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que poco antes eran, luego quedaron humildes y obcdientes; que ninguna cosa hay en el vulgo templada y mediana; ó espantan ó temen. La misma ciudad de Salamanca volvió á la obediencia. Desde allí partió el rey para Zamora, porque le avisaban que tambien aquella ciudad con deseo de novedades andaba alterada; pero ella fácilmente se sosegó; el ejemplo y trabajo ajeno la hizo mas recatada. En esta sazon el cuerpo del rey don Ramiro, tercero deste nombre, fué trasladado del lugar de Destriana á Astorga y puesto en la iglesia mayor en un sepulcro mas cómodo que antes. Sosegados estos movimientos, al Rey aquejaba el cuidado de defender á Ciudad-Rodrigo, que la tenia cercada don Fernando de Castro con gran número de moros. La ayuda de san Isidro, al cual los leoneses tenian por patron particular, les asistió para que los bárbaros quedasen por el rey don Fernando vencidos en batalla, muertos y desbaratados. Con esta victoria cobraron los leoneses orgullo, pasaron adelante y trabajaron las tierras de Portugal comarcanas con talas y con robos. Lo que mas era á propósito y muchos grandemente deseaban, el mismo don Fernando de Castro por diligencia deste Rey se redujo á mejor consejo; ca le exhortó que le ayudase á él contra el rey de Castilla antes que á los enemigos del nombre cristiano. Aceptó él este partido que le ofrecian, y como era de gran corazon y en las cosas de la guerra señalado entre pocos, con deseo de mostrarse entró luego por las tierras de Castilla con gentes de Leon. En tierra de Campos, junto á un lugar llamado Lubrical, venció en una batalla las gentes contrarias que le salieron al encuentro. Muchos señores quedaron presos, y entre ellos el mismo don Nuño de Lara, su enemigo capital. Mas él los trató benigna y cortesmente, y con grande loa de modestia y de humanidad los dejó ir libres á sus tierras, solamente les hizo jurar que le serian amigos fieles. El mismo, repudiada su primera mujer, casó con doña Estefania, hermana del rey don Fernando; y el que por sangre y hazañas era esclarecido, quedó mas ennoblecido por el parentesco real. Deste matrimonio nació don Pedro de Castro, de quien adelante se hará mencion. Siguióse otra guerra, que se hizo contra Portugal por esta ocasion: Don Alonso, rey de Portugal, puesto que de grande edad y muy viejo, nunca aflojaba en el cuidado de la guerra. Tenia el ánimo muy fuerte, si bien el cuerpo era flaco. Llevaba mal que el rey don Fernando con haber reedificado á Ciudad-Rodrigo á la raya de su reino hobiese por el mismo caso puesto como grillos á Portugal y edificado una fuerza, de donde los campos de aquella provincia pudiesen libremente, como poco antes lo hicieran, ser maltratados. Juntó un grueso ejército y mandó á don Sancho, su hijo, que con aquellas gentes se pusiese sobre aquella ciudad. Prometíase seguramente la victoria, á causa que el rey de Leon en el mismo tiempo se hallaba apretado con la guerra de Castilla, como poco antes se ha dicho, y los suyos alborotados. El rey don Fernando en aquel peligro no se olvidó de la honra y reputacion, además que no ignoraba cuánto se diminuirian sus fuerzas si perdiese aquella ciudad. Salió pues con parte de sus gentes al encuentro á los portugueses. Pelearon cerca del lugar llamado Arraganal; los portugueses fueron vencidos, unos muertos y desbaratados, otros presos, que dejó

todos ir libres á sus tierras. Don Alonso, rey de Portugal, avisado de aquella pérdida, juntadas sus gentes, entró por las tierras de Galicia, apoderóse de Limia, de Turonia y otros lugares por aquella comarca. Despues desto, relaciéndose de nuevas gentes, con deseo de vengarse, determinó acometer á Badajoz, ciudad que aunque era de moros, estaba á devocion del rey don Fernando. Por esto, juzgando él que pertenecia á su autoridad no desamparalla en aquel peligro, acudió á socorrella. El Portugués tenia ya tomada gran parte de la ciudad; mas como se atreviese á dar la batalla á los leoneses, fué en ella vencido y forzado á retirarse á la misma ciudad de do saliera. No era la recogida segura; apretaban al vencido de una parte los moros, que tenian en su poder lo mas alto del pueblo, y de la otra los leoneses; intentó de salvarse por los piés y huir; al salir se hirió malamente en el cerrojo de la puerta de la ciudad y cayó del caballo. Así, preso de los enemigos, vino en poder del rey don Fernando, que le trató humanísimamente, y le hizo curar la herida, no con me-, nos cuidado que si fuera su padre. Fuera desto, luego que estuvo sano le dejó ir á su tierra; si bien el Portugués, movido desta humanidad, se mostraba aparejado á poner en su poder todo su reino y obedecelle como á señor. Mas no quiso aceptar el rey don Fernando, contento solo con recobrar los lugares que poco antes le tomara en Galicia. Tenia otrosí por bastante fruto de la victoria usar de templanza y humanidad. En Cuenca por la muerte de Juan I, obispo de aquella ciudad, fué puesto en su lugar Julian, hombre santo, maravilloso por la vida y la erudicion. Era natural de Burgos, y aun se halla en los papeles de la iglesia de Toledo que fué arcediano de Toledo; con sus predicaciones en la mayor parte de Castilla tenia hecho gran provecho en los moros y cristianos y ganado gran renombre y fama en el oficio de predicar, que fué el escalon por donde subió al obispado, y despues en el número de los santos le pusieron esta y otras virtudes. Doña Urraca, reina de Navarra, hija del Emperador, despues de la muerte del primer marido, casó los años pasados con don Alvaro Rodriguez, persona principal en Castilla, y sin tener hijos deste matrimonio, falleció este año por el mes de agosto. Su cuerpo yace en Palencia en la iglesia mayor con este letrero:

AQUÍ REPOSA DOÑA URRACA, REINA DE NAVARRA, MUJER DE DON GARCI RAMIREZ, LA CUAL FUÉ HIJA DEL SERENÍSIMO DON ALONSO, EMPERADOR DE ESPAÑA, QUE GAÑÓ Á ALMERÍA; FALLECIÓ Á 12 DE OCTUBRE, AÑO DEL SEÑOR DE 1189.

Así dice el letrero. Nos en la razon de los tiempos se guimos los Anales de Toledo, y por ellos quitamos diez años desta cuenta. El año luego siguiente de 1180, á 5 de octubre, Luis, rey de Francia, seteno deste nombre, falleció en Paris; dejó por su sucesor á su hijo Filipe, por sobrenombre Augusto. Por el mismo tiempo en aquella parte de Vizcaya que se llama Alava edificaron por mandado de don Sancho, rey de Navarra, la ciudad de Victoria, cabeza de aquella provincia, do antes estaba una aldea llamada Gasteiso. La causa de mudalle el nombre antiguo y ponelle este no se sabe, aunque no debió faltar. En Tarragona otrosí se tuvo un concilio de obispos, en que se trató, así de otras muchas cosas, como tambien se estableció por ley que

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en adelante mudada la antigua costumbre que los catalanes guardaban, se dejase, y no escribiesen en las escrituras públicas el nombre de los reyes de Francia ni pusiesen en ellas el año de su reinado, como lo acostumbraban. Siguióse el año 1181 y en él la muerte de don Cerebruno, arzobispo de Toledo, á 12 de mayo. Sepultáronle en su iglesia en la capilla de San Andrés. Sucedióle don Gonzalo, primero deste nombre, varon de grande y excelente virtud. Quién pone antes de don Gonzalo á Pedro de Cardona, quién despues dél; debió ser electo y no consagrado, y aun hay memoria en Toledo que le hace cardenal; los mas le pasan en silencio en este cuento de los prelados de Toledo.

CAPITULO XVI.

Cómo murieron los reyes de Portugal y de Leon.

La jornada que don Alonso, rey de Portugal, hizo contra los moros, dado que le sucedió mal, fué ocasion que los nuestros entendiesen se podrian apoderar de Badajoz; por esto don Fernando, rey de Leon, á cuya conquista pertenecia, juzgó que no se debía dejar pasar aquella ocasion, como príncipe que era de suyo enemigo de ocio y de condicion bulliciosa y mas aventajado en la disciplina militar que en las artes de la paz. De Zamora, donde se retiró despues que soltó al rey de Portugal, apercebido de nuevas gentes, marchó para aquella guerra y ganó la dicha ciudad de Badajoz. Era habitada de moros, y no podia por entonces llevar nueva poblacion de cristianos ni poner en ella guarnicion bastante de soldados. Acordó dejar por gobernador á un moro, llamado Abenabel. Los bárbaros no guardan la fe, la palabra ni juramento sino cuando no pueden mas. En breve pues se rebeló contra don Fernando y llamó en socorro suyo á los almohades. Pasó adelante, que no contento con la posesion de aquella ciudad, formado un buen ejército, acometió primeramente las tierras de Leon, en que taló, saqueó y robó todo lo que por aquella parte se le puso delante; luego dió la vuelta á Portugal, cercó al rey don Alonso dentro de Santaren, que halló descuidado y desapercebido de todo lo necesario. Don Fernando, rey de Leon, encendido en deseo de vengar sus injurias y movido por el peligro del Rey, su suegro, de cuya defensa ya una vez se encargó, juntadas de presto sus gentes, salió al encuentro á los moros que estaban feroces por lo hecho. Pero ellos luego se pusieron en huida por no sentirse iguales á las fuerzas de ambas naciones. El rey de Portugal, como al principio sospechase que don Fernando venia mudado de voluntad contra él y no menos se recelase de su poder que de las armas de los moros, sabida la verdad, se alegró y cobró ánimo. Don Fernando, ganada muy gran gloria y cargado de los despojos de moros, volvió á su tierra el mismo año, que fué el de nuestra salud de 1181, en que comenzó á gobernar la Iglesia de Roma Lucio, tercero deste nombre, natural de Luca, sucesor de Alejandro III. Deste Pontífice dicen que envió cierto cardenal, cuyo nombre no se refiere, por su legado y con grandes poderes á España para asentar las paces entre los reyes cristianos, que, divididos en gran daño del comun, contendian entre sí con odios muy grandes, muchas veces sin muy grande ocasion, por donde dejaban pasar grandes ocasiones que se ofrecian y co

modidades para oprimir la morisma, gente bárbara. El rey de Aragon, por estar determinado de ir en romeria á Santiago, hizo compañía al legado hasta Castilla, en particular por el deseo que tenia de interponer su autoridad para que se hiciesen las paces. Parecíale cosa muy honrosa que por su medio se estableciese la concordia deseada entre los reyes y se dejasen las armas. Sucedió como lo pensaba, que á su instancia se concertó la paz, y á cada uno de los reyes señalaron los términos hasta donde llegasen sus estados. De lo que quedaba en poder de los moros, al tanto determinaron las ciudades, lugares y castillos que pertenecian á la conquista de cada cual destos príncipes, sobre lo cual tenian antes desto no pequeño debate. En estas pláticas, no solo ganó el rey de Aragon loa de pacificador, sino tambien de modestia ; ca se contentó con lo que le señalaron para su conquista, que fué sola aquella comarca que desde Aragon llega hasta Valencia, dado que por agraviarse el rey don Pedro, su hijo, que en esta confederacion y concordia se le hizo sinrazon, alcanzó que los términos de la conquista de Aragon llegasen y se extendiesen hasta, Alicante. Los demás reyes con los términos y rayas que se les señalaron terminaron de buena gana su señorío. Solamente el rey de Navarra quedaba sentido y extrañaba los grandes agravios que le tenia hechos don Alonso, rey de Castilla. Por esta causa no se pudo persuadir á venir en aquella comun confederacion y corte que se dió entre los demás. Todavía despues deste asiento duró algun tiempo la paz entre los cristianos; por lo menos hobo počas revueltas y de poca consideracion. Hacíase la guerra á los moros, mayormente el rey de Portugal se señalaba en esto; demás que entre los alborotos de la guerra, cuidadoso de acrecentar la piedad cristiana y culto divino, él mismo desde el promontorio Sacro, que por este respeto y para con su presencia considerar el lugar fué allá por dos veces, procuró y hizo que los huesos de san Vicente mártir, se trasladasen á la iglesia mayor de Lisboa, que fué el año 1183. El se ocupaba en esta y semejantes obras de piedad. A su hijo don Sancho envió de la otra parte de Tajo para que tuviese cuidado de la frontera y hiciese rostro á los moros. El, como mozo y fervoroso por la edad y con deseo de ganar honra, con buen número de los suyos entró en el Andalucía y taló las tierras de los moros por todas partes hasta llegar á Sevilla. Asimismo á los sevillanos, que con intento de vengar aquella afrenta le salieron al encuentro, los desbarató en batalla, puso cerco sobre lipa, que hoy se llama Niebla, pero no la pudo ganar, porque vino nueva que grandes gentes de moros tenian puesto cerco sobre Beja, en los confines de Portugal. Así don Sancho, movido por el peligro de los suyos y porque no pareciese que por pretender lo ajeno dejaba perder lo que era suyo y cayese en reprehension de lo que pretendia honrarse, alzado el cerco de Niebla, acudió á Portugal. Con su venida los bárbaros fueron vencidos y forzados á partirse de aquella ciudad. Don Sancho, esclarecido con tantas victorias, entró en Santaren á manera de triunfante. Al mismo tiempo vino aviso que los almohades con su caudillo el rey Abenjacob apercebian grandes gentes contra Portugal. La diligencia de que usaron fué grande; mas presto que se pensaba pusieron cerco sobre aquella villa de Santaren. Don Alonso, rey de Portugal, dado que se hallaba muy

otro sepulcro de mármol blanco de labor muy prima. Fué varon admirable, acabado en todo género de virtudes, del reino de Portugal no solo fundador, sino conquistador en gran parte. Pasó su larga edad y reinado. casi sin ningun tropiezo. En las cosas de la guerra y en las artes de la paz se señaló igualmente, junto con el celo que tenia á la religion, de que dan muestra muchos templos que en Lisbona y en Ebora y en otros lugares edificó. Corria á las parejas en piedad y devocion su mujer doña Malfada, hacia en todo el reino edificar á sus expensas muchos monasterios y iglesias ; señales muy manifiestas de la virtud que ambos tenian. Hallábase España en sosiego despues que entre los reyes se concertaron las paces y por la muerte del rey Jacob de los almohades. Solo comenzaba por otra parte una nueva guerra y un nuevo miedo, que ponia á muchos en cuidado. Era cosa muy honrosa á don Pedro Ruiz de Azagra que en los ojos de tan grandes reyes conservase un tan pequeño estado como el que tenia sin reconocer á nadie vasallaje. Acudia él de buena gana á ayudar á los reyes en la guerra contra los moros, y arriba queda dicho lo mucho que hizo cuando se ganó la ciudad de Cuenca; pero no se podia persuadir á hacer homenaje á ninguno, y para mostrar su exempcion se llamaba vasallo de Santa María, que era el nombre de la iglesia mayor de Albarracin. La causa de conservarse tanto tiempo, cuanto no sé si alguno de los capitanes antiguos, entiendo fué la fortaleza del sitio y la emulacion y contienda que los reyes tenian entre sí por desear cada cual la presa, hacerle su vasallo y que no lo fuese del otro. El año pues luego siguiente de 1186, por el mes de enero, los reyes de Castilla y de Aragon se juntaron para tomar acuerdo sobre este caso en Agreda. En las vistas de comun consentimiento hicieron una ley en que desterraban de los dos reinos á todos los deudos y aliados del dicho don Pedro que siguiesen su partido; con este principio de rompimiento se contentaron por entonces. En el principio del año siguiente Gaston, vizconde de Bearne, á ejemplo de sus mayores, hizo en Huesca homenaje al rey de Aragon, año desgraciado por la prision de Guidon, rey de Jerusalem. Saladino, grande enemigo de cristianos, le prendió á él y al maestre de los templarios en la ciudad de Tiberiade; y se apoderó por concierto de la misma ciudad de Jerusalem á 2 dias del mes de octubre, que fué un daño y mengua notable y sin reparo. En Castilla el rey don Alonso, vuelto el pensamiento á las cosas de la paz, con muy buenas leyes y estatutos ordenaba y enderezaba la milicia y órden de Calatrava en el mismo tiempo que don Fernando, su tio, rey de Leon, falleció en Benavente el año que se contó de 1188; reinó por espacio de treinta y un años. Sepultáronle en Santiago en la capilla real. Fué tenido por mas aventajado y mas

pesado por la edad y por haber quedado cojo de una pierna despues que en Badajoz se le quebró, de tal manera, que usaba de coche por no poder andar á caballo, convocados soldados de todo su reino, se apresuró para ir á Santaren. Dióse la batalla, en que los moros no fueron iguales á los portugueses, porque el padre por frente, y el hijo, que salió de la villa, por las espaldas los apretaron; fué grande la matanza y muchos los que se pusieron en huida; al mismo Rey bárbaro dieron en la batalla una herida mortal, y como quier que pretendiese para escapar pasar á Tajo, que por aquella parte va muy arrebatado y lleva mucha agua, se ahogó en el rio, que fué el año de 1184. Sucedióle en los dos imperios de Africa y de España Abenjuzef, su hermano. Esta victoria se tuvo por muy señalada, y por ella se hicieron grandes regocijos en toda España. Verdad es que la muerte de Armengaudo ó Armengol, conde de Urgel, aguó algun tanto esta alegría; era hijo de Armengaudo Castilla, conde de Barcelona, y tenia por mujer una hermana del rey de Aragon; y no solo poseia gran estado en Cataluña y Aragon, sino tambien en Castilla era señor de Valladolid, por ser bisnieto de don Peranzules, de quien en su lugar se hizo mencion, que fué un gran personaje. Este Príncipe, con deseo de adelantar el partido de los cristianos, con sus gentes particulares rompió por la tierra de Valencia; pero despues de algunos buenos sucesos que tuvo fué muerto por los moros junto á la viIla de Requena en una celada que le pararon y con engaño. Otros dicen que los castellanos le dieron la muerte; la pública voz y fama fué que los morosle mataron; que parece mas probable y es mas justo que se tenga por verdad. Lo cierto es que este desastre sucedió á 14 dias de agosto; dejó un hijo de su mismo nombre por heredero de sus estados. En otra parte don Sancho, rey de Navarra, se metió por tierras de Castilla, y llegado hasta el lugar de Atapuerca, como llevase gran presa robada por aquellos lugares, el abad de San Pedro de Cardeña, movido por el trabajo y lágrimas de los comarcanos, fué apresuradamente en busca del Rey que se volvia á su tierra; alcanzóle y pidióle restituyese la presa á los que padecieron el daño, pues parecia cosa injusta que los agravios hechos por los reyes los pagase la gente miserable y sobre ellos descargase la saña. Condescendió el Rey á los ruegos del Abad por ser tan justificado lo que le pedia, demás del particular respeto que tuvo al estandarte del Cid, que el Abad y los monjes del templo do le tenian le tomaron y le llevaban delante para movelle mas. Lo cual hizo tal impresion en su ánimo y en tanto grado, que él mismo acompañó el dicho estandarte hasta dejalle en el lugar en que antes letenian. Sucedieron estas cosas el año de 1185. En este año los reyes de Portugal, padre y hijo, fueron primero á Coimbra, dende se partieron para la ciudad de Portu. Allí celebraron las bodas entre Filipe, conde de Flán-á propósito para la guerra que para el gobierno. Las

des, y doña Teresa, hija del mismo rey don Alonso, á quien los flamencos llaman Matilde. Concluidas las fiestas, volvieron á Coimbra; allí el Rey, agravado de enfermedad y de los años, falleció á 6 del mes de diciembre en edad de noventa y un años. Su cuerpo, segun que éi ordenó en su testamento, sepultaron en la iglesia de Santa Cruz, que él mismo fundó, en una sepultura humilde; de donde por mandado del rey don Manuel, en tiempo de nuestros abuelos, le pasaron á

señaladas partes que tuvo de cuerpo y ánimo pareció estragar la insaciable sed de reinar que mostró, mayormente en la menor edad del rey de Castilla, su sobrino. Por lo al sufria mucho los trabajos, su ingenioagudo, prudente y próvido, y en los peligros tuvo corazon animoso y grande. Martin, presbítero de Leon, por estos tiempos florecia por la erudicion y por la su vida muy santa que hacia. Ocupábase en escribir muchos libros, si bien era persona idiota y sin letras; mas de re

pente le hizo muy aventajado en letras una extraordinaria vision en que san Isidro, en cuyo monasterio vivia, entre sueños le dió á comer un libro en señal de la .mucha doctrina que por aquel medio le comunicaba; desde entonces comenzó á señalarse en el conocimiento de las divinas letras y escritura sagrada. A nuestras manos no ha venido cosa alguna de aquellos sus libros. Dicese que los canónigos de aquella iglesia y convento los guardan con grande cuidado como un precioso tesoro y para testimonio muy claro de lo que sucedió y de aquel milagro.

CAPITULO XVII.

De varias confederaciones que se hicieron entre los reyes.

Los hijos sucedieron á sus padres, don Sancho á don Alonso, rey de Portugal; á don Fernando, rey de Leon, don Alonso, noveno deste nombre, que se volvió con la nueva de la muerte de su padre del camino que llevaba, porque se queria ausentar y se iba para su tio el nuevo rey de Portugal por miedo del odio y asechan zas de su madrastra. Llevaba ella mal que don Alonso, hijo bastardo, como ella decia, solo por ser de mas edad y porque se le antojaba á su padre, fuese preferido á sus hijos, y tratado como quien habia de suceder en aquella corona. De aquí resultaron desabrimientos perpetuos, de que avino que dado que el Rey, su antenado, al principio le dejó los lugares de su dote por respeto y contemplacion de su padre, pero en fin la puso en necesidad de retirarse á Najara, do pasó lo restante de su vida. En el monasterio de Santa María el Real de aquella ciudad están en una capilla, que se Hama de Santa Cruz, dentro del claustro, las sepulturas desta señora y de sus hermanos, que fueron don Lope, obispo de Segovia, y don Martin de Haro. Don Alonso, rey de Leon, fué casado dos veces: la primera con doña Teresa, hija de don Sancho, rey de Portugal, en quien tuvo tres hijos: á doña Sancha, á don Fernando, que vivió poco, y á doña Dulce; despues, por mandado de los poutífices, se apartó de doña Teresa á causa que era su parienta, y casó con doña Berenguela, hija de don Alonso, su primo, rey de Castilla. Don Suncho, rey de Portugal, primero deste nombre, que llamaron el Poblador y el Gordo, casó los años pasados con doña Aldonza Dulce, hermana del rey de Aragon. Deste matrimonio tuvo muchos hijos, es á saber, á don Alonso, el mayorazgo, á don Fernando, don Pedro, don Enrique, que murió mozo; cinco hijas, doña Teresa, doña Malfada, doña Sancha, doña Blanca, doña Berenguela. Y muerta la mujer, tuvo en otras dos concubinas seis hijos, parte varones, parte hembras: de la primera, por nombre Juana, á doña Urraca y á don Martin; de la otra, que se llamó María, á doña Teresa, don Egidio, doña Constanza y don Rodrigo. Doña Teresa casó con Alfonso Tello, el que fundó y pobló la villa de Alburquerque ; tales eran las costumbres de aquel siglo, que no tenian por torpe cualquier antojo de los reyes, en que don Alonso, rey de Castilla, fué muy mas medido y juntamente dichoso en sucesion, porque de un solo matrimonio tuvo once hijos; entre los demás doña Blanca fué la mas dichosa, porque casada con Luis, rey de Francia, octavo deste nombre, con dichoso parto dió al mundo un hijo del mismo nombre

de su padre, el que por la conocida bondad de su viða y por su piedad muy señalada alcanzó renombre de santo y se llamó san Luis. Despues de doña Blanca se siguieron doña Berenguela, don Sancho, doña Urraca y don Fernando, que consta haber nacido el año 1189, á 29 de noviembre, dia miércoles. Despues dél se siguieron doña Malfada y doña Constanza, y luego adelante dos ó tres hermanas, cuyos nombres no se saben; demás destos doña Leonor y el menor de todos don Enrique, que con maravillosa variedad de las cosas vino á suceder en el reino á su padre, como se mostrará en otro lugar. Fuera de los muchos hijos que el rey de Castilla tuvo, se aventajaba á los demás príncipes sus vecinos en la grandeza del señorío, muy mayor que el de los otros, por do ponia espanto á todas las provincias de España. El, aunque se via rodeado de tantas riquezas y ayudas, no se daba al ocio ni á la flojedad, antes extendia con las armas los términos de su señorío y los dilataba; en que asimismo sobrepujaba á los demás reyes de su tiempo; y en ingenio y maña y en riquezas, gracia y destreza igualaba á sus antepasados. Con esto sustentaba la autoridad real y se hacia temer. Nunca el poder de los príncipes es seguro á los comarcanos, por ser cosa natural buscar cada uno ocasion de acrecentar sus estados, sea justa, sea injustamente. Por esta causa los demás reyes de España se hermanaban contra el rey de Castilla, y sc confederaban y prometian que tendrian los mismos por amigos y por enemigos. Procuraban traer á esta confederacion al rey de Leon, si bien pareció estar mas aficionado y obligado al rey de Castilla, don Alonso, su primo. Y es así que luego que tomó la posesion del reino paterno, con deseo de ganar su amistad, de su voluntad fué á las Cortes de Castilla, que se tenian en Carrion, el año 1188. Armóle alli caballero á la manera que entonces se usaba; y para muestra de darle la obediencia le besó la mano; cortesía en que pareció diminuir la majestad de su reino y reconocer á su primo por mas principal, como lo era. Halláronse en aquellas Cortes Conrado, hijo del emperador Federico, llamado Barbaroja, que aportó á España en peregrinacion, y Raimundo Flacada, conde de Tolosa ; el uno y el otro tuvieron por cosa honrosa que el Rey los armase caballeros con las ceremonins que en España se usaban. Fuera desto, se concertó casamiemto entre Conrado y doña Berenguela, hija del Rey; pero no vino á efecto por esquivar la doncella de ir á Alemaña, sea por aborrecer las costumbres de aquella nacion, sea por el largo y trabajoso camino, porque, ¿á qué propósito mudar la templanza de España y el arreo de su patria y trocalle por el cielo áspero de Alemaña y otras condiciones asaz diferentes de sus naturales? Finalmente, este desposorio se apartó por autoridad de don Gonzalo, primado de Toledo, y de Gregorio, cardenal de Santangel. Los demás reyes, entre tanto que esto pasaba, consultaban entre sí por sus embajadores qué era lo que debian hacer, en especial el de Aragon, que llevaba mal que todas las cosas estuviesen en el albedrío de su cuñado, el rey de Castilla, y don Sancho, rey de Navarra, que pretendia recobrar por las armas lo que por fuerza le quitaron los años pasados. Con este intento el año de Cristo 1190 se juntaron de propósito en Borgia por el mes de setiembre; en esta habla hicieron entre

sì confederácion y asiento cóntra las fuerzas de Castilla. Los leoneses otrosí y los portugueses entraron en esta liga, atraidos á ella por industria de los dos reyes. En Huesca se hallaron los embajadores de los otros reyes. Tratóse del negocio con el rey de Aragon, que hacia sus veces y las del Navarro. Allí, no solo se concertó paz entre los cuatro reyes y se ligaron para las guerras, sino demás desto se añadió expresamente que ninguno en particular sin que los otros lo supiesen y viniesen en ello por sus particulares intereses hiciese paz ó tregua con el enemigo, ni aun tuviese licencia sin el tal consentimiento de hacer guerra á nadie ni comenzalla. Estas cosas se concluyeron por el mes de mayo, año de 1191, en que falleció en Roma Clemente, tercero deste nombre, á 25 de marzo. Sucedió en su lugar cuatro dias despues Celestino III, llamado antes que fuese papa Jacinto Bobo. Fué natural de Roma, y en España mucho tiempo legado de los pontifices pasados. Don Gonzalo, arzobispo de Toledo, pasó asimismo desta vida á 29 del mes de agosto luego siguiente. En su tiempo el rey don Alonso dió á él y á su iglesia de Toledo á Talamanca y Esquivias. En su Jugar fué puesto don Martin Lopez, que por la grandeza de su ánimo, y por las excelentes cosas que hizo, tuvo por sobrenombre y se llamó el Grande; tuvo antes el obispado de Sigüenza; su patria se llamó Pisorica ; sus virtudes, don Rodrigo que le sucedió en la dignidad, las celebró y contó muy en particular. Este mismo año el rio Tajo se heló en Toledo; cosa que por la templanza de la region y del aire suele acontecer muy pocas veces.

CAPITULO XVIII.

Cómo se perdió la jornada de Alarcos.

En el mismo tiempo del arzobispo don Martin vivia Diego Lopez de Haro, señor de Vizcaya; en riquezas, prudencia y autoridad sobrepujaba claramente á los demás grandes de Castilla. Tenia en nombre del rey de Castilla y por su mandado el gobierno de Briviesca, Najara y Soria, como se muestra por las escrituras de aquellos tiempos. Este persuadió al Rey que se hiciesen Cortes de todo el reino de Castilla en Carrion, el año de nuestra salvacion de 1192, para resolverse en hacer guerra á los moros, que por la flojedad de los nuestros confirmaban sus fuerzas y eran espantosos á los cristianos. Impedia estos excelentes intentos y empecia la discordia y enemiga que andaba entre el rey de Castilla y los leoneses y navarros ; temian que si por aquellas partes acometian á Castilla como por las espaldas, forzarian á dejar las armas contra los moros y volver atrás; parecia seria lo mas acertado primeramente asentar amistad con aquellos reyes; con embajadas que de una parte y de otra se enviaron, al fin se hizo y se concluyeron las paces. Despues se mandó á don Martin, arzobispo de Toledo, que con buen número de soldados hiciese guerra en el Andalucía, que fué el principio de otra mas grande guerra que se siguió y emprendió por aquella parte. Entre tanto que se tenian las Cortes en Carrion, se tiene por fama, confirmada por el testimonio de muchos, que el rey de Castilla á la raya de su reino edificó á Navarrete, pueblo bien conocido. Yo entiendo que le reedificó ó aumentó, porque el arzo

bispo don Rodrigo hace mencion de aquel lugar antes deste tiempo. En Aragon el coude de Urgel, que despues de la muerte de su padre anduvo fuera de aquel reino por enemistad particular que tenia con Ponce de Cabrera, hombre poderoso, en fin, en este tiempo volvió á la obediencia de su Rey y á sosegarse. Con don Gaston, conde de Bearne, casó una hija de Bernardo, conde de Cominges, y con ella hobo en dote el señorío de Bigorra, como feudatario y vasallo del rey de Aragon; asimismo don Berengario 6 Berenguel, arzobispo de Tarragona, fué muerto á 16 de febrero, año de nuestra salvacion de 1194. Dicese que le mató don Guillen de Moncada, dado que no se saben las causas de aquellas enemistades. En Pamplona tambien don Sancho, séptimo deste nombre, rey de Navarra, siendo ya de larga edad y muy esclarecido por sus hazañas y grande prudencia, por lo cual y por ser en las letras mas que medianamente ejercitado, tuvo renombre de Sabio, falleció á 27 del mes de junio. Su cuerpo sepultaron en la iglesia mayor de aquella noble ciudad con enterramiento y honras y aparato real. Reinó por tiempo de cuarenta y tres años, siete meses y seis dias. De su mujer doña Sancha, tia que era del rey de Castilla, dejó á don Fernando, don Ramiro, doña Berenguela, doña Teresa, doña Blanca, sus hijos, y sin estos el mayor de todos, que le sucedió en el reino, conviene á saber, don Sancho, rey de Navarra, octavo deste nombre, el que por la grandeza de su ánimo y por sus excelentes hazañas en la guerra tuvo sobrenombre de Fuerte. Tambien le llamaron don Sancho el Encerrado, porque en lo último de su vida, por causa de una cruel dolencia que padecia de cáncer, se estuvo retirado en el castillo de Tudela del trato y conversacion de los hombres, sin dar lugar á que ninguno le visitase ó hablase. Hay grandes rastros y muestras de su magnificencia y liberalidad, en particular sacó á Ebro de su madre antigua para que pasase por Tudela, y edificó sobre él un puente para comodidad de los moradores. Fundó á su costa dos monasterios del Cistel, llamados de Fitero y de la Oliva; demás desto, en Roncesvalles una iglesia con nombre de Santa María, donde él y sus decendientes se enterrasen. Casó con doña Clemencia, hija de Raimundo, conde de Tolosa, cuarto deste nombre. En ella tuvo á don Fernando, que en vida de su padre murió de una caida que dió de un caballo andando á caza. Su cuerpo enterraron en Tudela en la iglesia de Santa María. En el tiempo que este don Sancho comenzó á reinar toda España estaba suspensa por el temor de una grande guerra que la amenazaba. Don Martin, arzobispo de Toledo, como le era mandado, rompió por los campos de Andalucía, destruyó por todas partes todo lo que se le puso delante; muchos hombres, ganados y otras cosas fueron robadas, quemados los edificios, los lugares y los campos destrozados; y por no salirle al encuen tro algun ejército de moros, se volvió con el suyo á su tierra sano y salvo y rico. Los moros, movidos por el dolor de esta afrenta y daño, hicieron grandes juntas de de soldados en toda la provincia. El mismo miramamolin Abenjuzef Mazemuto, avisado de lo que pasaba, con gran número de gentes y con deseo de venganza pasó en España; no solo los almohades, sino tambien los etíopes y alárabes con la esperanza de la presa de España seguian sus reales. Con esta muchedumbre pasaron

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