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pensas en la iglesia de San Mateo. Cedió á su hijastro el principado de Melfi, y dexó en su testamento á Juan Andrés la ciudad de Tursi, y las galeras, mandándole que siguiese los auspicios del Rey Don Felipe. El dia quatro de febrero falleció en Roma el cardenal Pecheco obispo de Sigüenza, y le sucedió en la diócesis Don Francisco de Lara, que murió tambien el mismo año : con tan precipitada carrera desampara la fortuna á los mortales. Fué electo en su lugar Don Pedro de la Gasca, trasladado de la iglesia de Palencia. Dos años antes habia fallecido en Génova Don Gerónimo Doria, arzobispo de Tarragona con cuyo nombre se publicaron las constituciones de aquella iglesia, divididas en títulos y libros. Sucedióle Don Fernando Loaces natural de Orihuela, obispo de Tortosa, en el que le habia precedido Requesens, y hallándose ausente tomó posesion el dia cinco de agosto. Tambien fallecieron dos grandes lumbreras de la literatura, fray Domingo de Soto, y fray Melchor Cano, ambos del órden de Santo Domingo, aquel en Salamanca, y este en Toledo, donde fueron sepultados con célebre pompa. Uno y otro adquirieron gran fama en sus escritos. Pero Cano en su tratado de los lugares Teológicos se aventajó mucho á todos los de su profesion, en la erudicion, ingenio, brevedad y elegancia. Habia sido electo para el obispado de Canarias, cuya dignidad renunció: tuvo contra sí á Pablo IV á causa de haber dado dictámen al Rey Don Felipe de que podia hacerle la guerra, cuyo parecer aprobó la respetable universidad de Salamanca. Aquel siglo de oro de nuestra literatura no solo produxo hombres ilustres por su sabiduría, sino tambien mugeres de admirable ingenio; y omitiendo por la brevedad formar aquí un catálago de ellas, solo harémos mencion de Luisa Sigea, que entre otras dotes con que se hallaba adornada, mereció gran fama por su instruccion en las lenguas. Nació en Toledo, siendo su padre Diego hombre erudito, y despues de haber vivido mucho tiempo en la corte de Portugal, volvió á Castilla con su marido Alonso de la Cueva noble Burgales, con quien se habia casado, y falleció en su juventud, como otros muchos grandes ingenios, el dia quince de octubre, habiendo dexado un hijo. Paulo III hizo extraordinarios elogios de las cartas que le escribió en latin, griego, hebreo, siriaco y árabe, como lo refiere Juan Vaseo escritor

-fidedigno de su tiempo: y lo que mas digno de admiracion es, que á los veinte y un años de su edad habia ya adquirido tan grande erudicion y doctrina, como lo atestiguan Andrés Resende, y Fernando Ruiz de Villegas poeta elegantísimo, en su epitafio. Escribió muchas obras doctas y piadosas en prosa y verso. Un herege Holandés publicó á nombre de Luisa un libelo infame con el título de Sátira Sotádica lleno de las mas detestables obscenidades; pero esta ficcion no perjudicó á la buena fama de aquella casta matrona: pues su autor era un impío sectario muy desemejante á ella, no menos en los costumbres que en la doctrina.

Capitulo xiv.

Envia el marqués de Cafiete virey del Perú, á su hijo Don Garcia *** con tropas para sujetar á los Indios de Chile. Sucesos de

esta guerra.`

Los Portugueses tenian puestas todas sus esperanzas en el jóven Don Sebastian, que se educaba baxo de la tutela de Doña Catalina su abuela gobernadora del reyno, y entretanto no açaeció turbacion alguna, ni los hereges que volaban por todas partes, podian propagar su doctrina; pues la sagacidad y vigi-lancia de los inquisidores los descubria en sus mas ocultas guaridas, y les imponia el merecido castigo. Tampoco se hizo entonces cosa alguna memorable en el Africa, hallándose ocu'pados los Xerifes en otros cuydados. En el nuevo mundo apenas ocurrió por este tiempo suceso alguno digno de referirse. Administrábase la justicia con vigor en Nueva España, y los bárbaros fueron reducidos de grado ó por fuerza á la obedien-cia del Rey en todas las regiones donde habia penetrado el nombre Español. Todos los cuydados se dirigieron á instruir sólidamente en la Religion Christiana á los Indios, que con facilidad la abandonaban, por no estar enteramente libres de sus antiguas supersticiones. En el mismo estado se hallaba el Perú despues que cesaron las sediciones, que por tan largo tiempo le habian agitado. El año de mil quinientos cinquenta y seis pasó á gobernar este reyno Don Andrés de Mendoza mar

ques de Cañete, llevando solo de su numerosa familia á Don García jóven de excelsa índole, y á Felipe habido fuera de matrimonio. Todas las provincias descansaban de la guerra, á excepcion del reyno de Chile, donde las cosas de los Españoles se hallaban en mayor peligro que nunca se habian visto, no atreviéndose á emprender cosa alguna contra los bárbaros, que estaban muy feroces con las anteriores victorias. Movido el Virey de las súplicas de los Españoles, envió á su hijo Don García con un exército en quatro navíos, mandados por Juan Ladrillero. La caballería se puso en marcha por los desiertos que se extienden entre el mar y los Andes, siendo su capitan Luis de Toledo. Luego que llegó García á la Serena, incendiada por los Indios, y juzgando que convenia remover de allí á Villagran y Aguirre, por las antiguas discordias que entre sí tenian, los embarcó en un navío y los remitió á Lima con segura custodia. Despues de lo qual continuó su navegacion ácia el Austro; pero habiéndose levantado una tormenta, estuvo muy próximo á padecer naufragio. Finalmente arribó á la Concepcion, colonia desierta por el miedo de los bárbaros, y desembarcando sus tropas y artillería, puso su campo en un parage elevado, y le fortificó quanto le fué posible. Tenia solamente doscientos soldados, porque aun no habia llegado la caballería, que era la que causaba gran terror á los Indios. Noticiosos de esto los Araucanos, que entre todos los Chilenos son los mas belicosos, acometieron en gran número al campo. La artillería hizo en ellos mucho estrago, pero irritados mas bien que escarmentados, redoblaron sus esfuerzos, vencieron el foso y la trinchera, y pelearon acérrimamente á pie firme. Felipe de Mendoza despues de haber herido en un brazo á Tucapel, Araucano valeroso, le abrazó por medio del cuerpo y intentó en vano derribarle á tierra. Su hermano Don García cayó aturdido de una pedrada que recibió en la cabeza; pero volviendo luego en sí, peleó heróycamente. Los marineros salieron á tierra para participar del peligro, y fueron acometidos por Feniston intrépido Araucano, con un fuerte destacamento sacado del exército. En el primer ímpetu pelearon atrozmente, y Valenzuela capitan de un navío, atravesó con su espada al general bárbaro; pero siendo tan pocos los Españoles para resistir á la multitud de los enemigos, fueron

y

rechazados á las lanchas, despues de haber recibido muchas heridas. Tres veces acometieron al campo con inútil esfuerzo, duró la pelea por seis horas, sucediéndose los bárbaros unos á otros, y murieron dos mil de los mas audaces. No obstante velaron los nuestros aquella noche con mucho cuydado, haciendo la ronda el mismo Don García.

El dia siguiente exhortó á sus soldados (de los quales muchos habian sido heridos, y ninguno muerto) á pelear valerosamente, previniéndoles que no estarian mucho tiempo ociosos, pues el enemigo deseaba vengar su derrota. No se engañó en su conjetura el general, quien noticioso de los intentos de los Araucanos por un Indio fiel á los Españoles, envió á Ladrillero al rio Maule, para que mandase acelerar el paso á los mas expeditos de la caballería. Su comandante Toledo luego que recibió este aviso, envió delante cien caballos que atrave, saron el rio, y habiendo caminado cien millas en tres dias, Ilegaron felizmente al campo. Los Araucanos que habian juntado todas las fuerzas de la provincia, y estaban resueltos á acabar con los Españoles en una sola batalla, noticiosos de la llegada de los caballos, quando se disponian á dar nuevo asalto al campo, se retiraron dispersos en pequeños esquadrones. Salió Don García de sus trincheras á campo descubierto, y á los cinco dias llegó Toledo con los otros doscientos caballos y los bagages, á los que se juntaron cinquenta que habia mandado venir de la Imperial. Reunidas en un campo todas las tropas, marchó al enemigo, y habiendo pasado el rio Biobio, descubrió las emboscadas que le tenian puestas, y peleó con los que le salieron al encuentro. Para socorrer los Araucanos á los suyos, iban á la batalla con todas sus fuerzas, obstinados en vencer ó morir. Combatieron por espacio de cinco horas continuas, y todo el campo se veia cubierto de cadáveres. Pocos de los Españoles fueron heridos, y solo se perdieron algunos caballos, que fué una especie de prodigio en una pelea tan sangrienta. En ella quedó prisionero Galvarino bárbaro de conocida perfidia, y en pena de su rebelion le cortaron las manos, pero con esta severidad estimuló el Español, y no reprimió el furor de los Araucanos. Talaron tambien los campos, aunque sin tocar á sus casas, para que la desesperacion no los encendiese mas el deseo de pelear. Despues de esto, penetraron los

Españoles en lo interior del valle de Arauco, siguiendo las naves la costa con los víveres y provisiones. Los batidores encontraron en una tierra abandonada de sus habitantes un cañon, que habia perdido Villagran en un combate desgraciado, y fué conducido al campo.

con

Los bárbaros que desde los campos se habian refugiado á lugares seguros con sus hijos y mugeres, se juntaron en gran número, y para oprimir repentinamente á los Españoles, se acercaron una noche á su campo con el mayor silencio, y como al rayar el alba oyesen la señal que los Españoles acostum. bran hacer á tal hora, persuadiéndose los Indios que habian sido descubiertas sus asechanzas, y que aquello era llamar al soldado á tomar las armas, ellos tambien con trompetas, caracoles, y grande estrépito, dieron la señal para la batalla, la qual excitados tambien los Españoles, corrieron prontamente á las armas y marcharon contra el enemigo. Hallábanse ordenados los bárbaros en tres esquadrones, y el primero de ellos acometió al ala derecha de los Españoles, y recibido por estos con la artillería y todo género de tiros, se abatió mucho su ferocidad. La caballería embistió contra otro esquadron armado de picas, el qual no pudo ser derrotado ni abierto, y viendo García que por ninguna parte se movia de su puesto, mandó dispararle por el costado la artillería, con lo qual fué desordenado el esquadron, y los caballos hicieron en él grande estrago. Mientras tanto se peleaba atrozmente en la ala derecha, y unos y otros tenian esperanza de vencer hasta que decayendo las fuerzas de los Araucanos, y muertos los mas intrépidos de los suyos, retrocedieron en buen órden para juntarse con el tercer esquadron, que no habia entrado en la batalla. Prohibió García á los suyos que los persiguiesen, pues la desesperacion podia excitarlos á per ecer con daño ageno; ni tampoco tenia muchas fuerzas para seguirlos, despues de haber sostenido tan terrible combate por espacio de ocho horas. Quedaron muertos quatro mil de los enemigos, y ochocientos prisioneros. De los Españoles hubo muchos heridos, y perecieron algunos caballos; y á fin de causar terror y miedo á los demas, fueron ahorcados de los árboles algunos de los cautivos, entre los quales Galvarin, levantando sus cortados braexhortaba á los suyos á la venganza con atrocísimas pala

zos,

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