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que han ofendido. No sea asi os suplicamos por Jesucristo, pues nosotros no apetecemos ser vengados en la tierra, ni es justo que las persecuciones que padecemos hagan tanta impresion en nuestro animo, que olvidemos lo que nos mancó el Redentor, por cuya fe y nombre las padecemos, y por quien efectivamente amamos a nuestros enemigos, y rogamos incensantemente por ellos. Deseamos, es verdad, que se emplee la severidad de las leyes y los jueces para que se enmienden, pero no que se les quite la vida; que cele su conducta el gobierno: pero sin aplicarles todo el castigo que merecen; que se refrenen sus excesos, pero que no se les ponga en situacion que no pueden arrepentirse de ellos.'

,,Os pedimos, pues, que cuando alguno de nosotros os represente hallarse la Iglesia gravemente injuriada, ó su piereis de cualquier modo su afliccion, no os acordeis que sois arbitro de vida y muerte, antes por el contrario, tened presente nuestra peticion. Atended, ó hijo ilustre y muy amado, nuestra mediacion en favor de la vida de aquellos, por quienes rogamos á Dios les conceda la enmienda; pues ademas de que en ningun tiempo debemos los elesiásticos desistir del empeño de vencer el mal con el bien, es necesario considereis como lo esperamos de vuestra prudencia, que nadie fuera de nosotros os da cuenta de los agravios, que se hacen a la Iglesia. Por lo mismo si pensais en dar muerte a los que delatamos, nos retraereis de acudir a vuestro tribunal, y ellos se harán entonces mas insolentes, pues nosotros en todo caso preferiremos ser sacrificados, antes que presentarlos á que sufran la pena capital."

,,Yo en fin, por mi parte os suplico de nuevo, que recibais benignamente esta mi exhortacion, ó sea representacion y humilde súplica, pues me lisonjeo que podria esperar esta gracia, aun cuando os haIlaseis en puesto mas elevado, y yo no fuera mas que simple particular. Haced, sin embargo, que entiendan cuanto antes los donatistas que los bandos, que expedisteis contra ellos, y que juzgan que en el dia ya no rigen, aun estan en vigor, á fin de que nos dejen sosegar á los catòlicos. Por lo demas el modo de que sean provechosos nuestros desvelos y afanes por su conversion, sera reprimiendo de tal manera con vuestras disposiciones esta secta orgullosa y petulante, que nunca pueda blasonar, de que las molestias que se le ocasionan, las sufre por la buena causa; antes bien es indispensable que despues que se hallen convictos de sus delitos en vuestro juzgado ú otro inferior les procure convencer de la verdad de la fe, haciendo que reformen sus opiniones, y contribuyan al desengaño de los demas. Porque no se puede negar que es trabajo perdido obligar á un hombre á que abrace el bien o se aparte del mal por grande que este sea, no llevandole por el camino de la persuacion." (29) Hasta aqui S. Agustin.

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Tengo por escusado acumular nuevos testimonios de Santos Padres eu abono de mi proposicion. Los que acabo de alegar son mas que suficientes para convencernos de que la mansedumbre de Jesucristo con los díscolos, practicada y publicada por los apostóles, fué la contraseña de los doctores de la Iglesia quienes la consignaron en mil parajes de sus escritos para enseñanza de la posteridad. Ellos nos evidencian que la conducta de los ministros del evangelio en órden à los que han sacudido su yugo, debe ser muy diversa de la que observaban los antiguos sacerdotes con los que abandonaban la ley de Moises; que el celo mas puro por la religion cristiana no debe separarse nunca de la mas ardiente y benèfica caridad; que el imperio suavisimo del Crucificado reclama constantemente la libertad à favor de

los mismos que se someten á él; que la adquisicion de nuevos creyentes y la posesion de los antiguos las aprecia la Iglesia católica, cuando entran y se mantienen en su gremio por la uncion divina y la persuacion; finalmente que si alguna vez para contener á los malos en la carrera de su perdicion es necesario apelar ā las potestades de la tierra, debe ser únicamente cuando asi lo exige la natural defensa de la Iglesia ó la enmienda de los mismos refractarios por medio de na correccion moderada y que pueda llamarse verdaderamente paternal.

Sin embargo de estar tan claras terminantes à favor de mi asercion las palabras de los Santos Padres arriba citados, creen los de la opinion contraria poderla apoyar en su autoridad. [30] En S. Agustin principalmente es en quien les parece hallar un testimonio incon-. trastable, de que puede la Iglesia sin faltar a los deberes de la mansedumbre excitar el celo de la potestad civil, no solo para que cohiba con penas corporales á los hereges que atentan violentamente contra ella, sino tambien para que los obligue a solicitar su reconciliacion. Es cierto que este Santo Padre confiesa de si mismo, que habiendo llevado antes la opinion de que a los donatistas no se les debia perseguir con otras armas que el argumento, fueron tantos y tan convincentes los ejemplares, que le presentaron algunos obispos de Africa de conversiones hechas con el rigor de las leyes, que se vió en la precision de abandonar su primer dictamen. Conozco la oportunidad de esta objecion, pero estoy tan distante de desistir por ella de mi empeño como ageno de creer con Baile, Basnage, Le Clerc, Barbeyrac, y Mosheim que en esta ocasion atendió S. Agustin ā la aparente utilidad que resultabaá la Iglesia de una proteccion ilimitada por parte de los reyes, y no á la verdadera piedad y justicia en que debia cimentarse esta proteccion. No se me hace verosimil, vuelvo a repetir, que un sabio de primer orden, que tan abiertamente sostenia que la conversion del corazon es obra de la gracia y don de Dios, afirmase en el sentido que se quiere suponer que á los hereges se les debe convertir con multas, destierros y pena capital.

Para desvanecer el argumento que los panegiristas del rigor sacan de esta retractacion de S. Agustin, y la imputacion de parcialidad que hacen al mismo los a tores mencionados, bastará examinar las razones por las que graduó de sincera la conversion de los donatistas, y que son propiamente las únicas que le obligaron a mudar de parecer. Digo las únicas, porque las que alega el santo doctor tomadas del antiguo y nuevo testamento, no tanto deben llamarse pruebas sólidas de sa proposicion, cuanto una amplificacion ó exornacion de la idea que contiene, siendo todas ellas á cual mas débiles, como deberá confesarlo cualquiera que las lea sin prevencion. En una palabra, S. Agustin hace uso de estas pruebas no como logico sino como orador, cuidando mas de la elegancia en proponerlas, que del peso que pudieran añadir a una opinion, que en su concepto estaba ya demostrada por la experiencia. (31) Esto supuesto, dice contestando al donatista Vincencio que le reconvenia acerca de sn nuevo modo de pensar.

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,,En otro tiempo era yo de dictamen que á nadie se debe hacer fuerza para que vuelva al gremio de la Iglesia, fundado en que debemos usar de otras armas que las palabras; que nuestra pelea no debe ser otra que e la dispnta; y que tan solo debe estimarse por victoria, la que se gana en fuerza de la conviccion, pues de lo contrario pasarian á ser catòlicos simulados, los que antes eran hereges conocidos. Mas despues algunos de mis compañeros, me estrecharon no con razones sino con hechos, que me citaron en gran número, en términos que no pude menos de adherirme á su opinion. Porque enprimer lugar se me arguyó con el ejemplo de la

ciudad de mi residencia [Hipona], que habiendose decidido antigua-. mente à favor de la heregia de Donato, se redujo despues à la unidad católica à impulso de los decretos de los emperadores, y esto tan de veras, que en el dia abomina de aquella secta, ni parece que la haya profesado en ningun tiempo. Iguales ejemplos se me citaron de otras ciudades, de modo que eché de ver que puede tambien entenderse en este sentido lo que se dice en los proverbios; da ocasion al sabio y lo serà mas."

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,,¡Cuantos de ellos no teniamos, que segun supe despues deseaban convertirse, hallandose convencidos de la verdad de nuestra religión, y sin embargo lo iban dilatando por no exponerse à la animosidad de los suyos! ¡A cuantos detenia no la verdad en que pudiese fundarse su secta, de que seguramente prescindian, sino la ciega costumbre en que tenian hecho callo, pudiendose decir de ellos: al esclavo duro no le bastan palabras para que se enmiende, porque no obedece la razon aunque la entienda! ¡Cuantos teniamos que vivian persuadidos que en los donatistas se hallaba la verdadera iglesia, sin otro motivo que on natural descuido que los hacia torpes y soñolientos para buscarla! ¡A cuantos retraian de entrar en ella las calumnias de ciertos malèvolos que nos imputaban a los católicos, haber introducido que sé yo que novedades en la religion! ¡Cuantos, en fin, creyendo que nada importaba ser cristiano en esta o en la otra secta, continuaban en la de Donato porque alli habian nacido, y por que no habia quien los apartase de ella, y los condujese a la Iglesia! Asi es que ahora se congratulan con nosotros de que en fuerza de las incomodidades que han sufrido, hayan despertado del letargo de una costumbre inveterada, en que infaliblemente habian de perecer, ¿Se dirá que con algunos no aprovechan estos medios? A esto contestaré yo que la enfermedad incurable de uños, no debe ser motivo para que se nieguen à otros los remedios, que exige el restablecimiento de su salud. No debemos fijarnos sobre los de cervíz tan dura que se niegan tercamente a la persuacion, y de quienes está escrito: en vano azotè a mis hijos para que saliesen bien educadados: es necesario atender tambien à otros muchos, de cuya enmienda somos testigos, con grande consuelo de nuestro corazon. En conclusion convengo en que seria ejercer una autoridad tirànica, atemorizar à los hereges sin convencerlos de su error; pero tambien es innegable que sus hàbitos envejecidos no los dejaran que se presten al convencimiento y se dirijan, si no es muy lentamente, àcia el camino de la salvacion menos que se les infunda algun temor." (32)

Este es el pasaje de S. Agustin de que los defensores de la Inquisicion hacen tanto mérito, y que por no haberse mirado en su verdadero punto de vista hizo correr arroyos de sangre durante los siglos barbaros en que fueron tan frecuentes las guerras de religion, ¡Suerte. desgracia da del hombre que ha de tropezar a veces con error y la muerte, donde debia esperar los beneficios de la verdad! Sin embargo ò yo estoy muy engañado, ó no se necesita mucha penetracion para alcanzar el verdadero espíritu de S, Agustin en el lugar citado, que no es otro, si se pesan bien sus palabras, que el que se manifiesta en los demas Santos Padres y escritores sagrados, aunque por las diferentes circunstancias de los tiempos se presente con alguna variedad. Desde luego es necesario asentar que la conducta de los donatistas con los católicos llegó a ser tan criminal, y tan crueles las persecuciones que les movian, que se hacia indispensable reclamar el favor de las leyes para contener a unos hombres, que agitados de un verdadero furor que calificaban de celo religioso, tenian trastornado el órden de la so

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ciedad. Ellos no solo rebautizaban por fuerza a los católicos, sine que tambien saqueaban y demolian los templos, asesinando a los clérigos y obispos en el mismo altar, quemando á otros los ojos con cal viva y prohibiendo generalmente se les vendiese pan en los puestos públiCos. ¿Qué tiene, pues, de extraño que los católicos en semejantes conflicto implorasen el amparo del gobierno, amparo que no se les podia denegar cuando no fuera por otra razon, al menos por la cali dad de ciudadanos? Prueba de ello es que el edicto primero expedido contra los donatistas, que fué de Teodosio en 392, recayó sobre las machas tropelias que habian cometido, y que hubieran continuado sin duda á no haberse puesto por las autoridades un remedio eficaz. [33] Y no pudiendose dadar que á los católicos les era permitido apelar a la salvaguardia de las leyes, sin que por esto se dijese que perseguian á los sectarios contra el espíritu de la religion, cuando solo se trataba de la seguridad personal, ¿por qué no habia de serle concedido esto mismo á S. Agustin?

Mas hay todavia. Los donatistas fueron los primeros, que no queriendose sujetar á la sentencia de los obispos ante los cuales se terminaban en un principio todas las diferencias, que se suscitaban entre los cristianos, acudieron al emperador Constantino, quejandose de Ceciliano obispo de Cartago sobre ciertos excesos que le imputaban; bien que no sacaron otro frato que ser castigados por no haber probado la acusacion. ¿Qué tiene pues de irregular que los catòlicos acudiesen luego al tribunal que fos hereges mismos en cierto modo les habian señalado? Pues que....(preguntara tal vez alguno) ¿faeron hereges los primeros que acudieron à la autoridad civil á perseguir injurias motivadas por asuntos religiosos? Asi aparece de S. Agustin, sobre lo que llamo muy particularmente la atencion de los defensores del rigor. (34)

Sostiene ademas este Santo Padre, que es conveniente emplear con los apostatas alguna coaccion, para que vuelvan al gremio de la Iglesia. Esta nueva dificultad desaparece igualmente que la anterior, si se atiende à las razones que le indujeron à reformar tambien en esta parte su opinion. Muchos de los donatistas de que aqui se habla lo eran no por sistema ó adhesion aquella secta, sino porque temian la venganza de los sayos si la abandonaban, inconveniente que cesa ba desde el momento en que estuviese de su parte la autoridad civil. A otros los tenia indecisos una falsa idea de ciertas prácticas admitidas en la Iglesia católica, y que debia desvanecerse en cuanto recibiesen la competente instruccion. A otros, en fin, la pereza unida á una total indiferencia por el bien los tenia como en un profundo sueño del que no era de esperar que despertasen, si no se les aplicaban remedios activos al intento. Resultaba, pues, que los donatistas de quienes afirma S. Agustin, que volvieron al gremio de la Iglesia intimidados por la potestad secular, apenas sufrieron coaccion alguna, ó á lo menos no fué tal que puedan apoyarse en ella las medidas violentas de la Inquisicion.

A mas de esto en el pasaje citado se manifiesta, que la conducta de los ministros de la Iglesia con los apostatas debe ser como la del médico con el enfermo frenético, y la del padre con los hijos a quienes trata de educar, ã saber: un rigor moderado cual corresponde à su objeto, que no es la muerte del que le snfre, sino su salud y felicidad. Porque en efecto, la enmienda y la persuasion sin la cual no seria aquella mas que aparente, es la que se propone S. Agnstin en la persecacion de los que se han descarriado de la fe, la persuasion del entendimiento, vuelvo à decir, sin la cual seria tiranica

todo dominio sobre la voluntad, es la que inculca constantemente el santo doctor; la persuasion en fin, por la que se habia convertido el mismo de la secta de Manes a la verdadera Iglesia, era el medio que queria se emplease con los demas. Pero si a alguno no le basta lo dicho para convencerse de que S. Agustin estuvo en todos tiempos á faVor de la mansedumbre con los hereges en el sentido de mi proposicion, oiga sus expresas palabras segun se hallan en la misma carta a Vineencio, en las que suponen los defesores de la Inquisicion haber reformado su antiguo modo de pensar.,,No hay duda, dice, que se ha de nsar de un rigor moderado y de mucha benignidad con aquellos que siendo cristianos, yerran seducidos por hombres perversos, porque acaso son ovejas de Jesucristo que andan extraviadas (sin tanta malicia de su corazon) y de consigiente hay que recojerlas al redil, haciendo que con el destierro y otras penas corporales vuelvan sobre sì, reflexionen el motivo porque padecen, y aprendan à no dar mas crédito à las vanas opiniones y calumnias de los hombres, que a las escrituras. Asi que en órden al castigo que á vosotros (los hereges) se os aplica, se procura mas bien que os sirva de aviso que de verdadera punicion." (34) Es visto, pues, que el santo doctor en el lugar, que citan los contrarios no tanto retracto como limitó su antigua opinion, adoptando con los hereges alguna pena corpora!, á saber, la que pudiese influir por modo de correccion a que volviesen sobre si.

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Este era el estado de la disciplina eclesiastica en cuanto al modo de proceder contra los apostatas á principios del siglo quinto en que escribia S. Agustin; estando menos brillante por cierto que el que tenia ann a mediados del cuarto, en que vivia S. Hilario, pero mas perfecto sin comparacion, que el que se nota en los siglos que le siguieron. Y serà justo que los patronos de la Inquisicion recuerden la disciplina del siglo quinto para sostenerla? Muchas gracias se le pudieran dar á este tribunal, sino hubiera extendido su rigor mas allà de los límites que prefijó S. Agustin; cuya autoridad en vano se pretende alegar en su abono, cuando ella solo basta para formar su pugnacion. El juicio que aprueba este Santo Padre contra el delito de heregia era público, y como tal ofrecia al reo todas las ventajas que lleva consigo la publicidad; la sentencia era siempre absolutoria cuando el acusado solicitaba la reconciliacion, solo en caso de pertinacia se le condenaba á perdimiento de bienes, ó al destierro, pero nunca a la pena capital; si esta última se imponia a los hereges por atentados que hubiesen cometido contra los católicos, los obispos intercedian con los magistrados con toda eficacia hasta alcanzarles el perdon. Asi intercedió S. Agustin con el conde Marcelino á favor de los donatistas, que habian maerto á un sacerdote, y mutilado a otro católico con el mismo empeño con que en el siglo anterior habia intercedido S. Juan Crisostomo á favor de Eutropio patricio y consul, excitando la piedad del pueblo de Constantinopla que le perseguia por su excesos políticos y religiosos, en un discurso que pronunció en aquella Iglesia patriarcal. (36) Segun la práctica de aquel mismo tiempo si algun obispo olvidado de su caracter trataba de que se castigase de maerte a los hereges, los otros desde aquel instante se negaban á comunicar con él. Asi sucedió á Idaco é Itaco, a quienes por igual motivo excluyeron de su comunion S. Ambrosio y S. Martin de Turs. ¿Por ventura la Inquisicion puede decir otro tanto? Y supuesto que el sistema de este tribunal dista infinito del que regia en tiempo de S. Agustin, es razon que se le cite para sostenerle?

Queda destruido el argumento tomado de la autoridad de este

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