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mar, no léjos de las bocas del rio Ebro, con todo el dinero que llevaba robado y cohechado. El año siguien te, que fué de Roma 708, Lépido triunfó en Roma por dejar sosegados los movimientos de España y los alborotos que se levantaron contra Longino. Marcello fué desterrado por haberse levantado, como queda dicho; pero en breve le alzaron el destierro por gracia y merced de César. Fué este Marco Marcello diferente de otro del mismo nombre, en cuyo favor anda una oracion de Ciceron, entre las demás muy elegante. De la misma manera Longino, de quien hemos tratado, fué diferente de otro que así se llamó, cuyo nombre hasta hoy se ve cortado en uno de los toros de piedra de Guisando con estas palabras en latin:

LONGINO A PRISCO CESONIO PROCURÓ SE HICISE.

CAPITULO XX.

Cómo en España se hizo la guerra contra los hijos de Pompeyo.

Estaba todavía España dividida en bandos, unos tomaban la voz del César, otros la de Pompeyo. Muchas ciudades despacharon embajadores á Scipion, que en Africa despues de la muerte de Pompeyo era el mas principal y cabeza de aquella parcialidad, para requerirle que las recibiese debajo de su amparo. Viuo desde Africa Gneio Pompeyo, el mayor de los hijos del gran Pompeyo, y de camino se apoderó de las islas de Mallorca y Menorca; pero la enfermedad que le sobrevino en Ibiza de forzó á detenerse por algun tiempo. Eu el entretanto Annio Scapula, es á saber, aquel que se conjuró contra Longino, y Quinto Aponio con las armas echaron de toda la provincia al procónsul Aulo Trebonio, y mantuvieron el partido de los pompeyanos hasta la venida del dicho Pompeyo; ca no mucho despues, convalecido de la enfermedad, no solo él pasó en España, sino tambien, dado fin á la guerra de Africa por el esfuerzo de César, Sexto Pompeyo, el otro hijo del gran Pompeyo, Accio Varo y Tito Labieno con lo que les quedó del ejército y del armada se recogieron á España. Gneio discurriendo por la provincia se apoderó de muchas ciudades, de unas por fuerza, de otras de grado, y entre ellas la de Córdoba, en que dejó á Sexto, su hermano, y él pasó á poner cerco sobre Ulia, que se tenia por el César. Acudieron Quinto Pedio y Quinto Fabio Máximo, tenientes de César; pero rehusaban la pelea y entreteníanse hasta su venida. El, ocupado en cuatro triunfos que celebró en Roma y en asentar las cosas de aquella república alteradas, dilató su venida hasta el principio del año siguiente, que se contó de la fundacion de Roma 709, en el cual tiempo, partido de Roma, con desco de recompensarla tardanza, se apresuró de manera, que en diez y siete dias llegó á Sagunto, que hoy es Monviedro, y en otros diez pasó hasta Obulco, pueblo que hoy se llama Porcuna, situado entre Córdoba y Jaen, á la sazon que cerca del Estrecho se dió una batalla naval entre Didio, general de la armada de César, y Varo, cabeza de la contraria armada. El daño y peligro de ambas partes fué igual, sin reconocerse ventaja, salvo que Varo se metió en el puerto de Tarifa, y cerró la boca del dicho puerto con una cadena, que fué señal de flaqueza y de que su daño fué algo mayor. Los de Córdoba, con la autigua aficion que tenian á César y por mas

asegurarse, de secreto con embajadores que le enviaron se excusaron de lo que forzados de la necesidad habian hecho, que era seguir el partido contrario; juntamente le declararon que se podia tomar la ciudad de noche sin que las centinelas de los enemigos lo sintiesen. Los de Úlia otrosí le enviaron embajadores para avisarle de la estrechura en que se hallaban y el peligro si no eran socorridos con presteza. César, combatido de diversos pensamientos, en fin se resolvió de enviar á Lucio Junio Pacieco con seis cohortes en socorro de Ulia; él, ayudado de una noche tempestuosa y con decir que Pompeyo le enviaba, por medio de los enemigos se metió en el pueblo; con cuya entrada y con la esperanza de poderse defender se encendieron y animaron á la defensa los cercados. Algunos sospechan que este capitan fué aquel Junio de cuya lealtad y valentía se ayudó César en lo de la Gallia, enviándole algunas veces por su embajador para tratar de paz con Ambiorige. Lo mas cierto es que César, dado que hobo órden á sus tenientes Pedio y Fabio para que á cierto dia le acudiesen con sus gentes, él, con intento de divertir los que estaban sobre Ulia, puso sus reales cerca de Córdoba. El espanto de Sexto fué tan grande, que determinó avisar á su hermano que, alzado el cerco de Ulia, de que ya estaba casi apoderado, viniese en su socorro. Asentó Gneio sus reales cerca de los de César; pero como rehusase la pelea, y en esto se pasase algun tiempo, tal enfermedad sobrino á César, que de noche, á sordas y sin hacer ruido movió con sus gentes camino de Ategua. Plutarco dice que César en Córdoba primeramente sintió el mal caduco de que era tocado; y es cosa averiguada que en aquella ciudad plantó un plátano muy celebrado por los antiguos; si ya por ventura lo uno y lo otro no sucedió los años pasados cuando otra vez estuvo en el gobierno de España, como queda dicho. Ategua estaba asentada cuatro leguas de Córdoba, donde al presente hay rastros de edificios antiguos con nombre de Teba la Vieja. Tenian los pompeyanos en aquel pueblo juntado el dinero y gran parte de las municiones para la guerra. César por el mismo caso pensaba que con ponerse sobre aquel lugar, ó pondria á los pompeyanos para defendelle en necesidad de venir á las manos y á la batalla, ó si le desamparasen, perderian gran parte de sus fuerzas y reputacion. Gneio, al contrario, por las mismas razones, avisado del camino que llevaba César, y determinado de excusar la pelea, pasó con sus gentes á dos pueblos que hoy se llaman Castroelrio y Espegio, y antiguamente se llamaron Castra Postumiana, lugares fuertes en que pensaba entretenerse. Despues desto, asentó sus reales de la otra parte del rio Guadajoz, que antiguamente se llamó el rio Salado y pasaba cerca de Ategua. Desde allí, como en algunas escaramuzas hubiese recebido daño, perdida la esperanza de poder socorrer á los cercados, se volvió á Córdoba. Los de Ategua con esto enviaron á César embajadores para entregársele, pero con tales condiciones que eran mas para vencedores que para vencidos; así, fueron despedidos sin alcanzar cosa alguna. Los soldados que tenían de guarnicion con esta respuesta se embravecieron contra los ciudadanos que se mostraban inclinados á la parte del César. Ni es de pasar en silencio lo que Numacio Flaco, á cuyo cargo estaba la defensa de aquel pueblo, hizo en esta coyuntura, por ser

un hecho de grande crueldad, esto es, que degolló á todos los moradores de aquel pueblo que eran aficionados á César, y muertos los echó de los adarves abajo. Lo mismo hizo con las mujeres de los que estaban en el campo de César, y aun llegó á tanto su inhumanidad que hasta los mismos niños hizo matar, unos en los brazos de sus madres, otros á vista de sus padres los mandó enterrar vivos ó echar sobre las lanzas de los soldados: fiereza que apenas se puede oir por ser de bestia salvaje. No le valió cosa alguna aquella crueldad, ca sin embargo los moradores se rindieron á voluntad del César, andados 18 dias del mes de febrero. Bien se deja entender que los ciudadanos fueron perdonados y la crueldad de Numacio castigada, dado que los historiadores no lo refieran. Despues desto, César puso fuego á un pueblo llamado Atubi, sin otros muchos lugares de que por fuerza ó de grado se apoderó. Pasó otrosí con sus gentes y se puso sobre la ciudad de Munda, que seguia el bando de Pompeyo, que está puesta en un ribazo cinco leguas de Málaga. Tiene un rio pequeño, que poco adelante de la ciudad se derrama por una llanura muy fresca y abundante; era á la sazon pueblo principal; ahora lugar pequeño, pero que conserva el nombre y apellido antiguo. Cerca de aquella ciudad se vino finalmente á batalla. César sobrepujaba en número y valentía de los suyos; Gneio se aventajaba en el sitio de sus reales, que tenia asentados en lugar mas alto. Ordenaron entre ambas partes sus haces; dióse la batalla con la mayor fuerza y porfia que se podia pensar; grande fué eldenuedo, grande el peligro de los unos y los otros. Los cuernos izquierdos de ambas partes fueron vencidos y puestos en huida; el resto de la pelea estuvo suspensa por grande espacio sin declarar la victoria por ninguna de las partes, mucha sangre derramada, el campo cubierto de cuerpos muertos. En conclusion, César con su valor y esfuerzo mejoró el partido de los suyos, porque apeado, con un escudo de hombre de á pié que arrebató, comenzó á pelear entre los primeros, y á muchos de los suyos con su misma mano detuvo para que no huyesen. Murieron de la parte de Pompeyo treinta mil infantes y tres mil hombres de á caballo; entre los demás perecieron Varo y Labieno; trece águilas de las legiones fueron tomadas, que eran los estandartes principales. De la parte de César murieron mil soldados de los mas valientes y esforzados, y quinientos quedaron heridos. Seguian la parte de César dos reyes africanos, el uno por nombre Boquío, el otro Bogud. Este en gran parte ganó el prez de la victoria, porque al tiempo que los demás estaban trabados y la pelea en lo mas recio, se apoderó de los reales enemigos que quedaron con pequeña guarda, á cuya defensa como Labieno arrebatadamente acudiese, pensando los demás que huia, perdida la esperanza de la victoria, volvieron las espaldas. Dióse esta batalla á los 17 de marzo, dia en que Roma celebraba las fiestas del dios Baco. Notaban los curiosos que cuatro años antes en tal dia como aquel Pompeyo, desamparada Italia, se pasó en Grecia. Cuando César hablaba desta jornada solia decir que muchas veces peleó por la honra y gloria, pero que aquel dia habia peleado por la vida.

CAPITULO XXI.

Cómo César volvió á Roma.

Despues que Gneio Pompeyo perdió la jornada de Munda, herido como salió en un hombro, se recogió á Tarifa. Dende por la poca confianza que tenia en los de aquel pueblo y con deseño de pasar á la España citerior, do tenia aliados asaz y ganadas las voluntades de aquella gente, se embarcó en una armada que tenia presta para todo lo que sucediese. Enconósele la herida con el mar, tanto, que al cuarto dia le fué forzoso saltar en tierra. Llevábanle los suyos en una litera con intento de buscar donde esconderse. Seguíanle por el rastro y por la huella por órden de César, Didio por mar y Cesonio por tierra. Dieron con él en una cueva donde estaba escondido, y allí le prendieron y le dieron la muerte. Floro dice que peleó, y que le mataron cerca de Laurona, pueblo que hoy se llama Liria, ó Laurigi como otros creen. Lo que se averigua es que su armada, parte fué presa, parte quemada por Didio. Sexto Pompeyo, hermano del muerto, con tan tristes nuevas perdida la esperanza de poder tenerse en Córdoba, y por ver que en aquella comarca no podia estar seguro, y que comunmente todos, como suele acontecer, se inclinaban á la parte mas válida y fuerte, acordó de partirse á la España citerior y dar tiempo al tiempo. Scapula, despues de la rota de Munda vuelto á Córdoba, despues de un convite que hizo en que se bebió largamente, mandó y hizo que sus mismos esclavos le diesen la muerte; que tales eran las valentías de aquel tiempo. César en el cerco de Munda, que todavía se tenia, dejó á Quinto Fabio con parte del ejército, y él acudió á Córdoba; y tomada por fuerza, pasó á cuchillo veinte mil de aquellos ciudadanos que seguían el partido contrario. Luego asentadas las cosas de aquella ciudad, partió para Sevilla; en este camino le presentaron la cabeza de Gneio, y él con la misma felicidad se apoderó de aquella ciudad; y porque se torno de nuevo á alborotar, la sosegó segunda vez á 10 del mes de agosto, como se señala en los calendarios romanos. A ejemplo de Sevilla, se le entregaron otros pueblos por aquella comarca, en particular la ciudad de Asta, antiguamente situada á dos leguas de Jeréz á la ribera del rio Guadalete; al presente es lugar desierto, pero que todavía conserva el apellido antiguo. Por otra parte, Quinto Fabio que quedó sobre Munda, á cabo de algunos meses cansó á los cercados de manera, que se dieron.Demás desto, sujetó á Osuna, si por fuerza ó á partido no se sabe ni se declara, por faltar las memorias de aquellos tiempos, y los libros que hay estar corrompidos. Concluidas cosas tan grandes con una presteza increible, cosa que en las guerras civiles es muy saludable, donde hay mas necesidad de ejecucion que de consultas; sosegadas las alteraciones de España y dado asiento en el gobierno, juntó asimismo gran dinero de los tributos que en público á todos, y en particular puso á los que eran ricos, y de los cargos y oficios que vendió, hasta no perdonar al templo de Hércules que estaba en Cádiz, al cual antes de ahora tuviera respeto. La prosperidad continuada y la necesidad le hicieron atrevido para que tomase por fuerza las ofrendas de oro y plata, que allí tenian muchas y muy ricas. Con esto pasado el estío, ya que el otoño estaba adelante, partió de España, y llegó á

Roma por el mes de octubre. Por gobernadores de España quedaron, en la ulterior Asinio Pollion, muy conocido por una égloga de Virgilio, en que con versos de la Sibilla, que hablaban de la venida de Cristo hijo de Dios, celebró el insigne poeta el nacimiento de Salonino, hijo deste Pollion. Del gobierno de la España citerior se encargó Marco Lépido, que le tuvo juntamente con el gobierno de la Gallia Narbonense. Por este mismo tiempo, como algunos sospechan mas por conjeturas que por razon que haya concluyente; á Córdoba se dió título de Colonia Patricia, ca es averiguado, como se muestra por las monedas de aquel tiempo, que en el imperio de Augusto ya tenia este apellido. Tambien es cosa cierta que en gracia del vencedor y por adularle muchos pueblos dejaron sus nombres antiguos, en particular Atubis, que se llamó Claritas Julia; Ebora, en Portugal, Liberalitas Julia; Calahorra, por sobrenombre Nasica, tomó tambien el nombre de Julia; Sejí asimismo se llamó Firmium Julium; Iliturgi, que es Andújar, Forum Julium; en conclusion los de Ampúrias, quitada la diferencia que tenian de griegos y de españoles, recibieron las costumbres, lengua y leyes romanas; con título que se les dió de Colonia. Hay en España memoria desta guerra en muchos lugares, y en Talavera, pueblo conocido del reino de Toledo, en la parte del muro que está en frente de la iglesia de San Pedro, se ven cortadas estas palabras:

AGNEIO POMPEYO HIJO DEL GRAN POMPEYO.

Lo demás por la antigüedad no se lee; però entiễndese que por algun hecho notable se le puso aquel letrero.

CAPITULO XXII.

Cómo despues de la muerte del César se levantaron nuevas alteraciones en España.

El poder de Julio César estaba en la cumbre y todo lo mandaba y trocaba, cuando en Roma ciertos ciudadanos se conjuraron contra él con color de que era tirano y por fuerza se apoderara de aquella ciudad. Matáronle con veinte y tres heridas que en el Senado le dieron á los 15 de marzo del año siguiente de 710, desde donde algunos toman la cuenta de los años del imperio de Octaviano Augusto, que le sucedió y fué su heredero; dado que los mas le comienzan del año siguiente, cuando á 22 de setiembre, segun lo que refiere Dion, le nombraron por cónsul en lugar de Cayo Vibio Pansa, que murió junto á Módena, si bien no tenia edad bastante para administrar aquel cargo, pero dispensaron con él en la ley que en Roma en este caso se guardaba. En España Pollion atendia á seguir los salteadores, que por la revuelta de los tiempos andaban en gran número por lo de Sierramorena. Este, cuando llegó la nueva de la muerte de César, hizo una junta de los mas principales en Córdoba, én que protestó que seguiria por su parte la autoridad y voluntad del Senado de Roma. Con esto parece se habia mostrado alguna luz y cobrado esperanza de mayor reposo; pero muy al revés, porque Sexto Pompeyo salió de la comarca de Jaca, que eran antiguamente los Lacetanos, con intento de aprovecharse de lo que el tiempo le prometia y fortificar su partido. Levantó estandarte, tocó atambores, acudíale gente de cada dia, con que pudo

formar una legion, y con ella en la comarca de Cartagena tomó por fuerza un pueblo entonces llamado Vergi, y hoy Vera, 6 como otros sienten Verja. Con este tan pequeño principio hobo gran mudanza en las cosas; y el bando de Pompeyo, que parecia estar olvidado, comenzó á levantarse y tomar mayores fuerzas, principalmente que con la misma felicidad se apoderó de toda la Bética ó Andalucía despues que en una gran batalla rompió á Pollion, que pretendia desbaratar sus intentos. Ayudó mucho para ganar la victoria la sobreveste de Pollion, que acaso se le cayó en la pelea, ó él mismo la arrojó á propósito de no ser conocido (muy pequeñas cosas hacen camino para mayores, principalmente en la guerra); como los soldados la viesen, que todavía sufrian la carga de los pompeyanos, y corriese la voz por los escuadrones que su general era muerto, al punto desmayaron y se dieron por vencidos. Verdad es que todas estas alteraciones, y las voluntades de la provincia que se inclinaban á Pompeyo, sosegó Marco Lépido con su venida y con persuadir á Sexto que con el dinero que tenia recogido en España sé fuese á Roma, donde por la ocasion de quedar libre Roma podia pretender y alcanzar la herencia, autoridad y grandeza de su padre. Para esto ayudaba que las cosas de Italia andaban no menos revueltas que las de acá, porque Marco Antonio, que el año pasado fuera cónsu!, pretendia quitar á los romanos la libertad; contra sus deseños el Senado opuso á Octaviano, sobrino de César, nieto de su hermana Julia, resolucion perjudicial y dañosa. Habia Octaviano en la guerra postrera que se hizo contra los hijos do Pompeyo venido á España en compañía de su tio; y en ella dió las primeras muestras de su valor, sin embargo de su tierna edad, que apenas tenia diez y ocho años. Acabada aquella guerra, se fué á Atéņas á los estudios de las letras; de allí, sabida la muerte de César, volvió á Roma, y ayudado de muchos que por la memoria de César le siguieron, venció en una batala á Marco Antonio, que tenia dentro de Módena cercado á Decio Bruto, que estaba señalado por cónsul para el año siguiente. Huyó Marco Antonio despues de vencido á la Gallia, donde se concertó con Lépido, y los dos poco adelante con Octaviano. Resultó con este concierto el triunvirado, que fué repartirse entre los tres las provincias del imperio romano. A Lépido cupo la Gallia Narbonense con toda España; á Antonio lo demás de la Gallia; la Italia, Africa, Sicilia y Cerdeña dieron á Octaviano. No entraron en este repartimiento las provincias de oriente porque las tenian en su poder Casio y Bruto, las cabezas que fueron y principales en la conjuracion y muerte de César. Siguióse tras esto una grande carnicería de gente principal; y fué que los tres proscribieron, que era condenar á muerte en ausencia, muchos ciudadanos y senadores romanos; entre los demás murió Marco Tulio Ciceron, gran gloria de Roma, en edad de sesenta y tres años, á manos de Popilio, tribuno de soldados, al cual él mismo habia antes librado de la muerte en un juicio en que le achacaban cierto parricidio.

CAPITULO XXIII.

De la cuenta llamada era.

Por esta manera perdió de nuevo su libertad la ciudad de Roma. Siguiéronse alteraciones y guerras, una

contra los matadores de César, que fueron vencidos y muertos cerca de Filipos, ciudad de Macedonia; otra contra Lucio Antonio, hermano de Marco Antonio, en Perusa, ciudad de Toscana. La cual acabada por la buena maña y valor de Octaviano, se hizo otro nuevo repartimiento de las provincias entre los triunviros el año de la fundacion de Roma de 714, en que fueron cónsules en Roma Gneio Domicio Calvino y Cayo Asinio Pollion, el que fué gobernador de España. Y porque en este nuevo repartimiento Octaviano quedó por señor de toda España, tomaron desto ocasion los españoles para comenzar desde este principio el cuento de sus años, que acostumbran y acostumbramos llamar era del Señor ó era de César, así en las historias, escrituras públicas y en los actos antiguos de los concilios eclesiásticos como en particular en las pláticas y conversaciones ordinarias. Otros siguen la razon de los años, y la comienzan del nacimiento de Cristo, cuenta en que se quitan de la primera manera de contar treinta y ocho años justamente; de suerte que el año primero de Cristo fué y se contó 39 de la era de César. Porque lo que dice don Juan Margarite, obispo de Girona, que la era de César comienza solamente veinte y seis años antes del nacimiento de Cristo, mas fácilmente podriamos adivinar por conjeturas que afirmar con certidumbre qué fué lo que le movió á sentir esto, pues todos los demás lo contradicen. Por ventura confundió la cuenta de los egipcios, de que se hablará luego, con la nuestra, engañado por la semejanza del contar, ca tambien aquella gente comenzó á contar sus años desde que Augusto Octaviano se enseñoreó de aquella tierra. Todo esto es así; y todavía no es cosa fácil declarar en particular la causa desta nuestra cuenta de España, y juntamente dar razon del nombre que tiene de era, por ser varios los juicios y pareceres. Los mas autores y de mayor autoridad concuerdan por testimonio de Dion que en este mismo año, concluida la guerra de Perusa, se hizo el nuevo repartimiento de las provincias; y oprimida de todo punto y derribada la libertad de la república romana, como poco antes se dijo, el señorío de España quedó por Octaviano; y en trueque á Marco Lépido, cuya antes era, se dió la provincia de Africa. De aquí vino que á imitacion de los antioquenos, que habian ya comenzado esta manera de cuenta (y lo mismo hicieron los egipcios once años adelante, que quitado el reino á Cleopatra, desde que Augusto se apoderó de aquella provincia dieron principio al cuento de sus años), lo mismo se determinaron á hacer los españoles con intento de ganar por esta forma la voluntad y adular al nuevo Príncipe, vicio muy ordinario entre los hombres. Esto cuanto al principio de nuestra cuenta española. De la palabra era será razon decir algo mas. En Lucillio y en Ciceron se halla que las partidas del libro de cuentas por donde se da y toma razon de la hacienda, del gasto y del recibo se llaman eras; de allí se tomó ocasion para significar con esta misma palabra los capítulos de los libros y el número de párrafos de las leyes, como se puede ver en muchos lugares, así de las obras de san Isidoro como de las leyes góticas. Deste principio se extendió mas la palabra era hasta significar por ella cualquiera razon ó cuenta de tiempo y universalmente todo tiempo y número, cualquiera que fuese. En especial lo usaron los españoles, así en la lengua latina como en la vulgar,

la cual sin duda se deriva de la romana, como se entiende por el nombre de romance con que la llamamos y por las palabras y dicciones castellanas, que son en gran parte las mismas que las latinas. Tambien ballamos que Hilderico, de nacion francés, y del mismo tiempo de san Isidoro, por decir número de dias dice eras de dias; y aun entre los astrólogos algunos llaman eras á los tiempos ó á los fundamentos y aspectos de las estrellas, de que depende la cuenta de los tiempos, y á los cuales se reducen y enderezan los movimientos de los cuerpos celestes. Segun todo esto, año de la era de César será lo mismo que año de la cuenta de César ó del tiempo de César, cuyo principio, como se dijo, se toma desde que en España comenzó el imperio de César Augusto. De aquí se saca que se engañan todos aquellos que por autoridad de san Isidoro, que engañó á los demás, pensaron que esta palabra era viene de otra latina que significa el metal, conviene á saber aes, por entender que aquel año, de donde toma principio esta cuenta, fué cuando la primera vez Augusto César impuso un nuevo tributo sobre todo el imperio romano y hizo que todos fueran erarios y pecheros; lo que es claramente falso, pues ni la ortografía desta palabra, que se escribe sin diptongo, concuerda con la tal derivacion, ni hallamos que en el año que da principio á esta cuenta se impusiese algun nuevo tributo sobre las provincias. Lo cierto es lo que está dicho, y asimismo que esta manera de contar los años se mandó dejar y trocar con la que usamos de los años de Cristo, en tiempo del rey de Castilla don Juan el Primero, en las Cortes que se tuvieron en la ciudad de Segovia año de 1383 ; lo cual se hizo á ejemplo de las demás provincias de la cristiandad y conforme á lo que en tiempo del emperador Justiniano inventó Dionisio, abad romano, que, quitadas las demás maneras de contar que por aquel tiempo se usaban, introdujo esta cuenta de los años de Cristo. Lo que se hizo en las Cortes de Segovia, que fué dejar la cuenta de la era y tomar la de los años de Cristo, imitaron poco despues los portugueses, y poco antes los de Valencia habian hecho los mismos, como se irá notando en sus lugares y tiempos. Dejado esto, volvamos al consulado de Domicio Calvino y de Asinio Pollion. En el cual año nombraron en Roma por cónsul sufecto, que quiere decir puesto en lugar de otro, y por faltar el que lo era, á Cornelio Balbo, gaditano, que es tanto como de Cádiz, cosa que hasta entonces á ningun extranjero se concedió que fuese cónsul en Roma. Este era Cornelio Balbo, deudo de otro del mismo nombre, que, acabada la guerra de Sertorio, llevó á Roma en su compañía Gneio Pompeyo. Tambien Domicio Calvino cinco años adelante, que fué el año treinta y tres antes de la venida de Cristo nuestro Señor, con cargo de procónsul gobernó á España, y porque venció á las haldas de los Pirineos á los Ceretanos, donde hoy está Cerdunia, triunfó dellos en Roma. Resultaron despues desto nuevas diferencias y alteraciones entre los triunviros, con que asimismo sc enredó España y entró á la parte del daño con esta ocasion. Por la muerte de Julio César parecia que tornaba á nacer la libertad de la república, esperanza con que Sexto Pompeyo, vuelto á cabo de tanto tiempo á Roma, fué nombrado por general de la armada y naves romanas. Por esta ocasion luego que los triunviros de nuevo quitaron la libertad á la república y se apoderaron de todo, él

comunicacion y trato los naturales mudaron sus costumbres antiguas y su lengua y la trocaron con las de los romanos, segun que Estrabon lo testifica.

se apoderó asimismo por su parte de Sicilia. Acudieron Octaviano y Lépido, y por fuerza le despojaron y echaron de aquella isla, con que se quedó Octaviano, y aun se enseñoreó de Africa por cierta diferencia que tuvo con Lépido, al cual, desamparado de los suyos, le despojó de todo el poder que tenia. Sintió esto, como era razon, Marco Antonio, el otro compañero que tenia las provincias de oriente, que Octaviano sin darle parte se apoderase de todo lo demás. Destos principios y con esta ocasion se encendió finalmente la guerra entre los dos, en que despues de muchos trances, vencido en una batalla naval junto á la Prevesa y muerto Antonio, se quedó Octaviano solo con todo el imperio el año veinte y ocho antes del nacimiento de Cristo. Llamóse Octavio del nombre de su padre y del nombre de su tio César. El Senado le dió renombre de Augusto como á hombre venido del cielo y mayor que los demás hombres por haber restituido la paz al mundo despues de tantas revueltas. Sexto Pacuvio, tribuno del pueblo, consagró su nombre, que es lo mismo que hacelle en vida honrar como á dios, costumbre y vanidad tomada de España, como lo dice Dion. En el progreso desta última guerra entre Octavio y Antonio Bogud, rey de la Mauritania, pasó en España en favor de Antonio y para ayudar á su partido; pero fué por los contrarios rechazado con daño. No mucho despues en el octavo consulado de Augusto, veinte y cinco años antes de Cristo, abrieron y empedraron en el Andalucía el camino real que desde Córdoba iba hasta Ecija, y desde allí al mar Océano, como se entiende por la letra de una columna de mármol cárdeno que está en el claustro del monasterio de San Francisco de Córdoba, do se dice que aquella columna, que debia ser una de las con que señalaban las millas, se levantó en el octavo consulado de Augusto; y que desde Guadalquivir y el templo augusto de Jano hasta el mar Océano se contaban ciento veinte y una millas. Este templo de Jano se entiende estaba en Córdoba ó cerca de ella, y aun se sospecha que le edificaron para eterna memoria de la paz que fundara Augusto; pero estas son conjeturas. Siguiéronse alteraciones de los Cántabros, Asturianos y de los Vaceos, pueblos de Castilla la Vieja. Apaciguólas con su buena maña Statilio Tauro, por ventura por comision y como lugarteniente de Cayo Norbano, de quien se sabe que por estos tiempos triunfó de España, desde donde toman el principio de la guerra de Cantabria los que por autoridad de Paulo Orosio sienten que duró por espacio de cinco años enteros. Asimismo es cosa cierta que en esta sazon se mudó la manera y forma del gobierno de España, porque en lugar de pretores y procónsules enviaron para gobernalla legados consulares, á la manera que en las demás provincias se comenzó tambien á usar. Muestra son desto las piedras antiguas donde se ve por estos tiempos puesta esta palabra Consularis. Repartiéronse otrosí las provincias del imperio y gobierno dellas entre Augusto y el Senado, por el cual repartimiento en España sola la Bética, que es Andalucía, quedó á cargo y gobierno del Senado; de que resultó otrosí que la España ulterior tuvo dos gobernadores, el uno de la Bética, á provision del Senado, y el otro de la Lusitania, que nombraba Augusto. En conclusion, sosegada por la ma·yor parte España, con la paz que se siguió, por toda

ella se fundaron muchas colonias de romanos, con cuya

CAPITULO XXIV.

De la guerra de Cantabria.

Tal era el curso y estado de las cosas, tales los vaivenes que el imperio romano daba. En particular España reposaba, cansada de tantas y tan continuadas guerras, y juntamente florecia en gente, riquezas y fama cuando se despertó una guerra mas cruel y brava de lo que nadie pensara. Tuvo esta guerra principio de los cántabros, gente feroz y hasta esta sazon no del todo sujeta á los romanos ni á su imperio por el vigor de sus ánimos, mas propio á aquellos hombres, y mas natural que á las demás naciones de España; y por morar en lugares fragosos y enriscados, y carecer del regalo y comodidades que tienen los demás pueblos de España, son grandemente sufridores de trabajos. Ptolemeo señala por aledaños de los Cántabros á los Autrigones por la parte de levante, y por la de poniente á los Lungones, hacia el mediodía las fuentes del rio Ebro, y bácia el septentrion el Océano Cantábrico; pequeña region y que no se extendia hasta las cumbres y vertiente de los montes Pirineos. Los pueblos principales que tenia eran Juliobriga y Vellica, sin que se averigüe qué nombres en este tiempo les respondan. Otros, extendiendo mas, como suele acontecer, el nombre de Cantabria, comprehenden en su distrito todos los pueblos comarcanos á la Cantabria de Ptolemeo hasta dar en los montes Pirineos y en la Guiena, de que hay grandes argumentos que todo aquello algun tiempo se llamó Cantabria, como queda mostrado en otra parte; y es bastante indicio para que así se entienda ver que todos los nombres de los pueblos, donde esta guerra de Cantabria se hizo, no se hallan en tan estrecho distrito como arriba queda señalado, como se irá notando en sus lugares. Eran en aquel tiempo los cántabros de ingenio feroz, de costumbres poco cultivadas. Ningun uso de dinero tenian; el oro y la plata, si fué merced de Dios, ó castigo y disfavor negárselo, no se sabe. Así bien las mujeres como los hombres eran de cuerpos robustos, los tocados de las cabezas á manera de turbantes, formados diversamente, y no diferentes de los que hoy usan las mujeres vizcaínas. Ellas labraban los campos; despues de haber parido se levantaban para servir á sus maridos, que en lugar dellas hacian cama; costumbre que hasta el dia de hoy se conserva en el Brasil, segun se entiende por la fama y por lo que testifican los que en aquellas partes han estado; en los bailes se ayudaban del son de los dedos y de las castañetas; dotaban á las doncellas los que con ellas se desposaban; tenian apercebida ponzoña para darse la muerte antes que sufrir se les hiciese fuerza, como hombres de ingenio constante y obstinados contra los males, de que dieron bastantes muestras en el tiempo desta guerra. Lo primero que los cántabros hicieron para dar principio á su levantamiento fué persuadir á los asturianos y gallegos á tomar las armas. Luego despues hicieron entrada en los pueblos comarcanos de los Vaceos, que estaban á devocion del pueblo romano. Pusieron con esto grande espanto, no solo á los naturales, sino tam

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