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cias, mandaron que no se usase la palabra homousion ó consubstancial. La tercera, que anda vulgarmente, compuso un Marco, obispo de Aretusa, hombre arriano. Hallóse en este Concilio, como en los pasados, Osio, obispo de Córdoba. Dícese que aprobó aquellas fórmu→ las de fe, y por esta causa pusó mácula en su fama y en sus venerables canas. Parece le doblegó el miedo de los tormentos con que le amenazaban los arrianos, y que estimó en mas de lo que fuera justo los pocos años de vida que por ser muy viejo le quedaban. Demás desto por mandado de Constancio, que iba de camino para Roma, se juntó un Concilio en Milan; en él pretendian que Atanasio, que andaba desterrado de nuevo despues de la muerte de Constante, fuese por los obispos condenado. Sintieron esto Paulino, obispo de Tréveris, Dionisio, obispo de Milan, Eusebio, obispo de Vercellis, Lucifero, obispo de Caller, en Cerdeña. Concertáronse entre sí, y como eran tan católicos, desbarataron aquel conciliábulo; mas fueron ellos entonces desterrados de sus iglesias, y poco despues en Roma el mismo Constancio echó de aquella ciudad al santo papa Liberio, y puso en su lugar otro, por nombre Félix. Demás desto, á instancia del mismo Emperador se juntaron en Arimino, ciudad de la Romaña, sobre cuatrocientos prelados. Fué este Concilio muy infame, porque en él, engañados los obispos católicos por dos obispos arrianos, Valente y Ursacio, hombres astutos, de malas mañas, y que tenian gran cabida con Constancio, decretaron, á ejemplo del concilio Sirmiense, que en adelante nadie usase de aquella palabra homousion, ni 'dijese que el Hijo es consubstancial al Padre. El color que se tomó fué que con esto se acabarian y sosegarian las diferencias que ocasionaba aquella palabra, sin que por esto se apartasen del sentido y doctrina de la verdad. Descubrióse luego la trama, porque los arrianos no quisieron venir en que aquella su secta fuese anatematizada. Sintieron los católicos el engaño; y todo el mundo gimió de verse de repente hecho arriano, que son las mismas palabras de san Jerónimo. Juntáronse poco despues ciento y sesenta y seis obispos en Seleucia, ciudad de Isauria, y quitada solamente la palabra homousion, decretaron que todo lo demás del concilio Niceno se guardase y estuviese en pié. Todos eran medios para contentar á los herejes, traza que nunca sale bien. Volvamos á nuestro Osio, del cual escriben que, vuelto á España despues de tantos trabajos, supo que Potamio, obispo de Lisboa, era arriano; dió en perseguirle. Mandole el Emperador por esta causa ir á Italia á dar razon de sí al mismo tiempo que los engaños del concilio Ariminense se tramaban, á los cuales dicen dió consentimiento, ó de miedo, ó por estar caduco. Tornó á España, donde, porque Gregorio, obispo de Illiberris, le descomulgó, le denunció y hizo parecer en Córdoba delante Clementino, vicario. Tratábase el pleito, y Osio apretaba á su contrario, cuando en presencia del juez de repente se le torció la boca y sin sentido cayó en tierra. Tomáronle los suyos en brazos, y llevado á su casa, en breve rindió el alma sin arrepentimiento de su pecado; miserable ejemplo de la flaqueza humana, de los truecos y mudanzas del mundo. Bien sé que algunos modernos tienen este cuento por falso y tachan el testimonio de Marcellino, presbítero, de quien san Isidoro en los Varones ilustres tomó lo que queda dicho;

pero á mí mucha fuerza me hace lo que dice san Hilario de Osio, que amó demasiadamente su sepulcro, esto es, su vida, para entender que al fin della se mostró flaco; y sin embargo, cada uno podrá sentir lo que le pareciere en esta parte y excusar si quisiere á este gran varon. Grandes eran los trabajos en esta sazon, grande la turbacion de la Iglesia. Las cosas del imperio no estaban en mucho mejor estado; en particular los alema❤ nes habian rompido por Francia, y con las armas traian muy alterada aquélla provincia. Era el Emperador, demás de otras faltas que tenia, naturalmente sospechoso, daba orejas y entrada á malsines, grande peste de las casas reales; por esta causa los años pasados en el oriente diera la muerte á su primo Gallo; y sin embargo, para acudir á la guerra de los persas y para sosegar lo de la Gallia sacó á Juliano, hermano de Gallo, de un monasterio en que estaba, nombróle por césar, y para mas asegurarse dél, casóle con su hermana Elena. Despachóle para la Gallia, y él se apercibió para hacerla guerra á los persas. En este tiempo Atanasio, por miedo que no le matasen, se ausentó de nuevo, y estuvo escondido hasta la muerte del emperador Constancio, que sucedió en esta manera. Fué la guerra de los persas desgraciada, y tuvo algunos reveses, con que el Emperador quedó disgustado. A la misma sazon los soldados de la Gallia, muy pagados del ingenio de Juliano, le saludaron dentro de Paris por emperador. Sintió esto mucho Constancio; determinó ir contra él; pero atajóle la muerte, que le sobrevino en Antioquía, donde se hizo bautizar á la manera de los arrianos por haber hasta entonces dilatado el bautismo, 6 por ventura se rebautizó, cosa que tambien acostumbraban los arrianos. Hecho esto, falleció á 3 de noviembre, año del Señor de 261. Tuvo el imperio veinte y cinco años, cinco meses y cinco dias. En España por este tiempo ciertos pajes al anochecer metieron lumbre, diciendo: «Venzamos, venzamos», de donde se puede sospechar ha quedado en España la costumbre de saludarse cuando de noche traen luz. Hallóse allí un romano; entendió que aquellas palabras de los pajes querian decir otra cosa; puso mano á la espada, y degolló al huésped y á toda su familia, que fué caso notable, referido por Amiano Marcellino, sin señalar otras circunstancias. Fueron deste tiempo Clemente Prudencio, natural de Calahorra, de la milicia y del oficio de abogado, en que se ejercitó mas mozo, con la edad poeta muy señalado, y famoso por los sagrados versos en que cantó con mucha elegancia los loores de los santos mártires. Hay quien diga, es á saber Máximo, que el padre de Prudencio fué de Zaragoza, y su madre de Calahorra, que pudo ser la causa por que en sus himnos á la una ciudad y á la otra la llama nostra, si bien él era natural de Zaragoza, como este misino autor y otros mas modernos así lo sienten, y debe ser lo mas cierto. Juvenco, presbítero español y mas viejo que Prudencio, escribia en versos heróicos la vida y obras de Cristo. Paciano, obispo de Barcelona, ejercitaba el estilo contra los novacianos, cuyo hijo fué Dextro, aquel á quien san Jerónimo dedicó el libro de los escritores eclesiásticos. Un cronicon anda en nombre de Dextro, no se sabe si verdadero, si impuesto; buenas cosas tiene,' otras desdicen.

CAPITULO XVIII.

De los emperadores Juliano y Joviano.

un brasero que le dejaron encendido donde dormia, y el aposento, que estaba blanqueado de nuevo, que fueron dos daños. Tenia edad de cuarenta años; imperó siete meses y veinte y dos dias. Hizo una ley en que puso pena de muerte al que intentase agraviar á alguna vírgen consagrada á Dios, aunque fuese con color de matrimonio y de casarse con ella.

CAPITULO XIX.

De los emperadores Valentiniano y Valente.

En lugar de Joviano sucedió Flavio Valentiniano, húngaro de nacion; su padre se llamó Graciano. Ejercitóse en oficio de cabestrero, pero por sus fuerzas y prudencia pasó por todos los grados de la milicia á ser prefecto del pretorio. Eligiéronle los soldados por emperador. Fué muy aficionado á la religion cristiana, como lo mostró en tiempo del emperador Juliano, cuando por no consentir en dejar la ley de Cristo y haber dado en su presencia una bofetada á un sacristan gentil porque le roció con el agua lustral de los ídolos, dejó el cíngulo, que era tanto como renunciar el oficio y honra de soldado. Nombró luego que le eligieron por su compañero en el oriente á Valente, su hermano, y él se partió para Italia, donde con celo de la religion sosegó la ciudad de Roma que estaba alborotada sobre la eleccion del pontífice. Fué así que, muerto el papa Liberio, los

No dejó el emperador Constancio hijo alguno; por esto al que perseguia en vida nombró en su testamento por su sucesor, que fué á Juliano, su primo, varon de aventajadas partes y erudicion, y que se pudiera comparar con los mejores emperadores si hasta el fin de la vida se mantuviera en la verdadera religion y no se dejara pervertir de Libanio, su maestro; de que vino á tanto daño, que desamparó la religion cristiana, y comunmente le llamaron apóstata. Luego que se encargó del imperio, para granjear las voluntades de todos, les dió libertad de vivir como quisiesen y seguir la religion que á cada cual mas agradase. Alzó el destierro á los católicos, excepto á Atanasio, al cual, porque despues de la muerte de Constancio volvió á su iglesia, mandó prender, y para escapar le forzó á esconderse de nuevo. A los judíos dió licencia para reedificar el templo de Jerusalem; comenzóse la obra con grande fervor, pero al abrir de las zanjas salió tal fuego, que les forzó á desistir y alzar mano de aquella empresa. A los gentilles permitió acudir á los templos de los dioses, que estaban cerrados desde el tiempo del gran Constantino, y hacer en ellos sus sacrificios y ceremonias. Aborrecia de corazoná los cristianos; pero acordó de hacelles la guerra mas con maña que con fuerza, ca mandó no fuesen admitidos á las honras y magistrados; que sus hi-votos de los electores no se concertaron; algunos arrejos no pudiesen aprender ni fuesen enseñados en las escuelas de los griegos, que fué ocasion para despertar los ingenios de muchos cristianos á escribir obras muy elegantes en prosa y en verso, en especial á los dos Apollinarios, padre é hijo, personas muy eruditas. Conforme á estos principios fué el fin deste Emperador. Emprendió la guerra contra los persas; sucedióle bien al principio, mas pasó tan adelante, que todo su ejército estuvo á punto de perderse, yél mismo fué muerto, quién dice con una saeta arrojada á caso por los suyos ó por los contrarios, quién que el mártir Mercurio le hirió con una lanza que decian á la sazon se halló en su sepulcro bañada en sangre. Lo cierto es que murió por voluntad de Dios, que quiso desta manera vengar, librar y alegrar á los cristianos. Vivió treinta y dos años; imperó un año, siete meses y veinte y siete dias. Con la muerte de Juliano, todo el ejército acudió con el imperio á Flavio Joviano, hombre de aventajadas partes en todo. No quiso aceptar al principio; decia que era cristiano, y por tanto no le era lícito ser emperador de los que no lo eran; pero como quier que todos á una voz confesasen ser cristianos, condecendió con ellos. Recebido el imperio, hizo asiento con los persas, si no aventajado, á lo menos necesario para librar á sí y á su ejército, que se hallaba en grande apretura por la locura de Juliano. Restituyó á los cristianos las honras y dignidades que solian tener, á las iglesias sus rentas; alzó el destierro á Atanasio y á los demás católicos que andaban fuera de sus casas. Con esto una nueva luz resplandecia en el mundo, sosegadas las tempestades, y todo se encaminaba á mucho bien; felicidad de que no merecieron los hombres por sus pecados gozar mucho tiempo, porque yendo á Roma, en los confines de Galacia y de Bitinia murió aliogado. La ocasion fué

batadamente y con pasion nombraron en lugar del difunto á Ursino; pero la mayor parte y mas sana eligió á Dámaso, español de nacion. Quién dice fué natural de Egita, que hoy se llama Guimaranes en Portugal, puesta entre Duero y Miño, quién de Tarragona, quién de Madrid. Lo cierto es que fué español y persona de grandes partes. Con esta division se encendió tan grande alboroto, que, como lo cuenta Amiano Marcellino, historiador gentil y de aquel tiempo, en solo un dia dentro de la iglesia de Sicinino fueron muertos ciento y treinta y siete hombres; y aun el mismo autor reprehende á los pontífices romanos de que andaban en coches, y sus convites sobrepujaban los de los reyes. Sosegóse pues esta tempestad con que el Emperador envió á Ursino á Nápoles para ser allá obispo. Pero no desistió de su mal intento la parcialidad contraria, antes acusaron á Dámaso de adulterio y le forzaron á juntar concilio de obispos para descargarse y defender su inocencia. Dió otrosí por ninguno el concilio Ariminense como juntado sin voluntad y aprobacion del pontifice romano. Depuso á Auxencio, obispo de Milan, por ser arriano. Ordenó que en los templos se cantasen los salmos de David á coros, y por remate el verso Gloria Patri. Demás desto, que al principio de la misa se dijese la confesion. Edificó en Roma dos templos, el uno de San Lorenzo, el otro el de los apóstoles San Pedro y San Pabló á las catacumbas en la via Ardeatina, en que hizo sepultar á su madre y hermana. Tuvo mucha amistad con san Jerónimo, á quien semejaba mucho en los estudios y erudicion. Escribió una obra copiosa y elegante de las vidas de los pontífices romanos hasta su tiempo. Las vidas que hoy andan de los pontífices en nombre de Dámaso son una recopilacion de aquella obra, por lo demás indignas de varon tan erudito y grave. Las provincias no estaban sosegadas, ca en el oriente un deudo de Juliano, llamado Procopio

Honorio Teodosio, español y natural de Itálica, del linaje del emperador Trajano. Habia sosegado este caballero ciertos movimientos de Africa, y por esto mereció ser maestro de la caballería; recibió el santo bautismo al fin de su vida. No bastan las fuerzas humanas para contrastar á la voluntad de Dios; fué así, que este notable varon de su mujer Termancia dejó dos hijos, al gran Teodosio y Honorio. A la misına sazon rompieron por las provincias del imperio grandes gentes de godos, y por caudillos suyos Fridigerno y Atanarico. Nació discordia entre los dos, como suele acontecer entre los que tienen igual mando; con esto Valente se pudo aprovechar de la una parte y romperlos en una batalla que les dió. A los demás que seguían á Atanarico, tomado asiento con ellos, dió la Mesia en que poblasen, con condicion que se bautizasen. Hiciéronlo; mas conforme á la manera de los arrianos por el mismo tiempo que Ulfila, obispo de aquellas gentes, inventó la letra gótica, diferente de la latina, y tradujo en lengua de los godos los libros de la divina Escritura. No bastó esta confederacion ni la victoria ya dicha para que no se alterasen de nuevo, como gente brava y acostumbrada á las armas; metiéronse por la Tracia adelante, acudió contra ellos Valente, vinieron á batalla cerca de la ciudad de Adrianópoli; en ella los romanos fucron vencidos, y el Emperador muerto dentro de una choza donde se retiró. No se quiso rendir, pusiéronle fuego con que le quemaron vivo, que fué manera y género de muerte mas grave que la misma muerte. Sucedió esto cuatro años despues que falleció su hermano el emperador Valentiniano. No dejó Valente hijo alguno que le sucediese. Tenia bien merecido este desastre por lo mucho que persiguió á los católicos y porque con loco atrevimiento no quiso esperar á su sobrino Graciano que venia en su socorro. El caudillo destos godos era Fridigerno, que, despues de vencido, se rehiciera de gentes con deseo de vengar á sí y á los suyos de las injurias y daños pasados.

tomó nombre de emperador, y con esto alteró las voluntades de muchos. Acudió. Valente contra él, vencióle en batalla en lo de Frigia, y como al caido todos le faltan, su misma gente le entregó al vencedor. Al mismo tiempo Valentiniano hacia prósperamente la guerra á los alemanes y á los sajones, que es la primera vez que dellos se halla mencion en la historia romana. Demás desto, adelante revolvió contra los godos y los echó de la Tracia, á los persas de la Suria; enfrenó á los escoceses, que hacian entradas por la isla de Bretaña, y á los sármatas, que corrian las Panonias. Hizo todas estas guerras, parte por sí mismo, parte por sus capitanes. Fué notable emperador, si no ensuciara su fama con casarse en vida de Severa, su primera mujer, con una doncella suya llamada Justina; y lo que fué peor, que hizo una ley que permitià á todos casar con dos mujeres y tenellas. Demás desto, dió libertad, segun lo refiere Marcellino, para que cada cual siguiese la religion que quisiese. Falleció en Bregecion, pueblo de Alemaña, do estaba ocupado en hacer guerra á los cuados. Tuvo el imperio once años, ocho meses y veinte y dos dias. Cayó su muerte á 17 de noviembre año de 375. Dejó dos hijos: á Graciano, de Severa, y á Valentiniano, de Justina. En esta sazon Valente en el Oriente trabajaba á los católicos de todas maneras. Dominica, su mujer, y Eudoxo, obispo de Constantinopla, que le bautizó á la manera de los arrianos, le sacaban de seso en tanto grado, que en la ciudad de Edesa estuvo determinado de hacer entrar los soldados en el templo de los católicos, para desbaratar las juntas que allí hacian á celebrar los oficios divinos; pero apartóle deste propósito Modesto, gobernador de aquella ciudad, ca le avisó que á la fama de lo que se decía mas gente que de lo ordinario estaba junta en el templo con tanta resolucion de padecer la muerte en la demanda, que hasta una mujer, aun no bien vestida por la priesa, llevaba de la mano á un niño hijo suyo para que ni ella ni él faltasen en aquella ocasion de dar la vida y la sangre por la religion católica. Desistió con esto Valente de aquel su intentó, desterró muchos sacerdotes, y entre los demás á Eusebio, obispo de Cesárea, la de Capadocia, tan conocido por su valor y constancia como el de Cesárea de Palestina por su erudicion y escritos. Al de Capadocia sucedió en aquel obispado el gran Basilio, que tuvo harto que hacer con Valente. Todo esto sucedió los años pasados. Jamblico, maestro que fué de Proclo, tenia cabida con el emperador Valente. Este le enseño cierta manera para escudriñar y saber el nombre del que le habia de suceder en el imperio, cosa que el Emperador mucho deseaba. La traza era que escribian en el suelo todas las letras del alfabeto y abecé, y en cada letra ponian un grano de trigo; soltaban un gallo, y mientras qué el adivino barbotaba no sé que palabras, las letras primeras de que el gallo tomaba los granos entendian que significaban lo que pretendian saber. Llamábase esta adevinacion por el gallo. Usaban otrosí en lugar del gallo que uno, tapados los ojos, con un puntero tocase las letras para el mismo efecto, que era todo vanidad y locura. Salieron pues con aquella traza estas letras Theod, de que tomó ocasion el emperador Valente de perseguir y matar á todos aquellos cuyos nombres comenzaban por aquellas letras, como á los Theodatos, Theodoros y Theodulos. Entre los demás fué muerto

CAPITULO XX.

De los emperadores Graciano, Valentiniano y Teodosio. Antes que el emperador Valentiniano falleciese tenia señalado por césar á su hijo Graciano, y en su muerte le dejó por su heredero y sucesor, lo cual se efectuó sin contradiccion alguna. Solamente el ejército quiso que Flavio Valentiniano, su hermano, fuese su compañero en el imperio, y así se hizo, sin embargo que era de muy poca edad. Con la victoria contra Valente quedaron los godos tan insolentes y altivos, que todo el Oriente estaba en condicion de perderse. Para enfrenallos era necesario buscar algun caudillo, persona señalada en valor y prudencia. Tal era Teodosio, que despues de la muerte de su padre, retirado residia en Itálica, su patria, en lo postrero de España. De allí, luego que fué llamado y se encargó de aquella empresa, reprimió la avilanteza de los godos y abajó su orgullo, que habia pasado tan adelante, que pusieron cerco á la misma ciudad de Constantinopla, cabeza entonces del mundo; en fin, los acosó de manera, que á instancia de los mismos tomó con ellos asiento y les dió tierras en que morasen. Para seguridad de lo concertado le entregaron á Atanarico, hijo y adelante sucesor de Fridigerno, para

agradecido, les señaló del público. Por el mismo tiempo España se alteraba en lo que tocaba á la religion, á causa que Priscilliano avivaba las centellas que quedaron de los gnósticos, desde el tiempo que Marco, dicípulo de Basilides, como se tocó en su lugar, sembró en ella aquella mala semilla. Era Priscilliano hombre poderoso y noble, gallego de nacion; tenia muy buenas partes, velaba, sufria hambre y sed, pero tenia otros vicios con que todo lo afeaba; era soberbio

que estuviese en rehenes. Grande fué la honra que con esto ganó Teodosio, grande el contento del emperador Graciano; parecióle que en premio de aquel trabajo y para mas asegurar las cosas de levante debia nombrar á Teodosio, como lo hizo, por tercer emperador, persona además de su valor y prendas en que no tuvo par, muy religiosa, como se ve por la ley que estableció siendo Graciano la quinta vez y Teodosio la primera cónsules; por la cual mandó que todos siguiesen la fe de Dámaso, pontífice romano, y de Pedro, obispo de Alejandría..y inquieto, y las letras humanas que tenia le hacian

Tres años adelante, que fué el año de Cristo de 383, en que fueron cónsules Merobaude la segunda vez y Saturnino la primera, nombró Teodosio, á 16 de enero, por su compañero en el imperio á Arcadio, su hijo mayor. Avino que Anfiloquio, obispo de Iconia en Licaonia, entró á visitar al emperador Teodosio. Tenia á su lado asentado á su hijo y compañero en el imperio; el Obispo de propósito hizo la mesura y reverencia debida á Teodosio, y no hizo caso de Arcadio. Preguntado la causa de aquel desacato ó descuido, respondió: «No te maravilles, oh Emperador, pues tú haces lo mismo con Dios, que permites á los arrianos menosprecien á su Hijo.» Celebróse otrosí á la misma sazon un concilio en Constantinopla, que entre los generales es el segundo; en él Teodosio por las facciones del rostro conoció á Melecio, obispo de Antioquía, sin haberle jamás visto, solo porque en sueños le vió como que le ponia la corona en la cabeza. Estaba la ciudad de Constantinopla alterada y sin obispo, á causa que Gregorio Nacianceno por la mala voluntad que algunos le tenian dejara de su voluntad aquella iglesia. Dió el Emperador órden que Nectario, que era senador y aun no bautizado, fuese elegido en obispo de aquella ciudad. Demás desto, condenaron en aquel Concilio todas las herejías, y en particular la de Macedonio, que fué obispo de Constantinopla, y sentia mal del Espíritu Santo diciendo que era' criatura. El pontifice Dámaso aprobó todas las acciones y decretos deste Concilio, en especial el símbolo de la fe, en que expresamente, segun que lo hallo testifica do en el concilio Forojuliense, declararon que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. Este símbolo mandó Dámaso que en la misa se cantase en lugar del Niceno, que falleció el año siguiente despues que se celebró el dicho Concilio. Pusieron en su lugar á Siricio; Próspero le llama Ursino, ca debió entender que el que pretendió el pontificado en competencia de Dámaso los años pasados, le sucedió despues de muerto. Estaban levantadas la Gallia y la España á causa que Clemente Máximo, español de nacion, despues de haberse llamado emperador en Bretaña, se apoderó de aquellas provincias. Partió contra él el emperador Graciano, vinieron á las manos cerca de Paris, quedó la victoria por el tirano, y Graciano cerca de Leon, donde se retiró despues de la rota, fué muerto por engaño de Andragacio. Imperó siete años, nueve meses y nueve dias despues de la muerte de su padre. No dejó hijo alguno, y fué el primero de los emperadores romanos que no quiso aceptar la estola pontifical, que, como á pontífice de la supersticion romana, le ofrecian conforme á lo que entonces se usaba. Leta, mujer de Graciano, y Pisamena, su suegra, vivieron en Roina basta que aquella ciudad fué destruida en estado de reinas, que sustentaban con las rentas que el emperador Teodosio, como hombre

atrevido. Con estas y con otras mañas atrajo á su partido á dos obispos, cuyos nombres eran Instancio y Salviano. Hízoles rostro Idacio, obispo de Mérida, á persuasion de Agidino, obispo asimismo de Córdoba. Con la aspereza destos y de otros semejantes se encanceró la llaga, que si se tratara con mas blandura, por ventura se pudiera sanar. Procedióse al último remedio, que fué citar á los herejes para que en una junta de obispos, que se tuvo en Zaragoza, fuesen oidos y diesen razon de sí. No comparecieron el dia señalado; por esta rebeldía los obispos Instancio y Salviano, y mas Elpidio y Priscilliano, que eran seglares, fueron descomulgados y con ellos Agidino, obispo de Córdoba, que de enemigo de repente se pasara á su parte. Dieron cuidado de notificar esta sentencia á Itacio, obispo sosubense, como se lee en Severo Sulpicio, pero ha de decir osonobense, que es de Estombar en Portugal. San Isidoro solo dice que era obispo de las Españas, y Sigiberto que de Lanego. Lo que hace al caso, que era hombre colérico y hablador, reprehendia á los que ayunaban y se daban á la leccion de la sagrada Escritura. Este Itacio y el sobredicho Idacio alcanzaron del emperador Graciano, que á la sazon era vivo, un edicto y provision en que mandaba que aquellos herejes fuesen echados de los templos y de las ciudades. Instancio y Salviano, y con ellos Priscilliano, que ya con el favor de sus parciales era obispo de Avila, acudieron á Roma á dar razon de sí, pero, llegados allá, no pudieron alcanzar audiencia del poutífice Damaso. Dieron vuelta á Milan, do hallaron el emperador Graciano. No los quiso tampoco oir Ambrosio, que todos se ofendian y espantaban con la novedad de aquella doctrina. Con todo esto no desmayaron, antes sobornaron con dineros á Macedonio, maestro de los oficios, y con su favor alcanzaron de Graciano revocacion de la primera provision y que las iglesias fuesen vueltas á Priscilliano y á Instaucio, que Salviano era muerto en Roma. Con esto volvieron á España tan arrogantes, que pusieron demanda á Itacio y le acusaron de sedicioso. Mandóle prender el vicario Volvencio, pero él hizo recurso á Francia; dende como Gregorio, prefecto del Pretorio, no le hiciese buena acogida, pasó á Tréveris para valerse de Clemente Máximo, que se nombraba emperador; con que hizo tanto, que el negocio de nuevo se cometió á un concilio de obispos, que por su mandado se juntaron en Burdeos. Parecieron Priscilliano y Instaucio; por sentencia de los obispos fué Instancio depuesto, Priscilliano apeló á Máximo, fuéle otorgada la apelacion; por donde la causa de los herejes se devolvió á juicio de seglares, que fué cosa muy nueva. Tratóse el pleito en Tréveris, y á instancia de Itacio Priscilliano fué convencido de hechicero y que con color de religion de noche hacia juntas torpes de hombres y mujeres, por donde fué condenado y

muerto, y juntamente con él Felicísimo y Armenio, y tambien Latroniano, el cual se cuenta entre los poetas de aquel tiempo. Instancio, que consintió la sentencia de los obispos, fué desterrado á una isla mas arriba de Ingalaterra. Reclamaba á todo esto san Martin, obispo turonense, que acudió en persona á estos daños; decia que los herejes no debian ser muertos principalmente á instancia de los obispos, benignidad que debia ser á propósito de aquel tiempo, pero que la experiencia y mavor conocimiento de las cosas ha declarado seria perjudicial para el nuestro. Muerto Priscilliano, no se sosegó aquel mal; trajeron los cuerpos de los justiciados á España, y aun sus dicípulos los honraban como si fueran mártires; tenian por el juramento mas grave el que bacian por el nombre de Priscilliano. Por el contrario, Itacio y Idacio (Isidoro dice Ursacio en lugar de Idacio) fueron acusados por lo que habian hecho, y condenados en destierro. Los herejes, demás de la torpeza de su vida, confundian las personas divinas, apartaban los matrimonios, tenian por ilícito el comer carne, decian que las almas procedian de la divina esencia, y por siete cielos y ciertos ángeles bajaban como por gradas á la pelea desta vida, y daban en poder del príncipe de las tinieblas, fabricador del mundo. Sujetaban los hombres al hado y á las estrellas, y enseñaban que sobre los miembros del cuerpo tienen dominio los doce signos del Zodiaco, Aries sobre la cabeza, Taurus sobre la cerviz, Géminis sobre el pecho, y así de los demás. Gobernaba la Iglesia despues de Dámaso el papa Siricio; escribió una epístola á Himerio, obispo de Tarragona, en razon y respuesta de muchas cosas que le habian preguntado acerca del bautismo, del matrimonio, de las vírgenes y varones consagrados á Dios, de las sagradas órdenes. Manda la comunique con los obispos de la provincia Cartaginense, de la Bética y de Galicia. Tiene por data los cónsules Arcadio y Bauton, que fué el año de 385. Debió esta carta de ser estimada en mucho, pues en el concilio Toledano primero sin nombrarla usan de sus mismas palabras; y Isidoro expresamente hace della mencion en los Varones ilustres en Siricio. El año quinto despues de la eleccion del papa Siricio, Teodosio y Máximo cerca de Aquileya vinieron á las manos. Perdió el tirano la jornada, y poco despues fué preso y muerto. Con esto Valentiniano el Menor, que de miedo habia huido á levante, volvió á restituirse en el imperio de occidente. El principio desta guerra fué muy bueno, y así les ayudó Dios, porque siendo cónsules Teodosio la segunda vez y Cinegio la primera, á 14 de junio, en Stobis, ciudad de Macedonia, establecieron por ley que los herejes no pudiesen hacer juntas ni celebrar los misterios y la comunion fuera de la iglesia, y á 27 de agosto el mismo año puntualmente, que fué el de 388, se ganó aquella tan señalada y tan importante victoria. En todo esto el emperador Teodosio se mostró muy religioso; pero usó de grande crueldad con la ciudad de Tesalónica, donde porque en cierto alboroto los del pueblo mataron á Buterico, caudillo de gentes de guerra, y otros criados del Emperador, en castigo hizo matar seis mil hombres de aquella gento. Supo esto Ambrosio, obispo de Milan, do á la sazon se hallaba Teodosio; cerróle las puertas de la iglesia, descomulgóle, y reprehendióle severamente de lo hecho; mostróle el camino de aplacar á

Dios, que era la penitencia; sufriólo todo Teodosio, no con menor ánimo que con el que Ambrosio lo hizo. Volvióse á su casa, y á cabo de algunos meses, á persuasion de su privado Rufino, determinó de tornar á probar si le recibirian en la iglesia, por ser á la sazon la fiesta de Navidad. Acudió Ambrosio á las puertas, recibióle con palabras no menos ásperas que antes; sin embargo, vista su humildad, sus lágrimas y paciencia, en fin le dejó entrar con sacarle por condicion que ordenase una ley en que estableciese que ninguna sentencia de muerte se ejecutase antes de pasados treinta dias despues que fuese pronunciada. Ordenóle asimismo que cuando se sintiese sañudo, no hablase palabra alguna antes de pronunciar por su órden todas las letras del alfabeto ó abecé griego, todo á propósito que la ira con la tardanza perdiese sus aceros, y prevaleciese la razon. Fueron de grande momento estos avisos, por lo que poco adelante sucedió en Antioquía. Impusieron los del Emperador ciertos tributos en aquella ciudad extraordinarios y graves. Alteróse el pueblo grandemente; emplearon su rabia contra una estatua de la emperatriz Placilla, que arrastraron por las calles. Sintió este desacato Teodosio, como era razon, así por ser muerta aquella señora su mujer como por haber sido tan buena y tan santa, que en los hospitales daba por sus manos á comer á los enfermos, y solia traer á la memoria á su marido lo que habia sido y lo que era para que no se ensoberbeciese ni se descuidase. Por todas estas causas castigara aquella insolencia gravísimamente, si no ayudara para amansar el pecho del Emperador la prevencion de Ambrosio, junto con los embajadores que vinieron de parte de aquella ciudad, y al tiempo que el Emperador comia hicieron que ciertos niños cantasen una cancion á propósito en tono lloroso, con que le saltaron las lágrimas y se movió á compasion. Despues desto, el emperador Teodosio dió de Italia vuelta á levante; con su ausencia Arbogastes tuvo comodidad de hacer ahogar en Viena, la de Francia, al mozo emperador Valentiniano. No paró en esto el daño; antes Eugenio, de maestro de gramática que habia sido, con ayuda del dicho Arbogastes se llamó emperador el año 392, burla grande y escarnio, pero que puso en en balanzas el imperio y majestad, y aun en tanto cuidado á Teodosio, que hizo recurso á los varones santos del yermo para que le encomendasen á Dios. Juan, que era uno dellos, le prometió por sus cartas la victoria, y juntamente le avisó que no volveria de Italia. Parlióse pues con sus gentes en busca del enemigo, que no se descuidaba. A las haldas de los Alpes se juntaron los ejércitos contrarios; dióse la batalla, que fué muy herida y señalada; levantóse de repente un torbellino de vientos y lluvia, truenos y relámpagos, que daban á los enemigos de cara, de guisa que no podian pelear, como lo cantó Claudiano, poeta de aquel tiempo muy famoso, si pagano, si fiel no se sabe, lo mas cierto es que no fué cristiano. Mucho tambien ayudaron veinte mil godos, que despues de la muerte de Atanarico, su caudillo, que falleció en Constantinopla, por no tener cabeza ganaban sueldo del imperio. Quedó con esto el campo por Teodosio con grande estrago de los contrarios. A Eugenio despues de la batalla mataron los suyos, que al traidor todos le faltan. Arbogastes tomó la muerte por sus manos. Dióse esta batalla á 17 de se

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