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ron en aquellas partes; antes por el mismo tiempo Tarragona fué con nuevos edificios arreada, y con nueva muralla ensanchada, y juntamente le dieron nombre y autoridad de colonia romana. En Cartago, dado que Hannon hacia instancia que pusiesen confederacion con los romanos, que aquella era, buena ocasion para mejorar su partido, mirasen no se trocase en breve aquel regocijo en llanto; todavía se resolvieron en el Senado que Aníbal y Asdrúbal fuesen ayudados, como lo pedian, con dineros, soldados y armada. Hicieron gente de africanos y de alárabes, con que llegaron hasta cuarenta mil hombres. Destos enviaron primeramente á España, donde Asdrúbal estaba y donde corria mayor necesidad, cuatro mil de á pié y quinientos de á caballo. Dióse cuidado á Magon, que iba por capitan deste socorro, de juntar en España y levantar de nuevo mas gente, así de á pié como de á caballo, á propósito de mantener y extender en aquella provincia su señorío.

CAPITULO XV.

Cómo Asdrúbal no pudo entrar en Italia.

Alterábanse por el mismo tiempo hacia el estrecho de Gibraltar los tartesios, gente feroz y denodada. Tomaron por su caudillo á un hombre principal llamado Galbo, acudieron á la ciudad de Asena, donde los cartagineses tenian recogido el trigo y las vituallas, y apoderáronse de todo. Sosegó Asdrúbal estos movimientos con presteza; y por las cartas que de Cartago le vinieron, entendió le ordenaban pasase sin dilacion en Italia para asistir y ayudar á su hermano Aníbal. Fuéle muy pesado este mandato, y ocasion que muchos en España se inclinasen al partido de los romanos; pero érale forzoso obedecer. Dejó por sucesor y en su Jugar á Himilcon, hijo de Bomilcar, enseñóle los secretos de la provincia, avisóle de la manera que debia tener en hacer la guerra; y con tanto, hechas nuevas levas de gente y juntado mucho dinero de toda la provincia para el sueldo de sus soldados, movió con sus ejércitos y fardaje la vuelta del rio Ebro, año de la ciudad de Roma 539. Los Scipiones aquejados por el peligro de su patria, si Asdrúbal pasase en Italia, que temian no fuese oprimida con dos ejércitos la que para deshacer uno no tenia fuerzas bastantes, antes habia sido vencida muchas veces, acordaron de divertille de aquel viaje, ó á lo menos entretenelle con acometer los pueblos de la devocion de Cartago. Con este intento encaminaron sus gentes contra una ciudad llamada Iberia del nombre del rio Ibero, que es Ebro, del cual estaba cerca. Asdrúbal, que tuvo aviso deste deseño, se anticipó á fortificar aquella ciudad; y hecho esto, se puso con gran presteza sobre otra ciudad que por allí estaba, aliada con los romanos, con que los contrarios asimismo se divirtieron, ca alzado el cerco de Iberia, acudieron á la defensa. Acercáronse los ejércitos, trabaron primero escaramuzas, y últimamente, ordenadas sus haces y dada señal de pelear, arremetieron los unos y los otros con grande denuedo. Pelearon no de otra manera que si en el suceso de aquella batalla estuviera puesto, no solo el señorío de Italia y de España, sino el imperio del mundo. En especial los romanos se señalaban ni mas ni menos que si estuvieran á las murallas y puertas de

Roma, con que apretaron á los contrarios, y salieron con la victoria. Los primeros á volver las espaldas fueron los españoles, que por el aborrecimiento que tenian á los cartagineses y por llevallos por fuerza á empresa tan léjos, se aficionaban á los romanos. Los cartagineses y africanos, desamparados de tal ayuda, fueron muertos y puestos en huida; la caballería y elefantes escaparon por los piés; el mismo Asdrúbal con pocos se recogió á Cartagena. La nueva y aviso desta noble victoria, luego que se supo en Roma por cartas de los Scipiones, fué ocasion de grande alegría, no tanto por ganar la jornada, cuanto por haberse impedido la pasada de Asdrúbal en Italia. Fué este año trabajoso para España, así por falta de mantenimientos como por la peste que se einprendió, con que murió mucha gente, y entre los demás la mujer y el hijo de Aníbal; así lo cuentan. Por esta causa, los padres romanos enviaron vituallas para los ejércitos que tenian en España; para proveer esto, tomaron dineros prestados de los mercaderes, á causa de estar sus tesoros de todo punto gastados. Además que les era forzoso armar por la mar contra Filipo, rey de Macedonia, de quien se decia que, puesta confederacion con Aníbal, trataba de pasar en Italia, que era otro nuevo peligro. Sabida en Cartago la rota de Asdrúbal y el riesgo que corrian las cosas de España, dieron órden que Magon, hermano de Anibal, con la armada que tenia á punto para pasar en Italia to tomase la derrota de España. Hízolo así, y en breve surgió en el puerto de Cartagena con sesenta galeras y doce mil hombres en ellas, donde se hallaba asimismo Himilcon, que poco antes viniera en España con las naves y gente de socorro que tambien él trajera de Cartago. Con la venida de Magon hobo grande mudanza en España; y los que despues de vencidos apenas tenian donde poner el pié, se atrevieron á salir de nuevo en campaña. La ciudad de Illiturgo fuera antes de su jurisdiccion, y porque se habia pasado al enemigo, la acometieron primeramente, pusiéronse sobre ella con sesenta mil hombres, y cercáronla por tres partes. Deseaban los Scipiones socorrella; acudieron con carros y bestias á meter trigo á los cercados y con diez y seis mil hombres que llevaban de guarda. Salieron los cartagineses á atajarles el paso. Dióse la batalla, que fué muy reñida, en que fueron vencidos, no solo Asdrúbal, sino tambien Magon y Himilcon, que de sus propios reales acudieron á la pelea. El estrago fué mayor, y masel número de los muertos que el de los vencedores; prendieron tres mil hombres de á caballo, tomaron mil caballos que hallaron en los reales; demás desto mataron cinco elefantes. Rebiciéronse despues desto los cartagineses de soldados y de fuerzas, acometieron un pueblo llamado Incibile, siete millas al poniente de Tortosa; acudieron asimismo los romanos, con que de nuevo en un encuentro y batalla mataron tres mil cartagineses, y prendieron otros tantos. Quedó otrosí muerto Himilcon, capitan de grande esfuerzo y nombradía. Algunos dicen que Incibile es la que hoy se llama Chelva en el reino de Valencia. Illiturgo tienen que es Andújar en el Andalucía, ó Lietor, pueblo que no cae léjos de la ciudad de Alcaráz. Averiguar la historia de los lugares no es de menor dificultad que la de los hechos, por ser tan ciega la antigüedad, principalmente de España. Esto sucedió en el otoño, en el cual

una nueva que vino de Italia aumentó mucho la alegría de los romanos; es á saber, que despues que Aníbal hobo enflaquecido y mancado su ejército con los deleites y regalos de Capua, teniendo cercada á Nola, fué vencido en batalla por el pretor Marco Marcello, y forzado de retirarse á la Pulla. Item, que dos mil españoles, desamparados los reales cartagineses, se pasaron á los romanos, movidos de las grandes promesas que les hicieron. Demás desto, se contaba que Asdrúbal, por sobrenombre Calvo, partido de Italia para Africa con una gruesa armada, de camino probó de apoderarse de Cerdeña, á persuasion del mas principal de aquella isla, llamado Arsicora; pero que fué desbaratado y preso cerca de Calarí por Tito Manlio Torcuato, con gran matanza, así de los cartagineses como de los sardos que seguían su partido. Tambien se supo de Sicilia que por la muerte de Hieron sucediera en su lugar un su nieto llamado Jerónimo, y que habia sido coronado por rey de Siracusa, si bien era mozo de quince años y de costumbres muy diferentes de su abuelo. Los Scipiones, con aquellas nuevas, llenos de buena esperanza, y determinados de volver á las armas Juego que el tiempo diese lugar, acordaron de enviar los soldados á invernar y pasar ellos el invierno en Tarragona, en el cual tiempo se acabó la muralla de aquella ciudad, como se entiende por el letrero de una piedra antigua que se conservaba en tiempo de don Alonso el Undécimo, rey de Castilla, segun que se refiere en su historia. Está la ciudad de Tarragona asentada en un llano pequeño que se hace en lo mas alto de un collado redondo, que tiene la subida no ágria, y debajo á tiro de piedra la mar, cuyo lado hacia donde sale el sol, por las muchas peñas, es áspero y fragoso. Al poniente se extiende una llanura de mucha frescura y fertilidad por mas de cuarenta millas, plantada de olivares, viñas y membrillares, abundante en ganado, de buena cosecha de pan, tanto, que basta para el sustento de los moradores. A una milla de la ciudad por medio de aquellos campos pasa un rio, que hoy se dice Francolin, y antiguamente Tulcis, cuyas aguas son mas á propósito para cocer el lino y el cáñamo, de que hay por allí abundancia, que para beber. Y como quier que aquella ciudad antiguamente padeciese falta de agua dulce, grande incomodidad, despues de los Scipiones, los romanos labraron á su manera ciertos acueductos muy altos, con que guiaron á la ciudad una parte del rio Gaya, si bien dista della por espacio de diez y seis millas. Estos caños fueron desbaratados á causa de las guerras que gentes de Alemaña hicieron en España, como lo refiere Florian, el año de Cristo de 266, y se volvió á la misma incomodidad hasta tanto que en tiempo de nuestros abuelos abrieron un pozo muy hondo, de donde bastantemente se proveen de agua dulce los moradores, que en nuestro tiempo llegan hasta número de setecientos vecinos, poco mas á menos, como el circuito de los muros tenga, á lo que parece, capacidad de hasta dos mil casas, y no mas.

CAPITULO XVI.

Cómo los cartagineses fueron maltratados en muchas partes de España.

Apenas era pasado el invierno del año que se contaba de la fundacion de Roma 540, cuando los dos her

manos Magon y Asdrúbal, juntado que tuvieron un grueso ejército de los suyos y de españoles, salieron con él en campaña, resueltos de echar con las armas de toda la España dicha ulterior, que es lo mismo que de allende, á los romanos, que en gran parte estaban della enseñoreados. Publio Scipion, para oponerse y contrastará estos intentos, pasado el rio Ebro, rompió por cierta parte donde caian los pueblos llamados Vectones. Asentó sus reales junto á un lugar principal, llamado Castro Alto, que era de mal agüero para los cartaginesés, por haber sido allí muerto Amílcar, famoso capitan y padre de Aníbal. Mataron los enemigos que hallaron derramados por aquella comarca hasta dos mil hombres de los soldados y gente romana, por donde, recelándose de mayor daño, se retiró con su ejército á otros lugares que estaban de paz. Puso y fortificó sus reales en el monte dicho de la Victoria; hoy se entiende ser el de Moncia, que cerca del mar algunas millas de la otra parte del Ebro está puesto. Acudieron allí por diversos caminos y con diversos intentos Gneio Scipion á dar socorro á su hermano, y Asdrúbal, hijo de Gisgon, para combatille. Vino este capitan poco antes de Africa con cinco mil soldados de socorro. Era natural de Cartago, de alto linaje, de grandes riquezas, y que tenia deudo con los hermanos Barquinos, y habia comenzado á hacer la guerra por aquella comarca de Ebro. Estaban los unos y los otros reales cercanos entre sí. Salió Publio Scipion á reconocer el campo; cercóle gran muchedumbre de enemigos, que le tuvieron muy apretado, y le redujeron á término que se perdiera si no sobreviniera su hermano, que le libró. No se hizo otro efecto de mayor consideracion. Los unos y los otros fueron forzados á pasará la España ulterior y á la Andalucía, donde la ciudad de Castulon se rebelara contra los cartagineses y echara la guarnicion de soldados que tenian, por odio de aquella nacion y estar cansados de su señorío. Los cartagineses, luego que les vino el aviso, porque con la tardanza no creciese el daño, se apresuraron con sus gentes. Pusiéronse primero sobre Illiturgo, con intencion de castigarla, ca á su persuasion los castulonenses hicieran aquel exceso. Partió asirnismo Gneio Scipion para dar socorro á los cercados, y con una legion á la ligera rompió por medio de los enemigos, que tenian repartidas en dos partes sus estancias, y con muerte de muchos dellos se metió en la ciudad. Hizo luego los dos dias siguientes salidas, en que mató en los encuentros que tuvo dos mil de los enemigos, y cautivó tres mil con trece banderas. Otros refieren mayor número, pero entiéndese que por yerro de la letra en los autores de quien lo tomaron. Lo cierto es que los cartagineses desistieron del cerco, y alzado su bagaje, se pusieron de nuevo sobre Bigerra, ciudad puesta en los Bastetanos. Sobrevinieron los enemigos, por donde les fué forzoso dar la vuelta y recogerse hácia Aurigis, que hoy se entiende sea Jaen ó Arjona. Iban en su seguimiento los romanos. Vinieron á batalla, que duró por espacio de cuatro horas; fueron de nuevo vencidos los cartagineses con muerte de cinco mil de los suyos y prision de tres mil. Matáronles otrosí treinta elefantes, y tomáronles cincuenta banderas. Gneio perdió asimismo algunos de los suyos; sin embargo desto y que con un bote de lanza le pasaron un muslo, en una litera fué en seguimiento del enemigo

hasta Monda, donde se renovó la pelea y volvieron á las manos; el suceso fué el mismo, el estrago y la matanza la mitad menor que antes; los bosques y montes que cerca caian, por su espesura y fragura, y los piés á los mas dieron la vida. Tito Livio va algun tanto diferente en el cuento destas bat allas; nos seguimos el asiento y órden de los lugares y lo que otros escritores testifican. Estando las cosas de los cartagineses en España en términos que no parece podian estar peores, Magon fué enviado á la Gallia para tratar con Menicato y Civismaro, señores con quien hiciera Aníbal confederacion, como arriba se dijo, para que pasasen en España con sus gentes y les ayudasen. Lo cual sin mas dilacion ellos hicieron, ca por mar llevaron á Cartagena nueve mil hombres de su nacion, donde Asdrúbal se apercebia para la guerra. Gneio, alegre con las victorias pasadas, no con menor cuidado, pasó el invierno en la Bética, que hoy es Andalucía. Con tanto, al principio del año que se contaba de Roma 541, los unos y los otros salieron en campaña. Vinieron á las manos en aquellas comarcas de Andalucía con el mismo coraje y denuedo que antes; el suceso fué el mismo, la matanza algun tanto mayor; ca ocho mil hombres del ejército cartagines y casi todos del número de los gallos quedaron en el campo tendidos con su capitanes Civismaro y Menicato, que con deseo de mostrar su valentía con gran denuedo y alegría, como suele aquella gente, se metieron muy adelante en la pelea. Despues desta victoria, los romanos revolvieron sobre Sagunto, y la tomaron al fin por fuerza pasados seis años despues que fué ganada y arruinada por los cartagineses. Vivian todavía algunos de los foragidos de aquella su patria, que fueron en ella restituidos, y la ciudad de Turdeto, la principal causa de aquellos daños, echada por el suelo y allanada. Sus campos entregaron á los de Sagunto, y á los Turdetanos vendieron en pública almoneda; que fué por la venganza alguna consolacion del dolor, y recompensa de las injurias que los de Sagunto por su ocasion recibieran. Por el cual tiempo de Italia vinieron nuevas que Arpos, ciudad de la Pulla, la cual despues de la rota de Cannas faltó y se pasó á Aníbal, fué tomada por el esfuerzo del cónsul Quinto Fabio; y juntamente mil españoles que tenia de guarnicion, por grandes promesas que les hicieron, mudaron partido, y siguieron el de Roma; principio, aunque pequeño, que dió esperanza á los romanos de deshacer por aquel camino al orgulloso enemigo, y les puso en pensamiento, como lo hicieron, de escribir á los Scipiones que lo mas en breve que ser pudiese enviasen á Italia algunos señores españoles para por su medio granjear los demás españoles que andaban en el campo de Aníbal, en cuyo valor entendian consistia la mayor fuerza y esperanza de los cartagineses sus enemigos.

CAPITULO XVII.

De una nueva guerra que se emprendió en Africa. Por el mismo tiempo en Africa se encendió una nueva y larga guerra con esta ocasion. Asdrúbal, hijo de Gisgon, dejó en Cartago una hija llamada Sofonisba, en edad de casarse. Sus partes y prendas muy aventajadas movieron á Sifaz, rey que era de los númidas, á pedilla por mujer. Y como el Senado se excusase con la ausen

cia de su padre, entendió el bárbaro, y no se engañaba, que aquella respuesta era despidiente, y que no se la querian dar. Es el amor muy sentido; túvose por agraviado, y determinó vengarse con las armas. La silla de su imperio y señorío era la ciudad de Siga, puesta en las marinas de Africa, en frente de nuestra Málaga ; sus tierras á la parte del poniente se extendian hasta Tánger y el mismo mar Océano; y por la parte que sale el sol, tenia por aledaños las tierras de Cartago; solo quedaba en medio el reino de Gala. Con él de ordinario tenia Sifaz guerra sobre los confines y fronteras con sucesos diversos y diferentes trances. Tenia Gala un hijo, por nombre Masinisa, mozo de grandes esperanzas, en fuerzas, valor y ingenio aventajado. Pretendia Sifaz hacer primero la guerra y cargar sobre Gala, que tenia pocas tierras, y mas se sustentaba con la sombra de Cartago que con sus propias fuerzas. Parecíale buena coyuntura para su empresa, por estar los de Cartago embarazados á un tiempo con dos guerras muy pesadas, la de Italia y la de España. Estaba con esta resolucion, cuando le llegaron tres embajadores que los Scipiones desde España le despacharon para decirle de su parte que haria una cosa muy agradable al Senado romano si se aliase con ellos, y juntadas sus fuerzas diese á Cartago una nueva guerra en Africa, para dividille las fuerzas en muchas partes, y que no fuese bastante para acudir á todo. Con esta embajada se encendió Sifaz mas en el propósito que tenia, razonó con los embajadores, y trató muy á la larga de diversas cosas. Con tanto, quedó aficionado á la amistad de los romanos, y por entender cuán rudos eran los de Africa en las cosas de la guerra comparados con la milicia romana, pidió por lo que debian á la amistad comenzada, que, volviendo los dos con la respuesta, el tercero quedase en su compañía para instruir y ejercitar la infantería de aquel reino, parte de milicia de que los númidas de todo tiempo carecian, que solo usaban de gente á caballo. Otorgóse al Rey lo que pedia, que Quinto Sertorio quedase con él; pero con tal condicion que los Scipiones lo tuviesen por bien y lo aprobasen. Súpose en Cartago el intento de los Scipiones; y para acudirá su pretension y á la de Sifaz, acordaron de servirse del rey Gala, su aliado. Fué nombrado por capitan de aquella guerra Masinisa, mozo, como queda dicho, de grandes prendas, y adelante muy famoso por la amistad que tuvo hasta la muerte con los romanos, el cual sin dilacion, juntado que hobo, así sus gentes como las que los cartagineses le enviaron, salió á verse con el enemigo. Dióle la batalla, en que le mató treinta mil hombres, y á él forzó á huirse á los Maurusios, que era una ciudad ó comarca en lo postrero de su reino, por ventura donde ahora está Marruecos. Y como juntadas nuevas gentes pretendiese pasar en España, con otra batalla que le dió le quebrantó de todo punto las alas. Hay quien diga que, sin embargo, Sifaz pasó en España para tratar en presencia con los Scipiones la manera que se debia tener en hacer la guerra, y que dejaron de contar este viaje Tito Livio y Plutarco, como no es maravilla que en tan grande muchedumbre de cosas se olvide algo. Estas cosas sabidas en España, como congojaron á los romanos, así bien por el contrario acarrearon gran alegría al general cartaginés. Parecióle buena ocasion de apretar á los romanos, cuyo partido, que se iba antes

mejorando, tornaba de nuevo á empeorarse. Estaba ya cercano el invierno; por esto determinaron los cartagineses de concertarse para el año siguiente con los celtiberos, gente feroz y brava, y convidallos con grande sueldo para que los ayudasen. Fueron los Scipiones avisados destas plácticas, ganaron por la mano, y con ofrecerles mayores premios, como gente que se vendia por dineros, los mantuvieron en su devocion; principalmente que los honraron en que no anduviesen en escuadrones aparte ni en los reales, como antes era de costumbre, tuviesen sus alojamientos distintos, sino que anduviesen mezclados con los romanos, debajo de las mismas banderas. Todo se enderezaba so color de honra á asegurarse mas dellos. En particular, para que hiciesen que los demás españoles desamparasen á Aníbal, enviaron trecientos dellos á Roma, que llegaron allá por el mar principio del año siguiente, que se contó 542 de la fundacion de Roma. En este tiempo, cuatro naves enviadas de Roma con vituallas y dinero suplieron la falta que sus ejércitos en España tenian. Pero lo que mas los animó y alegró fué entender que Hannon, el cual fuera enviado desde Cartago á Italia, y hechas nuevas levas de gente en la Liguria y en la Gallia, rompia por Italia para juntarse con Aníbal, que se hallaba ufano por haberse apoderado al mismo tiempo de la ciudad de Taranto, fué en la Marca de Ancona con todas sus gentes vencido y desbaratado. En Sicilia, la ciudad de Siracusa, despues de la muerte de Hieron y de la que dieron á su nieto Jerónimo sus mismos vasaIlos, como quier que estuviese dividida en bandos y últimamente hobiese venido á poder de los cartagineses, Marco Marcello, con un cerco que sobre ella tuvo de tres años, la redujo y puso en la obediencia de los romanos. Ayudóle Merico, español, que con quinientos soldados de guarnicion la defendió todo aquel tiempo por Cartago, y entonces se determinó de entregalla al capitan romano, que la entró por fuerza, y puesta á saco, se hizo gran matanza de los ciudadanos.

CAPITULO XVIII.

Cómo los Scipiones fueron muertos en España.

El premio que se dió á Masinisa por la victoria que ganó contra Sifaz, su competidor, fué dalle por mujer á Sofonisba. El, movido por el nuevo parentesco y con deseo de ayudar á su suegro, el mismo verano desembarcó en el puerto de Cartagena con siete mil africanos y setecientos caballos númidas ó alárabes. Asimismo Indibil, hermano de Mandonio, tenia para el mismo efecto levantados cinco mil hombres en los pueblos que llamaron Suesetanos, aparejado y presto para mover en ayuda de los mismos luego que le fuese avisado. Algunos entienden que estos pueblos eran en aquella parte de Navarra donde hoy está Sangüesa á la ribera del rio Aragon, villa que, como se muestra por los privilegios de los reyes antiguos, se llamaba Suesa, y sospechan que tomó este nombre de los puercos, que en latin se llaman sues; ca no hay duda sino que en los pueblos comarcanos que se llamaban Lacetanos, donde hoy está Jaca, hobo de todo tiempo muy buena cecina desta carne, y aun en el nuestro tienen mucha fama los perniles de aquella comarca. Pues como los cartagineses se hallasen apercebidos de tantas ayudas, fueron

los primeros que partidos de Cartagena salieron en campaña la vuelta del Andalucía con su campo dividido en dos partes. La una dellas guiaba Asdrúbal el Barquino; de los demás iban por capitanes Magon, Masinisa y el otro Asdrúbal, su suegro. Los Scipiones asimismo con muchos socorros que les vinieran de Italia, y en particular confiados en treinta mil celtiberos que tenian á su sueldo, partieron de sus alojamientos con resolucion de pelear con el enemigo, ya tantas veces por ellos vencido. Gneio con los celtíberos y la tercera parte de los soldados romanos se encargó de combatir á Asdrúbal, y con este intento asentó sus reales cerca de los del enemigo, y no léjos de la ciudad Anatorgis y de un rio que pasaba por medio y dividia los dos campos. Publio movió contra los demás caudillos cartagineses, para que, vencido Asdrúbal, como lo tenian por hecho, no huyesen ellos y se salvasen por los bosques cercanos y por las selvas, antes como cercados con redes todos pereciesen juntamente; tanta confianza engendra muchas veces la prosperidad continuada; pero sucedió todo muy al revés, ca por astucia de Asdrúbal y con el conocimiento y trato que tenia con aquella gente, los celtiberos fácilmente se dejaron persuadir que desamparasen al capitan romano, y levantadas de repente sus banderas, se volviesen á sus casas. Para lacello, demás desto hobo ocasion de una nueva que se divulgó, y fué que la parte de aquellos que favorecia á los cartagineses, tomadas las armas, saqueaban las haciendas de los que seguian á los romanos. Gneio, despojado de aquella parte de sus fuerzas, por quedar menos poderoso que el enemigo, determinó retirarse. Porque á qué propósito con temeridad despeñarse en su perdicion manifiesta? Ni es muchas veces de menor ánimo excusar la pelea que aceptalla. Lo que sabiamente tenia acordado desbarató otra fuerza mas alta, porque Publio, acosado de la caballería de Masinisa, que no cesaba de escaramuzar delante sus reales, y por recelarse que si Indibil, de quien se decia que venia, se juntaba con los demás, no seria bastante para contrastar á tantas fuerzas, tomó un consejo peligroso, y fué que se determinó de salir al encuentro á Indibil y atajalle el camino, dado que en lo demás era hombre no menos recatado que valiente; pero la fortuna ó fuerza mas alta ciega á los que quiere despeñar. Dejó pues en los reales una pequeña guarnicion, y él de noche salió con sus gentes á hacer lo que pensaba. No ignoraron este intento los enemigos. Habian ya llegado los romanos á vista de los suesetanos, y ya tarde se comenzaron á trabar con ellos, cuando Masinisa con su venida turbó á los romanos, que llevaban lo mejor, y finalmente los venció. Muchos fueron muertos por la caballería y el mismo general Publio; los demás se pusieron en huida; en el alcance fué aun mayor la matanza. Algunos pocos, cubiertos de la escuridad de la noche, parte se recogieron á las guarniciones cercanas de los romanos y á la ciudad de Illiturgo, parte á los reales donde salieron. Los cartagineses, alegres con esta victoria, á gran priesa se fueron á juntar con Asdrúbal el Barquino. Por esta ocasion Gneio comenzó á sospechar que su hermano Publio debia ser muerto; ca tenia por cosa cierta que si él fuera vivo y quedara salvo, no se hobieran juntado todos los cartagineses. Sentia otrosí en su corazon una extraordinaria tristeza,

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bien así como suele acontecer á los que ha de suceder algun mal, como pronóstico de su daño. Tanto mas se confirmó en la resolucion que tenia de retirarse; y así de noche, sin ruido, salió de sus reales. Al alba conocieron los cartagineses que los romanos eran partidos. Enviaron delante los caballos alárabes para que picasen en la retaguarda, y con tanto entretuviesen al enemigo hasta tanto que los capitanes cartagineses llegasen con el cuerpo del ejército. Gneio, viendo que los suyos por el gran miedo que les entrara ni se movian á pelear por ruegos ni por amonestaciones ni por su autoridad, determinó aventajarse en el lugar y tomar un altozano que cerca se empinaba. La subida fué fácil; mas no tenian aparejo ni materia alguna para hacer foso ni otros reparos, por ser el suelo duro á manera de piedra. Hizo pues poner los bastos y el bagaje como por valladar y trinchea, reparo ligero para tan grave peligro, pero que detuvo algun tiempo al enemigo, maravillado de los romanos, cuyo esfuerzo é industria aun en tan grave trance no desfallecia. Acudieron los capitanes, y reprehendida la cobardía de sus soldados, entraron por fuerza los reales. Allí los pocos, rodeados de muchos y mas vencidos del temor, fácilmente fueron destrozados. El mismo Gneio, dado que en aquel trance hizo oficio de gran capitan y de valiente soldado, pereció con los demás; varon singular y que gobernó á España muchos años, y fué el primero de los romanos que con su buena traza y afabilidad ganó el favor y voluntades de los naturales. Algunos pocos por los montes y espesuras, por donde á cada cual guió el miedo ó la esperanza, fueron á parar á los reales de Publio Scipion, que por ventura sospechaban estaba salvo; pero hallaron que Tito Fonteio, su lugarteniente, quedaba en ellos con una pequeña guarnicion. Dióse esta batalla cerca del rio Segura y de un pueblo Hamado Ilorcis, que hoy se entiende sea Lorquin, en el reino de Murcia. Los de Tarragona tienen por averiguado que un torrejon que está puesto enfrente de aquella ciudad es el sepulcro de los Scipiones, donde se ven dos estatuas de mármol mal entalladas, puestas, como dicen, en memoria de los Scipiones. Pudo ser que pasasen allí sus cenizas, ó por ventura los naturales y los soldados, para muestra del mucho amor que les tenian, dado que los cuerpos no estuviesen allí, levantaron aquella memoria cerca de la ciudad principal donde era el asiento del gobierno romano, á manera de cenotafio, que es lo mismo que sepulcro vacío, como se ven en otras partes muchas memorias semejantes.

CAPITULO XIX.

Cómo Lucio Marcio reprimió el atrevimiento de los cartagineses. El desastre de los Scipiones fué ocasion de gran mudanza en las cosas, y cayera en todo punto en España el partido de los romanos si no le sustentara al principio la osadía de Lucio Marcio, y despues le adelantara el valor grande de Publio Cornelio Scipion, que fueron el todo para que no se perdiese el resto, segun que amenazaban los grandes torbellinos que se levantaron. Falta comunmente la lealtad, y desamparan los hombres á los que ven ser de adversidad trabajados, como sucedió en esta ocasion en España; ca los castulonenses fueron los primeros que cerraron las puertas á los roma

nos, que despues de aquel desastre se recogieron á su ciudad. Los de Illiturgo pasaron adelante, porque despues de recebidos los mataron. Con el ejemplo de estas ciudades no hay duda sino que otros muchos pueblos mudaron 'partido: hallábanse rodeados de tantos daños en un tiempo, así los que con Tito Fonteio quedaron en guarda de los reales como los demás que se acogieron á ellos; por esto á grandes jornadas se volvieron de la otra parte del rio Ebro. Acorrióles en este aprieto Lucio Marcio, hijo de Septimio, caballero romano, mozo de mucho valor, y que en el ejército de Gneio Scipion fuera capitan de una de las principales compañías, y tambien tribuno: juntó un grueso escuadron, así de guarniciones romanas como de los que á él se recogieron despues de las rotas ya dichas, y con él fué á dar socorro á los demás. La alegría que con su venida recibieron los soldados fué tan grande, que tratando de nombrar capitan y general en lugar de los muertos, por voto de todos le eligieron para el tal cargo. Pudiera pretenderle el mismo Fonteio y agraviarse de los soldados; pero la borrasca reprime la ambicion, y el miedo no da lugar á los demás afectos desordenados cuando es grande, antes los enfrena. Verdad es que toda aquella alegría en breve se enturbió y trocó en tristeza con el aviso que les vino, es á saber, que Asdrúbal, pasado el rio Ebro, se apresuraba para cargar sobre ellos, y que ya llegaba muy cerca, y tras él Magon que por las mismas pisadas le seguia. Fué esta nueva para ellos muy triste; teníanse por perdidos, parecíales que la fortuna aun no estaba harta de la sangre romana. Con esto, unos encomendaban sus deudos á sus amigos, hacian sus testamentos de palabra, á propósito que si alguno se escapase, llevase á sus casas la nuevas y avisase de su última voluntad; otros lloraban su mala suerte y triste hado; todos renegaban y se maldecian. No habia quien diese oidos á las amonestaciones de Marcio; antes como atónitos estaban suspensos, los ojos puestos en tierra, y aun los mas encerrados en sus tiendas. En el entretanto el enemigo llegaba á vista de los reales y se acercaba á los reparos y al foso. Con la vista de los estandartes cartagineses, mudado el miedo en coraje, bravos como unos leones acuden los romanos todos con sus armas á la defensa y á las trincheas; rebaten los enemigos, y no contentos con esto, salen con gran rabia y furor contra ellos. El descuido de los cartagineses y la confianza, hija de la prosperidad y á las veces causa y madre del desastre, dió la vida á los romanos. Ca el atrevimiento no pensado hizo maravillar y amedrentó á los vencedores de tal suerte, que sin tardanza volvieron las espaldas. Marcio no quiso seguir el alcance por miedo de alguna celada; antes contento con haber muerto algunos en la huida y confirmado el ánimo de los suyos, dió señal de recogerse, y se volvió á sus estancias con los suyos, dado que mal enojados y que amenazaban claramente, pues dejaba tal ocasion de vengarse, cuando Marcio quisiese ellos no le acudirian. Los cartagineses otrosí no poco se maravillaron de ver rccogerse los romanos; pero como lo echasen á temor, no hicieron caso de barrear sus estancias; este descuido convidó á Marcio para probar otra vez ventura, y con alguna encamisada dalles una mala trasnochada. Además que era forzoso aventurarse antes que Magon llegase á juntarse con Asdrúbal ; que juntados los dos,

y

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