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ro se la había retirado y revocado por cierto motín que Tordoya quizo hacer, por lo cual fué preso y de sus secuaces, á unos castigaron y otros huyeron, y hacía más de seis años que la concesión se había revocado por el Correjidor del Cuzco y Oidor de la Audiencia de Lima, Cuenca. Para evitar el choque con Tordoya, que como se ha dicho había entrado por Camata, trató Maldonado con la Justicia del Cuzco, de ir por Carabaya, con gente é impedir el paso de Tordoya. Vino en ello la Juzticia del Cuzco, y Maldonado envió gran cantidad de víveres y municiones á Carabaya donde no las hay; pero la misma justicia le embarazó la expedición en cuya vista resolvió lanzarse por el Tono y reunirse con su gente. Reunió gente, hizo pólvora y trabajó canoas y balsas, pero temiendo no poder llegar á tiempo despachó un indio á Escobar, por Carabaya, avisándole la entrada de Tordoya por Camata, para que estuviese prevenido.

Llegó el indio á Santiago de Zamo, pueblo de Tarano, dió las cartas á unos indios que allá estaban, y éstos embarcados en una balsa, en dos días fueron á los Toromonas, y las entregaron al Capitán Manuel de Escobar.

Llegado Tordoya al pueblo de Inarama, halló un fraile carmelita, llamado Fr. Pedro Paez de Torrea (Pedro Vacz de Urrea) que andaba tres ó cuatro años hacía entre aquellos indios con más avaricia que devoción. Comunicóse con Tordoya, y convinieron en que el fraile, como práctico en la tierra, fuese donde Escobar y procurase inducirlo á que entregase la gente, y no queriendo éste hacerlo, incitase los soldados á sublevarse á la llegada de Tordoya. Llegado el fraile á Toromonas, comenzó á insinuarse con Escobar, haciéndole grandes promesas de parte de Tordoya. ContúvoloEscóbar amenazándole echarlo al río con una pesga al cuello, y el fraile se calló.

Luego que el fraile carmelita salió del pueblo de Inarama, de donde era Cacique Arapo, Tordoya emprendió marcha á Toromonas acompañado de seiscientos indios de Arapo, á quien había he

cho entender que era Capitán de Maldonado, confiando que el fraile hubiese conseguido su objeto. Escobar entre tanto dejando doce hombres en el fuerte, salió con los demás y trecientos indios de Tarano, al encuentro de Tordoya, á quien dió vista á las veinte leguas del fuerte. Amedrentado Tordoya y los suyos Escóbar le reprendió su locura y le exhortó á pasarse al Rey; pasáronse dos ó tres, y los demás con Tordoya volvieron las espaldas, huyendo de miedo de algunos arcabuzazos que les tiraron. Los mismos indios que les acompañaban dieron sobre ellos, con otros más que por allí habían, y Tordoya con los suyos huían hiriendo y matando. Escobar quizo seguirlos, pero Tarano le dijo, que sus indios y los de Arapo darían cuenta de ellos. Escobar se ocupó cuatro días en enterrar los muertos; y mientras esto hacía, muchos indios Cayampujes, Toromonas, Celipas y Maropas, acabaron con los del fuerte.

Escóbar que ignoraba esto volvía al fuerte, y en el camino se le escapó Tarano. Seis leguas antes del fuerte, en un pueblo de los Celipas, encontró á dos españoles, que él había envíado, cercados en la iglesia, donde se defendían, y los libró. Al llegar al fuerte le salieron un indio y una india de su servicio y le contaron lo sucedido. Los indios huyeron robando todo y matando diez caballos.

Viendo Escóbar y su gente el suceso siniestro, y que toda la tierra estaba alzada, querían unos mantenerse en el fuerte hasta la llegada de Maldonado, y otros pasar el río Mano é ir al pueblo de Vinono de los Cayampujes y mantenerse de almendra. Este parecer se siguió, y aunque con trabajo, pasaron el Mano, llevando quince caballos; los demás habían muerto. Pasado el río abrieron camino hasta el pueblo de Vinono, al que llegaron al cuarto del alba, y no encontraron á nadie. Colocáronse en un galpón, pero al medio día los embistieron los indios, arrojando flechas con algodón ardiendo sobre el galpón, y lo incendiaron, y los españoles salieron á lo raso donde estaban siempre

rodeados de los indios, y habiendo ido Escóbar con el fraile carmelita á dar agua á los caballos, cayeron uno sobre otro, atravesados de flechas.

Muerto Escobar, nombraron por caudillo á un soldado llamado Malavér y determinaron ir al pueblo de Tarano, esperando los favoreciese, sin acordarse de que contra el que huye, las piedras se levantan. Al pasar el río Mano, los indios dieron con ellos y mataron á dos. Cada día les daban Guacavara (combate, azote) y siempre herían algunos. Al llegar al pueblo de Tarano les dieron tal embestida, que solo salvó un herrero, al que Tarano conocía y había ordenado lo guardasen para aprovechar de su oficio para que les hiciese herramientas; y al P. Fr. Diego Martín, que había vivido entre ellos mucho tiempo, y había bautiza do muchos de ellos. A estos dos guardaron presos y á diez ó doce que tomaron vivos, los mataron por más que el fraile rogaba por ellos.

Mientras esto pasaba en la tierra de los Toromonas y Chunchos, sin saberse nada en el Perú, el Gobernador Don Juan Alvarez Maldonado había preparado gente, canoas y balsas y ochenta cabailos. En esto llegó por Carabaya al Perú la noticia de la muerte de Tordoya, lo que comunicaron inmediatamente á Maldonado.

Emprendió marcha río abajo Maldonado, el 13 de Noviembre de 1568; tuvo muchos contratiempos en el viaje, naufragando á cada paso las cmbarcaciones, ahogándosele algunos hombres y perdiendo la mayor parte de la carga. El mismo Maldonado fué herido en los términos de una población llamada Manupampa, con varios flechazos.

El 30 de Diciembre llegó al río Cuchoa, y el 1.° de Enero de 1569 al de Guariguaca, donde saltó á tierra Maldonado con veinte soldados y allí tuvo noticia del desastre acontecido á Escóbar y á los que con él iban. Con mil percances siguieron hasta que tres días antes de llegar á los Arabaonas, tierra de Tarano, vinieron ciertos indios de parte de Tarano á encontrar á Maldonado, con orden de que si no era Maldonado, matasen á to

dos, y si lo era, le diesen una carta escrita por el herrero que tenía preso. Dióle preso. Dióle un indio la carta en que le avisaba la muerte de Tordoya y Manuel Escóbar, y le decía que no pensase en conquistario, pues moriría; que sabía el estado en que venían, y que si llevaba buen corazón lo recibiría y lo aviaría y le daría guías para que luego se saliese al Perú.

El Gobernador Maldonado, disimulando, respondió á Tarano, que lo pasado no podía dejar de ser, y que los muertos debían de tener la culpa. Fué cosa admirable que un indio que acababa de matar á más de setenta españoles, se inclinó á recibir amorosamente á tan poca gente. A los dos días de su llegada al pueblo de Zamo, salió Maldonado al Perú, y desde allí en diez y seis días, por caminos asperísimos, en que se despeñaron dos españoles, llegó á San Juan del Oro, Provincia de Carabaya. Desde allí escribió al Gobernador del Perú, á la Audiencia de Charcas, al Cabildo del Cuzco y al de Chuquiabo.

Respecto de la entrada de Alvarez Maldonado, dice Garcilaso (Primera parte de los comentarios Reales, Cap. XVI), que entró con doscientos cincuenta soldados y más de cien caballos y yeguas; que Gomez de Tordoya entró con sesenta hombres por Camata; y después de pasar grandes montañas y cenegales, llegó al río Amarumayo donde supo que Juan Arias (sin duda Manuel de Escóbar) no había pasado y lo esperó con trincheras hechas en las riberas del río. Sus hombres tenían dos arcabuces cada uno, Juan Alvarez Maldonado llegó donde estaba Tordoya y trabaron combate. Acometió el primero Alvarez Maldonado confiado en su superioridad. Pelcaron todo el día, y el segundo y el tercero, tan cruelmente, que se mataron casi todos y los que quedaron no eran de provecho. Los Chunchos en cuya Provincia estaban, dieron sobre ellos y los mataron á todos. Los indios tomaron á Juan Alvarez Maldonado, un mercenario, llamado Fr. Diego Martín, portugués; y á Simón López, herrero. A Maldonado lo sacaron hasta Cara

baya y al Padre y al herrero los detuvieron más de dos años, al fin de los cuales los sacaron por Carabaya.

Resulta de la anterior Relación, que antes de la entrada de Don Juan Alvarez Maldonado, se tenía algún conocimiento de los territorios de ambas márgenes del Madre de Dios, Manu y Amarumayo, pues Escóbar iba á poblar á las Sábanas de los Toromonas, de las que indudablemente tenía Maldonado noticia anticipada. Había algunas iglesias, pues en la Relación se dice, que en la del pueblo de los Celipas se defendían dos españoles. Además del Padre carmelita fray Pedro Vaez de Urrea (ó Paez de Torrea, como lo llama la misma Relación) y los Padres Mercedarios de que hemos hecho mención, es de suponer habían entrado otros misioneros, cuyas relaciones nos son desconocidas.

En 1569, un Cuellar y un Ortega sin comisión, entraron por Cochabamba con setenta hom bres y llegaron al río Yuroma, término de los Mojos, donde se desbarataron y se salieron al Perú, por que los notificaron de parte de la Audiencia de los Charcas que saliesen.

En 1574 (?) entró Pedro de Arana, con unos frailes Agustinos, por orden del Virrey Toledo, á la Provincia de los Chunchos, "para ver y entender qué indios eran los que habían envíado á pedir Sacerdotes." Los frailes Agustinos debieron ser los Padres Fr. José García, Fr. Baltazar Buitrón, Fr. Manuel de Rodas, Fr. Laureano Ibañez. Este último murió martirizado por los indios Lecos juntamente con el P. Fr. Bartolomé Alvarez, y el P. Jesuita Bernardo de Reus. (Véase Calancha. Crónica moralizada, etc., Lib. II Cap. IV página 353 y el Auto del Virrey Toledo, en los Reyes 28 de Noviembre de 1578.)

En 1594 entró el Licenciado Miguel Cabello de balboa, cura de Camata, con el Licenciado Garcés, que fué en hábito de tercero. Desde Polopampa (Apolobamba) siguió por una mal señalada vereda, y al cabo de tres días llegó á un pueblo de Chunchos, llamado Tayapo. A los dos días de perma

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