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transformando la causa judicial mas delicada en una especulacion lacrativa; la cárcel de por vida alargando sin tèrmino la muerte de un ciudadano ¿qué sentimientos tan melancólicos no inspiran al que se entrega á la meditacion? ¿Qué contradiccion no se descubre desde luego entre esa potestad terrorifica, que los sacerdotes de la mas amable de las religiones han recibido prestada, mas bien ban mendingado à los reyes, y el nativo caracter conque los condecoró su fundador? Procurando yo la brevedad, dirigiré mi particular atencion à la sentencia de muerte que este tribunal comprehende bajo el nombre de relajacions al brazo seglar. Tiene, pues, lugar con el herege formal y pertinaz en su error; con el herege penitente, pero relapso; con el convicto de herege y no confeso, que es aquel que del proceso resulta serlo,. mas no se aquieta con la sentencia, protestando por el contrario ha ber creido siempre, y estar pronto a confesar todos los arlícnlos de la fe; con el ausente condenado en rebeldía; y con el herege difunto, sea que haya fallecido despues de incoada la causa, sea que esta se entable despues que falleciò. A ella asiste tambien ejerciendo su gundo y último acto de jurisdiccion el diocesano, y su como sigue.

SENTENCIA DE RELAJACION AL BRAZO SEGLAR.

se

contexto es:

„Christi nomine invocato. Fallamos, atentos los autos y méritos del

re

dicho proceso, el dicho promotor fiscal haber probado bien y cumplidamente su acusacion, segun y como probarle conviño. Damos y pronunciamos su intencion por bien probada, en consecuencia de lo cual debemos declarar y declaramos al dicho N. haber sido, y ser herege apóstata, fautor, y encubridor de bereges (cuando es relapso ficto y si-. mulado confitente, impenitente relapso); é por ello haber caido è incurrido en sentencia de excomunion mayor y estar de ella ligado, y en confiscacion y perdimiento de todos sus bienes; los cuales mandamos aplicar, y aplicamos á la cámara y fisco real de S. M. y ã su cetor en su nombre desde el dia y tiempo, que comenzó á cometer los dichos delitos de heregia, cuya declaracion en nos reservamos; y. que debemos de relajar, y relajamos la persona de dicho N. a la jus-. ticia y brazo seglar, especialmente a N. corregidor de esta ciudad, y à su lugar teniente en dicho oficio, a los cuales rogamos y encargamos muy afectuosamente, como de derecho mejor podemos, se hayan benigna y piadosamente con él. Y declaramos los hijos è bijas del dicho N. y sus nietos por linea masculina ser inhabiles é incapaces, y los inhabilitamos para que no puedan tener, ni obtener dignidades, beneficios, ni oficios, asi eclesiàsticos como seglares, ni otros oficios pú-. blicos ó de honra; ni poder traer sobre sì ni sus personas oro, plata, perles, priedras preciosas, ni corales, seda, ni chamelote, ni paño fino,, ni andar a caballo, ni traer armas, ni ejercer ni usar de las otras cosas, que por derecho comun, leyes, y premàticas destos reinos, è ins-. trucciones, y estilo del santo oficio á los semejantes inhabiles son pro-. hibidas. Y por esta nuestra sentencia definitiva juzgando, asi lo pronunciamos, y mandamos en estos escritos, y por ellos." Snegian las firmas. [152]

En esta fórmula se ve la protesta ó sea intercesion por el reo, que la Inquisicion y sus defensores quieren hacer valer en prueba de su mansedumbre, y que en la reflexion primera dije ser un puro ceremonial, reservandome demostrarlo en otro lugar. Será mas adelante, á saber, al fin de la presente reflexion, cuando haya asentado los presupuestos que son necesarios para conocer a fondo la hipocre

sta de esta pràctica, mayor aún que en su futilidad y ridiculez. Debiendo hablar ahora de la pena de muerte, que sufre el reo condenado á relajacion por este tribunal, no tanto la considerarè por lo que ella es en sí, cuanto por la atrocidad que la acompaña. Roma cayos habitantes guerreros por genio y constitucion veian con la mayor insensibilidad correr la sangre de sus semejantes; Roma cuyas damas no menos duras de corazon que lascivas sentadas en el anfiteatro exi-: gian de los gladiadores, que al caer traspasados de reciprocas estocadas yaciesen en tierra con graciosa postura; Roma en fin familiarizada con todo gènero de suplicios, no conoció otro mayor que la hognera porque ella mas que otro ninguno resolviendo instantaneamente los miembros en sus últimos elementos, acongoja el espíritu, y llena la imaginacion de horror. Tal la pondera Tertuliano como triste espectador de tan ingratas escenas, despues de compararla con la condena á ser devorado de fieras, y con là crucifixion. [153] Ella sin embargo se ha proferido entre todas las demas, y se conserva todavía en este tribunal. Asi mientras el evangelio atravesando naciones y siglos ha derramado cual rocío benéfico la suavidad sobre sus leyes y costumbres, la funesta Inquisicion avanzando con igual paso, y con el favor de los monarcas, ha cometido à su vez y como por represalia las mismas crueldades, que los enemigos de la religion contra ella cometieron, favorecidos tambien de los monarcas; ha encendido en las hogueras, en que tantas victorias la dieron los martires, las teas con que tantas víctimas ha dado á la supersticion.

La condueta de este tribunal con el reo convicto y no confeso es uno de los puotos mas dignos de observación. En esta parte se pue-de afirmar que a los miserables que caen bajo su poder les hace apurar el caliz de amargura hasta las heces, chocando de an modo el mas contradictorio y escandaloso con los principios del catolicismo, que tan impropiamente quiere defender. Al reo en el mencionado caso sin otra razon que la de tener por desacertada la sentencia [como sino lo fueran muchas no digo en la Inquisicion, sino en los demas tribunales donde el método de proceder es incomparablemente mas regular] le aplica la misma pena que si negara tercamente los dogmas to-dos de la fe. De nada le sirve al infeliz protestar la mas firme creencia, ni profesar solemnemente cada uno de sus artículos; basta sostener que la Inquisicion ha sido sorprendida por la astucia de un calumniador, ó negar que merezca por ella ser condenado, para que el tribunal no le tenga por menos herege ni le castigue menos que si abandonara la religion. Para concluir de una vez; ignal suplicio señala la Inquisicion al que no le venera como infalible en sus sentencias, que al que niega lo sea la Iglesia en sus decisiones dogmàticas. Con arreglo á estas ideas al reo que no quiere faltar à la verdad confesandola delitos que no ha cometido, no como quiera le entrega vivo á las llamas, sino que tambien le priva de los socorros espiritua-. les negandole la confesion sacramental, que la Iglesia en aquel trance concede al salteador mas desalmado. Unicamente le da confesor que le absuelva, cuando faltan a la caridad propia y de su familia, miente aprobando como merecida la sentencia de condenacion; es de cir, unicamente le concede ser absuelto en el faero de la penitencia, cuando no le puede absolver ningun confesor. ¿Puede darse ya praeba mas convincente, ni mas palpable de la oposicion que dice el sistema de este tribunal con los principios de la religion? O yo estoy, fascinado y veo en los libros de Inquisicion lo que no hay en ellos, ó es preciso tenga obsecado el entendimiento el que no ceda á la evidencia de esta demostracion. [154]

Si irritan á todo hombre de razon las tropelias, que con los vi vos ha cometido este tribnnal con su mètodo vicioso de enjuiciar, ¿cuanto no le deberă afligir la conducta, que con los muertos ha usado? De los primeros al cabo puede decirse, bien que con poquisima propiedad que les permite su defensa, en cuanto les oye en parte ya que no en el todo sus disculpas; pero entrar en un juicio criminal contra el que ya murió formandole una acusacion rigurosa, y esta no sobre hechos cuyos vestigios permanentes conduzcan al conocimiento del delincuente, sino sobre palabras que disipó el aire apénas fueren articuladas, ó sobre pensamientos, que quizá no tienen de malos, sino la torcida interpretacion que se les dà; exponer à la luz del sol su esqueleto para objeto de ludibrio y horror, despues que la tiera madre comun de los mortales le ha vuelto á recibir en su seno, sin que haya quien le defienda sino es un pariente ò curador mal enterado de su derecho, es ciertamente desconocer las impresiones mas patéticas del corazon y las leyes mas recomendables de la humanidad. Samuel reprehendiò ásperamente à Saul porque turbó el sociego, que en la region de las sombras disfrutaba su espírito, cuando la consultó por medio de una pitonisa sobre el exito de una batalla en que se veia empeñado, ¿cual no hubiera sido la repulsa, si hubiese desenterrado su cuerpo para vilipendiarle? [155] Los parlamentarios que despues de una accion sangrienta envió a Eneas el rey Latino suplicandole permitiese dar sepultura a los cadáveres, no alegaron otra razon apoyo de su demanda que la inmunidad, que á los muertos es justo dispensen los vivos.

en

Nullum cum vivís certamen, & æthere cassis. (156) Ahora, pues, si el que ha pagado ya a la naturaleza el postrero y mas pesado de los tributos merecia tal lástima y respeto á aquellas naciones, que creian no poder sin impiedad negarle la sepultura, ¿hubieran aproha. do su exhumacion con el detestable objeto de desfogar en èl sù ven, ganza!

Tal vez se me centestarà que aqui se trata de reos de lesa magestad, respecto de los cuales cesa toda piadosa consideracion. Sea asi enhora buena, y que el castigo ejecutado contra un delincuente que citado no tiene pies para comparecer, ni lengua para justificarse, sea emanacion de los pactos fundamentales de la sociedad, por mas absurdo que esto parezca. ¿Convendrá acaso que los ministros de la religion sean depositarios de una jurisdiccion tan terrible, que con su va❤ ra de hierro alcanza mas allá de los limites que dividen el tiempo de la eternidad? Ulises envejecido entre las armas depone la fiereza contrahida en su profesion, y media con Agamemnon gefe del ejercito griego en el sitio de Troya, para que permita sea enterrado Ayax, reo de lesa nacion y enemigo sayo personal, bastando verle ya difunto para ofrecerse a cumplir el mismo con sus manos este oficio de beneficencia y generosidad. Los tiernos afectos de aquel soldado en acto tan interesante, solo pudo expresarlos dignamente Sòfocles con su magestnosa versificacion.

Si no pudo sufrir Ulises ver negado el sepulcro a Ayax ¿cuanto menos hubiera tolerado se extrajese de él para pública irrision? Estos humanísimos sentimientos los aplaude como inspirados por la sabiduría el coro, el cual en los antiguos dramas lleva la voz de la razon, ó de la opinion general. [157]

Los que nada encuentran en la Inquisicion que desdiga de la religion del Dios crucificado por amor a los hombres, niegen si se atreven ser mas análogas á ella las ideas, que aqui se vierten para enseñanza del pueblo ateniense, que las que ha incalcado al pueblo ca

tólico con sus prácticas este tribunal. Digan si el sensible y elegante Sòfocles, escribiendo dos siglos antes que apareciese en el mundo el evangelio, no acreditò, a pesar de ser gentil, estar mas de acuerdo con su mansedumbre, que las sacerdotes del mismo evangelio portando. se del modo que se ha visto en la Inquisicion.

AUTO DE FE

Es propiamente el auto por el cual los inquisidores pronuncian la

sentencia de los reos procesados; y como es ya estilo que esto se haga con cierto aparato y solemnidad, por él se entiede vulgarmente el acto mismo solemne en que la pronuncian. Los hay de dos maneras, a saber, particular y general. El auto particular que tambien llaman antillo se celebra, o en una iglesia asistiendo indistintamente todo el pueblo, ò en la sala de la audiencia del tribunal a puerta cerrada, y sin mas concurrentes que los convidados que son sus dependientes, y otras personas calificadas. El auto general se ha celebrado ordin ariamente en el patio de alguna iglesia, cuando le ha tenido capaz y proporcionado, ò en la plaza mayor de la ciudad, y esto ha sido lo mas Comun. El primero de dichos autos tiene lugar cuando los reos son pocos; asi como el segundo cuando son en mayor número. En el auto general se procura haya reos de diversa criminalidad, á fin de que el espectaculo sea mas variado, y se tiene asi mismo particular cuidado de que entre los condenados á muerte haya algun relapso, es decir alguno de aquellos á quienes no vale el arrepentimiento para dejar de ser quemados, pues de lo contrario si todos pudieran ser perdonados abjurando sus herrores, se exponia el tribunal à que á lo mejor se le desbaratase la funcion,

En uno y otro auto salen los reos con insignias, que en parte simbolizan la penitencia, y en parte sirven para ridiculizarlos. Tales son el sambenito, la coroza, una soga en la garganta, y una vela de cera en la mano. El sambenito es un escapulario de lienzo ò paño amarillo que les llega hasta la rodilla, en el cual està retratado el mismo que le lleva ardiendo en llamas, con varias figuras de dragones y diablos, cuando ha de ser relajado por impenitente; mas cuado es relapso reconciliado lleva las mismas llamas sin aquellas figuras. Los penitenciados en vez de las mismas y de las llamas llevan una cruz aspada, ò de S. Andres, de paño encarnado. En Portugal cuando algono de los impenitentes se convierte antes de salir al auto, le ponen un sambenito con las llamas vueltas de punta abajo, que Haman fogo revolto, en señal de que se ha librado de su voracidad. Este escapulario se colocaba despues en la parroquia del relajado ó penitenciado, para que á un tiempo le sirviese à èl de eterno oprobio, y de trofeo a la Inquisicion. [158] La coroza es un gorro de papel engrudado que tiene como una vara de alto, y sube en disminución á manera de cucurucho, en el cual hay tambien pintadas llamas y diablos, variando segun las circunstancias, del modo que se ha dicho del sambenito. En América á las cororas de los dogmatizantes, y de los maestros de la ley de Moises, se ha acostumbrado añadir una larga cola enroscada para denotar lo tortuoso ò sofistico de sus doctrinas. La vela que unas veces es amarilla y otras verde, la llevan encendida los reconciliados, y apagada los impenitentes. A los blasfemos los sacan tambien con mordaza, y aun suele haberlas de prevencion por si alguno de los otros reos se propasa á insultar al tribunal.

En orden a las formalidades del auto particular nada se me

ofrece decir que no se halle en el general, sino es que en el secreto hay la costumbre de que salgan los reos, siendo sugetos de caràcter, en su trage ordinario y sin ninguna de estas insignias; suprimiendose tambien en la lectura de sus sentencias aquellos artículos, que pue den comprometer el honor de otro, cuando es persona de autoridad. [159]

dis

El auto general de fè, visto el aparato conque se ha ejecutado, puede en cierto sentido llamarse funcion augusta, y muy adecuada para producir en el vulgo la mas respectuosa admiracion ácia este tribunal. Basta decir que ha sido un remedo del triunfo del romano, Y como una representacion anticipada del juicio final, para conocer que ba reunido las dos mas grandiosas ideas, que ocuparon jamas la ima. ginacion. Cuando para convencernos de semejante observacion no tuvieramos el testimonio de la Inquisicion misma, que en todos tiempos ha hecho alarde de ello, las ceremonias que al efecto ha adoptado no permitirían dudasemos un momento de esta verdad. Sabida es la pompa con que celebraban en la antigua Roma sus victorias los generales, y los emperadores, entrando en la ciudad por la que llamaban puerta triunfal, y subiendo al Capitolio a dar gracias la divinidad. Despues que el vencedor habia arengado al pueblo y á los soldados, tribuyendoles dàdivas y porcion de los despojos, partia el acompañamiento abriendo la marcha los clarines bélicos. Seguian los toros que se habian de sacrificar, engalanados con cintas y con guirnaldas de floò con los cuernos dorados. Tras de ellos venian los trofeos ganados al enemigo, y las efigies de las cindades y naciones subyugadas, escrito su nombre en cada una con grandes caracteres. Iban en seguida los reyes y capitanes cautivos cargados de cadenas, y con la ca beza raida en señal de esclavitud, acompañados de oficiales del ejèrcito, y de músicos de todos instrumentos; y cerraba està parte de la comparsa un juglar, que con sus bufonadas humillaba mas á los vencidos, y ensalzaba al vencedor. Este finalmente, se dejaba ver co ronado de laurel, llevando ademas un ramo del mismo árbol en la mano derecha, y un cetro de marfil en la izquierda, sentado sobre un carro tambien de marfil con sus adornos de oro, tirados unas veces de caballos blancos, otras de. elefantes. y otras de tigres o leones sin domar. El carro era seguido de todo el Senado y de la tropa, y en esta forma llegaba al templo donde se celebraba un sacrificio, concluyendose la fun, cion con un magnífico banquete, que el heroe del triunfo daba a los que le habian acompañado.

res,

ca

Estas mismas han sido, en cuanto cabe, las ritualidades del auto general como se vera por su descripcion, si exceptuamos la fuer te sensacion que en los ánimos podia causar la mayor brillantez y magnificencia del triunfo, la cual suplia lo formidable del juicio que por él se representaba con la muerte desastrosa de los ajusticiados. Los tratadistas de este tribunal le llaman horrendo espectaculo, y paz de aterrar à cualquiera; ¿que mucho, pues, que los inquisidores hayan infatuado con el al pueblo, haciendose mas temibles que la misma autoridad civil, a pesar de ser esta la que por una fatal liberalidad les comunicó tamaño poder? [160] Desdichadamente las tragedias de esta especie se repitieron con demasiada frecuencia desde fi→ nes del siglo XV hasta fines del XVII para que dejemos de tener exactas relaciones de ellas, las coales lejos de ofrecer á los ojos de la posteridad otras tantas victorias de la Inquisicion, como neciamente habia esta soñado, la hacen el blanco de su abominacion y horror. Pero entre todos los antos de fe, ninguno hay tan memorable como el que se celebrò en Madrid el año de 1680 á presencia de Carlos II,

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