Imágenes de páginas
PDF
EPUB
[ocr errors]

manera de los cristianos por don Gutierre, obispo de Córdoba; y para que la devocion y veneracion fuese mayor, le hizo catedral y puso proprio obispo en aquella ciudad. Sobre el tiempo en que se ganó Jaen no concuerdan los autores; los mas doctos y diligentes señalan el año 1243; los Anales de Toledo añaden á este cuento tres años, y señalan que se tomó mediado abril. Duró el cerco ocho meses; y aunque el invierno fué muy recio, siempre los nuestros perseveraron en los reales. En este año puso fin á su historia el arzobispo don Rodrigo, que dice fué de su pontificado el trigésimotercio. En el siguiente hallo que los catalanes y aragoneses anduvieron alborotados entre sí y contras⚫taron sobre los términos de cada uno de aquellos estados, porque entrambos pretendian que Lérida era de su jurisdiccion. Los aragoneses alegaban que sus tierras y sus aledaños llegaban hasta el rio Segre; los catalanes señalaban por término comun al rio Cinga. El rey don Jaime se mostraba mas aficionado á los catalanes, porque, dividido el reino, pretendia dejar á don Alonso, su hijo mayor, por heredero de Aragon, y el principado de Cataluña queria mandar á don Pedró, hijo menor y mas amado, habido en doña Violante, su segunda mujer. Nombraron jueces para que señalasen la raya y los términos, alegaron las partes de su derecho, finalmente, cerrado el proceso en unas Cortes que se juntaron en Barcelona, dió el Rey sentencia en favor de los catalanes, á cuyo principado adjudicó todo aquel pedazo de tierra que ciñen los rios Segre y Cinga, resolucion que ofendió los ánimos de don Alonso, su hijo, y de muchos señores de Aragon y aun de los catalanes. Lo que principalmente les daba disgusto era que, dividido el reino en partes, era necesario se enflaqueciesen las fuerzas de los cristianos. Por esto el infante don Alonso claramente se apartó de su padre, y sentido dél se estaba en Calatayud y con él los que seguian su voz. Estos eran don Fernando, tio del Rey, abad de Montaragon, don Pedro Rodriguez de Azagra, don Pedro, infante de Portugal, y otras personas principales y de grandes estados, de la una nacion y de la otra, aragoneses y catalanes, que á todos comunmente alteraba aquella novedad y acuerdo del Rey muy errado.

CAPITULO IV.

Que don Sancho, rey de Portugal, fué echado del reino.

Los portugueses andaban divididos en bandos y alterados con revueltas domésticas y alborotos por la ocasion que se dirá. Don Sancho, segundo deste nombre, llamado Capelo, de la forma y sombrero de que usaba, tenia aquel reino, que gobernó al principio no de todo punto mal, porque se halla que trabajó los moros comarcanos con guerras y que hizo donacion á los caballeros y órden de Santiago de Mertola y otros lugares que ganó á los moros; en lo demás fué de condicion tan mansa, que parece degeneraba en descuido y flojedad. Su mujer doña Mencía, hija de don Lope de Haro, señor de Vizcaya, en tanto grado se apoderó de su marido, que no parecia ser ni ella mujer, sino rey, ni él príncipe, sino ministro de los antojos de la Reina. Con ella en privanza y autoridad podian mucho los que menos de todos debieran, con estos so

los comunicaba sus consejos y puridades; sin ellos ni en la casa real ni fuera della se hacia cosa que de algun momento fuese. Por el antojo y para sus aprovechamientos destos daba el Rey las honras y cargos, perdonaba los delitos y el castigo las mas veces, sin saber lo que se hacia ni ordenaba. Esto acarreó al Rey su perdicion, como suele acontecer que los excesos de los criados redundan en daño de sus príncipes y señores, y tambien al contrario. Los grandes llevaban mal que la república se gobernase por voluntad y consejo de hombres bajos y particulares. Tratado el negocio entre sí, pretendieron lo primero que aquel matrimonio se apartase con color de parentesco y porque la Reina era estéril. Propúsose el negociado al romano Pontífice; personas religiosas otrosí acometieron á poner sobre el caso escrúpulo al Rey, que, fuera de ser descuidado, no era persona de mala conciencia. No aprovechó cosa alguna esta diligencia por no ser fácil negociar con el Papa y estar el Rey de tal manera prendado con los halagos de la Reina, que el vulgo entendia y decia que le tenia enhechizado y fuera de sí; dado que el ánimo prendado del amor no tiene necesidad de bebedizos para que parezca desvariar. Tenia don Sancho un hermano menor que él, de excelente natural, por nombre don Alonso, casado con Matilde, condesa de Boloña, en Francia. Acordaron los grandes de Portugal que los obispos de Braga y de Coimbra fuesen á informar al pontífice Inocencio sobre el caso, el cual en este tiempo, con deseo de renovar la guerra sagrada de la Tierra-Santa, celebraba concilio en Leon de Francia. Avisado el Pontífice de lo que pasaba y de las causas de la embajada que traian de tan lejos, sin embargo no pudieron alcanzar que don Sancho fuese echado del reino; solamente les concedió que su hermano don Alonso en su nombre, en tanto que viviese, los gobernase. De que hay una carta decretal del mismo Inocencio á los grandes de Portugal con data deste mismo año, que es el capítulo segundo de supplenda negligentia prælatorum, en el libro sexto de las Epistolas decretales. Don Alonso acudió primero á verse con el Pontífice; tras esto juró en Paris las leyes y condiciones que entre los principales de su nacion tenian acordadas, que en sustancia eran miraria por el bien público y pro comun. Hecho esto, pasó á Portugal. Los nobles le estaban aficionados; del Rey poca resistencia se podia temer, y poca esperanza tenian de su emienda." Así, sin dilacion y sin que ninguno le fuese á la mano, se apoderó de todo. De que todavía resultaron nuevas reyertas, en que anduvieron tambien revueltos los reyes de Castilla don Fernando y don Alonso, su hijo. Lo primero el rey don Sancho se retiró á Galicia, donde la Reina estaba, forzada á huir de la misma tempestad; despues, como quier que lo que pretendia de ser restituido en el reino no le sucediese, se fué á Toledo al rey don Alonso, que á la sazon sucediera á don Fernando, su padre. Pensó recobrar el reino con las fuerzas de Castilla. Impidió sus trazas la diligencia de don Alonso, su hermano, que prometió, repudiada la primera mujer, casarse con doña Beatriz, hija bastarda del rey don Alonso, y salia á pagar tributo y parias por el reino de Portugal cada un año, segun que antiguamente se acostumbraba. Esta comodidad prevaleció contra lo que parecia mas honesto y justificado. Allegóse el de

creto del Pontífice, que dió sentencia por don Alonso y le juzgó por libre del primer matrimonio. Tomado este asiento, sin dilacion las nuevas bodas se celebraron. El dote fueron ciertos lugares en aquella parte de Portugal por do el rio Guadiana desagua en el mar, qué poco antes desto por las armas de Castilla se conquistaran de los moros, y los portugueses pretendian que eran de su conquista y que les pertenecian. Algunos entienden que desta ocasion la tomaron los reyes de Portugal de añadir á las armas antiguas y á las quinas por orla los castillos que hoy se pintan en sus escudos. El rey don Sancho, perdida toda la esperanza de recobrar su reino, pasó lo demás de su vida en Toledo, con rentas que el rey de Castilla liberalmente le señaló para sustentar su casa y corte. Muerto, le hicieron honras como á rey, y su cuerpo sepultaron en la misma iglesia mayor y en el mismo lugar en que el emperador don Alonso y don Sancho, su hijo, detrás del altar mayor, estaban enterrados. Del tiempo en que murió no concuerdan los autores; quién dice que trece años adelante del en que la historia va, y que tuvo nombre de Rey por espacio de treinta y cuatro años, primero con poca autoridad, despues con ninguna, por haberle quitado su estado; otros que solos tres años, que tengo por mas acertado. A la sazon que don Sancho falleció tenia don Alonso cercada á Coimbra, ca se mantenia todavía en la fe del rey don Sancho apretábala grandemente; los cercados, aunque tenian grande falta de todas las cosas, obstinadamente perseveraban en su propósito. Flectio, alcaide de la fortaleza y gobernador de la ciudad, avisado de la muerte de don Sancho, su señor, y no se asegurando de todo punto fuese verdad, pidió licencia de ir á Toledo para informarse mejor de lo que pasaba. Diósela don Alonso de buena gana, y entre tanto hicieron treguas con los cercados. Flectio, llegado á Toledo y sabida la verdad, abierto el sepulcro del Rey muerto, le puso en las manos las llaves de Coimbra, con estas palabras que le dijo. «En tanto, Rey y señor, que entendí érades vivo, sufrí extremos trabajos, sustenté la hambre con comer cueros, bebí urina para apagar la sed; los ánimes de los ciudadanos que trataban de rindirse animé y conforté para que sufriesen todos estos males. Todo lo que se podia esperar de un hombre leal y constante, y que os tenia jurada fidelidad he cumplido. Al presente que estais muerto, yo vos entrego las llaves de vuestra ciudad, que es el postrer oficio que puedo hacer; con tanto, habida vuestra licencia, avisaré á los ciudadanos que he cumplido con el debido homenaje, que pues sois fallecido, no hagan mas resistencia á don Alonso, vuestro hermano.» Lealtad y constancia digna de ser pregonada en todos los siglos, loa propria de la sangre y gente de Portugal.

CAPITULO V.

Principio de la guerra de Sevilla.

Con el concierto que el rey don Fernando hizo con el de Granada comenzó á tener grande esperanza de apoderarse de la ciudad de Sevilla. Quinientos caballos ligeros, debajo de la conducta del mismo rey de Granada, fueron delante en tanto que se apercebia lo de

tiguamente pueblo muy principal. Alcalá, por sobrenombre Guadaira, á persuasion del rey de Granada se rindió. Desde allí un grueso escuadron pasó á Sevilla y puso fuego á las mieses, que ya estaban sazonadas, á las viñas y olivares, que tiene muy principales; de tal manera, que por todo aquel campo se veian los fuegos y humo con que las heredades y cortijos se quemaban. Iba por capitan desta gente don Pelayo Correa, maestre de Santiago. Otro buen golpe de soldados maltrataba de la misma manera y hacia los mismos daños en los campos de Jerez; los capitanes, el rey de Granada y el maestre de Calatrava. El mismo rey don Fernando se quedó en Alcalá de Guadaira con intento de proveer todo lo necesario y acudir á todas partes. Lo que principalmente pretendia era no aflojar en la guerra, porque no tuviese el enemigo tiempo y comodidad de fortificarse; que fué causa de no poderse hallar á las honras y enterramiento de doña Berenguela, su madre, que falleció por el mismo tiempo. Siguióse la muerte de don Rodrigo, arzobispo de Toledo; quién dice á 9 dias del mes de agosto del año de 1245, quién del año 1247, á 10 de junio, con lo cual va el letrero de su sepulcro.. Hace maravillar que en fallecimiento de persona tan señalada no recuerden los autores ni las memorias, sin que se pueda averiguar la verdad. Ambas muertes fueron sin duda en grave daño de la república por las señaladas virtudes que en ellos resplandecian. La Reina era de grande edad; don Rodrigo, demás de estar muy apesgado con los años, se hallaba quebrantado con muchos trabajos, en especial de un nuevo viaje que hizo últimamente á Leon de Francia, do se celebraba el Concilio lugdunense. Pretendia, demás de hallarse en el Concilio y acudir á las necesidades universales de la Iglesia, allanar á los aragoneses en lo tocante á su primacía. Los años pasados los prelados de aquella corona en un Concilio valentino provincial publicaron una constitucion, en que mandaban que el arzobispo de Toledo no llevase guion delante en aquella su provincia, pena de entredicho al pueblo que lo consintiese. Don Rodrigo en cierta ocasion, por el derecho de su primacía, contiunó á llevar su cruz delante alzada, como lo tenia de costumbre. Don Pedro de Albalate, arzobispo de Tarragona, principal atizador de aquella constitucion y de todo este pleito, le declaró por descomulgado y transgresor de aquel su decreto. Acudieron á Gregorio IX, sumo pontifice, que pronunció sentencia por Toledo y en favor de su primacía. No acababan de rendirse los de Aragon, que fué la causa de emprender en aquella edad jornada tan larga, á lo que yo entiendo. Concluidos los negocios, en una barca por el Ródano abajo daba la vuelta, cuando le salteó una dolencia, de que falleció en Francia. Su cuerpo, segun que él lo dejó dispuesto, trajeron á España y le sepultaron en Huerta, monasterio de bernardos, á la raya de Aragon. Junto al altar mayor se ve su sepulcro con un letrero en dos versos latinos, grosero asaz como de aquel tiempo y sin primor, cuyo sentido es:

NAVARRA ME ENGENDRA, CASTILLA ME CRIA;

MI ESCUELA PARIS, TOLEDO ES MI SILLA;

EN HUERTA MI ENTIERRO; TÚ AL CIELO, ALMA, GUIA.

más para talar los campos de Carmona, que fué an- Su cuerpo murió, la fama de sus virtudes durará por

muchos siglos. Fundó en su iglesia doce capellanías | pláticas, vinieron en ello las partes, las bodas se celebraron en Valladolid por el mes de noviembre con aparato real y toda muestra de alegría, puesto que el rey don Fernando no se halló presente. El cuidado que tenia de la guerra de Sevilla le impidió, que pretendia hacer con tanto mayor ánimo, que Ramon Bonifaz con una armada de trece naves que puso á punto en Vizcaya, costeadas aquellas marinas y doblado el Cabo de Finisterrae, aportó á la boca de Guadalquivir por la parte que descarga en la mar. Venció otrosí allí en una batalla naval la armada de los enemigos. Los moros de Tánger y Ceuta habian concurrido para socorrer á Sevilla, avisados de la venida de los nuestros. Salieron pues con sus bajeles del puerto, que llegaban á número de veinte entre galeras y naves; pelearon con gran porfía; los de Africa no reconocian mucha ventaja á los de Vizcaya, por ser hombres de guerra, ejercitados en las armas, y que sobrepujaban en el número de la armada. Los vizcaínos, confiados en la ligereza de sus navíos y en la destreza de los pilotos, burlaban los acometimientos de los enemigos, y cuando hallaban ocasion de venir á las manos, aferraban con sus naves y pasaban muchos dellos á cuchillo; tres naves de los moros se tomaron, dos echarou á fondo, á una pusieron fuego, las demás fueron forzadas á huir. Envió el Rey en socorro de su armada buen número de caballos, movido por el peligro de los suyos; pero ¿qué podian prestar? Antes que llegasen á la ribera tenian los nuestros desbaratados los enemigos y ganada la victoria. Tanto mas creció el deseo que todos tenian de acometer aquella empresa, en particular el Rey, dejados los demás cuidados aparte, solo en este pensamiento dias y noches se ocupaba.

para mayor servicio del coro y con cargo de misas que
se le dicen. Sucedióle don Juan, segundo deste nom-
bre entre aquellos arzobispos. Hállanse papeles en que
le llaman don Juan de Medina, creo por ser natural de
aquella villa. Por el mismo tiempo don Ramon, conde
de la Proenza, pasó desta vida, muy diguo de loa por
el amor que tuvo á las letras y aficion á la poesía. Solo
se nota en él una señalada ingratitud de que usó con
Romeo, mayordomo de su casa, cuya industria, con
buenos medios, hizo que valiesen al tresdoble las ren-
tas de aquel estado; mas como á la virtud acompaña
la envidia, fué acusado y forzado á que diese cuenta
del recibo y del gasto. Hizosele el cargo, dió su des-
cargo; y conocida su fidelidad, se partió como pere-
grino con su bordon y talega, como al principio vino
de Santiago, sin que jamás se pudiese entender quién
era ni dónde se fué. De cuatro hijas que tuvo don
Ramon, Margarita casó con san Luis, rey de Francia;
Leonor con Enrique, rey de Ingalaterra; Sancha con
Ricardo, hermano del dicho Enrique; Cárlos, conde de
Anjou, casó con doña Beatriz; con la cual, dado
que
era la menor de todas, por la grande aficion que le te-
nian los proenzales y con la ayuda que le dió Luis, rey
de Francia, su hermano, por la muerte de su suegro
heredó aquel principado. En este medio el rey don Fer-
nando se tenia en Córdoba con resolucion de combatir
á Sevilla y cercalla con todas sus fuerzas; envió á Ra-
mon Bonifaz, ciudadano de Búrgos, muy ejercitado en
las cosas de la mar, para que en Vizcaya pusiese á
punto una armada por la comodidad de los bosques, y
ser los de aquella nacion señalados en la industria y
ejercicios de navegar. En tanto que esta armada se
apréstaba, puso el cerco sobre Carmona con la mas
gente que pudo, el año 1246, poco mas o menos, villa
fuerte y que estaba apercebida para todo lo que podia
suceder, fortificada contra los enemigos de muros,
municionada de armas, fuerzas y vituallas; no la pu-
dieron tomar, solamente la forzaron á pagar de pre-
sente la cantidad de dineros que le fué impuesta, y
para adelante las parias que se señalaron cada un año.
Constantina, Reina, Lora, pueblos que antiguamente
se llamaron el primero Iporcense municipium, el se-
gundo Regina, el tercero Ajalita, sin estos Cantillana
y.Guillena se ganaron unos por fuerza, otros se rindie-
ron por su voluntad. Reina fué dada al órden de San-
tiago, Constantina á la ciudad y ayuntamiento de
Córdoba, Lora á los caballeros de San Juan. Todo su-
cedia prósperamente á los nuestros; solo se recelaban
del rey de Aragon no les fuese impedimento en aque-
lla tan buena ocasion, por estar desgustado contra el
infante don Alonso, que residia en el reino de Murcia.
Pretendia el Aragonés que el Infante no guardaba los
términos y la raya de la conquista de aquellos reinos
que antiguamente señalaron. Temíase alguna revuelta
por esta causa. Algunas personas principales y de au-
toridad, que para concertar esto señalaron de la una y
de la otra parte, buscaban aigun camino para compo-
ner estas diferencias. Pareció el mejor que don Alonso
casase con doña Violante, hija del rey don Jaime; par-
tido y traza que venia á cuento á ambas naciones y pro-
vincias, que tan grandes reyes se trabasen de nuevo
entre sí con vínculo de parentesco. Moviéronse estas

CAPITULO VI.

Que en Aragon se puso entredicho general.

A esta sazon en Aragon estaba puesto entredicho y tenian cerrados todos los templos de la provincia; triste silencio y suspension del culto divino, castigo de que los pontífices suelen usar contra los excesos de los príncipes y para curallos, como el postrero remedio, saludable á las veces y eficaz medicina como entonces aconteció. Fué así, que don Jaime, rey de Aragon, cuando era mas mozo, tuvo conversacion con doña Teresa Vidaura, la cual le puso pleito delante del romano Pontífice y le pedia por marido; alegaba la palabra que le dió, contra la cual no se pudo con otra casar. No tenia bastantes testigos para probar aquel matrimonio por ser negocio clandestino. Así, se dió sentencia en el pleito contra doña Teresa y en favor de la reina doña Violante. Solo el obispo de Girona, á quien hay fama de secreto le comunicó el Rey toda esta puridad, no se sabe con qué intento, pero en fin, dió aviso al pontífice Inocencio IV que el Rey no hacia lo que debia en no guardar la palabra que tenia dada ; que el postrer matrimonio se debia apartar como inválido, y parecia justo que doña Teresa fuese tenida por verdadera mujer; que el Rey se lo habia así confesado en secreto, y su conciencia no sufria que con tan grande pecado dejase enredar al Rey, al pueblo y á sí mismo si callaba, de que resultasen despues graves castigos; que esto le avisaba por aquella carta escrita en cifra para que en todo se

reconciliar al Rey con la Iglesia, que se hizo el mes siguiente á 19 de octubre. En Lérida con solemne ceremonia fué el Rey absuelto de las censuras en que incurrió por aquel caso. Del obispo de Girona no refieren mas de lo dicho, ni aun declaran qué nombre tuvo. De los archivos y becerro del monasterio benifaciano se tomó todo este cuento; dado que los mas de los historiadores no hicieron dél mencion, pareció no pasalle en silencio. El lector le dé el crédito que la cosa misma merece. De aquí sin duda y destos papeles se tomó ocasion para la fama que vulgarmente auduyo deste Rey y anda sobre este caso.

CAPITULO VII.

Que Sevilla se ganó.

guardase mas recato. Ninguna cosa se pasa por alto á los príncipes, por ser ordinario que muchos con derribar á otros por medio de acusaciones verdaderas ó falsas y de chismes pretenden alcanzar el primer lugar de privanza y de poder en los palacios de los reyes. Pues como el Rey tuviese aviso que en Roma, mudados de parecer, ordinariamente favorecian la causa de doña Teresa, y que el Pontifice manifiestamente se inclinaba á lo mismo, quier fuese que le dieron aviso del que le descubrió, ó que por su mala conciencia sospechase lo que era, hizo venir al obispo de Girona á la corte. Venido, luego que le tuvo en su presencia, le mandó cortar la lengua; cruel carnicería y torpe venganza de un desórden con otro mayor, y con nueva impiedad colmar el pecado pasado; si bien el Obispo era merecedor de cualquier daño, si descubrió el sigilo de la confesion y la religion de aquel secreto; cosa que nunca se permi- En lo postrero de España, hácia el poniente, está te. Luego que el pontífice Inocencio, que á la sazon en asentada Sevilla, cabeza del Andalucía, noble y rica Leon celebraba un concilio general, como poco antes ciudad entre las primeras de Europa, fuerte por las muse dijo, fué avisado de lo que pasaba, cuánto dolor ha- rallas, por las armas y gente que tiene; los edificios ya concebido en su ánimo, con cuán grandes llamas de públicos y particulares á manera de casas reales son en saña se abrasase, no hay para qué declarallo; basta de- gran número, la hermosura y arreo de todos los ciudacir que puso entredicho en todo el reino, como de or- danos muy grande. Entre la ciudad, que está á mano izdinario los excesos de los príncipes se pagan con el da- quierda, y un arrabal llamado Triana pasa el rio Guaño de la muchedumbre y de los particulares, y al Rey dalquivir acanalado con grandes reparos y de hondo declaró públicamente por descomulgado. Conoció el bastante para naves gruesas, y por la misma razon muy Rey su yerro, y por medio de Andrés Albalate, obispo á propósito para la contratacion y comercio de los dos de Valencia, que envió por su embajador sobre el caso, mares Océano y Mediterráneo. Con una puente de mapidió humilmente penitencia y absolucion. Decia que dera fundada sobre barcas se junta el arrabal con la le pesaba de lo hecho; pero pues no podia ser otra cosa, ciudad y se pasa de una parte á otra. En la ciudad está que como padre y pontífice diese perdon á su indigna- la casa real en que los antiguos reyes moraban; en el cion, la cual fué si no justa, á lo menos arrebatada; que arrabal un alcázar de obra muy firme, que mira el naciestaba presto á satisfacer con la pena y penitencia que miento del sol. Una torre está levantada cerca del rio, fuese servido imponerle. Oida la embajada, el Pontífice que por el primor de su edificio la llaman de Oro vulenvió por sus embajadores al obispo de Camarino y á garmente. Otra torre edificada de ladrillo, que está Desiderio, presbítero, para que en Aragon se informa- cerca de la iglesia mayor, sobrepuja la grandeza de las sen de todo lo que pasaba. Dióles otrosí poder muy lle- demás obras por ser de sesenta varas en ancho y cuano de reconciliar al Rey con la Iglesia, si les pareciese trotanto mas alta; sobre la cual se levanta otra torre que su penitencia lo merecia. Hízose en Lérida junta de menor, pero de bastante grandeza, que al presente de obispos y de señores; halláronse en particular presentes nuevo está toda blanqueada y al rededor adornada de los obispos de Tarragona, de Zaragoza, de Urgel, de variedad de pinturas, hermosas á maravilla á los que Huesca, de Elna. En presencia destos prelados el Rey, la miran. ¿Qué necesidad hay de relatar por menudo puestas en tierra las rodillas, despues de una grave re- todas las cosas y grandezas desta ciudad tan vaga y lleprehension que se le dió, fué absuelto de aquel exceso. na de primores y grandezas? Hay en la ciudad en este La penitencia fué que acabase á sus expensas de edifi- tiempo mas de veinte y cuatro mil vecinos, divididos en car el monasterio benifaciano, que con advocacion de veinte y ocho parroquias ó colaciones. La primera y Nuestra Señora en los montes de Tortosa veinte años principal es de Santa María, que es la iglesia mayor, con antes desto, luego que se tomó el pueblo de Morella se el cual templo en anchura de edificio y en grandeza nincomenzara, y se editicaba poco a poco, y acabada la fá-guno de toda España se le iguala. Vulgarmente se dice brica, le diese de renta para en cada un año docientos marcos de plata, con que los monjes del Cistel se pudiesen sustentar en el dicho monasterio. En Valencia tenian comenzado á edificar un hospital para albergar los pobres y peregrinos. A este hospital señalaron mayores rentas, es á saber, seiscientos marcos de plata cada un año, con que los pobres y peregrinos se sustentasen, y juntamente algunos capellanes para que dijesen misa y ayudasen al buen tratamiento y regalo de los pobres. Añadióse á esto que en Girona, en la iglesia mayor fundase una capellanía para que perpetuamente se hiciesen sacrificios y sufragios por el Rey y por sus sucesores. El Pontífice expidió su bula á los 22 de setiembre, año de 1246, en que da poder á los dos nuncios para

de las iglesias de Castilla: la de Toledo la rica, la de Salamanca la fuerte, la de Leon la bella, la de Sevilla la grande. Tiene su fábrica de renta treinta mil ducados en cada un año, la del Arzobispo llega á ciento y veinte mil, las calongías y dignidades, así en número como en lo demás, responden á esta grandeza. Los campos son muy fértiles, llanos y muy alegres por todas partes, por la mayor parte plantados de olivas, que en Sevilla se dan muy bien, y el esquilmo es muy provechoso; de allí se llevan aceitunas adobadas, muy gruesas, de muy buen sabor, á todas las demás partes. El trato es tan grande y la granjería tal, que en los olivares llamados Ajarafe, en tiempo de los moros se contaban cien mil, parte cortijos, parte trapiches ó molinos de aceite; y dado que

parece gran número, la autoridad y testimonio de la historia del rey don Alonso el Sabio lo atestigua. El número de extranjeros y muchedumbre de mercaderes que concurren es increible, mayormente en este tiempo, de todas partes á la fama de las riquezas, que por ei trato de las Indias y flotas de cada un año se juntan allí muy grandes. El rey don Fernando tenia por todas estas causas un encendido deseo de apoderarse desta ciudad; así por su nobleza como porque, ella tomada, era forzoso que el imperio de los moros de todo punto menguase, tanto mas, que los aragoneses con gran gloria y honra suya se habian apoderado de Valencia, de sitio muy semejante y no de mucho menor número de ciudadanos. El rey de Sevilla, por nombre Ajatafe, no ignoraba el peligro que corrian sus cosas; tenia juntados socorros de los lugares comarcanos, hasta desde la misma Africa, gran copia de trigo traida de los lugares comarcanos, proveídose de caballos, armas, naves y galeras, determinado de sufrir cualquier afan antes de ser despojado del señorío de ciudad tan principal. El rey don Fernando juntaba asimismo de todas partes gente para aumentar el ejército que tenia, trigo y todos los mas pertrechos que para la guerra eran necesarios. La diligencia era grande, por entender que duraria mucho tiempo y seria muy dificultosa, y para que ninguna cosa necesaria falleciese á los soldados. En Alcalá por algun tiempo se entretuvo el rey don Fernando; pasada ya gran parte y lo mas recio del verano, movió con todas sus gentes, púsose sobre Sevilla y comenzó á sitiaHa á 20 del mes de agosto, año de nuestra salvacion de 1247; los reales del Rey se asentaron en aquella parte que está el campo de Tablada tendido á la ribera del rio, mas abajo de la ciudad. Don Pelayo Perez Correa, maestre de Santiago, de la otra parte del rio hizo su alojamiento en una aldea, llamada Aznalfarache; caudillo de gran corazon y de grande experiencia en las armas. Pretendia hacer rostro á Abenjafon, rey de Niebla, que con otros muchos moros estaba apoderado de todos los lugares por aquella parte; tanto mayor era el peligro, las dificultades; pero todo lo vencia la constancia y esfuerzo deste caballero. El Rey barreaba sus reales; los moros, con salidas que hacian de la ciudad, pugnaban impedir las obras y fortificaciones. Hobo algunas escaramuzas, varios sucesos y trances, pero sin efecto alguno digno de memoria, sino que los cristianos las mas veces llevaban lo mejor y forzaban á los enemigos con daño á retirarse á la ciudad. Por el mar y rio se ponia mayor cuidado para impedir que no entrasen vituallas. Los soldados que tenian en tierra hacian lo mismo, y velaban para que ninguna de las cosas necesarias les pudiesen meter por aquella parte. Muchos escuadrones asimismo salian á robar la tierra; talaban los frutos que hallaban sazonados, el vino y el trigo todo lo robaban. Carmona, que está á seis leguas, forzada por estos males, como seis meses antes lo tenian concertado, sin probar á defenderse ni pelear se rindió, con tanto mayor maravilla, que los bárbaros pocas veces guardan los asientos. No se descuidaban los moros ni se dormian; el mayor deseo que tenian era de quemar nuestra armada, cosa que muchas veces intentaron con fuego de alquitran, que arde en la misma agua. La vigilancia del general Bonifaz hacia que todos estos intentos saliesen en vano, y cada cual de los capitanes por tierra y por mar pro

curaban diligentemente no se recibiese algun daño por la parte que tenian á su cargo. Señalábanse, entre los demás, don Pelayo Correa, maestre de Santiago, y don Lorenzo Suarez, cuyo esfuerzo y industria en todo el tiempo deste cerco fué muy señalada, sobre todos Garci Perez de Vargas, natural de Toledo, de cuyo esfuer-` zo se refieren cosas grandes y casi increibles. Al principio del cerco, á la ribera del rio, do tenian soldados de guarda para reprimir los rebates y salidas de los moros, Garci Perez y un compañero, apartados de los demás, iban no sé á qué parte; en esto al improviso ven. cerca de sí siete moros á caballo; el compañero era de parecer que se retirasen; replicó Garci Perez que, aunque se perdiese, no pensaba volver atrás ni con torpe huida dar muestra de cobardía. Junto con esto, ido el compañero, toma sus armas, cala la visera y pone en el riştre su lanza; los enemigos, sabido quien era, no quisieron pelear. Caminado que hobo adelante algun tanto, advirtió que al enlazar la capellina y ponerse la celada se le cayó la escofia; vuelve por las mismas pisadas á buscalla. Maravillóse el Rey, que acaso desde los reales le miraba, pensaba volvia á pelear; mas él, tomada su escofia, porque los moros todavía esquivaron el encuentro, paso ante paso se volvió sano y salvo á los suyos por el camino comenzado. Fué tanto mayor la honra y prez deste hecho, que munca quiso declarar quién era su compañero, si bien muchas veces le hicieron instancia sobre ello; á la verdad, ¿á qué propósito con infamia ajena buscar para sí enemigo y afrenta para su compañero sin ninguna loa suya? Como quier que al contrario con el silencio demás del esfuerzo dió muestra de la modestia y noble término de que usaba. Entre tanto que con esta porfía se peleaba en Sevilla, el infante don Alonso, hijo del rey don Fernando, intentó de apoderarse de Játiva en el reino de Valencia, convidado por los ciudadanos. Tomó á Enguerra, pueblo en tierra de Játiva, que se le entregaron los moradores. Cuanto cada uno alcanza de poder, tanto derecho se atribuye en la guerra. El rey don Jaime, avisado de los intentos del infante don Alonso y alterado, como era razon, se apoderó de Villena y de seis pueblos comprehendidos en el distrito de Castilla, por dádivas que dió al que los tenia á cargo. Demás desto, en la misma comarca, principio del año 1248, tomó de los moros otro pueblo llamado Bugarra. Destos principios parecia que los disgustos pasarian adelante y pararian en alguna nueva guerra que desbaratase la empresa de Sevilla y acarrease otros daños. Don Alonso, como quier que era de condicion sosegada, se determinó de tratar en presencia con el rey de Aragon y resolver todas estas diferencias, y para esto se juntaron á vistas y habla en Almizra, pueblo del rey de Aragon. Allí por medio de la reina de Aragon, y por la buena industria de don Diego de Haro y otros grandes que se pusieron de por medio se compuso esta diferencia; con que de una y de otra parte se restituyeron los pueblos que injustamente tomaron, y se señaló la raya de la jurisdicion y conquista de ambas las partes. Quedaron en particular en virtud desta concordia por el reino de Murcia Almansa, Sarasulla y el mismo rio Cabriolo; por los de Valencia Biara, Sajona, Alarca, Finestrato. Asentadas las cosas desta manera, los príncipes se despidieron. El rey don Jaime revolvió luego contra Játiva, envió delante sus

« AnteriorContinuar »