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so; y al mismo tiempo fueron electos para otras provincias Don García de Padilla y Don Pedro Deza. Despues se hizo Ponce á la vela ácia el septentrion, y fué el primero que avistó Ja Florida, llamada asi por el dia en que fué descubierta. Peleó desgraciadamente con los bárbaros, que eran muy valerosos, y perdió muchos compañeros; y saliendo él herido, regresó á Cuba, donde murió de sus heridas.

Don Diego Colon, despues de la muerte de su ilustre padre, fué nombrado almirante del Océano y gobernador de las islas; ‹y fixó su residencia en la Española, desde donde envió á Cuba á Diego Velazquez para que sujetase á los bárbaros rebeldes, y estableciese colonias de Españoles. La Habana se hizo célebre por la seguridad y comodidad de su puerto. Fué su obispo Don fray Bernardo de Mesa, del órden de Santo Domingo; cuyos individuos trabaxaron gloriosamente en ganar á aquellos bárbaros para Jesu-Christo, como lo testifican los historiadores de su tiempo. Navegaron entonces á la misma isla catorce re-ligiosos del órden de San Francisco desde lo mas interior de Francia para dedicarse á la misma santa obra, siendo su prelado fray Remigio. Fray Francisco de Córdoba, de nobilísima familia, pasó al continente con su compañero fray Juan Garcés: predicó el Evangelio á los bárbaros esparcidos por la costa de Cumaná, y fué muerto con ellos con su socio en el año mil quinientos y quince. El siguiente en la isla de la Trinidad, -y en la Tierra-Firme fueron tambien muertos y devorados por los bárbaros otros religiosos del mismo órden, que se hallaban ocupados con mucho zelo en la predicacion de la palabra divina. Por estos tiempos sucedieron varias desgracias y calamidades á negociantes, que con la fama de las riquezas acudieron á aquellas partes. Muchos padecieron naufragios, y otros pagaron la pena de su temeridad á manos de los bárbaros. Alonso Niño, fué arrojado á las costas de Paria, y recogió mas de cien libras de perlas, de cuya riqueza fué despojado en España, y puesto en prisión por haber navegado á la América sin permiso de los gobernadores.

Enviaron estos tres religiosos Gerónimos, célebres por su sabiduría y experiencia, con Alonso Suazo letrado de gran probidad para que visitasen las islas. Los Indios esclavizados por los Españoles contra toda justicia y derecho, eran desti

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nados á trabaxar en las minas y en los ingenios de azúcar, para fomentar con su producto el luxo y vanidad de los cortesanos, con gran dolor de los colonos que â costa de su ́ sangre ý fatigas habian adquirido aquellas tierras. Estas vexaciones parecieron intolerables á los hombres justos y virtuosos, pues el Rey Don Fernando el Catholico habia mandado que los Indios fuesen libres, y que gozasen los mismos derechos que los Españoles. Por lo qual se mandó á los colonos que los tratasen con mas suavidad, y cuydasen de instruirlos en la doctrina Christiana. Habia ya perecido un excesivo número de Indios, pues como antes eran estos hombres en extremo perezosos, y entregados al ocio, á la embriaguez y á la luxuria, les era intolerable el pasar de los deleytes al trabaxo, y desfallecian con la fatiga. La crueldad de sus amos les ocasionó enfermedades que ellos no conocian, y el hambre y la desesperación de verse en tan dura servidumbre y miseria, obligó á muchos á quitarse la vida. A tanta costa adquirieron los infelices Americanos el conocimiento de la verdadera Religion. Por lo qual Lipsio, en su libro de constancia, exclama. «¿Dónde estás lú Cuba la mas grande de todas las islas? ¿A dónde tú Haiti? ¿Dónde estais vosotras islas Lucayas? las que en otro tiempo encerrábais cada una seiscientos mil ó nn millon de hombres, apenas conservais quince de ellos para propagarse.»> Pero estas cosas son tan notorias que no hay necesidad de réferirlas aquí. Por lo demas las colonias se aumentaron mucho por estos tiempos en edificios y en la cultura de los campos, y en todas las demas cosas necesarias para su buena subsistencia. Habiendo regresado á España los religiosos Gerónimos les dió gracias el Rey Don Carlos de lo que habian hecho en su comision, y á fray Luis de Figueroa uno de ellos le confirió el obispado de Santo Domingo: Suazo pasó á Cuba á administrar justicia: Francisco Fernandez de Córdoba fué á reconocer á Yucatan, península de aquel continente, y regresando á la Habana, murió de las heridas que habia recibido en esta empresa. Vengó su muerte Juan de Grijalva que arribó con quatro navíos de Velazquez, y destrozó un gran número de bárbaros. De los Españoles solo murieron tres, y al capitan le clavaron tres saetas, y de una pedrada en la boca le hicieron saltar tres dientes; todo lo qual acaeció en el puerto de Potóncamo. En

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Tabasco y en otras partes fué recibido benignamente, y rescató mucho oro en cambio de abalorios, navajas, campanillas y otras bagatelas, á que en gran manera son apasionados los Indios. Todo esto sucedió en el año mil quinientos diez y ocho; y fué como preludio de las extraordinarias hazañas que obró Hernan Cortés, hijo de Martin, varon de inmortal fama y digno de ser elogiado en todos los siglos.

Este pues habiéndose embarcado en una armada de once navíos fabricada á costa suya y de Velazquez, en la que iban qui, nientos y ocho hombres armados, diez y seis caballos, y ciento y nueve marineros, comenzó á navegar ácia tierra firme á trece de febrero del año siguiente. Halló en la isla de Cozumel á Gerónimo de Aguilar que habia estado prisionero por espacio de ocho años en Yucatan, y llegando despues á Tabasco recibió en su compañía á Marina doncella Mexicana, los quales como instruidos en las lenguas del pais le sirvieron de grande auxilio, favoreciendo sus conatos la divina Providencia. Con estas tropas emprendió subyugar' un nuevo mundo, con ánimo mas fuerte y excelso que todos los mortales. Luego que arribó á Tabasco peleó prósperamente el dia veinte y cinco de marzo. Trató con benignidad á los prisioneros, y habiéndolos enviado libres con algunos pequeños regalos, inclinaron á los demas á desear la paz. Concediósela Cortés por medio de sus intérpretes, y partió de Tabasco, habiendo recibido de los naturales oro y provisiones para continuar el viage. Edificó la villa de la Vera-Cruz en un puerto seguro; y meditando otras cosas mayores se le opusieron algunos de sus compañeros, desconfiados de la poca gente que llevaban. Reprendióles con mas aspereza de la que, convenia, y animando á los demas con militar eloqüencia les dixo que los llevaba á una victoria cierta; que el fruto que de ella debian recoger era la propagacion de la verdadera Religion, que es el mas principal y el mas grande para los hombres piadosos; que adquiririan grandes riquezas y gloria, y unos premios muy superiores á los peligros, con lo qual llegarian á ser felices en lo venidero, y muy celebrados de toda la posteridad, con tal que ahora se acordasen que eran Españoles. Prometióles que Dios les seria propicio y favorable, y contrario á los bárbaros; y les dió razones de uno y otro. Luego que acabó su discurso, animado de la

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