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parativos convenientes, á fin de precaver qualquiera invasion. Tambien se procuró asegurar la Lombardía contra la fuerza declarada, y las ocultas asechanzas de los Franceses, que á toda prisa caminaban á Italia.

El duque de Alba, para conseguir con la espada la paz que habia intentado en vano por otros medios, sacó sus tropas de Nápoles el dia primero de septiembre. Componíanse de nueve mil infantes y dos mil caballos: mucha parte de la nobleza se alistó para militar á sus expensas, y Bernardo de Aldana dirigia la artillería. Luego que entró este exército en los dominios pontificios, se apoderó al instante de Prusinon, situado en una altura que habia sido abandonada por su guarnicion, y recobró alguno de los pueblos de Antonio Colona. Envió con parte de las tropas á Vespasiano Gonzaga, y á Don García de Toledo para que hiciesen la guerra por diversos parages, y tomaron unas por fuerza y otras por voluntaria entrega muchas ciudades y pueblos, cuyos nombres no permite referir la brevedad que nos hemos propuesto. Anagni, capital de los antiguos Hérnicos, por la cobardía de su guarnicion que se escapó una noche, fué hecha presa del soldado vencedor contra la voluntad del general. Causó esto en Roma un gran terror y consternacion, porque aun no se les habia olvidado el asalto de Borbon. Acudieron los cardenales al Pontífice, le rogaron, suplicaron y amonestaron que deponiendo su ira, se dignase dar oidos á los Españoles que pedian la paz, la qual de otro modo se vería forzado á hacer con ignominia y pérdida. Ofreciéronle sus auxilios, y aun le prometieron que veria al mismo duque de Alba, que le insultaba impunemente, postrarse á sus pies, y pedirle no solo la paz sino el perdon. Conmovido el Pontífice con estas razones, y aterrado del peligro que veia tan cercano, envió á fray Thomás Manrique del órden de Santo Domingo, ilustre por su nacimiento y opinion de santidad, á fin de que tratase de la paz con el duque de Alba con las mas honrosas condiciones que pudiese. Este religioso despues de haber conferenciado con Don Francisco Pacheco, hermano del marqués de Cerralvo, volvió á Roma con grandes esperanzas de que se compondria la discordia, viendo que el duque de Alba estaba verdaderamente inclinado á la paz. Acordóse que se juntasen en Frascati el cardenal Cárlos, y el duque de

Alba, pareciendo que este era el medio mas expedito de ajustar la paz. Acndió el Español al lugar señalado, pero no el cardenal, porque se habia mudado la voluntad del Pontífice, y con esta astucia solo intentaba ganar tiempo para recibir los socorros de Francia, y sacar despues sus tropas á campaña.

Habiendo quedado burlado el duque de Alba, y mofado en Roma Pacheco, continuó la guerra con mucho mas vigor que se habia hecho hasta entonces. Tomaron los Españoles á Palestina, Tívoli y otras ciudades, y los de Ancio arrojando la guarnicion pontificia, se entregaron á los Colonas, La proxi midad de los enemigos hizo emplear todos los cuydados en fortificar la ciudad. Arruináronse con grande estrago todas las casas de campo y demas edificios que habia en las cercanías, y los ciudadanos fluctuando entre la esperanza y el temor, se lamentaban de la pérdida de sus bienes. Guarnecian á Roma dos mil Franceses, que habian venido á las órdenes de Montluc, el qual se hizo célebre en la guerra de Sena. Mandaba el esquadron de la caballería Baltasar Rangoni, á quien sorpren→ dió en una emboscada Josef Cantelmo, y le hizo prisionero con muchos de sus compañeros. Entretanto se acercaron las tropas á la ciudad, y se fortificaron los puestos oportunos ; porque la intencion del duque de Alba era impedir que entra. sen en ella víveres algunos, y obligarla á la paz con el hambre, y no con la espada. Con este designio sitió á Ostia, y se apoderó de ella, aunque no sin trabaxo, y á costa de alguna sangre. En la boca opuesta del rio levantó un castillo, para que no recibiese socorro alguno por el mar. Al mismo tiempo Anto. nio Carrafa habiendo reclutado tropas en la Marca de Ancona, molestaba las fronteras del reyno de Nápoles para alejar de Roma al duque de Alba. Pero le arrojó de allí Fernando Lofredo marqués de Trevici, que gobernaba la Basilicata, y se retiró prontamente á Ascoli, sin que acaeciese cosa alguna de importancia en aquellas partes. Por la mediacion del cardenal de Santa Flor se pactaron treguas por algunos dias, las que se prorogaron hasta quarenta, con utilidad de ambas partes, habiendo solicitado el cardenal Cárlos tener una conferencia con el duque de Alba, el qual despues de haber guarnecido las ciudades fortificadas, regresó con sus tropas á Nápoles á principios de diciembre.

Capitulo m.

Viage de Cárlos V á España y se retira al monasterio de Yuste. Muerte de Santo Tomás de Villanueva. De San Ignacio de Loyola y de otros Varones ilustres, Sitio de Oran por los Turcos.

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MIENTRAS que acaecian estas cosas en la Italia el magnánimo Cárlos, despues de haber renunciado todos sus reynos y dominios, pasó á Sudeburg para embarcarse á España, acompañándole el Rey Don Felipe su hijo, y el duque de Saboya. Despidióse de ellos con muchas lágrimas, y se hizo á la vela en la armada con las Reynas Doña Leonor y Doña María el dia diez y siete de septiembre, siguiéndole por obsequio algunas naves Inglesas. Arribó felizmente, y con favorable navegacion ál puerto de Laredo', y luego que puso el pie en tierra la besó, diciendo Salve, madre comun de todos los mortales, á tí vuelvo desnudo y pobre del mismo modo que salí del vientre de mi madre. Ruégote que recibas este mortal despojo que te dedico para siempre, y permite que descanse en tu seno hasta aquel dia que pondrá fin á todas las cosas humanas. » Despues de esto, besando un Crucifixo, que acostumbraba llevar en el pecho, dió gracias á Jesu-Christo de que le habia concedido llegar con felicidad al colmo de sus deseos. Concurrió á esperarle la principal nobleza y los diputados de las ciudades, y fué recibido de todos con extraordinaria alegría; y habiéndolos tratado con grande humanidad, les dió muchas gracias por sus obsequios. Desde allí acompañado de sus hermanas, vino á Valladolid, donde se educaba Don Carlos su nieto al cuydado de Honorato Juan noble Valenciano, y le abrazó con mucha ternura, exhortándole á la virtud y á la piedad. Pasados algunos dias, se despidió de sus hermanas, y de su hija Doña Juana, á quien amaba en extremo, y marchó al monasterio de Ynste del órden de San Gerónimo, distante ocho millas de Plasencia, donde se encerró en una celda, que antes habia mandado edificar, para vivir entre los espíritus celestiales antes de dexar la compañía de los hombres. De todos los criados que tenia se quedó únicamente con doce para las cosas mas

indispensables, y un solo caballo con algunas pocas alhajas, y de este modo llenó Dios enteramente el corazon de aquel hombre, que parecia no caber en todo el mundo.

En España todo se hallaba quieto y tranquilo. Solo los piratas Moros infestaban de continuo las costas marítimas con mayor estrépito que daño. El estrago que habian hecho en la isla de Mallorca, le vengaron los isleños en el año anterior, habiendo recobrado la presa. En este año acaecieron muertes ilustres y dignas de memoria. El dia ocho de septiembre pasó á la bienaventuranza Santo Thomás de Villanueva arzobispo de Valencia. Asistió á su entierro con verdaderas lágrimas toda la ciudad, que se veia huérfana de tan caritativo padre. No hay necesidad de referir aquí las heróycas virtudes con que exerció su ministerio, quando el Papa Alexandro VIII le canonizó solemnemente. Resplandeció sobre todo este varon santísimo en el zelo por la defensa de la libertad eclesiástica, y restablecimiento de su disciplina, y en la caridad con los pobres y afligidos, de tal manera que despues de haberles repartido hasta sus cortos muebles, hallándose próximo á morir, mandó á un padre de familias necesitado, que se llevase su cama, que era lo que únicamente le habia quedado, y que le pusiesen en el suelo sobre una estera. Rehusaron sus domésticos hacerlo, y entonces le pidió á aquel hombre con humildes ruegos que le dexase descansar un rato en la cama hasta que espirase; y de este modo murió en cama agena aquel que mientras vivió no tuvo cosa alguna propia. Mandó que le enterrasen en la iglesia de nuestra Señora del Socorro de religiosos Agustinos, extramuros de Valencia. Entre otros monumentos de su piedad edificó y dotó algunos colegios, siendo el principal de todos el de la Presentacion de María Santísima, que vulgarmente se llama de Santo Thomás, del qual han salido varones insignes en piedad y sabiduría. Todavía se conserva en el palacio arzobispal su pequeña biblioteca, y los hombres doctos hacen grande aprecio de los sermones latinos de este Santo, verdaderamente piadosos y de una sólida eloqüencia. Sucedióle Don Francisco de Navarra obispo de Badajoz. En este mismo año pasó de esta vida á la eterna San Ignacio de Loyola, despues de haber fundado la Compañía de Jesus para ganar almas á Dios, cuya mayor gloria habia buscado siempre. Sus socios continuaron con

gran zelo en tan loablé ministério, y es muy digna de admiraeion la rapidez con que se propagó su instituto, para infinito bien de todos los fieles. Pocos años despues fué canonizado sơlemnemente por el Papa Gregorio XV. Sucedióle en el generalato el padre Diego Laynez Español, ilustre por la fama de su sabiduría y santidad. En Madrid falleció Don Fray Bartholomé de las Casas, natural de Sevilla, del órden de Santo Domingo, á los noventa años de su edad. Trabaxó infatigablemente en libertar de la servidumbre á los Indios oprimidos contra toda justicia, y consiguió con sus representaciones y zelosos discursos que el César declarase la libertad de aquellos hombres miserables, ó por mejor decir, que ratificase la que les habia declarado Don Fernando el Cathólico. Fué electo obispo de Chiapa; pero permaneció poco tiemo en su diócesis, porque no podia tolerar que los naturales fuesen tratados tan indignamente por los Españoles corrompidos de la avaricia. Habiendo renunciado el obispado, se volvió á España, donde en algunos escritos que publicó no cesó de reprehender la crueldad de los Españoles, con mas vehemencia y ardor de lo que convenia, incitado sin duda por el amor que tenia á aquella gente desgraciadá, como se colige claramente de otros escritores, que fueron testigos oculares de las cosas de América. Murió tambien por este tiempo Don Gutierre de Carvajal obispo de Plasencia, y fué sepultado en Madrid en la capilla pública que él mismo habia edificado, donde se ve su sepulcro de mármol con un epitafio en lengua vulgar. Fray Juan de Muñatones del órden de San Agustin, y familiarísimo amigo de Santo Thomás, sucedió en la diócesis de Segorve á Don Gaspar Borja. Dos años antes habia fallecido Don Martin Gurrea obispo de Huesca, y fué electo en su lugar Don Pedro Agustin, hermano del Grande Antonio. Por muerte de Don Pedro Manuel arzobispo de Santiago, sucedió en esta iglesia Don Juan de Toledo, trasladado de la de Burgos.

En el año anterior se perdió en Africa la ciudad de Bugía, habiéndola tomado Salac gobernador de Argel á los quarenta y cinco años que fué conquistada de los Moros por Pedro Navarro en tiempo del Rey Don Fernando. El gobernador Alonso de Peralta pactó su libertad y la de los doce compañeros, y los demas habitantes de la ciudad fueron hechos cautivos. Pero

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