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Allí preso, comienza su defensa en 10 de Marzo de 1543, entablando acusación criminal contra Contreras; éste, que se hallaba en Valladolid, recházala en 17 del mismo, abriendose la causa a prueba. Encontrábase en tal estado el juicio, en 1546, cuando murió Badajoz, quedando en su lugar en él su hermano Bartolomé, y luego, su suegro, el doctor Robles, por su hija, la viuda y tres menores hijos.

Contreras no vió confirmada su pretensión, pues desde 29 de Noviembre de 1540 érale dada la entrada y conquista de Veragua al infortunado Diego Gutiérrez, muerto por los indios. (doc. Archivo Indias, Peralta, loc. cit. y notas del recopilador. Juarros. Hist. Guatemala. Guatemala. León Fernández. Hist. Costa Rica. Madrid 1889.

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Centenario de la batalla de Junín

Al promediar el año de 1823, la situación del Perú era desesperada y la causa de la independencia parecía perdida. Desilucionado por las contrariedades experimentadas, el Generalísimo y Protector don José de San Martín había vuelto a su patria, resuelto a retirarse a la vida privada; el brillante ejército organizado a costa de tantos esfuerzos y tantos sacrificios y enviado al Sur a órdenes de los generales Santa Cruz y Gamarra, había sido casi totalmente aniquilado, sin más resultado que el efímero triunfo de Zepita y el haber contribuído á afirmar la fama de invencible de que gozaba el ejército realista; dos gobiernos se disputaban el poder y sobre el país, aun no independizado del yugo español, se cernía la amenaza de la guerra civil; el resumen de la situación podía condensarse en breves palabras así: desastres militares en el Sur, anarquía y desquiciamiento en el Centro y Norte, desconsuelo en los patriotas, abandono de la causa por los vacilantes y jactanciosa soberbia de los realistas, pujantes y engreídos con sus victorias. En tan angustiosas circunstancias, todas las miradas y todos los pensamientos volvieron a fijarse en el hombre que, después de doce años de cruenta lucha, acababa de arrancar a la Corona de España tres de sus hermosos florones: el virreinato de Santa Fe, la capitanía general de Venezuela y la presidencia de Quito, formando con ellos la república de la Gran Colombia; el Libertador Simón Bolívar era el único capaz de sacar al Perú del caos en que se hallaba sumido por sus excepcionales dotes de carácter, por su pericia militar, por el prestigio de su nombre, por los auxilios que podía aportar la nación

recientemente libertada por su genio, y se renovaron los esfuerzos para conseguir que el Libertador viniese a ponerse al frente de los negocios públicos. Con la clarovidencia que tanto distinguió a San Martín, el Protector se había dado cuenta de lo valiosa e indispensable que era la cooperación de Bolívar para arrojar a los españoles del Perú, después de haberlos él expulsado de Chile, y a su llegada á Lima, uno de sus primeros cuidados fué escribir a Bolívar dándole cuenta del arribo de la expedición libertadora al Perú y pidiéndole su cooperación. Por su parte, el Libertador escribió al Protector desde Cali, en Enero de 1822, excitándole a un advenimiento que diera por resultado la unidad de la causa americana. Ambos libertadores debieron encontrarse en Guayaquil en Febrero de 1822, pero por razones ajenas a la voluntad de Bolívar, la entrevista quedó aplazada hasta Julio del propio año, en que tuvo lugar. El Libertador ofreció el concurso de Colombia para hacer la guerra a los realistas en el virreinato del Perú, pero la Junta de Gobierno compuesta de La Mar, Alvarado y Salazar y Baquíjano, no tomó en cuenta los ofrecimientos de Bolívar. Sin embargo, los desastres de Torata y Moquegua hicieron cambiar de opinión al gobierno peruano, que había pasado a manos del coronel don José de la Riva Agüero, quien tomó el título de presidente de la república; y este mandatario no sólo aceptó, sino que pidió insistentemente el auxilio colombiano. Bolívar entonces ofreció el envío de 6,000 hombres, de los cuales 3,000 se embarcaron por lo pronto, quedando aplazada la salida de los otros 3,000 para cuando el Congreso de Colombia concediese el permiso correspondiente.

Mientras tanto, la situación se hacía más crítica en el Perú, y entonces el Congreso de este país envió una rota al de Colombia, suplicándole que acordara permiso al Libertador para que se ausentase al Perú, a fin de que en persona se pusiese al frente del ejército de la república. Enterado del contenido de esta comunicación, el Libernador dirigió al presidente del Congreso peruano la siguiente carta:

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