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las islas de Mallorca y Menorca, acometieron á los isleños, pero fueron por ellos maltratados. Ca tomando ellos sus hondas, arma de que entonces usaban solamente, con un granizo de piedras maltrataron á los enemigos tanto, que les forzaron á retirarse á la marina y aun á desancorar y sacar las naves á alla mar; de adonde, arrebatados con la fuerza de los vientos, llegaron últimamente á Cádiz. Con la venida deste socorro se diminuyó la fama del daño recebido en Sicilia de la muerte del capitan Amilcar, y se quitó el poder de alterarse á los discordes contra los cartagineses. En el mismo tiempo dicen que desde Tarteso, que es Tarifa, se envió cierta poblacion ó colonia y por su capitan Capion á aquella isla, que hacia Guadalquivir con sus dos brazos y bocas. Lo cierto es que donde estaba el oráculo de Mnesteo, los de Tarteso edificaron una nueva ciudad, llamada por esta causa Ebora de los Cartesios, á distincion de otras muchas ciudades que hobo en España de aquel nombre, y Tarteso antiguamente se llamó tambien Carteia. Demás desto, en la una boca de Guadalquivir se edificó una torre, dicha Capion; en qué tiempo no consta, pero los moradores de aquella tierra se sabe que se llamaron cartesios ó tartesios, que dió ocasion á ingenios demasiadamente agudos de pensar y aun decir que desde Tarteso se envió aquella poblacion ó colonia hasta señalar tambien el tiempo y capitan que llaman asimismo Capion, como si todo lo tuvieran averiguado muy en particular.

CAPITULO XX.

Cómo Safon vino en España.

Corria por este mismo tiempo fama que toda Africa se conjuraba contra Cartago, que hacian levas y juntas de gentes cada cual de las ciudades conforme á sus fuerzas; y que unas á otras, para mayor seguridad, se daban rehenes de no faltar en lo concertado. El demasiado poder de aquella ciudad les hacia entrar en sospecha; demás que no querian pagar el tributo que por asiento y voluntad de la reina Dido tenian costumbre de pagar. Dábales otrosí atrevimiento lo que se decia de las adversidades y desventuras que en Sicilia y en Cerdeña padecieran. Los de Mauritania, si bien no se podian quejar de algun agravio recebido por los de aquella ciudad, se concertaron con los demás con tanto furor y rabia, que trataban de tirar á su partido á los españoles, que están divididos de aquella tierra por el angosto estrecho de Gibraltar, y apartallos de la amistad de los cartagineses. Movido por estas cosas el Senado cartagines, determinó aparejarse á la resistencia y juntamente enviar al gobierno de lo que en España tenian á Safon, hijo de Asdrúbal, para que con su presencia fortificase y animase á los suyos y sosegase con buenas obras y con prudencia las voluntades de los españoles para que no se alterasen. Lo cual, llegado que fué á España, hizo él con gran cuidado y maña; que llamados los principales de los españoles, les declaró lo que en Africa se trataba y lo que los mauritanos pretendian. Pidióles, por el derecho de la amistad antigua que tenian, no permitiesen que ellos ó algunos de los suyos fuesen atraidos con aquel engaño á dar socorro á sus enemigos, antes con consejo y con fuerzas ayudason á Cartago. Movidos los españoles con

razones, consintieron que pudiese levantar tres mil españoles, no para hacer guerra ni acometer á los mauritanos, con quien tenia España grandes alianzas y prendas, sino para resistir á los contrarios de Cartago, si de alguna parte se les moviese guerra. Tuvo Safon puestas al Estrecho las compañías y escuadrones, así de su gente como de los españoles, para ver si por miedo mudarian parecer los mauritanos y dejarian de seguir los intentos de los demás africanos. Pero como no desistiesen, pasado el Estrecho, puso á fuego y á sangre los campos y las poblaciones, robando, saqueando y poniendo en servidumbre todos los que por el trance de la guerra venian en su poder. Movidos de sus males los mauritanos, hicieron junta en Tánger, que está en las riberas de Africa enfrente de Tarteso ó Tarifa, para determinar lo que debian_hacer. En primer lugar, pareció enviar embajadores en España á quejarse de los agravios que recebian de los suyos, de aquellos que á Safon seguian, y alegar que los que les debian ayudar, esos les hacian contradiccion y perjuicio; mirasen á los que dejaban y con quiénes tomahan compañía; que los cartagineses ponian asechanzas á la libertad de todos, y por tanto era mas justo que juntando las fuerzas con ellos, vengasen las injurias comunes, y no tomasen aparte consejo, de que les hobiese luego de pesar, quier fuesen los cartagineses vencidos, por el odio en que incurrian de toda Africa, quier fuesen vencedores, pues ponian á riesgo su libertad; que los cartagineses, por su soberbia y arrogancia, pensaban de muy atrás enseñorearse de todo el mundo. A esto los españoles se excusaron de aquel desórden, que sucedió sin que lo supiesen, que á Safon se le dió gente de España, no para hacer guerra, sino para su defensa; que enviarian embajadores á Africa, por cuya autoridad y diligencia, si no se concertasen y hiciesen paces, volverian los suyos de Africa. Como lo prometieron, así lo cumplieron. Con la ida de los embajadores se dejaron las armas, y se tomó asiento con tal condicion que el tal capitan cartaginés sacase sus gentes de la Mauritania; los mauritanos llamasen los suyos de la guerra que se hacia contra Cartago, pues de aquella ciudad no tenian queja alguna particular. Esto se concertó; pero como vuelto Safon en España, todavía los mauritanos perseverasen en los reales de los africanos, tornó á movelles guerra, y les hizo mayores daños, y apenas se pudo alcanzar por los españoles que entraron de por medio que, fortificado de nuevas compañías de España que le ofrecian de su voluntad, dejada la Mauritania, entrase mas adentro en Africa. En fin se tomó este acuerdo, con que los ejércitos enemigos de Cartago fueron vencidos, ca los tomaron en medio por frente y por las espaldas las gentes que salieron de Cartago por una parte, y por otra las que partieron de España. Saruco Barquino, así dicho de Barce, ciudad puesta á la parte oriental de Cartago, dado que Silio Itálico dice que de Barce, compañero de Dido, se señaló en servir en esta guerra á los cartagineses. Así le hicieron ciudadano de aquella ciudad, y dió por este tiempo principio á la familia y parcialidad muy nombrada en Cartago de los Barquinos. Dióse fin á esta guerra año de la fundacion de Roma de 283. Safon, vuelto en España, y ordenadas las cosas de la provincia, siete años despues fué removido del cargo y lla

mado á Cartago, con color de dalle el gobierno de la ciudad y el cargo y magistrado mas principal, el cual, como dice Festo Pompeyo, se llamaba suffetes. La verdad era que les daba pena que un ciudadano, con las riquezas de aquella riquísima provincia, creciese mas de lo que podia sufrir una ciudad libre, dado que por hacerle mas honra enviaron en su lugar tres primos suyos, Himilcon, Hannon y Gisgon, y á él, vuelto á su tierra, le hicieron grandes honras; con que se ensoberbeció tanto, que teniendo en poco la tiranía y señorío de su ciudad, trató de hacerse dios en esta forma. Juntó muchas avecillas de las que suelen hablar, y enseñóles á pronunciar y decir muchas veces tres palabras: Gran dios Safon. Dejólas ir libremente, y como repitiesen aquellas palabras por los campos, fué tan grande la fama de Safon por toda aquella tierra, que espantados con aquel milagro los naturales, en vida le consagraron por dios, y le edificaron templos; lo que antes de aquel tiempo no aconteciera á persona alguna. Plinio atribuye este hecho á Hannon, la fama á Safon, confirmada y consagrada por el antiguo proverbio latino y griego, es á saber: Gran dios Safon.

CAPITULO XXI.

ó promontorio de Junon; y vueltas las proas á manderecha, llegó á la boca de Cilbo, rio que entra en el mar entre los lugares Bejel y Barbate, como tambien el rio que luego se sigue, llamado Besilio, descarga junto al cabo de San Pedro en frente de Cádiz, y entra en el mar; quedaba entre estos dos rios en una punta de tierra que allí se hace el famoso sepulcro de Gerion. Síguese luego la isla Eritrea, que era la misma de Cádiz, segun algunos lo entienden; otros la ponen por diferente cinco estadios apartada de tierra firme, al presente comida del mar en tanto grado, que ningun rastro della se ve. Mas adelante vieron un monte lleno de bosques y espesura; informáronse, y hallaron que se llamaba Tartesio del nombre comun de aquellas marinas, y que de la cumbre de aquel monte salia y bajaba un rio, el cual arriba se dijo que se llamaba Lethes, y ahora es Guadalete. Seguíanse ciertos pueblos de los Turdetanos, llamados los Cibicenos, que se extendian hasta la primera boca de Guadalquivir. En medio de aquellas sus riberas estaba edificada la torre Gerunda, obra de Ge-. rion. Mas adentro en la tierra los lleates el rio Guadalquivir arriba, los Cempsios, los Manios, todos gentes de la Turdetania. Entendióse tambien que aquel rio, que de otros era llamado Tartesio, nacia de la fuente llamada Ligostica, que manaba y se hacia de una lagu-. na puesta á las haldas del monte Argentario; hoy se Hlama monte de Segura. Decian asimismo que, dividido en cuatro brazos, regaba los campos de la Bética; mentira que tenia aparencia, y por eso fué creida; ca por ventura tenian entendido que tres rios, los cuales se juntan con Guadalquivir, eran los tres brazos del mismo, ó sea que por ventura le sangraban y hacian acequias, en diversas partes para riego de los campos; lo que

Como Himilcon y Hannon descubrieron nuevas navegaciones. Himilcony Hannon, tomado el cargo de España, luego que pudieron, se hicieron á la vela con su armada para ir á su gobierno. Acometieron de camino á los de Mallorca, si por ventura con maña y dádivas de poco precio pudiesen alcanzar de aquellos hombres groseros, y que no sabian semejantes artificios, que les diesen Jugar y permitiesen levantar en aquella isla un fuerte, que fuese como escalon para quitalles la libertad. DióseJes esta licencia, y aun dícese que en Menorca, entre sep-apenas se puede creer de ingenios tan groseros como tentrion y poniente, edificaron un pueblo, que se llamó Jama, y otro al levante, por nombre Magon. Algunos añaden el tercero lugar de aquella isla llamado Labon, y piensan que la causa destos nombres fueron tres gobernadores de aquella isla enviados de Cartago sucesivamente. Lo cierto es que Haunon, llegado á Cádiz, con deseo de gloria y de saber nuevas cosas, discurrió por las riberas del mar Océano hasta el promontorio Sacro, que hoy es cabo de San Vicente en Portugal; y todo lo que vió y notó en particular, lo escribió al Senado. Decia que tenía grande esperanza se podian descubrir con grande aprovechamiento de la ciudad las riberas de Jos mares Atlántico y Gállico, inaccesibles hasta entonces, y que corrian por grande distancia. Que le diesen licencia para aderezar dos armadas y apercebillas de todo lo necesario para tan largas navegaciones y de tanto tiempo. Lo cual el año siguiente por permision del Senado se hizo; mandaron á Himilcon que descubriese Jas riberas de Europa y los mares lo mas adelante que pudiese. Hannon tomó cuidado de descubrir lo de Africa. Gisgon, por acuerdo de los hermanos y con órden del Senado, quedó en el gobierno de España. Acordado esto, y apercebido todo lo necesario, al principio del año que se contaba de la fundacion de Roma 307, Hannon y Himilcon con sus armadas se partieron para diversas partes. Himilcon partió de Gibraltar, que antiguamente se dijo Heraclea, pasó por los Mesenios y por los Selbisios que estaban en los Bastulos, dobló el cabo postrero del Estrecho, que se dijo Herma

eran los de aquel tiempo. Rufo Festo, que escribió estas navegaciones, dice que Guadalquivir entraba en la mar por cuatro bocas; los antiguos geógrafos hallaban dos tan solamente; nosotros mudadas con el tiempo las cosas y alteradas las marinas, no hallamos mas de una. Partido de allí, y pasadas las bocas de Guadalquivir, vieron las cumbres del monte Casio, rico de venas de estaño, como lo da á entender el nombre; y aun quieren decir que del nombre de aquel monte el estaño por los griegos fué llamado casiteron.. La llanura bajo de aquel monte poseian los Albicenos, contados entre los Tartesios. Seguíase el rio Ibero, que antiguamente fué término postrero de los Tartesios; y al presente entra en el mar entre Palos y Huelma. De este rio quieren algunos que España haya tomado el nombre de Iberia, y no del otro del mismo apellido que en la España citerior hoy se llama Ebro, y con su nobleza ha escurecido la fama deste otro; llámase hoy rio del Acige por la muchedumbre desta tierra que en aquellos lugares se saca, á propósito de tenir lanas y paños de negro. En la misma ribera hacia el poniente vieron la ciudad de Iberia, de la cual hizo mencion Tito Livio, y era del mismo nombre de otra que estuvo asentada en la ribera del rio. Ebro, no léjos de Tortosa. Seguíanse luego los esteros del mar por aquella parte que el promontorio dicho de Proserpina, por un templo desta diosa que allí se via, se metia el mar adentro. Doblada esta punta, vieron lo postrero de los montes Marianos, por donde en el mar se terminan, y encima la cumbre del monte Zefirio,

que parecia llegar al cielo, cubierto de nubes y de niebla, aunque el mar sosegado á causa de los pocos vientos que en aquella parte soplan. Mas adelante, unas riberas llenas de pedregales y matorrales se tendian hasta el monte de Saturno. Luego despues los Cenitas, por medio de los cuales corria Guadiana, con dos islas opuestas, que la mayor llamaban Agonida. Despues doblado el promontorio Sacro, hoy cabo de San Vicente, por riberas que hacen muchas vueltas, llegaron al puerto Cenis, no léjos de la isla dicha entonces Petanio, y hoy Perseguero. Caian cerca los Draganos, pueblos de la Lusitania, incluidos entre dos montes Sefis y Cemfis, y que al norte tenian por término un seno de mar puesto en frente de las islas dichas Strinias, puestas en alta mar. Tenian los Draganos otra isla cerca, Hamada Aca le, cuyas aguas eran azules extraordinariamente y de mal olor. Esta forma tenian entonces aquellas marinas; al presente, habiéndose el mar retirado, todo está diferente de lo antiguo. Sobre la isla Acale en tierra firme se empinaba el monte Cepriliano, y muy adelante por aquellas riberas hallaron entre levante y septentrion á la isla Pelagia, de mucha verdura y arboledas; pero no osaron saltar en ella, por entender de muchos que era consagrada al dios Saturno, y que á los que á ella abordaban se les alteraba el mar: tal era la vanidad y supersticion de aquella gente. Seguíanse en tierra firme los Sarios, gente inhumana y enemiga de extranjeros ; por donde el cabo que en aquella parte hoy se dice Espichel, antiguamente por la fiereza desta gente se llamó Barbario. Desde allí en dos dias de navegacion llegaron á la işla Strinia, deshabitada y llena de malezas, á causa que los moradores, forzados de las serpientes y otras sabandijas, la desampararon y buscaron otro asiento; por esto los griegos la llamaron Ofiusa, que es tanto como de culebras. Ofrecióse luego la boca de Tajo, donde los Sarios se terminaban con una poblacion de griegos, que se entiende, no sin probabilidad, que fuese Lisboa, ciudad en el tiempo adelante nobilísima. Hiciéronse desde allí á la vela, y tocaron en las islas Albiano y Lacia; hoy se cree que son las islas puestas enfrente de Bayona en Galicia. Llegaron á las riberas de los Nerios ó Jernos, que se tendian hasta el promontorio Nerio, que llamamos el cabo de Finisterre; junto á él están muchas islas, llamadas antiguamente Strenides, porque los moradores de la isla Strinia, huidos de allí á causa de las serpientes, como se ha dicho, hicieron su asiento en aquellas islas. Decíanse tambien Casiterides, por el mucho plomo y estaño que en ellas se sacaba. Pasado el promontorio Nerio, Himilcon y sus compañeros, vueltas las proas al oriente, por falta de los vientos en aquellas riberas y por los muchos bajíos y con las muchas ovas embarazados, padecieron grandes trabajos; mas prosiguieron en correr los puertos, ciudades y promontorios de los Ligores, Asturianos y Siloros, que por órden se seguian en aquellas marinas. De las cuales cosas no se escribe nada, ni se halla memoria alguna de lo que pasaron en el mar de Bretaña y en el Báltico, donde es verisímil que llegaron guiados del deseo de descubrir, calar y considerar las riberas de la Francia y de Alemaña. Ni aun, que se sepa, hay memoria del camino que para volver á España hicieron, despues que gastaron dos años enteros en ida y vuelta de navegacion tan larga y dificultosa.

CAPITULO XXII.

De la navegacion de Hannon.

La navegacion de Hannon fué mas larga y la màs famosa que sucedió y sé hizo en los tiempos antiguos, y que se puede igualar con las navegaciones modernas de nuestro tiempo, cuando la nacion española con esfuerzo invencible ha penetrado las partes de levante y de poniente, y aun aventajarse á ellas, por no tener noticia entonces de la piedra iman y aguja ni saber el uso, así della como del cuadrante, por donde no se atrevian á meter y alargarse muy adentro en el mar. Juntada pues y apercebida una armada de sesenta galeras grandes, en que llevaban treinta mil personas, hombres y mujeres, para hacer poblaciones de su gente por aquellas riberas donde pareciese á propósito, se hicieron á lá vela desde Cádiz. Pasadas las columnas de Hércules en dos dias de navegacion, llegados que fueron á una grande llanura, edificaron una gran ciudad, que dijeron Timiaterion. Vueltas luego las proas al poniente, seguíase el promontorio Ampelusio, que nosotros comunmente llamamos cabo de Espartel; y aun sospecho es el que Arriano llamó Soloen, de mucha espesura de árboles y de muy grande frescura. Siguese el rio Zilia, que sospechoso Polibio llamó Anatis; y en este tiempo junto á él está asentado un lugar, por nombre Arcilla. Los Lixos, gente que moraba y tomaba el nombre del rio Lixio, el cual corre de la Libia y descarga por aquella parte en el Océano, estaban tendidos setecientas y treinta y cinco millas, conforme á la medida romana, mas adelante del promontorio Ampelusio. Allí fingieron antiguamente que Hércules luchó con el gigante Anteo, y que en el mismo lugar eran los jardines de las Hespérides y el espantoso dragon que las guardaba. Seguíanse á igual dis-. tancia en espacio de cien millas, ó veinte y cinco leguas,, otros dos rios: el uno se llamó Subur, donde se via una poblacion, por nombre Bonosa; el otro Sala, con otra po blacion del mismo nombre, que hoy se llama Salen, en un buen asiento y fresco, pero molestado de las fieras por caelle cerca los desiertos de Africa. Partidos de aquellos lugares, llegaron al monte Atlante, que se termina en el mar en el cabo que los antiguos llamaron la postrera Chaunaria, despues por los marineros fué comunmente llamado el cabo Non, por estar persuadidos que el que con loco atrevimiento le pasaba para siempre no volvia; hoy le llamamos cabo del Boyador, si bien algunos ponen por diferentes el cabo Non y el cabo del Boyador; lo mas cierto es que tiene enfrente la isla de Palma, puesta hacia el poniente, una de las Canarias, de la equinoccial distante veinte y ocho grados que tiene de altura. Pasado este promontorio, ofrecióseles una ribera muy tendida hasta una pequeña isla de cinco estadios en circuito, la cual ellos, dejando allí una poblacion, llamaron Cerne. Yo entiendo que en nuestro tiempo se llama Argin, y está pasado el cabo Blanco, asentado veinte y un grados mas acá de la equinoccial; y della todo aquel golfo se llama el golfo de Argin, que va tendido hasta el Cabo Verde y las diez islas que tiene enfrente, antiguamente dichas Hespérides; entre las demás la principal hoy se llama de Santiago, y todas ellas se dicen las islas de Cabo Verde. Este cabo ó promontorio sospecho que Arriano le llama Cuerno Hesperio, y que el rio muy ancho que antes dél

entra en el mar, es el que Festo llama Asama, porque tambien en este tiempo, con nombre no muy diferente de lo antiguo, se llama Sanaga. Cria crocodilos y caballos marinos; crece otrosí, y mengua en el estío á la manera del Nilo; por donde se entiende que tienen una misma orígen estos dos rios y nacen de unas mismas fuentes. Los antiguos, y en particular Plinio, le llamaron Nigir. Entra en el mar por dos bocas: la que hemos dicho, y otra que está pasado Cabo Verde, y por su gran anchura vulgarmente se llama el rio Grande. Seguíanse las islas Gorgonides; así las llamó Hannon, de unas mujeres monstruosas que allí vieron, las cuales los antiguos llamaron gorgonas. Cerca de aquellas islas vieron un monte muy empinado, que llamaron Carro de los Dioses, por resplandecer con fuegos y porque tenia grande ruido de truenos; los nuestros le llaman Sierra Leona, puesta ocho grados antes de la equinoccial. En Ptolemeo está demarcado el Carro de los Dioses en cinco grados de altura, y no mas, sea que los números, por descuido de los escribientes, estén estragados, ó que él mismo se engañó. Este monte, por su altura, ordinariamente resplandece con relámpagos, demás que los moradores por causa del calor, que por allí es muy excesivo, de dia están encerrados en cuevas debajo de tierra, y las noches salen á trabajar y procurar su sustento con hachos encendidos; por donde los campos cercanos á aquel monte resplandecen de noche, y parece que arden en vivas llamas y en fuego; cosa que dió ocasion á Hannon y á sus compañeros á que pensasen de veras, ó que de propósito fingiesen, como suele acontecer cuando se habla de cosas y lugares tan apartados, que de aquellas partes y campiñas corrian en el mar rios de fuego, y que todas aquellas tierras comarcanas estaban yermas, á causa de aquellas perpetuas llamas. Pasado aquel monte, descubrieron una isla, habitada de hombres cubiertos de vello (así lo entendieron ellos), y para

memoria de cosa tan señalada, de dos hembras que prendieron, porque á los machos no pudieron alcanzar por su gran ligereza, como no se amansasen, las mataron, y enviaron á Cartago las pieles llenas de paja, donde estuvieron mucho tiempo colgadas en el templo de Vénus, para memoria de tan grande maravilla. Los doctos ordinariamente no sin razon creen que esta isla es una que está debajo la equinoccial frontero de un cabo de Africa, llamada de Lope Gonzalez, sujeta en este tiempo á los portugueses, y que se llama la isla de Santo Tomé, tan rica de azúcares, que se dan muy bien en ella, como mal sana, principalmente á los nuestros, como quier que los etíopes se hallen allí muy bien de salud. Los hombres cubiertos de vello entendemos que fueron cierto género de monas grandes, cuales en Africa hay muchas y de diversas raleas, del todo en la figura semejantes á los hombres, y de ingenios y astucias maravillosas. Arriano escribe que Hannon y sus compañeros desde aquellos lugares y desde aquella isla dieron la vuelta á España, forzados de la falta de mantenimientos. Plinio dice que Hannon llegó hasta el mar Rojo, pasado, es á saber, el cabo de Buena Esperanza, en el cual, adelgazadas de entrambas partes las riberas, la Africa interior á manera de pirámide se termina. Dice mas, que desde allí envió embajadores á Cartago, por tierra sin duda, con informacion de todo lo sucedido. En esto concuerdan, que volvió al quinto año de la partida de España, y de la fundacion de Roma se contaba 312. Los que con él fueron, vueltos, á porfia contaban milagros que les acontecieran en navegacion tan larga, tormentas, figuras de aves nunca oidas, cuerpos monstruosos de fieras y peces, varias formas de hombres y de animales, vistas ó creidas por el miedo, ó fingidas de propósito para deleitar al pueblo, que abobado oia cosas tan extrañas y nuevas.

LIBRO SEGUNDO.

CAPITULO PRIMERO.

Que Hannon y sus hermanos volvieron á su tierra. HANNON Y Himilcon, despues de tan dificultosos viajes y tan largas navegaciones, vueltos en España, con deseos de descansar y de ver á su patria, sin dilacion se partieron á Cartago, donde fueron con grande acompañamiento de los que salieron á recebillos, con aplauso de todo el pueblo y solemnidad semejante á triunfo metidos en la ciudad. Todos alababan y engrandecian el vigor de sus ánimos, sus famosos acometimientos y el alegre remate de sus empresas. Quedó Gisgon en el gobierno de España, al cual se le dió tambien licencia que dejado el cargo se volviese á Cartago. Lo que mucho importaba para continuar en su poder y autoridad, hicieron que Aníbal, su primo, que era hermano de Safon, junto con Magon, pariente y amigo de los mismos, fuesen

nombrados para suceder en el gobierno de España. Deste Magon se dice que en las islas Baleares, donde se detuvo algunos años, edificó en Menorca una ciudad de su nombre. No hay duda sino que en aquella isla hobo antiguamente una ciudad que se llamó Magon, pero la semejanza del nombre no es conjetura bastante para asegurar que haya en particular sido fundada por este Magon, como quier que no haya para comprobarlo otro testimonio de escritores antiguos. Lo que se tiene por averiguado es que, llegado que fué Aníbal á Cádiz, Gisgon, cargada la flota de riquezas que él y sus hermanos juntaran muy grandes, se hizo á la vela, pero no llegó á Cartago, porque corrió fortuna, y se perdió con todas las naves por la violencia de ciertas tormentas, muchas y muy bravas, que por aquellos dias trajeron muy alterado el mar, que fué año de la fundacion de Roma de 315. Dícese tambien que Aníbal; en las riberas del mar

Océano antes de llegar al cabo de San Vicente, en un buen puerto fundó una ciudad que antiguamente se llamó puerto de Aníbal (ahora se llama Albor), cerca de Lagos, pueblo antiguamente dicho Lacobriga. Por otra parte, los tartesios á la postrera boca del rio Guadalquivir edificaron un castillo con un templo consagrado á Vénus; la cual estrella, porque se llama tambien Lucifero ó Lucero, el templo se dijo Lucífero, y hoy, corrompida la voz, se llama Sanlúcar, pueblo en este tiempo, por la contratacion de las Indias y por ser escala de aquella navegacion, entre los mas nombrados de España. Así cuentan esta fundacion nuestras historias, que afirman tambien que por el mismo tiempo se encendió una guerra muy cruel entre los béticos, que hoy son los andaluces, y los lusitanos, gentes que moraban de la una y de la otra parte de Guadiana. Dicen que comenzó de diferencias y riñas entre los pastores; que á los lusitanos favorecieron los cartagineses, á los béticos una ciudad principal por aquellas partes, la cual algunos sospechan que fuese la Iberia, de quien arriba se hizo mencion, y que las mismas mujeres tomaron las armas; tan grande era la rabia y furia que tenian. La batalla fué muy herida : pelearon por espacio de un dia entero sin declararse ni conocerse la victoria por ninguna de las partes. Despartiólos la noche; fueron pasados á cuchillo ochenta mil hombres, y entre ellos el principal caudillo de los cartagineses, que si esto es verdad, se puede con razon pensar fuese el mismo Aníbal. Añaden que Magon, movido de la fama de aquella batalla, partió luego de las Baleares Mallorca y Menorca en ayuda de los suyos y en busca de los enemigos, los cuales, por haber recebido en aquella batalla no menor daño que hecho, fueron forzados, quemada la ciudad, á buscar otros asientos, por miedo de mayor mal. Corria ya el año de la fundacion de Roma de 321. En el cual año sucedió en Cartago grande mudanza, ca muertos en aquella ciudad casi en un tiempo Asdrúbal y Safon, hermanos de Aníbal, el crédito y autoridad de Hannon, que ya flaqueaba con la nueva del daño recibido en España, se perdió de todo punto, por brotar, como acontece en las adversidades, el odio de muchos, que llevaban de mala gana se gobernase y se trastornase toda la ciudad á voluntad y antojo de un ciudadano, y que un particular pudiese mas que los que tenian á cargo el gobierno. Acordaron criar un magistrado de cien hombres, con cargo y autoridad de tomar cuenta á los capitanes que volviesen de la guerra. Forzaron pues á Hannon á pasar por la tela deste juicio. Ventilóse su negocio, condenáronle en destierro, que fué no menor invidia que ingratitud, especial que ninguna causa alegaban mas principal para lo que hicieron, sino que era de ingenio é industria mayor que pudiese seguramente sufrille una ciudad libre, pues habia sido el primero de los hombres que se atrevió á amansar un leon y hacelle tratable; que no se debia fiar la libertad de quien domaba la fiereza de las bestias. La verdad es que las ciudades libres suelen concebir odio y siniestra opinion contra los ciudadanos que entre los demás se señalan, y con invidia maltratar á los príncipes de la república, á quien muchas veces fué cosa perjudicial y acarreó notable daño aventajarse en valor, industria y virtudes á los demás.

CAPITULO II.

De las cosas por los españoles hechas en Sicilia.

Algunos años se pasaron despues desto sin que sucediese en España cosa digna de memoria hasta el año de la fundacion de Roma de 327. En el cual tiempo, partida toda la Grecia en dos partes, se hacia la guerra Peloponesiaca. Juntamente el segundo año desta guerra, una cruel peste se derramó casi por toda la redondez de la tierra, la cual, como tuviese su principio en la Etiopia, de allí pasó á las demás provincias, y por remate en España asimismo mató y consumió hombres y ganados sin número y sin cuento. Hicieron mencion desta plaga Tucídides, Tito Livio y Dionisio Halicarnaseo, y aun nuestras historias atribuyen la causa desta mortandad á la sequedad del aire; pero Hipócrates, que vivió por el mismo tiempo, afirma que para librar á Tesalia desta peste, hizo él quemar los montes y bosques de aquella tierra. Lo que á nuestro propósito hace es que para la guerra que en Sicilia traian los de Lentino y los caranenses contra los siracusanos, ciudad entonces la mas populosa y poderosa de aquella isla, Nicias y Alcibiades, aunque era de poca edad, fueron de Aténas enviados con una armada de cien galeras en socorro de los leontinos. Esta era la voz; pero de secreto llevaban esperanza de apoderarse de toda la isla. Sucediérales como lo pensaban si Alcibiades, que se habia al principio gobernado bien y quebrantado las fuerzas de los siracusanos, no fuera acusado á la misma sazon en Aténas al pueblo de haber descubierto los misterios de Céres, en ninguna cosa mas solemnes y sagrados que en el silencio. Citáronle para que pareciese en juicio y se descargase: él por la conciencia del delito, ó por miedo de los contrarios, se fué á Lacedemonia, donde como fuese recebido benignamente por su excelente ingenio y por la fama de lo que habia hceho, les persuadió por vengarse que enviasen en socorro de los siracusanos un valeroso capitan llamado Gilipo; con cuya llegada se trocaron las cosas de tal suerte, que fueron vencidos los atenienses por mar y por tierra, y el mismo Nicias con otros muchos, vino en poder de sus enemigos los de Lacedemonia. Poseian los cartagineses por aquel tiempo junto al promontorio Lilibéo, que ahora es cerca de Trapana, y distaba de Cartago ciento y ochenta millas, algunos pueblos de aquella isla. Los Agrigentinos, que ahora se llaman de Gergento, y eran comarcanos, llevaban mal que el poder de los cartagineses se continuase y envejeciese tanto tiempo en aquella isla, fuera de agravios particulares que les tenian hechos. Sucedió que los cartagineses salieron á un bosque no léjos de la ciudad de Minoa para hacer cierto sacrificio; acudieron los de Gergento, y pasaron á cuchillo los contrarios, por haber salido sin armas y sin recelo, todos los que no escaparon por los piés y se salvaron por aquellos bosques y montes. Sabido esto en Cartago, todo el pueblo se alteró y se movió á vengar aquel insulto. Con este acuerdo enviaron á Sicilia dos mil cartagineses y otros tantos soldados españoles. Juntaron con ellos quinientos mallorquines honderos, nuevo y extraordinario género de milicia, los cuales, puesto que al principio fueron menospreciados del enemigo porque iban desnudos, venidos á las manos, dieron á los suyos la victoria; ca con una perpetua lluvia de piedras mal

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