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CAPITULO XI.

Los grandes de Castilla se alteraron coutra el rey don Alonso.

tro de los muros de la ciudad, que era el lugar señalado de comun consentimiento de los electores para aquella eleccion. Que el de Colonia y el Palatino vinieron acompañados de gran número de soldados, no como á eleccion, sino como á guerra, y porque ponian espanto y parecia que querian hacer fuerza, fueron amonestados que desistiesen de aquel camino, y á ejemplo de los otros príncipes, con acompañamiento ordinario y competente entrasen en la ciudad. Cargábaules que no quisieron conformarse, antes por nueva manera y perjudicial se juntaron aparte, cosa de grandes inconvenientes, y fuera de la ciudad, como en los reales hicieron su eleccion. Esta era la principal nulidad en la eleccion de Ricardo. Que los príncipes que estaban en la ciudad aguardaron hasta tanto que hobo esperanza que se podrian reducir á mejor consejo, y dejada aquella porfía, concordarse con la razon y con los demás; perdida la esperanza, á postrero de marzo, por voto del arzobispo de Tréveris y del duque de Sajonia, que tenia otrosí el voto del marqués de Brandemburg, que ausente estaba, como su vicario y tambien por voto del rey de Bohemia, cuyo embajador don Nuño de Lara, hombre de antiguo y noble li

dor con derecho de votar estuvo presente en la dieta, fué elegido por rey de romanos don Alonso, rey de Castilla. Estos eran los principales fundamentos de la una parte y de la otra: otros alegaban de menor cuantía, como delitos y excesos que los unos oponian contra los otros, sin que ellos se engañasen; mayormente contra el arzobispo de Tréveris se alegaba estar descomulgado, y por tanto privado de voto, á causa de nuevas y extraordinarias imposiciones que derramaba sobre sus vasallos. La otra parte contraponia que el arzobispo de Colonia hirió al cardenal de San Jorge, legado del Pontífice romano, y prendió un obispo. Asimismo que el conde Palatino maltrataba en muchas maneras las personas eclesiásticas, lo cual no era lícito. Mas, que contra la sacrosanta majestad de los pontífices y de la Iglesia, en las revueltas pasadas se allegó al emperador Federico y á su hijo Conrado. Este pleito comenzó en tiempo del papa Alejandro IV; no se pudo componer por su autoridad y juicio, como fuera justo, y los que mejor lo sentian lo deseaban, á causa que cada cual de las partes, como quier que pretendiese ser de su derecho cierto, no queria, mal pecado, pasar por juicio ni sentencia de alguno ni comprometer la diferencia, porque no pareciese con esto hacian dudosa su causa; mas aína cuidaban poner el negocio en el trance de una batalla y pleitear con las armas, así suyas como de los príncipes de Alemaña, sus valedores y aliados. Gran mal por esta causa se aparejaba á la cristiandad, si á ambos príncipes no detuvieran y enfrenaran otros negocios domésticos. A don Alonso le fué impedimento estar tan léjos España; y unas dificultades que nacian y se trababan de otras le detuvieron en su reino; demás que naturalmente era irresoluto, y tenia esperanza que con artificio y maña se podria dar conclusion á aquel debate. Ricardo no pudo tomar las armas á causa que las cosas de Ingalaterra andaban muy alteradas con la guerra que se hacia en Francia con todas las fuerzas de la una y de la otra nacion, en especial que falleció el sexto año despues que se llamó emperador. El fin en que paró toda esta contienda y su remate se declarará en otra parte mas adelante.

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Tenia el rey don Alonso condicion mansa, ánimo grande, mas deseoso de gloria que de deleites; era dado al sosiego de las letras y no ajeno de los negocios, pero poco recatado y de maravillosa inconstancia en su manera de proceder; codicioso de allegar dinero, vicio que si no se mira bien, causa muy graves daños, como entonces sucedió, que perdió las voluntades del pueblo y no supo ganar las de los grandes. Con deseo pues de huir el ocio, que es muy á propósito para sembrar chismes y levantar murmuraciones, tomó las armas contra el Andalucía, y divididas sus gentes, trataba con diversas bandas de apoderarse de los pueblos que quedaron en poder de moros. El mismo ganó á Jerez; don Enrique, su hermano, á Arcos y á Nebrija, pueblo situado en los esteros de Guadalquivir por aquella parte que con grandes acogidas de agua se derrama en el Océano. En Jerez fué puesto por goberna

naje, mas ya casi acabado por la flojedad ó contumacia de sus antepasados. Ofrecíase muy buena ocasion de desarraigar por toda aquella comarca las reliquias de los moros, si no fuera que otro nuevo cuidado de una nueva guerra forzó al Rey á retirarse y dejar aquella empresa. Esto fué que Teobaldo, rey de Navarra, scgundo deste nombre, ya que era mayor de edad, confiado en la ayuda del rey de Aragon, con quien poco antes renovara sus confederaciones en Montagudo, con sus gentes que juntó de todas partes trataba de acometer las tierras de Castilla. Pretendia que lo de Guipúzcoa, Alava, la Rioja y Briviesca, tierras de sus antepasados, les quitaron á tuerto los años antes y que de derecho le pertenecian. Muchos grandes de Castilla, disgustados con su Rey, se pasaran á Navarra y á Aragon, renunciada primero por público instrumento la naturalidad, que era el camino que en los tiempos antiguos hallaron para que no fuesen tenidos por traidores los que se ausentaban de su patria. Estos despertaban la llama, y á aquel Príncipe, mozo y feroz por la edad, instigaban para que tomase las armas. Entre estos grandes el mas principal era don Diego de Haro, varon muy coustante y de notables prendas en lo demás, pero que no sufria se le hiciese ningun agravio ni demasía, y que se mostraba muy ofendido por ver oprimida la libertad de la patria. La muerte cortó sus intentos, que le sobrevino en el lugar de Bañares, do era ido para curarse; mas su hijo don Lope de Haro, aunque era de pequeña edad, con grande acompañamiento de los suyos se fué á Estella, ciudad en que á la sazon se hallaba el rey de Aragon. Lo mismo hizo el infante don Enrique, disgustado de todo punto con su hermano el rey don Alonso. Hicieron estos señores entre sí liga contra el poder y armas de todos los príncipes. El pueblo de Castilla y muchos grandes, dado que aun no se declaraban, sentian lo mismo de secreto. Llevaban mal que la moneda se hobiese abajado de ley, de que se siguió mayor carestía de los mantenimientos; y pretendiendo poner remedio á este daño, resultó otro mayor. Puso el Rey tasa y precio á todas las cosas que se vendian y á todas las mercadurías, de

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que se siguió gran falta de vituallas y provision, por no querer los que las tenian vender por aquel precio. Desta manera suelen muchas veces acarrear mayor daño las cosas que parecian haberse ordenado con muchia prudencia. El rey don Alonso, como era de grande ingenio y que no ignoraba cuán grande era el peligro que le amenazaba, trató de hacer asiento y pacificarse con el rey de Aragon, que sabia no estaba muy lejos dello por andar envuelto otra vez, aunque era de grande edad, en los amores de doña Teresa Vidaura, tanto, que parecia estar olvidado de sí y de la majestad real. Viéronse en Soria; en aquella habla concertaron paces por el mes de marzo, año de nuestra salvacion de 1256, en el mismo tiempo que Margarita, madre de Teobaldo, rey de Navarra, en Francia, do estaba ocupada en asentar las cosas de Campaña, falleció á 11 del mes de abril en Pervino. Fué enterrada en el monasterio de Claravalle, muy noble y conocido en aquella sazon por el crédito que tenian aquellos monjes de santidad. El año siguiente en Toledo murió don Sancho Capelo, rey de Portugal, como se tocó arriba. El reino que por espacio de trece años habia gobernado como teniente don Alonso, su hermano, le gobernó de allí adelante con nombre de rey. Tuvo de doña Beatriz, bija del rey don Alonso, á su hijo mayor don Dionisio, y á don Alonso, conde de Portalegre, y demás destos á doña Blanca, cuyo cuerpo está sepultado en las Huelgas de Búrgos, donde por largo tiempo fué abadesa, y á doña Costanza, que murió de poca edad. En este comedio don Enrique, hermano del Rey, en Nebrija, do se retirara, movia, así moros como á cristianos, á levantarse. Don Nuño de Lara, alterado por estas práticas, como era razon, y para prevenir los intentos de don Enrique, acudió á Nebrija desde Sevilla. Avisado desto don Enrique, como no tuviese fuerzas bastantes ni ganadas del todo las voluntades de los de aquella comarca, fué forzado huirse á Valencia por mar. El rey don Jaime estaba allí ocupado en dar asiento en las cosas de aquel reino; recibióle al principio con benignidad; mas por no contravenir, si le amparaba, á la alianza puesta con su hermano poco antes, le puso en necesidad de pasar en Africa. Desde allí, gastados cuatro años en la corte del rey de Túnez y en su compañía, pobre y miserable, dió la vuelta, primero á Francia, y despues á Italia con deseo de mover guerra á su hermano, si en alguna parte hallase acogida y socorros bastantes. El rey de Aragon, asentadas las cosas de Valencia, se fué á Mompeller con deseño de verse con el rey de Francia. Señalaron para las vistas un pueblo llamado Carbolio, en que á 11 dias de mayo, año de 1258, tratadas todas sus diferencias, sę reconciliaron enteramente con hacer suelta el uno al otro de todo lo que hasta aquel dia cada cual poseia y se habian tomado. En particular los de Barcelona y los catalanes quedaron exemptos de todo punto del antiguo señorío y jurisdiccion de los reyes de Francia; honenaje usado y continuado desde el tiempo en que aquellas tierras se ganaron de los moros, dado que de muchos años atrás, fuera del nombre de estar sujetos y poner en las escrituras públicas el nombre del rey de Francia que á la sazon era y el año de su reinado, ninguna cosa podian allí ni hacian los reyes de Francia. Para que esta confederacion fuese mas firme se concertó desposorio entre doña Isabel, la menor de las

hijas del rey de Aragon, con Filipe, hijo mayor y heredero del rey de Francia, y con ella, en nombre de dote, quedaron por los franceses Carcasona y Besiers. Hobo este año grandes crecientes con las aguas, que continuaron desde antes del mes de agosto hasta 26 de diciembre; los rios se hincharon y salieron de madre, con gran daño de las labranzas y de los campos. Muchas puentes cayeron en España, entre ellas la de Toledo, que se llama de Alcántara; mas el siguiente año de 1259, que fué de los árabes el año 657, se reparó y reedificó. El letrero que está á la entrada de la puente sobre el arco de la puente, grabado en una piedra, de letra francesa y en lengua vulgar castellana lo declara.

CAPITULO XII.

Que se puso entredicho en Portugal.

Las cosas en España estaban sosegadas para tanta muchedumbre de príncipes como en ella reinaban, diferentes en leyes, costumbres, aficiones y voluntades. Algunas desgracias sucedieron. Doña Violante, reina de Aragon, y el infante don Alonso, su entenado, fallecieron; los desórdenes del Rey aceleraron la muerte al uno y al otro, á lo que parece. Don Alonso llevaba mal el tratamiento que su padre le hacia y la poca estima que parecia hacer dél; como si fuera menos que los demás hermanos, ninguna mano por entonces le daba en el gobierno del reino; y para adelante con la particion que queria hacer de los estados diminuia la majestad del reino que le dejaba. Este deseño, no solo desabria en particular á don Alonso, sino en comun á los mas de los grandes, en tanto grado, que dejado el Rey, públicamente seguian la voz y las partes de su hijo. Para reducillos y sosegallos el viejo astuto poco antes de la muerte del hijo, revocada la primera donacion, le entregó y puso en su poder á Valencia, que mandó anduviese siempre unida con Aragon. La reina doña Violante llevaba mal el poder de doua Teresa Vidaura, en cuyos amores el Rey desde su primera edad estuvo enredado, y dejados por algun tiempo, de nuevo era vuelto á ellos con tan grande aficion, que parecia estar enhechizado con bebedizos. Por el albedrío desta mujer y por su autojo gobernaba las cosas particulares y públicas. A la verdad este Príncipe fué dado á deshonestidad y maltrato hasta la postrera edad; olvidado de su deber, no consideraba lo que por la fama se decia dél. Llegó el desórden á que así el tiempo pasado como adelante, muerta la reina doña Violante, la tuvo con la majestad y estado poco menos que si fuera reina. Ella misma una y dos veces puso al Rey pleito delante del romano Pontífice sobre la corona. Acusábale la palabra que decia le dió de casamiento, como arriba queda dicho. Nacieron de doña Teresa don Pedro, que fué señor de Ayerve, y don Jaime, señor de Ejerica. La reina doña Violante fué sepultada en Valbuena en un monasterio de monjas de la órden de San Bernardo, que está en Cataluña; don Alonso en Valencia en la iglesia mayor en la capilla de Santiago. Zorita, noble escritor de la historia de Aragon, dice que en el monasterio de Veruela del Cistel. Teobaldo, rey de Navarra, despues que su madre murió en Francia, conservó y defendió el principado de Campaña, que muchos señores de Francia preten

dian con las armas tomar para sí. Hecho esto, casó con doua Isabel, hija menor de san Luis, rey de Francia, que le dió su padre por mujer de buena gana. En MeJun, pueblo de los senones, puesto en una isla pequeña que hace el rio Secana, y de la una parte y de la otra del rio, donde tambien hay edificios, se celebraron las bodas, mas alegres en los principios que en lo de adelante por la esterilidad de la Reina. Tuvo este Rey en doña Marquesa de Rada fuera de matrimonio una hija, que tuvo el mismo nombre que su madre, y adelante casó con don Pedro, hijo del rey de Aragon, habido en doña Teresa, como queda dicho. Matilde, condesa de Boloňa, sabida la muerte de dou Sancho, rey de Portugal, acudió por mar á aquella provincia para pretender el derecho de su antiguo matrimonio, si por ventura don Alonso, su marido, pudiese últimamente mudar su dañada intencion. Llegó á Cascaes muy cerca de Lisboa; dende sin que el Rey le diese lugar para podelle hablar, fué forzada á dar la vuelta. Escribióle empero una carta deste tenor: « Llegara mas cerca » y reprehendiera en tu presencia tu felonía, que fuera » bastante recompensa del afan que en el viaje he to»mado; pero pues no me das lugar para esto, y como >> ingrato y cruel no pudiste sufrir nuestra presencia » por estar herido de los aguijones de la conciencia y » poseido del demonio, no dejaré en ausencia de hacer » esto y dar testimonio con esta carta á todo el mundo » del justo dolor que tengo y del agravio que me ha»ces, que será una perpetua memoria de tu desleal» tad y impiedad. Son ordinariamente ásperos los re>> medios que para las enfermedades son saludables; yo » tambien escribo con gemidos y contra mi voluntad » estas cosas. Mas si va á decir verdad, yo te recebi >> cuando eras pobre, sin tierra, sin bienes, sin espe»ranza, estoy por decir un hombre bárbaro; y esto >> en mi casa y por marido. ¡Oh demasía mia, diré, ó » de los mios, ó de los unos y de los otros y necia >> credulidad! Nuestra opinion y el crédito que de tu >> lealtad teniamos nos engañó para que, en cambio de » que te dimos mas de lo que pedias y mayores cosas » que esperabas, hicieses burla de nos. Acuérdome » cuando jurabas que no podias vivir sin mí no mas que » sin tu ánima. ¿Esta es la religion? Esta es la constan>> cia? ¿Qué es esto? Con el reino sin duda has perdido » el juicio y te has, fementido, mudado en otro varon. >> Olvidado de mí y sin memoria del beneficio recebido, » estás ocupado en nuevos amores de la que es for» zoso se llame combleza, pues el primer matrimonio » dura, y el nuevo es ninguno. ¿Descontentáronte nues>> tro linaje, la hermosura, la edad, las riquezas? O lo >> que es mas cierto, ¿los reyes teneis por santo y por ho>> nesto lo que os viene mas á cuento para reinar? Yo » todavía soy viva, y viviré hasta tanto que mueva con>> tra lí las armas de los príncipes y los odios de todas las »> naciones; como bestia fiera perecerás agarrochado » de todos. El corazon me da que la divina venganza >> está sobre tu cabeza, y que muy presto llegará. El que >> al presente feroz con la maldad y muy contento des>>precias nuestras lágrimas, en breve, afligido con to>>dos los tormentos, pagarás justísimamente la pena de »> nuestro dolor y de tu impiedad. Con esta sola espe>> ranza en estos trabajos me sustentaré, la cual cum» plida ó perdida, de buena gana dejaré la vida; mas de

» tal manera la dejaré, que claramente se entienda faltó » tu deslealtad á lo que era razon y á lo que pensábamos, » mas aína que á nos la virtud y esfuerzo necesa>> rio. » No se movió el ánimo obstinado del rey don Alonso por esta carta, antes públicamente se gloriaba que el dia siguiente se tornaria á casar y celeliraria nuevo matrimonio, si entendiese era á propósito para conservar su reino. Matilde dió la vuelta mal enojada contra el Rey; echaba sobre su cabeza grandes maldiciones. En Francia se fué á ver con el santo rey Luis para tratar de vengar aquel agravio. Al pontifice ro mano Alejandro IV envió sobre el caso sus embajadores. En el Francés halló poca ayuda por estar su reiuo lan léjos. El Padre Santo amonestó á don Alonso y le protestó que volviese al primer matrimonio, y recibiese en su gracia y se reconciliase con Matilde, su primera mujer. Advirtióle cuánto peligro corria su salvacion; que no debia con obras tan malas irritar á Dios. A estas voces y amonestaciones las orejas del Rey estaban tapadas, obstinado el ánimo; la codicia y ambicion, consejeros malos, le ponian telarañas delante los ojos para que no viese la luz. El Pontifice, porque no queria obedecer, le descomulgó, puso entredicho en todo el reino de Portugal, que dicen duró doce años, porque ni el Rey se queria emendar, ni los pontifices que se siguieron allojar en la justa indignacion y castigo. Los pueblos inocentes pagan la pena de los excesos que hacen los reyes; así van las cosas humanas, así lo lleva la condición de nuestra mortalidad. Por lo demás, el rey don Alonso era de condicion mansa y tratable, muy amigo de justicia. Quitó en toda la provincia los salteadores y libertad de hacer mal, ca por la revuelta de los tiempos y por la flojedad del rey don Sancho prevalecian en todas partes los mates. Ordenó leyes, estableció fueros, tuvo con cierta igualdad trabados entre sí los mayores con los medianos, y con estos los mas bajos del pueblo. Esto en su casa y en el gobierno. En la guerra no tuvo menor esfuerzo; con sus armas y por su diligencia se ensancharon los términos de su estado. Ganó de los moros á Faro, Algecira, Albufera y otros pueblos por la comarca de Silves. Fundó y pobló de nuevo á Castro, Portalegre, Estremoz. La ciudad de Beja y otros muchos pueblos y castillos, que por la revuelta del tiempo, pasado estaban por tierra ó maltratados, los reparó y reedificó. Hay tambien muestras de su piedad; en Lisbona un excelente monasterio, que por estos tiempos fundó y llevó al cabo, del órden de Santo Domingo. En Santaren otro de monjas de Santa Clara, que edificó á sus expensas desde los cimientos. La liberalidad que usaba con los pobres era tan grande, que muchas veces, consumidos los tesoros, para juntar dinero y remediallos empeñaba las allajas y joyas de su casa. A don Alonso, rey de Castilla, cuya fama volaba por todo el mundo, vinieron por el mismo tiempo embajadores del soldan de Egipto; traíanle mucha ropa, preciosos tapices y alhombras que le presentaron; demás desto, animales muy extraordinarios y nunca vistos en España. Fué esto el año de 1260; en este año una villa de Guipúzcoa, parte de lo que llamamos Vizcaya, mudó el nombre antiguo de Arrasata en el de Mondragon, como se ve por un privilegio del mismo rey don Alonso de los mas antiguos que se hallan escritos en lengua española; porque fué el primer rey de España que en lugar

de la lengua latina, en que se escribian las escrituras públicas, mandó se usase la española. Hay otrosí una bula del papa Alejandro IV, dada en Anagni á 18 de marzo, el quinto año de su pontificado, en que manda que la ciudad de Segorve, que por este tiempo se ganó, esté sujeta al obispo de Albarracin, que se llamaba obispo de Segorve aun antes que aquella ciudad fuese de los moros ganada. Hay otra bula del mismo Pontífice, dada el sexto año de su pontificado, que es el en que vamos, en que mandaba que el obispo de Segorve, que lo era 'en aquel tiempo tambien de Albarracin, sea sufragáneo de la iglesia de Toledo. Opúsose don Arnaldo de Peralta, obispo de Zaragoza; alegaba que parte de aquella diócesi era de su iglesia. El Pontífice, vista la resistencia, moderó la primera concesion con otra bula, en que declara ser su voluntad que á los obispos de Zaragoza, no obstante lo susodicho, quedasen salvos sus derechos. El punto dėsta diferencia consistia principalmente sobre la palabra Segobriga. Constaba que una ciudad deste nombre fué antiguamente sufragánea de Toledo; pero la tal ciudad estaba en la Celtiberia; la Segobriga, es á saber, Segorve, de que se trataba y sobre que andaba el pleito, alegaban los aragoneses estar en los edetanos, bien apartada de la otra. Este parecer, contra lo que tenian antes determinado, prevaleció finalmente los años adelante. El de 1261, á los 27 de octubre, falleció don Sancho, arzobispo de Toledo. Entró en su lugar Pascual ó Pascasio, que era dean de aquella iglesia, el mismo que llevó la cruz delante el arzobispo don Rodrigo en las Navas de Tolosa. Fué natural de Almoguera, pueblo del Alcarria. Debia ser muy viejo, y así parece murió electo por junio luego siguiente. Su sepultura está en la capilla de Sauta Lucía, iglesia mayor de la misma ciudad.

CAPITULO XIII.

Cómo los reyes de Aragon y de Sicilia emparentaron. Falleció en Tarento, ciudad en lo postrero de Italia, algunos años antes deste tiempo el emperador Federico, aquel cuyo nombre por haber perseguido á los pontífices romanos fué aborrecido en los siglos adelante y siempre tenido por infame. Su hijo Conrado, que le sucedió en sus estados, cuatro años adelante, como de Suevia hobiese pasado en Italia y en Sicilia, dió fin á sus dias de su muerte natural, ó lo que se dijo por la fama, con yerbas que le dió Manfredo, su hermano bastardo. Este, no obstante que el difunto nombró por su heredero á Conradino, su hijo, habido en una hija del duque de Baviera, que por ser de pequeña edad le dejara en Suevia, provincia de Alemaña, encendido en deseo de reinar, y no haciendo caso por su pequeña edad de su sobrino, se apoderó con las armas y por fuerza de Sicilia y del reino de Nápoles contra derecho y contra voluntad de los pontífices romanos, cuyo feudo eran aquellos reinos desde su primera institucion, y que por esta causa claramente amenazaban, si no desistia, le harian todo mal y daño; mas él no hacia caso ni se movia por estas palabras, ni temia las censuras eclesiásticas, ni aun hacia caso ni tenia cuenta con la fama que de sus cosas corria; el deseo que tenia de reinar lo atropellaba todo. Antes hizo guerra en Toscana, donde era grande el poder de los guelfos, parcialidad aficionada á los pa

pas, de la cual provincia fácilmente, vencidos los contrarios, se apoderó, Con estos principios y aumento las cosas de Manfredo se aseguraron de tal guisa, que con dificultad se pudieran mudar en contrario, si el señorío y estado ganado por malas mañas pudiera ser duradero. Los papas intentaban todos los caminos para abatir aquel reino que contra justicia y contra razon se fundara. Enviaron predicadores por todas las partes, que no cesaban de reprehendelle en sus sermones, como impio y enemigo de la religion cristiana. Poca ayuda tenia el Papa en los demás príncipes y poco le prestaban todas aquellas diligencias. Carlos, hermano legítimo de san Luis de Francia, y él por sí conde de Anjou y de la Proenza, fué convidado á pasar á Italia con esperanza que se le dió de hacelle rey de Sicilia. Manfredo, avisado destas práticas y intentos y visto, si esto se hacia, cuán gran riesgo corrian sus cosas, trataba para afirmarse de buscar socorros de todas partes, y porque los cercanos le faltaban, determinó acudir á los de léjos. En primer lugar acometió á aliarse con don Jaime, rey de Aragon, cuya fama de sus hazañas y la gloria de las cosas por él hechas volaba de tiempo atrás por todas partes. Parecióle para mas obligalle trabar con él parentesco. Ofreció á Costanza, su hija, para que casase con don Pedro, su hijo mayor y heredero. Euvió sobre el caso embajadores á Barcelona. Al rey de Aragon no le parecia aquel partido de menospreciar, mayormente que con la doncella de presente le ofrecian de dote ciento y veinte mil ducados, suma muy grande para aquel tiempo, demás de la esperanza cierta de heredar el reino de Sicilia y juntalle con el de Aragon á causa que Manfredo no tenia hijos varones. Asentado el negocio y concertado, despachó en embajada al pontífice Alejandro fray Raimundo de Peñafuerte, de la órden de Santo Domingo, varon prudente, erudito y santo, para que con la mucha autoridad que tenia reconciliase con el Pontífice á Manfredo y se compusiesen las diferencias pasadas. El Pontífice no se movió por las palabras ni razones de fray Raimundo, antes hizo grandes amenazas contra Manfredo. Cargóle que no solo contra justicia tenia usurpados aquellos estados, sino que era bastardo y hombre impío; avisábale de muchos excesos, en particular que publicó fingidamente que era muerto Conradino, su sobrino; por engaño y por este camino se apoderó del reino y tomó las armas contra la Iglesia. «No se puede, dice, ni se debe conceder alguna cosa al que hace guerra y tiene empuñadas las armas ; por ventura se podria condescender en algo, si con humildad rogase. Esto dirás á tu Rey, y amonéstale de mi parte que no mezcle sus cosas con un hombre tan malvado; que de otra manera podrá temer la venganza de Dios y nuestra indignacion, que en la tierra tenemos sus veces.» Esla respuesta tuvo dudoso y suspenso el ánimo del rey de Aragon; pero prevaleció el provecho y útil contra lo que fuera razon y honesto. Hiciéronse los desposorios en Mompeller en la iglesia de Santa María el año 1262 con toda muestra de alegría, juegos y regocijos. De allí, vuelto el Rey á Barcelona, á 21 del mes de agosto dividió entre sus hijos sus reinos y estados en esta forma. Cataluña desde el Cabo de Creus, que los antiguos llamaban promontorio de Vénus, y todo Aragon y Valencia se adjudicó á don Pedro, su hijo; á don Jaime lo de Ruisellon, lo de Cerdania, Colibre, Confluencia, Valespira, á tal que

por las dichas ciudades fuese sujeto al rey de Aragon y le hiciese homenaje. Demás desto, que todas ellas se gobernasen por las leyes de Cataluña, y no pudiesen en particular y por su autoridad batir moneda. Demás desto le dió á Mallorca con título de rey y á Mompeller en la Francia. Por esta manera puso el padre en paz á los dos hermanos, que comenzaban á tener diferencias sobre la sucesion y juntamente alborotarse. Los grandes, divididos en bandos, sin cuidado ninguno de hacer el deber, antes con deseo cada cual de adelantarse y mejorar sus haciendas, avivaban el fuego y la llama de la discordia entre aquellos dos príncipes, mozos y hermanos.

CAPITULO XIV.

Que los Merinos se apoderaron de Africa.

Entre tanto que estas cosas se hacian en España, una nueva guerra muy grave y la mayor de todas las pasadas parecia de presente amenazalla, á causa de un nuevo imperio que se fundó estos años en Africa. Vencidos los Almobades y muertos, el linaje de los Merinos levantaba por las armas y despertaba el antiguo esfuerzo de su nacion, que parecia estar abatido y flaco por la flojedad de los reyes pasados. Trataban otrosí de pasar la guerra en España con esperanza cierta de reparar en ella la antigua gloria y el imperio de su nación, que casi estaba acabado. Despues que Mahomad, por sobrenombre el Verde, fué por las armas de los cristianos vencido en las Navas de Tolosa, y despues que murió de su enfermedad, sucedió en su lugar Arra sio, su nieto, hijo de Busafo, que finó en vida del Rey, su padre, en tiempo que el imperio de los Alinohades se extendia en Africa desde el mar Atlántico, que es el Océano, hasta la provincia de Egipto. Pusieron por gobernador de Tremecen, ciudad puesta á las marinas del mar Mediterráneo, en nombre del nuevo Rey un moro, llamado Gomaranza, del linaje de los moros Abdalveses, muy noble y poderoso en aquellas partes. Este, por hacer poco caso de su Rey ó por fiarse mucho de sus fuerzas, fué el primero que se determinó de empuñar las armas contra él. Arrasio acudió con su ejército á aquellas alteraciones, pero fué muerto á traicion. Ningunas asechanzas hay mas perjudiciales que las que se arman debajo de muestra de amistad ; un pariente de Gomaranza, que salió del castillo con muestra de dar aviso al Rey de lo que pasaba, fué el que le dió la muerte y el ejecutor de tan grave maldad. Muerto el Rey, las gentes que le seguian fueron vencidas y desbaratadas con una salida que el traidor levantado hizo del castillo Tremesesir, en que el Rey le tenia cercado. Los que escaparon de la matanza se recogieron á Fez, que caia cerca de aquella parte de Africa que se llama el Algarve, que es lo mismo que tierra llana. Recogió y acaudilló estas gentes Bucar Merino, gobernador que era de Fez, confiado y deseoso de vengar á su señor; con que en una nueva batalla deshizo á los traidores, y en premio de su trabajo y porque no pareciese hacia la guerra con su riesgo y en provecho de otro, se determinó mudar el nombre de gobernador en apellido de rey y apoderarse para sí y para sus decendientes, como lo hizo, del imperio de Africa. Por esta manera, no vengada la traicion, sino trocado el traidor, Bucar Merino se hizo fundador de un nuevo imperio en Africa. Porque Almor

canda, que era del linaje de los Almohades, y en Marruecos sucediera en lugar de Arrasio, como saliese en busca de Bucar, fué vencido en una batalla cerca de un pueblo llamado Merquenosa, que está una jornada de la ciudad de Fez. Resultó que de un imperio en Africa se hicieron dos, que duraron por algun tiempo, el de Marruecos y el de Fez. A Bucar sucedió su hijo Hiaya. Por muerte deste, que falleció en su pequeña edad, su tio Jacob Abenjuzef, que gobernaba el reino en su nombre, hombre de gran ingenio y de gran experiencia en las armas, no solo quedó por señor de lo de Fez, sino con facilidad increible ganó para su familia y decendientes el imperio de Marruecos y casi de toda la Africa. Ninguna nacion hay en el mundo mas mudable que la africana, que es la causa porque ningun imperio ni estado puede entre aquella gente durar largo tiempo. Budebusio, que era del linaje de los almohades, moro de granile poder, por estar sentido que Almorcanda le hobiese sido preferido para ser rey de Marruecos, que no era mas pariente que él ni tenia deudo mas cercano con los reyes almohades difuntos, se determinó probar ventura si podia salir con aquel imperio, y como le faltasen las demás ayudas, acudió á Jacob, rey de Fez. Prometióle, si le ayudaba, mas tierras de las que tenia y en particular todo lo que hay desde tierra de Fez hasta el rio Nadabo. No era de desechar este partido, en especial que se ofrecia ocasion por la discordia de los almohades de apoderarse él de todo el imperio de Africa, bastante motivo para intentar la nueva guerra. Así que, juntadas sus gentes, marcharon contra el enemigo. Almorcanda, que no estaba bien arraigado en el imperio ni tenia fuerzas bastantes, desamparada la ciudad de Marruecos, dejó tambien el reino á su contrario. Con esta victoria apoderado de aquel estado, no quiso pasar por lo que concertó con Jacob, aunque muchas veces le hizo sobre ello instancia, y ordinariamente los que en el peligro se muestran mas humildes, en la prosperidad usan de mayor ingratitud, en tanto grado, que el nuevo rey Budebusio daba muestras de querer acometer con las armas la ciudad de Fez. Por esta manera una nueva guerra-se de-pertó y se hizo por espacio de tres años. El pago de quebrantar la palabra fué que Jacob, ganado que nobo una victoria de su enemigo y contrario, se apoderó de Marruecos; despues desto, como quier que todo le sucediesc prósperamente, quedó por rey de toda Africa, sacadas dos ciudades, la de Tremecen y la de Túnez. En aquella revuelta dos señores del linaje y secta de los almohades las tomaron, y con las fuerzas de su parcialidad y por caer léjos, así ellos como sus decendientes las defendieron con nombre de reyes, bien que de poco poder y fuerzas. Deste linaje sin que faltase la línea decendió Mulease, rey de Túnez, aquel que pocos años ha, echado de su reino, si con justicia ó sin ella no hay para qué tratallo aquí, pero ahuyentado y que andaba desterrado sin casa y sin ayuda, el emperador Cárlos V con las armas y poder de España le restituyó en el reino de sus padres despues que echó de Túnez con una presteza admirable á Aradieno Barbaroja, gran cosario, por merced de Soliman, emperador de los turcos, y en su nombre señor de aquella ciudad y reino; ocasion, á lo que parecia, para hacer que toda Africa volviese al senorio de cristianos.

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