Imágenes de páginas
PDF
EPUB

faltase, en que se muestra lo mucho que temian al pueblo, que por el aborrecimiento del padre no se vengasen en los hijos y en su madre. Tambien se mandó á los obispos que, avisados, acudiesen á la corte para tener celebrar la Pascua juntamente con el Rey. Por una y carta de Juliano, arzobispo de Toledo, á Idalio, obispo de Barcelona, se entiende cómo se trabó amistad entre los dos por venir el dicho Obispo á la corte á celebrar la Pascua, como dejaron ordenado. Firman, en este Concilio los arzobispos Juliano, de Toledo; Liuva, de Braga; Stéfano, de Mérida, y Floresindo, arzobispo de Sevilla. Parece que este Rey se pretendió señalar en juntar muchos concilios, porque el año luego siguiente por su diligencia y por mandado del papa Leon, segundo deste nombre, en Toledo á 14 de noviembre se dió principio al Concilio décimocuarto toledano, que se juntó con intento que los obispos de España aprobasen y recibiesen un concilio que poco antes se celebrara en Constantinopla con asistencia de docientos y noventa prelados, y entre los concilios generales se cuenta por sexto. No pudieron acudir todos los obispos de España á causa de los frios del invierno y por quedar muy gastados de los concilios pasados. Concurrieron diez y siete obispos, casi todos de la provincia cartaginense, y fuera dellos los procuradores de los arzobispos de Tarragona, Narbona, Mérida, Braga y Sevilla y de otros obispos ausentes hasta número de diez. Estos de comun acuerdo recibieron y aprobaron el susodicho Concilio constantinopolitano, que ellos contaban por quinto, y le pusieron luego despues del Concilio calcedonense, ca fué comun engaño de aquel siglo en España, Africa y en Ilirico no recebir el quinto Concilio general que se tuvo en tiempo del emperador Justiniano; yerro en que tropezó tambien san Isidoro, como se entiende por diversos lugares de sus libros. Alegaban para esto que en aquel Concilio quinto se reprobaron los escritos de Iba, edeseno, y de Teodoro, monpsuesteno, y de Teodorito, obispo de Ciro, que son los tres capítulos tan nombrados en aquella era. Decian que el Concilio calcedonense aprobó y recibió los dichos autores, y que no era lícito condenarlos. Todo esto procedia de no entender que puedan las personas ser aprobadas dado que sus opiniones se reprueben, como en efecto fué así, que el Concilio calcedonense aprobó las personas, el quinto Concilio condenó sus escritos. Finalmente, los prelados de España condenaron los monotelitas y apollinaristas, que ponian en Cristo sola una voluntad, conforme á lo decretado en el dicho Concilio general. Demás desto, una Apología, compuesta por Juliano, arzobispo de Toledo, muy erudita, en nombre del Concilio enviaron á Roma por medio de Pedro, regionario de la Iglesia romana, en que se contenian los principales capítulos y cabezas de nuestra fe. Cuando llegó á Roma, por muerte del papa Leon presidia en su silla Benedicto, el cual juzgó que en aquella Apología se decian algunas cosas no bien. Entre ellas una era que en la santísima Trinidad la sapiencia procede de la sapiencia, y la voluntad de la voluntad, manera de hablar conforme á lo que en el Símbolo confesamos, Dios de Dios y lumbre de lumbre. El Pontífice juzgaba que semejantes maneras de hablar no se debian usar, ni extender mas de aquello que la Iglesia usaba. Ofendíale asimismo lo que Juliano decia de Cristo, es á saber, que constaba de tres sustan→

cias. Andaban estas demandas y respuestas entre Roma y España al mismo tiempo que Ervigio, sin embargo de las diligencias hechas para asegurarse en el reino, se hallaba en gran cuidado por parecerle que el aborrecimiento del pueblo todavía se continuaba, y que muerto él, sus hijos no serian bastantes para reparar este daño. Resolvióse de emparentar con el linaje de Wamba, y para esto casar á su hija Cijilona con un hombre principal de aquel linaje llamado Egica. Hízose así, y juntamente le hizo jurar miraria con todo cuidado por el bien de la Reina, su suegra, y de sus cuñados. Hecho esto y quitadas algunas leyes de Wamba, algo rigurosas para tiempos y costumbres tan estragadas, y en particular templada la ley que trataba en razon de las levas de soldados, falleció de su enfermedad en Toledo á 15 dias del mes de noviembre, dia viérnes, año de 687. Reinó siete años y veinte y cinco dias. Su memoria y fama fué grande, aunque ni agradable ni honrosa. Hobo en tiempo deste Rey en España grande hambre; la puente y muros de Mérida fueron reparados con grande representacion de majestad. El sobrestante desta obra y trazador se llamó Sala, como se entiende por unos versos antiguos que andan entre las epígramas de Eugenio III, arzobispo de Toledo.

CAPITULO XVII. Del rey Egica..

El dia antes que muriese Ervigió nombró por su sucesor en el reino á su yerno Egica; y para que los grandes sin escrúpulo de conciencia le pudiesen jurar por rey, alzóles el pleito homenaje que á él le tenian hecho. La uncion conforme á la costumbre de aquellos tiempos se hizo nueve dias adelante en Toledo, un dia de domingo, á 24 de noviembre, luna décimaquinta, en la la iglesia pretoriense de San Pedro y San Pablo. Vióse en este Rey como la memoria del agravio dura mas y es mas poderosa que la del beneficio, ca luego á los principios de su reinado dió muestra el rey Egica del odio que tenia concebido en su pecho contra su suegro, repudiando á su mujer Cijilona en venganza de su padre, dado que tenia della un hijo llamado Witiza. No falta quien diga que lo hizo á persuasion de Wamba, el cual asimismo debajo de muestra de piedad tenia encubierto el deseo de venganza y el aborrecimiento contra Ervigio hasta lo postrero de su edad. Demás desto, castigó á algunos grandes del reino que tuvieron parto en el engaño y privacion del rey Wamba. Estas cosas se reprehenden especialmente en este Rey, que por lo demás en virtudes, justicia y piedad se puede comparar con cualquiera de los reyes pasados. Señalóse igualmente en las artes de la paz y de la guerra; fué colmado y alabado de prudencia y de mansedumbre. Allende desto, movido de su devocion por no dar ventaja á los reyessus predecesores en el deseo de aumentar la religion, dió órden que se juntase el décimoquinto Concilio toledano. Concurrieron de todas partes sesenta y seis obispos, año del Señor de 688. Juntáronse á 15 de mayo en la iglesia pretoriense de San Pedro y San Pablo. Lo que principalmente se trató fué averiguar la fuerza que tenia el juramento que por respeto del rey Ervigio y por su mandado algunos años antes hicieron Egica y los grandes de amparar á la Reina viuda y á sus hijos. La

[ocr errors]

causa de dudar era que con la revuelta de los tiempos baratados los godos, dado que ni el número de los que muchos fueron despojados de sus bienes, de que que- pelearon ni de los muertos ni los lugares donde las badaban apoderados y los poseian la mujer y hijos de Er- tallas se dieron se puede averiguar, que fué un notable vigio. Preguntóse si por razon del juramento era pro- descuido de aquellos tiempos. Solo consta que el Rey hibido, así á los agraviados de ponelles demanda como con su prudencia atajó los principios de la guerra civil al Rey de dar sentencia en su favor. Fué respondido de que amenazaba mayores males. El arzobispo. Sisberto, comun consentimiento de los prelados y del Concilio causa principal de todos ellos, fué condenado á desque la santidad del juramento no debe favorecer á la tierro, primero por sentencia del Rey, y despues de los maldad, y que antes se cumple con él en deshacer los prélados, que junto con esto le descomulgaron y desagravios y volver por la justicia. Tratóse otrosí de res- pojaron del arzobispado. Para efectuar esto y otras coponder á las tachas que el pontifice Benedicto puso en sas se. juntaron en Toledo por mandado del Rey en la la Apología que le envió el Concilio pasado; y para este iglesia pretoriense de San Pedro y San Pablo á 2 de efecto Juliano, con aprobacion de los demás prelados, mayo, año de 693, en número sesenta y seis obispos que compuso un nuevo Apologético, en que pretende pro- se hallaron en este Concilio, décimosexto entre los tobar que en Dios procede voluntad de voluntad y sabi- ledanos. Pónese en él una confesion de la fe, y en ella, en duría de sabiduría; y que Cristo nuestro Señor consta confirmacion de lo que antes determinaron, dicen por de tres sustancias, que era en lo que reparaba Bene- expresas palabras que en Dios procede voluntad de vodicto, ca la palabra sustancia se puede tomar en signi- luntad, sapiencia de sapiencia, esencia de esencia; y ficacion de naturaleza y de esencia; y no hay duda sino que Cristo nuestro Señor abajó á los infiernos. Dan que en Cristo hay tres naturalezas, es á saber, divini- por nobles y horros de tributos á todos los judíos que dad, cuerpo y alma. Demás desto, las dicciones abstracde corazon abrazasen la religion cristiana. Reformátas con que se significan las formas á veces se toman ronse las leyes de los godos; mandóse que por la salud por las concretas que significan los supuestos ; de suer-del Rey, de sus hijos y nietos se hiciese oracion cada te que tanto es decir que sabiduría procede de sabidu-.dia en todas las iglesias con rogativa que para esto orría como si dijera el hijo sabio procede del padre sabio. Cuando llegó esta disputa á Roma era difunto el papa Benedicto y puesto Sergio en su lugar, el cual, segun que lo testifica el arzobispo don Rodrigo, la alabó en grande manera. A nos parece algo mas libre de lo que sufria la modestia de Juliano y la majestad del pontífice romano, supremo pastor de la Iglesia; pero pocos en el ingenio y erudicion reconocen á nadie ventaja, y es dificultoso templar el fervor de la disputa, principalmente los que se sienten irritados. Era Juliano en aquel tiempo muy aventajado en erudicion, de que dan bastante muestra sus obras, en especial la que intitulỏ Pronóstico del siglo venidero, y otra De las seis edades, libros que duran hasta hoy; las demás con el tiempo perecieron. Nació de padres judíos, fué dicípulo de Eugenio III, su predecesor, muy amigo de Gudila, arcediano de Toledo; sucedió á Quirico, arzobispo de aquella ciudad, tuvo ingenio fácil, copioso y suave, en bondad y en virtud fué muy señalado. Pasó desta vida en tiempo del rey Egica á 8 de marzo, año de 690; su cuerpo fué sepultado en Santa Leocadia. Es contado en el número de los santos, como se ve por los martirologios y calendarios. Las faltas de su sucesor le hicieron mas señalado, ca le sucedió Sisberto, hombre arrojado 'y malo, pues se atrevió á vestirse la casulla que del cielo se trajo á san Ilefonso, la cual hasta entonces sus predecesores por reverencia nunca habian tocado. Deste principio se despeñó en mayores males; y es así de ordinario que se ciegan los hombres cuando la divina venganza los sigue y no quiere se emboten los filos de su espada. Olvidado pues de la dignidad que tenia, con corazon altivo y revoltoso se rebeló contra el Rey. Era hombre astuto, y no le faltaba maña ni palabras para granjear las voluntades; y como el reino estuviese dividido en bandos, muchos, así de los nobles como del pueblo, se le arrimaron, de donde resultaron alborotos civiles y guerras con los de fuera, todo, como se puede sospechar, á persuasion de Sisberto. Tres veces se vino á las manos con los franceses, y otras tantas fueron des

denaron; deste principio entendemos se tomó la rogativa que hasta hoy en la misa se hace en España mudadas pocas palabras. Firmaron en este Concilio en primer lugar Félix, que de arzobispo de Sevilla en lugar de Sisberto pasó á la iglesia de Toledo; y con él firmaron. Faustino, que de Braga pasara á Sevilla; Máximo, de Mérida; Vera, de Tarragona; Félix, arzobispo de Braga y obispo de Portu. Estos mismos arzobispos con otros muchos prelados, aunque el número no se sabe, se juntaron el año luego siguiente en Toledo en la iglesia de Santa Leocadia del Arrabal. Allí á 7 dias de noviembre celebraron el postrer Concilio de los toledanos. No pudieron acudir sino muy pocos obispos de la Gallia Gótica á causa de cierta peste que heria por este tiempo en la tierra y de la guerra que les daban los franceses comarcanos. Tratóse á instancia del Rey de desarraigar de todo punto del reino los judíos, porque como el Rey testificaba en un memorial que presentó al Concilio, se habian comunicado con los judíos de Africa de levantarse y entregar á España á los moros. Que el mal cundiera mas de lo que se podia creer, y secretamente estaba derramado por todas las partes de España, si bien no habia pasado los Pirineos ni entrado en la Francia; que no era justo disimular y sufrir tan grave traicion; por tanto, que confiriesen entre sí y determinasen lo que se debia hacer. Esto propuso el Rey; los prelados acordaron que todos los judíos se diesen por esclavos; y para que con la pobreza sintiesen mas el trabajo que todos sus bienes fuesen confiscados; demás desto, que les quitasen los hijos luego que llegasen á edad de siete años; y los entregasen á cristianos que los criasen y amaestrasen. Hicieron asimismo ley de amparo para la reina Cijilona y para sus hijos, caso que el Rey muriese, aunque desde los años, pasados, como se dijo, estaba repudiada; como tambien en un Concilio de Zaragoza que se tuvo tres años antes deste, en general se hizo una ley en que se mandó que despues de la muerte del Rey, cualquiera reina, para que nadie se le atreviese, entrase en religion y se hiciese mon

ja. Estas cosas fueron las que principalmente se decretaron en este Concilio. Tenia el Rey en su mujer CijiJona un hijo llamado Witiza; determinóse su padre de bacelle compañero de su reino. Esto sucedió despues de haber él solo reinado por espacio de diez años. Dan desto muestra algunas monedas que se hallan acuñadas con los nombres destos dos príncipes por reinar ambos juntamente. Cerca de la ciudad de Tuy, en un valle muy deleitoso, de muchas fuentes y arboleda, hasta hoy se ven algunos paredones, rastros de un edificio real que levantó Witiza para su recreacion en el tiempo que hizo residencia en aquella ciudad, ca su padre, por evitar alborotos y desabrimientos, le envió al gobierno de Galicia, donde fué el reino de los suevos. Falleció el rey Egica en Toledo de su enfermedad el año quinto adelante, que se contaba del Señor 701 por el mes de noviembre. Acudió su hijo desde Galicia, y sin contradiccion fué recebido por rey y ungido á fuer de los reyes godos á los 15 del dicho mes de noviembre.

CAPITULO XIX.

Del rey Witiza.

El reinado de Witiza fué desbaratado y torpe de todas maneras, señalado principalmente en crueldad, impiedad y menosprecio de las leyes eclesiásticas. Los grandes pecados y desórdenes de España la llevaban de caida y á grandes jornadas la encaminaban al despeñadero. Y es cosa natural y muy usada que cuando los reinos y provincias se hallan mas encumbrados en toda prosperidad entonces perezcan y se deshagan; todo lo de acá abajo á la manera del tiempo y conforme al movimiento de los cielos tiene su período y fin, y al cabo se trucca y trastorna, ciudades, leyes, costumbres. Verdad es que al principio Witiza dió muestra de buen príncipe, de querer volver por la inocencia y reprimir la maldad. Alzó el destierro á los que su padre tenia fuera de sus casas, y para que el beneficio fuese mas colmado los restituyó en todas sus haciendas, honras y cargos. Demás desto, hizo quemar los papeles y procesos para que no quedase memoria de los delitos y infamias que les achacaron y por los cuales fueron condenados en aquella revuelta de tiempos. Buenos principios eran estos si continuara y adelante no se trocara del todo y mudara. Es muy dificultoso enfrenar la edad delezna ble y el poder con la razon, virtud y templanza. El primer escalon para desbaratarse fué entregarse á los aduladores, que los hay de ordinario y de muchas maneras en las casas de los príncipes, ralea perjudicial y abominable. Por este camino se despeñó en todo género de deshonestidades, enfermedad antigua suya, pero reprimida en alguna manera los años pasados por respeto de su padre. Tuvo gran número de concubinas con el tratamiento y estado como si fueran reinas y sus mujeres legítimas. Para dar algun color y excusa á este desórden hizo otra mayor maldad; ordenó una ley en que concedió á todos que hiciesen lo mismo, y en particular dió licencia á las personas eclesiásticas y consagradas á Dios para que se casasen; ley abominable y fea, pero que a muchos y á los mas dió gusto. Hacian de buena gana lo que les permitian, así por cumplir con sus apetitos como por agradar á su Rey; que es cierto M-1.

género de servicio y adulacion imitar los vicios de los príncipes, y los mas ponen su felicidad y contento en la libertad de sus sentidos y gustos. Hizose otrosí una ley en que negaron la obediencia al Padre Santo, que fué quitar el freno del todo y la máscara y el camino derecho para que todo se acabase y se destruyesc el reino, hasta entonces de bienes colmado por obedecer á Roma, y de toda prosperidad y buenandanza. Para que estas leyes tuviesen mas fuerza se juntaron en Toledo los obispos á Concilio, que fué el décimo octavo de los toledanos. La junta fué en la iglesia de San Pedro y San Pablo del Arrabal, donde á la sazon estaba un monasterio de monjas de San Benito. Era Gunderico arzobispo de Toledo. Los decretos deste Concilio no se ponen ni andan entre los demás concilios, ni era razon por ser del todo contrarios á las leyes y cánones cclesiásticos. En particular, contra lo que por leyes antiguas estaba dispuesto, se dió libertad á los judíos para que volviesen y morasen en España. Desde entonces se comenzó á revolver todo y á despeñarse; porque dado que á muchos daba gusto el vicio, casi todos juzgaban mal dél, y en particular se desabrieron todos aquellos que eran aficionados á las leyes y costumbres antiguas, y muchos volvieron los ojos al linaje y sucesion del rey Chindasvinto para les volver la corona y poner remedio por este camino á tantos males. No se le encubrió esto á Witiza, que fué ocasion de embravecerse contra los de aquella casa, y lo que comenzó en vida de su padre, que fué ensangrentar sus manos en aquel linaje, continuarlo como podia y llevarlo al cabo. Vivian dos hijos de Chindasvinto, hermanos del rey Recesvinto, que se llamaban el uno Teodefredo y el otro Favila. Teodefredo era duque de Córdoba, do para su entretenimiento edificó un palacio á la sazon y aun despues muy nombrado. Estaba determinado de no ir á la corte por no asegurarse del Rey y pasar su vida en sus tierras y estado. Favila era duque de Cantabria ó Vizcaya, y en el tiempo que Witiza en vida de su padre residia en Galicia anduvo en su compañía con cargo de capitan de la guarda, al cual los godos en aquel tiempo llamaban protospatario. Matóle á tuerto Witiza con un golpe que le dió de un baston, y aun algunos sospechan para gozar mas libremente de su mujer, en quien tenia puestos los ojos. Quedó de Favila un hijo llamado don Pelayo, el que adelante comenzó á reparar los daños y caida de España, y entonces acerca de Witiza hacia como teniente el oficio de su padre. Mas por su muerte se retiró á su estado de Cantabria, y el conde don Julian, casado con hermana de Witiza, fué puesto en el cargo de protospatario. Estas fueron las primeras muestras que Witiza en vida de su padre dió de su fiereza y de la enemiga que tenia contra aquel nobilísimo linaje. Hecho rey, pasó adelante, y volvió su rabia contra don Pelayo y su tio Teodefredo; al tio, magüer que retirado en su casa, privó de la vista y le cegó; á don Pelayo no pudo haber á las manos, dado que lo procuró con todo cuidado, como tambien se le escapó don Rodrigo, hijo de Teodefredo, que despues vino á ser rey. Don Pelayo por no asegurarse en España dicen se ausentó, y con muestra de devocion pasó á Jerusalem en romería. En confirmacion desto por largo tiempo mostraban en Arratia, pueblo de Vizcaya, los bordones de don Pelayo y su compañero, de que usaron en aquella larga peregrinacion. Resultó des

12

tas crueldades y de las demás torpezas y desórdenes deste Rey que se hizo muy odioso á sus vasallos. Él, perdida la esperanza de apaciguarlos por buenos medios, acordó de enfrenarlos con temor y quitarles la manera de poderse levantar y hacer fuertes. Para esto mandó abatir las fortalezas y las murallas de casi todas las ciudades de España, digo casi todas, porque algunas fueron exemptas deste mandato, como Toledo, Leon y Astorga, sea por no querer aceptalle, 6 porque el Rey se fiaba mas dellas que de las demás. Ultra desto, por las mismas causas deshizo las armas del reino en que consiste la salud pública y la libertad. El color que daba á mandatos tan exorbitantes era el sosiego del reino y deseo que se conservase la paz, como quier que los tiranos luego que dellos se apodera la maldad temen sus mismos reparos y ayudas, y los que ni la vergüenza retira de la torpeza, ni el temor de la crueldad, ni de la locura la prudencia, estos por asegurarse se suelen enredar y caer en mayores daños. Era por este tiempo arzobispo de Toledo Gunderico, sucesor de Félix, persona de grandes prendas y partes si tuviera valor y ánimo para contrastar á males tan grandes, que hay personas á quien, aunque desplace la maldad, no tienen bastante ánimo para hacer rostro al que la comete. Quedaban ofrosí algunos sacerdotes, que como por la memoria del tiempo pasado se mantuviesen en su puridad, no aprobaban los desórdenes de Witiza, á estos él persiguió y afligió de todas maneras hasta rendillos á su voluntad, como lo hizo Sinderedo, sucesor de Gunderico, que se acomodó con los tiempos y se sujetó al Rey en tanto grado, que vino en que Oppas, hermano de Witiza, ó como otros dicen, hijo, de la iglesia de Sevilla, cuyo arzobispo era, fuese trasladado á Toledo. De que resultó otro nuevo desórden encadenado de los demás, que hobiese juntamente dos prelados de aquella ciudad contra lo que disponen las leyes eclesiásticas. La muerte de Witiza fué conforme á la vida, si bien los autores en la manera della se diferencian. El arzobispo don Rodrigo dice que fué muerto por conjuracion de don Rodrigo, que se ayudó para esto, así de los de su valía como de los romanos, á los cuales se recogió cuando cegaron á su padre. El deseo de venganza y el miedo del peligro en que andaba le dieron ánimo para quitar la vida al que así le trataba. Su padre lo que le quedó de la vida pasó en Córdoba condenado á perpetuas tinieblas y cárcel. Otros autores muy diligentes afirman que Wiliza murió de enfermedad en Toledo el año deceno de su reinado, que se contaba de Cristo 711. Dejó dos hijos, llamados el uno Eva, y el otro Sisebuto; á estos como quier que unos los favoreciesen y otros al contrario, se levantaron en el reino recios temporales y torbellinos, cuyo remate fué la mas miserable desventura de cuantas se pudieran pensar.

CAPITULO XX.

De la genealogía destos reyes.

La misma cosa pide que pues por la disension de los godos y por estar divididas las voluntades entre dos linajes, el uno de Chindasvinto, y el otro de Wamba, que pretendian ambos tener derecho á la corona, las cosas de España se despeñaron por este tiempo en su total perdicion; declaremos en breve la genealogía de la una

familia y de la otra. Dejó Chindasvinto de su mujer Riciberga estos hijos: Recesvinto, el mayorazgo, que le sucedió en el reino, Teodefredo y Favila y una hija, cuyo nombre no se sabe. Recesvinto falleció sin dejar sucesion. Así los grandes del reino pusieron en su lugar á Wamba. La hija de Chindasvinto casó con un conde llamado Ardebasto, griego de nacion, el cual, aunque desterrado de Constantinopla, por su valor y nobleza emparentó con el Rey, y tuvo por hijo á Ervigio, el que dió principio y fué causa de grandes males por apoderarse del reino y quitarle, como le quitó á Wamba, con malas mañas y engaño. El rey Ervigio de su mujer Liubigotona tuvo una hija, por nombre Cijilona, que casó con el rey Egica, deudo que era del rey Wamba, casamiento que se enderezaba á quitar enemistades y soldar la quiebra de disensiones entre aquellas dos casas. Deste matrimonio nació Witiza, el mayorazgo, y Oppas, prelado de Sevilla, y una hija, que, como dicen autores graves, casó con el conde don Julian. Hijos de Witiza fueron, como poco antes se dijo, Eva y Sisebuto. Teodefredo el segundo, hijo de Chindasvinto, hobo en su mujer Ricilona, señora nobilísima, á don Rodrigo, peste, tizon y fuego de España. De Favila, hijo tambien de Chindasvinto, nació don Pelayo, bien diferente en costumbres de su primo, pues por su esfuerzo y valor comenzaron adelante á alzar cabeza las cosas de los cristianos en España, abatidas de todo punto y destruidas por la locura de don Rodrigo. De don Pelayo traen su descendencia los reyes de España, sin jamás cortarse la línea de su alcuña real hasta nuestro tiempo, antes siempre los hijos han heredado la corona de sus padres, ó los hermanos de sus hermanos, que es cosa muy de notar.

CAPITULO XXI.

De los principios del rey don Rodrigo.

Tal era el estado de las cosas de España á la sazon que don Rodrigo, excluidos los hijos de Witiza, se encargó del reino de los godos por voto, como muchos sienten, de los grandes ; que ni las voluntades de la gente se podian soldar por estar entre sí diferentes con las parcialidades y bandos, ni tenian fuerzas bastantes para contrastar á los enemigos de fuera. Hallábanse faltos de amigos que los socorriesen, y ellos por sí mismos tenian los cuerpos flacos y los ánimos afeminados á causa de la soltura de su vida y costumbres. Todo era convites, manjares delicados y vino, con que tenian estragadas las fuerzas, y con las deshonestidades de todo punto perdidas, y á ejemplo de los principales los mas del pueblo hacian una vida torpe y infame. Eran muy á propósito para levantar bullicios, para hacer fieros y desgarros, pero muy inhábiles para acudir á las armas y venir á las puñadas con los enemigos. Finalmente, el imperio y señorio, ganado por valor y esfuerzo, se perdió por la abundancia y deleites que de ordinario le acompañan. Todo aquel vigor y esfuerzo con que tan grandes cosas en guerra y en paz acabaron, los vicios le apagaron, y juntamente desbarataron toda la diciplina militar, de suerte que no se pudiera hallar cosa en aquel tiempo mas estragada que las costumbres de España, ni gente mas curiosa en buscar todo género de regalo. Paréceme á mí que por estos tiempos el reino y nacion

de los godos era grandemente miserable; pues como quier que por su esfuerzo hobiesen paseado gran parte de la redondez del mundo y ganado grandes victorias y con ellas gran renombre y riquezas, con todo esto no faltaron quien por satisfacer á sus antojos y pasiones con corazones endurecidos pretendiesen destruirlo todo; tan grande era la dolencia y peste que estaba apoderada de los godos. Tenia el nuevo Rey partes aventajadas y prendas de cuerpo y alma que daban claras muestras de señaladas virtudes. El cuerpo endurecido con los trabajos, acostumbrado á la hambre, frio y calor y falta de sueño. Era de corazon osado para acometer cualquiera hazaña, grande su liberalidad, y extraordinaria la destreza para granjcar las voluntades, tratar y llevar al cabo negocios dificultosos. Tal era antes que le entregasen el gobernalle; mas luego que le hicieron rey se trocó y afeó todas las sobredichas virtudes con no menores vicios. En lo que mas se señaló fué en la memoria de las injurias, la soltura en las deshonestidades y la imprudencia en todo lo que emprendia. Finalmente, fué mas semejable á Witiza que á su padre ni á sus abuelos. Hállanse monedas de oro acuñadas con el nombre de don Rodrigo; su rostro como de hombre armado y feroz y por reverso estas palabras: Igeditania Pius, mote puesto, como se entiende, mas por adulacion que por él merecerlo. Esto en general. Las cosas particulares que hizo fueron estas: lo primero con nuevos pertrechos y fábricas ensanchó y hermoseó el palacio que su padre edificara cerca de Córdoba, segun que ya se dijo; por donde los moros adelante le llamaron comunmente el palacio de don Rodrigo; así lo testifica Isidoro, pacense, historiador de mucha autoridad en lo que toca á las cosas deste tiempo. Demás desto, llamó del destierro y tuvo cerca de sí á su primo don Pelayo con cargo de capitan de su guarda, que era el mas principal en la corte y casa real. Amábale mucho, así por el deudo como por haber los años pasados corrido la misma fortuna que él. Por el contrario, el odio que tenia contra Witiza comenzó á mostrar en el mal tratamiento que hacia á sus hijos, en tanto grado, que así por esto como por el miedo que tenian de mayor daño, se resolvieron de ausentarse de la corte y aun de toda España y pasar en aquella parte de Berbería que estaba sujeta á los godos y se llamaba Mauritania Tingitana. Tenia el gobierno á la sazon de aquella tierra un conde, por nombre Requila, lugarteniente, como yo entiendo, del conde don Julian, persona tan poderosa, que demás desto tenia á su cargo el gobierno de la parte de España cercana al estrecho de Gibraltar, paso muy corto para Africa. Asimismo en la comarca de Consuegra poseia un gran estado suyo y muchos pueblos, riquezas y poder tan grande como de cualquiera otro del reino, y de que el mismo Rey se pudiera recelar. Estos fueron los primeros principios y como semilla de lo que avino adelante, ca los hijos de Witiza antes de pasar en Africa trataron con otras personas principales de tomar las armas. Pretendian estar malamente agraviados. Asistíales y estaba de su parte el arzobispo don Oppas, persona de sangre real y de muchos áliados. Otros asimismo les acudian, quién con deseo de vengarse, quién con esperanza de mejorar su partido, si la feria se revolvia, que tal es la costumbre de la guerra, unos bajan y otros suben. Fuera justo acudir

á estos principios y desbaratar la semilla de tanto mal; pero antes en lugar desto de nuevo se enconaron las voluntades con un nuevo desórden y caso que sucedió y dió ocasion á los bulliciosos de cubrir y colorear la maldad, que hasta entonces temerian de comenzar, con muestra de justa venganza. Era costumbre en España que los hijos de los nobles se criasen en la casa real. Los varones acompañaban y guardaban la persona del rey, servian en casa y á la mesa; los que tenian edad iban en su compañía cuando salia á caza, y seguíanle á la guerra con sus armas; escuela de que salian gobernadores prudentes, esforzados y valerosos capitanes. Las bijas servian á la reina en su aposento; allí las amaestraban en toda crianza, hacer labor, cantar y danzar cuanto á mujeres pertenecia. Llegadas á edad, las casaban conforme á la calidad de cada cual. Entre estas una hija del conde don Julian, llamada Cava, moza de extremada hermosura, se criaba en servicio de la reina Egilona. Avino que jugando con sus iguales descubrió gran parte de su cuerpo. Acechábalas el Rey de cierta ventana, que con aquella vista fué de tal manera herido y prendado, que ninguna otra cosa podia de ordinario pensar. Avivábase en sus entrañas aquella deshonesta llama, y cebábase con la vista ordinaria de aquella doncella, que era la parte por do le entró el mal. Buscó tiempo y lugar á propósito; mas como ella no se dejase vencer con halagos ni con amenazas y miedos, llegó su desatino á tanto, que le hizo fuerza, con que se despeñó á sí y á su reino en su perdicion, como persona estragada con los vicios y desamparada de Dios. Hallábase á la sazon el conde don Julian ausente en Africa, ca el Rey le enviara en embajada sobre negocios muy importantes. Apretaba á su hija el dolor, y la afrenta recebida la tenia como fuera de sí; no sabia qué partido se tomase, si disimular, si dar cuenta de su daño. Determinóse de escribir una carta á su padre deste tenor: «Ojalá, padre y señor, ojalá la tierra se me abriera an» tes que me viera puesta en condicion de escribiros estos >> renglones, y con tan triste nueva poneros en ocasion de >> un dolor y quebranto perpetuo. Con cuántas lágrimas >>escriba esto, estas manchas y borrones lo declaran; » pero si no lo hago luego, darésospecha que, no solo el >> cuerpo ha sido ensuciado, sino tambien amancillada el >> alma con mancha y infamia perpetua. ¿Qué salida ten» drán nuestros males? ¿Quién sin vos pondrá reparo á >>nuestra cuita? ¿Esperarémos hasta tanto que el tiempo »saque á luz lo que ahora está secreto, y de nuestra >> afrenta haga infamia mas pesada que la misma muerte? >> Avergüenzome de escribir lo que no me es lícito callar, »joh triste y miserable suerte! En una palabra; vuestra » hija, vuestra sangre y de la alcuña real de los godos, >> por el rey don Rodrigo, al que estaba, mal pecado, >> encomendada, como la oveja al lobo, con una maldad >> increible ha sido afrentada. Vos, si sois varones, ha» réis que el gusto que tomó de nuestro daño se le vuel» va en ponzoña, y no pase sin castigo la burla y befa que » hizo á nuestro linaje y á nuestra casa. » Grande fué la cuita que con esta carta cayó en el conde y con estas nuevas; no hay para qué encarecello, pues cada cual lo podrá juzgar por sí mismo. Revolvió en su pensamiento diversas trazas, resolvióse de apresurar la traicion que poco antes tenian tramada, dió órden en las cosas de Africa, ycon tanto sin dilacion pasó á España,

« AnteriorContinuar »