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por medio de cribas de junco; y aprensados se reducen á pasta, la que guardan espuesta al humo para mezclar con sus comidas.

Respecto de la caza, el arco es el arma principal y predilecta de todas las tribus: á su manejo se acostumbran desde la niñéz; lo hacen de la chonta que es el tronco de una palma; es muy duro y elástico: el cordel lo trabajan con las fibras de diversas palmas; para usarlo lo agarran con la mano izquierda, y con la derecha toman la flecha, y el cordel teniendo el cuerpo medio inclinado, unas veces á la derecha y otras á la izquierda según si han de tirar lejos ó cerca. Las flechas son de la misma largura del arco, pero tanto las unas como el otro, varían según las tribus. Las hemos visto del largo de dos metros; y también de menos de metro y medio. La base de la flecha es una caña liviana; ó mejor dicho es el tallo de una caña brava especial, llamada también charo ó chuchio, cuyas hojas tienen alguna semejanza con los de la caña de azucar; lo mismo que la flor. En el estremo que forma la base, que se aplica al cordel, se le ata un plumage por ambos lados para que su curzo sea recto. En el otro estremo tiene una varita de palo duro, unido, ó mejor dicho metido en la caña por un estremo; y asegurado á ella con cera vejetal, y atada con un hilo encerado, para que no se desprenda; y en el otro lado tiene un dardo de Tacuara, bien asegurado al palo ó varita de que se ha hecho mención, por medio de hilo encerado: algunos ponen en lugar del dardo de tacuara, un hueso muy afilado y otros ponen el dardo de la raya. Usan también unas flechas que solo constan de la caña, como se ha dicho y la varita es de chonta; uno de cuyos estremos está metido y asegurado á la caña, y el otro es puntiagudo, y tiene unos recortes hácia atrás, que hacen muy dificil y dolorosa la estracción, una vez que la flecha ha sido clavada. El trecho á que tiran la flecha con efecto seguro, es de unos sesenta pasos. Ella alcanza á más de cien metros, pero ya el efecto no es seguro, tanto más que se la puede evitar, cuan

do se la ve venir; en razón de la lentitud con que marcha. La fuerza de la flecha es muy considerable, pues á distancia de noventa pasos atravieza un buey de parte á parte. Los muchachos desde muy tiernos, se ejercitan en el tiro de la flecha cazando lagartos y ratones; y también haciendo rodar con rapidez una naranja y disparándole sus flechas. Disparan sus flechas con tal rapidez, que son capaces algunos, de disparar veinte flechas en un minuto dando en el blanco. Con mucha facilidad se adiestran en el manejo de la escopeta y del rifle; y en razón de la perspicacia de su vista, sus tiros son muy certeros.

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en otro tiempo muy común el uso de la cerbatana; consistía esta en un tubo hueco y recto, de unos tres metros de largo; se coloca en el interior un dardo de poco menos de media vara, de la vena de la hoja de la palma, cuya punta untaban con un veneno especial llaado Curare, y la base envolvían con algodón silvestre; y la arrojaban soplando con violencia. Esta diminuta flecha solo producía efecto en razón del veneno, el que una vez en contacto con la sangre causaba la muerte. Como hoy día no saben preparar el veneno ó Curare, ha desaparecido con él, el uso de la cerbatana. Como los patos reales y otras aves acostumbran dormir en los árboles elevados, y aun allí se retiran de día, durante los fuertes ardores del sol, permaneciendo hasta la tarde; los indios trabajan una especie de ramada ó carpa sobre las ramas del mismo árbol, ó de otro muy inmediato. Se abstienen de transitar hasta que las aves se acostumbren con la ramada ó carpa: entonces se colocan en ella, aprovechando el momento en que las aves estan ausentes; y esperan que regresen; entonces las matan con mucha facilidad.

Para cazar los patos en las lagunas, donde tanto abundan, algunas tribus han usado un medio muy artificioso. Arrojan al agua unos poros muy grandes, con varios agugeros en diversas direcciones, mientras los patos están en los árboles. Se espantan al principio con su vista; pero poco

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á poco se van acostumbrando con ellos. Una vez acostumbrados el cazador entra en el agua cuando los patos estan ausentes; colocando su cabeza junto á uno de los poros, y teniendo el resto del cuerpo sumergido dentro del agua, hasta el pescuezo. Cuando viene la tropa de patos; se adelanta poco á poco de modo que parece que solo flota el poro; de este modo va agarrando las patas á los más próximos, y metiéndolos debajo del agua, les tuerse el pescuezo. Los demás no advierten el engaño, por cuanto acostumbran zabullir espontáneamente. Es notable la astucia con que cazan los ciervos, venados y gamos en el campo abierto, ó sea en los pajonales. No nos detenemos en esplicarla, véase nuestra traducción de la descripción de la Provin cia de los Mojos; del P. Francisco Javier Edér.

Aprovechan igualmente para la caza la facilidad que tienen para remedar toda clase de cuadrúpedos y aves, atrayéndolos con mucha astucia para poderlos matar.

Como también se alimentan de murciélagos, espondremos el modo que emplean para cazarlos. A una vara larga de unos doce a quince metros, le atan una porción de ramas en un estremo; lo tienen parado apoyando en tierra el otro estremo, cerca del moginete del edificio más elevado, sea casa ó templo, que es donde anidan de preferancia; tiran un palo, hueso ó piedra al moginete, á cuyo golpe salen gran cantidad de murciélagos volando y enredándose sus alas en las ramas, caen al suelo, de donde no pueden tomar el vuelo; los comen asados.

Para cazar el tigre hacen una trampa, que consiste en un cerco de estacas gruesas, fuertemente clavadas en el suelo, de forma de un cuadrilongo de unos tres metros de largo por metro y medio de ancho, perfectamente cercado con las estacas que se ha dicho por tres costados; en el cuarto que solo tiene metro y medio, se forma una especie de puerta levantada, compuesta de palos bien atados, por medio de cuatro ó cinco travesaños una especie de palanca con su cordel atado á una

estaca colocada en el suelo y fuertemente clavada en el centro ó mejor dicho en el estremo de la trampa, frente á la puerta sostiene la puerta elevada; pero á la misma estaca está fuertemente atado un pedazo de carne. Para agarrar la carne, el ti gre arranca la estaca, cae la puerta, y queda preso; entonces se le mata fácilmente con escopeta ó flecha tirándole por los intersticios que hay entre una estaca y otra.

DE LAS INUNDACIONES; SUS CAUSAS Y CONSECUENCIAS

Todos estos ríos están sugetos á continuas crecidas. Mientras corren dentro de la serranía, ó contrafuertes de los Andes, estas crecientes son repentinas, y llegan sin ser esperadas no siendo raro ver crecer el río seis ó siete metros en una noche; poniendo en peligro al viagero que duerme tranqui lo en sus playas. Como estas crecientes tienen por causa los fuertes aguaceros en las cordilleras, y en sus contrafuertes, ellas tienen lugar siempre que hay fuertes aguaceros; pero así como llegan sin que sean esperadas, pasan también rápidamente; ellas tienen lugar indistintamente en todos los meses del año; pero podemor decir que estas crecientes son casuales. Las crecientes verdaderamente periódicas, comienzan por lo general en Noviembre ó Diciembre, y á veces en Enero, y duran hasta Abril ó. Mayo. Pero debemos decir que cuando las grandes crecientes de los ríos dependen de los fuertes aguaceros en las cordilleras y sus contrafuertes; si las lluvias se adelantan ó se atrasan; se adelantan ó atrasan igualmente las inundaciones.

A penas empiezan á crecer los ríos principa les, los ríos y arroyos laterales comienzan á correr aguas arriba, recibiendo agua del río principal, en lugar de tributársela; las aguas de estos ríos ó arroyos quedan estancadas, lo mismo que las aguas llovedizas; de este modo quedan grandes estensiones de bosques y campos, ó pajonales convertidos en inmensas lagunas. Esas aguas bajo un sol abra

sador, llenas de despojos animales y vegetales, sufren una fermentación que las hace pestilentes y cuando en los meses de Abril ó Mayo comienza á bajar el nivel de las aguas de los ríos principales, los ríos y arroyos laterales le tributan una agua negra, hedionda y pestilente, que no puede menos de infeccionar la atmósfera, y sin embargo esa es la agua que toman la mayor parte de habitantes de esas regiones, sin precaución de ninguna clase.

Al descender el nivel del agua de los ríos queda una inmensa capa de lodo, que hace difícil y peligroso el desembarque; á más de que, fermentándose con el calor del sol, no puede menos que infeccionar la atmósfera; y esa misma capa de fango se vá poco á poco derrumbando, á medida que bajan las aguas, contribuyendo á enturbiar las aguas del río, y á hacerlas nocivas y perjudiciales.

Estas deben ser las causas principales de esas fiebres perniciosas, que aparecen todos los años, y que si bien reinan en todas las estaciones se pronuncian con más fuerza, y atacan á todos, especialmente desde Febrero y marzo hasta Mayo. Es sin duda á esas aguas nocivas que debe atribuirse las enfermedades que afligen principalmente á los que navegan los ríos en esa época, y que no beben otra clase de agua. Además de las fuertes lluvias en las cordilleras y sus contrafuertes, cuyas aguas van á reunirse en los aflentes del Madera desde las inmediaciones de Sucre hasta muy al Norte de Cuzco; en los territorios de Apolobamba, las lluvias son torrenciales durante tres meses y estas caen á veces durante quince días sin interrupción. Y como el país es llano, las aguas no tienen más salida que el cauce de los ríos, que en razón de la conformación del país tienen un curso muy lento. En esta época quedando las aguas detenidas hay vastos espacios de terreno inundado, á más o menos altura, hemos visto lugares en los que las señales de la inundación quedaban marcadas en los árboles á la altura de cinco metros.

Los ríos llevan una gran cantidad de tierra ó fango, que va depositándose en sus márgenes; y

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