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de su esposa, y de sn madre, pudiendose comparar con el triunfo de Paulo Emilio el mas vistoso de cuantos se han conocido; de èl hicieron entonces mencion los papeles extrangeros para dar una reseña de la barbarie de nuestros abuelos; este auto como el mas ejemplo que puede presentarse a la curiosidad han escogido los escritores, asi viageros como historiadores, que han hablado de nuestra Inquisicion; y este mismo es el que se conserva en el palacio del Buen Retiro pintado por Rizzi para oprobio de los reyes que tan mal usaron de su potestad, y es conforme en un todo con la relacion que de èl hace José del Olmo, testigo que fuè ocular, siendo familiar y alcaide del tribunal de Corte, y el que tuvo no pequeña parte en su ejecucion. De esta relacion, pues, extractare yo tambien la que voy à dar, indicando al paso las particularidades, que en orden a los preparativos y solemnidades se hallen dignas de notarse en otros autos de fè. [161]

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Hallándose concluidas en la Inquisicion de Toledo muchas causas, entre ellas algunas de gravedad, pareciò al obispo de Oviedo inquisidor general, miembro que habia sido de la junta de gubernacion en la menor edad del rey, ser aquella oportuna ocasion de grangearse mas su benevolencia, ofreciéndole un rato entretenido, con un meroso auto de fé. Carlos II, que si para algo de provecho habia nacido no era ciertamente para monarca, educado ademas en una supersticiosa credulidad aceptó gustoso el ofrecimiento, y aprobó desde luego que la funcion se hiciera en Madrid, para que tuviese toda la Importancia y boato posibles. El inquisidor general con el consejo de la Suprema diò las necesarias disposiciones, y comunicando la orden. de S. M. no solo a tribunal de Toledo, sino tambien al de Córte, y á otros de Castilla, les mandó acelerasen las causas pendientes, à fin de que foese mayor el número de reos destinados á tan sagrada diversion. Señalòse el domingo 30 de junio, dia en que la Iglesia celebra la conmemoracion de S. Pablo,,para que en él se celebrase tambien, dice Olmo, este gran triunfo de la fe católica", como si S. Pablo hubiese triunfado de sus enemigos sacandolos en autos de fè. [162] Y como la multitnd de espectadores contribuye tambien al mayor lucimiento de una funcion, se publicò esta por voz de pregon un del referido plazo, á saber, el 30 de mayo dia de S. Fernando en que caia la ascencion, convidando al pueblo para mas obligarle con las indulgencias, que para tales casos tienen concedidas los pontifices. [163] Entretanto el inquisidor general nombró varias comisiones compuestas de individuos del consejo y otros tribunales, para que dispusieran lo necesario a tan grande solemnidad.

mes antes

Debiendo ser el auto en la plaza mayor, se construyó en ella arrimado a la acera que mira a levante un tablado de ciento y noventa pies de largo, ciento de ancho, y trece de elevacion, formando un paralelogramo con diez y nueve mil pies cuadrados de superficie al cual se subia por dos espaciosas escaleras colocadas por el frente en sus dos extremidades. Levantaronse á los dos lados mirandose una á otra dos graderías de una longitud igual á la latitud del tablado, cuya grada superior estaba casi á nivel del segundo piso de los edificios, ocupando el testero del teatro la real familia, la cual vió la funcion desde un balcon del cuarto principal. En la graderìa que estaba a la derecha del rey se sentaron las autoridades, à saber, la villa de Madrid con varios grandes y titules, los consejos, y en lo mas alto el inquisidor general en un solio; la de la izquierda se destino para los reos, los cuales ocuparon los asientos mas altos á proporcion que eran mas graves sos delitos. (164) En el plano del tablado desviado de su centro acia la

gradería del tribunal se puso un altar mirando a donde estaba el rey, con un púlpito al lado del evangelio, a fin de que quedara lugar para dos patios, que se formaron de vallas ò balaustres, puestos uno delante del otro. En el mas inmediato á S. M., que tenia cincuenta pies de largo, y veinte y dos de ancho, estuvo la guardia real; el mas distante, que estaba al lado del altar, y era diez pies mas ancho que el anterior, se destinò para las familias de los inquisidores, acomodandose las que no capieron en él en otros bancos junto à la ba randilla que corria de una a otra escalera, y coronaba todo el frontero del teatro. En el pasadizo á Ingar que mediaba entre los dos pa tios, que era de diez y seis pies de ancho, habia un tarimon de cuatro pies de alto, y en él dos jaulas de verjas en forma de tribunas, donde estuvieron de pie los reos mientras los relatores en dos cátedras les leyeron las sentencias las cuales iban sacando de dos arquillas colocadas sobre dos bufetes, Cubria el todo un toldo para resguardo del sol, quedando la plaza transformada en un coliseo ó saJon, tan capaz como se necesitaba, para el inmenso gentío, que à mas del tablado ocupó los balcones de las cuatro fachadas, y la area ó terreno del sobrante de la plaza. Tal era la planta exterior del teatro, el cual ademas estaba adornado con ricas alfombras y colgaduras de damasco carmesí. (165) En la cavidad ò hueco de las graderías se hicieron varios apartamientos para cârceles, y para las audiencias que se ofreciese dar á los reos; è igualmente para aposentos donde se recogiese el predicador, y el sacerdote celebrante, si le sobre venia algun accidente en misa de tantas horas; y tambien para oficinas y refectorio donde pudiesen retirarse, y comer ó refrescar los inquisidores, y demas que gustasen de ello. (166)

Mientras se disponia el tablado se alistaron en el servicio de la Inquisicion para hacer la guardia al tribunal, y para la seguridad de los reos, doscientos y cincuenta artesanos, con el nombre de soldados de la fé, que se adiestraron entretanto en el manejo de las armas. Igualmente para tener parte en tan glorioso triunfo, solicitaron y consiguieron plaza de familiares ochenta y cinco personas entre grandes, títulos de Castilla y otros nobles, á quienes por la notoriedad de su linage y por la premura del tiempo dispensò el inquisidor general él rigor de las pruebas. Acercándose el dia señalado, los lugares y ciudades del contorno se despoblaron para asistir al auto de fè, acudiendo principalmente comisarios, familiares y demas empleados del santo Oficio, que trajeron consigo los reos en coches tapados. Hubo una funcion preparatoria del auto en la tarde del 28 de junio, saliendo los soldados de la fé en buen òrden fuera de la puerta de Alcala, en donde cada uno tomó un haz de leña prevenida al intento, que lleva ron como en procesion por las calles hasta ponerla fuera de la puerta de Fuencarral, sitio destinado para la hoguera. Pasaron por pala cio y el rey tomando el haz que el capitan le presentò aliñado, lo mostró a la reina, y mandò que a nombre suyo se echase el primero en el fuego ā imitacion de S. Fernando, que en ocasion semejante llevó la leña en sus hombros.

Al dia siguiente por la tarde se hizo la procesion de las dos cruces, á saber, de la cruz verde, insignia de la Inquisicion que se puso en el tablado cubierta con un velo negro trasparente; y de la cruz blanca, que se colocó, sobre el poyo del ladrillo en que estuvo el brasero. (167) Con ella empezó el triunfo que podemos llamar sa cro-profano, por lo que tenia de religioso y de civil, dividiéndose en dos funciones, en que triunfaron por mitad la religion de Jesucristo, y la Inquisicion. La procesion de las cruces saliò de la iglesia del

colegio de Doña Maria de Aragon para la plaza mayor. Llevaban primero la blanca las dos congregaciones reunidas de S. Pedro martir de Toledo y de Madrid, y despues la verde los padres domínicos, acompañando con velas encendidas las comunidades religiosas, y una maltitud de dependientes del tribunal, y cantando la música de la capilla real el salmo Miserere. Iban tambien los soldados de la fè, los cuales hicieron varios saludos en determinados parages con descargas de fusileria. Puesta la cruz verde en el altar, quedaron velàndola los domínicos, quienes à media noche cantaron maitines, y acabados celebraron misas sin intermision hasta las seis de la mañana; y las congregaciones de S. Pedro martir pasaron à colocar la cruz blanca en un pedestal al norte del brasero, donde quedò una guardia de los soldados de la fé. Hasta aqui propiamente el triunfo de la religion.

Por la noche despues que se concluyó la procesion, fueron reunidos en las cárceles secretas de la Inquisicion de Corte los presos, que hasta entonces habian estado repartidos en las casas de los familiares, ya por ser muchos, ya tambien para evitar su comunicacion. Notificose la sentencia á los relajados à fin de que se dispusieran á morir; y por si alguno de los contumaces queria convertirse, permaneció toda la noche formado el tribunal para darles audiencia, como se verificò con dos mugeres. (168) Llegò por fin el dia pregonado por la Inquisicion, y esperado con impaciencia de la plebe que suele gustar tanto mas de sangrientos espectáculos, cuanto su imaginacion es menos susceptible de impresiones delicadas. A las tres de la mañana se dieron a los reos los vestidos y sambenitos con que se habian de presentar, y asimismo el desayuno. Eran las siete cuando empezó á salir la comitiva por el órden siguiente. Despejaban la carrera los soldados de la fé; luego venia la cruz de la parroquia de S. Martin cubierta de luto, y con ella doce sacerdotes con sobre pellices; seguian los reos en número de ciento y veinte, á saber: setenta y dos hombres, y cuarenta y ocho mugeres, unos en estatua y otros en persona, Iban primero los condenados en estatua, ya muertos, ya fugitivos, que en todos eran treinta y cuatro, los cuales llevaban en el pecho su nombre con un gran letrero, y los relajados ademas ana coroza con llamas, y algunos de ellos las cajas de sus huesos en las manos. (169) Seguian despues once penitenciados con abjuracion de levi, de los cuales los embaucadores y los poligamos llevaban tambien coroza, y algunos sogas en la garganta, con tantos nudos cuantos en los centenares de azotes à que salian condenados. Iban cincuenta y cuatro reconciliados, los de mayores delitos con sambenito de media aspa, llevando en la mano asi estos como los anteriores una vela amarilla apagada. (170) Venian por último veinte y un reos relajados con coroza y sambenito correspondientes à sas delitos, y con mordaza los mas de ellos, a los cuales acompañaban a modo de padrinos muchos familiares, ya los relajados ademas dos religiosos que confortaban á los penitentes, y exhortaban á los pertinaces, cerrando este trozo de procesion el alguacil mayor de Toledo. (171)

Venian despues los tribunales de Inquisicion precediendo los secretarios del de Toledo y de Corte, con muchos comisarios y familiares, en medio de los cuales iban los mayordomos de las congregaciones de S. Pedro martir, que llevaban en dos preciosas arquillas las sentencias de los reos. Hasta aqui el acompañamiento de à pie. Iban luego a caballo los alguaciles de Villa, y otros ministros de ella, y los alguaciles de Corte. Despues venia una larga comitiva de familiares en caballos ricamente enjaczados, y adornados con cintas de diversos colores y matices, llevando el bábito de la Inquisicion sobre su vestido, y la venera en el pecho con varas levantadas en la mano. Se

guia otra dilatada serie de ministros eclesiasticos, como notarios, comisarios, y calificadores con iguales insignias, y montados sobre mulas con gualdrapas negras. Tras de ellos iba el ayuntamiento de Madrid presidido de su corregidor, y en seguida el fiscal del tribunal de Toledo, que llevaba el estandarte de la fé de damasco carmesi con las armas de la Inquisicion y del rey, acompañado del fiscal del consejo real, y del alcalde de Casa y Corte mas antiguo. Seguian los inquisidores de los dos tribunales de Toledo y Madrid pareados con los alcaldes de Casa y Corte, y el supremo de Inquisicion ocompañado del consejo real y cámara de Castilla. Ultimamente venia el inquisidor general a la derecha del gobernador del consejo, que lo era a la sazon el obispo de Avila, Iba el inquisidor de muceta y mantelete en un arrogante caballo de color bayo y cabos negros, con silla y gualdrapa morada, adornada con cintas y felpa del mismo color, y en su sèquito doce lacayos. Serviale de escolta' una compañia de cincuenta alabarderos vestidos de raso negro con galones y encages de plata, y con plumas blancas y negras en los sombreros, mandados por el marques de Pobar, el cual supliendo con su lujo y ostentacion, la que al inquisidor general no le permitia su estado, iba en un caballo tordillo claro con silla de plata de martillo, y jaez blanco y verde conforme á su librea, vestido de tafetan negro bordado de plata con la botonadura, escara pela y venera de diamantes, y acompañado de diez y ocho lacayos y cocheros; siguiendo detras de todo el acompañamiento la silla de manos y la estufa ò coche de respeto del inquisidor general, con otros coches en que iban sus capellanes y pages. (172.)

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Habiendo llegado al teatro la comitiva, los reos subieron por la escalera inmediata a su gradería, dando vuelta antes de colocarse en ella por todo el tablado, à fin de que los reyes, que ya estaban su balcon, los vieran de cerca y à todo su placer. Fueron luego tomando asiento en sus respectivos lugares los tribunales y personas convidadas, y el inquisidor general subió al solio. Antes que se empezara la misa, S. E. vestido de pontifical se acercó al balcón de S. M. subiendo á él por seis gradas desde el plano del tablado, y le tomò el juramento, que en tales casos acostumbran los reyes. [173] Despues del evangelio el secretario mas antiguo del tribunal de Toledo leyò desde el púlpito la fórmula del juramento que presto el corregidor de Madrid, y en seguida la de todo el pueblo. [174] Huvo tambien sermon, que predicó un domìnico calificador de la Suprema, y predicador del rey. El tema es el verso favorito de la Inquisicion. Exurge, Domine, iudica causam tuam. En el exòrdio compara este tribunal, en cuanto juzga á los reos en secreto, y los condena en público, con el de Dios en su juicio particular, y universal. Inculca luego la obligacion, en que estan los reyes de celar por la fé, y sin sentar proposicion ninguna pasa a refutar con triviales argumentos, despues de lamentarse de los delirios à que está sujeta la razon humana, la doctrina de los judíos, hereges, y mahometanos, porque de las tres clases habia reos en el tablado. En el epílogo ó conclusion felicita á la monarquía española por la pureza de su creencia, augurándola la mas colmada prosperidad. [175] Acabado el sermon, se procedió a la lectura de causas sentencias, principiando por las de mayor gravedad, cuales eran las de los relajados. Las sentencias se leycron enteras; pero se suprimiò de la acusacion lo que ofrecia menos interes. Este acto, durante el caal se convirtieron un hombre y una muger, se acabò a las cuatro de la tarde, y los relajados inmediatamente fueron entregados al brazo seglar, continuandose, mientras estos marchaban al s plicio, y eran ejecutados, la lectura de los procesos, y abjuración de los reconciliados. [176] La misa aunque rezada durò hasta las

aneve y media de la noche, acabandose con ella la funcion de la plaza mayor, y volviendo a las carceles de la Inquisicion los reos absneltos. Es digna de notarse la constancia y el placer, con que asistió el rey a la celebracion del auto, pues con haber sido este tan dilatado, no se separó un momente del balcon, ni aan para comer; haciendosele á S. M. tan carto el tiempo, que preguntó al acabarse si faltaba algo mas, ó si se podia volver. [177]

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Los relajados en persona, que eran diez y nueve, á saber, trece hombres y seis mugeres casi todos por judaizantes, se dirigieron acia la puerta de Fuencarral, montados en bestias de albarda, y precedidos de treinta y dos estatuas, quedando sin ir las otras dos por ser de reconciliados que habian muerto en la prision. De los relajados en persona once eran impenitentes, a saber, ocho pertinaces, y tres convictos no confesos, de los cuales se convirtieron cinco en el camino; asi que fueron seis los quemados vivos, y trece los que primero fueron ahorcados. Tenia el bracero sesenta pies en cuadro, y siete de alto, y por consiguiente era bastante capaz para que fijandose en él veinte palos con sus argollas, segun los jueces seglares babian prevenido los inquisidores, se pudiera ejecutar en los reos respondiente justicia, dando á unos garrote, y aplicando à otros el fuego,,sin necesitar, como dice Olmo, del horror y violencia de otras mas impropias y sangrientas ejecuciones" es decir, à lo que yo entiendo, sin que fuera menester para castigarlos con pena de fuego lanzarlos en él. Sin embargo los verdugos llevados, segun indica el mismo historiador, de un celo indiscreto por la fè, intentaron traspasar el órden prescrito respecto de algunos reos; mas estos les negaron tal satisfacción, arrojandose ellos mismos en la hoguera. (178) Echaron luego en ella los ministros los cadàveres de los ahorcados, y las estatuas y huesos de los difuntos añadiendo leña hasta que todo se convirtio en ceniza, que seria como a las nuve de la mañana. Tengo por importantisimo advertir que la muerte de los reos la presenció de oficio uno de los secretarios de la Inquisicion, para dar testimonio de haberse ejecutado. [179] Dos días despues fueron azotados seis, entre ellos una muger sacada á la vergüenza. Tal fué la solemnidad de este auto de fé el mayor de cuantos hay memoria, si se atiende al conjunto de circunstancias que en él concurrieron, cuales son el crecido número de reos y la variedad de sus castigos; haber sido presidido por tres tribunales de Inquisicion siendo uno de ellos el consejo de la Suprema con el inquisidor general, y haber asistido à èl la córte con toda la grandeza. Tal en fin ha sido el método, que ha observade en sus juicios la Inquisicion, faltando solo añadir lo que arriba queda insinuado, a saber, que á los reos, como no salgan para la hoguera, se les impone bajo juramento, y bajo la pena de excomnnion, y otras arbitrarias nn eterno silencio acerca de cuanto ban pasado, ò han visto, ú oido durante su prision. (180)

por

Es, pues, ya tiempo de que examinemos que valor tenga la protesta, ò súplica, ò como se la quiera llamar que hacen los inquisidores en la entrega de los reos al magistrado seglar para que sufran la muerte. No ignoro que despues que decayó la disciplina eclesiastica, la costumbre ha conservado ciertas formalidades por las que ya que no se salve, se recuerde al menos su antiguo vigor. Mas no esto dejarà de ser un absurdo el pretender sopla la eficaz intercesion que los antiguos obispos hacian a favor de los reos, y subsane el defecto de lenidad una estéril ó mas bien irrisoria de precacion, cnal es la de los inquisidores. Irrisoria sobre infructuosa es esta súplica; pues siendo dirigida a un magistrado, que no tiene arbitrio para separarse de la ley, por parte de un tribunal que le amenaza si no cumple

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