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santo doctor, que era por decirlo asi la clave del arco sobre que estribaba el edificio de la Inquisicion. Omitiré de consiguiente los textos de otros Santos Padres que suelen alegar tambien los apologistas de este tribunal, pues ademas de que ninguno de ellos presenta la difi. cultad que el anterior, les conviene á todos la misma solucion. Tampoco haré mérito de las objeciones que puedan hacerse con la autoridad de los escritores que vivieron desde el siglo seis hasta que estableció la Inquisicion, pues todos ellos entraron en el crepúscαlo que precedió, ó en el que siguió á la noche tenebrosísima de los siglos nueve y diez. Y a la verdad una época en que la disciplina se hallaba en tanta decadencia no es de esperar que nos suministre modelos, cuando se trata de mejorar la actual; ni por lo mismo las opiIniones que entonces gobernaban deben sernos de tanto peso, que por ellas debamos retraernos de adoptar las reformas que convengan en el particular.

No debo, emperò, desentenderme de otro argumento, que no tanto se dirige á atacar la verdad contenida en mi proposicion, cuanto à eludir la fuerza de las razones en que está fundada, ó mas bien à destruir uno de los principales motivos de credibilidad que la religion cristiana tiene en su favor. Dicen los defensores de la Inquisicion que si bien es cierto que en los primeros siglos los fieles no exhortaban a los príncipes á que procediesen contra los enemigos de la Iglesia, esto fué porque la cruz de Cristo aun no habia subido á sus diademas, siendo por el contrario casi continua en aquellos tiempos la persecucion en que no podia caber otro lenguaje que el de la mansedumbre y sufrimiento; pero que habiendo variado las circunstancias con la sion de los emperadores al cristianismo, debia variar tambien la disciplina en cuanto al punto en cuestion. (37) Esto quiere decir, à lo que se deja entender, que si los cristianos en la primitiva Iglesia manifestaban dulzura y caridad hasta con sus mismos perseguidores, era porque no tenian la fuerza necesaria para hacerse respetar y aun te

mer.

conver

Quimérica evasion es esta por cierto, y tan contraria á la verdad de la historia, como injuriosa á la memoria de los màrtires, cuya intrepidés, serenidad en los tormentos, y generosidad con sus enemigos al paso que manifiestan el carácter divino de la religion que predicaban desmienten tambien la calumnia con que se quiere manci flar su virtud heròica, dandole el colorido de hipocresia debilidad. Si tales sentimientos pudieran suponerse en los antiguos cristianos, si fuera cierto que era su ánimo dar muerte pudiendo á los enemigos de la Iglesia, y creyendo hacer en esto un obsequio á la fe; no se que tuviese mas de admirable la muerte de un mártir que la de un malhechor, ni como podria afirmarse de ellos que eran enviados como ovejas entre lobos segun expresion del mismo Jesucristo, cuando ningun animal fiero deja de serlo porque siendo cachorro le falten aun las armas, conque en lo succesivo se ha de ensangrentar. [38] Pero nada tan á proposito para refutar este absurdo, como el testimonió de dos cèlebres escritores de los tiempos de persecucion, de que resulta que los cristianos no carecian de fuerzas para vengarse de sus enemigos si lo hubiesen intentado, y se demuestra de un modo irrefra gable que su espiritu era el de mansedumbre recibido de los apóstoles y del Salvador. El primero es Tertuliano, quien hablando á los gen tiles en su apologia de la religion dice así.

Los que por principios de religion debemos amar a nuestros ene “migos ¿á quien podremos aborrecer? los que no podemos vengar løs agravios, porque miramos la venganza como un atentado a quien podre

mos ofender? De esta benignidad tan poco usada fuera del cristianismo, con vosotros mismos atestiguo, los que como magistrados nos habeis vejado tantas veces, parte por dar cumplimiento a las leyes, parte por desahogo de vuestra inclinacion feroz. Con tan inhumanos tratamientos, decid, ¿què conspiracion habeis descubierto de parte de los cristianos, ó en qué se han vengado unos hombres tan resueltos a morir? y ciertamente no es por falta de oportunidad, cuando sobran teas para incendiar si quisieramos, en una noche toda la ciudad. Pero lejos de nosotros el desvario, de que una religion que tiene por autor el mismo Dios haya de vengarse con fuego encendido por el hombre ó que rehusemos padecer trabajos en los que se acrisola la virtud. Aun diré mas. Si quisieramos vengarnos como enemigos declarados ¿acaso nos habian de faltar ejércitos conque verificarlo? Ayer aparecimos, ya llenamos todo el imperio, las ciudades, las islas, los castillos, las villas, las aldeas, los reales, las tribus, las decurias, el palacio, el senado, el foro. Solos los templos os dejamos desocupados. ¿Qué batalla pudiera ocurrir en que faltase valor ann con fuerzas desiguales a unos hombres, que en los tormentos se dejan despedazar con tanta serenidad, si nuestra disciplina militar no fuera morir mas bien que matar a otro?" (39) Tal era el lenguaje de los cristianos, y tal el espiritu, de mansedumbre, que los animaba en el siglo segundo y tercero de la Iglesia en que vivia Tertulianó; esta virtud no se les puede disputar, sin que a este célebre escritor se le atribuya una lijereza sin igual, pues lo bubiera sido proclamar por comunes unos sentimientos a que se resistia la opinion comun. Por lo que respecta al siglo cuarto oigase à Lucifero obispo de Caller escritor de aquel tiempo, quien hablando a Constancio en nombre de todos los católicos, le dice de esta manera.,,En hora buena que nos combatan de órden tuya encrespadas olas, y violentos torbellinos; nosotros permaneceremos cada vez mas inmobles, y lejos de zozobrar en la borrasca, tomaremos mas aliento, al paso que sean mayores los peligros que nos cerquen; pues el cristiano no cede facilmente á la maldad, degradandose con el abatimiento que la acompaña, antes bien descubre mas su grandeza de alma, cuanto mas se empeñan los tiranos en envilecerle. Crece la persecucion, pero tambien crece ó Emperador, la gloria de los soldados de Jesucristo, y lejos de que los tormentos nos retraigan de la palestra, hacen que volvamos mas ligeros á ella. Qué esto sea verdad lo confesarás tú mismo, cuando veas ā los cristianos presentarse y defender la fe con igual denuedo en todo el imperio, sin que tas detestables alhagos los engañen, ni tus amenazas tos aterren, ni los venza la crueldad de los tormentos, estando fortalecidos por aquel Señor, que nos prometió estar con nosotros hasta la consumacion de los siglos"

,,Seguiremos, pues, adelante, hasta que destru yas nuestro cuerpo, asî como hemos seguido hasta ahora, cubiertos con el escudo de Jesucristo, revestidos con la cota de su piedad y guiados por su divino espi ritu, manteniéndonos inflexibles a toda sajestion que se dirija & ĥacernos olvidar nuestra dignidad. Padecemos no hay duda, cuando se atormentan nuestros cuerpos; pero tambien enseñamos con nuestro ejem plo que ninguna violencia basta á separar al sabio de su opinion y propósito con mengua de su carácter, y que tiene grandes ventajas el padecer por Dios, que es la misma verdad. Por lo demas nas da importa me hagas morir traspasada la cabeza con un clavo, ó el pecho con una lanza, atadas las manos por detras, extendidos ó jun tos los brazos por delante, boca abajo, encorbado, de pie, ó levantado del suelo: que me mandes matar en mi lecho, ó cortarme la cabeza fuera de el

con la espada, ó con la segur reclinado sobre un tajo; ó que me empales, pongas en craz, ó me quemes à fuego lento, que me entierres vivo, me precipites de un peñasco, o me sumerjas en el profundo mar. Ni me da cuidado que despacs sea mi cadaver pasto de las aves y los perros en el campo, ó que á vista tuya y con una complacencia cruel le despedacen las fieras, y le devoren hasta que no queden sino los mondos huesos, porque al fin me he de hallar salvo y sin lesion delante de Dios." (40)

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Estos eran los sentimientos de los fieles relativamente al modo de portarse con los enemigos de la Iglesia en los primeros siglos. Y pregunto yo ahora; hombres que asi hablan ¿podrían abrigar en su pecho deseos de prepotencia y opresion? O podrà darse mayor absurdo que el suponer que los mártires que arrostraban la muerte tanto valor para evidenciar con ella el origen divino de la religion que profesaban, habian de autorizar las persecuciones á titulo de la misma religion? ¿puede darse mayor injuria que la de afirmar que aprobasen el uso de calabozos, tormentos y hogueras] (que á esto equivale el nombre de Inquisicion) unos hombres que miraban como un deber el padecerlos, y que por los grados de su atrocidad contaban los de la dicha que les esperaba.

¡Mártires de la religion! Héroes del cristianismo y de la filosofla! Vosotros disteis á vuestra edad y à las venideras el mas irrefragable testimonio de que la doctrina del Crucificado ilustra el entendimiento é inflama el corazon. Vosotros atestiguasteis tambien que si la propiedad mas sagrada del hombre son sus opiniones, la mas inviolable de todas ellas es la religion. Loor eterno à los que tan dignamente supisteis defenderla. Eterna execracion a los malvados que pretendan dominar por la fuerza sobre ageno entendimiento. Recibid, almas nobilisimas, el homenaje que tributa á la sinceridad de vuestros sentimientos un impugnador de la Inquisicion, y que parece os quieren negar sus defensores.

REFLEXION TERCERA.

El tribunal de la Inquisicion lejos de contribuir á la conservacion de la verdadera creencia, fomenta la hipocresia en los particulares y excita los pueblos á la rebelion.

Cuando

Juando la mansedambre no fuera la virtud característica de la religion cristiana, deberia no obstante apreciarse como el medio mas eficas de conservarla en su pureza y de engrandecerla; ella auxilia la verdad en sus conquistas y siempre que las dos obran de concierto, apenas hay entendimiento que las pueda resistir. El que posee el don celestial de la dulzura hace suyo todo el universo, porque no hay corazon tan celoso de sa independencia y libertad, que no le rinda gustoso vasallaje. Yo entiendo tambien en este sentido la felicidad que anuncia Jesucristo á los mansos de corazon, cuando dice que poseeràn la tierra en premio de esta divina calidad. [41] La tranquilidad conque gozan del fruto de su virtud es igual á la facilidad conque lo adquirieron, pues nadie hay tan injusto que se atreva a turbarla, segun antes habia dicho David. (42) Los monarcas mismos hacen mas estable su trono como dice Lucio Anéo Séneca, cuando una de las bases on que le afirman es la mansedumbre,

Quisquis est placide potens

Dominusque vitae, servat inocuas manus
Animaque parcit longa permensus diu
Felicis aelvi spatia, vel coelum petit,

Vel laeta felix nemoris Elysii loca. (43)

Y si esta observacion tiene lugar en los todos casos en que se trata de conciliar los afectos y opiniones á favor de la justicia y de la verdad, ¿podra dejar de tenerle muy principal en òrden a los dogmas establecidos por la religion? Es, pues, inútil esperar que el entendimiento, es decir, la parte mas independiente del hombre ceda à las impresiones conque se intente cautivarle en obsequio de la fe, si al mismo tiempo se exaspera á su natural compañera la voluntad. La victoria en este caso seria ideal, y el insensato que se lisonjease de haberla asi conseguido, no recojeria otro fruto de sus afanes, que una satisfaccion tan ridícula como criminal. Tengan en hora buena los teólogos maometanos el ignomiuioso derecho de sostener y propagar con la fuerza sas opiniones religiosas á falta de prudencia y de razon. Libren en el alfanje unos árabes intruzados en Europa con ruina de la Grecia y de las ciencias la credibilidad de sus dogmas. Pero los ministros de una religion como la de Jesucristo fundada en principios luminosos, de nna religion que exige an obsequio racional de los que la profesan, sera bien que la defiendan con las medidas violentas del rigor? (44) O habra español ilustrado y celoso de las glorias de su nacion, que habiendo llegado el dia felzi, en que rotas las cadenas del despotismo, se oye en ella la voz de la verdad, no declame contra un tribunal, que no se ha afrentado en tantos siglos de llevar por divisa ó símbolo de su aatoridad el estandarte de Jesucristo acompañado con la arma de Neron? O ¿habra alguno tan preocupado que no reconozca á la mas ligera reflexion que un tribunal, que desde luego presenta la monstruosa perspectiva de la mansedumbre apoyada en el terror, lejos de hacer honor al Evangelio y á la razon humana, solo es digno del alcoràn? (45)

La verdad no necesita de extraño apoyo para sostenerse, y el modo de que haga rapidos progresos es anunciarla con dignidad. Semejante a las estrellas que brillan con luz propia disipa por si misma las tinieblas del error, mientras que este por el contrario nada adelanta síno por la obscura intriga ò á la violencia. La verdad con solo dejarse ver arrebata y subyaga el corazon, el cual halla en tan dulce esclavitud la mas completa libertad. Los tiranos á quienes es desconocido el acento de la verdad, toman del error las armas conquo tal vez se apellidan dueños de grandes imperios, sin que en la realidad lo sean sino de vastas soledades, pues no han podido hacer suyo un corazon. No se rinde por medios villanos el corazon del hombre, al cual una nobleza innata obliga à detestar todo lo que es sorpresa ò coaccion. Aun suponiendo que se dejase persuadir de esta elocuencia de los tiranos, siempre habia de llegar triste y preso à las manos del vencedor, pues le faltaria la libertad que es su alma y vida, y solo tardaría en hair, cuanto tardase en romper las cadenas que le sujetaban.

¿Cuales deberan ser, pues, las armas que se emplen en defensa de la religion de Jesucristo? Serán acaso las de la verdad ó del error? Si se dijese que han de ser estas últimas clamarian contra tal opinion cuantos ejemplos constan en la historia de conquistas hechas por la fe. No es facil señalar uno solo que no se deba á la demostracion de la verdad y á su moderacion. [46] No sera paes, temeridad. afirmar que habràn sido raras las sinceras conversiones que haya ho

cho la Inquisicion, como motivadas no de la persuacion sino del terror. [47] Ciertamente el castigo riguroso empleado para sostener cualquier doctrina la hace sospechosa, porque segun resulta de lo expuesto se da a entender que de otra manera no la abrazaria el entendimiento, a pesar de su natural propension à la verdad. Por lo mismo si fuera creible que este tribunal hubiese logrado la conversion de millares de reos que han perecido por su autoridad, le seria tambien, que lós medios que menos analogía tienen con el entendimiento y voluntad del hombre son los mas poderosos para atraerle à la religion católica, y de consiguiente vendriamos à parar en que no era esta la verdadera, puesto que no eran las armas de la verdad sino las del error las mas a propósito para sostenerla y propagarla.

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Sea cual fuere la intencion conque aplicamos los medios para conseguir un fin, estos deben serle proporcionados porque todos tienen particular tendencia á su objeto, y por lo mismo nos llevarán á el apartandonos del que nosotros nos proponemos. Esto supuesto, siendo la violencia que se emplea para el logro de un objeto diametralmente contraria à los medios que tienen natural relacion con él, en conducirnos al término deseado, nos guiará al opuesto, pudiendo mas en este caso la naturaleza misma de las cosas que el capricho del agente. Consistiendo, pues, la conversion de un herege en que se muden sus ideas y sentimientos en punto de religion y se le inspiren otros nuevos el que para ello ase de violencia hará que se adhiera mas tenazmente à su opinion. Ciertamente seria un fenomeno en la moral del hombre que atropellado á pretexto de que se procura sa felicidad no desquitan del ultraje, negando á su opresor la satisfaccion que pudiera caberle en la victoria, Asi, pues, el que tenga valor para sufrir la muerte, se mantendrá inalterable, dará en cara a sus perseguidores con su impotencia y crueldad, y correrà al suplicio como á un triunfo. Por el contrario, el débil á quien horroriza la sola idea de los tormentos abjurarå exteriormente sus errores con cuantas formalidades se le prescriben y entretanto detestará en sa interior a los autores de su opresion y perjurio. Los fuertes en estos lances sostienen todo el peso de la persecucion; mas los hipocritas libran mejor, y por lo mismo serán siempre los que mas abundan.

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Siendo el hombre una criatura tan noble por su entendimiento, como miserable por la facilidad conque se le ofuscan sus pasiones, ¿con cuanta circnnspeccion no deberá tratar á sus semejantes el que esté bien penetrado de la mucha condescendencia que necesita para si? Los principios innegables en que todos convenimos son en corto número, pero las consecuencias que de ellos se derivan son infinitas, por que es infinitamente variado el modo con que se aprendan sus relaciones. La educacion, los seres que nos rodean, y otras míl causas que obran en nosotros sin dejarse sentir, influyen poderosamente en tros juicios, porque modifiquen de mil maneras la percepcion de los objetos, presentandolos tal vez bajo todas formas menos en la primitiva y natural. No vemos continuamente sufrir contradicion verdades para nosotros demostradas, oponiéndose contra ellas reparos no menos fuertes que las pruebas en que se apoyan? Por otra parte no teniendo la facultad intelectual del hombre una medida precisa y exacta del vigor con que ejerce sus operaciones, tampoco la tiene de la cantidad de luz que necesita para ejercerlas; asi lo que para este es evidente y sencillo para aquel es obscuro y complicado, y aan respecto al mismo entendimiento suele ser absurdo ahora lo que poco antes con las mismas pruebas era una verdad. De consiguiente pretender que los demas se convenzan por nuestro juicio, es empeñarnos en que han de

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