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le fué forzoso dar la vuelta á España y én ella tomar asiento con Constancio. Las condiciones del concierto fueron que entregase á Placidia, mujer que fué de Ataulfo, que por voluntad del Emperador, su hermano, estaba prometida al dicho Constancio; y que los godos hiciesen la guerra en España á las otras naciones bárbaras en pro del imperio romano para que todo lo que se ganase quedase por suyo, y ellos se contentasen con lo que en las haldas de la Gallia y de España antes poseian. Hízose esta paz el año de 418, segun que lo refiere Paulo Orosio, presbítero tarraconense, muy conocido por su erudicion y por la amistad que tuvo con los santos Augustino y Jerónimo. Prosiguio este autor la historia de las cosas romanas y hizo fin en el año luego siguiente despues deste, en que fueron cónsules Flavio Monaxio y Flavio Plinta. A Constancio demás de casalle con Placidia hizo Honorio su compañero en el imperio. A Walia dió graciosamente y añadió el señorío de la Guiena en premio de la guerra que hizo y de haber sujetado, como se concertó, las gentes bárbaras. Es la Guiena un pedazo principal de la Gallia, que tiene por aledaños por la una parte los montes Pirineos y por la otra el rio Garona. Las ciudades mas principales son Tolosa dentro en la tierra, y junto al mar Océano la ciudad de Burdeos. La guerra entre los godos y las otras naciones se hizo y pasó en esta manera. Desde la Celtiberia hasta do llegó Constancio con cuidado de acudir á las cosas de España, los godos, tomado que hobieron el cargo de la nueva guerra, acometieron á los alanos, feroces por el buen suceso que tuvieron poco antes, tanto, que no contentos con las primeras tierras y términos, aspiraban al imperio de toda España. Mataron en una batalla á su rey Atace con otros muchos, y forzaron á los demás que escaparon, que dejada la Lusitania se pasasen á Galicia, do mezclados con los suevos perdieron el nombre de su gente y reino. Algunos sospechan que Alanquer, pueblo en tierra de Lisboa, y otro que se llama Alanin, en los montes de Sevilla, tomaron estos nombres de los alanos, porque Alanquer antiguamente se dijo Jerabrica. La conjetura que hay para decir esto es sola la semejanza de los nombres, ni cierta ni del todo vana. Con el mismo ímpetu desta guerra fueron maltratados los silingos y domados en una batalla que se dió cerca de Tarifa. Quedaron con esto tan oprimidos, que les pusieron por gobernadores personas de la nacion de los godos. Escarmentados con esto los vándalos y los suevos, con retencion de lo que tenian, se sujetaron á los romanos, en cuyo nombre se hacia la guerra, aunque con las armas, trabajo y peligro de los godos. Pretendian los suevos otrosí ganar sueldo de los romanos; ellos no quisieron venir en ello porque no les quedase con las armas poder de alborotarse. Walia, habiendo en breve concluido tan grande guerra y dejando á España sujeta y sosegada, como volviese á la Gallia, falleció de su enfermedad año de 419. Reinó solos tres años, en el cual tiempo acabó cosas tales y tan grandes, que ilustró grandemente su nombre y el de su nacion, adcmás de la Guiena que, como queda dicho, le dieron do nuevo en premio de sus hazañas.

necesidad de desamparar la Bética y hacer recurso á Galicia para que, juntando sus fuerzas con las de los suevos, reprimiesen el atrevimiento de los alanos y recobrasen sus asientos, de que los habian echado. Dieron los alanos la vuelta contra los celtiberos y la Carpetania; ganaron de los romanos muchos pueblos y ciudades. Los godos eso mismo, el año siguiente despues que asentaron en Francia, pasaron en España, donde con su llegada y ayuda Atalo usurpó el nombre de emperador, título vano y dañoso, pues poco despues, falto de consejo y fuerzas, como procurase huir por la mar, fué preso por Constancio, que con gruesas armadas poseia aquellas riberas. Envióle & Honorio; por su mandado le cortaron el pulgar y el dedo segundo, y fué llevado en destierro á la isla de Lipara. Ataulfo, rey de los godos, ó por su natural condicion cansado de tantas guerras, ó por el nuevo parentesco que con el Emperador tenia, aficionado á los romanos, se inclinaba á dejar las armas y concertarse. Llevaba su gente esto mal por ser feroces y bravos. Acordaron de conjurarse contra él y darle la muerte, como lo hicieron en Barcelona, do tenia hecho su asiento. Ejecutó este caso tan atroz un hombrecillo llamado Vernulfo, de pequeña estatura, pero muy atrevido y muy privado del Rey. Este, como hallase buena ocasion, con la espada desnuda le atravesó por el costado. Olimpiodoro, uno de los autores de la Biblioteca de Focio, le llama Dobio, y dice que dió la muerte á Ataulfo en venganza de la que él antes habia dado á su amo. El letrero de la sepultura deste rey, cuya parte hoy se ve en Barcelona, da á entender que seis hijos de Ataulfo perecieron juntamente con él; al cual letrero cuánta fe se haya de dar otros lo podrán juzgar; á nos parece mas moderno que conforme á la antigüedad de aquellos tiempos. Añade Olimpiodoro que un niño llamado Teodosio, que tuvo Ataulfo en Placidia y murió en su primera edad, estaba sepultado en un oratorio cerca de Barcelona en una caja de plata; demás desto, que á otros hijos de Ataulfo, habidos del primer matrimonio, mató Sigerico, sucesor suyo, sacándolos de las faldas y regazo del obispo Sigesaro; últimamente, que Placidia con otros cautivos fué forzada á ir corriendo por largo espacio; que tales son las mudanzas de las cosas y los reveses del mundo. En lugar pues de Ataulfo pusieron á Sigerico por voto de la nacion, por ser persona de industria y de esfuerzo conocido en guerra y en paz. Fuera desto, era alto de cuerpo y de buena aparencia, dado que de una caida de un caballo renqueaba de la una pierna. Este, como quier que siguiese las pisadas de Ataulfo en lo que era inclinarse á la paz, dentro del primer año de su reinado murió tambien á manos y por conjuracion de los suyos. Sucedióle Walia, hombre inquieto y belicoso. Deste escriben que al principio de su reinado con una armada que juntó quiso pasar en Africa, sea perdida la esperanza de sustentarse en España por el espanto que Constancio de una parte y las naciones bárbaras de otra le causaban, sca por el deseo que él mismo tenia de apoderarse de la Mauritania, provincia en aquellos tiempos sujeta y moviente de España, sea por cualquiera otra ocasion. Lo que sucedió es que con la fuerza de una tempestad deshecha que le sobrevino en lo mas angosto del Estrecho se desrotó toda la armada de tal suerte, que

CAPITULO III.

Del reino de Teodoredo.

Despues de la muerte de Walia sucedieron dos cosas de mucha incomodidad. La primera que el emperador Constancio, sosegadas la España y la Gallia y vuelto á Italia, murió en Ravena año de nuestra salvacion de 421. Dejó de su mujer Placidia un hijo de pequeña edad, llamado Valentiniano; su tio el Emperador procuró se criase como quien le habia de suceder en el imperio. La otra cosa fué que las naciones bárbaras comenzaron á levantarse en España y á recobrar la jurisdiccion y autoridad que antes tenian; principalmente los vándalos, cuyo esfuerzo entre las demás naciones era muy conocido y singular, con su rey Gunderico pensaban apoderarse de toda España. Con este intento acometieron á los suevos; las causas no se saben, solo consta que los forzaron á recogerse á los montes Ervasos, con. fiados mas en la fortaleza de los lugares que en su valentía. Algunos piensan que estos montes son los que en este tiempo se llaman Arvas, puestos entre Leon y Oviedo, conocidos por un antiguo monasterio que allí hay; y aun dicen que son los mismos que Ptolemeo llama Narbasos. Retirados en estos montes, cualesquiera que hayan sido, los suevos, como nunca quisiesen pelear con el enemigo, los vándalos, perdida la esperanza de alcanzar victoria, en una armada que juntaron pasaron á las islas Mallorca y Menorca y las pusieron á fuego y á sangre. Desde allí dieron la vuelta á tierra firme; echaron por tierra á Cartagena, que poco antes babia sido quitada á los alanos y volviera al señorío de los romanos. Sucedió esto seiscientos años despues que los cartagineses la fundaron para que fuese en España asiento y fortaleza del imperio cartaginés. Despues de esta destruicion se redujo á caserías; mas en el tiempo adelante, por la comodidad del buen puerto de que goza, se tornó á habitar. En nuestra era apenas hay en ella seiscientos vecinos. Lo que mas hace al caso es entender que desde aquel tiempo los privilegios de la ciudad de Cartagena, que llamaban Cartago la Nueva, se pasaron á Toledo, como lo testifica un antiguo escritor de las cosas de España; y algunos lo entienden de la dignidad del metropolitano cartaginés, otros de la audiencia en que se administraba á los pueblos la justicia, que dicen antes estaba en Cartagena, y desde allí se pasó á Toledo. Las razones por una y otra parte no son concluyentes. Quedará el juicio libre al letor para resolverse por lo que en otros hallare. A mí mas me parece que lo que se trasladó fué la autoridad eclesiástica y la dignidad de metropolitano. Gunderico, rey de los vándalos, destruida Cartagena, acometió á los silingos, que seguian el partido de los romanos. Dió la tala á los campos, y apoderándose por fuerza de Sevilla, que estaba en poder desta gente, y puéstola á saco, como pretendiese con sobrado atrevimiento saquear el templo de San Vicente, que en aquella ciudad en riquezas y religion era muy notable, fué muerto en la misma puerta del temp'o; castigo muy justo de Dios en venganza de aquel desacato cometido contra la religion. Sucedióle Genserico, su hermano bastardo; otros le llaman Guntaris. Todas estas cosas acontecieron dentro del mismo año que murió el emperador Constancio. Ea el mismo tiempo Jovino y Máximo se llamaron em

peradores en España. Estas nuevas alteraciones forzaron al emperador Honorio á hacer nuevas levas de gentes y con ellas enviar á Castino, un excelente capitan, así contra los tiranos, que se intitulaban emperadores, como contra los vándalos. Jovino y Máximo, porque tenian pocas fuerzas y se confiaban mas en la revuelta de los tiempos que en otra cosa, en breve fueron presos y muertos. La empresa contra los vándalos era mas dudosa. Así Castino, desconfiado de sus fuerzas, llamó á España al conde Bonifacio, persona por lo mucho que sabia de la guerra y de la paz, no menos conocida que por la amistad que tuvo con san Agustin. Hizo pues que viniese desde Africa, donde era gobernador; llegado, nació entre los dos discordia, como es ordinario entre los que son iguales en poder, con extremo peligro y daño, así de España como de las cosas romanas. Volvióse Bonifacio á Africa. Castino, privado de aquella ayuda, sin hacer cosa que de contar sea contra los vándalos, fué forzado á volverse á Italia el año de 423, en que el emperador Honorio pasó desta vida á 15 dias del mes de agosto. Tuvo el imperio veinte y ocho años, once meses y diez dias. Señalóse, así en la constancia de la religion como por la caida é infelicidad del imperio, que sucedió en su tiempo. Su cuerpo enterraron en la iglesia de San Pedro en el Vaticano. En su lugar sucedió Valentiniano el Tercero, hijo que era de Constancio, y á la sazon niño de pequeña edad y de fuerzas no bastantes para llevar tan gran carga. Con esta ocasion Flavio Joan intentó de apoderarse del imperio y de despojar dél á Valentiniano. Sucedieron diferentes trances, y por conclusion, pasados dos años, le vencieron los leales y mataron en batalla. Gobernaba la república en nombre de su hijo la emperatriz Placidia. Tenia con ella grande autoridad y cabida Aecio, capitan de mucho nombre. Bonifacio, el que gobernaba á Africa, envidioso y celoso desta privanza y con deseo, parte de satisfacerse, parte de mirar por sí, concertó con Genserice, rey de los vándalos, que de España pasase en Africa. Pretendia de mantenerse en el gobierno de Africa con las fuerzas destos bárbaros, y entregalles en recompensa del trabajo una parte de aquella provincia, segun que de comun acuerdo la señalaron. En tanta manera la peste de la ambicion ciega á los hombres, que ni el amor de la república, ni la lealtad que debia, ni el celo de la religion, á que singularmente era aficionado, fueron parte para enfrenar á un hombre, por lo demás tan señalado en bondad, para que no ejecutase su mal propósito y saña. Genserico, con acuerdo de los suyos, resuelto en no dejar aquella ocasion de apoderarse del imperio de Africa, partió mano de la esperanza que se le presentaba de apoderarse de toda España; y desamparando la Bética ó Andalucía, pasó allende el mar con ochenta mil combatientes, que fué el año de 427, en que fueron cónsules en Roma Hierio y Ardaburio. Los silingos se quedaron en España, en especial en aquella parte de la Bética donde está Sevilla, que fué el principio, por contarse ellos entre los vándalos y estar mezclados con ellos, que en el tiempo adelante el nombre antiguo de la Bética se mudase en el de Vandalosía, y al presente de Andalucía, si bien los aledaños destas provincias Bética y Andalucía no se corresponden puntualmente. Los vándalos en Africa al principio juntaron sus fuerzas con Bonifacio, con que su

jetaron gran parte de aquella provincia; despues, por discordias que resultaron, que tal es la naturaleza del mandar, no sufre compañía, por no contentarse los vándalos con la parte de Africa que les señalaron y anhelar á cosas mayores conforme á la condicion de los hombres, llegaron á rompimiento. Pusieron cerco sobre Bona, do Bonifacio estaba y tambien san Agustin, obispo de aquella ciudad, bien conocido por su doctrina y santidad, que murió en aquel cerco. Hobo diversos encuentros, y finalmente los bárbaros forzaron aquella ciudad, mataron á Bonifacio, y con tanto se apoderaron de casi todo lo demás de Africa. Iban inficionados de la herejía arriana, puede ser que á causa de la comunicacion que en España tuvieron con los godos; de donde las iglesias africanas por esta ocasion padecieron grandes y largas miserias. Hombres sin número fueron muertos por la constancia y defensa de la verdadera y católica religion. Entre estos Arcadio, Probo, Pascasio y Eutiquio, que seguian la casa y corte de Genserico. Demás destos á un mozo llamado Paulillo, hermano de Pascasio y Eutiquio, vendieron por esclavo, con intento que la molestia del servicio bajo en que se empleaba le haria mudar de parecer. Fucron estos mártires de nacion españoles, y por cuanto se puede entender de Próspero sufrieron la muerte el año de 437. Con la partida de los vándalos el poder de los suevos comenzó á poner espanto á toda España. Tenian por rey á Hermenerico; y este muerto de una larga enfermedad año de 440, y de su reinado treinta y dos, Requila, su hijo, mozo de ingenio encendido y bravo, siguiendo las pisadas de su padre, cerca del rio Jenil se encontró con Ardeboto, enviado por el Emperador á España, vencióle en batalla y le mató. De la presa quedó rico de oro y plata y proveido para sufrir los gastos de la guerra. Despues desta victoria se enseñoreó de la Bética, en que domó los silingos y se apoderó de Sevilla, ciudad en aquel tiempo ni de la anchura ni hermosura que antiguamente tenia y ahora tiene, por causa de los daños que las guerras suelen acarrear. Tras esto dió la vuelta hácia la Lusitania, tomó á Mérida, con que lo restante de los alanos quedó del todo oprimido y llano. Para que los suevos se animasen y aventajasen en tanto grado, ayudó mucho hallarse á la sazon la tierra sin defensa, á causa que Sebastian, general que era de los romanos, se habia partido de España para acudir á las cosas de Africa, do murió á manos de los vándalos, segun que lo refiere Paulo, diácono. Con esto los suevos pasaron adelante, sujetaron la Carpetania, que es el reino de Toledo, y la provincia Cartaginense, si bien en breve se concertaron con los romanos y les tornaron estas dos provincias. Falleció Requila el año de nuestra salvacion de 448. Dejó por sucesor á su hijo Recciario; este fué el primero de los reyes suevos que recibió la fe de Cristo y fundó en España entre los suyos la verdadera religion. Esto cuanto á los suevos. Los godos con su rey Teodoredo, que fué pariente de Walia y su sucesor, poseian en España muy poca tierra, solamente lo que al presente es Cataluña; en la Gallia florecian en riquezas y gloria militar. Por esto, quebrada la confederacion que tenian puesta con los romanos y por estar acostumbrados á sembrar y trabar unas guerras de otras, comenzaron á poner espanto á todos. Los muchos hijos de Teodoredo aumen

taron su poder, que eran seis, es á saber: Turismundo, Teodorico, Eurico, Friderico, Riccinero, Himerico, y dos hijas; la una casó con Hunerico, vándalo, hijo de Genserico, hombre impío y cruel, que maltrató de muchas maneras á los católicos en Africa, y á su mujer, cortadas las narices, envió á su padre sin ocasion bas→ tante, solo por una sospecha liviana y falsa que le dió, que intentaba de darle veneno y yerbas. La otra casó con Recciario, rey de los suevos en España. Habian por este tiempo entrado en la Gallia los hunnos con su caudillo Atila, que vulgarmente llamaron Azote de Dios; y esto, movidos con el deseo de ensanchar el señorío ó inducidos por los romanos para enfrenar el poder yatrevimiento de los godos, ó lo que es mas verisímil, á persuasion de Genserico, vándalo, que temia las armas de los godos y la venganza de la maldad cometida contrą su mujer, como está dicho. La gente de los hunnos dicen algunos que tenia su asiento dentro de los montes Rifeos. Marcellino los pone cerca del Océano y sobre la laguna Meotide. Eran hombres de aspecto feroz, en trato y comida groseros, tanto, que ni de fuego ni de guisados solian usar, sino de raíces y de carnes calentadas entre sus muslos; algunas veces sustentaban la vida con la sangre de sus caballos, ca les abrian para esto las venas y los sangraban. Dicese que en tiempo de Valente lo primero echaron los godos de sus antiguos asientos; despues, destruida la Armenia y otras provincias del oriente, se apoderaron de la una y de la otra Panonia y las quitaron á los godos; y como hicieron entradas en la Gallia y otros lugares comarcanos, dejaron por todas partes rastros de su natural fiereza. Al presente, con intento que llevaban de apoderarse de toda la Gallia, destruyeron, quemaron y asolaron la ciudad nobilísima de Rems, en que degollaron entre otros á Nicasio, obispo de aquella ciudad, varon tan santo, que cantaba con las postreras voces y medio muerto los himnos sagrados. Despues desto pusieron cerco sobre Orliens, cosa que forzó á los godos, á los francos y á los romanos á tratar de hacelles rostro. Para esto bicieron liga entre sí, y juntadas sus fuerzas, acudieron contra el comun enemigo. Teodoredo, rey de los godos, por miedo que aquel fuego no prendiese en la Guiena, fué el primero que con las armas acometió el peligro y forzó al enemigo que, alzado el cerco, se retirase á los campos Catalaunicos, que otros llamau Maroquios ó Mauricios, y están cercanos á Tolosa. Acudió Aecio, por Valentiniano, hecho maestro de la milicia, que era tanto como general. Los francos asimismo acudieron con su rey y caudillo Meroveo. Luego que las unas y las otras gentes estuvieron juntas ordenaron sus haces á guisa de pelear. Dióse á Teodoredo el gobierno de la mano derecha ; Aecio estuvo á la izquierda junto con los francos. Sanguibano, rey de los alanos, de aquellos que tenian su asiento en aquella parte de la Gallia do está Orliens fueron puestos en medio por no fiarse dellos y para que no pudiesen hacer traicion. Por el contrario Atila repartió sus huestes en esta forma. Puso á los reyes y á las demás naciones á los dos lados con gran número de gente extendida por aquellos anchisimos campos. Los ostrogodos, como los que entre los demás se señalaban en esfuerzo y valentía, se pusieron en el lado izquierdo contra los visogodos. El mismo Atila y los hunnos estuvieron en el escuadron de en medio

y cuerpo de la batalla. Eran hombres de vista espantosa y mas morenos y tostados que los demás. El lugar era cuesta abajo; parecia que los que primero se apoderasen de un collado que se empinaba allí cerca mejorarian mucho su partido. Los unos y los otros fueron allá con el mismo intento, pero previnieron los romanos. Atila, visto que por este inconveniente sus soldados se turbaron y temian de entrar en la pelea, les habló, segun se dice, en esta manera: «A los vencedores del mundo, domadores de las gentes no conviene encender y animar con palabras, ni aun á los cobardes dará esfuerzo este mi razonamiento. Los valientes soldados, cuales vos sois, se recrean y deleitan en la pelea, y el salir con la victoria les es cosa muy ordinaria y familiar. ¿Estáis por ventura olvidados de las Panonias, Mesias, Germanias, Gallias, sujetas y vencidas por vuestro esfuerzo y los escondrijos de la laguna Meotis, en que entraron vuestras armas? Armãos pues del ánimo que á vencedores conviene. Pudistes, sin poneros á trabajo, gozar del fruto de las victorias ganadas; mas por no poder vuestros animosos corazones sufrir la ociosidad, fuistes los primeros á mover la guerra. Esta muestra de mayor esfuerzo os sirva al presente de estímulo y aguijon. En este dia por vuestra valentía se conquistará el imperio del mundo. ¿Podrá por ventura, oh inclitos soldados, aquel ejército juntado con toda diligencia de la avenida de varias gentes y aquella canalla sufrir vuestra vista, ojos y manos? Por la poca confianza que de su esfuerzo hacian intentaron mejorarse de lugar. Diréis que tienen en su ayuda á los visogodos, gente brava. Poco les importa ese socorro si vienen á vuestras manos. Que los romanos delicados y afeminados con los deleites, como cortados los nervios, sin que ninguno les laga fuerza, volverán las espaldas. Acordãos pues de vuestra valentía, vestíos del coraje acostumbrado, mostrad vuestro esfuerzo, y si no pudiéredes salir con la victoria, lo que los dioses no permitan, con la muerte dad muestra del amor y lealtad que nos teneis. Los magnánimos en la muerte ganan honra, la victoria les acarrea contento y con él abundancia de todos los bienes. De mí no espereis solamente el gobierno, sino el ejemplo en el pelear. ¿Qué otro emperador os recebirá si no salis victoriosos? Qué reales, qué provincias? Principalmente que vuestra felicidad tiene irritadas todas las naciones por la envidia que os tienen muy grande.» Dicho esto, dióse la señal de pelear; acometieron los hunnos con grande ímpetu; recibiéronlos los contrarios no con menor esfuerzo, encendidos tambien ellos con las amonestaciones de sus capitanes. Júntanse los escuadrones, encruelécese la batalla, mueren ahora destos, ahora de aquellos, todos pelean, como el interés lo pedia, con singular denuedo y esfuerzo por el imperio del mundo. Era tanta la sangre de los muertos, que, segun se dice, un arroyo que allí corria salió por esta causa de madre. Perecieron en aquella sangrienta batalla ciento y ochenta mil hombres, muchedumbre que dió ocasion á forjar estas y otras mentiras. Al principio de la pelea murió el rey Teodoredo, por su mucha edad pisado y hollado de los suyos, dado que con grande ánimo peleó y acometió lo mas fuerte y apretado de los enemigos. Algunos dicen que le mató un ostrogodo llamado Andaje. Lo que á otros pusiera temor, á los suyos dió mayor coraje; ca

Turismundo y Teodorico, hijos del muerto, con un escuadron cerrado turbaron los enemigos, y con la ferocidad y cólera que les causaba el dolor rompieron y desbarataron los escuadrones contrarios. En conclusion, pusieron en huida al capitan enemigo, dado que ninguna cosa dejó él por hacer que perteneciese, ó á buen capitan, ó á valeroso soldado. Los hermanos pasaron hiriendo y matando muy adelante, tanto, que con la escuridad de la noche llegaron á la vuelta muy cerca de los reales de los enemigos y corrieron grande peligro; el mismo Turismundo fué derribado del caballo y herido en la cabeza, pero escapó por la ayuda y valentía de sus soldados. El enemigo, que en su pensamiento tenia tragada la redondez de la tierra y pensaba hacerse se→ ñor de todo, por no haber ganado la batalla, como vencido, se retiró á sus reales, determinado, si el peligro pasaba adelante, de tomar la muerte por sus manos y echarse en una hoguera que para este efecto mandó encender. Los carros con que estaban rodeados los reales le dieron la vida, y las tinieblas de la noche, cosa que él tenia considerada, y por esto comenzó la pelea despues de medio dia. Aecio no con menor miedo, hecho un valladar de caballos muertos y paveses, pasó toda la noche sin dejar las armas. Pero el siguiente dia, visto que el enemigo rehusaba la pelea, le cercó primero dentro de sus reales; despues como pudiese deshacerle sin dificultad le dejó salir de la Gallia y volverse á las Panonias. Muy gran parte de la alegría de la victoria y del regocijo se desminuyó, así con la huida de Atila como por el desastre y muerte del rey Teodoredo; dado que, así á los romanos como á los francos, se entendia era agradable que un rey tan poderoso faltase. Dicen que un adevino, consultado por Atila, le dijo que muerto el capitan de los enemigos alcanzaria la victoria. Así pensaban los hunnos que por una parte saldrian victoriosos y Accio seria muerto en la batalla. Tales son los adevinos, gente engañosa y vana, tales sus pronósticos; nunca aciertan ó por maravilla; fuera de que, en casos semejantes, muchas cosas se fingen que nunca pasaron. En la vida escrita en griego de Isidoro, filósofo, se dice que por espacio de tres dias despues de la batalla se oyó estruendo de armas en el mismo lugar y grande alarido de los que peleaban, como si las almas, despues de apartadas de sus cuerpos con gran pertinacia perseveraran en la pelea. La grandeza desta batalla dió ocasion á estas y semejantes fábulas. Verdad es que cosa semejante á esta cuenta Mafeo al fin de su historia en el naufragio de Manuel de Sosa, cerca del cabo de Buena Esperanza; que de noche se oian cantos de los que en aquella tormenta finaron. Dióse esta batalla, segun Casiodoro, siendo cónsules Marciano Augusto y Clodio Adelfio el año que corria de Cristo de 451, y del reino de Teodoredo treinta y uno. Algunos sospechan que Recciario, rey de los suevos, se halló en esta jornada por el deudo que tenia con el rey godo. Lo mas cierto es que, acometido que hobo á los vascones, que perseveraban en la obediencia de los romanos y moraban en aquella parte de España que al presente se llama Navarra, desde allí pasó á la Gallia con deseo de visitar á su suegro, y que, ayudado del socorro de los godos, dió la tala por todas partes á la provincia Cartaginense y á los Carpetanos. Ultimamente, hecho que hobo paz y tomado asiento con los romanos, se volvió á su tierra

y señorío que tenia de la Bética, la Lusitania y Galicia, y aspiraba á hacerse señor de lo demás de España.

CAPITULO IV.

De Turismundo y Teodorico.

Hechas las exequias de Teodoredo en los reales de los godos, Turismundo, luego que fué puesto en lugar de su padre, por consejo de Aecio y á su persuasion dejó de seguir á Atila y vengar aquella muerte, por parecer debia primero dar órden en las cosas del nuevo reino, y no dar lugar á sus hermanos, si por ventura lo pretendian, de innovar alguna cosa. Lo que de secreto con esto pretendió Aecio era que el poder de los godos, á la sazon muy grande, no destruyese el de los romanos. Verdad es que Turismundo, si bien siguió el consejo de Aecio, en breve luego que dió asiento en las cosas de su reino revolvió en busca de Atila; y antes que saliese de Francia, le venció en una batalla muy herida que se dieron cerca del rio Loire, donde el bárbaro pretendia sujetar cierta parte de los alanos, que hicieran asiento por aquellas comarcas. Esta nueva victoria fué muy señalada, y tanto, que el Hunno fué forzado desembarazar toda la Francia. Esta misma huida de Atila fué causa que Aecio perdiese la vida; porque como viniese nueva que, reforzado de nuevas gentes, revolvia sobre Dalmacia, Illirico y parte de Italia, el emperador Valentiniano, por entender que le pudieron deshacer del todo en los campos Cataláunicos, y que de industria le dejaron escapar por sus particulares, dió la muerte á Aecio, que le tenia por culpado en aquel caso; que fué año de nuestra salvacion de 454. En el mismo tiempo despues de Celestino y de Sixto, tercero deste nombre, gobernaba la Iglesia romana san Leon, verdaderamente grande por la excelencia de su sabiduría y de su elocuencia. Juntó con las demás excelentes virtudes de su ánimo una singular destreza en tratar con los príncipes, con que persuadió primero á Atila, hunno, que entrado en Italia iba sobre Roma, que volviese atrás, ca le salió al encuentro y le habló sobre el caso á los vados del rio Mincio. No mucho despues acabó con Genserico, vándalo, que no pusiese fuego á la ciudad de Roma, de que estaba para apoderarse, como lo hizo. Obedecieron los bárbaros á la virtud celestial; pero dejemos las cosas extranjeras. Toribio, obispo de Astorga, tuvo otro tiempo familiaridad con san Leon en Italia, do habia pasado y peregrinado por otras muchas provincias con deseo de saber ó por devocion que tenia. Por cartas de Toribio, ya que san Leon era pontífice, fué avisado que la secta de Priscilliano, tantas veces abatida, tornaba de nuevo á brotar, principalmente en Galicia, do esta peste se habia mas apoderado. Respondióle en una carta, en que le ordenó que para remediar este daño tuviese cuidado de juntar concilio de los obispos tarraconenses, cartaginenses, lusitanos y gallegos. Juntáronse los obispos, como les era mandado, en Celenis, pueblo de Galicia. Juntos que fueron, por sus votos condenaron la doctrina de Priscilliano, y puesta por escrito una fórmula de la verdadera fé, la enviaron á Baleonio, prelado de Braga, que era superior de todas las iglesias por aquella comarca con derecho de metropolitano ó sea de primado. Desta fórmula se hace men

cion en el primer concilio Bracarense, y anda despues del primer concilio Toledano como parte suya y remiendo mal pegado, por yerro sin duda del que primero juntó los volúmenes de los concilios. Anda tambien un pedazo de una epístola de Toribio contra la secta priscilliana, dirigida á dos obispos de España. En ella, despues de saludarlos, dice dolerse que la concordia de la religion que tenian las demás iglesias se pervierta en su patria por culpa de los obispos, que no consideraban bastantemente cómo aquel mal tantas veces reprimido tornaba de nuevo á brotar. La vida que profesaba y el haberle sido encomendado este cargo, le ponia en necesidad de hablar, dado que en todo era el mas bajo. Los libros apócrifos que los herejes publicaban por divinos debian ser desechados, en particular los Actos del apóstol santo Tomás, en que se afirmaba que el dicho Santo acostumbraba á bautizar, no con agua, sino con aceite, sacramento que por autoridad de aquel libro recebian los maniqueos, y le reprobaba Priscilliano. Decia tambien que debian poner en la misma cuenta los Actos de san Andrés, fingidos ó corrompidos por los maniqueos; los Hechos otrosi y Vida de san Juan, compuestos por Luceyo, hombre perverso; la Memoria de los apóstoles, en que la ley vieja de todo punto se reprobaba, del cual libro constaba haberse aprovechado los maniqueos y priscillianistas para defensa de sus errores. Dice mas baber en particular peleado por escrito contra las locuras de aquel libro, pero esta disputa con el largo tiempo se ha perdido. El cuerpo de santo Toribio está enterrado en las Astúrias en San Martin de Liévana. Eu algunos pueblos asimismo se celebra su memoria como de santo á 16 del mes de abril, con fiesta propia que le hacen. Volvamos á Turismundo, al cual por imperar mas soberbia y cruelmente que hombres libres y feroces podian sufrir, hicieron dar la muerte sus dos hermanos Teodorico y Federico. Ejecutóla Ascalerno, muy privado suyo, en la cama en que estaba á causa de una enfermedad; le mató á hierro pasado un año del principio de su reinado. El año luego adelante, que fué de Cristo 455, á 18 de marzo, mató en Roma al emperador Valentiniano Trasila, soldado de Aecio, en venganza de la muerte que aquel Emperador diera á su capitan. Así se dijo; mas en hecho de verdad Máximo lo sobornó y persuadió tan grave maldad y traicion con intento que tenia de levantarse con el imperio, como lo hizo, y para conservalle con la majestad conveniente, procuró casarse y casó con Eudoxia, mujer de Valentiniano. Con la muerte de Valentiniano el imperio de occidente de todo punto cayó en tierra, porque nueve tiranos ó emperadores desgraciados, que por órden se siguieron adelante, en ninguna manera son tenidos por dignos de tal nombre. Por el mismo tiempo, por muerte de Teodosio el Menor, gobernaba las provincias de oriente el emperador Marciano, por cuya diligencia se juntó un Concilio de obispos en Calcedonia, doblado el número de padres que hobo en el concilio Niceno. Este concilio reprobó las locas opiniones que de Cristo Dioscoro y Eutiquete enseñaban. Habia comenzado á gobernar la gente y reino de los godos Teodorico con prudencia y modestia singular, escogido príncipe, si no afeara la religion con las opiniones de Arrio, y la bondad de la vida con la sangre que derra

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