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el contrario, las palabras de los que les hablan á su gusto les dan gran contento. La verdad es de un aspecto áspero y grave, de suerte que es maravilla cuando les queda un pequeño resquicio por donde les entre algun rayo de luz; tan cercados están por todas partes de dificultades, de lisonjeros, fiualmente, de hombres que no buscan otra cosa sino su comodidad. No se debe empero desistir desta empresa ni perder de todo punto la esperanza. Por ventura no cantamos á los sordos; habrá algunos á quien contente este aviso, que vean y sigan el camino que se les muestra muy saludable, así para ellos como para sus vasallos, y entiendan que no los que tachan las costumbres y vida de los que rigen son perjudiciales, sino los que hablan al sabor del paladar, muchos y sin número, mayormente en los palacios sy reales; peste tanto mas peligrosa cuanto mas halagüeña y blanda. Pero hagamos aquí punto, y volvamos á los emperadores. El premio que se dió por la muerte de Gordiano fué que Marco Julio Filipo, su matador, se quedó con el imperio; hombre árabe de nacion, de bajo suelo y linaje, pero muy señalado en las cosas de la guerra. Por donde despues de diversos cargos que tuvo, se apoderó últimamente de la república y del imperio el año de Cristo de 241, y le tuvo por espacio de mas de cinco años. Al principio tomó asiento con los persas, por el cual les dejó la Mesopotamia, en que pareció escurecer la majestad del imperio romano. Vuelto á Roma, celebró el año Secular, que era el año centésimo de la fundacion de Roma, con mayores regocijos yjuegos mas sumptuosos que jamás se habia celebrado, por ser el año milésimo de su fundacion. Andaban los godos alborotados y corrian la provincia de Tracia. Envió contra ellos á Marino; las legiones, en premio de su trabajo, le saludaron por emperador, pero sucedióle mal, ca Decio fué contra él por mandado de Filipo, y le dió la batalla y venció y mató en la provincia de Mesia. El premio desta victoria fué que el ejército le nombró asimismo por emperador. Aceptó él aquel título contra su voluutad; pero aceptado, le mantuvo con grande valor. El emperador Filipo, á la sazon que se encaminaba contra él, fué muerto en Verona en cierto alboroto que levantaron sus soldados. Dejó en Roma un hijo de su mismo nombre, en edad de siete años que tenía y no mas, declarado por su compañero en el imperio, y era de un natural tan extraño, que nadie jamás le vió reir. A este, luego que la nueva llegó, mataron tambien porque no quedase rastro de raza tan mala. En tiempo de san Jerónimo se leia una carta de Orígenes para el emperador Filipo; autores antigues y graves sienten que fué cristiano, y añaden que el pontífice Fabiano no le quiso recebir á los misterios sin que primero hiciese penitencia y satisfaccion de cierto pecado. Algunos asimismo sospechan que la iglesia romana se enriqueció con los tesoros de Filipo; pero sus malas costumbres dan muestra que mas fingió que cumplió el oficio de hombre cristiano. Otros reservan del todo esta loa á Constantino Magno, que fuese el primer emperador romano que conoció la majestad de Cristo, hijo de Dios. Decio, luego que se apoderó del imperio, que fué el año de nuestra salvacion de 250, persiguió cruelísimamente la religion cristiana por el odio que tenia, á lo que se entendió, contra Filipo. La verdad fué que Dios por aquel camino pretendia reformar las costum

bres y vida de los cristianos, y en particular de los eclesiásticos de muchas maueras estragada. En aquella persecucion padeció el mártir san Cristóbal, segun que lo refiere Niceforo. Destruian los getas ó godos, que algunos entienden ser lo mismo, las provincias de Mesia y de Tracia. Peleó Decio con ellos; venciólos en la primera batalla, mas en la segunda, por traicion de Treboniano Gallo, fué vencido y muerto junto con un hijo que tenia de su mismo nombre despues que gobernó el imperio por espacio de dos años. El traidor, conforme a lo que entonces se acostumbraba, se quedó con el imperio, y le tuvo por espacio de diez y ocho meses. Hizo asiento con los godos, en que se obligó de pagarles parias cada un año, cosa muy fea y que dió ocasion á los soldados para que le despreciaseu, y á Emiliano, su capitan, hombre de nacion africano, nacido en la Mauritania Tingitana, para que despues de vencidos los godos en una grande batalla que les dió en la Mesia, se apoderase del imperio y revol viese contra Gallo, su señor; por cuya muerte, que fué en cierto encuentro, se quedó Emíliano por señor de todo. Duróle poco el mando y la vida, solo por espacio de cuatro meses, sin hacer cosa que de contar sea, tanto que muchos no le ponen en el número y cuento de los emperadores romanos. Matáronle sus soldados luego que se supo la eleccion de Valeriano.

CAPITULO X.

De los emperadores Valeriano, Gallieno, Claudio y Aureliano. Licinio Valeriano era de edad de setenta años cuando en la Gallia las legiones y soldados le apellidaron por emperador contra Emiliano, el año de Cristo de 254. Subió á la cumbre y majestad no por otra causa, á lo que parece, sino para que la caida, como de lugar mas alto, fuese mas peligrosa y pesada. La vida larga es á las veces sujeta á desastres, y trueca la prosperidad del tiempo pasado en adversidad y desgracias. Tal fué el emperador Valeriano, ca el año seteno de su imperio en la guerra que emprendió contra los persas vino en poder de sus enemigos. Vivió en aquella miserable servidumbre por espacio de mas de un año. Su hijo Gallieno y compañero, ya nombrado en el imperio, de ninguna cosa menos cuidaba que de librar á su padre y volver por la majestad del imperio. Y á la verdad él se hallaba por una parte apretado de los persas, de los godos y de los alemanes, que andaban alterados y con las armas, y mucho mas por otra parte de treinta capitanes romanos, que con la revuelta de los tiempos en diversas partes se llamaban emperadores, miserable avenida de males. Relatar los nombres y hechos de todos estos seria cuento muy largo; pero entre los demás, Póstumo se apoderó de la Gallia, y para asegurarse, llamó en su so❤ corro á los francos, gente alemana, que es la primera mencion que dellos se halla en la historia romana. Acudió Lolliano por mandado de Gallieno al remedio, venció y mató al tirano; pero en premio de la victoria entró en su lugar, y se llamó emperador junto con su hijo del mismo nombre, por cuyas se tienen las declamaciones que andan impresas al fin de las Instituciones de Quintiliano. Otro, por nombe Tetrico, se apoderó de España, que asimismo acudió al favor de los alemanes. Entraron ellos en España por la Gallia, y como gente

feroz, por espacio de doce años como con fuego lo asolaron todo ; en los campos y en los poblados hicieron estragos extraordinarios. En las provincias de Oriente se alzó Odenato Palmerino, capitan muy esforzado; y muerto él en la demanda, Zenobia, su mujer, con mas valor que de hembra y no menor prudencia llevó adeJante lo comenzado por su marido, y se mantuvo hasta el tiempo del emperador Aureliano. Grande era el aprieto en que todo se hallaba. Por diversas piedras que en España se han hallado se entiende que la mujer del emperador Gallieno se llamó Cornelia Salonina, y la del emperador Decio Herennia. Gobernó por estos tiempos la Iglesia el pontífice Lucio, cuya epístola, dirigida á los obispos de España y de la Gallia, los exhorta que junten los concilios muchas veces. Declara la jurisdiccion que tienen los metropolitanos sobre las iglesias sufragáneas. Veda la conversacion y trato con los herejes, y anima á sufrir las calamidades de los tiempos, graves y largas. A Lucio sucedió Stefano, en cuyo tiempo los obispos de España, en un concilio que juntaron, privaron de sus iglesias á Marcial, obispo de Mérida, y á Basilides, obispo de Astorga, como á libelláticos que fueron, y en lugar de los dos eligieron á Félix y Sabino. Llamaban libelláticos á los que daban firmado de sus nombres que desamparaban la religion cristiana; ca á los que pasando adelante se ensuciaban con adorar y sacrificar á los ídolos llamaban sacrificatos, segun que se saca de las Epistolas de san Cipriano. Hizo Basilides recurso á Roma como á cabeza de la Iglesia, de donde proceden las leyes sagradas, y con cuya autoridad se revocan las sentencias dadas por los otros obispos contra razon. Absolvióle el papa Stefano, y mandó fuese restituido á su iglesia y dignidad. Ofendiéronse desto los obispos de España. Avisaron á san Cipriano, obispo de Cartago, de todo lo que pasaba con dos obispos, Félix y Sabino, que para esto le enviaron. Comunicó él este negocio con otros obispos de Africa, y tomada resolucion, respondió que los que desamparaban la fe no podian ser restituidos al grado que antes en la Iglesia tenian; que, impuéstales la penitencia y hecha la satisfaccion conforme á sus deméritos, podrian empero ser recebidos, mas sin volverles la honra y el oficio sacerdotal, segun que lo dejó establecido por decreto el papa Cornelio; que si el pontífice Stefano determinó otra cosa seria por haberle engañado como estaba tan léjos. Por esta causa Sixto II, sucesor de Stefano, parece que en una epístola enderezada á los obispos de España les amonesta que los decretos de los padres no se deben alterar, ni antes del entero conocimiento de la causa deponer á los obispos, principalmente sin dar parte al romano Pontífice, que con razon reponia lo atentado contra ella. Esta fué la diferencia que sucedió sobre este caso; el remate no se sabe mas de que todos estos tres pontífices fueron martirizados en la persecucion que comenzó Valeriano antes de su prision, dado que al principio se mostró bien afecto á la religion cristiana. Padeció otrosí en Roma el valeroso diácono san Laurencio, gloria de España. Fué natural de Huesca; sus padres, Orencio y Paciencia, que son al tanto tenidos por santos en aquella ciudad. Sixto II antes de ser papa vino en España á predicar el Evangelio, y á la vuelta llevó en su compañía á los dos diáconos Laurencio y Vincencio. Era Lauren

cio muy noble, pero mas señalado por la grande constancia de su ánimo, de que dió bastante muestra en los tormentos gravísimos que sufrió por no obedecer al tirano y hacer en todo lo que debia. En fin, dió la vida en la demanda el año de Cristo de 259 así él como el papa Sixto. Los que dicen que esto sucedió en el imperio de Decio van fuera de camino; y no menos los que por autoridad de Trebellio Pollion para concordar las opiniones sueñan no sé qué Decio César, nieto del emperador Valeriano, por cuya autoridad se hicieron estos martirios, van errados como gente menuda, y que sin examinar bien lo que dicen, escriben lo que les parece. En el mismo año padecieron en Tarragona por la verdad, Fructuoso, primer obispo de aquella ciudad, Augurio y Eulogio, diáconos. Eran cónsules en Roma Fusco y Baso; presidente en España, Emiliano, cuya hija, advertida y avisada por un soldado, vió juntamente con él las ánimas destos santos que volaban al cielo, segun que lo testifica Prudencio. Las reliquias destos mártires no se sabe por qué causa y en qué tiempo, pero es cierto que fueron llevadas á Italia, y cerca de la ciudad de Génova son veneradas con gran devocion en un monasterio de Benitos. En lugar del papa Sixto fué puesto el pontífice Dionisio el año luego siguiente. Algunos años adelante el emperador Gallieno tenia cercado dentro de Milan á Aureolo, que se habia alzado con la Esclavonia, y rompiendo por Italia estaba apoderado de aquella ciudad. Duró el cerco algun tiempo; los soldados, cansados de tantas guerras y con deseo de cosas nuevas, se conjuraron y dieron la muerte á su emperador Gallieno el año que se contaba de nuestra salvacion 269. Imperó por espacio de quince años. Mataron otrosí un su hermano menor, por nombre Valeriano, compañero suyo en el imperio. Estaba la república en esta vacante sin cabeza cuando Flavio Claudio, hombre principal y valeroso caudillo, se llamó emperador, que fué el año luego siguiente, en que, siendo cónsules el dicho emperador y Paterno, el pontífice Dionisio escribió una epístola á Severo, obispo de Córdoba; en ella le manda que á ejemplo de Roma reparta el pueblo por parroquias. Los principios del emperador Claudio fueron muy aventajados, ca deshizo y mató al tirauo Aureolo, sujetó con las armas á los godos y á los alemanes. Pero atajóle la muerte en sazon que trataba de ir en persona contra Tetrico, que poseia lo de España y lo de la Gallia, ó contra Zenobia la valerosa mujer de Odenato. Falleció, sin determinarse ni resolverse en esto, en Sirmio, ciudad de Hungría, de enfermedad que le sobrevino; tuvo el imperio un año, diez meses y quince dias. Fué tio mayor de Constancio, padre del gran Constantino, que es lo mismo que hermano de abuelo, porque el emperador Constancio fué hijo de Eutropio, de la noble alcuña de los Dardanos, y de una sobrina de Claudio, hija de Crispo, su hermano. Sabida la muerte de Claudio, el Senado nombró en su lugar á Quintiliano, su hermano, hombre de tan pequeño corazon, que tomó la muerte por sus manos diez y siete dias despues de su eleccion, parte por no sentirse con fuerzas para llevar tan gran carga, parte principalmente por la nueva que vino que las legiones de Claudio nombraron por emperador á Lucio Domicio Aureliano, persona de señaladas prendas y autoridad. Pudiera ser contado entre los mejores príncipes si no afeara sus proezas que hizo

cuando el nombre de Probo, que es lo mismo que bueno, no tuviera de sus padres, le pudiera ganar por sus costumbres y vida. Encargado del imperio, domó los alemanes, que corrian y asolaban la Gallia. Lo mismo hizo con los sármatas ó polonos, que habian rompido por lo de Esclavonia. A Narseo, rey de los persas, puso condiciones aventajadas para sí y de mucha reputacion. A los vándalos y á los godos, de los cuales grandes enjambres andaban haciendo mal y daño por las provincias del imperio, señaló para sosegallos campos en la Tra

en la guerra con la aspereza de su condicion y con el aborrecimiento que tuvo á la religion cristiana. Domó los de Dacia, á los cuales dió las dos Mesias para que poblasen; y todos los tiranos que estaban alzados en las provincias sujetó, parte por fuerza, parte por concierto. En particular hizo la guerra valerosamente contra la famosa Zenobia, y la prendió cerca de la ciudad de Palmira, que se le iba huyendo á los persas en camellos de posta, que llamaban dromedarios, cuya persona y presencia por su grande valor hizo que el triunfo con que entró en Roma fuese mas agradable y mas solem-cia en que poblasen. Tuvo dos competidores en el imne, porque todos los que la miraban se maravillaban que en el pecho de una mujer cupiese tan grande esfuerzo y valor nunca vencido por los males. Este triunfo con que el emperador Aureliano entró en Roma fué el postrero que á la manera antigua se vió en aquella ciudad. Poco tiempo reparó en Roma, ca resuelto de dar guerra á los persas, volvió al oriente, donde en lå Tracia, entre Heraclea y Bizancio, fué muerto por traicion de un su privado llamado Menesteo. Tuvo el imperio cuatro años, once meses y siete días. Hay quien diga que este emperador fundó en la Francia á Orliens, ciudad puesta sobre el rio Loire, y á Génova ó Ginebra, á la ribera del lago Lemano. Mas cierto es que en Girona, ciudad puesta á los confines de España y de Francia, martirizaron á Narciso despues que predicó á las gentes de los Alpes, y con él un diácono llamado Félix. Pero no es csle mártir el con quien aquella ciudad tiene particular devocion, sino otro del mismo nombre muerto en otro tiempo; esto se advierte para que nadie se engañe por la semejanza del nombre. El año antes deste en que vamos fué en Roma martirizado el santo papa Félix. Sucedióle Eutiquiano, cuya carta á Juan y á los demás obispos de la Bética ó Andalucía tiene por data el consulado de Aureliano y Marcellino, es á saber, el año de Cristo de 276. Trata de propósito en ella de la santa Encarnacion del Hijo de Dios contra ciertos herejes, que con nuevas opiniones en España pretendian manchar y poner dolo en la sinceridad de la religion católica y cristiana.

CAPITULO XI.

De algunos otros emperadores.

Una contienda muy nueva se siguió despues de la muerte de Aureliano y un extraordinario comedimiento. El ejército pretendia que el Senado nombrase sucesor y emperador; los padres remitian este cuidado á los soldados; en demandas y respuestas se pasaron seis meses; al cabo dellos el Senado, vencido de la modestia del ejército, nombró por emperador á Claudio Tácito, hombre de muchas partes, pero muy viejo, ca era de sesenta y ocho años; así le duró poco la vida y el mando, solos seis meses y veinte dias. Falleció en Tarso, ciudad de Cilicia. Por su muerte, Floriano, su hermano, que allí se hallaba, se llamó emperador, de que se arrepintió muy presto, porque á cabo de tres meses de su voluntad se hizo romper las venas y se desangró y murió. Parecióle que sus fuerzas eran muy flacas para contrastar á las legiones de Oriente, que habian nombrado por emperador á Marco Aurelio Probo, aunque esclavon de nacion, persona aventajada en la cosas del gobierno y de las armas; de virtud tan conocida, que

es

perio: el uno llamado Saturnino, que mataron en Egipto sus mismos soldados por miedo ó en gracia del verdadero emperador; al otro que se llamaba Bonoso, venció él mismo en batalla cerca del rio Rin, y vencido, le puso en tanto aprieto, que él mismo se ahorcó. Para ganar las voluntades de las provincias, entre otras cosas que hizo, revocó y dió por ninguno el edicto de Domiciano, en que vedaba á los de la Gallia y de España el plantar viñas de nuevo. Grandes eran las muestras que en todo daba de buen Emperador, cuando en la Esclavonia fué muerto por sus mismos soldados en un motin que levantaron, en sazon que se apercebia para revolver contra los persas, que de nuevo andaban alborotados. Tuvo el imperio cinco años y cuatro meses. La severidad que guardaba en la disciplina militar le hizo odioso y porque se dejó decir que, sosegados los enemigos, en adelante no tendria necesidad de soldados. Entró en su lugar por voluntad y voto del mismo ejército Marco Aurelio Caro el año del Señor de 282; unos le hacen esclavon, otros natural de la Gallia; sus cartas muestran que fué romano. Dos hijos que tenia, á saber, Carino y Numeriano, nombró luego por sus compañeros en el imperio. Al primero dejó encargado el gobierno de la Gallia y de la España; para hacer guer. ra á los persas llevó consigo á Numeriano. Este en Antioquía la de Orontes, como pretendiese entrar en la iglesia de los cristianos, ó por curiosidad, ca era dado á todas las artes liberales, ó con propósito de burlarse de nuestras cosas, y el obispo, por nombre Babilas, no se lo consintiese, que fué hazaña sin duda heróica, por el mismo caso le mandó matar y martirizar. Hecho esto, pasaron adelante, concluyeron la guerra de los persas á su voluntad; la cual acabada, el emperador Caro fué muerto de un rayo á la ribera del rio Tigris al principio del segundo año de su imperio. No le fué mejor á Numeriano, su hijo; antes Arrio Apro, su suegro, sin consideracion del deudo por el deseo insaciable que tenia de hacerse emperador, le hizo matar dentro de una litera en que iba por tener los ojos malos. Alteróse el ejército con aquella traicion tan fea; nombraron por emperador á Diocleciano, persona de grandes partes; él sin dilacion tomó venganza de Apro, metióle por el cuerpo la espada, díjole al tiempo que le heria: «Alégrate, Apro, la diestra del grande Eneas te mata. » Carino, sin embargo de lo que hicieron los soldados, pretendia apoderarse por derecho de herencia de todo el imperio; pero vencióle en batalla y dióle la muerte Diocleciano. Por este tiempo gobernaba la España citerior un prefecto llamado Marco Aurelio, como se entiende por las letras de algunas piedras que se conservan en España, de donde asimismo se saca que los emperadores, no solo usaban de los títulos de tribunos, pontífices,

cónsules, sino que tambien se llamaban procónsules. En comprobacion desto se pondrá aquí una letra de una piedra que hasta hoy dia está en la plaza pública y mercado de Monviedro, con estas palabras vueltas en castellano:

AL EMPERADOR MARCO AURELIO CARINO NOBILÍSIMO, CÉSAR PIADOSO, DICHOSO, INVICTO, AUGUSTO, PONTÍFICE MAX., TRIBUNO, PADRE DE LA PATRIA, CÓNSUL, PROCÓNSUL.

Y aun esta costumbre se entiende que se usaba los tiempos pasados, de que es bastante prueba el letrero de la rotunda de Roma que da el mismo título á los emperadores Septimio Severo y Antonino Pio. Demás desto, los gobernadores romanos, como se comenzó á hacer desde el tiempo del emperador Antonino el Filósofo, se continuarou á llamar cómites ó condes, así bien en España como en las demás provincias. A los mismos, acabado el tiempo de su gobierno, en tanto que llegaba el sucesor, los llamaban legados cesáreos; y en el uno y en el otro tiempo se halla que usaban de título y nombre de presides ó presidentes.

CAPITULO XII.

De los emperadores Diocleciano y Maximiano.

tierra los templos de los cristianos, quemar los libros sagrados, que los cristianos fuesen tenidos por infames y incapaces de las honras y oficios públicos; añadióse despues desto que diesen la muerte á los presidentes de las iglesias. Grande fué este aprieto, cruelísima carnicería, en que murieron en Roma el pontífice Cayo y su hermano Gabino con una su hija por nombre Susanna. En Sevilla fueron acusadas y muertas las santas vírgenes Justa y Rufina como quebrantadoras de la religion, por haber derribado por tierra la estatua de la diosa Salambona, que era lo mismo que Vénus. En Tánger de la Mauritania martirizaron á Marcello Centurion, natural de Leon de España; lo que le achacaron fué que por amor de la religion cristiana renunciara el cíngulo, que era la insignia de soldado. Agricolao, prefecto del pretorio, fué el que le sentenció á muerte, cuyo nombre se lee, no solo en nuestras historias, sino tambien en los Códices de Teodosio y Justiniano. Grande y señalado fué este santo mártir, así por lo que él padeció como por doce hijos que tuvo, de quien se dice padecieron muerte todos por la verdad, bien que no en un mismo tiempo ni lugar. Quién pone en este cuento de los hijos del mártir Marcello á Claudio, á Lupercio, á Victoriano, á Emeterio, á Celedonio, á Servando, á Germano, a Ascisclo y tambien á Victoria, todos mártires bienaventurados; quién añade á los santos Fausto, Januario, Marcial. Demás desto, se entiende que santa Marina padeció por este tiempo en Galicia, no léjos de la ciudad de Orense, donde está su santo cuerpo en un templo de su nombre, ocho millas de aquella ciudad. Todos estos y otros muchos santos padecieron en Espa

La provincia de Esclavonia engendró á Diocleciano de padres libertinos, que es lo mismo que de casta de esclavos; y sin embargo, le dió por emperador á Roma, señora del mundo, el año de nuestra salvacion de 284. Púdose por su valor y hazañas comparar con los príncipes mas aventajados del mundo si no afeara su imperio y ensuciara sus manos con tanta sangre como der-ña por estos tiempos antes que el impio y cruel Daciano

ramó de cristianos, con que quedó su nombre odioso perpetuamente. El año segundo de su imperio declaró por su compañero á Maximiano Hercúleo; y para acudir á todas partes poco despues nombró por césares á Galerio Maximino y á Constancio Cloro. A Galerio dieron por mujer una hija de Diocleciano, llamada VaJeria; Constancio por su mandado repudió á Elena, hija de un rey de Bretaña ó Ingalaterra, madre del gran Constantino, para casar, como lo hizo, con Teodora, antenada de Maximiano. Repartieron las provincias de tal manera, que Diocleciano en Egipto, Maximiano en Africa, Constancio en Bretaña, apaciguaron los movimientos y alteraciones de aquellas gentes; los sucesos y trances fueron varios, los remates prósperos. A Galerio enviaron contra los persas, donde porque no se gober'nó bien, Diocleciano en Mesopotamia, do le vino á ver, le hizo ir corriendo delante de su coche por espacio de una milla, que fué afrenta y castigo notable. Pero como despues volviese con la victoria, le salió á recebir con acompañamiento y pompa muy semejante á triunfo. Es así, que el castigo y el premio, el miedo y la esperanza son las dos pesas con que se gobierna el reloj de la vida humana; el miedo no da lugar á la corbadía; la industria y la diligencia son hijas de la esperanza. El año doceno de su imperio movió guerra muy cruel contra los cristianos, y vuelto á Roma despues de las empresas sobredi chas, ocho años adelante apretó grandemente y embraveció con nuevos y muy crueles edictos, que fué el año de Cristo de 303, en que fueron cónsules Diocleciano la octava vez, y Maximiano la setena, segun que lo refiere san Agustin. En aquellos edictos se mandaba echar por

viniese á ella enviado por Diocleciano, su señor, á derramar tanta sangre como derramó de cristianos. Este, con gran furor y rabia, comenzando de los Pirineos, atravesó toda esta provincia por lo ancho y por lo largo de levante á poniente, y de mediodía á septentrion. Parece que Daciano fué presidente de toda España por un mojon de términos que está entre las ciudades Beja y Ebora cerca de una aldea llamada Oreola con estas palabras en latin:

A NUESTROS SEÑORES, ETERNOS, EMPERADORES CAYO AURELIO VALERIO JOVIO DIOCLECIANO Y MARCO AURELIO VALERIO HERCÓLEO PIADIOSOS, FELICES Y SIEMPRE AUGUSTOS, TÉRMINO ENTRE LOS PACENCES Y LOS EBORENSES, POR MANDADO DE PUBLIO DACIANO, V. P. PREsidente de las ESPAÑAS, DE SU DEIDAD Y MAJESTAD DEVOTÍSIMO.

En el cuento de los santos mártires que hizo morir Daciano los primeros fueron Félix y Cucufato, nacidos en Africa, pero que con deseo de adelantar las cosas del cristianismo eran venidos á España. Félix fué martirizado en Girona, Cucufato en Barcelona, donde padeció tambien santa Eulalia, virgen, diferente de otra que del mismo nombre fué muerta en Mérida. En Zaragoza dió la muerte á santa Engracia; Prudencio la llama Encratis; desde lo postrero de la Lusitania pasaba á RuiseIlon á verse con su esposo; pero antes que allí llegas le halló mejor y mas aventajado. Padecieron con ella diez y ocho personas que la acompañaban, fuera de otra muchedumbre innumerable de aquellos ciudadanos que por la misma causa dieron las vidas, y por el cuchillo pasaron á las coronas y gloria. Sus cuerpos, porque no viniesen á poder de los cristianos y no los honrasen,

y

de España; clara muestra de su grande piedad y religion.

CAPITULO XII.

En qué parte de España está Elbora.

quemaron junto con los de otros facinerosos. Pero las cenizas de los santos se apartaron de las otras por virtud de Dios, y juntadas entre sí, las llamaron masa cándida ó masa blanca. Prudencio refiere que sucedió lo mismo á las cenizas de trecientos mártires que fueron muertos en Africa y echados en cal viva el mismo dia que padeció san Cipriano, y que los llamaron masa cándida. Echaron otrosí mano y prendieron al santo viejo Valerio, obispo de Zaragoza, y al valeroso diácono Vincencio; y presos los enviaron á Valencia para que allí se conociese de su causa. Pensaban que los trabajos del camino ó el tiempo serian parte para que mudasen parecer. Pasaron grandes trances; últimamente, Valerio fué condenado en destierro, en que pasó lo demás de la vida en los montes cercanos á las corrientes del rio Cinga. Por ventura tuvieron respeto á su larga edad para no ponelle en mayores tormentos. Con Vincencio procuraron que mudase parecer y entregase los libros sagrados, que era ser traidor, que así llamaban los cristianos á los que los entregaban, de la palabra latina traditor, que significa traidor y entregador. Pero como no se doblegase ni viniese en hacer lo uno ni lo otro, emplearon en él todos los tormentos de hierro y de fuego que supieron inventar, con que al fin le quitaron la vida. Su sagrado cuerpo por miedo de los moros, que todo lo asolaban y profanaban, fué los años adelante llevado al promontorio Sagrado, que por esta causa se llama hoy cabo de San Vicente, de donde últimamente en tiempo del rey don Alonso, primero deste nombre primer rey de Portugal, por su mandado le trasladaron á Lisbona, ciudad la mas principal de aquel reino, segun que en su lugar se relatará mas por menudo. En Alcalá de Henáres padecieron los santos Justo y Pastor, tan pequeños, que apenas habian salido de la edad de la infancia. Maláronlos en el campo loable, en que el tiempo adelante en su nombre edificaron un sumptuoso templo, ilustre al presente por los muchos y muy doctos ministros y prebendados que tiene. Sus cuerpos en el tiempo que las armas de los moros volaban por toda España se llevaron á diversos lugares, hasta que últimamente, el año de nuestra salvacion de 1568 el rey don Felipe II de las Españas, de Huesca, do estaban, los hizo volver á Alcalá y poner en el mismo lugar en que derramaron su bendita sangre. Pasó la crueldad adelante; porque llegado Daciano á Toledo, prendió å la vírgen Leocadia, la cual, por miedo de los tormentos y el mal olor de la cárcel, junto con la pena que recibió con la nueva que vino poco despues del martirio de santa Olalla, la de Mérida, y de Julia, su compañera, rindió su pura alma á Dios. El oficio mozárabe la llama confesora, el romano mártir; en que no hay mucho que reparar, porque antiguamente lo mismo significaban y eran confesores que mártires. Los monjes benitos de San Gislen, cerca de Mons á Henao, mostraban el sagrado cuerpo de santa Leocadia; si de la española ó de otra del mismo nombre algunos los años pasados lo pusieron en disputa; pero ya no hay que tratar desto, por que se hallaron muy claros argumentos y muy antiguos de la verdad cuando, al mismo tiempo que escribiamos esta historia, de aquel destierro con increible concurso y aplauso de gentes que acudieron de todas partes á la fiesta, á 26 de abril el año de 1587 fué restituida á su patria por diligencia y autoridad del rey don Felipe II

Partio Daciano de Toledo, y en un pueblo llamado Elbora hizo sus diligencias y pesquisa para si en él se hallaba algun cristiano. Presentaron delante dél un mancebo llamado Vincencio; reprehendióle ásperamente el Presidente; pero como tuviese recio en su creencia y no aflojase punto en su constancia, le hizo poner en la cárcel, de do se huyó á la ciudad de Avila, y allí derramó la sangre junto con dos hermanas suyas, Sabina y Cristeta, que le persuadieron que huyese, y en la huida le acompañaron. Hasta aquí todos concuerdan. Lo que tiene dificultad es qué pueblo fuese Elbora, en qué parte de España, qué nombre al presente tiene, si destruido, si en pié, si léjos de Toledo, si cerca; que son todas cuestiones tratadas con grande porfía y contienda entre personas muy eruditas y diligentes. Los portugueses hacen á san Vicente su natural, nacido en Ebora, ciudad en aquel reino muy conocida por su antigüedad, lustre y nobleza. Otros van por diferente camino, ca ponen Elbora en los pueblos Carpetanos, que al presente son el reino de Toledo; y aun en particular señalan que es la villa de Talavera; pueblo no menos conocido y muy principal en aquellas partes. Por los portugueses hace la semejanza de los nombres Elbora y Ebora; la tradicion de padres á hijos que así lo publica; los rastros de la antigüedad, es á saber, la piedra. en que san Vicente puso sus piés con la huella que á la manera que si fuera de cera dejó en ella impresa; las casas de sus padres, que en aquella ciudad se muestran y tienen en gran reverencia; que si estos son flacos argumentos, neguémoslo todo, quememos las historias, alteremos las devociones de los pueblos y atropellemos todo lo al antes que trocar el parécer que tenemos. Estas son las razones que hay por esta parte, muy claras y de grande fuerza, ¿quién lo negará? Quién no lo echará de ver? Pero por la parte contraria hace la vecindad que hay entre Toledo de donde partió el Presidente, y Talavera donde los mártires fueron hallados, y Avila hasta donde él mismo los siguió y les hizo dar la muerte. Porque ¿quién podrá pensar que el presidente de España desde Ebora la de Portugal viniese en persona en seguimiento de un mozo y de dos doncellas? O¿cómo se puede entender que para ir á Mérida, cabeza entonces de la Lusitania, primero pasase á Ebora, que está tan fuera de camino y mas de cien millas adelante? Pero todo el progreso del camino que hizo Daciano y los lugares por que anduvo se entienden mejor por la historia de la vida y muerte de santa Leocadia, como está en los libros eclesiásticos muy antiguos, escrita por Braulio, obispo de Zaragoza, segun que muchos lo sienten; la cual no ponemos aquí á la larga por evitar prolijidad. Basta decir en breve lo que en ella se relata á larga, que Daciano de la Gallia por Cataluña y Zaragoza llegó á Alcalá y á Toledo, desde allí pasó á Elbora y á Avila, do el dicho san Vicente fué martirizado. Dirá alguno que está bien, pero que ¿cómo se podrá fundar que Talavera se llamó en otro tiempo Elbora? Respondo que muchas legendas de breviarios lò dicen

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