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CAPITULO XIV.

Cómo los celtas y los de Rodas vinieron á Españía.

La fama desta desolacion de España movió á misericordia y á compasion á las gentes comarcanas, que consideraban la mudanza y vuelta de las cosas humanas. Junto con esto, pasado el trabajo, fué ocasion que gran muchedumbre de gente extranjera viniese á poblar en esta provincia; parte de los que con sus ojos en tiempo de su prosperidad vieron los campos, policía y riquezas de los españoles; parte los que por dicho de otros habian comenzado á estimar y desear esta tierra. Así, venida la ocasion, con mujeres, hijos y hacienda vinieron los pueblos enteros á morar en ella, y de la provincia yerına cada cual ocupó aquella parte que entendia ser mas á su propósito, sea para los ganados que traia, ó por ser aficionado á la labor de la tierra. Por la industria destos y por la muchia y abundante generacion que tuvieron, no en mucho tiempo se restituyó la antigua hermosura, policía y frecuencia de las ciudades, y con un nuevo lustre que volvió, cesó la avenida de tantos males. Desde la Gallia comarcana, pasados los Pirineos, los celtas se apoderaron para habitacion suya de todo aquel pedazo de España que se extiende hasta la ribera del Ebro, y por la parte oriental del monte Idubeda, que goza de un cielo muy apacible y alegre, la ciudad de Tarazona, que hoy se ve, Nertobriga y Arcobriga, que han faltado, estaban en aquella parte. Destos celtas y de los españoles que se llamaban iberos, habiéndose entre si emparentado, resultó el nombre de Celtiberia, con que se llamó gran parte de España. Multiplicó mucho esta gente, que fué la causa de dilatar grandemente sus términos lácia mediodía, de que dan bastante prueba Segobriga, Belsino, Urcesia y otros lugares distantes entre sí, que de graves autores son contados entre los celtiberos. Lo mismo acaeció á muchas partes y pueblos de España, que con el tiempo tuvieron sus distritos, ya mas estrechios, ya mas anchos, segun y como sucedian las cosas. A la parte del septentrion, á los confines de los Celtiberos, caian los Arevacos, que eran donde al presente están asentadas Osma y Agreda, y con ellos los Duracos, los Pelendones, los Neritas, los Presamarcos, los Cilenos, todos pueblos comprehendidos en el distrito de los Celtiberos y emparentados con ellos. Y aun se entiende que todos estos pueblos á un mismo tiempo vinieron de la Gallia y se derramaron por España, por conjeturas probables que hay para creello, pero ningun argumento que concluya. Lo que tiene mas probabilidad es que los de Rodas, por la grande experiencia que tenian en el marear, con que se hicieron y fueron señores del mar por espacio de veinte y tres años, así en las otras provincias como tambien en España, para su fortificacion y para tener donde se recogiesen las flotas cuando la mar se alterase, demás desto, para la comodidad de la contratacion con los naturales, edificaron castillos en muchos lugares. Particularmente á las haldas de los Pirineos fundaron á Rodope ó Roda, que hoy es Roses, junto á un buen seno de mar, ciudad que antiguamente creció tanto, que en tiempo de los godos fué catedral y tuvo obispo propio; mas al presente es muy pequeña, y que fuera de las ruinas y rastros de su antigua nobleza, pocas cosas tiene que sean de ver. Los rodios,

asimismo refieren, fueron los primeros que enseñaron á los españoles hacer gomenas y sogas de esparto y tejer la pleita para diversas comodidades y servicios de las casas. Refieren otrosí que enseñaron á hacer las atahonas para moler el trigo con mayor facilidad que antes; cosa que, por ser la gente tan ruda y por su poca maña, costaba mucho trabajo. Dicen demás desto que fueron los primeros que trajeron á España el uso de la moneda de cobre, con gran maravilla y risa al principio de los naturales, que con un poco de metal de poco ó ningun provecho se proveyesen y comprasen mantenimientos, vestidos y otras cosas necesarias. Fué sin duda grande invencion la del dinero, y semejante á encantamento, como lo toca Luciano en la Vida de Demonacte. Finalmente, á propósito de dilatar el culto de sus dioses y á imitacion de los saguntinos, edificaron un templo á la diosa Diana, en que usaban de extraordinarias ceremonias y sacrificios, sin declarar qué manera de sacrificios y ceremonias eran estas. Puédese creer que, conforme á la costumbre de los tauros, sacrificaban á aquella diosa los huéspedes y gente extranjera. En particular dicen que edificaron á Hércules un oráculo, y ordenaron se le hiciesen sacrificios, los cuales no se celebraban con palabras alegres ni rogativas blandas de los sacerdotes, sino con maldiciones y denuestos; tanto, que tenian por cierto que con ninguna cosa mas se profanaban que con decir, aunque fuese acaso, entre las ceremonias solemnes y sacrificios alguna buena palabra. De que daban esta razon: Hércules, llegado á Lindo, que es un pueblo de Rodas, pidió á un labrador que le vendiese uno de los bueyes con que araba, y como no quisiese venir en ello, tomóselos por fuerza entrambos. El labrador, por no poder mas, vengó la injuria con echarle maldiciones y decirle mil oprobrios, los cuales por entonces Hércules, estando comiendo, oyó con alegría y grandes risadas; después de ser consagrado por dios, pareció á los ciudadanos de Lindo de conservar la memoria de este hecho con perpetuos sacrificios. Para esto edificaron un altar, que llamaron Bucigo, que es lo mismo que yugo de bueyes; criaron junto con esto al mismo labrador en sacerdote, y ordenaron que en ciertos tiempos sacrificase un par de bueyes, renovando juntamente los denuestos que contra Hércules dijo. Esta costumbre y ceremonia, conservada por los descendientes destos, se puede entender vino en este tiempo á España tomada de la vanidad de los griegos, y que la trajeron los de Rodas con su venida. Está Roses asentada en frente de Empúrias, y apartada della por la mar espacio de doce millas á las postreras haldas de los Pirineos. Del cual monte se dice que por el mismo tiempo se encendió todo con fuego del cielo, ó por inadvertencia y descuido de los pastores, ó por ventura de propósito quemaron los árboles y los matorrales con intento de desmontar y romper los campos para que se pudiesen cultivar y habitar y apacentar en ellos los ganados. Lo cierto es que este monte por los griegos fué llamado Pirineo del fuego, que en griego se llama Pir, sea por el suceso ya diclio, sea, como otros quieren, por causa de los rayos que por su altura muchas veces le combaten y abrasan; porque lo que algunos fingen que vino este nombre y se tomó de Pirene, mujer amiga de Hércules, y falleció en estos lugares, ó de un Pirro, rey antiguo de España, los mas

en Chipre, donde desembarcaron, robaron bastante número de doncellas, y con ellas fueron á Carquedon, lugar antiguamente edificado por Carquedon, vecino de Tiro, y que estaba asentado doce millas de Túnez. Allí concertaron con los naturales les vendiesen tanta tierra cuanta pudiesen cercar con un cuero de buey; vinieron los africanos en lo que aquella gente les pedia, sin entender lo que pretendian. Mas ellos, cortada la piel en correas muy delgadas, con ellas cercaron y rodearon tanta tierra, que pudieron en aquel sitio hacer y levantar una fortaleza, de donde la dicha fuerza se llamó Birsa, que significa cuero de buey. Esto escribe Justino en el libro 18, dado que nos parece màs pro

inteligentes lo reprueban como cosa fabulosa y sin fundamento. Lo que se tiene por mas cierto es que con la fuerza del fuego las venas de oro y de plata, de que así aquellos montes como todo lo de España estaba lleno, tanto, que decian que Pluton, dios de las riquezas, moraba en sus entrañas, se derritieron de suerte, que saHieron arroyos de aquellos metales y corrieron por diversas partes. Los cuales, apagado el fuego, se cuajaron, y por su natural resplandor pusieron maravilla á los naturales, si bien los menospreciaron por entonces, por no tener noticia de su valor; mas las otras naciones, entendido lo que pasaba, se encendieron en deseo de venir á España con esperanza que los de la tierra, como ignorantes que eran de tan grandes bienes, les permi-bable que hirsa en la lengua de los fenices, que era setirian de muy buena gana recoger todo aquel oro y plata, por lo menos les seria cosa muy fácil rescatallo por dijes y mercaderías de muy poco valor..

CAPITULO XV.

De la venida de los de Fenicia á España.

De los de Fenicia se dice fueron los primeros hombres que con armadas gruesas se atrevieron al mar, y para enderezar sus pavegaciones tomaron las estrellas por guia, el carro mayor y menor, en especial el norte, que es como el quicio ó eje sobre que se menea el cielo. Estos, despues que quitaron el señorío del mar á los de Rodas y á los de Frigia, partiendo de Tiro, plaza nobilísima del Oriente, se dice que navegaron y vinieron en busca de las riquezas de España. Pero á qué parte de España primeramente llegaron, no concuerdan los autores. Aristóteles dice que los de Fenicia fueron los primeros que, llegados al estrecho de Cádiz, rescataron á precio del aceite que traian tanta copia de plata de los de Tarteso, que hoy son los de Tarifa, cuanta ni cabia en las naves ni la podian llevar; de suerte que fueron forzados á hacer de plata todos los instrumentos de las naves y las mismas áncoras. Pudo ser que el fuego de los montes Pirineos se derramó por las demás partes de España, ó de las minas, de que la Bética era abundante, se sacó tanta copia de oro y plata. Lo que lleva mas camino es que los de Fenicia en esta su empresa tocaron primero y acometieron las primeras partes de España, y que aquella muchedumbre de plata la tomaron de los Pirineos, que los naturales les dieron por las cosas que traian de rescate. Puédese tambien creer que Siqueo, hombre principal entre aquella gente, vino, como lo dicen nuestros historiadores, en España por capitan desta armada, 6 no mucho despues, por continuar y hacerse siempre nuevas navegaciones y armadas; y que della llevó las riquezas que primeramente le fueron ocasion de casar con la hermana del rey de Tiro, llamada Dido, y despues le acarrearon la muerte por el deseo y codicia que en Pigmaleon, su cuñado, entró del oro de España. Mas quedó en su inteuto burlado, á causa que Dido, muerto su marido, puestas las riquezas, que ya el tirano pensaba ser suyas, en las naves, se huyó y fué á parar á Társis, que hoy se llama Túnez, ciudad con quien tenian los de Tiro grande amistad y contratacion. Siguiéronla muchos que, por la compasion de Siqueo y por el odio del tirano, mudaron de buena gana la patria en destierro. Para proveerse de mujeres de quien tuviesen sucesion,

mejante á la hebrea, es lo mismo que bosra, que en lengua hebrea significa fortaleza ó castillo, y que esta fué la verdadera causa de llamarse aquella fortaleza Birsa. Para juntar la fortaleza con el lugar de Carquedon, tiraron una muralla bien larga, y toda así junta se llamó Cartago. Sucedió esto setenta y dos años antes de la fundacion de Roma. Concertaron de pagar á los africanos comarcanos ciertas parias y tributo, con que les ganaron las voluntades. Pero dejemos las cosas de fuera, porque la historia no se alargue sin propósito, y volvamos á Pigmaleon, de quien se dice que, habiéndose por la muerte de Siqueo dejado algunos años la navegacion susodicha, con nuevas flotas partió de Tiro la vuelta de España, surgió y desembarcó en aquella parte de los Turdulos y de la Andalucía, donde hoy se ve la villa de Almuñecar. Allí edificó una ciudad, por nombre Axis ó Exis, para desde ella contratar con los naturales. Cargó con tanto la flota de las riquezas de España, volvió á su tierra, tornó segunda y tercera vez á continuar la navegacion, sin parar hasta tanto que llegó á Cádiz, la cual isla, como antes se llamase Eritrea de los compañeros de oro, segun que de suso queda apuntado, desde este tiempo la llamaron Gadira, esto es, vallado, sea por ser como valladar de España contrapuesto á las hinchadas olas del mar Océano, ó porque el pueblo primero que los de Fenicia en ella fundaron, en lugar de muros le fortificaron de un seto y vallado. Levantaron otrosí un templo en el dicho pueblo á honra de Hércules en frente de tierra firme, por la parte que aquella isla adelgazaba hasta terminarse en una punta ó promontorio, que se dijo Hercúleo, del mismo nombre del templo. Cosas muy extraordinarias se refieren de la naturaleza de esta isla; en particular tenia dos pozos de maravillosa propiedad y muy á propósito para acreditar entre la gente simple la supersticion de los griegos: el uno de agua dulce, y el otro de agua salada; el de la dulce crecia y menguaba cada dia dos veces al mismo tiempo que el mar; el de agua salada tenia las mismas mudanzas al contrario, que bajaba cuando el mar subia, y subia cuando él bajaba. Tenia otrosí un árbol llamado de Gerion, por causa que cortado algun ramo distilaba, como sangre, cierto licor, tanto mas rojo cuanto mas cerca de la raíz cortaban el ramo; su corteza era como de pino, los ramos encorvados hácia la tierra, las hojas largas un codo y anchas cuatro dedos, y no habia mas de uno destos árboles, y otro que brotó adelante cuando el primero se secó. Volvamos

los de Fenicia, los cuales fundaron otros pueblos, y entre ellos á Málaga y á Abdera, con que se apoderaron

ráneo, para que sirviesen de escala para lo demás. Acometieron á Sicilia la primera, despues á Cerdeña y á Córcega, donde tuvieron varios encuentros con los naturales, y finalmente, en todas estas partes llevaron lo peor. Parecióles de nuevo emprender primero las islas menores, porque tendrian menor resistencia. Con este nuevo acuerdo, pasadas las riberas de Liguria, que es el Genovés, y las de la Gallia, tomaron la derrota de España, donde se apoderaron de Ibiza, que es una isla rodeada de peñascos, de entrada dificultosa, sino es por la parte de mediodía, en que se forma y extiende un buen puerto y capaz. Está opuesta al cabo de Denia, apartada de la tierra firme de España por espacio no mas de cien millas; es estrecha y pequeña, y que apenas en circuito boja veinte millas, á la sazon por la mayor parte fragosa y llena de bosques de pino, por donde los griegos la llamaron Pitiusa. En todo tiempo ha sido rica de salinas y dotada de un cielo muy benigno y de extraordinaria propiedad, pues ni la tierra cria animales ponzoñosos ni sabandijas, y si los traen de fuera, luego perecen. Es tanto mas de estimar esta virtud maravillosa cuanto tiene por vecina otra isla, por nombre Ofiusa, que es tanto como isla de culebras, llena de animales ponzoñosos, y por esta causa inhabitable, segun que lo testifican los cosmógrafos anti

de parte de la Bética, y ricos con la contratacion de España, comenzaron claramente á pretender enseñorearse de toda ella. Platon, en el Timeo, dice que los Atlantides, entre los cuales se puede contar Cádiz, por estar en el mar Atlántico, partidos de la isla Eritrea, aportaron por mar á Acaya, donde por fuerza al principio se apoderaron de la ciudad de Aténas; mas despues se trocó la fortuna de la guerra de suerte, que todos, sin faltar uno, perecieron. Algunos atribuyen este caso á los de Fenicia, por ser muy poderosos en las partes de levante y de poniente, que tendrian fuerzas y ánimo para acometer empresa tan grande. En este mismo tiempo se abrian las zanjas y se ponian los cimientos de la ciudad de Roma; juntamente reinaba entre los judíos el rey Ecequías, despues que el reino de Israel, que contenia los diez tribus de aquel pueblo, destruyó Salmanasar, gran rey de los asirios. Hijo deste grande emperador fué Senaquerib. Este juntó un grueso ejército con pensamiento que llevaba.de apoderarse de todo el mundo, destruyó la provincia de Judea, metió á fuego y á sangre toda la tierra, finalmente, se puso sobre Jerusalem. Dábale pena entretenerse en aquel cerco, porque conforme á su soberbia aspiraba á cosas mayores. Dejó al capitan Rabsace con parte de su ejército para que apretase el cerco, que fué el año décimo cuarto del reino de Ecequías. Hecho esto, pasó en Egip-guos; juego muy de considerar y milagro de la natura, to con la fuerza del ejército. Cercó la ciudad de Pelusio, que antiguamente fué Heliópolis, y al presente es Damiata. Allí le sobrevino un grande revés, y fué que Taracon, el cual, con el reino de Etiopia juntara el de Egipto, le salió al encuentro, y en una famosa batalla que le dió, le desbarató y puso en huida. Herodoto dijo que la causa deste desman fueron los ratones, que en aquel cerco le royeron todos los instrumentos de guerra. Sospéchase que lo que le sucedió en Jerusalem, donde, como dice la Escritura, el Angel en una noche le mató ciento y ochenta mil combatientes, lo atribuyó este autor á Egipto; puede ser tambien que en entrambos lugares le persiguió la divina justicia, y quiso contra él manifestar en dos lugares su fuerza. Sosegada aquella tempestad de los asirios, lucgo que Taracon se vió libre de aquel torbellino, refieren que revolvió sobre otras provincias y reinos, y en particular pasó en España. Estrabon por lo menos testifica haber pasado en Europa; nuestros historiadores añaden que no léjos del rio Ebro, en un ribazo y collado, fundó de su nombre la ciudad de Tarragona, y que los Scipiones, mucho tiempo adelante, la reedificaron y hicieron asiento del imperio romano en España, y que esta fué la causa de atribuilles la fundacion de aquella ciudad, no solo la gente vulgar, sino tambien autores muy graves, entre ellos Plinio y Solino, si bien el que la fundó primero fué el ya dicho Taraçon, rey de Etiopia y de Egipto. · CAPITULO XVI.

Cómo los cartagineses tomaron á Ibiza y acometieron 4 los mallorquines.

Despues destas cosas y despues que la reina Dido pasó desta vida, los cartagineses se apercibieron de armadas muy fuertes, con que se hicieron poderosos por mar y por tierra. Deseaban pasar en Europa y en ella extender su imperio. Acordaron para esto en primer lugar acometer las islas que les caian cerca del mar Mediter

leza. Verdad es que en este tiempo no se puede con certidumbre señalar qué isla sea esta ni en qué parte caya. Unos dicen que es la Formentera, á la cual opinion ayuda la distancia, por estar no mas de dos mil pasos de Ibiza; otros quieren sea la Dragonera, movidos de la semejanza del nombre, si bien está distante de Ibiza y casi pegada con la isla de Mallorca. Los mas doctos son de parecer que un monte, llamado Colubrer, pegado á la tierra firme y contrapuesto al lugar de l'eñíscola, se llamó antiguamente en griego Ofiusa, y en latin Colubraria, sin embargo que los antiguos geógrafos situaron á Ofiusa cerca de Ibiza; pues en esto como en otras cosas, pudieron recibir engaño por caerles lo de España tan lejos. Apoderado que se hobieron los cartagineses de la isla de Ibiza, y que fundaron en ella una ciudad del mismo nombre de la isla para mantenerse en su señorío, se determinaron de acometer las islas de Mallorca y Menorca, distantes entre sí por espacio de treinta millas, y de las riberas de España sesenta. Los griegos las llamaron, ya Ginesias, por andar en ellas á la sazon la gente desnuda, que esto significa aquel nombre, ya Baleares, de las hondas de que usaban para tirar con grande destreza. En particular la mayor de las dos se llamó Clumba, y la menor Nera, segun que lo testifica Antonino en su Itinerario, y dél lo tomó y lo puso Florian en su historia. Antes de desembarcar rodearon los cartagineses con sus naves estas islas, sus entradas y sus riberas y calas; mas no se atrevieron á echar gente en tierra espantados de la fiereza de aquellos isleños, mayormente que algunos mozos briosos que se atrevieron á hacer prueba de su valentía quedaron los mas en el campo tendidos, y los que escaparon, mas que de paso se volvieron á embarcar. Perdida la esperanza de apoderarse por entonces destas islas, acudieron á las riberas de España, por ver si podrian con la contratacion calar los secretos de la tierra, ó por fuerza apoderarse de alguna parte della,

ni

sus riquezas y bienes. No salieron con su intento, les aprovechó esta diligencia por dos causas: la primera fué que los saguntinos, para donde de aquellas islas muy en breve se pasa, como hombres de policía y de prudencia, avisados de lo que los cartagineses pretendian, que era quitarles la libertad, los echaron de sus riberas con maña, persuadiendo á los naturales no tuviesen contratacion con los cartagineses. Demás desto, las necesidades y apretura de Cartago forzaron á la armada á dar la vuelta y favorecer á su ciudad, que ardia en disensiones civiles, y juntamente los de Africa comarcanos le hacian guerra; fuera de una cruel peste, con que pereció gran parte de los moradores de aquella muy noble ciudad. Para remedio destos males se dice que usaron de diligencias extraordinarias, en particular hicieron para aplacar á sus dioses sacrificios sangrientos é inhumanos; maldad increible. Ca vueltas las armadas por respuesta de un oráculo, se resolvieron de sacrificar todos los años algunos mozos de los nias escogidos; rito traido de Siria, donde Melchon, que es lo mismo que Saturno, por los moabitas y fenicios era aplacado con sangre humana. Hacíase el sacrificio desta manera: tenian una estatua muy grande de aquel dios con las manos cóncavas y juntas, en que puestos los mozos, con cierto artificio caian en un hoyo que debajo estaba lleno de fuego. Era grande el alarido de los que allí estaban, el ruido de los tamboriles y sonajas, en razon que los aullidos de los miserables mozos que se abrasaban en el fuego no moviesen á compasion los ánimos de la gente, y que pereciesen sin remedio. Fué cosa maravillosa lo que añaden, que luego que la ciudad se obligó y enredó con esta supersticion, cesaron los trabajos y plagas, con que quedaron mas engañados; que así suele castigar muchas veces Dios con nuevo y mayor error el desprecio de la luz y de la verdad y vengar un yerro con otro mayor. Esta ceremonia, no muy adelante ni mucho tiempo despues deste, pasó primero á Sicilia y á España con tanta fuerza, que en los mayores peligros no entendian se podia bastantemente aplacar aquel dios sino era con sacrificar al hijo mayor del mismo rey. Y aun las divinas letras atestiguan que el rey de los moabitas hizo esto mismo para librarse del cerco que le tenian puesto los judíos. Por ventura tenian memoria que Abraham, príncipe de la gente hebrea, por mandado de Dios quiso degollar sobre el altar á su hijo muy querido Isaac; que los malos ejemplos nacen de buenos principios. Y Filon, en la Historia de los de Fenicia, dice hobo costumbre que en los muy graves y extremos peligros el príncipe de la ciudad ofreciese al demonio vengador el hijo que mas queria, en precio y para librar á los suyos de aquel peligro, á ejemplo é imitacion de Saturno, al cual los fenices llaman Israel, que ofreció un hijo que tenia de Anobret, ninfa, para librar la ciudad que estaba oprimida de guerra, y le degolló sobre el altar vestido de vestiduras reales. Esto dice Filon. Yo entiendo que trastrocadas las cosas, como acontece, este autor por Abraham puso Israel, y mudó lo demás de aquella hazaña y obediencia tan notable en la forma que queda dicha.

CAPITULO XVII.

De la edad de Argantonio.

En este mismo tiempo, que fué seiscientos y veinte años antes del nacimiento de Cristo nuestro Señor, y de la fundacion de Roma corria el año 132, concurrió la edad de Argantonio, rey de los tartesos, de quien Silio Itálico dice vivió no menos de trecientos años. Plinio, por testimonio de Anacreonte, le da ciento y cincuenta. A este, como tuviese gran destreza en la guerra y por la larga experiencia de cosas fuese de singular prudencia, le encomendaron la república y el gobierno. Tenian los naturales confianza que con el esfuerzo y buena maña de Argantonio podrian rebatir los intentos de los fenicios, los cuales, no ya por rodeos y engaños, sino claramente, se enderezaban á enseñorearse de España, y con este propósito, de Cádiz habian pasado á tierra firme. Valíanse de sus mañas: sembraban entre los naturales discordias y riñas, con que se apoderaron de diversos lugares. Los naturales, al llamamiento del nuevo Rey, se juntaron en son de guerra, y castigado el atrevimiento de los fenicios, mantuvieron la libertad que de sus mayores tenian recebida; y no falta quien diga que Argantonio se apoderó de toda la Andalucía ó Bética y de la misma isla de Cádiz; cosa hacedera y creible, por haberse muchos de los fenicios á la sazon partido de España en socorro de la ciudad de Tiro, su tierra y patria natural, contra Nabucodonosor, emperador de Babilonia, que con un grueso ejército bajó á la Suria, y con gran espanto que puso, se apoderó de Jerusalem, ciudad en riquezas, muchedumbre de moradores y en santidad la mas principal entre las ciudades de Levante. Prendió demás desto al rey Sedequías, el cual, junto con la demás gente y pueblo de los judíos, envió cautivo á Babilonia. Combatió otrosí por mar y por tierra la ciudad de Tiro, que era el mas noble mercado y plaza de aquellas partes. Los de Tiro, como se vieron apretados, despacharon sus mensajeros para hacer saber á los de Cartago y á los de Cádiz cuán gran riesgo corrian sus cosas si con presteza no les acudian. Decian que, fuese por el comun respeto de la naturaleza, se debian mover á compasion de la miseria en que se hallaba una ciudad poco antes tan poderosa; fuese por ser madre y patria comun de donde todos ellos tenian su orígen; fuese por consideracion de su mismo interés, pues por medio de aquella contratacion poseian sus riquezas, y ella destruida, se perderia aquel comercio y ganancia. No dilatasen el socorro de dia en dia, pues la ocasion de obrar bien como sea muy presurosa, por demás despues de perdida se busca. No les espantasen los gastos que harian en aquel socorro; que, ganada la victoria, les recobrarian muy aventajados. Por conclusion, no les retrajese el trabajo ni el peligro, pues á la que debian todas las cosas y la vida, era razon aventurarlo todo por ella. Oida esta embajada, no se sabe lo que los cartagineses hicieron. Los de Cádiz, hechas grandes levas de gentes y de españoles que llevaron de socorro, con una gruesa armada se partieron la vuelta de Levante. Llegaron en breve á vista de Tiro y de los enemigos. Ayudóles el viento, con que se atrevieron á pasar por medio de la armada de los babilonios y entrar en la ciudad. Con este nuevo socorro, alentados los de Tiro,

que se hallaban en extremo peligro y casi sin esperanza, cobraron un tal esfuerzo, que casi por espacio de cuatro años enteros entretuvieron el cerco con encuentros y rebates ordinarios, que se daban de una y otra parte. Quebrantaron por esta manera el coraje de los babilonios, los cuales por esto y porque de Egipto, donde les avisaban se hacian grandes juntas de gentes, les amenazaban nuevas tempestades y asonadas de guerra, acordaron de levantar el cerco. Parecióle á Nabucodonosor debia acudir á lo de Egipto con presteza antes que por su tardanza cobrasen mas fuerza. Esta nueva® guerra fué al principio variable y dudosa, mas al fin Egipto y Africa quedaron vencidas y sujetas al rey de Babilonia; de donde compuestas las cosas, pasó en España con intento de apoderarse de sus riquezas y de vengarse juntamente del socorro que los de Cádiz enviaron á Tiro. Desembarcó con su gente en lo postrero de España á las vertientes de los Pirineos; desde allí sin contraste discurrió por las demás riberas y puertos sin parar hasta llegar á Cádiz. Josefo, en las Antigüedades, dice que Nabucodonosor se apoderó de España. Apellidáronse los naturales, y apercebíanse para hacer resistencia. El babilonio, por miedo de algun revés que escureciese todas las demás victorias y la gloria ganada, y contento con las muchas riquezas que juntara y haber ensanchado su imperio hasta los últimos términos de la tierra, acordó dar la vuelta; y así lo hizo el año que corria de las fundacion de Roma de 171. Esta venida de Nabucodonosor en España es muy célebre en los libros de los hebreos; y por causa que en su compañía trajo muchos judíos, algunos tomaron ocasion para pensar y aun decir que muchos nombres hebreos en el Andalucía, y asimismo en el reino de Toledo, que fué la antigua Carpetania, quedaron en diversos pueblos que se fundaron en aquella sazon por aquella misma gente. Entre estos cuentan á Toledo, Escalona, Noves, Maqueda, Yepes, sin otros pueblos de menor cuenta, que dicen tomaron estos apellidos de los de Ascalon, Nove, Magedon, Jope, ciudades de Palestina. El de Toledo quieren que venga de Toledoth, diccion que en hebreo significa linajes y familias, cuales fueron las que dicen se juntaron en gran número para abrir las zanjas y fundar aquella ciudad. Imaginacion aguda sin duda, pero que en este lugar ni la pretendemos aprobar, ni reprobar de todo punto. Basta advertir que el fundamento es de poco momento, por no estribar en testimonio y autoridad de algun escritor antiguo. Dejado esto, añaden nuestros escritores á todo lo suso dicho, que despues de reprimido el atrevimiento de los fenicios, como queda dicho, y vueltos de España los babilonios, los focenses, así dichos de una ciudad de la Jonia, en la Asia menor, llamada Focea, en una armada de galeras, de las cuales los focenses fueron los primeros maestros, navegaron la vuelta de Italia, Francia y España, forzados, segun se entiende, de la crueldad de Harpalo, capitan del gran emperador Ciro, y que en su lugar tenia el gobierno de aquellas partes. Esta gente en lo postrero de la Lucania, que hoy es por la mayor parte la Basilicata, y enfrente de Sicilia edificaron una ciudad, por nombre Velia, donde pensaban hacer su asiento. Pero á causa de ser la tierra mal sana y estéril, y que los naturales los recibieron muy mal, parte dellos se

volvieron á embarcar, con intento de buscar asientos mas á propósito. Tocaron de camino á Córcega; desde allí pasaron á Francia, en cuyas riberas hallaron un buen puerto, sobre el cual fundaron la ciudad de Marsella en un altozano que está por tres partes cercado de mar, y por la cuarta tiene la subida muy agria á causa de un valle muy hondo que está de por medio. Otra parte de aquella gente siguió la derrota de España, y pasando á Tarifa, que fué antiguamente Tarteso, en tiempo del rey Argantonio, avecindados en aquella ciudad, se dice que cultivaron, labraron y adornaron de edificios hermosos, á la manera griega, ciertas islas que caian enfrente de aquellas riberas, y se llamaban Afrodisias. Valió està diligencia para que las que antes no se estimaban sirviesen en lo de adelante á aquellos ciudadanos de recreacion y deleite; mas todas han perecido con el tiempo, fuera de una, que se llamaba Junonia. Siguióse tras esto la muerte de Argantonio el año, poco mas á menos, 200 de la fundacion de Roma. Para honrarle dicen le levantaron un solemne sepulcro, y al rededor dél tantas agujas y pirámides de piedra cuantos enemigos él mismo por su mano mató en la guerra. Esto se dice por lo que Aristóteles refiere de la costumbre de los españoles, que sepultaban á sus muertos en esta guisa, con esta soledad y manera de sepulcros.

CAPITULO XVIII.

Cómo los fenicios trataron de apoderarse de España.

Grandes movimientos se siguieron despues de la muerte de Argantonio; y España, á guisa de nave, sin gobernalle y sin piloto, padeció graves tormentas. La fortuna de la guerra, al principio variable, y al fin contraria á los españoles, les quitó la libertad. La venida de los cartagineses á España fué causa destos daños con la ocasion que se dirá. Los fenicios por este tiempo, aumentados en número, fuerzas y riquezas, sacudieron el yugo de los españoles, y recobraron el señorío de la isla de Cádiz, asiento antiguo de sus riquezas y de su contratacion, fortaleza de su imperio, desde donde pensaban pasar á tierra firme con la primera ocasion que para ellos se les presentase. Pensaban esto, pero no hallaban camino ni traza ni ocasion bastante para emprender cosa tan grande. Parecióles que seria lo mejor cubrirse y valerse de la capa de la religion, velo que muchas veces engaña. Pidieron á los naturales licencia y lugar para edificar á Hércules un templo. Decian haberles aparecido en sueños, y mandado hiciesen aquella obra. Con este embuste, alcanzado lo que pretendian, con grandes pertrechos y materiales, le levantaron muy en breve á manera de fortaleza. Muchos, movidos por la santidad y por la devocion de aquel templo y del aparato de las ceremonias que en él usaban, se fueron á morar en aquel lugar, por donde vino en poco tiempo á tener grandeza de ciudad, la cual estuvo, segun se entiende, donde ahora se ve Medina Sidonia, que el nombre de Sidon lo comprueba y el asiento que está enfrente de Cádiz, diez y seis millas apartada de las marinas. Poseian demás desto otras ciudades y menores lugares, parte fundados y habitados de los suyos, parte quitados por fuerza á los comarcanos. Desde estos pueblos que poseian, y princi

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