Imágenes de páginas
PDF
EPUB

setecientas aldeas con la amenísima quinta de Folembre, obra del Rey Francisco. La Fera no pudo ser tomada, porque la defendia Anebaldo, el qual falleció en breve de una enfermedad; y la dignidad de almirante que obtenia, se confirió á Gaspar Coligni. El Flamenco regresó á su territorio con un rico botin, y el Rey despues que dió á los soldados algunos dias de descanso en el Luxemburgo, recobró á Esteing, y llegó hasta Verdum, de cuya ciudad se apoderó con auxilio del obispo, y á persuasion del cardenal Cárlos de Lorena, hermano del duque de Guisa, mientras que Monmorenci despues de haber batido las murallas de Yvoy, obligaba á Mansfeld, que se habia encerrado allí, á que se entregase. No pudo este resistirlo, porque los Alemanes se sublevaron sin respeto alguno á su general, y le amenazaron si no entregaba quanto antes la ciudad, esforzándose él inútilmente en manifestarles la ignominia que le resultaba de su cobardía. Y al fin fué entregado y saqueado el pueblo, y quedó Mansfeld prisionero, Los soldados en castigo de su delito, fueron despojados de sus armas Roberto Markan, con la tercera parte de las tropas tomó á Bullon, castillo muy fuerte por la naturaleza y por las obras del arte, habiendo expugnado con dinero la fidelidad del gobernador Altovit. Los escritores Franceses solo le acusan de cobardía, pero fuese lo uno, ó lo otro, pagó con la cabeza la pena de su perfidia, ó de su cobardía, por mandado de Doña María. Luego que se apoderó de Bullon, reduxo en breve tiempo á su dominio todo el principado, del qual tomó el nombre de Príncipe despues de treinta y un años que se le habia quitado el César, adjudicándolo al obispo de Lieja.

[blocks in formation]

Hácese la paz en Alemania. Sitio de Metz por el César, estragos de la armada Otomana en las costas de Italia. Sedicion en Sena.

En este intervalo de tiempo sostenia el César la dignidad de su augusto carácter, y sin afloxar en esto cosa alguna, rechazaba todas las iniquas peticiones de los Príncipes, las quales le comunicaba su hermano Don Fernando desde Passau por

medio de las postas, que tenia dispuestas á esté fin. Mientras tanto, se juntaban tropas para tomar venganza de la perfidia, y para que la audacia no creciese con la impunidad. Inquietaba esto á Mauricio, temiendo que descargase sobre él aquella tempestad, y que armado el de Saxonia con el favor del César, por las vicisitudes de la fortuna, y excitado de su propio dolor, y del deseo de venganza, castigase en él el mismo delito que le habia condenado á perder la dignidad electoral, y el principado. Por otra parte Guillelmo hijo del Landgrave de Hesse, rezelaba que el César tratase á su padre con severidad, asi por las antiguas ofensas, como por la reciente fuga que habia intentado desgraciadamente; por lo qual deseaba que este negocio se transigiese á gusto del César. De esta suerte deponiendo su pertinacia con saludable consejo, y por la interposicion de Don Fernando, del cardenal de Trento, y de los principales amigos, se les concedió la paz con equitativas condiciones, sin hacer en ellas mencion alguna del Francés. Arregladas de este modo las cosas, fué puesto en libertad el de Saxonia, á quien amonestó el César su deber, y le dió muchas señales de benevolencia. Mandó al Landgrave que diese caucion de cumplir las condiciones que se le habian propuesto en Hall de Saxonia, y habiendo salido por fiadores los otros Príncipes, consiguió su libertad. Mauricio introduxo en Hungría quince mil hombres armados contra el Turco, segun lo pactado, annque con poco fruto.

Establecida la paz, y levantado el sitio de Francfort, se tranquilizó toda la Alemania y volvió á su deber, á excepcion de Alberto de Brunswik, que no podia estar quieto. Este pues atraxo á su partido á Rinfeberg con su legion, y habiendo molestado á varios obispos y ciudades, vino finalmente con un poderoso exército á las fronteras de Francia, para explorar el ánimo del Rey, y ofrecerle su servicio si queria hacer guerra. Entretanto el César pasó de Villac á Inspruk, y desde allí á Ausburg, donde recibia las tropas que de todas partes se le juntaban. El duque de Alba traxo de España una gran suma de dinero, y siete mil soldados. De la Italia vinieron quatro legiones compuestas de veteranos Españoles y naturales, con la caballería ligera, ayudando al Cesar el Pontífice, y el duque de Florencia; y el duque de Mariñan acudió en persona

con otro esquadron que él mismo habia reclutado. Hallándose pronta la caballería, y la infantería Alemana, y juntando tan poderoso exército, se puso el César en marcha para Strasburgo, nombrando por su teniente al duque de Alba, y rompió los tratados que Alberto habia exigido por fuerza á los obispos y ciudades libres.

Desde allí pasó á Lorena, y sitió á Metz el dia veinte y dos de octubre en un tiempo verdaderamente importuno, contra el dictámen de Alba y Mariñan, que lo resistieron. Habiendo mandado el Rey de Francia por medio de su general Monmorenci que Alberto se retirase de sus fronteras, se presentó al César, y le ofreció sus servicios con la mayor fidelidad y zelo. Acudieron en breve los Flamencos con Barbanson, Egmont, Nasau y otros hombres principales, y se dice que el César tenia en su campo cien mil infantes, diez mil caballos, y ciento y veinte cañones. El duque de Guisa, que por su nacimiento y grandes hazañas habia adquirido el nombre de gran Capitan, tuvo órden de defender á Metz, y no omitió el menor trabaxó ni diligencia para fortificarla, habiéndose encerrado en ella con la mas esclarecida nobleza, deseosa de adquirir gloria. La guarnicion consistia en diez mil infantes, y casi mil caballos. Mientras que Aumale hermano de Guisa seguia con un fuerte esquadron de caballería á Alberto, que se encaminaba al César, sin saber quales eran sus intentos, pues no habia dado indicio de si era socio ó enemigo, volvió Alberto la cara de repente, y acometió con grande ímpetu al Francés. La pelea aunque sangrienta, fué solo entre la caballería, porque no quiso combatir la infantería Alemana. Vencidos Ꭹ derrotados los Franceses se pusieron en fuga, llevando en sus espaldas las heridas, y en sus ánimos el miedo y ignominia. Aumale fué arrojado del caballo con tres heridas, y hecho prisionero, á tiempo que todavía peleaba con mucho valor; y á los dos años consiguió libertad á costa de sesenta mil escudos. Perecieron ochocientos de los enemigos con quatro de los principales capitanes, y ciento y cinqüenta nobles. Despues que ganó Alberto una victoria tan señalada, se presentó en triunfo al César con el botin y los prisioneros: recibióle con mucha humanidad, y le mandó ir á apostarse al rio Mosela, haciendo cara á los Franceses que tenian cerca su campo, para impe

dirles que llevasen socorro alguno á los sitiados. Peleó muchas veces con los enemigos prósperamente, pero en una escaramuza perdió á su teniente Jorge Liechtemberg. Mientras tanto, fueron combatidos los muros de la ciudad con tanto estruendo de la artillería, que se oia el ruido mas allá de Strasburgo, distante cien millas. En lugar del destrozado muro levantaron tumultuariamente los Franceses uno nuevo, con las piedras y ruinas del otro, guarneciendo sus costados con Ja artillería, y con un esquadron escogido. Viendo el César la poca actividad de sus soldados, que se excusaban con la dificultad de superar la brecha, y que no adelantaba cosa alguna con las exhortaciones que les hacia para inspirarles ánimo, corriendo á caballo por medio de las filas, se retiró de allí melancólico, dilatando para otro dia el asalto. Intentó despues derribar con minas subterráneas la parte del muro que habia quedado íntegra, y las nuevas obras que aceleradamente habian hecho; pero tambien fué inútil este trabaxo por las contraminas con que se le oponia el enemigo, ó porque los peñascos que se encontraban impedian llegar al muro. Entretanto que esto pasaba en los reales, Egmont con parte de los Flamencos se apoderó de Pont-Mouson. Tambien pudo ser tomada Toul, si la peste que cundia dentro de la ciudad, no hubiese retrahido de esta empresa á los Alemanes, temerosos de una victoria que pudiera serles funesta.

La situacion de los guerreros no podia ser mas incómoda y trabaxosa, asi por la estacion del invierno, como por hallarse en un pais helado, y todo cubierto de nieve. El frio era tan intenso en el campo, que se entorpecian los cuerpos de manera, qué apenas les dexaba fuerzas á los soldados para tener las armas en las manos. Añadíase á esto la falta de víveres necesarios para tolerar tantas fatigas, porque los interceptaba la caballería enemiga. Siguiéronse las enfermedades y una extrema debilidad, y no quedándoles fuerzas para morir honrosamente, perecian helados de frio en las tiendas, con el mas triste género de muerte. Los que tenian vigor para ponerse en fuga, desamparaban las banderas, y se escapaban á centenares sin rubor alguno. Por el contrario los sitiados calentándose dentro de sus casas, y bien alimentados con los víveres que anticipadamente habian juntado, estaban prontos y alegres

para tomar las armas, y pelear con esfuerzo. Los Italianos, como poco acostumbrados al frio, fueron los que mas padecieron con esta calamidad. El cielo y la tierra con las continuas lluvias, y con el cierzo que soplaba, quitaban toda esperanza de poder resistir mas tiempo al descubierto; y sin embargo el César, que se hallaba gravemente enfermo, y no menos afligido en el ánimo que en el cuerpo, no podia resolverse á levantar aquel sitio, que tan desgraciadamente habia emprendido. Ni acometia al enemigo, ni queria retirarse, hasta que conmovido de las exhortaciones de los cabos Españoles, y de Ja infinita mortandad que padecian los soldados, mandó levantar el sitio, gimiendo y clamando que la fortuna le habia desamparado. Finalmente el dia primero de enero fué llevado en una litera á Thionvilla, y mandó á los capitanes que le siguiesen, y que distribuyesen los soldados en las plazas y guarniciones. El duque de Alba se puso en marcha de noche con los Españoles y Flamencos, enviando delante la artillería y equipages. Quedaron en el campo muchas municiones de guerra, asi por el gran número de enfermos, como por la falta de caballerías, de las que tambien habian perecido muchas. Alberto siguió algun tiempo á los que marchaban, y se habia detenido en su puesto hasta el quinto dia, colocando la caballería en la retaguardia, para que sirviese de escolta á la infantería, que caminaba con mucho trabaxo. El duque de Nevers, que durante el sitio habia interceptado con sus correrías los víveres y provisiones del campo imperial, luego que fué levantado, los persiguió en su retirada, siéndole muy fácil derrotarlos ; pero convirtiéndose su ira en compasion, se abstuvo de matar á unos hombres, que apenas podian tenerse en pie. El de Guisa envió su caballería, y á todos los Imperiales que encontró en el campo y en el camino enfermos y moribundos los hizo llevar á la ciudad, y mandó curarlos con todo cuydado, cuya humanidad y su constancia en defender la ciudad, le adquirió la gloria de excelente general.

En el verano anterior habia llegado á la extremidad de las costas de Italia la armada Otomana, que Aramon habia solicitado con mucha instancia. Desembarcadas sus tropas, incendiaron á Regio, y luego que entraron en el Faro hicieron lo mismo con Policastro. Pasaron despues á Prochita, donde co27

TOMO VII.

« AnteriorContinuar »