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vino en la alianza el duque de Alba, el de Arcos, Egmont, y el Principe de Orange; porque Enrique debia cumplir el primero lo pactado dentro de los tres meses próximos, y despues Don Felipe en el término de un mes. Este tratado se ajustó y firmó por los plenipotenciarios en Sercamp, cerca de Cambray, y le ratificaron y confirmaron con juramento los Reyes, y sus hijos el Delfin, y Cárlos Príncipe de Asturias.

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Entretanto celebró el Emperador Don Fernando las exêquias de su hermano en Wormes, donde habia convocado la dieta, y en ella se trató del negocio de la Religion, con el mismo éxito que otras muchas veces. La heregía de Lutero tomaba cada dia nuevas fuerzas, adornada y interpolada con nuevas doctrinas que manifestaban con mas evidencia su falsedad; pero el César á pesar de todos sus conatos para que los protestantes recibiesen los decretos del concilio Tridentino, no pudo alcanzar de ellos cosa alguna. Pareció el mas pequeño de todos los males, confirmar el último decreto de la dieta de Aus burg, en la que acomodándose el César Don Carlos á las cir cunstancias del tiempo, les habia permitido muchas cosas, á fin de que no se alterase la tranquilidad pública con nuevas turbulencias, ya que en todo lo demas se mantenian obedientes, posponiendo la Religion á los intereses del estado.

El Español y el Francés, en virtud de su alianza tenian otras ideas acerca de la Religion. La llama de la heregía se habia propagado de tal modo entre el ruido de las armas, como sucede comunmente, que habia penetrado hasta España. Para cortar sus progresos en todas partes, dió el Rey Don Felipe las mas eficaces providencias ; y como la Flandes estaba mas próxima al peligro, procuró preservarla del contagio con ereccion de nuevas sillas episcopales, lo qual se intentó antes mu. chas veces, y nunca pudo conseguirse hasta estos tiempos, por las graves dificultades que fué preciso vencer; pero se originaron otras muchas, pues los ánimos de los Flamencos estaban muy dispuestos á sediciones. En España comenzaron los inqui. sidores á proceder contra los hereges, y á la verdad con mas rigor que la junta establecida á este fin en Francia. En una y otra nacion se descubrieron hombres célebres tocados de aquella peste, y muchos sacerdotes que habian abandonado el

celibato, por seguir con libertad sus desordenadas pasionesPero un mismo remedio produxo efectos muy distintos: en Francia se agravó el mal, y en España se consiguió extirpar del todo la heregía.

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Mientras pasaban estas y otras cosas semejantes, se ratificaron las pactadas nupcias de Don Felipe con madama Isabel el dia veinte y tres de julio en la corte de Paris, adonde habia ido el Saboyano con un grande y brillante acompañamiento. El duque de Alba firmó á nombre del Rey de España, y el conde de Egmont se recostó armado con la esposa segun la costumbre de aquellos tiempos, haciéndose todo con la magnificencia y esplendor propio de tan grandes Reyes, y disputándose una y otra nacion la ventaja en los vestidos y adornos. Los dias siguientes se emplearon en regocijos y juegos, con extraordinario aparato y sumptuosidad, y se hicieron torneos, género de diversion que se acerca á una verdadera pelea. Habia corrido el Rey por espacio de dos dias con alabanza y regocijo de los circunstantes; pero al fin del dia tercero, biendo quebrado con admirable arte, y no menos valor muchas lanzas sin hierro, provocó á Gabriel conde de Mongomeri, que rehusaba el combate, y con fatal pertinacia ( ¡ó ciega mortalidad ignorante de lo futuro!) le obligó á correr por fuerza. Excitaron á los caballos en la carrera, y habiéndose acometido con las lanzas, y quebrádolas valerosamente en los pechos, vino á dar Enrique en el tronco de la de Mongomeri, sin que uno ni otro refrenase su ímpetu, y al segundo encuentro tuvo el Rey la desgracia de abrirsele la celada, y fué herido en el ojo derecho, y arrojado del caballo. Levantáronle inmediatamente los suyos, y habiéndole quitado la celada, se halló que la herida era mortal. Corrió la voz de esta desgracia, y se llenaron de consternacion todos los expectadores, convirtiéndose en llanto la alegría. Los médicos que acudieron al instante, no acertaban á disponer cosa alguna, fluctuando entre el miedo y la esperanza, y habiendo recibido el Rey Don Felipe esta lastimosa noticia, mandó á Andrés Vesalio Príncipe de los médicos de aquel tiempo, que marchase á Paris con la celeridad posible, pero llegó ya tarde, y mas sirvió de consuelo que de remedio, pues se le formó á Enrique una apostema en el cerebro, que le quitó la vida al entrar en los quarenta

y un años de su edad. De esta suerte en medio de tan grande alegría nacieron unas lágrimas muy verdaderas; y en un mo. mento se mudó en tristeza el regocijo, por la suerte de la humana condicion, en la qual no hay cosa alguna constante, y que no esté mezclada de males, y donde antes resonaban los aplausos y el contento, solo se oyeron luego los tristes suspiros y lamentos, que despues se extendieron por toda la Francia en los años siguientes. No obstante, el dia antes que el Rey falleciese, mandó celebrar en su capilla las nupcias del Saboyano y madama Margarita, para que la dilacion no impidiese con algun impensado accidente un enlace tan útil. Sucedióle en el reyno el delfin Francisco II de este nombre, que el año anterior habia casado con María Estuarda Reyna de Escocia, hija de Jacobo V, y ni su edad ni su talento eran capaces para tan grande carga, lo qual fué causa de las muchas calamidades que padeció la Francia.

Capitulo x1.

Muerte de Paulo IV. Eleccion de Pio IV. Castigos ejecutados por la Inquisicion de Españia contra los hereges. Restitúyese á España el Rey Don Felipe. Celebra en Guadalaxara su casamiento con madama Isabel de Francia.

EL Pontífice, que por este tiempo se hallaba irritado con el César Don Fernando, no quiso dar audiencia á su embaxador Don Martin de Guzman, que habia ido á Roma á cumplimentarle en nombre de su Príncipe. La causa de esta repulsa era que el César se habia hecho proclamar ilegalmente en Franc fort, quando sin la aprobacion de la Santa Sede no le era lícito llamarse Augusto. Mostróse ahora inexôrable contra sus parientes, á quienes al principio de su pontificado habia favorecido mas de lo justo; porque como llegase á entender sus maldades, amonestado de Jeremías varon de exemplar probidad, y religioso del órden de los Teatinos, que el mismo Papa habia fundado en otro tiempo, despojó de sus dignidades á los hijos de su hermano, y lleno de indignacion los mandó salir de Roma, y apartarse de su presencia, amenazándoles con

gravísimas penas. Despues de esto se dedicó enteramente á arreglar las cosas de Roma, á expurgar á Italia de la heregía, valiéndose para esto de hombres de conocida virtud, entre los, quales sobresalia Miguel Ghislerio, cardenal Alexandrino, que despues fué Pontífice, con el nombre de Pio V, y mereció ser colocado en el número de los Santos. Mientras que se ocupaba con el mayor conato en estos y otros, negocios semejantes, y hallándose agravado de la hidropesía y vejez, y de sus muchos cuydados, falleció el dia diez y ocho de agosto á la entrada de los ochenta y quatro años de su edad. Su cuerpo fué sepultado interinamente en San Pedro, y trasladado despues á la iglesia de Santa María supra Minervam, donde Pio V le erigió un magnífico sepulcro de mármol. El dia siguiente á su muerte se sublevó el pueblo Romano para saciar el odio que tenia á los Carrafas. Su estatua fué arrojada del Capitolio, y arrastrada al Tíber con vergonzosa ignominia del nombre Christiano. Las armas de la familia fueron arrancadas y borradas de todos los parages: pusieron en libertad á todos los presos que habia en las cárceles, incendiaron las casas de los inquisidores, y no cesaban los robos y excesos, hasta que por la mediacion de Marco Antonio Colona, y Juliano Cesarino se apaciguó la desordenada multitud, que á no ser por ellos bu biera hecho mayores estragos. Estuvo vacante la silla de San Pedro por espacio de quatro meses y siete dias, en cuyo tiempo falleció Hércules duque de Ferrara ; y le sucedió en el principado Alfonso sú hijó. Finalmente el dia del Proto Mártir San Esteban fué declarado Pontífice Juan Angel de Médicis, hermano de Mariñan, que tomó el nombre de Pio IV y se coronó el dia seis de enero del año siguiente, con grande alegría del pueblo Romano.

Entretanto perseguia en España á los hereges el inquisidor general Don Fernando de Valdés arzobispo de Sevilla. En la primavera antecedente fueron condenados Agustin Cazalla, que desde Alemania habia traido á España la impiedad de Lutero, habiéndose convertido de pastor en lobo: dos hermanos suyos; un cierto Perez y otros perversos sectarios, todos los quales perecieron en el suplicio. Cazalla con diez y nueve compañeros, entre los quales se hallaban algunas monjas, habiendo conocido y condenado su error, padecieron la pena de

garrote, y despues fueron arrojados sus cuerpos á las llamas, y junto con los huesos de Leonor Vivero, madre del mismo Cazalla, que habia muerto poco antes. Herreruelo Leguleyo de obscuro nombre, permaneció en su falsa creencia con invencible pertinacia, á pesar de las exhortaciones de Cazalla para que se arrepintiese, y volviese al gremio de la Iglesia Cathólica, y fué entregado vivo á las llamas, asistiendo á este triste espectáculo Doña Juana gobernadora de España, y el Príncipe Don Carlos. Otros muchos fueron castigados con diversas penas, y con perpetua ignominia de sus familias, y vestidos con un saco amarillo que tenia una cruz roxa, servian de insigne escarmiento, y atemorizaban á los demas, no tanto por el ri gor de los castigos como por la infamia. En Sevilla á principio del otoño una gran multitud de hombres, mugeres, monjas y frayles salieron en público auto para sufrir la pena que merecian. Los huesos de Constantino Ponce, hombre perversísimo, de quien se dice que se habia muerto á puñaladas en la cárcel, y los de Juan Gil canónigo de Sevilla, con quatro personas vivas, y otros quarenta que acabaron su vida en la horca, fueron arrojados á las llamas, siendo primer inquisidor de aque lla ciudad Don Juan Gonzalez, natural de Aragon, que despues fué obispo de Tarazona.

Por este tiempo se disponia el Rey Don Felipe para navegar á España, y envió á Ruy Gomez para que saludase en su nombre á madama Isabel su esposa, que despues se llamó Isabel de la Paz, en memoria de haberse establecido esta con aquel matrimonio, y le regaló un diamante engastado en un anillo, que segun afirman valia ochenta mil escudos. Llamó de Italia á su hermana Margarita muger del duque de Parma para que gobernase á Flandes, dándola por su consejero á Perenoto obispo de Arras. Encomendó á los principales de la nacion el gobierno de las provincias, y los demas empleos públicos, y atendió al bien de los pueblos, con. firmando sus inmunidades en la junta que celebró de todos los estados, á los quales por medio del obispo de Arras encargó encarecidamente que conservase la Religion Cathólica, y el amor y respeto á su hermana. Tambien celebró en Gante capítulo del órden del Toyson de Oro, y le confirió entre otros á los duques de Mantua y Urbino, con quienes habia forma

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