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Despues de su ascencion á los cielos se apareció à Sanlo, cuando perseguia à los cristianos, y le derribò del caballo dejándolo sin vista. (13) ¿Es posible que razones tan débiles como son estas se opongan à los testimonios y ejemplos, arriba citados? La medida tomada por Jesucristo contra los que profanaban la casa de oracion, y que debieran haber tomado los encargados de su custodia y buen órden puede compararse con la confiscacion de bienes, càrcel perpetua, y nota de infamia aplicadas por la Inquisicion à los reos que condena, por no hablar de la tortura, que hasta ahora ha ejecutado por si, ni de la pena de muerte, para la que da con su sentencia la señal, aunque la ejecute el tribunal secular? El reparo fundado en la conversion de Saulo, ademas de que nada prueba, por cuadrarle la misma respuesta, que al anterior, si algo valiera, probaria demasiado, argalléndose por el que la Iglesia puede emplear el indicado rigor con los que no han entrado todavia en su gremio, lo cual no admiten los contrarios. (14)

Simon mago, prosiguen, se remonta por los aires con ayuda de los espíritus infernales, y S. Pedro con la oracion le hace caer, quedando estropeado de ambos pies. [15] Ananias y Safira mienten al Espirita Santo, y mueren a la reconvencion del mismo apóstol. [16] Elimas, falso profeta, impide el fruto del evangelio y S. Pablo por medio de la oracion le castiga con la ceguera, (17) De estos prodigios quieren deducir los enemigos de la mansedumbre, que la pena corporal, aunque sea la de muerte no desdice del espíritu de la religion. Pudieran decirseles hagan los inquisidores otro tanto, y quedaremos entonces convencidos de que estos argumento s tienen en la presente cuestion el valor que se les da. ¿Qué confusion no seria la de un gobierno, que por anos hechos presentados desde luego como milagrosos y fuera del órden comun, quisiese arreglar su administracion ordinaria? Los que introdujeron primero, y despues los que mantuvieron por centenares de años en los tribunales de Europa las pruebas, que llamaban juicios de Dios para la averiguacion de la verdad en las causas tanto civiles como criminales, apoyaban aquella práctica en la de las aguas amargas establecida por Moises, para probar con un prodigio el delito ó la inocencia de la mager acusada de adulterio. Si como pretenden los defensores del rigor es prudente y justo apelar à razones de esta especie, no se puede negar que los escritores, los magistrados, y los prelados eclesiasticos, que de aquel modo opinaban, discurrian bien; sin embargo, con el tiempo, la ilustracion y buena crìtica succedieron á la ignorancia y preocapacion, y aquellas pruebas que hasta entonces se habian tenido por razonables, apoyadas en la religion, y muy á propósito para arraigar con ellas la piedad de los pueblos, fueron proscritas como absurdas, porque nada conducian para su objeto; como injustas porque comprometian los bienes, la fama y vida del inocente, y como impias y sacrilegas porque en ellas se tentaba a Dios, y se deshonraba el culto. [18] A mas de esta consideracion, que puede aplicarse indistintamente a todo argumento tomado de hechos prodigiosos, seria preciso conceder, contrayendonos á los que se han afegado, que los eclesiasticos pueden dar muerte por sĩ, y sin delegacion de la potestad civil a los que se apartan de la religion, y aun a los que faltan simplemente à la verdad. No hay dada, pues, que la fe de Jes cristo debe sostenerse y propagarse por los medios ordinarios que él mismo estableció, y que seran siempre frívolas cuando menos, é impertinentes las razones que se amontonen en defensa de una practica inconciliable con la mansedumbre de so doctrina. (19) ¿Se dirá que este inconveniente lo salva la Inquisicion con la súplica ó mas bien protesta, que hace al magistra

no

do seglar de no ser sa ànimo cooperar à la muerte del reo, que le entrega para su ejecucion? Cuan insignificante sea este ceremonial, que otro nombre no merece, se vera en su lugar. Entre tanto no podemos menos de reconocer que semejante precaucion es ilusoria, cuando por ella dejaron los pontifices, de dispensar a los inquisidores la irregularidad en que incurrian; dispensa que hubiera sido enteramente ociosa, si a las funciones anexas á su instituto, no acompañase un rigor poco conforme con el ministerio sacerdotal. [20]

Mas ¿para qué molestarnos, cuando cada uno de nosotros tiene por experiencia la prueba mas convincente de esta verdad? La idea formidable que desde la infancia concebimos de la Inquisicion, el espanto, de que ha llenado este tribual parte del Asia, toda la Europa, y las Américas son efecto de sa mansedumbre, ò de su rigor? [21] El que ignorase el espíritu del cristianismo, y supiese por otro lado que el tribunal mas terrible conocido entre las naciones, que le profesan esta á cargo de unos sacerdotes, que se dicen sus ministros mas celosos, ¿podria menos de maravillarse al oir que esta misma religion sobresale por su mansedumbre, que Dios su autor para darnos lecciones dignas de esta virtud se hizo hombre, y murió voluntariamente en una cruz? La existencia de la Inquision es una calumnia contra la religion cristiana, y un escándalo para la moral pública, pues excita en los que profesan otro culto, y en la parte sencilla del pueblo fiel, ideas equivocadas en cuanto à una de sus calidades eminentes que es la suavidad, y obliga à los mas ilustrados, à que sindifiquen la conducta de los eclesiàsticos de poco conforme con la moderacion, que predican en el púlpito, y que deben predicar mejor con el ejemplo.

caso

Es necesario no haber estudiado la religion de Jesucristo, ó no haber examinado ni bien ni mal la Inquisicion, para sostener que entre ambas hay analogia. El extremo grado à que ha llevado este tribunal el rigor y la dureza se verà en el discurso de esta disertacion. La suavidad sin límites de la religion cristiana bastante manifestada, à mi entender, por los datos que en su comprobacion he presentado, la describe elegantemente un autor moderno, cuyas palabras serà del trasladar aqui.,,La religion de Jesucristo, dice, es por su naturaleza el amor al orden y de la justicia, y aborrece los excesos en que intentan complicarla los impios, (pudiera añadir y los patronos de la Inquisicion) confundiendola con el fanatismo. Ella detesta la violencia y persecucion, y reprueba altamente el falso celo del que pretende propagarla y defenderla por la coaccion y el terrer. A medida que es fuerte é inexpugnable es amorosa y compasiva, siendo efecto de esta misma dalzura su grande é irresistible poder. Desdeйa los medios violentos, porque tiene otros muchos mas eficaces. El imperio de que se gloría no es el que se ejerce sobre el cuerpo, dejando el alma mas rebelde y corrompida, En los entendimientos y corazones es donde gusta de reinar, y la persuacion y el amor son los únicos medios, con que establece en ellos sa trono. Hijos quiere, no esclavos. La religion no necesita apelar à la fuerza, porque se compone de discipulos sumisos, de corazones dóciles, de sinceros adoradores por una union dulce y poderosa, que triunfa de todos los obstáculos, y que convierte en fervorosos apòstoles à sus mas crueles perseguidores. Al paso que es firme, severa, è inexorable contra el pecado, està llena de dulzura, de condescendencia, y ridad àcia el pecador. A su ruego baja del cielo un fuego vengador; pero que consume los vicios y los errores, y purifica al mismo tiempo à los culpados. La religion cristiana repite sin cesar á sus bijos, y sus ministros sobre todo, que el espíritu del evangelio es un espíritu de paciencia, de mansedumbre, de longanimidad; que su ministerio es

de ca

un ministerio de paz, de reconciliacion y de salud; que no olviden que son discipulos de un Dios que murió por sus enemigos, y sucesores de unos hombres venerables, que sellando con su sangre las verdades de la fe, rogaban por sns perseguidores y verdugos. En fin, tan lejos está la religion de ser autora ó cómplice de los desastres, que ha causado al mundo el fanatismo, que los detesta con mas sinceridad, y condena con mas firmeza que los mismos incrédulos. [22]

REFLEXION SEGUNDA.

El rigor y violencia de que usa este tribunal, se oponen á la doctrina de los Santos Padres, y disciplina de la Iglesia en sus tiempos mas felices. (23)

Basta

Dasta saber que la mansedumbre fué la divisa de Jesucristo y los apòstoles, para que no se dude que lo fué igualmente de los antiguos cristianos. La disciplina de la Iglesia en los primeros siglos se hallaba inmediata á su origen; de consiguiente debió conservarse pura, asi como las aguas corren mas cristalinas, cuanto menos distan de su nacimiento. La mansedumbre, pues, del divino Legislador del evangelio, y de sus promulgadores, no puede menos de anunciarnos el espíritu de suavidad, que tanto brilla en los escritos de los Santos Padres; y la doctrina de estos y los ejemplos, con que la confirmaron son otra prueba que unida a la anterior, contribuye poderosamente a manifestar hasta que punto decayeron las costumbres de los siglos posteriores, cuando en ellos tuvo acogida el establecimiento, sobre que se versa la discasion.

en la

San Cipriano proponiendose explicar cuan diferentes eran los sentimientos que dirigian á los sacerdotes de la Sinagoga, de los que deben animar á los de la Iglesia de Jesucrisio, en cuanto al modo de conducirse con los refractarios, considera una y otra sociedad por sus principios, fundando la razon principal de esta diferencia en que Sinagoga todo era material y figurado, cuando en la Iglesia debe ser todo espiritual y verdad.,,Dios, dice, mandó que sufriesen la pena de muerte los que no obedeciesen á sus sacerdotes como jueces constituidos por él; mas esto pudo convenir en unos tiempos en que la circnacision era carnal. Pero ahora entre los criados que sirven a Dios con lealtad, cuando ha pasado à ser espiritual la circuncision, a los orgullosos y contumaces se les debe exterminar con una espada tambien ,,espiritual, echandolos de la Iglesia y dejandolos asi privados de vida, pues la Iglesia que es la verdadera casa de Dios no es mas que ana y nadie sino es en ella logra salvacion." (24)

Los padres del concilio de Sardica, que declararon inocente á $. Atanasio de los crimenes que se le imputaban, cuando suplicaron Constancio los amparase del furor de los arrianos, que prevaliendose de la aceptacion, que habia hallado sn secta en el animo de de este emperador, no omitian ningun genero de persecucion para acabar con los católicos, se produjeron en estos términos. ,,No pretendemos otra cosa sino la libertad de la creencia, y que de consiguiente no se nos obligue á contaminarnos con el arrianismo, empleando contra nosotros la persecucion, las cárceles, y los tribunales con todo el aparato del terror y la invencion de esquisitos tormentos. Jesucristo enseñó, mas bien que exigió, el conocimiento de sì mismo y excitando por medio de prodigios la admiracion y respeto à los preceptos de sa fe, jamas forzó á nadie à que la confesase. Si se

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su

apelase å nna violencia como esta por parte de los católicos los obispos serian los primeros que se declararian contra ella, fundados en que Dios siendo el Señor del universo de nadie necesita, mucho menos de un corazon que se niega á reconocerle. Dirian que á Dios no se le ha de querer engañar con el disimulo, sino merecer ,,gracia con una verdadera sumision; que si manda que le prestemos ,,nuestros obsequios, no es por su utilidad, sino por la nuestra; que no puede recibir sino al que se presenta, ni oir sino al que ora, ni marcar por suyo sino al que profesa cordialmente su religion. Diran que la ingenuidad es el único camino por donde debe buscarsele que ha de ser conocido por el diligente estudio de la fe, y que solo puede amarle el que tiene caridad. Añadirian en fin, que se adquiere su agrado con el temor filial, y que el medio de conservarle no es otro que la providad." (25)

que

Las máximas de suavidad con los hereges las incnlca S. Juan Crisostomo en muchos pasages de sus obras, principalmente en el que sigue. ,,Debemos pelear contra los hereges no para postrar á los que estan en pie, sino para levantar á los caidos, porque la guerra que a nosotros nos incumbe no es la que da la muerte a los vivos, sino la que restituye la vida á los muertos, como que son nuestras armas la mansedumbre y la benignidad. Debemos contar, pues, en esta lucha no con hechos sino con palabras, por cuanto perseguimos no al herege sino à la heregia, y detestamos no al yerra sino al error, que es el único que debemos perseguir y extirpar. Nuestra guerra no es con los hombres hechuras de Dios, sino con las opiniones que ha depravado el diablo. El médico cuando cura á un enfermo no ataca el cuerpo, sino el vicio de que adolece. Del mismo modo nosotros, cuando perseguimos á los hereges, no debemos destruir en ellos la persona, sino el error del entendimiento y el daño del corazon. Finalmente debemos estar siempre dispuestos sufrir la persecucion, no á perseguir á otros; a padecer vejaciones, no á causarlas. De este modo es como venció Jesucristo, á saber, clavado en una cruz, no crucificando a nadie." [26]

S. Hilario pondera la delicadeza de la Iglesia en esta parte y aun hace un contraste del estado floreciente de la disciplina en los tres siglos, que le precedieron, con el que tenia en su tiempo, en que declinaba ya por las opiniones de algunos obispos á la ínobservancia, que se ha experimentado despues." Sobre todo, dice, traspasa el corazon y hace saltar lágrimas de los ojos la debilidad de que adolece la generacion presente con ciertas opiniones absurdas, que se van difundiendo, siendo una de ellas que los hombres deben patrocinar a Dios, conciliandose el poder del siglo para sostener con él la Iglesia de Jesucristo. Decidme, vosotros los obispos que sois de este modo de pensar, de que auxilios se valian los apostoles, cuando predicaban el evangelio, ò a què magnates de la tierra acudieron para convertir casi todas las naciones de la idolatria al culto del verdadero Dios? ¿Acaso buscaban en los palacios algnna recomendacion, cuando despues de azotados, y estando en la cárcel cargados de cadenas cantaban himnos de alabanza al Señor? ¿Acaso se hallaba autorizado S. Pablo. con decretos imperiales, cuando hecho espectáculo de todo el mundo, atraia los pueblos à la Iglesia de Jesucristo? ¿Serian tal vez Neron, Vespaciano, ó Decio sus protectores, con cuyas persecuciones fructificò tanto la semilla de la predicacion? ¿No tenian los apóstoles, como nosotros ahora las llaves del reino de los cielos, aunque viviesen del trabajo de sus manos, y se viesen precisados para su seguridad á celebrar los divinos misterios en cenáculos y otros parages retirados, y

aunque viajando por mar y tierra entre innumerables peligros corriesen todos los paises, visitando hasta aldeas y cortijos; y esto teniendo contra sí los decretos del senado y del emperador? ¿No es cierto que el poder de Dios triunfaba del furor de los tiranos cuando se predicaba el evangelio con tanto mayor denuedo, cuantos mas obstaculos se oponian á que se predicase? Mas ahora, que dolor! A la fe divina se la quiere apoyar con la autoridad humana, y mientras se ostenta engrandecer el nombre de Jesucristo, se trata de menguado su poder. Ya difunde el terror con destierros y prisiones, queriendo que se le crea por fuerza, la misma Iglesia que sufriendo destieros y prisiones extendió antes su fe. Ya confina los sacerdotes de la sectas aquella à quien antiguamente pregonaron sus propios sacerdotes confinados. Ya se lisonjea en fin, de ser aplaudida del mundo, la que únicamente siendo odiada del mundo, puede ser grata a su esposo. Cando à vista de abusos tan escandalosos comparo la Iglesia de hoy con la que Jesucristo confió á nuestros mayores, no puedo dejar de exclamar que ha sufrido la mas lastimosa alteracion. (27)

S. Geronimo comentando aquellas palabras de los trenos de Jeremias: Recedite polluti clamaverunt eis. Tal como este, dice, es el lenguaje de los maestros altaneros, que toman bajo su inspeccion particular lo mas lucido del rebaño, y dejan abandonado lo mas débil sin cuidar de que se robustez can las ovejas flacas, y sanen las que se haIlan enfermas. Apartaos, dicen, los que estais manchados, alejaos, desapareced, no oseis jamas acercaros para comunicar con nosotros, vaestras heridas son mortales, estan enconadas vnestras llagas, sois indignos de la comunion cristiana, y de que vuelva à habitar en vosotros el Espíritu Santo. Semejante modo de portarse en vez de dar vista al ciego, de curar al enfermo, y de comunicar aliento y vigor al que no le tiene, le ocasiona la muerte, conduciendole á la desesperacion. Mas los prelados que cumplen con su deber, y contemplan la flaqueza del prójimo por la suya propia, procuran desenredar á los pecadores de los lazos del error, valiendose para ello de los medios, que sugieren la humildad y mansedumbre, mas bien que acabarlos de precipitar con su aspereza en el abismo de condenacion." [28]

Merece se traslade entera la carta de S. Agustin à Donato, proconsul de Africa, pues en ella se descubre claraménte, cual era el espìritu de la Iglesia en órden al castigo de los hereges en la época que la escribió. Dice, pues, de esta manera. „Doloroso es por cierto que la Iglesia de Africa se halle en una situacion tal, que necesite del auxilio de la autoridad civil. Mas por otra parte no habiendo potestad en la tierra, que no dimane de Dios segun el Apostol, se puede decir con verdad, que cuando vosotros los que os hallais constituidos en dignidad la empleais como buenos hijos en defensa de nuestra madre la Iglesia catòlica, nnestro auxilio es en el Señor, que hizo los cielos y la tierra. Porque quien, Señor ilustre y honorable, é hijo acreedor á nuestro elogio, podrá dejar de reconocer medio de tantos males como nos afligen, que siendo tan relevantes vuestras prendas naturales, y tan grande voestro celo por la religion de Jesucristo, os ha colocado la divina Providencia al frente del gobierno, para contener con el poder y una buena voluntad á los enemigos de la Iglesia en sus atentados malignos y sacrilegos? Debo sin embargo preveniros una cosa, y es que vuestra misma justicia nos infunde el recelo, de que siendo mas criminal toda vejacion causada à la sociedad cristiana por unos hombres ingratos é impios, que la que causan al estado, los castigneis tal vez con todo el rigor, atendiendo mas bien à la enormidad de su delito, que á la mansedumbre de la religion

en

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