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conserva en su archivo. Don Pedro de Guevara habia introducido en la ciudad una fuerte guarnicion, estando resuelto y obstinado á sufrir las últimas extremidades antes que abandoparla.

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Mientras que el Francés se ocupaba en el sitio de Logroño pasaron los gobernadores á Búrgos, á fin de reunir las tropas, que de todas partes acudian. En breve tiempo juntaron doce mil infantes, y dos mil caballos armados: pusiéronse en marcha á largas jornadas contra el enemigo, no ignorando que muchas veces consiste en un momento la suerte de las mas grandes empresas. Los soldados obedecieron alegremen, te, y como si caminasen á una victoria cierta, se exhortaban unos á otros, y aceleraban sus pasos. Hallábase ya la ciudad en peligro, quando de improviso levantó el sitio el Francés, para no ser oprimido por el exército Español que venia á su defensa, y se apresuró á volverse á Navarra. Hicieron una salida los sitiados, á quienes el miedo ageno habia inspirado audacia, alcanzaron al último esquadron, y le acometieron con ardor por todas partes. Al dia siguiente fué recibido el exército con extraordinario gozo de los ciudadanos, y continuaron estos su marcha para perseguir al enemigo. En el camino se les juntaron algunas compañías escogidas de Vizcaya, y por otra parte acudió el duque de Bejar con un fuerte trozo de gente, y provision de ganados para mantenerla. Acaecieron en el camino muchos ligeros combates con próspero suceso de los nuestros, que de aquí pronosticaban á su favor una victoria completa. Finalmente habiendo pasado los montes por un gran rodeo, salieron al encuentro por la frente al enemigo, despues de haberse apoderado del camino para que no pudiera escaparse, y ordenadas las tropas por una y otra parte, comenzó la batalla por la artillería, estando los Franceses en buena situacion. Los Españoles molestados por tanta Huvia de balas, faltó poco para que al primer impulso del miedo no volviesen las espaldas ; y si no hubiera llegado á este tiempo el almirante Don Fadrique Enriquez, quedara aquel dia destruido el exército Reprehendió este y animó á los soldados, y fueron tan eficaces sus palabras, que sin pensar en la fuga, arrojaron de sí el temor; y á la verdad la presencia de este ilustre varon hizo que se mudase la suerte de la batalla. Eu

tretanto peleó tan ferozmente la caballería que mandaba Velasco, que de la francesa se escaparon muy pocos sin ser muertos ó prisioneros. Peleaban ya los enemigos con poca fuerza en el centro del exército, y mas bien se defendian que acometian: su artillería se hallaba ya en poder de los Españoles, habiendo sido muertos los que la manejaban, quando Miguel Perea noble Malagueño se arrojó en medio de los enemigos, y derribando al alférez que tenia la bandera Real, se la quitó y la traxo á nuestro campo. Al momento comenzaron los Franceses á dispersarse, y huir por donde cada uno podia, como sucede á los que se ven perdidos. Siguieronles el alcance los Españoles con mucha obstinacion, y hicieron en ellos un grande estrago. El general Fox con los muchos golpes que recibió en la cabeza perdió los ojos, y fue hecho prisionero con muchos nobles. Cuéntase que de los enemigos perecieron seis mil, y de los Españoles solos trescientos, y de estos la mayor parte fueron muertos por la artillería. El duque de Náxera desempeñó valerosamente en esta ocasión los oficios de general y de soldado, y lo que perdió al principio por su demasiada confianza, lo recompensó despues con heróycas hazañas. Los Navarros noticiosos del éxito de la batalla, acometieron por todas partes con tanto ímpetu á los que huian, y saciaron de tal modo su odio, que apenas quedó uno solo que pudiese llevar á Francia la nueva de tan gran derrota. Girón se halló tambien en esta batalla con la principal nobleza deseoso de borrar el antiguo delito. Dióse esta batalla el dia último de junio cerca de Pamplona en el campo de Noayo. La guarnicion que habia en la fortaleza envió inmediatamente diputados al exército victorioso, noticiándole que estaba pronto á entregarse con tal que se la permitiese salir libremente con sus equipages. Concedióseles como lo pedian y volvió á poder de los Españoles juntamente con la ciudad. Despues de lo qual fué acometido y expugnado San Juan del Pie del Puerto por Velasco y Vera; y habiendo sido hecho prisionero Juan Othon, Navarro de nacion que le ocupaba, y habia desertado de las tropas del César, mandó Velasco que fuese ahorcado como transfuga. Poco despues fué puesto en libertad el general Andrés de Fox por Francisco Beaumont noble Navarro que le habia hecho prisionero en la batalla, y le envió á

Francia honoríficamente; pero esta resolución fue desagradable al César, que segun entonces se dixo, no lo llevó á bien.

Capitulo XIII.

Muerte de algunas personas ilustres : sucesos de la guerra con los Franceses.

CONCLUIDA de este modo la guerra de Navarra se confirió el gobierno de aquel reyno á Don Francisco de Zúñiga conde de Miranda, dándole tropas para guardar sus fronteras, y velar sobre los movimientos de los Franceses. Amancio Labret, hermano de Juan obispo de Pamplona, y cardenal de la santa Romana Iglesia, murió de allí á poco tiempo en Francia. Sucedióle en la silla episcopal Alexandro Cesarino, tambien cardenal, natural de Roma. En Flandes murió de la caida de un caballo el dia once de febrero de este año Guillelmo Croy arzobispo de Toledo; y esta iglesia se halló destituida de pastor por espacio de tres meses y medio; porque Don fray Diego Deza arzobispo de Sevilla á quien se confirió, no llegó á tomar posesion. Nombró despues el César á fray Juan Hurtado con su confesor, prior y fundador del Real convento de nuestra Señora de Atocha, pero rehusó con invencible constancia esta dignidad. Uno y otro eran religiosos del órden de Santo Domingo. Aceptóla Don Alonso Fonseca varon de grande espíritu, qué fué trasladado de la silla arzobispal de Santiago el dia veinte y seis de abril del año mil quinientos veinte y quatro, y le sucedió en la que dexaba vacante Don Juan de Tavera obispo de Osma, hijo de la hermana de Deza. El dia trece de noviembre del año de mil quinientos y veinte falleció Don Alonso Suarez obispo de Jaen, habiendo edificado á su costa un puente magnífico sobre el Guadalquivir, y una gran parte de la iglesia catedral en que fué sepultado: fué á la verdad este obispo piadoso y digno de toda alabanza, pues empleó todas sus rentas en el bien público, y no en un vano fausto, ni en solicitar otro obispado mas opulento como hacen otros prelados. Dos años despues fué electo el padre fray Diego Gayangos

del órden de la Santísima Trinidad, varon insigne en virtud y sabiduría, que murió en breve con gran sentimiento de todos sus diocesanos. Sucedióle Don Gabriel Merino arzobispo de Bari en la Pulla y nuncio apostólico en España, que antes habia sido obispo de Leon, y retuvo el arzobispado por la relaxacion de aquellos tiempos, y reprehensible condescendencia de los Papas. Fué muy adicto al César, y todo el tiempo de su vida se empleó en las cosas de su servicio. Comenzó Merino á darse á conocer, quando habiéndole enviado á Toledo el cardenal Adriano, arrojó de la ciudad á Doña María Pacheco, y restableció en Málaga la tranquilidad pública que se hallaba muy alterada.

En este tiempo se levantó una nueva guerra contra España acometiendo las armas Francesas por los confines de Vizcaya, baxo el mando del general Bonivet, hermano del difunto Boysi, que tenia mucha mano y poder con el Rey. Habiendo tomado los Franceses la fortaleza de Vidasoa, edificada siete años antes en la entrada de la provincia sobre el rio del mismo nombre, dirigieron todos sus conatos contra Fuenterrabía. Intentaron entrar en la ciudad por la brecha que habia abierto la artillería, pero fué en vano, por lo qual la mudaron á otra parte, y desde un parage elevado que dominaba Ꭹ daba vista á la plaza hicieron horrible estrago en las gentes y en los edificios. Vera capitan veterano que estaba encargado de la defensa, obligado por la escasez que padecia de las cosas mas necesarias, se apresuró á entregarla contra la voluntad de los soldados, que se opusieron altamente, como lo escriben algunos. Otros por el contrario dicen que se vió forzado á capitular por la repugnancia de sus tropas. Muchas veces sucede que á un general le es mas difícil vencer á sus propios soldados que á sus enemigos. Las condiciones de la entrega fueron honrosas, pues á todos se les permitió salir con seguridad, y llevar consigo sus bienes. Apoderado Bonivet de la ciudad escribió al Rey Francisco exâgerando el golpe que habia recibido España con la pérdida de tan importante plaza, con la qual se resarcia la derrota de Navarra, y causaba al enemigo un dolor no menos grave. Los embaxadores Ingleses que hacian todos sus esfuerzos con el Rey Francisco para que se ajustase la paz, estuvieron muy próximos á conseguir que la ciudad quedase

como en depósito en poder del Rey Enrique, entretanto que los dos príncipes ajustasen sus diferencias. Pero apenas llegó esto á oidos de Bonivet, se puso al instante en marcha para hablar al Rey, y aunque se hallaba inclinado á la paz, le hizo mudar de parecer, pidiéndole con grande esfuerzo que no dexase escapar de las manos una ciudad tan importante, no solo para recobrar la Navarra, sino para introducir la guerra en lo interior de España. Persuadido el Rey con estas razones, desistió imprudentemente del deseo de componer la paz con grande daño suyo; porque con la retencion de Fuenterrabía enagenó de sí al Inglés, faltando á su palabra, y se precipitó á sí y á su reyno en grandes calamidades por haber dado crédito á Bonivet. Raras veces se da á los príncipes algun consejo, que aunque parezca fiel y prudente, no lleve oculto algun fin torcido, como fué el de Bonivet en esta ocasion; pues por no perder la gloria de haber conquistado á Fuenterrabía, precipitó á su buen Rey en su ruina, y le perdió completamente.

Capitulo XIV.

Guerra de Italia entre el César y el Rey de Francia. Victorias de las armas Cesareas y Pontificias.

LAS Cosas de Italia daban al César mucho cuydado, á causa de que el Rey de Francia Francisco habia contraido nueva alianza con las ciudades suizas, y porque tambien atraxo á su partido á los Venecianos. Juntábasele Génova, y el poder de Octaviano Fregoso, que habiendo vencido á la faccion de los Adornos; se veia mas firmemente establecido. Alfonso duque de Ferrara permanecia neutral, aunque no se ocultaba su inclinacion al Francés. Sin embargo permanecian las cosas tran ́quilas; pero hallándose ocupados los dos extremos de la Italia por el Francés y el Español, se creia que unos ánimos irritados y contrarios no estarian mucho tiempo ociosos. El uno armaba asechanzas contra el reyno de Nápoles, cuya posesion codiciaba en extremo; y el otro tenia puestos los ojos en la Lombardía, como tan importante al imperio Germánico. Por

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