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unas barquillas rio abaxo, tomaron muchas de ellas; y habiendo muerto á treinta y cinco soldados armados, como refiere un autor italiano, las llevaron á la otra orilla sin recibir herida alguna entre la espesa multitud de balas que caia sobre ellos, admirándose todos de su valor y audacia. El César despues de haberlos elogiado como merecian, mandó darles unos ricos vestidos y una considerable gratificacion. Con las barcas que tomaron al enemigo, y otras que se traxeron para el mismo fin, se hizo un puente para atravesar la infantería con los bagages. Entretanto que se disponia, pasó el César por un vado que le mostró un rústico, irritado contra los Saxones porque el dia antes le habian robado unas bestias. Acompañóle la caballería, y muchos de los grandes, escoltados de una compañía de Españoles, que continuamente tiraba contra el enemigo, el qual para impedir el paso á la caballería, no cesaba de hacer fuego desde la otra parte del rio. El terror que le causaban los coracer os Imperiales, le obligó á alejarse, y la caballería ligera pasó en las ancas á los tiradores Españoles, y los conduxo á tierra sin que ninguno se lo estorbase. Entretanto otros soldados de infantería se apresuraron á pasar á la otra orilla en maderos y barcas medio quemadas, haciendo remos de sus picas. Habiendo atravesado el rio el exército, y gratificado el César al rústico con cien escudos y dos caballos, envió el duque de Alba aceleradamente el primer esquadron contra el enemigo. El de Saxonia luego que oyó que los Impe riales habian pasado el rio, levantó su campo para ponerse en lugar mas seguro, y pelear desde él, si fuese necesario. El resto de la infantería que había pasado el puente, apresuraba ya su marcha para alcanzar al primer esquadron, quando los enemigos que caminaban divididos en dos exércitos, se vieron rodeados de la caballería Húngara que habia conducido Don Fernando, de los Italianos del Pontífice, y del Príncipe de Sulmona, los quales á cada paso los molestaban picándoles la retaguardia, estrechándolos en los pasos difíciles, impidiéndoles y perturbándoles la marcha. Estos pues hacian frente, y combatian quando se veian mas estrechados por los Imperiales, y procuraban alejarlos con la espada. El de Saxonia intentaba ocupar el bosque de Locana á fin de retirarse desde el sin pérdida á Torgau ó Vitemberg, y dexar burlado al enemigo.

Tenia en sus banderas seis mil infantes veteranos, y dos mil seiscientos y ochenta caballos, y el César tres mil Ꭹ setecien tos caballos, y apenas mil infantes, porque los demas le seguian muy atrás con los bagages. Iba ya á ponerse el sol, y estaba inmediato adonde caminaba el de Saxonia, y por una y otra causa fué preciso á los Imperiales acelerar el paso, para que el enemigo no se escapase. Llamó luego el César al duque de Alba, que iba delante, y juntando toda la infantería, dispuso el exército en batalla. El de Saxonia mandó tambien or. denar sus esquadrones en la mejor forma que le fué posible, y despues de exhortar ambos generales á los suyos se dió la señal de la pelea. Rompió Mauricio el primero con un esquadron de caballos, en los quales habiendo disparado á un tiempo los Saxones, y no dexando á estos lugar para volver á cargar su artillería, los acometieron otros caballos por la frente y por los lados, que los destrozaron sin resistencia. Inmediatamente entró en accion la retaguardia Imperial en la que estaban el César, Don Fernando y sus dos hijos, y Filiberto de Saboya, y hizo tan grande estrago en los enemigos, que mas parecia carnicería que batalla. Los que dieron el primer choque, penetraron hasta los cuerpos de reserva, y habiéndose apoderado la infantería de la entrada del bosque, hizo una terrible matanza, de tal suerte, que cubiertos los caminos de armas y cadáveres, detenian la marcha del vencedor. Algunos pocos pudieron salvarse arrojando las armas ocultándose entre los árboles, fovorecidos de las tinieblas de la noche. El duque de Saxonia, que habia hecho quanto pudo los oficios de un buen general, viéndose solo por la ignominiosa fuga y destro. zo de los suyos, montó á caballo para ponerse en salvo; pero al tiempo que huia velozmente, le salieron al encuentro quatro caballos españoles, otros tantos italianos, y dos húngaros. No por eso se desanimó, estando resuelto á abrirse camino con la espada; mas habiendo recibido una herida en la cara, le hicieron prisionero: y le conduxeron al duque de Alba. Entretanto no cesaba el est rago y carnicería, aunque ya habia venido la noche, porque la luna llena descubria á los que huian, y los persiguieron los vencedores obstinadamente por espacio de muchas millas, haciendo en ellos gran mortandad. El duque de Alba llevó luego al prisionero á la presencia del César,

TOMO VII.

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quien viéndole tan fatigado por su gordura, y por el peso de las armas, mandó que no se apease del caballo, y permitió que desde él le saludase, lo qual hizo el daque quitándose el sombrero con estas palabras; « Cautivo tuyo soy, César clementísimo, por el derecho de la guerra, y te suplico que me hagas guardar y tratar como corresponde á un Príncipe.» A lo que entonces le respondió el César : « Lleva á bien que ahora sea para tí César, para que recibas lo que mereces. » Esto aludia á que desde el principio de la guerra solia llamarle el de Saxonia Carlos de Gante: y despues añadió el César: « Mira ahora las miserias en que te has precipitado por tu culpa, para que no evites el castigo que mereces. » El de Saxonia no le respondió cosa alguna, y baxó los ojos á tierra de vergüenza. Despues fué entregado con Ernesto de Brunswik su pariente, que tambien habia sido hecho prisionero, á Alfonso Vivas para que los custodiase. Los Alemanes se mostraron muy quejosos, y su disgusto dió motivo á una sedicion en Hall de Saxonia, la qual fué apaciguada únicamente por el valor del César. El hijo mayor del Duque, despues de haber recibido dos heridas, pudo evitar por la velocidad de su caballo el caer en manos de sus enemigos. Ninguno de los historiadores que he leido refiere quién fué el que hizo prisionero al de Saxonia, y solo un autor italiano lo atribuye á Hipólito de Porto Vicentino. En esta batalla y en la fuga fueron muertos dos mil infantes, y mil y quinientos entre prisioneros y heridos. Perecieron quinientos caballos, y el número de los prisioneros fué mucho mayor. Los Alemanes trataron con humanidad á sus compatriotas, que militaban con el de Saxonia ; pero los Húngaros se ensangrentaron en ellos, incitados del odio feroz que les tenian. De los Imperiales se cuenta que solo murieron cinqüenta y cinco. Fueron conducidos al campo quince cañones de artillería, y treinta y seis banderas, y todo lo demas de la presa se abandonó al soldado. Acaeció esta batalla el dia veinte y quatro de abril. Refiérese que en ella se vieron algunos prodigios, y que se observó haber detenido el sol su carrera ; pero no me ocuparé en refutar estos delirios de hombres supersticiosos, que muchas veces se inventan para adular á los vencedores.

Capitulo vII.

Perdona el César la vida al Duque de Saxonia. Rindese el Landgrave y muchas ciudades de Alemania. Casamiento de Maximiliano con Dofia Maria hija del César.

DESPUES de vencido y preso el rebelde duque de Saxonia, continuó el César la guerra, para no perder el fruto de tan ilustre victoria. Desde Mulberg, donde habia dexado descansar dos dias á sus tropas, las conduxo á Torgau, la que habiéndosele entregado, se acampó cerca de Vitemberg, ciudad del dominio electoral de Saxonia, no quedándole esperanza alguna de tomarla por fuerza, á causa de que los habitantes le habian cerrado las puertas, ó confiados en la fortaleza del sitio, y en su poderosa guarnicion. Tentó el César al de Saxonia para que mandase entregar la ciudad, amenazándole que de lo contrario le quitaria la vida; pero lo resistió con invencible constancia, porque el prisionero, aunque habia mudado de fortuna, no se habia abatido su ánimo. Para concluir esta empresa tan difícil, se valió de un medio, que le parecia el mas eficaz y pronto; y fué que habiendo convocado en su tienda á los gran des, pronunció sentencia contra el Duque, y le condenó al úíltimo suplicio como reo de lesa Magestad. Sin embargo mandó suspender la execucion, para que mediando algun tiempo, lle. gase el negocio al estado que deseaba, y no se engañó en su opinion, pues inmediatamente acudieron los parientes, y algunos de los consejeros del Duque, pidiendo al César con humildes ruegos, que no usase de rigor con el prisionero, y con efecto se condonó la pena de muerte. Pero para que la impunidad de uno solo no fomentase la audacia de muchos, juzgó que debia castigarle imponiéndole condiciones algo duras: conviene á saber que cediese la dignidad y principado electoral al arbitrio del César, para que las confiriese á quien fuera su voluntad, dexando á sus hijos para mantenerse cinqüenta mil escudos anuales, y señalándole otros cien mil para pagar sus deudas: que entregase al César las fortalezas de Vitemberg y · Gotha, que eran la principal defensa de sus dominios: que res

tituyese á sus dueños los bienes así sagrados como profanos de que se habia apoderado durante la guerra: que pusiese en libertad gratuitamente á Alberto y Chritóbal que habia hecho prisioneros en Roclitz, y del mismo modo la dió el César á Ernesto: que renunciase las alianzas que tenia contraidas, y ciertos derechos, y que permaneciese en libre custodia cerca de la persona del César, ó de Don Felipe su hijo. Estas fueron en suma las condiciones, y habiéndolas firmado el de Saxonia, y sus hijos, y despues el César, quedaron absueltos los vecinos de Vitemberg del juramento que tenian hecho á aquel, y despidiendo su guarnicion recibieron la de los Imperiales. Vino despues Sybila al campo á visitar á su marido prisionero, y la recibió el César con tanta afabilidad, como si en nada se hubiese disminuido su fortuna. Al dia siguiente pasó á la fortaleza para saludar á la Princesa, y fué obsequiado de esta con un espléndido banquete. Posteriormente permitió el César al Duque que fuese á la ciudad á disponer sus negocios domésticos, acompañándole doscientos Españoles, á los que regaló trescientos escudos, y á Alfonso Vivas, á quien estaba encargada su custotodia, una carroza con quatro caballos blancos, porque era benigno y liberal con todos; Sybila su esposa tuvo órden de trasladarse á Thuringia con sus hijos y con sus bienes propios, y las fortalezas de Gotha fueron arrasadas por mandado del César.

Arregladas las cosas de Saxonia, disponia el César sus armas contra el Landgrave de Hesse, el qual aterrado con esta noti'cia, y valiéndose de los Príncipes Joaquin y Mauricio, que podian mucho con el César, intentó componer la paz con ciertas condiciones que le parecian honrosas. Respondiósele : « Que por el derecho de la guerra los vencedores debian dar la ley, y no recibirla. Que si deseaba la paz, pidiese en persona al César el perdon de sus yerros, para no verse despues obligado á hacer con mas duras condiciones lo que ahora rehusaba. » Pero de esto tratarémos adelante.

A principios de este año habia enviado el César á Christóbal Fransperg natural de Zelanda, y á Enrique de Brunswik el jó

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con tropas escogidas á la baxa Saxonia, donde en otros tiempos habitaron los Teutones, que eran parte de los Ingevones, para que impidiesen los socorros de las ciudades maríti

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