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suyos y satisfacelles sus agravios. Con esta embajada parece se abria la guerra; de lance en lance vinieron á las armas. Juntaron sus huestes, dióse en breve la batalla, en que el Conde salió vencedor. En esta guerra Lope Diaz, señor de Vizcaya, como cuentan las historias de aquella gente, ayudó al Conde en esta jornada. Dicen fué hijo de Iñigo Ezquerra, biznieto de Zuria, que fué antiguamente señor de Vizcaya. Despues desta victoria hechas las paces, el conde Fernan Gonzalez, conforme á lo que se capitulo, fué á Navarra con acompañamiento de gente desarmada como para bodas y fiestas. La cosa daba muestra de alegría y seguridad mas que de miedo; con todo eso fué preso por el Rey desleal, que se halló en el lugar aplazado con gente y con armas. Desta prision fué librado por astucia de doña Sancba, por cuyo amor cayera en aquel trabajo, y con ella huyó á su tierra. Encontraron con él los soldados castellanos en la frontera de Castilla y en aquella parte de la Rioja do despues se edificó el pueblo de Villorado; que iban juramentados de no volver á sus casas antes que el Conde recobrase su libertad. Fueron grandes las muestras de alegría y regocijo de ambas partes, del Conde y de sus buenos vasallos. Llegados á Búrgos, se celebraron las bodas. El rey de Navarra, engañado por la astucia de su hermana, se apercebia para la guerra. El Conde no rehusó la batalla, que se dió á las fronteras de Castilla y de Navarra. Fué el Rey vencido, y vino en poder de su enemigo el año 959. El mismo año, que fué el de los árabes 350, Abderraman, rey de Córdoba, murió siendo muy viejo; poco antes que muriese le envió una magnífica embajada el rey don Sancho de Leon. El principal de los embajadores, que era Velasco, obispo de Leon, le pidió por el derecho de la amistad que antes tenian asentada entre los dos le enviase el cuerpo del mártir Pelagio, que lo tendria por singular beneficio. Abderraman no quiso venir en lo que se le pedia, pero no mucho despues lo concedió Alhaca, su hijo y sucesor, el cual por la muerte de su padre reinó diez y siete años y dos meses; y con deseo de la paz, á que era inclinado, pretendia hacer placer y cortesía á los príncipes comarcanos. Don García, rey de Navarra, despues que estuvo preso en Búrgos trece meses, fué restituido en su libertad. Las lágrimas de doña Sancha y los ruegos de los otros príncipes aplacaron el ánimo airado del Conde. La reina doña Teresa, mujer de ánimo feroz, por no habelle sucedido como pretendia el engaño que tenia urdido contra el conde de Castilla, se determinó armalle nuevos lazos. Persuadió á don Sancho, su hijo, rey de Leon, llamase el Conde á las Cortes generales del reino con voz que queria en ellas tratar de los negocios mas graves de su estado. Fué él contra su voluntad, porque sospechaba engaño; el Rey no le salió á recebir como antes, y puesto de rodillas para besar como era de costumbre su real mano, con palabras afrentosas, desechándole de sí, mandó ponerle en prision. Por esta causa gran tristeza y lloro entró en los ánimos de los buenos vasallos del Conde. Doña Sancha, hembra varonil y de ingenio astuto, con deseo de librar á su marido, se aprovechó desta maña. Finge que quiere ir en romería á Santiago; era el caminò por Leon donde tenian el Conde preso; el Rey, avisado de su ́venida, como á tan noble dueña y tia suya, la salió á recebir y la hos

pedó amorosamente. Ella con grandes ruegos pidió licencia para visitar á su marido; no podia ser cosa mas honesta ni mas justa que el deseo que mostraba de consolarle. Permitió el Rey que aquella noche se quedase con él ; á la mañana antes que fuese bien claro, el Conde, vestido de las ropas de su mujer, como si ella fuera, salió de la cárcel, y en un caballo que para esto tenian aprestado se fué á su tierra. Doña Sancha desde la cárcel, en que se quedó en vez de su marido, avisó al Rey cómo el Conde era huido ; que perdonase á ella como á persona de sangre real y deuda suya, que no era justo rehusar algun peligro por causa de su marido y por salvalle; lo que por esta causa habia hecho era digno, si no de loa, á lo menos de perdon ; que la principal virtud de los reyes consiste en levantar á los miserables y caidos. El Rey dolióse al principio del engaño; despues sosegada la saña con la razon, alabó la piedad y el valor de aquella señora, su astucia y la constancia de su ánimo; en conclusion, honrándola con muchas palabras, mandó fuese llevada á su marido con grande acompañamiento. El Conde, alegre por lo sucedido, dado que pudiera romper la guerra contra aquel Rey como contra enemigo, contentóse con pedirle lo que por el caballo y el azor se le debia. Habia crecido grandemente la deuda por la dilacion. Como no le pagasen, talaba los campos de los leoneses sin desistir de hacer mal y daño hasta tanto que el Rey envió sus contadores para hacer la paga enteramente. Llegados á cuenta, hallaron que no bastaban los tesoros reales para pagar. Concertóse que en recompensa de la deuda Castilla quedase libre sin reconocer adelante vasallaje á los reyes de Leon. Este asiento dicen que se tomó año de nuestra salvacion de 965. En el mismo año un grueso ejército de moros rompió por el reino y puso cerco á Leon; mas fueron por el esfuerzo de la guarnicion y ciudadanos rechazados con grave daño. Del Océano grandes llamas, causadas, á lo que se entiende, de algun aspecto malino de las estrellas, se derramaron sobre las tierras cercanas y hasta Zamora, tanto cundieron, abrasaron muchos pueblos y campos; anuncio de mayores males, segun que el pueblo lo pronosticaba. Don Garci Sanchez, rey de Navarra, falleció el año siguiente de 966; dejó de su mujer, doña Teresa, á don Sancho y don Ramiro, asimismo tres hijas: á doña Urraca, doña Hermenesilda y doña Teresa. En qué parte haya sido enterrado no se sabe; algunos sospechan que en el monasterio de San Salvador de Leire. El Cronicon alveldense dice que en el castillo de Santistéban, lo cual tengo por mas cierto. El reino se dió á don Sancho García, hijo del difunto, y junto con él á don Ramiro, su hermano; si dividido ó como á compañeros y de igual poder, no se declara; lo que se averigua por el dicho Cronicon alveldense, que se escribió por este' mismo tiempo, es que reinó don Ramiro mas de diez años; no parece fué casado, por lo menos que murió sin sucesion hay grandes conjetúras, certidumbre ninguna. Don Sancho, que se intitulaba, como se ve por los privilegios antiguos, rey de Pamplona, Najara y Alava, tuvo el reino veinte y siete años, sin saberse dél otra cosa digna de memoria por descuido de los escritores de aquel tiempo. Solo consta que añadió á su reino el señorío de Vizcaya y á Najara, que en aquel tiem➡ po era la ciudad principal y silla de aquel estado, Da

muestra que fué amigo de aumentar el culto divino la grande liberalidad con que dió diversos campos y pueblos al monasterio de San Salvador de Leire, al de San Millan en Najara, y al de San Juan de la Peña. Su mujer se llamó doña Urraca, de quien tuvo á don Garci Sanchez, su hijo, llamado Trémulo, porque solia al principio de la pelea temblar mas que parece sufria el grande ejercicio que tenia de las armas y la dignidad real, vicio y falta de su natural, que solia recompensar con notables hazañas; luego que entraba en la pelea y en calor cumplia con lo que debia á buen soldado y prudente capitan. En Galicia hobo nuevos bullicios por estar aquella provincia dividida en parcialidades muy fuera de sazon, pues tenian tanto que hacer en la guerra de los moros. La causa destos alborotos no se refiere, solo dicen que por diligencia del Rey fueron en breve sosegados estos movimientos; castigó algunos de los alborotados; otros fueron echados y desterrados á aquella parte de la Lusitania que estaba en poder del Rey, como á frontera. Tenia el gobierno de aquella tierra un cierto conde, Hamado Gonzalo, hombre mal intencionado. Este, en defensa de los desterrados, por ser de su parcialidad, tomó las armas contra el Rey, y llegó con ellas hasta la ribera de Duero. Allí, desconfiado de las fuerzas, acordó valerse de engaño; alcanzó perdon de lo hecho por ruegos muy grandes. Habia sido muy familiar del Rey en otro tiempo; recibióle en el mismo lugar y grado que antes;.con que tuvo comodidad de dar al Rey una manzana emponzoñada con yerbas mortales; la fuerza del veneno, luego que la comió, se derramó por las venas y comenzó á apoderarse de las partes vitales. Mandóse llevar á Leon, pero desahuciado de los médicos, rindió el alma antes de llegar, cerca de aquella ciudad, tres dias despues que le emponzoñaron, el año de 967. Su cuerpo enterraron en la iglesia de San Salvador de Leon. Reinó por espacio de doce años.

CAPITULO VIII.

De don Ramiro el Tercero, rey de Leon. Averiguado es que el rey don Sancho casó con doña Teresa, asimismo que don Ramiro era de cinco años cuando su padre murió. Tuvo el reino por espacio de quince años, pero por su tierna edad el gobierno estuvo en poder de la Reina, su madre, y de doña Elvira, su tia, que otros llaman Geloira, hembras muy señaladas y de singular prudencia, si bien por ser el Rey pequeño y ellas mujeres se levantaron grandes alteraciones. El sucesor de Ermigildo, prelado de Compostella, que se llamaba Sisnando y era hijo del conde Menendo, porque confiado en su nobleza gastaba torpemente las rentas eclesiásticas y la hacienda, el rey don Sancho le removió y puso en prision, eligiendo en su lugar á Rodesindo, que fué primero obispo dumiense y despues monje de San Benito en el monasterio de Celanova. Era de sangre real y hijo del conde Gutierre Arias y de Aldara, su mujer. Sisnando por la muerte del rey don Sancho fué puesto en libertad, y salido que hobo de la cárcel, se apoderó por este tiempo de la iglesia compostellana, y forzó á su sucesor por miedo de la muerte á que renunciase y se volviese á su monasterio, en que pasó lo mas de su edad muy contento

de verse libre. Allí acabó santísimamente; y en diversas partes celebran su fiesta á 1.o de marzo, que es el dia que falleció, año de 976. Tenian los de Leon puesta amistad con el rey de Córdoba, y de nuevo se confirmó por causa que el rey de Córdoba, Alhaca, en gracia del nuevo rey don Ramiro le concedió el cuerpo del mártir. Pelagio. Pusiéronle en el monasterio que á sus expensas en Leon edificara el rey don Sancho, y deseaba aumentar la devocion de aquella iglesia con las sagradas reliquias deste mártir. Este monasterio se llamó antiguamente de San Juan Bautista, despues de San Pelagio ó Pelayo; al presente tiene la advocacion de San Isidoro. La causa de mudar los apellidos fué la translacion que á él en diversos tiempos se hizo de los cuerpos de aquellos dos santos. Alteróse la paz y avenencia con esta ocasion á persuasion de don Vela, el cual dijimos haber huido á Córdoba, Y por su importunidad los moros deseaban hacer guerra contra el conde de Castilla y satisfacerse de tantos agravios como dél tenian recebidos. El rey Alhaca, dado que era mas inclinado á la paz que á la guerra, movido por la instancia que en esta razon le hicieron los suyos, con un grueso ejército que juntó rompió por las tierras de Castilla; apoderóse de Sepúlveda, Gormaz, Simancas y Dueñas, y animado con el buen suceso, menospreciada la confederacion que tenia con el rey de Leon, se metió y rompió por su reino, tomó en aquellas partes por fuerza á Zamora y la echó por tierra. La molestia que el conde Fernan Gonzalez recibió destas cosas le acarreó su fin el año siguiente, que se contó de nuestra salvacion 968. Falleció en Búrgos, fué sepultado á la ribera de Arlanza. En aquel monasterio de San Pedro, junto al altar mayor se ven las sepulturas dél y de su mujer doña Sancha con sus letreros, que declaran cuyos son. Las exequias fueron célebres, no mas por el aparato, quebranto y lutos de los suyos que por las lágrimas de toda la provincia, que lloraba la muerte de tan bueno y tan fuerte príncipe, por cuyo esfuerzo las cosas de los cristianos se conservaron por tanto tiempo. Tuvo de dos mujeres estos hijos: Gonzalo, Sancho, Garci Fernandez, otros añaden á Pedro y á Balduino. Lo que consta es que Garci Fernandez sucedió á su padre por ser los demás muertos en tierna edad, ó si eran vivos, le antepusieron en la sucesion á causa de su buen natural y principios que mostraba de grandes virtudes, que en breve se aumentaron y dieron colmado fruto. Dejó asimismo una hija, llamada doña Urraca, de quien poco antes diversas veces se ha hecho mencion. Por el mismo. tiempo los normandos, que tenian su asiento en aquella parte de Francia que antiguamente se Hamó Neustria, ahora Normandía, y por diligencia de Herveo, obispo de Rems, algunos años antes deste se hicieron cristianos, como estuviesen acostumbrados á robar las riberas de España, juntaron este año una gruesa armada con que maltrataron las tierras de Galicia, quemaron aldeas, castillos y lugares, cautivaron muchos hombres, robaron asimismo todo lo que hallaban; duró dos años esta plaga. El Rey por su tierna edad no podia acudir á la defensa. Sisnando, prelado de Compostella, hombre mas para soldado que para obispo, juntado que hubo un número de los naturales, en un rebate que dió al enemigo cerca de un pueblo

llamado Fornellos fué muerto con una saeta que le tiraron. Sucedió esto á 29 de marzo, año de 979; el fin fué conforme á la vida. Lo que con razon se puede en él alabar es que procuró diligentemente de cercar á Santiago de murallas á propósito de poner en defensa aquel tan santo lugar que no le pudiesen forzar los enemigos. El conde Gonzalo Sanchez, nombrado por capitan para aquella guerra, se gobernó mejor. Acometió de sobresalto cerca de la mar á los normandos, que cargados de despojos marchaban sin órden y sin recelo, y hizo en ellos gran matanza. Pereció en la refriega el mismo general de aquella gente, llamado Gunderedo; quitóles la presa y los cautivos; las naves otrosi sin faltar una les fueron, unas tomadas, quemadas otras, con que quedó libre España de gran peligro y cuidado. En Córdoba por el mismo tiempo falleció el rey Alhaca el año de 976, de los árabes 366. Este año el moro Rasis envió sus Comentarios, que escribió en arábigo de las cosas de España á Balharab, miramamolin de Africa, á cuya persuasion y por cuyo mandado los compuso. Dejó Alhaca ocho hijos, todos de pequeña edad y muy niños. Los moros no se concertaban en el que debia suceder; remitiéronse al miramamolin de Africa, por cuyo órden Hisem fué antepuesto á sus hermanos, aunque no tenia mas que diez años y cuatro meses. Reinó treinta años y cuatro meses solo de nombre, porque el gobierno y poder tenia Mahomad, hombre sagaz, que se llamó Alhagib, que quiere decir virey, por voluntad de los grandes, y tenia mano en todo. El mismo despues se llamó Almanzor, que quiere decir vencedor, por las muchas victorias que ganó de los enemigos. De aquí nacieron entre aquella gente alteraciones civiles, como es ordinario cuando el rey pasa la vida en ociosidad, en deleites y deportes, y reinan otros en su nombre. Además que con la abundancia de España, templanza del cielo, blandura de los naturales, ya la ferocidad de los ánimos, con que aquella gente vino á España, se habia menguado y quitado mucho de las fuerzas del cuerpo. No pararon estas discordias hasta que Hisem fué despojado del reino paterno. El estado de nuestras cosas no era mejor, á causa que por haberse el Rey criado en regalo y entre mujeres tenia las costumbres estragadas y en el ánimo poco valor. Demás desto, la reina doña Urraca, con quien el rey don Ramiro casó el año 981, estaba apoderada de su marido. Menospreciaba los consejos de su madre y de su tia doña Elvira, vírgen consagrada á Dios, por cuyo respeto algun tanto al principio se solia enfrenar. Daba audiencia de mala gana, las respuestas ásperas; con esto irritó los nobles de Galicia, hombres de feroz natural. Destos principios cayó en menosprecio de los suyos, y se dió ocasion á los revoltosos de alterar el reino. Los primeros que se alteraron fueron los gallegos, como los mas desabridos. Don Bermudo, primo del Rey y hijo del rey don Ordoño, tercero deste nombre, se hizo capitan y cabeza de los alterados con esperanza de recobrar por las armas el reino de su padre, que pretendia le quitaran á gran tuerto. El rey don Ramiro, por este peligro al cabo despierto del sueño, acudió á la necesidad. Ili– zose la guerra dos años con diferentes sucesos y trances. Estaban divididas las voluntades del reino entre los dos. Ultimamente, se dió la batalla cerca de un iu

gar llamado Portela Arenaria, no léjos de Monterroso. Murieron muchos de ambas partes sin que la victoria se declarase. Despues desta batalla de tal manera se dejaron las armas, que Galicia quedó por don Bermudo, que puso en Compostella el asiento y silla de su nuevo reino. Fué hecho obispo de aquella ciudad por voluntad de don Bermudo Pelayo, obispo que era de Lugo, hijo del conde Rodrigo, hombre de malas costumbres, por donde adelante le quitaron el obispado, y pusieron en su lugar á Pedro Mansorio, monje y abad de conocida virtud. En tiempo deste buen prelado volvieron á la iglesia compostellana todas las cosas y heredades que por las revueltas de los tiempos pasados le quitaron. El conde don Rodrigo, con deseo de restituir á su hijo en aquella dignidad, llamó los moros en su ayuda. Miserable era el estado de las cosas, y grande la afrenta de la religion cristiana. Con el ímpetu y armas de los bárbaros fué Galicia muy maltratada; la misma ciudad de Compostella fué tomada, y una pared del templo de Santiago echada por tierra. No tocaron en el sepulcro del Apóstol, no se sabe la causa, solo consta que Santiago volvió por su silla y su templo y castigó gravemente aquel desacato; porque con una enfermedad de cámaras que anduvo por todo el ejército, pereció con muchos dolores gran parte de aquella morisma. El mismo Almanzor, como preguntase la causa de tan grande estrago, y cierto hombre le respondiese que uno de los dicipulos del Hijo de María tenian alli sepultado, determinó dejar aquella empresa. No pudo llegar á su tierra, ca murió de la misma enfermedad en Medinaceli, pueblo conocido en los celtíberos, á la raya de Aragon. Por otra parte, con nuevas entradas que hicieron los moros, ganaron muchos lugares de los nuestros, esto es, á Gormaz cerca de Osma, y á Atienza; en Castilla la Vieja Simancas despues de un largo cerco fué tomada, y vencido el rey don Ramiro, que vino á socorrer los cercados. Nunca se vió España en mayor peligro despues que comenzó á levantar cabeza; los nuestros divididos entre sí, grave daño; el Albagib, capitan de gran nombre y que lo gobernaba todo por los reyes de Córdoba, ardia en odio implacable del nombre cristiano. Partidos los moros, la pared de la iglesia de Santiago se reedificó por diligencia del rey don Bermudo y de su prelado Pedro Mansorio; y fué el templo reconciliado con solemne ceremonia, como se acostumbra, por quedar profanado con la suciedad de la supersticion morisca. A Pedro sucedió en aquella iglesia Pelayo Diaz, de juez seglar repentinamente mudado en obispo por malas mañas y fuerza de que usó. Fué pues depuesto este prelado porque era de costumbres insolentes y no daba orejas á nadie. En su lugar sucedió su hermano Vimara, de vida semejante, que, ó acaso, ó por traicion de alguno, murió abogado en el rio Miño. Eran aquellos tiempos muy estragados; las costumbres de los sacerdotes muy livianas, no solo en España, sino al tanto en las otras partes del orbe cristiano. La misma Roma, cabeza de la Iglesia y albergo de la santidad, padecia un grave cisma. Bonifacio y Benedicto y Juan pleiteaban sobre el pontificado; cada cual tenia sus valedores y razones que en su favor alegaba. Cuánta fuese la corrupcion de las costumbres, de Luitprando, diácono ticinense, que escribió como testigo lo que veia y pa

saba, se puede entender. A Vimara sucedió otro del mismo linaje, cuyo nombre no se refiere; algunos códices le llaman Iscuaria; sospecho que la letra está errada. Este, como no fuese nada mejor que sus dos parientes, por mandado del Rey fué preso. Volvamos á don Ramiro, que pasaba en ociosidad y descuido toda la vida; gran perjuicio en los príncipes, cuyo oficio principal es por sí mismos acudir á las armas; en este estado le tomó la muerte; falleció en Leon el año 982. Sepultaron su cuerpo en el monasterio de Destriana, que, como se dijo arriba, le edificó el rey don Ramiro, su abuelo, en el valle ornense con advocacion y en nombre de San Miguel. De alli por mandado del rey don Fernando, segundo deste nombre, como docientos años adelante le trasladaron á la iglesia mayor de Astorga. Sampiro, obispo de Astorga, de quien hemos tomado muchas cosas en lo pasado, hizo fin á su escritura y historia en este lugar. Pasa adelante Pelagio, obispo de Oviedo, que vivió en tiempo de don Alonso el Emperador. El crédito de entrambos, por haberse hallado en muchas de las cosas que cuentan, es grande, aunque el de Sampiro se tiene por mayor, y él mismo por autor mas grave.

CAPITULO IX.

De don Bermudo el Goloso, rey de Leon.

Por la muerte de don Ramiro la sucesion tornó y recayó en don Bermudo, segundo deste nombre, así por derecho de consanguinidad, que era primo hermano del Rey muerto, como por estar por fuerza apoderado de parte del reino. Tuvo el reino diez y siete años, fué enfermo y sujeto á la gota, por la cual causa fué llamado el Gotoso. Confirmó con nuevo edicto que publicó las leyes antiguas de los godos, y mandó que los cánones de los pontifices romanos tuviesen vigor y fuerza en los juicios y pleitos seglares, que fué una ordenacion santísima. Pero antes de comenzar las cosas deste Rey conviene tratar de Garci Fernandez, conde de Castilla, del cual consta que al principio que tomó el gobierno peleó con los moros cerca de Santistéban de Gormaz á la ribera del rio Duero. Murió gran número de moros, los demás se salvaron por los piés. Aconteció en aquella batalla una cosa digna de memoria. Fernan Antolinez, hombre noble y muy devoto, oia misa al tiempo que se dió señal de acometer, costumbre ordinaria suya antes de la pelea; por no dejarla comenzada, se quedó en el templo cuando se tocó al arma; esta piedad cuán agradable fuese á Dios se entendió por un milagro. Estábase primero en la iglesia, despues escondido en su casa temia no le afrentasen como á cobarde. En tanto otro á él semejante, es á saber, su ángel bueno, peleaba entre los primeros tan valientemente, que la victoria de aquel dia se atribuyó en gran parte al valor del dicho Antolinez. Confirmaron el inilagro las señales de los golpes y las manchas de la sangre que se hallaron frescas en sus armas y caballo. Así publicado el caso y sabido lo que pasaba, quedó mas conocida la inocencia y esfuerzo de Antolinez. El conde Garci Fernandez, despues desta guerra y jornada, dice casó con dos mujeres; la una se llamó Argentina, de cuya apostura se enamoró al tiempo que su padre, hombre noble y francés de nacion, la traia en romería

se

juntamentecon su madre á Santiago. Seis años despues estando el Conde, su marido, enfermo en la carna, ó por aborrecimiento que le tenia, ó con deseo de la patria, se volvió á Francia con cierto francés que tornaba de la misma romería; así lo dicen nuestras historias. El Conde, recobrada la salud y dejando en el gobierno de su estado á Egidio y á Fernando, hombres principales, en traje disfrazado se fué á aquella parte de Francia donde entendia que Argentina moraba. Tenia Argentina una antenada, llamada Sancha, que, como suele acontecer, estaba mal con su madrastra. Esta, con esperanza que la dieron de casar con el Conde ó por liviandad, como mujer, le dió entrada en la casa. Mató el Conde en la cama á Argentina y al adúltero, y con tanto llevó á la dicha Sancha consigo á España. Hiciéronse las bodas de los dos con grande aparato y regocijo en Búrgos. Muchos tienen todo esto por falso, y afirman que la mujer deste Conde se llamó Oña, movidos por el monasterio de San Salvador de Oña, que dicen el conde Garci Fernandez edificó en Castilla del nombre de su mujer. Otros afirman que se llamó Abba, como lo muestran los letreros antiguos de los sepulcros destos condes que hay en Arlanza y en Cardeña; la verdad ¿quién la averiguará? Mas podemos sin duda maravillarnos de tanta variedad que determinar lo que se debe seguir. No tiene mejor fundamento lo que se dice que en una entrada que hicieron los moros en el tiempo que el Conde se ausentó, llegaron hasta Búrgos y destruyeron el monasterio de San Pedro de Cardeña con muerte de los monjes; otros dicen que esto sucedió cien años antes deste tiempo, si por ventura no se padeció este daño dos veces. En la Rioja y en un pueblo llamado Bosca, Nunilon y Alodia, hermanas, fueron muertas por la fe. Sus cuerpos dicen algunos que fueron llevados á Boloña, ciudad de Lombardía; otros lo contradicen, como queda arriba dicho. Demás desto, Victor, natural del lugar de Cereso, tierra de Búrgos, y Eurosia, virgen, padecieron por la misma causa. El cuerpo de Eurosia está en la ciudad de Jaca; el sepulcro de san Victor en el lugar de Villorado es honrado con fiesta que cada año le hacen. Los bárbaros en este tiempo no solo con los hombres parecia que traian guerra, sino que peleaban asimismo con el cielo y con la santidad cristiana. No faltaron hombres y mujeres de ánimos excelentes y grandes que se ofreciesen á la pelea por la religion de sus padres, y con su sangre diesen excelente testimonio de la verdad de la fe de Cristo. Dios asimismo á veces castigaba severísimamente la crueldad y arrogancia de aquella gente fiera; ordinariamente con la impiedad se acompañaba la severidad en la venganza para espantar á los malos y animar á los buenos, como por el mismo tiempo aconteció á Alcorreji, rey de Sevilla. En tiempo del rey don Bermudo, con una entrada que hizo por la parte de Lusitania en Galicia, forzó y destruyó la ciudad de Compostella, que es la mas principal de aquella tierra, venerable por la santidad del lugar y su devocion. Este impio atrevimiento fué luego castigado por Dios, porque una peste repentinamente se levantó y extendió por los moros de manera tal, que consumió todo el ejército; muy pocos volvieron salvos á sus tierras para ser pregoneros de la divina venganza y verdaderos testigos del estrago miserable. Pasado este peligro, hobo en España nuevos trabajos,

tanto, que ningunos mayores despues que ella comenzó á volver en sí. La causa destos males fué la discordia obstinada de los dos príncipes, el rey don Bermudo y el conde don García, que fuera mas justo se acordaran en ayudar á la república. Gobernaba en Córdoba las cosas de los moros á su voluntad en nombre del rey Hisem el Alhagib Mahomad, capitan de gran nombre, de singular prudencia en guerra y en paz. Tenia este moro gran deseo de destruir los cristianos; llevaba muy mal que su imperio en España se dilatase y que se envejeciesen las fuerzas de los moros, y su nacion se menoscabase, su crédito y sus fuerzas. Ponia leña al fuego y atizábale don Vela, aquel de quien se dijo que en tiempo del conde Fernan Gonzalez se huyo á tierra de mo¬ ros. No tenia algun respeto á la religion de sus padres por deseo de su provecho particular y de vengarse. Juntadas pues las gentes de los moros, con un escuadron de cristianos que acompañaban á don Vela acometió las tierras de cristianos, y pasado el rio Duero, que por largo tiempo fué frontera entre las dos naciones, de que se dijo aquella parte Extremadura, apellido que adelante se trasladó y trasfirió á otra comarca, si bien está léjos del rio Duero, del cual al principio se forjó el nombre de Extremadura, asentó sus reales á la ribera del rio Astura ó Estola, que pasa por Leon. El rey don Bermudo, dado que en fuerzas era mas flaco, juntado arrebatadamente su ejército, acometió de sobresalto á los enemigos, que estaban sin centinelas, y de ninguna cosa menos cuidaban que de la venida de los nuestros, que entraron los reales enemigos. La pelea fué sin órden ni concierto á manera de rebato; muchos por estar sin armas fueron muertos; los demás moros, como acaso cada uno se juntaba, peleaban, ó delante de los reales, ó entre el mismo bagaje; unos huian, otros tomaban las armas, gran parte fueron heridos y muertos. En este estado y en este peligro el capitan moro reparó el daño con su prudencia; recogió los que pudo, púsolos en otra parte en ordenanza, y con ellos cargó contra los cristianos, que no fueron bastantes á resistir en aquel trance, por ser pocos en número, estar desparcidos por todos los reales y cansados con el largo trabajo de la pelea. Finalmente, en un instante se trocó la fortuna de la batalla; los que parecia haber vencido se pusieron en huida; siguieronlos los bárbaros, y ejecutaron el alcance de guisa que pocos de los nuestros sanos, gran parte mal heridos volvieron á Leon. Fuera aquella ciudad tomada por los enemigos si no les forzara el invierno y el trabajo del frio y de las lluvias á partirse del cerco con gran honra que ganaron en estå jornada y cargados de despojos y presa, determinados otrosí de volver á la guerra luego que el tiempo abriese y les diese lugar. El rey don Bermudo, por el peligro que amenazaba y por la poca fortaleza de la ciudad, hizo trasladar á Oviedo las reliquias de los santos y los cuerpos de los reyes que allí yacian, porque no fuesen escarnecidos de los enemigos si la tomaban. El mismo se fué á aquella ciudad; el cuidado de fortificar y defender á Leon dejó encargado al conde Guillen Gonzalez. Concurrió esta batalla de Astúrias con el año 984, en el cual Miron, obispo de Girona, hijo de Miron, coude de Barcelona, falleció. Demás desto, un grueso ejército de moros que andaba por aquella comarca, tan grande era el coraje que tenian, vencieron en batalla cerca del cas

tillo de Moncada á Borello, primo del obispo Miron; mas de quinientos de los fieles perecieron, los demás con el conde Borello se retiraron huyendo á Barcelona. El año siguiente de 985 fué señalado por el desastre que avino á dos principales ciudades, Leon y Barcelona. A Barcelona sitiaron los moros 1.o dia de julio, que fué miércoles, indiccion tercera, aquellos mismos que en batalla vencieron á Borello; tomáronla á 6 de aquel mes; muchos de los ciudadanos fueron llevados á Córdoba por esclavos, mas en breve la ciudad volvió al señorío de los cristianos. Salióse Borello antes que la tomasen para juntar gente de socorro; levantó gentes en Manresa y en los lugares comarcanos, con que formó un buen ejército y con él recobró la ciudad. Murió el buen conde Borello ocho años adelante; dejó de dos mujeres, llamadas Ledgardi y Aimerudi, dos hijos, que fueron Raimundo y Armengaudo; el mayor quedó con el principado de Barcelona, á Armengaudo nombró y hizo por su testamento conde de Urgel, y fué principio de la familia nobilísima en Cataluña de los Armengaudos ó Armengoles, que el tiempo adelante dió muchos y excelentes capitanes para la guerra. Por otra parte, el Alhagib Mahomad, juntado que hobo un grueso ejército de nuevo, hecho mas insolente y feroz por lo que sucedió en la guerra pasada, volvió sobre Leon con voluntad determinada de tomarla. Casi un año estuvo aquella ciudad cercada; batian ordinariamente los muros con las máquinas y ingenios, hicieron entradas por la parte de poniente y mediodía. De cuânto momento sea el esfuerzo de un valeroso caudillo se echó bien de ver por lo que el conde Guillen Gonzalez, que era el capitan, hizo. Por el continuo trabajo de tantos meses, quebrantadas las fuerzas, yacia en su lecho enfermo; avisáronle del peligro en que en cierto aprieto se hallaban; hízose llevar en una silla á aquella parte del muro donde era mayor el trabajo y el combate mas recio; amonesta á los suyos que resistan con grande ánimo, que lugar de huir no quedaba ni aun para los cobardes; por tanto con las armas defendiesen las vidas, patria, religion, libertad, mujeres y hijos, que de otra suerte ninguna esperanza les restaba, por estar los enemigos irritados con tan largo trabajo y ellos sin acogida ninguna; muchas veces gran muchedumbre de moros en batalla quedaron vencidos por pocos cristianos; llamasen el ayuda de los santos, que á su tiempo sin duda no faltaria. Con estas palabras animados los soldados tres dias impidieron la entrada á los enemigos; estos pasados, como el capitan viese entrada la ciudad y que él con pocos no podia resistir, no olvidado de su esfuerzo pasado y de lo que debia á buen cristiano, se metió en lo mas recio de la pelea y murió con las armas en la mano. Los bárbaros, irritados por la muerte de los suyos y largura de aquel cerco, sin tener cuenta ni hacer diferencia entre hombres, niños y mujeres, todos los pasaron á cuchillo; la ciudad fué saqueada, abatidas las murallas y todas las fortificaciones y baluartes echados por tierra. El mismo desastre padecieron Astorga, Valencia del Campo, el inonasterio de Sahagun, Gordon, Alba, Luna y otros lugares y aldeas, que fueron unos quemados y destruidos, parte tomados por fuerza y saqueados. Revolvieron contra Castilla, y en ella asimismo tomaron, quemaron y saquearon á Osma, Berlanga, Atienza; no se podia resistir en parte alguna. Sin embargo, era tan

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