte de sus soldados, conduxo al campo del César dos mil y doscientos caballos, y solo trescientos infantes. Juntas en un cuerpo las tropas, llegaron á Egra, ciudad situada en los confines de Bohemia, y despues de la Pasqua de Resurreccion, marcharon contra el enemigo. En el camino fueron tomados los pueblos que se hallaban al paso, escapándose ó entregándose voluntariamente las tropas de nueva recluta que los presidiaban, y que en lugar de los veteranos habia puesto el duque de Saxonia en las ciudades fortificadas: estas conquistas se debieron al valor del duque de Alba y de los Españoles que iban delante del César para asegurarle los caminos.

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En diez dias de marcha llegó al rio Elva, límite en otro tiempo del imperio Romano, no habiendo dado oidos al de Cleves, que comenzó á tratar de composicion con ciertas condiciones poco decorosas á la Magestad Imperial. Los historiadores Aler manes creen que este pais es el que en los tiempos antiguos habitaron los Ingevones. Acampados á la orilla de este rio los arcabuceros Españoles y la artillería, molestaban con una con, tinua lluvia de tiros á los enemigos, que se hallaban á la otra parte cerca de Mulberg, para impedirles el paso, y de tal mapera se enardecieron, que arrojándose al agua que les llegaba al pecho y á los hombros, como si intentasen vencer á la naturaleza no menos que al enemigo, pelearon con valerosa intrepidez. Diez de estos soldados acometieron una hazaña verdaderamente grande y memorable; pues habiéndose desnudado y llevando las espadas en la boca, pasaron á nado, y se arrojaron á los enemigos, que por haber roto el puente conducian

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