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increibles las cru eldades que cometieron para satisfacer su venganza, hiriendo, matando y robando. Dos Españoles de Arequipa se quitaron á sí mismos la vida, para no padecer los insultos de los enemigos en la muerte que no podjan evitar. En este tiempo perecieron trescientos y ochenta á manos de Jos verdugos, y setecientos peleando valerosamente en las batallas, habiendo degenerado en crueldad la avaricia de estos hombres, que poseian montes de oro, descubiertos para daño de la vida humana. El obispo del Cuzco, que se halló en la batalla, se escapó con acelerada fuga de las manos de Carvajal, y vino á Xauxa, donde tenia su residencia el presidente, cuya grandeza de ánimo era tal, que no mostró turbacion alguna con la noticia de la desgracia del exército de Centeno.

A principios del año siguiente de mil quinientos quarenta y ocho se puso en marcha á Guamanga, donde recibió á Belalcazar con mas de trescientos soldados; despues á Valdivia, que habia vuelto de Chile, con grande alegría y regocijo de todo el exército, por la fama de su valor y experiencia militar; y finalmente á Centeno á quien seguia una tropa de caballos, y á otros capitanes cada uno con sus tropas, dinero y vestuario. Desde Guamanga trasladó su campo á Andaguaylas, donde pasó el resto del invierno. Tenia ya mil y nuevecientos soldados muy bien equipados, y endurecidos en continuas batallas, Pero muchos cayeron enfermos por el uso del trigo sin madurar, á los quales socorrió el padre fray Francisco Roca del órden de la Santísima Trinidad, zeloso observador de su instituto, y con su cuydado y asistencia convalecieron prontamente. A la entrada de la primavera llegaron al rio Apurima, y tardaron algun tiempo en pasarle, por haber sido quemado el puente, y hallarse apostado el enemigo en la ribera opuesta. Una y otra dificultad la superaron los realistas con su valor y actividad, aunque con pérdida de sesenta caballos, que arrebató la corriente del rio, y marcharon intrépidos contra el enemigo. Pizarro se habia acampado cerca de Saguisaguana, distante quince millas del Cuzco, en un lugar seguro, y estaba bien provisto de todo. Los realistas se pusieron á la vista, aunque en parage incómodo, y hubo algunos ligeros combates, que mas bien fueron escaramuzas, que peleas; pero habiendo comenzado despues á disparar la artillería, desertaron mu

chos del campo de Pizarro : con quánto dolor de este no es necesario decirlo. Su designio era presentar batalla, porque la victoria ganada á Centeno le habia inspirado audacia. El presidente por el contrario, queria mas vencer con el arte que con la espada, y puso en órden de batalla sus tropas, no para darla, sino para ostentarla, conociendo la desconfianza de los enemigos, que á cada paso abandonaban á su general. Entre estos le desamparó Zepeda, causa principal de tantos males; y otros al mismo tiempo se refugiaron al Cuzco, y arrojando las armas, se escondieron en los parages mas ocultos. Habiéndosele disminuido y desordenado sus tropas tan notablemente, rodearon á su general, pues no tenian ánimo para pelear, ni para huir. Atónito Pizarro con este espectáculo, y exhortándole Acosta á que acometiesen al enemigo, para perder gloriosamente la vida á exemplo de los Romanos, se asegura le respondió con semblante sereno, que mejor seria morir como Christianos, y en señal de que se rendia, entregó su espada con Villavicencio.

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Gozoso el presidente con la victoria, que habia ganado sin derramar sangre, entregó á Pizarro en manos de Centeno pa ra qué le custodiase; fueron tambien presos otros muchos, que habian quedado inmobles con el terror de un suceso tan inesperado, y al dia siguiente murieron en la horca nueve capitanes. Pizarro fué degollado, confiscados sus bienes, y su casa arrasada hasta los cimientos. Carvajal, que era el mas perverso de todos, cayó del caballo al tiempo de su fuga; prendiéronle sus mismos soldados, y conducido al presidente, fué entregado, luego al verdugo para desquartizarle, á fin de que con esta prolongada pena, pagase sus muchos delitos, y pereció á los ochenta y quatro años de su edad. Despues de esto se hicieron pesquisas de los reos, y en diversos tiempos fueron muchos condenados al último suplicio. Zepeda fué enviado á España cargado de cadenas, y acabó su vida en la cárcel. Es indecible la presa que se repartió al soldado en pago de su estipendio, cuya mayor parte fué en oro puro. Ganóse esta victoria el dia nueve de abril, y con grande exemplo de la ing constancia de la fortuna, los hermanos Pizarros perecieron del todo en aquellas mismas regiones, que habian descubierto para el reyno de España. Concediéronse pensiones y tierras á

los capitanes én premio de sus hazañas, y el presidente encargó á otros el cuydado de repartirlas, para evitar resentimientos contra su persona, y finalmente salió del Cuzco dexando á Cianca por gobernador de la ciudad, y pasó á Lima para arreglar lo que faltaba.

Despues de su partida, comenzaron las quejas de los soldados, que no se creian suficientemente recompensados segun sus méritos, ni se les resarcia la utilidad que antes les producian los esclavos del Perú; y que solo se trataba de aumentar mas y mas el erario Real, despojándolos á ellos. Estas y otras cosas semejantes vociferaban los que creian que con la victoria habian adquirido mayor libertad, y al fin comenzó á tramarse una conjuracion, que amenazaba renovar los anteriores males, si Cianca no la hubiese reprimido oportunamente executando un severo castigo en los principales motores. Entonces fué quando despues de tan continuas calamidades comenzaron á respirar, y á gozar de quietud y alegría los miserables Peruanos, habiendo sido puestos en libertad los esclavos, y concedídose permiso á todos por el presidente para restituirse á su patria: comenzó á recogerse en pueblos la multitud derramada por los campos, para que suavizado con la civilidad el carácter de estos hombres, fuesen instruidos mas fácilmente en la Religion Christiana. Señaláronse los tributos que habian de pagar, y todas las cosas quedaron arregladas por el trabaxo y diligencia admirable de Gasca. Nombró quatro oidores para que administrasen justicia, y gobernasen ínterin que el César disponía otra cosa. Estos fueron Melchor Bravo, Fernando de Santillana, Pedro Maldonado, y Andrés Cianca, llamado deł Cuzco, en cuyo gobierno le sucedió Benito Carvajal. Por este tiempo fundó Mendoza una nueva Colonia á seiscientas millas de la Plata ácia Arequipa en un parage oportuno señalado por el presidente, y como se estableció luego que se concluyó la guerra de Pizarro, la intitularon nuestra Señora de la Paz.

El nuevo reyno de Granada, en que gobernaba Lugo sucesor de su padre, se hallaba muy floreciente, y las colonias en él fundadas contenian muchos habitantes especialmente la llamada Trinidad, á causa del gran comercio que se hacia de unas á otras partes por los rios Pate y Magdalena. En Santa Fe de Bogotá se estableció una Real audiencia, cuya presidencia

fué conferida á Quesada en prémio de sus señalados méritos, y otra igual se fundó en la Nueva Galicia. De este modo se reprimia la licencia de aquellos tiempos, tenian su debido vigor la justicia y las leyes, y se ponia órden en las cosas públicas. La silla episcopal de Tlascala fué trasladada á la Puebla de los Angeles fundada por Ramirez. Extendíase de una manera admirable la Religion Christiana, en cuya propagacion trabaxó con heróyco zelo Don Francisco Marroquin obispo de Guatemala. Este pues, en los años anteriores con el auxilio de los religiosos Dominicos, reduxo al Evangelio á los bárbaros esparcidos en Chiapa y Tabasco, y á los que no pudo quebrantar la fuerza de las armas, los obligó con sus palabrás á sujetarse, y los hizo tributarios. De aqui nació el nombre de Verapaz qué el César dió á aquella provincia, noticioso del modo con que se habia pacificado. Debemos hacer aquí especial memoria de fray Luis Cáncer del órden de Santo Domingo, cuya doctrina y suavidad de carácter para atraer á lós bárbaros al Christianismo, produxeron copiosos frutos. Desde allí navegó á la Florida ardiendo en deseos de propagar el Evangelio, y mientras se ocupaba con gran celo en esta santa obra, le mataron los bárbaros con dos compañeros en el año quarenta y nueve de este siglo.

Nuño de Chaves fué enviado por Irala para sujetar á los Indios del rio de la Plata, que se habían sublevado, y para apacit guar con medios suaves á otros que estaban próximos á rebe. larse. Tambien descubrió nuevas regiones con un pequeño esquadron que le acompañaba; pero las ventajas que de esto podian sacarse, se inutilizaban en parte por el excesivo desenfreno de Irala y sus soldados. Despues de esto, dividiéndose en opuestas parcialidades, pelearon con ánimos feroces por la ambicion del mando, y volvieron á renovarse las muertes, suplicios, y todos los otros males de la guerra civil. Continuó Chaves su viage tierra adentro, y penetró hasta el Perú, visitó al presidente, el qual elogió su intrepidez, ¡yle socorrió con dinero, y se restituyó adonde habia salido. Entretanto Centeno se disponia de órden del presidente á marchar con tropas contra Irala; pero le sobrevino la muerte, lo que dió motivo á que continuase la sedicion. En San Pedro de Honduras se sublevaron los negros contra sus señores, pero sufriéron el

merecido castigo; pues habiendo sido vencidos y derrotados en batalla perecieron casi todos, y su capitan fué muerto en el suplicio. Estos son los sucesos mas principales que por estos tiempos acaecieron en la América.

Capitulo x.

Guerra de los Portugueses en la India con el Rey de Cambaya, y entre el Turco y el Rey de Persia.

SUCEDIÓ á Sousa en el gobierno de la India Don Juan de Castro, hombre recomendable por su prudencia y valor, á tiempo que Mahamet proclamado Rey de Cambaya despues de la muerte de Badur, comenzó á poner asechanzas á la fortaleza de Diu, irritado contra los Portugueses, con el especioso pretexto de que habian faltado á su palabra. Habíanse convenido en que entre la ciudad, que habitaban los bárbaros y la fortaJeza se levantase un muro, y viendo los Portugueses que subia mas alto de lo que era justo, impidieron que continuase la obra. Sintiólo mucho el bárbaro, porque veia frustrados sus designios, y de aqui se originó inmediatamente una discordia entre los que se hallaban deseosos de venir á las manos. Intentó desde luego Mahamet sorprehender á los Portugueses con ocultas celadas; pero no habiéndole producido efecto, se declaró abiertamente, y comenzó á hacer grandes preparativos. Juan de Mascareñas gobernador de la fortaleza, hombre intrépido y de mucha experiencia, luego que tuvo noticia de esto, envió mensageros á las colonias inmediatas, y aun hasta Goa, para anunciarlas que amenazaba una guerra, que en breve vendria á recaer contra la fortaleza. No tardaron los enemi gos en levantar trincheras, y conducir artillería, y tenian mucha esperanza en una grande máquina, que colocada en un navío de extraordinaria magnitud, arrojase llamas á larga distancia, entretanto que los soldados subian por las escalas al muro. Pero habiendo sido incendiada esta máquina en una noche, por el valor y diligencia de Santiago Leitao, se desvanecieron como el humo los esfuerzos de Coje Cofar su artífice, y autor de la guerra. Era este, segun corria la fama, natural de

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