Imágenes de páginas
PDF
EPUB

bra que tenia dada, segun la costumbre comun de los bárbaros. Calvi ciudad fortificada en la costa Occidental se burló de los esfuerzos de los Franceses, con una guarnicion de trescientos Españoles, que habiendo llegado allí casualmente, la defendieron con heróyco valor. Reducida en breve tiempo al dominio de los Franceses la mayor parte de la isla, dispuso Dragut inmediatamente su partida, con pretexto de evitar las tempestades del invierno que se acercaba, y á pesar de las súplicas de los Franceses, recogió su presa, y se restituyó á Constantinopla. Despues de la marcha del bárbaro, recibió Doria los auxilios que le enviaba el príncipe Don Felipe con el capitan Alfonso de Lugo, y otros que pidió al César, y navegó á la isla de Cerdeña, la que gobernaba Ursino, que habia adquirido tanta fama en la defensa de Montalcino, habiendo regresado á Francia Therme y el Príncipe de Salerno. Apoderóse el Genovés de la Bastida apenas la atacó con su artillería; pero despues de un largo sitio recobró de los Franceses á San Florencio á la entrada del año siguiente. A este mismo tiempo, esto es, el dia dos de enero del año de mil quinientos cinqüenta y quatro, se hallaba afligida la corte de Portugal con la temprana muerte del príncipe Don Juan. Falleció en la flor de su edad, pues tenia diez y seis años, y apenas habia pasado la alegría de sus bodas, dexando en cinta á la princesa Doña Juade la que nació el Rey Don Sebastian, único consuelo del desolado reyno en tan numerosa descendencia del abuelo.

na,

Capitulo XVI.

Muerte de Eduardo Rey de Inglaterra. Es proclamada Doria Maria hija de Enrique VIII. Su casamiento con el Principe Don Felipe. Guerra en Flandes y en Italia.

AL mismo tiempo hubo en Inglaterra grandes turbulencias con motivo de la muerte del niño Rey Eduardo hijo de Enrique. Divididos los Ingleses en partidos, querian unos conferir la corona á Juana Sufolk, y otros á María hija de Enrique y de Doña Catalina su primera esposa. Esta contienda amenazaba una guerra civil, y faltó muy poco para que no viniesen á las

TOM VII.

28

manos. El autor de estas inquietudes fué el duque de Northumberland presidente del parlamento, por la ambicion de colocar en el trono á su nuera. Comenzó pues á tramar el negocio en Londres con admirable artificio; y habiéndola hecho conducir á la fortaleza, la hizo proclamar Reyna, con consentimiento y aplauso de algunos consejeros. Los magistrados y nobles del partido contrario, entre los quales se distinguia el conde de Arundel, se declararon por María, que tenia mucho mejor derecho. Entretanto que Northumberland disponia la guerra por mar y tierra, para oprimir á sus adversarios, lo desampararon sus socios, que esperaban á que se declarase la fortuna, y fué preso y degollado. El mismo suplicio padeció Juana con Sufolk su padre, y Gilfort su marido, para escarmiento de los ambiciosos, que nunca están contentos con su suerte. Proclamada María por Reyna con grande alegría y aplauso de todas las clases del estado, entró en Londres con magnífica pompa. Pero al César que no perdia ocasion alguna de engrandecer la casa de Austria, dispuso enviar una embaxada á Inglaterra siendo el principal ministro de ella el conde de Egmont, á fin de solicitar el casamiento de la Reyna con su hijo Don Felipe. No les desagradó la proposicion á los grandes de esta isla, per! suadidos de que habia necesidad de un Príncipe poderoso para consolidar aquel reyno, que aun no estaba suficientemente cimentado. Inclinóse la Reyna al mismo dictámen, y en breve se concluyó el negocio. En las capitulaciones matrimoniales se establecieron varias condiciones, para evitar discordias en lo venidero. Habiendo dispensado el Papa el impedimento del parentesco que habia entre los contrayentes, Egmont fiador del futuro matrimonio, hizo la ceremonia de recostarse armado en la cama de la Reyna, segun era costumbre de los Príncipes de aquel tiempo.

Entretanto se dispuso en el puerto de la Coruña una armada de ciento y veinte navíos, y se embarcó en ella Don Felipe con el almirante de Castilla y el duque de Alba, mayordomo mayor, á quien el César había enviado á España despues de la desgraciada expedicion de Metz, con la principal nobleza, de. xando por gobernadora del reyno á la Princesa Doña Juana su hermana, que algun tiempo antes habia vuelto de Portugal. Navegó felizmente, y llegó al puerto de Northampton, acom

pañándole las armadas Inglesa y Flamenca con grandé estruen. do de la artillería. Desde allí envió á Ruy-Gomez de Silva, de quien hacia mucho aprecio por sus excelentes prendas, con unas joyas de inestimable valor para la Reyna, en señal de su amor, declarándola que sabia muy bien que esto era mucho menos de lo que ella merecia ; y la Reyna en prueba de su gratitud, le envió doce hermosísimos caballos enjaezados con régia opulencia. Llevó Don Felipe en la armada quatro mil Españoles, y mandó que sin tocar en tierra fuesen transportados á Flandes, para suplemento de las tropas. Despues que desembarcó su familia y equipage, y ochenta caballos que traia de una generosa casta; el Príncipe Don Felipe, acompañado de una lucida y numerosa comitiva de quatrocientos nobles, y de muchos grandes Ingleses magníficamente adornados, que habian venido á obsequiarle, se puso en camino con tiempo lluvioso á Vinchester, donde le esperaba la Reyna, de la qual fué recibido con muchas muestras de amory benevolencia. Despues de las recíprocas salutaciónés, Don Juan de Figueroa declaró en nombre del César á Don Felipe Rey de Nápoles, trasladando en él todos los derechos del reyno, y de los demás dominios de Italia, para que una Reyna tán opulenta diese la mano á un Rey poderosísimo. Finalmente, el dia del Apóstol Santiago los desposó el obispo de Vinchester, y el Rey y la Reyna comieron en público con los grandes de España y de Inglaterra. El resto del dia se empleó en saraos y otras diversiones con extraordinaria alegría. Presentóse después á los nuevos Reyes el cardenal Reginaldo Polo, que descendia de la familià Real de Inglaterra, y á quien el Sumo Pontífice habia dado amplias facultades para absolver y reconciliar con la Iglesia á los que habian caido en la heregía. Recibieronle honoríficamente, anulando la pena de destierro que padecia, y se dedicó con el mayor conato á restablecer el verdadero culto combatido por el Rey Enrique. Finalmente, despues de muchas conferencias, asegurado de que habia conocido sus errores là nación, que con facilidad se vuelve adonde los Reyes se inclinan, y de que estaba dispuesta á abjurarlos, la absolvió solemnemente en Londres de la excomunion Pontificia, y restableció la Religiön Cathólica, segun lo permitian los tiempos. Mientras que estàs cosás súcédian en Inglaterra, entrafón lós Franceses en Flån

des por tres partes. Algunos pueblos fueron entregados ó desamparados por la cobardía de los gobernadores, entre los quales Mariemburgo, edificado y guarnecido por la Gobernadora Doña María, le entregó por dinero Martigni noble Flamenco. El Rey que habia venido á su campo, tomó á Bovines, y le saqueo con muerte de sus habitantes, y abiendo juntado todas las tropas, sucedió la misma desgracia á Dinant. Despues de esto acometió á las arruinadas murallas de la fortaleza, pero le rechazó valerosamente la guarnicion, cuya tercera parte se componia de Españoles al mando del capitan Julian Romero, el que habiendo sido hecho prisionero por engaño, fué entregada la fortaleza baxo la condicion de salir libres con sus armas, y inmediatamente la arrasaron los Franceses. Luego que supo el César la venida del Rey, puso en marcha las tropas que tenia consigo, y aunque era inferior en fuerzas estaba resuelto á pelear donde quiera que le hallase. Pero rehusando el Francés entrar en batalla, se fué á talar la provincia de Hainault. Entre los incendios en que ardia toda aquella region fué consumida por el fuego la amenísima quinta de Mariamont, que era las delicias de la Reyna de Hungría, y se apoderó de Vence, ciudad inmediata. Aumentó su exército con nuevas tropas, y se encaminó á la provincia de Artois, siguiéndole Philiberto proclamado duque de Saboya, despues de la muerte de su padre, que buscaba la ocasion de dar un golpe al Fran. cés. Favoreció á este la fortuna á medida de sus deseos, pues habiendo alcanzado á los enemigos cerca de Quesnoy á tiempo que atravesaban un rio, les causó mucho daño en la retaguardia, tomándoles gran parte de los bagages. El Rey despues de haber incendiado muchos pueblos á vista del César que habia venido al campo para que fuese mayor la ignominia, determinó tomar á Rentin, y habiendo rodeado esta ciudad con sus tropas, intimó á la guarnicion que se entregase. Quando vió que era preciso usar de la fuerza, la acometió con su artillería, que hizo grande estrago en las fortificaciones. Habia acampado el César cerca de los reales de los enemigos con un poderoso esquadron, á fin de socorrer á los sitiados, aunque para esto fuese necesario aventurar una batalla; pero habiendo peleado tumultuariamente parte de las tropas de uno y otro exército para apoderarse de un bosque, que con prudente consejo ha

bian ocupado los Franceses, fué la ocasion muy poco favorable para unos y para otros, segun se colige de los historiadores que refieren este suceso. Finalmente, habiendo perdido el Rey la esperanza de tomar la ciudad, levantó el sitio, y conduxo sus tropas á lugar seguro, despues de haber tenido alguna pérdida en la retaguardia, que fué acometida de noche por los Imperiales.

Luego que el César arrojó al enemigo de sus fronteras, agravándosele la enfermedad que continuamente le molestaba, se retiró á Bruselas, entregando el exército al Saboyano, para que hiciera al Francés todos los daños que pudiese: executólo así el de Saboya con mucha diligencia, asolando su territorio con todo género de estragos. Detúvose en Menil, pueblo de poco nombre, donde en lugar de la ciudad de Hesdin, arrasada el año anterior, edificó otra en un parage pantanoso, y casi inaccesible. Entretanto que se levantaban quatro grandes fortificaciones para su defensa, sirvió el exército de guarnicion á los que trabaxaban, á fin de que no los molestasen, ni impidiesen las tropas Francesas que estaban cerca. Levantó despues su campo el Saboyano, y penetró talando con el exército hasta Amiens, y aunque lo seguia Vandoma con tropas no despreciables, fué mas bien testigo, que vengador de los males que hacia su contrario.

Los sucesos del Piamonte eran de poco momento. El César habia llamado á sí á Gonzaga para valerse de sus consejos, lo qual fué solo pretexto, que ocultaba otro designio, de que despues hablarémos. Fué nombrado en su lugar Don Gomez de Figueroa, mas ilustre por su nacimiento, que por sus hazañas militares, el que obligó á Brissac á levantar el sitio de Valfanera. Hubo algunos pequeños combates, y se tomaron algunos pueblos, y castillos no muy importantes. El Francés se apoderó de Ivrea, ciudad situada en el rio Duranza. Por entrega del Español Morales, gobernador descuydado ó cobarde. En este año se volvió á encender la guerra de Sena, habiendo juntado sus armas el César, y Cosme, para arrojar á los Franceses de la Toscana : temia Cosme mucho á Pedro Estrozi, á quien poco antes envió el Rey á Italia para hacer la guerra, y era muy enemigo del nombre de Médicis, así por las antiguas discor dias, como por el destierro que acababa de sufrir. Persuadido

« AnteriorContinuar »