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ojos la prosperidad de los que les van delante, no ccsaban con chismes y reportes de aumentar la indignacion del Rey. Tenia don Alonso treinta y siete años cuando volvió al reino. Fué diestro en la guerra; por esta causa le llamaron don Alonso el Bravo. Era prudente y templado en el gobierno, de noble condicion y modesto; virtudes á que de suyo era inclinado, y las adversidades y trabajos que padeció mucho le afinaron mas. Su franqueza y liberalidad fué extremada, tanto, que parecia en hacer mercedes consumir las riquezas y tesoros reales. La muerte del rey don Sancho y la restitucion de don Alonso sucedió el año que se contaba de Cristo de 1073. En el mismo el cardenal Hildebrando entró en el pontificado por muerte de Alejandro II, y se llamó Gregorio VII; persona de singular virtud, grandeza de ánimo y constancia, como lo mostró en la enemiga que por toda la vida tuvo con el emperador Enrique, tercero deste nombre, sobre defender la libertad de la Iglesia, que aquel príncipe pretendia atropellar. En España, este mismo año, santo Domingo de Silos, monje cluniacense, varon de conocida santidad, finó á 20 de diciembre, dia viérnes. Su fiesta se celebra cada año en España. Nació este santo en la Rioja, en un pueblo llamado Cañas; de pastor que fué entró morje en San Millan de la Cogulla; con el tiempo vino á ser allí abad; mandóle desterrar el rey don García de Navarra porque defendia con mucha fuerza las exempciones de sus monjes y sus privilegios; de donde tomó el nombre en latin, como yo creo, que se dijo Exiliensis, Silos en romance. El monasterio, que á la sazon se llamaba de San Sebastian, le reparó este santo los años pasados con ayuda del rey don Fernando, y adelante mudó el nombre y se llamó de Santo Domingo de Silos, no solo el monasterio, sino el pueblo que está junto á él en el valle de Tablatello, diez leguas de Búrgos, en en unos ásperos riscos, camino derecho de Santisteban de Gormaz. No quise dejar esto por la noticia de la antigüedad y por ser este monasterio muy nombrado. Volvamos á los hechos de los reyes y al órden de la historia como iba antes.

CAPITULO XI.

De los principios del rey don Alonso el Sexto.

En los principios del reinado del rey don Alonso no faltaron turbaciones y revueltas, que con el tiempo se apaciguaron y tuvieron buen suceso y alegre. El año siguiente despues que entró en su reino, que fué el de 1074, los reyes de Córdoba y de Toledo traian guerra sobre los términos de sus reinos. Don Alonso, por lo mucho que debia al de Toledo, juntó un buen ejército con intento de ayudarle y acudirle. Temió el rey Almenon de primera instancia que venia contra él; pero Juego se desengañó y supo el buen intento que traia en su favor. Juntaron los dos sus campos y hicieron muy gran daño en las tierras del reino de Córdoba; destruyeron los sembrados, aldeas y cortijos y quemaron los pueblos; hicieron grandes presas de hombres cautivos y de ganados. No se vino á las manos porque el de Córdoba esquivaba entrar en batalla con Almenon y con los demás que de su parte venian. Los soldados volvieron alegres con las victorias, ricos y cargados de despojos. Por este tiempo falleció la primera mujer del rey don

Alonso, por nombre doña Inés. Casó despues con otra señora, llamada Constancia, natural de Francia. Deste segundo matrimonio tuvo una hija sola, que se llamó doña Urraca, y adelante heredó el reino y todos los estados de su padre, como se verá en otro lugar. A instancia desta Reina, segun yo pienso, despacharon una embajada á Roma para suplicar al Papa enviase un legado á España con plena potestad para reparar y reformar por todas las vias posibles las costumbres de los eclesiásticos, que por la soltura de los tiempos andaban muy estragadas y perdidas. Parecióle al papa Gregorio VII ser muy justa esta demanda; despachó para este efecto á Ricardo, cardenal y abad de San Victor de Marsella. Este legado, llegado á España, juntó en Búrgos, ciudad cabeza de Castilla, el año de 1076, un concilio de obispos de todo el reino; en él, por conformarse con la voluntad del Rey y con lo que era razon, confirmó en todo su reino el ministerio romano, que son las mismas palabras de don Pelayo, obispo de Oviedo. Yo entiendo que mandó ejecutar y poner en práctica las leyes antiguas de la Iglesia, olvidadas y desusadas en gran parte, señaladamente que los clérigos de órden sacro no se casasen ni tuviesen mujeres, segun que lo mismo se hiciera en Alemaña, aunque.con mucho alboroto y revueltas que sobre el caso se levantaron, tanto, que públicamente se dijeron muchas cosas contra la honra y reputacion del pontífice Gregorio, libelos famosos, cantarcillos y versos muy descomedidos en este propósito; tan pesada cosa es dejar las costumbres viejas y reformar las vidas estragadas. A la verdad, los mas de los clérigos, olvidados de lo que pedia la antigua diciplina eclesiástica y vencidos del deleite, se hallaban enlazados en el casamiento, cargados de mujeres y de hijos. Demás desto, á ejemplo de Aragon, abrogaron en aquella junta el Breviario y Misal gótico de que usaban en España, y se mandó introducir el romano. Esto cuanto á lo eclesiástico. El Cid asimismo por mandado del Rey partió para la Andalucía á poner en razon á los reyes moros de Sevilla y de Córdoba, que no querian acudir con las parias y con los tributos acostumbrados. Traian entre sí guerra muy reñida los reyes de Granada y de Sevilla; el de Granada estaba mas orgulloso á causa que algunos cristianos seguian sus banderas y ganaban dél sueldo; púsose el Cid de por medio para concertallos y ponellos en paz; y porque el de Granada no queria venir en ningun partido, le hizo guerra, y vencido, le forzó á tomar el asiento que primero desechaba. Hiciéronse pues las paces entre aquellos moros, y el Cid volvió con los tributos cobrados y sus soldados ricos con las presas que en aquella guerra hicieron; los cuales y toda la demás gente, por las victorias que ganó en esta jornada, le dieron un nuevo apellido y muy honroso, ca le llamaron el Cid Campeador, en que se muestra el grando amor que le tenian y gran crédito que habia ganado. Por el mismo camino los nobles y caballeros se encendieron contra él en una nueva envidia; procuraban abatir al que mas aína debieran imitar, armábanse para esto de calumnias y cargos falsos que le hacian, torcian sus servicios y sus palabras. No era dificultoso salir con su intento por estar el Rey de tiempo atrás desgustado; demás que de nuevo se les ofreció otra ocasion muy á propósito para llevar adelante esta trama.

Los moros de Andalucía no acababan de sosegar y allanarse; determinó el Rey hacelles guerra en persona. En esta sazon un buen golpe de moros de los que en Aragon moraban, sea á persuasion de los andaluces, sea por no perder aquella ocasion, por Medinaceli hicieron entrada en las tierras de Castilla. Corrieron y talaron los campos de Santistéban de Gormaz. El Cid se hallaba retirado en su casa con achaque de su poca salud, como á la verdad pretendiese con ausentarse aplacar la envidia de sus émulos para que no le empeciesen; pero avisado de lo que pasaba y visto que el Rey estaba ausente, con las gentes que pudo recoger prestamente acudió al peligro. Su valor y diligencia corrian á las parejas; así muy en breve forzó á los moros á retirarse y desembarazar la tierra. No contento con esto, por aprovecharse de la ocasion y aprovechar sus soldados, revolvió á manderecha sobre las tierras del reino de Toledo, sin parar hasta dar vista á la misma ciudad. En el camino saqueó los pueblos, taló los campos, ganó gran presa y siete mil esclavos entre hombres y mujeres. Los que le aborrecian acudieron al Rey para cargalle de haber quebrantado el asiento puesto con aquel rey de Toledo. Decian no convenia disimular ni dar rienda á un hombre loco y sandio para hacer semejantes desatinos; que era bien castigalle y hacer que no se tuviese en mas que los otros caballeros, ni pretendiese salir con lo que se le antojase. Tratóse el negocio en una junta de grandes y ricos hombres. Acordaron saliese desterrado del reino, sin dalle mas término de nueve dias para cumplir el destierro; no se atrevió el Cid á contrastar con aquella tempestad. Encomendó su mujer y hijos al abad de San Pedro de Cardeña, monasterio con que tuvo toda su vida mucha devocion, y él se fué á cumplir su destierro acompañado de muy buena y lucida gente. Iba resuelto de no pasar el tiempo en ociosidad, antes hacer de allí adelante con mas brio guerra á los moros, y con el resplandor de sus virtudes deshacer las tinieblas de las calumnias que le armaban. Los moros por este tiempo, con las comidas y regalos de España y con la abundancia, fruto de la victoria, habian perdido en gran parte las fuerzas y valor con que vinieron de Africa. Salió el Cid con poca gente, aunque escogida, y otros muchos deudos y hijosdalgo que se le allegaron, que todos deseaban tenelle por caudillo y militar debajo de su conducta. Rompió lo primero por el reino de Toledo y el rio de Henáres arriva no paró hasta llegar á aquella parte de Aragon en que está Alhama y el rio Jalon, que riega con diversas acequias que dél sacan gran parte de aquellos campos; en particular combatió y ganó de los moros el castillo de Alcocer, muy fuerte por su sitio, puesto en lugar alto y enriscado. Desde este castillo hacia salidas y cabalgadas por todas aquellas tierras comarcanas, y aun desbarató dos capitanes que el rey de Valencia envió con gente para impedir aquellos daños. La presa que hizo en todos estos encuentros y jornada fué muy rica; acordó enviar en presente al rey don Alonso treinta caballos escogidos con otros tantos alfanjes fiados de los arzones y treinta cautivos moros vestidos ricamente que los Hevæsen de diestro. Recibió el Rey esta embajada y presente con muy buen talante y toda muestra de contento y alegría. El pueblo no ccsaba de engrandecer al Cid y subir sus hazañas hasta las nubes; llamábanle li

bertador de la patria, terror y espanto de los moros, defensor y amparador de la cristiandad. Decian que era tanta su grandeza, que con buenas obras pretendia vencer los agravios que le hacian; y su mansedumbre y gentileza se aventajaba á las injusticias y injurias de sus contrarios. Que no debia nada á los caballeros antiguos, antes se les adelantaba en todo género de virtud. Despidió el Rey los embajadores muy cortesmente; pero no alzó por entonces el destierro á su señor por no alterar á los moros, si tan en breve le perdonaba; solo dió licencia á todos los que quisiesen para scguille y militar debajo de sus banderas; en lo cual se tuvo respeto, no solo á honrar al Cid, sino á descargar el reino de muchos hombres bulliciosos, que, apaciguada el Andalucía, por estar criados en las armas llevaban mal la ociosidad. Estas cosas, si bien pasaron en muchos años, las juntamos en este lugar por no perturbar la memoria si se dividieran en muchas partes. Advertido esto, volverémos con nuestro cuento atrás y á referir lo que pasó en España el año que se contaba de Cristo 1076.

CAPITULO XII.

Cómo el rey don Sancho de Navarra fué muerto por su hermano.

El rey don Sancho de Navarra tenia un hermano, llamado don Ramon; los dos, aunque eran hijos de un padre y de una madre, en las condiciones y costumbres mucho diferenciaban. Don Ramon era de suyo bullicioso, amigo de contiendas y de novedades, ninguna cuenta tenia con lo que era bueno y honesto á trueque de ejecutar sus antojos. Arrimábansele otros muchos de su misma ralea, gente perdida y que consumidas sus haciendas no les quedaba esperanza de alzar cabeza sino era con levantar alborotos y revueltas. Con la ayuda destos pretendia don Ramon apoderarse del reino; ambicion mala y que le traia desasosegado. El Rey era amigo de sosiego, muy dado á la virtud y devocion, como consta de escrituras antiguas en que á diversos monasterios de su reino hizo donaciones de campos, dehesas y pueblos. Tenia en su mujer doña Placencia un hijo, por nombre don Ramiro, de poca edad, que le habia de suceder en el reino, y no falta quien diga tuvo otros dos hijos hasta llamar al uno don García, y al menor de todos no le señalan nombre. De lo uno y de lo otro tomó ocasion don Ramon para alzarse contra el Rey; decia que con su mucha liberalidad, que él llamaba prodigalidad y demasía, diminuia las rentas reales y enflaquecia las fuerzas del reino, como de ordinario los malos á las virtudes ponen nombres de los vicios á ellas semejantes; gran perversidad. Demás desto, el Rey era viejo, los hijos que tenia de poca edad; esto dió ánimo al que ya estaba determinado de declararse, y con la ayuda de sus aliados se alzó con algunos castillos, principio de mayores males. Acudió el Rey á ponelle en ra➡ zon; mas visto que por bien no se podia acabar cosa ninguna, le pusieron acusacion, y en ausencia, por los cargos que contra él resultaban, le declararon por enemigo público y le condenaron á muerte. Con esto quedaron por enemigos declarados, y cada cual de los dos procuraba dar la muerte al contrario. Los malos de ordinario son mas diligentes y recatados por no fiarse en otra cosa sino en sus mañas; por el contrario, los bue

se hizo muy aborrecible, así á los moros como á los cristianos que moraban en Toledo. Era inhumano y cruel, propia condicion de medrosos y cobardes. Por la muerte de Hisem quedó el rey don Alonso libre del homenaje que hizo en Toledo los años pasados de guardar amistad á aquellos príncipes, padre y hijo. Los cristianos y moros de aquella ciudad, cansados con la tiranía que padecian y no pudiendo llevar los vicios de aquel Príncipe, hacian grande instancia por sus cartas al rey don Alonso para que los librase de aquella opresion tan grande y se apoderase de aquella ciudad tan principal, que era como un baluarte muy fuerte de casi todo el señorío de los moros. Decíanle no perdiese aquella ocasion tan buena como se le presentaba por estar desabridos los ciudadanos, y la poca industria del Rey, que no tendria ánimo ni fuerzas para hacer resistencia á los cristianos. Estos fueron los primeros principios y como las primeras zanjas que se abrian para emprender la conquista de aquella nobilísima ciudad, cabeza de todo aquel reino. El conde don Ramon falleció en Barcelona, en cuya iglesia mayor le sepultaron, que él mismo desde los cimientos levantó los años pasados. El entierro y las honras fueron cuales se puede pensar con toda muestra de majestad y solemnidad. Dejó dividido su estado entre dos hijos suyos; el mayor se llamó don Berenguel, el segundo don Ramon Cabeza de Estopa; la causa de tal apellido de suso queda declarada; su gentileza y apostura y las costumbres, muy compuestas y agradables, fueron ocasion de ganar las voluntades, así del pueblo como de su padre en tanto grado, que sin embargo que era hijo menor, quedó nombrado por conde de Barcelona; mejoría que le fué perjudicial y le acarreó la muerte, como luego se dirá. Este Príncipe casó con una señora, hembra de mucha virtud y que fué hija de Roberto Guiscardo, normando de nacion y gran señor en Italia, segun que lo refiere cierto autor. Esta gente de los normandos en aquel tiempo era muy nombrada. La fama de su valor volaba

nos, confiados en su buena conciencia, se suelen descuidar. El Rey estaba en la villa de Roda; el traidor secretamente se fué allá bien acompañado, y hallado el aparejo que buscaba, alevosamente le dió la muerte. El arzobispo don Rodrigo no hace mencion de todo esto, puede ser que por no manchar su nacion y patria con la memoria de caso tan feo. Los hijos del muerto acudieron á favorecerse, don Ramiro el mayor al Cid, y los dos menores al rey de Castilla don Alonso. Su edad y fuerzas no eran bastantes para contrastar á las del tirano, que quedó muy pertrechado, y luego con el favor de sus valedores se llamó rey. Por esto los principales del reino se juntaron para acordar lo que convenia. No les pareció disimular ni recebir por señor al que tales muestras daba de lo que seria adelante. Los infantes eran flacos y estaban ausentes. Resolviéronse de convidar con aquel reino y corona á don Sancho, rey de Aragon, primo hermano del muerto, y valerse de sus fuerzas contra las del tirano. Acudió él sin tardanza, encargóse del reino que le ofrecian y apoderóse de la mayor parte dél. Otra parte, que fué lo de Briviesca y la Rioja, se entregó al rey don Alonso, que pretendia tener mejor derecho á lo de Navarra por causa de la bastardía de don Ramiro, padre del rey de Aragon; en particular se entregó la ciudad de Najara, do en la iglesia de Santa María la Real sepultaron los cuerpos del Rey muerto y de la Reina, su mujer. Vino otrosí el Aragonés en acudir cada un año al de Castilla por lo de Navarra, por no venir con él á rompimiento, con cierto tributo; este reconocimiento se halla por escrituras antiguas que pagaron los reyes don Sancho y don Pedro. El tirano homiciano, vista la voluntad con que la gente recebia el nuevo Rey y perdida la esperanza de poder contrastar así á sus fuerzas como al odio que todos como á malo y aleve le tenian, acordó ausentarse. Huyó á Zaragoza, donde el rey Moro le dió casa en que morase, y le heredó en ciertos campos y tierras con que pasase su pobre y lacerada vida. Esta herencia de mano en mano recayó en una su nieta, llamada Marquesa, que casó con Aznar Lopez, y afirman que en su testamento la dejó á la iglesia mayor de Santa María de Zaragoza, en tiempo de don Alonso, rey de Aragon, primero deste nombre.

CAPITULO XIII.

Que Almenon, rey de Toledo, y don Ramon, conde de Barcelona, fallecieron.

El año luego siguiente, que se contó de 1077, pasaron desta vida dos príncipes muy señalados; Almenon, rey de Toledo, y don Ramon, conde de Barcelona, por sobrenombre el Viejo; en que el dicho año fué mas señalado que en otra cosa que en él sucediese. En el reino de Toledo sucedió Hisem, hijo mayor del rey difunto. Todo el tiempo que reinó, que fué por espacio de un año, se conservó con todo cuidado en la amistad del rey don Alonso, á ejemplo de su padre y por su mandado, que se lo dejó muy encomendado. Muerto Hisem, le sucedió su hermano menor, por nombre Hiaya Aldirbil, muy diferente de su padre y hermano. Era cobarde en la guerra, en el gobierno desconcertado, de vida muy torpe, dado á comidas y deshonestidades, sin perdonar á las hijas y mujeres de sus vasallos; con que

trero de Italia y de Sicilia. Fundó esta Condesa dos monasterios, el uno con advocacion de San Daniel, en el valle de Santa María, tierra de Cabrera; el otro cerca de Girona, donde despues de la muerte de su marido, renunciado el siglo y sus comodidades, pasó muy santamente lo restante de su vida. En el un monasterio y en el otro puso religiosas de san Benito. Hijo desta señora fué don Ramon Arnaldo ó Berenguel, que sucedió á su padre en el condado de Barcelona. Por este mismo tiempo Armengol, conde de Urgel, hacia guerra á los moros que quedaban por aquellas comarcas, y Guillen Jordan, conde de Cerdania, perseguia los herejes arrianos, que á cabo de tantos años tornaban á brotar por aquellas partes. Este castigaba aquella mala gente con destierros, confiscacion de bienes, con infamia y con muertes que daba á los pertinaces. Por el esfuerzo de Armengol se ganaron de los moros muchos pueblos ribera del rio Segre; en especial la ciudad de Balaguer, cabeza del condado de Urgel, volvió á poder de cristianos.

CAPITULO XIV,

Cómo los normandos fueron á Italia.

El nombre de los normandos fué muy conocido los

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años pasados por los grandes daños que hicieron en las costas de España y de Francia; mas por estos tiempos se hicieron mas famosos cuando extendieron la gloria de su esfuerzo en las partes de Italia, y por fuerza de armas fundaron en ella un nuevo reino y señorío, que dura hasta nuestros tiempos, aunque mudada diversas veces la sucesion de los príncipes que le han poseido y poseen. Dari mucha luz á esta historia saber la orígen desta gente y la ocasion que tuvieron para pasar en Italia, á causa de estar sus cosas en lo de adelante muy mezcladas con las de España. Normandos, que es lo mismo que hombres setentrionales, se llamaron en particular todos aquellos que entre la provincia de Dania

y en mayor poder y señorío. La madre cuidaba de los alnados como de los hijos propios, y así ellos se querian bien, sin que tuviesen entre sí diferencias ni envidias. El padre los crió y amaestró en las armas y en las otras artes que pertenecian á gente noble. Eran denodados, de buen consejo, con que enfrenaban la temeridad; la osadía no los dejaba ser cobardes. Lo que el padre tenia era poco; temian que si lo dividián no resultasen dello riñas y contiendas, determinaron irse á otra parte á vivir y heredarse. Italia estaba dividida en muchos señoríos, ardia en bandos y guerras. Los moros tenian á Sicilia y las otras islas del mar Mediterráneo. Por la una causa y la otra se les ofrecia buena ocasion para

y la Címbrica Quersoneso se extendian por todas aque-mostrar su valor y esfuerzo. Los hermanos mayores pa

llas marinas del mar Germánico y poseian las islas que por alli caen; hombres fieros y bárbaros, en el vestido y manera de vida salvajes, de costumbres extraordinarias, pero muy diestros en el arte de navegar por el ejercicio ordinario que tenian de ser cosarios. Luitprando, que floreció por estos tiempos, dice los que normandos eran los mismos que los rusos ó rutenos. La verdad es que en un mismo tiempo estas gentes se derramaron como dos rios arrebatados, los rusos por las provincias de oriente, de donde vienen los de Polonia, los normandos por las de occidente, en que hicieron grandes efectos. En particular en tiempo de Carlos el Simple, rey de Francia, asentaron en aquella parte de aquel reino que antiguamente llamaron Neustria, y despues del apellido desta gente se llamó y se llama Normandía, como se dijo en otro lugar. Traian por capitan á uno llamado Rolon; naturalmente tenian grande apetito de mandar, eran acostumbrados á fingir y disimular, dados al estudio de la elocuencia y ejercicio de la caza, fuertes para sufrir todo trabajo, hambre, calor y frio; preciábanse de andar bien vestidos y arreados; en lo demás eran de condicion soberbia y desapoderada. Estas eran las virtudes y vicios de los normandos y su natural; con la comunicacion de los francescs, cuya condicion es mansa, se mitigó en parte su fiereza y se amansaron sus costumbres. Del linaje de Rolon hobo uno llamado Guillermo Noto, séptimo duque de Neustria ó Normandía; este, por testamento del rey Eduardo el Santo, juntó al ducado de Normandía el reino de Ingalaterra en el tiempo que se hacia la guerra de la Tierra-Santa. Para apoderarse de aquel reino pasó en una flota á Ingalaterra, y en la primera batalla venció á Haroldo, su competidor, y le quitó la vida y el reino. De allí, por tener aquellos reyes buena parte de la Francia, resultaron perpetuas guerras entre franceses y ingleses, que comenzaron poco antes de los tiempos en que va nuestra historia. De Francia pasó á Italia un ejército de los normandos con esta ocasion. Hay en Normandía una ciudad, que se llamó en otro tiempo Constancia Castra; en su comarca poseia un pueblo, que se llama Altavilla, uno llamado Tancredo, principe de noble y antiguo linaje, dichoso en sucesion, porque de dos matrimonios tuvo no menos que doce hijos. Guillermo, por sobrenombre Brazos de Hierro, Drogo, Wifredo, Gaufredo, Serlo nacieron de la primera mujer, cuyo nombre no se sabe. La segunda mujer, llamada Fransendis, tuvo estos: Roberto Guiscardo, Malegerio, Guillermo, Álveredo, Humberto, Tancredo y el menor de todos Rogerio, que hizo á todos ventaja en hazañas

ca

saron en Italia. Siguiólos un buen golpe de gente; ejercitáronse en las armas y ganaron honra, primero en las guerras de Lombardía y de Toscana, despues pasaron á tierra de Lavor, parte del reino de Nápoles, do los príncipes, el de Salerno y el de Capua, se hacian guerra muy reñida por diferencias que tenian entre sí. Asentaron primero con el Capuano, despues siguieron al Salernitano, que les hizo mas aventajado partido, y con este ayuda quedó con la victoria. Concluida esta guer-, ra, á instancia de Maniaco, gobernador de la Pulla y de Calabria por el emperador de Grecia, emprendieron la conquista de Sicilia contra los moros que della estaban apoderados. Ilicieron en breve buen efecto, muchas ciudades volvieron á poder de cristianos, y en diversos encuentros desbarataron los moros y los corrieron por toda la tierra hasta lanzarlos de aquella isla. Tras esto, como es ordinario, resultaron sospechas y desgustos entre los griegos, que pretendian quedar señores de aquella isla, y los normandos, que aspiraban á lo mismo. De las palabras vinieron á las manos; quedaron los griegos vencidos y privados de aquella su pretension. Destos principios comenzaron los vencedores á fundar y poner los cimientos de un nuevo estado en Italia y en Sicilia, que en breve llegó á ser muy poderoso y rico, porque á la fama de lo que pasaba, los hermanos menores que quedaban en Francia, fuera de solos dos que perseveraron en casa de su padre, cuyos nombres no se saben, acudieron con nuevos socorros de gente en ayuda de sus hermanos mayores, con que mucho se adelantaron en poder y señorío. Todo lo que se ganó por aquellas partes se dividió entre los mismos que lo conquistaron; pero muertos los demás, finalinente quedaron por señores de todo Roberto Guiscardo y Rogerio. Roberto se llamó duque de Calabria y de la Pulla; Rogerio fué conde de Sicilia, estado ganado de los moros y griegos por las armas suyas y de su hermano. Roberto, de dos mujeres que tuvo, Alberada y Sigelgaita, hija del príncipe de Salerno, dejó estos hijos: Boamundo, Rogerio y una bija (si es verdad lo que dicen los catalanes), que casó con don Ramon, conde de Barcelona, como ya dijimos. De Rogerio, conde de Sicilia, nació otro Rogerio, que mudó el apellido de conde en el de rey, y acabados los demás deudos, parte que fallecieron, parte por haberles él quitado lo que tenian, quedó solo con todo lo que los normandos en Italia y en Sicilia poseian; demás desto, Africa y Grecia le pagaban tributo; tan grande erá su poder. Esto se tomó de Gaufredo, monje, que escribió los hechos de los normandós en Italia, á instancia del mismo conde Rogerio

en historia particular que dellos compuso; pero dejada Italia, volvamos á España y á nuestro cuento.

CAPITULO XV.

Que se emprendió la guerra contra Toledo. Desta manera procedian las cosas de los normandos prósperamente en Italia. En España los ciudadanos de Toledo no cesaban con cartas y mensajeros de solicitar á los nuestros para que emprendiesen aquella conquista y se pusiesen sobre aquella ciudad; que el rey Hiaya, ni se mejoraba con el tiempo, ni por el riesgo que corria enfrenaba sus apetitos, antes por no irle nadie á la mano, de cada dia crecia en atrevimiento y crueldad; finalmente, que pasaban una vida muy desgraciada, rodeada de miserias y de angustia, y que solo se entretenian con la esperanza de vengarse; que si los cristianos no les acudian, se determinaban de pedir á los moros que los acorriesen, pues cualquiera sujecion era tolerable á trueque de librarse de aquella tiranía. Toda servidumbre es miserable, pero intolerable servir á un loco y desatinado. El rey don Alonso andaba perplejo sin saber qué partido debia tomar; combatíanle por una parte el recelo de lo que se podria pensar y decir, por otra la esperanza del gran provecho si ganaba aquella ciudad. Acordó tratar el negocio en una junta de caballeros, gente principal y grave. Los pareceres fueron diferentes, como suele acontecer en semejantes consultas. Los mas osados y valientes eran de parecer se emprendiese luego la guerra, que decian seria de mucho interés y honra, así para los particulares como en comun para toda la cristiandad. Encarecian la grande presa y los despojos con que se animarian los soldados, la importancia de quitar una ciudad tan principal á los moros, la buena ocasion que se les presentaba de salir fácilmente con la empresa, que si se pasaba, por ventura no volveria tan presto; que en el suceso de aquella guerra se ponia en balanzas todo el poder de los moros en España. Los mas recatados extrañaban esto; decian que en ninguna manera se debia emprender aquella conquista, pues era contra conciencia y razon quebrantar la confederacion y amistad que tenian asentada con aquellos reyes. En conformidad desto, uno de los caballeros que seguian este parecer, hombre anciano y de mucha prudencia, habló en esta manera: «¿Con qué justicia, oli Rey, ó con qué cara haréis guerra á una ciudad que en el tiempo de vuestro destierro, cuando os hallastes pobre, desamparado y sin remedio, os recibió cortesmente y trató con mucho regalo, principio que fué y escalon para subir al reino que ahora teneis? ¿Qué razon sufre dar guerra al hijo, sea cuan malo le quisiéredes pintar, del que con su hacienda y con su poder os ayudó á volver al reino que os quitó vuestro hermano? Hospedóos amorosamente, y tratóos no de otra manera que si fuérades su hijo para obligaros al cierto que á sus sucesores los tuviésedes en lugar de hermanos; que no debe ser menor la union que resulta del agradecimiento y amor que la que causa la naturaleza y parentesco. Dificultosa cosa es persuadir á un príncipe lo que conviene; la adulacion y conformarse con su voluntad carece de dificultad y peligro. Si va á decir la verdad, cuánto uno es mas cobarde tanto es mas libre en el blasonar de guerras y de armas. A las

veces por parecer de los mas cobardes se emprende la guerra, que se prosigue despues con el esfuerzo y riesgo de los esforzados. ¿Quién no sabe cuánta sea la fortaleza de aquella ciudad que quereis acometer, cuán grandes sus pertrechos, sus municiones, sus reparos? Diréis: Los ciudadanos nos llaman y convidan. Como si hobiese que fiar de una comunidad liviana y inconstante y que volverá la proa á la parte de donde soplare el viento mas favorable. Destruir la tiranía y librar los oprimidos es cosa muy honrosa. Es así, si juntamente y por el mismo camino no se quebrantasen las leyes de la piedad y agradecimiento y de toda humanidad. Dirá otro: No hay que hacer caso del juramento, pues su obligacion cesó con la muerte de los reyes pasados. Verdad es; pero ¿quién podrá engañari Dios, testigo de la intencion y de la perpetua amistad que asentastes? Mas aina se puede temer no quiera vengar semejante desacato y fraude. No decimos esto, oh Rey, por esquivar el trabajo ni el peligro; con el mismo ánimo que otras veces estamos aparejados y prestos para seguiros, si fuere menester, desarmados, desnudos y flacos; pero para tomar consejo es justo que nuestras lenguas tengan libertad y vuestras orejas se muestren á todo lo que se dijere favorables. » Movieron estas razones al Rey, tanto mas, que por boca de uno le parecia hablaba gran parte de los que allí estaban; finalmente, venció el deseo que tenia de hacer aquella guerra y conquistar aquella nobilísima ciudad, en que tantas comodidades se le representaban. Con esta determinacion les habló en esta sustancia: «Bien sé, nobles varones, las muchas dificultades que en esta guerra se ofrecen y que estos dias se han dicho muchas cosas á propósito de poneros espanto y miedo. Mas ¿quién no sabe cuántas mentiras y cuán vanas se suelen sembrar en ocasiones semejantes? La cobardía y el miedo todo lo acrecientan y hacen mayor de lo que es en hecho de verdad. No diré nada del cargo de conciencia que nos hacen ni del juramento y nota de ingratitud que nos acusan; las maldades de Hiaya nos descargarán bastantemente. Al que su mismo padre, si fuera vivo, castigara con todo rigor, ¿será razon que por su respeto le dejemos continuar en ellas y en su tiranía tan grave? Alegan con la fortaleza de aquella ciudad el gran número de sus ciudadanos. La verdad es que al esfuerzo y valor ninguna cosa habrá dificultosa. Los que debajo la conducta de mi hermano don Sancho y mia allanastes gran parte de España y ganastes de los moros muchas batallas campales, ¿por ventura serán parte estas hablillas para espantaros? Que si los enemigos son muchos, no será esta la primera vez que peleais con semejante canalla, gente allegadiza, sin concierto y sin órden, y que cuanto son mas en número tanto se embarazarán mas al tiempo del menester. Gente flaca es la que acometemos, y que por la larga ociosidad y el mucho regalo no podrán sufrir el trabajo y el peso de las armas. Ganado Toledo, mis soldados, ¿quién será parte, quién os írá á la mano para que con las manos victoriosas no llegueis á los últimos términos de España, remate de todos vuestros trabajos, premio y gloria inmortal, que con poco trabajo alcanzaréis para vos, para nuestros reinos y para toda la cristiandad? Parad mientes no se nos pase el tiempo en consultas y recatos, y lo que suele acontecer cuando los buenos intentos se dilatan, no nos parezca

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