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la campaña y bastecieron las fronteras de Aragon con soldados y municiones para que pudiesen resistir á la furia del enemigo. Hecho esto, ya que sobrevenia el invierno, el rey de Aragon dió vuelta para Zaragoza, en que estuvo al fin deste año y principio del siguiente de 1285 del nacimiento de Cristo, cuando á 7 dias del mes de enero Cárlos, rey de Nápoles, pasó desta vida en Fogia, pueblo de la Pulla, cansado de las desgracias y aquejado con el dolor de la prision y cautiverio de su hijo. Fuera este Príncipe esclarecido, así en la guerra como en la paz, si los fines correspondieran con los principios. La larga edad le entregó á la fortuna mudable como á otros muchos. Demás que el vigor y gallardía que los franceses trajeron á Italia se trocara y perdiera del todo con el mucho regalo y vicio de aquella tierra y con los deleites demasiados; de tal forma, que para con los extraños eran flacos, solo para con los vasallos y naturales mostraban ferocidad. Los gobernadores de las ciudades y pueblos hacian odioso á su Príncipe con cuidar solamente de su ganancia, colechar la gente y mirar poco por el bien comun. Esta muerte del rey de Nápoles hinchó de buenas esperanzas y alegría al rey de Aragon; al contrario, al rey de Francia fué muy pesada. Para aliviar la tristeza con causalla á sus enemigos hizo levas de gente por todas partes. Juntó un gran ejército, en que se contaron veinte mil de á caballo y ochenta mil de á pié; tenia aprestada una armada en las fosas Marianas, que hoy se llaman Aguas Muertas, en que se contaban ciento y veinte bajeles, parte galeras reales, parte naves gruesas, y otros vasos pequeños. Determinó ir en persona á esta jornada y en su compañía Filipo y Cárlos, sus hijos, y don Jaime, rey de Mallorca, que seguia al Francés por grandes desgustos que tenia contra el Aragonés, su hermano. Hallóse otrosí con los demás el cardenal Gervasio, que envió por su legado el papa Martino IV; por cuya muerte, que sucedió en Perosa á 29 dias del mes de marzo, fué puesto en su lugar Honorio IV, ciudadano romano de casa Sabela, no menos aficionado á los franceses que lo fué el pasado. Hízose la masa del ejército en Narbona, dende marcharon la vuelta de Perpiñan. Este lugar se entregó al rey don Jaime, y recibieron á los franceses dentro de las muraIlas. Lo mismo por su ejemplo hicieron los demás lugares de Ruisellon y de aquella comarca, fuera de uno que se llama Génova, ca con esperanza que seria presto socorrido y por el aborrecimiento que tenia al rey don Jaime y por no volver á su poder determinó de hacer resistencia. Engañóle su esperanza, porque el Jugar fué tomado por fuerza y todos los moradores pasados á cuchillo, hasta encruelecerse contra las mismas casas y edificios, que abatieron y quemaron. El Bastardo de Ruisellon, hombre de noble linaje y atrevido, que dentro se halló, entrado el pueblo se subió á la torre de la iglesia; valiéronle para escapar de la muerte mas los ruegos del rey don Jaime que la fortaleza y santidad del lugar en que estaba. Sin embargo, se mostró agradecido á los franceses, porque como quier que el rey de Aragon estuviese apoderado de la entrada y estrechuras de los montes Pirineos de tal suerte, que los enemigos no tenian esperanza de poder pasar por allí, los guió por unos senderos que él sabia, por donde con cierto rodeo subieron á las cumbres del monte sin peligro ninguno y se pusieron sobre el mismo campo

de los aragoneses. Con esto y con el espanto que ellos desto cobraron, los reyes con seguridad pasaron adelante hasta llegar á la comarca de Ampúrias. Allí con facilidad se apoderaron de algunas plazas, en particular de Peralada y Figueras, sin reparar hasta ponerse sobre Girona, que es una ciudad muy noble y grande en los pueblos que antiguamente se llamaron ausetanos. Está puesta en un sitio cuesta abajo, al pié del sitio el rio llamado antes Tici, y ahora Tera, tiene comidas aquellas riberas junto á la ciudad de suerte, que le hace gran reparo. Los muros son de buena estofa, las torres de piedra y fuertes; en lo mas alto de la ciudad está la iglesia mayor, que es silla episcopal, y junto á ella las casas obispales, de muy buen edificio y grande. Mas arriba de la iglesia mayor hay una torre á manera de alcázar, que llaman Gironela. El vizconde de Cardona don Ramon, que tenia por capitan aquella ciudad, la fortaleció con nuevos reparos; echó por tierra todas las casas del arrabal; solo perdonó á la iglesia de San Félix por su mucha devocion y antigüedad. El valor y diligencia de que usó fué grande, con que muchas veces desbarató y pegó fuego á los ingenios, máquinas y pertrechos de los franceses. El rey de Aragon otrosí con buen golpe de gente que consigo tenia andaba por allí cerca. No eran sus fuerzas bastantes para acometer al enemigo y dalle la batalla; pero buscaba alguna ocasion para armalle alguna celada y meter socorro en la ciudad. Habia ya tres meses que la tenian cercada, cuando don Sancho, rey de Castilla, envió por sus embajadores á don Martin, obispo de Calahorra, y á Gomez García de Toledo, abad de Valladolid, para acordar, si pudiese, estas diferencias. No hicieron efecto alguno, antes fueron forzados á dar la vuelta cargados de muchos baldones y palabras injuriosas que les dijeron, casi sin dalles lugar para hablar al rey de Francia. La ocasion debió ser la grande confianza que tenian de salir con la victoria, ó por sospechar que so color de embajadores venian á espiar las fuerzas y intentos de los franceses. Era fama que al rey don Sancho no le faltaba voluntad de juntar sus fuerzas con las de Aragon, y que se entretenia á causa de la guerra que traia muy encendida en el Andalucía con los moros. de algunos meses atrás, ca tenian puesto sitio sobre Jerez de la Frontera, de la cual ciudad con todo su esfuerzo pretendian apoderarse, porque les venia muy á propósito para sus intentos. Esquivaba el rey don Sancho la batalla por no poner á riesgo de lo que podia suceder todo lo demás; por esto á veces estaba en Sevilla, otras iba á Nebrija, siempre apercebido para todas las ocasiones y para estorbar las correrías y cabalgadas de los moros. Con este ardid y por esta forma á cabo de seis meses que los moros tenian cercada á Jerez alzaron el cerco forzados de la falta de todas las cosas necesarias y por miedo del rey don Sancho, si mudado de propósito les quisiese dar la batalla. Preguntó uno á la vuelta al rey Bárbaro despues que pasó el rio Guadalete con tanta priesa, que mas parecia huida que retirada, cuál fuese la causa de aquella resolucion y del miedo que mostraba. Respondió: Yo fuí el primero que entronicé y honré la familia y linaje de Barrameda con título y majestad real; mi enemigo trae descendencia de mas de cuarenta reyes, cuya memoria tiene gran fuerza, y en el combato á mí pusiera temor y espanto, á él diera atrevimiento

y esfuerzo, si llegáramos á las manos. Parecia que el cielo ofrecia muy buena ocasion de hacer efecto y destruir al enemigo, si le siguiera en aquella retirada; pero al Rey mas agradaban los prudentes consejos con razon que los arriscados, aunque honrosos, y no todas veces de provecho. Así, contento de fortificar y bastecer aquella ciudad, se tornó á Sevilla, sin embargo que los soldados se quejaban porque dejaban ir el enemigo de entre manos, y con ansia pedian los dejasen seguille, hasta amenazar que si perdian esta ocasion, no tomarian mas las armas para pelear; mas el Rey, inclinado á la paz, no hacia caso de aquellas palabras. Enviáronse embajadores de una parte y otra sobre estas cosas, y viniéronse á hablar los reyes á los esteros de Guadalquivir; otros dicen que fué en un lugar llamado Rocaferrada; allí hicieron sus avenencias. Acordaron que el rey Moro pagase para los gastos de la guerra dos cuentos de maravedís (este era un género de moneda usada en España que no tenia siempre un valor); y con este concierto se dejaron las armas. Mucha gente principal se desabrió por esta causa, en particuJar el infante don Juan, hermano del Rey, y don Lope Diaz de Haro, en tanto grado, que por el desgusto desde Sevilla se fué cada uno á los lugares de su señorío, sin mirar que á los grandes capitanes mas veces fué provechosa la tardanza y detenimiento que la temeridad y osadía. A ellos pertenece mirar lo que conviene; á los demás les es dado el obedecer y la gana de pelear, que así se reparten los oficios de la guerra. De allí á poco murió el rey bárbaro de Marruecos; dejó por su sucesor á su hijo Juzef. Volvamos á Girona y á su cerco. El rey de Aragon, con deseo de atajar el bastimento que del puerto de Rosas, donde se tenia la armada de los enemigos, traian para sus reales, trataba de armalles alguna celada en los lugares que para ello le parecian mas á propósito. Entendido esto por las espías, el condestable de Francia, llamado Rodolfo, y Juan Ancurt 5 Haricurt, mariscal, que es como maestre de campo, varones muy fuertes y arriscados, comunicado el caso entre sí y con el conde de la Marcha, se fueron al lugar de la celada con trecientos caballos escogidos, y no mas. Pretendian que los aragoneses por ser tan poca su gente no rehusasen la batalla. Pelearon á 13 de agosto. Fué este encuentro y esta batalla muy reñida. Los aragoneses eran mas en número; los franceses no les daban ventaja ni en el esfuerzo ni en la arte de pelear. El rey de Aragon hizo aquí todo lo que en un prudente capitan y valeroso soldado se podia desear. Hiriéronle malamente en la cara, y como procurase salir de la batalla, un caballero francés le asió las riendas del caballo y le prendiera fácilmente si el Rey en aquel peligro no las cortara con la espada que tenia en la mano desnuda, y así se escapó á uña de caballo; así lo escribe Villaneo, que hizo errar á los demás, porque los historiadores aragoneses afirman que el Rey salió sano y salvo de la pelea y que murieron tantos de una parte como de otra, aunque el campo quedó por los franceses. Si el caso pasó desta manera ó se mudó por la aficion de los escritores no se sabe. Lo que consta es que por la gran calor y las inmundicias y el tiempo, que era el mas peligroso de todo el año, sobrevino peste en el campo de los franceses; y sin embargo, los cercados con las nuevas deste encuentro, perdida la es

peranza de defenderse, se dieron á los franceses á partido que entregada la ciudad pudiesen los cercados irse donde quisiesen y sacar consigo toda la ropa y hacienda que pudiesen llevar. Muchos ejemplos de crueldad se usaron en los rendidos, y hasta las iglesias de los santos fueron violadas. El sepulcro de san Narciso, que es patron y abogado de aquella ciudad y tenido y reverenciado con gran devocion y estima, fué desbaratado de los soldados, que robaron todas las riquezas, votos y donativos de los fieles, que allí hallaron en gran cantidad; tal es la condicion de la guerra. Castigó el Santo bienaventurado en venganza de su morada aquel desacato con aumentalles la pestilencia; así se tuvo por cierto entre todos. Quitó otrosí el entendimiento á los capitanes, porque tomada que fué la ciudad, como quier que determinasen de irse por tierra desde allí á Francia, venido el otoño, mal pecado, despidieron muchas naves de particulares que tenian en el puerto de Rosas por ahorrar de costa y desembarazarse; muy mal acuerdo, como lo mostró el suceso. Fué así que Rugier Lauria, tomado que hobo la ciudad de Taranto en lo postrero de Italia, á gran priesa costeó todas aquellas marinas para venir á dar socorro al rey de Aragon. Llegado á España y vista tan buena ocasion, presentó la batalla al armada de los franceses, que se hallaba fuera del puerto maltratada y en pequeño número, y valerosamente la venció. Prendió á Juan Escoto, general de la armada francesa, y tomó quince galeras; otras doce se retiraron y se metieron en el puerto de Rosas, de que salieron; las cuales quemaron los soldados que iban en ellas y juntamente el lugar, tal era el miedo que cobraron, y desta manera se fueron al campo del rey de Francia con la nueva del daño recebido. El Francés, por ver que todas las cosas le salian mas dificultosas de lo que él pensaba y afligido por la poca salud que tenia, reparó y fortaleció la ciudad de Girona y puso en ella buena guarnicion de soldados. Con tanto dió la vuelta hácia Ruisellon con lo que del ejército le quedaba. Al pasar los montes Pirineos tuvieron él y los suyos grande afan y corrieron gran riesgo, á causa que los aragoneses tenian tomados todos los pasos y hacian lo posible por prender al rey de Francia, que por su enfermedad llevaban en hombros en una litera sus soldados. Grande fué el daño que recibieron, gran cantidad de bagaje y carruaje les tomaron en este camino. Lo que fué mas pesado, que del movimiento del camino al Rey se agravó la enfermedad de suerte, que en Perpiñan á 6 de octubre pasó desta vida. Su cuerpo, como lo dejó mandado, llevaron su mujer y hijos á la iglesia de San Dionisio, que está junto á Paris. Sucedióle en el reino Filipo, su hijo, que ya era rey de Navarra; llamóse por sobrenombre el Hermoso por su extremada gracia y donaire. La partida de los franceses fué causa que en breve tornaron á poder de los aragoneses todas las tierras que les tomaran. Demás desto, el infante don Alonso, enviado por su padre, se apoderó de la isla de Mallorca en pago del favor que aquel Príncipe dió al rey de Francia y de la amistad que con él trabó contra su mismo hermano. Pretendia el Aragonés seguir la fortuna, que se le mostraba risueña; procuraba ir adelante y mejorar su partido, trazaba nuevas empresas cuando la muerte asimismo le atajó los pasos, que le sobrevino en Villafranca á 8 de noviembre en lo mejor de sus dias y

en el mayor vigor de su edad, que no tenia mas de cuarenta y seis años. Ganó sobrenombre de Grande por dejar acrecentado su reino con el de Sicilia y por las cosas señaladas que hizo. Asentábale bien el estado real por ser de buena presencia, de cuerpo grande, de ánimo generoso, muy diestro en las armas,, particularmente en jugar de la maza. En ganar las voluntades de los hombres con buenas palabras, cortesía y liberalidad fué muy señalado; solo dejó nota de sí por la descomunion en que estuvo enlazado hasta el fin de su vida, cuya imaginacion se dice que le aquejó mucho y se le ponia delante á la hora de su muerte; por lo menos es bien y provecho para todos que así se entienda. Puesto que de aquel escrúpulo y congoja en el artículo de la muerte le absolvió el arzobispo de Tarragona, tomándole primero juramento seria obediente á la santa Iglesia romana, á la cual antes se mostró inobediente. Su cuerpo sepultaron en el monasterio de Santa Cruz, que está allí cerca. Sus hijos fueron don Alonso, el mayor, que en su testamento nombró por heredero de sus reinos sin hacer mencion alguna del reino de Sicilia; demás deste don Jaime, don Fadrique, don Pedro, doña Isabel, doña Costanza, todos habidos en la reina doña Costanza, su mujer. Hallóse á su muerte Arnaldo de Villanova, que vino de Barcelona para asistille y curalle, médico muy nombrado y docto en aquellos tiempos, bien que de mayor fama que aprobacion por dejar amancillado su noble ingenio y sus grandes letras con supersticiones y opiniones reprobadas que tuvo, tanto, que poco adelante fué condenado por los inquisidores, y sus libros, que compuso y sacó á luz en gran número, juntamente reprobados. Hay quien diga, por lo menos el Tostado lo testifica, que intentó con simiente de hombre y otros simples que mezcló en cierto vaso de formar un cuerpo humano, y que aunque no salió con ello, lo llevó muy adelante. Si fué verdad ó mentira, poca necesidad hay aquí de averiguallo..

CAPITULO X.

De cierta habla que hobo entre los reyes de Francia y Castilla.

La desgracia deste año, por la muerte de tantos príncipes aciago, alivió en alguna manera el parto de la reina de Castilla. En ausencia del Rey, que era ido á Badajoz á dar' órdenes en cosas del reino y apaciguar los alborotos que allí andaban, parió á los 6 de diciembre un hijo en Sevilla, por nombre don Hernando, que poco despues muy niño sucedió á su padre en el reino. El cuidado de crialle y amaestralle se encargó á Hernan Ponce de Leon, caballero principal, y para ello señalaron la ciudad de Zamora por el saludable cielo de que goza, la fertilidad y regalo de sus campos y comarca. Demás desto, el año próximo siguiente de 1286 le juraron en Cortes por heredero del reino, todo á propósito de ascgurar la sucesion, que era el mayor cuidado que aquejaba á su padre, así por los hermanos Cerdas, como por ser cosa manifiesta que á causa del parentesco entre él y la Reina el casamiento no era válido. Deseaba alcanzar dispensacion de los sumos pontífices sobre el dicho parentesco; pero nunca pudo salir con ello por la contradiccion que los reyes de Francia le hacian. La causa es de creer era el dolor de que hobiese usurpado el reino y despojado á los Cerdas, deudos tan cercanos de

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aquella corona. Por tanto, procuraba el rey don Sancho por todas las vias y maneras posibles ganalle la voluntad, con el cual intento segunda vez envió sus embajadores, que fueron los mismos que el año pasado, es á saber, don Martin, obispo de Calahorra, y don García, abad de Valladolid, á Francia, donde á 6 dias de enero el nuevo rey Filipo se coronó y ungió por rey de Francia y de Navarra en la ciudad de Rems con las ceremonias y solemnidades acostumbradas. En tiempo deste Rey y por su mandado se edificó en Paris en la isla de Secana ó Seine el palacio real que allí se ve á manera de un grande alcázar, en que poco adelante se asentó la audiencia ó parlamento; y là administracion de la justicia que antes seguia la corte sin tener asiento estable se puso en lugar determinado y tribunales conocidos. Labróse otrosí en la misma ciudad á expensas de la Reina el colegio que llainan de Navarra, de los mas insignes que hay en el mundo, así por la grandeza del edificio como por el gran número que tiene de mãestros y concurso de estudiantes. Dícese por cierto que en los buenos tiempos de Francia moraban dentro dél setecientos estudiantes ocupados en sus estudios; mudadas las cosas y alteradas, á la sazon que profesamos la teología en aquella Universidad, apenas en el dicho colegio se contaban quinientos entre oyentes y maestros. Deste número algunos sustentaba el Colegio á su costa, los demás viven á la suya y de sus padres. Tuvieron estos reyes muchos hijos, es á saber, Luis, Filipo, Cárlos, Isabel y otra hija, que murió en tierna edad. Esto en Francia. En Sicilia el infante don Jaime, luego que supo la muerte de su padre, tomó las insignias de rey en Mecina á 2 de febrero, y se llamó rey de Sicilia, príncipe de la Pulla y de Capua, como aquel que poseia parte del reino de Nápoles, y tenia esperanza de apoderarse de las demás ciudades y fuerzas del reino; dado que todas las tierras y partes de aquel reino estaban pertrechadas y fortificadas contra los intentos de los sicilianos, y esto por el mucho valor y diligencia de Roberto, conde de Artoes, á quien el rey de Francia, ·· muerto el rey Cárlos, encargó el gobierno de Nápoles. Don Alonso el Tercero, rey de Aragon, por estar algunos meses ocupado en aprestar una armada para ir sobre Mallorca y Menorca, cosa que su padre á la hora de su muerte dejó muy encomendada, dilató su coronacion. Finalmente, á los 14 dias del mes de abril, el mismo dia de Pascua Florida de Resurreccion, tomó la corona en Zaragoza y las demás insignias reales. Hizo la ceremonia don Jaime, obispo de Huesca, por estará la sazon vaca la silla arzobispal de Tarragona, cuya era aquella preeminencia por antigua costumbre. Juró el Rey de guardar todos los privilegios, fueros y libertades de aquel reino. Tratóse con muchas veras y gran porfía de reformar los gastos de la casa real, particularmente en las Cortes que de allí á pocos dias se tuvieron en Huesca, concedió á los señores y caballeros de Aragon á su instancia que los valencianos, poco antes deste tiempo encorporados en aquella corona, se gobernasen conforme á las leyes de Aragon. Fallecieron este mismo año grandes personas eclesiásticas, entre otros don Miguel Vincastrio, obispo de Pamplona. Sucedióle en la silla don Miguel Legaria. La iglesia de Toledo gobernaba todavía el arzobispo don Gonzalo, varon de grande autoridad y que podia mucho con los re27

yes; acompañó al rey don Sancho, que iba á los confines de Francia, ca quedó concertado por medio de la embajada, de que se hizo mencion, que los dos reyes de Castilla y Francia se juntasen en Bayona para se hablar y tratar allí en presencia de todas sus haciendas y concordar sus diferencias. Nunca los reyes se vieron; no se sabe qué fuese la causa; puédese sospechar que nacieron, como es ordinario, algunas sospechas de una parte y otra ó por otros respetos y puntos. Así se detuvieron el rey don Sancho en San Sebastian, y el rey de Francia en Montemarsano. Hóbose de tratar del concierto por terceros. Por parte del rey don Sancho, don Gonzalo, arzobispo de Toledo, fué á Bayona, y por parte del rey de Francia el duque de Borgoña. Trataron de hacer las amistades con grande ahinco de entrambas partes. Los franceses no venian en ningun acuerdo de concordia si el rey don Sancho no repudiaba la Reina, pues de derecho por razon del parentesco no podia estar casado con ella, y se casaba con una de dos hermanas del rey de Francia, es á saber, Margarita, que despues casó con Eduardo, rey de Ingalaterra, ó con Blanca, que vino á casar con el duque de Austria. Don Sancho sintió esto gravemente. Parecíale cosa pesada dejar una mujer tan esclarecida y en quien tenia un hijo y una hija. Así llamados los terceros, sin concluir cosa alguna tomó el camino para Victoria, do se quedara la Reina. Lo que resultó fué enojarse malamente con el abad de Valladolid por saber que muy fuera de tiempo y sazon movió plática deste nuevo casamiento, que dió ocasion á los franceses para hacer en ello instancia. Revolvia en su pensamiento cómo podria satisfacerse de aquel enojo. Comunicólo con la Reina, que destas nuevas estaba con grandísimo pesar. Parecióles muy á propósito pedille cuenta de las rentas reales que estuvieron á su cargo, y achacalle algun crímen de no las haber administrado bien. Encomendaron á don Gonzalo, arzobispo de Toledo, que tomase estas cuentas. El rey don Sancho, ó por cumplir algun voto que hobiese hecho, ó por su devocion, se fué á Santiago de. Galicia. En el camino en el monasterio de Sahagun halló que los huesos del rey don Alonso el Sexto y de dona Isabel y doña María, sus mujeres, estaban enterrados pobremente; procuró se pasasen á mejor lugar con sus túmulos y en ellos sus letreros. Vuelto á Valladolid, honró á don Lope Diaz de Haro, señor de Vizcaya, á quien él tenia grande obligacion, y por quien principalmente tenia el reino; hízole mayordomo de la casa real y su alférez mayor. Dióle asimismo en tenencia muchos castillos y muy fuertes en todo el reino; y ultra desto, á 1.o de enero le engrandeció con título y honra de conde; para que esta merced fuese mas señalada le dió privilegio y cédula real en que declaraba ser su voluntad que todas estas honras, privilegios y prerogativas las heredase don Diego Lope de Haro, su hijo, muerto que fuese el padre. Al hermano de don Lope de Haro, que se llamaba don Diego de Haro, le hizo capitan de la frontera contra los moros. De aquí vino á crecer grandemente la autoridad y poder de aquella familia en estado y renta. En particular comenzó don Lope de Haro á tener mucha privanza y favor con el Rey y atropellar á quien á él se le antojaba, de que muchos se quejaban y murmuraban, movidos algunos de buen celo, otros de envidia que pudiese mas uno solo

que toda la demás nobleza; y claramente decían que los tenia oprimidos como si propriamente fueran esclavos; que don Lope de Haro era el que reinaba en nombre de don Sancho. En especial llevaban mal esto los gallegos y los de Leon, y acusaban á don Lope de Haro, entre otras cosas, que siendo muy áspero y severo con los demás, solamente favorecia y daba todos los provechos y honras á sus parienfes y amigos. No dura mucho el poder de los privados cuando no se templan y humanan. Andaba don Lope muy ufano porque demás de lo dicho emparentó con la casa real por medio de su hija doña María, que casó con el infante don Juan. Al mismo Rey pretendia apartar de su mujer por casallé con Guillelma, su prima, bija que era de Gaston, vizconde de Bearne. Para salir con esto no cesaba de poner mala voz en el casamiento primero y acusalle, Llevaba el Rey muy mal estas práticas, mayormente que á la misma sazon le nació otro infante de la Reina, por nombre don Alonso. Deseaba descomponer á don Lope; pero la revuelta de temporales tan turbios no daban para ello lugar, ni aún se atrevia á declararse y dar muestra de su enojo y desabrimiento, antes le traia en su compañía en el mismo lugar de autoridad que antes; y visitado que hobo el reino de Toledo, se partió para Astorga, y en su compañía don Lope. La voz era para hallarse á la misa nueva de don Merino, obispo de aquella ciudad, y honralle con su presencia por ser de nobilísimo linaje y deudo del rey de Francia. Su intento principal era apaciguar á los gallegos, que andaban alborotados, y reprimir las entradas y correrías de portugueses que hacian por aquellas comarcas el infante don Alonso, hermano del rey de Portugal, y en su compañía don Alvar Nuñez de Lara, hijo de don Juan de Lara, como hombre feroz que era y desasosegado y acostumbrado á vivir de rapiña. Eran á propósito para esto los pueblos de Portalegre y de Ronca, que don Alonso poseia en las fronteras de Portugal y á la raya de Castilla. El cuidado de sosegar los gallegos encargó á don Lope de Haro; sobre lo de Portugal se comunicó con aquel Rey, con que, juntadas sus fuerzas y hecha liga, se puso sobre la villa de Ronca; talaron los campos, pusieron fuego á las alquerías y edificios que estaban fuera del pueblo; movidos deste daño los de dentro y por miedo de mayor mal se rindieron. Halláronse présentes en aquel cerco los dos reyes; don Dionisio, el de Portugal, aconsejó á don Sancho que si queria ver su reino sosegado procurase abatir á don Lope de Haro, y para este efecto recibiese en su gracia y autorizase á don Alvar Nuñez de Lara, porque á causa de las grandes riquezas y poder de aquel linaje, igual á su nobleza, era á propósito para contraponelle y amansar el orgullo de aquel personaje. Hízolo así; don Lope, que bien entendia dónde iban encaminadas estas mañas y cautelas, como hombre altivo y que no podia sufrir igual, resentido desta injuria buscó ocasion para recogerse á Navarra. Dió á entender que iba á visitar á Gaston, vizconde de Bearne, como quier que á la verdad se tenia por agraviado del Rey, que con aquel desvío y mal tratamiento desdoraba las mercedes pasadas. La privanza y poder acerca de los reyes nunca es segura, mayorinente cuando es demasiada. Con su ida los navarros, á quien no faltaba voluntad de hacer guerra á Castilla por los desabrimientos pasados y por lo que pre

tendian que de aquel reino les tenian malamente usurpado, tomaron las armas. Era virey en aquella sazon de Navarra Clemente Luneo, francés de nacion. Muchas veces salieron los navarros á correr las fronteras, así de Castilla como de Aragon, sin suceder cosa alguna memorable, salvo que tomaron á los aragoneses la villa de Salvatierra y pusieron en ella guarnicion de soldados navarros. Con mas próspera fortuna hacian los aragoneses la guerra en Italia. Rugier Lauria, bravo caudillo y señalado por las victorias pasadas, acometió de improviso la armada de los enemigos, que tenian muy poderosa por el gran número de bajeles, junto á Nápoles. Fué muy reñida y sangrienta la batalla, que se dió á 16 dias del mes de junio. La victoria quedó por los aragoneses; tomaron cuarenta y dos bajeles; los cautivos fueron cinco mil, y entre ellos muchos por su linaje y hazañas muy señalados. Los mas dellos se rescataron por dinero, solo á Guido de Monforte ni por ruegos ni por algun rescate quisieron dar libertad. Esto por dar contento á los reyes de Aragon y de Ingalaterra, sus enemigos capitales, á causa que este caballero era bisnieto de Simon, conde de Monforte, aquel que, como arriba se dijo, venció en batalla y mató á don Pedro, rey de Aragon, en la guerra de Tolosa. El nieto de este Simon, llamado asimismo Simon, prendió al emperador Ricardo (que fué elegido en competencia de don Alonso el Sabio, y era hermano del rey Enrique de Ingalaterra) los años pasados en la batalla de Leuvis, que hobo entre los franceses y ingleses, do estuvo un monasterio famoso de San Pancracio. Este Guido en venganza de su padre Simon, que poco despues fué por los ingleses muerto en otra batalla que se dió cerca de Vigornia en Ingalaterra, al tiempo que Eduardo, rey de Ingalaterra, volvia de la guerra de la Tierra-Santa, mató con grande impiedad y crueldad á Enrique, hijo del emperador Ricardo, en Viterbo en la iglesia mayor, donde oia misa. Esto hecho, con las armas se hizo camino para huir y se fué á valer á su suegro el conde del Anguilara, llamado Rubro. Comunmente cargaban á Cárlos, rey que era á la sazon de Nápoles y Sicilla, de que no vengó está muerte como vicario que era en aquel tiempo del imperio, y como tal tenia puesto al dicho Guido en el gobierno de Toscana. Los historiadores ingleses y franceses afirman que Guido, despues que fué preso en la batalla naval susodicha, fué entregado en poder del rey de Ingalaterra. Un historiador siciliano de aquel tiempo porfia que falleció en Sicilia de una enfermedad, de que solo á juicio de los médicos le pudiera sanar la comunicacion con mujer, y que él no quiso venir en ello por no hacer injuria al matrimonio y por no sujetarse á la deshonestidad; que si fué así, es tanto, mas de loar este caballero, que su mujer Margarita, despues que dél enviudó, se dice hizo poco caso de lo que debiera y vivió con poco recato. Dejó este caballero una hija llamada Anastasia, que casó con Romano Ursino, pariente cercano del papa Nicolao III y conde de Nola. La nobilísima sucesion que procedió deste casamiento se continuó en aquella casa y estado hasta nuestros tiempos, cuando últimamente faltó y la ciudad de Nola volvió á la corona real,

CAPITULO XI.

*Que se trató de librar los hermanos Cerdas, y Cárlos, príncipe de Salerno, fué puesto en libertad.

Sosegados estaban los aragoneses y muy pujantes en fuerzas, riquezas y gloria por sus hazañas grandes y memorables. Solamente en la costa de Cataluña inquietaba á los naturales con sus armas don Jaime, rey de Mallorca, bien que no hizo cosa alguna digna de memoria. El nombre del rey don Alonso de Aragon era célebre. Tenia en su mano puesta la paz y la guerra á causa de los grandes príncipes que tenia en su poder detenidos; los hermanos Cerdas en el castillo de Morela, el príncipe de Salerno en el de Siurana, ambos muy fuertes y con buena guarda. Cansados pues estos príncipes de tan larga prision y movidos por miedo de mayor mal, se inclinaban á la paz con las condiciones que él quisiese; tenian grandes reyes por intercesores; muchas embajadas de Francia y de Castilla venian al rey de Aragon sobre el caso; la autoridad de Eduardo, rey de Ingalaterra, que se interpuso con los demás por medianero, era de mas peso y eficacia á causa que el Aragonés pretendia tomalle por suegro y casarse con su hija Leonor. Acordaron pues estos reyes de verse y hablarse en la ciudad de Oloron, que se llamó antiguamente Lugduno, y está en los confines de Francia en los pueblos llamados coquenos (hoy está en el principado de Bearne á las haldas de los montes Pirineos; el emperador Antonino la llamó Illuro): En aquella junta y habla por grande instancia del rey de Ingalaterra se alcanzó que dentro de un año Cárlos, príncipe de Salerno, fuese puesto en libertad con estas condiciones: que el reino de Sicilia quedase por don Jaime ; que el preso alcanzase del Papa consentimiento para esto, junto con alzar las censuras puestas contra los aragoneses; item, que pagase treinta mil marcos de plata; últimamente, que Cárlos de Valoes se apartase de la pretension que tenia al reino de Aragon que le adjudicara él pontífice Martino; que dentro de tres años, si todo esto no se cumplia, fuese aquel Príncipe obligado á tornarse á la prision, y sin embargo, diese en rehenes á sus tres hijos Roberto, Cárlos y Luis, ultra desto, sesenta caballeros de los mas nobles de la Proenza. Graves condiciones eran estas; pero como al vencedor eran estos conciertos provechosos, así á los vencidos era forzoso aceptallos de cualquiera manera que fuesen, 'que una vez puestos en libertad, confiaban no les faltaria ocasion de mejorar su partido. Cárlos, príncipe de Salerno, puesto que fué, segun lo asentado, en libertad el año del Señor de 1288, desde Aragon pasó á Francia, desde alli á Toscana; apaciguados ende los alborotos de los gibelinos, en Roma finalmente le declaró por rey de Pulla y de Sicilia el papa Nicolao IV, el que al principio deste año sucedió en lugar de Honorio. Púsole la corona real en su cabeza con todas las demás insignias y vestiduras reales. Pretendia el Pontífice no ser válido el concierto pasado, como hecho sin su licencia, de un reino que de tiempo antiguo era feudatario de la Iglesia romana. Esto alteró grandemente el ánimo del rey de Aragon, tanto mas que entendia y le avisaban que el rey don Sancho queria dejar su amistad y avenirse con el rey de Francia á persuasion del sumo Pontífice, parecer que aprobaban la Reina y don Gonzalo, arzobispo

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