Imágenes de páginas
PDF
EPUB

pes de toda la Alemania, y recibió en aquella ciudad solemnemente la diadema del Imperio, con increible alegría, y gozo de toda la nacion. Solo el Pontifice lo llevó á mal, como si en este hecho se hubiesen violado los antiguos derechos de la Santa Sede, y mientras vivió, no cesó de reclamar contra esta inauguracion como viciosa; pero no se hizo aprecio de sus quejas, y los demas Césares siguiendo el exemplo de Don Fernando, se apartaron en esto de las ideas de los Papas.

[ocr errors]

Por este tiempo causó terror y daño en las costas de Italia la armada Otomana, mandada por Cara-Mustafá, que se componia de ciunto y veinte galeras. Los que gobernaban á Nápoles despues que el Rey Don Felipe llamó al duque de Alba, no habian proveido suficientemente á la seguridad de los pueblos, aunque cada dia crecian los rumores de la venida del Turco. Ocho dias antes que estos bárbaros arribasen á aquellas costas, entró en la ciudad el nuevo virey Manrique, y los naturales intimidados de la insolencia militar, habian rehusado admitir la guarnición Española. En medio de tan vergonzoso descuydo, doblaban los Turcos el cabo de Minerva, y navegando á la derecha, acometen al amanecer á Massa, y oprimen á sus habitantes, que se hallaban sumergidos en el sueño. Pasan desde alli á Sorrento, habiendo muerto á unos pocos que habian tomado las armas, y uno y otro pueblo fueron saqueados á vista de los Napolitanos, quedando cautivas quatro mil personas. Atravesaron despues el golfo de Nápoles, y echando las áncoras en Elva, permanecieron allí una noche entera; mas no se atrevieron á emprender cosa alguna contra aquel pueblo, que estaba defendido con una poderosa guarnicion : tampoco hicieron daño alguno en las costas de la Liguria, porque los Genoveses los aplacaron con una gran cantidad de dinero. Sintiéronlo esto mucho los Franceses, pues ya que no pudiesen recobrar á Génova á costa de los Turcos, deseaban á lo menos que moviesen guerra en aquellas costas, para alexar del Piamonte las armas Españolas. Pero Mustafa habiendo reparado su armada en la costa de Provenza, corrió á la isla de Menorca, y aunque intentó en vano tomar á Puerto-Mahon, se apoderó á viva fuerza de la ciudadela de Jamma, á pesar de la valerosa resistencia de los habitantes, que le mataron quatrocientos hombres. Concluida esta expedicion, dió la vela ácia el

Oriente con los cautivos, y la presa que habia hecho á principios del mes de julio, sin que fuesen capaces para detenerle los halagos y promesas del embaxador Francés.

Tambien causó temor y miedo en este año á la provincia de Bretaña la llegada de las armas enemigas, Inglesa y Flamenca. Derramáronse al saqueo las tropas navales, y lo llenaron todo de terror y confusion ; pero habiéndolos acometido repentinamente Kersimont noble Breton, con un pequeño cuerpo de gente, quando mas descuydados estaban, mató á algunos de ellos, y obligó á los demas á retirarse á las naves, abandonando la presa.

En el Africa se hizo la guerra desgraciadamente en este año por la temeridad del conde de Alcaudete. Habia pasado á Oran el exército reclutado en Andalucía, para tomar venganza de los Moros, que antes acometieron á aquella plaza. El Conde invadió con grande esfuerzo á Quiza Xenitana, ciudad de la Mauritania Cesariense, que en los tiempos posteriores se llamó Mostagan, situada en la ribera oriental del rio Maluc, y estando ya muy próxima á ser tomada, acudió Assan de Argel, con muchas tropas para socorrer á los sitiados. Viendo Don Martin hijo de Alcaudete el peligro, que les amenazaba si insistian en la empresa, aconsejó á su padre, que se retirase á Oran honrosamente. Pero el viejo, arrebatado de la ira le respondió: «< No hemos venido aquí para volver las espaldas, como hacen los cobardes apenas han visto el enemigo. Por lo que á mí toca, estoy firmemente resuelto ó á ganar una ilustre victoria del enemigo, ó á morir en la pelea, concluyendo con un honroso fin los últimos dias de la vida. Acuérdate tú del valor de nuestros antepasados, y procura morir gloriosamente, tomando venganza del enemigo. » Animado de esta suerte aquel fortísimo capitan, mas deseoso de una muerte honrosa que de la vida, ordenó sus tropas en batalla, y haciendo luego la señal, se trabó la pelea, que verdaderamente fué atroz y sangrienta. Los Españoles fueron al fin oprimidos por la multitud de los enemigos, la mayor parte quedó muerta en el mismo sitio donde pelearon, y casi todos los demas fueron hechos prisioneras. El gobernador Alcaudete no menos fuerte en las palabras que en las obras, murió en la batalla, y su hijo quedó prisionero con la artillería y bagages.

Falleció en este año Don Juan Giron, hermano y sucesor de Don Pedro, el dia de la Ascension del Señor, que segun el cálculo cronológico (porque en él varian los autores) cayó el dia diez y nueve de mayo; varon ciertamente admirable por su piedad é inocencia de costumbres. Edificó un grandioso templo en Osuna, fundó su universidad y la dotó con rentas suficientes, habiendo obtenido para ello bula del Papa Paulo III. Tambien edificó un hospital y quatro monasterios, dos de los quales dice un autor, que fueron fundados por Doña María su muger, hija del duque de Alburquerque. Dexó muchos hijos, y fué heredero de sus estados Don Pedro, á quien en los años siguientes honró el Rey Don Felipe con el título de duque. En el año anterior murió tambien Don Antonio de Fonseca, que habiendo renunciado el obispado de Pamplona, se retiró á Toro llevado del amor de la vida solitaria, pero por su probidad le sacó de allí el Rey Don Felipe, y le nombró presidente del consejo de Castilla, en cuya dignidad le sucedió Don Juan de Vega virey de Sicilia. Murió tambien el mismo año Don Juan Siliceo, arzobispo de Toledo, y mandó le enterrasen en la iglesia del colegio de Doncellas, que él mismo habia edificado. Sucedióle en la silla arzobispal fray Bartolomé de Carranza, del órden de Santo Domingo varon de gran doctrina. Por este tiempo se descubrió peste en Murcia, despues en Valencia, y finalmente en Burgos, la que por espacio de algunos años causó grandes estragos.

Capitulo IX.

Preparativos de guerra de los Reyes de Españie y de Francia. Comiénzase á tratar de la paz. Muerte del Emperador Cárlos ▼, y de sus dos hermanas Doña María y Dofia Leonor.

Por este tiempo se ocupaban los Reyes en juntar tropas, como si en una sola batalla hubiesen de decidir todas sus discordias. Por todas partes hacian grandes reclutas, y los demas preparativos de los dos exércitos eran tan extraordinarios, que parece increible lo que sobre esto refieren los autores. El Francés puso cerca de Amiens su campo, á donde acudieron

muchos grandes y nobles. El Español habia puesto el suyo en Dulens, que estaba cercano, y vino con el duque Alba la principal nobleza de España é Italia ; de Alemania los Príncipes de Brunswik, Enrique y Ernesto, el teniente del elector de Brandemburgo, y otros ilustres varones, acompañados de muchas tropas, finalmente Egmont y el Príncipe de Orange con el exército Flamenco y algunos grandes de Inglaterra. Eran generalísimos el duque de Guisa y Filiberto de Saboya. Uno y otro fortificaban su campo con mucho cuydado, y acaecian algunos pequeños choques, que iban haciendo concebir esperanza de la principal victoria, pero sin intencion de venir á una formal batalla entre los dos exércitos; porque esto solo era un artificio con que los Príncipes, amenazando una grande guerra, suelen conseguir las ventajas de una paz cierta. En este estado de cosas volvió otra vez Christierno á hacer mencion de ella, porque cococia muy bien que los Príncipes estaban inclinados á abrazarla, cada uno por su propio interés. El Saboyano intentaba por medio de las condiciones de la paz recuperar sus dominios, de que le habian despojado los Franceses, ya que no tenia esperanza de conseguirlo por las armas. El Rey Enrique debilitado con las anteriores pérdidas, aborrecia la guerra, y juzgaba útil concluirla, aunque fuese con alguna condicion gravosa, y por otra parte deseaba mucho reprimir en sus principios las discordias de Religion, que se habian suscitado en Francia. El Rey Don Felipe por su carácter era inclinado á la paz, y temia que si se aventuraba muchas veces á la inconstancia de la fortuna, perderia los dones que antes habia recibido de ella. De este modo aunque cada uno tenia distintas miras, conspiraban todos al negocio de la paz. Finalmente, por medio de los plenipotenciarios resolvieron ajustarla, y renunciar seriamente á sus disensiones cansados ya de una guerra tan larga, y que parecia haberse hecho hereditaria.

Por esta causa se procuró quanto antes poner en libertad á Monmorenci y su hijo, á quienes algunos autores afirman que el Rey Don Felipe se la concedió gratuitamente, y despues fueron tambien puestos en libertad los demas prisioneros. El Rey de Francia nombró por sus ministros para las conferencias de la paz á Monmorenci, al cardenal de Lorena, al mariscal de San Andrés, á Morvillers, al obispo de Orleans, y á Aubespine

su secretario; y por parte del Rey de España concurrieron el duque de Alba, Ruy Gomez, el Príncipe de Orange, Perenoto obispo de Arras, y Vigil jurisconsulto célebre, todos hombres de experiencia y maduro consejo. Estos pues, se juntaron en un castillo del territorio de Cambray, y comenzaron á tratar de las condiciones con intervencion de los embaxadores de la Reyna de Inglaterra y del Saboyano. Parecióles conveniente disolver los exércitos que estaban cercanos, para evitar toda ocasion de pelea, y para que por la temeridad de los soldados, á quienes desagradaba la conclusion de la guerra, y el verse despedidos, no se descompusiese la paz á que todos aspiraban; porque no hay cosa alguna por pequeña que sea, que muchas veces no pueda causar un gran trastorno en los negocios mas importantes, aun contra toda esperanza. Trabaxaban todos en este asunto con mucho gusto y satisfaccion de los Reyes, quando por la pertinacia de los Ingleses en reclamar el puerto de Calais, faltó poco para que se desvaneciese todo. Pero á los Reyes , que tanto deseaban concluir la paz, no les pareció detenerse en este escollo, sino dexar este incidente para mas adelante.

Habiendo resuelto dilatar este punto hasta principios de año siguiente, llegó mientras tanto la triste nueva de la muer. te del Emperador Don Carlos en España, y se turbó con el llanto la alegría de la paz que esta ba tan próxima á establecerse. De esta suerte suelen mezclarse en la condicion huma. na las cosas tristes con las alegres, alternando la fortuna con las prosperidades y desgracias. Los dos años que precedieron á su muerte, se habia dedicado enteramente á aplacar la Divina Magestad, y quiso que en vida se le hiciese el funeral, á que asistió él mismo, vestido de luto. Mezclado con los mon. ges que cantaban el oficio de difuntos, rogó por su eterno des. canso, como si ya hubiese salido de esta vida, acompañándole los circunstantes, mas con sus lágrimas que con sus voces, y puesto de rodillas encomendó humildemente su alma al supremo Criador de todas las cosas. Llevado desde la iglesia á la cel da entre las manos de sus criados llorosos y afligidos, comenzó al dia siguiente á sentirse muy decaido. Habíanle cesado, los dolores de la gota, pero retrocediendo al vientre este cruel humor, vino á parar en tercianas. Procuraron los médicos

TOMO VII.

32

« AnteriorContinuar »