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bien en cuidado al mismo emperador Augusto, que
temia destos principios no se emprendiese mayor guer-
ra y de mayor dificultad de lo que nadie cuidaba. Por
esta causa, sin hacer caso de la Esclavonia ni de la
Hungría, donde las gentes tambien estaban alteradas,
se resolvió de venir en persona á España. Abrió prime-
ramente las puertas de Jano, que poco antes mandara
cerrar, y fué la tercera vez que se cerraron; ca la pri-
mera vez se hizo en tiempo del rey Numa, la segunda
concluida la primera guerra Púnica ó Cartaginesa, la
última despues que el mismo Augusto venció á Marco
Antonio en la batalla naval; y esto porque otras tantas
veces se hallaron los romanos en paz sin tener guerra
en parte alguna. Venido Augusto en España, de todas
partes le acudieron gentes, con que se formó un grueso
campo. Marcharon los soldados la vuelta de Vizcaya;
asentaron sus reales cerca de Segisama, pueblo que
se sospecha hoy sea Beisama, puesto en Guipúzcoa
entre Azpeitia y Tolosa. Dividióse el campo en tres
partes, con que toda aquella comarca en breve quedó
sujetada por ser pequeña. Los cántabros, desconfiados
de sus fuerzas para contra aquella tempestad que so-
bre ellos venia, alzadas sus haciendas y ropilla, con
sus mujeres y hijos se recogieron á lugares ásperos y
fragosos, sin querer con los contrarios venir á las ma-
nos. Con esto la guerra sé prolongaba, y parecia que
duraria múcho tiempo. Augusto, con la pesadumbre
que recebia por aquella tardanza, y por ser los lugares
ásperos y aquel aire destemplado, enfermo de la me-
lancolía se volvió á Tarragona. Dejó el cargo de la
guerra á sus capitanes. Cayo Antistio y Publio Firmio
tomaron cuidado de sujetar los gallegos; á Publio Ca-
risio se dió el cargo de hacer la guerra contra los as-
turianos, gente no menos brava que los cántabros.
Por general de todo quedó Marco Agripa, que enton-
ces tenia grande cabida con el Emperador, y despues le
dió por mujer á Julia, su hija. Para proveerse de man-
tenimientos, de que padecian grande falta por la esteri-
lidad de la tierra, juntó el dicho Agripa naves de In-
galaterra y de Bretaña, con que se proveyó la nece-
sidad; juntamente puso cerco con aquella armada por
la parte de la mar á los cántabros, gente miserable,
pues ni podian huir ni proveerse de bastimentos de
fuera. Forzados con estos males los cántabros y afli-
gidos con la hambre, se determinaron de presentar la
batalla, que se dió cerca de Vellica; algunos creen sea
Victoria, ciudad de Alava; contradice el sitio y distancia
de los lugares marcados en Ptolemeo. Vinieron pues
á las manos; pero á los primeros encuentros fueron
desbaratados y muertos, como gente juntada sin órden,
que ni conocia banderas ni capitan, y que ni por ven-
cer esperaba loa ni temia vituperio si era vencida; ca-
da cual era para sí capitan y caudillo, y mas por deses-
peracion y despecho que con esperanza de la victoria
se movian á entrar en la batalla. Desde la ribera del
mar Océano se levanta un monte llamado Hirmio, los
latinos le llaman Vinnio, de subida áspera, cercano
á Segisama, de tan grande altura, que desde su cumbre
se descubren las riberas de Cantabria y de Francia. En
este monte por estar cercano y por su aspereza mu-
chos de los vencidos se salvaron. Los romanos, descon-
fiados de poder subir, y por tener que era cosa peli-
grosa contrastar juntamente con la aspereza del lugar

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y con gente desesperada, acordaron de cercarle con
guarniciones, con fosos y con vallado. Con esto aquella
miserable gente se redujo á tal estado, que, como ni
ellos por estar mas embravecidos con los males quisie-
sen sujetarse á ningun partido, y los romanos se aver-
gonzasen de que aquella gente desarmada se burlase de
la majestad del imperio romano, los mas perecieron de
hambre, algunos tambien se mataron con sus mismas
manos; que quisieron mas la muerte que la vida des-
honrada. Un pueblo cerca de Baisama, entonces llama-
do Aracil y ahora Arraxil, despues de largo cerco fué
tomado y asolado por los romanos. Entre tanto que esto
pasaba en Cantabria, Antistio y Firmio apretaban la
guerra en Galicia; en particular cercaron de un grande
foso de quince millas la cumbre del monte Medulia,
donde gran número de gallegos estaba recogido. Estos,
perdida del todo la esperanza de la victoria y de la vi-
da, con no menor obstinacion que los de Cantabria, unos
se mataron á hierro, otros perecieron con una bebida,
hecha del árbol llamado tejo. No falta quien piense que
este monte Medulia es el que hoy en Vizcaya se llama
Menduria, muy conocido por su aspereza y altura, si se
puede creer que los gallegos, dejada su propria tierra,
hicieron la guerra contra los romanos en la ajena; ade-
más que Orosio dice que el monte Medulio, donde los
gallegos se hicieron fuertes, se levantaba sobre el rio
Miño. Los asturianos hacian la guerra contra Carisio
no con mas ventaja que los otros, ca puestos sus rea-
les á la ribera del rio Astura, del cual tomaron nom-
bre los asturianos, como dividido su ejército en tres
partes pensasen tomar de sobresalto á los romanos,
siendo descubiertos por los tregecinos, sus compañeros
y confederados, trocada la suerte, fueron cuando menos
lo pensaban oprimidos por Carisio, que los cogió descui-
dados. Los que pudieron escapar de la matanza se re-
cogieron á la ciudad de Lancia, que estaba donde ahora
la de Oviedo, con intento de defenderse dentro de las
murallas, pues las armas les habian sido contrarias.
Duró el cerco muchos dias; á los nuestros hacia fuer-
tes y atrevidos la desesperacion, arma poderosa en los
peligros; los romanos se avergonzaban de alzar la mano
de la guerra antes de dejar sujeta aquella gente bár-
bara; en conclusion, vencida la constancia de aquella
gente, rendida la ciudad, recibieron las leyes y go-
bierno que les fué dado. Con esto quedaron reducidos
en forma de provincia del pueblo romano, así los Astu-
rianos como los Cántabros y los Gallegos. Augusto,
acabada la guerra, volvió á Cantabria, doude dió perdon
á la muchedumbre; pero porque de allí adelante no se
alterasen, confiados en la aspereza de los lugares fra-
gosos donde moraban, les mandó pasasen á lo llano sus
moradas y diesen cierto número de rehenes. Muchos,
por ser mas culpados y tener los ánimos mas endureci-
dos, fueron vendidos por esclavos. Sabidas estas cosas
en Roma, se hicieron procesiones, y se ordenó que
Augusto triunfase por dejar á España de todo punto
sujeta el año 198, despues que las armas de los roma-
nos debajo de la conducta de Gneio Cepion Calvo vinie-
ron la primera vez á estas partes, que fué el mas largo
tiempo que se gastó en sujetar á ninguna otra provin-
cia. No quiso Augusto aceptar el triunfo que el Senado
le ofrecia de su voluntad; solo en los reales se hicieron
juegos, cuyos mantenedores fueron Marco Marcello y

Tiberio Neron, el que adelante tuvo el imperio, y en esta guerra de los cántabros tuvo cargo de tribuno de soldados. En Roma se cerró la cuarta vez el templo de Jano, con esperanza que tenia Augusto y se prometia de un largo reposo, pues de todo punto quedaba sujeta España. A los soldados que habian cumplido con la milicia y traido las armas los años que eran obligados conforme á sus leyes, mandó se les diesen campos donde morasen en lo que hoy llamamos Extremadura, parte de la antigua Lusitania, en que fundaron á la ribera de Guadiana, rio muy caudaloso, una colonia, que por esta causa se llamó Emerita Augusta, y hoy es Mérida, ciudad que en riquezas, vecindad y autoridad, así civil como eclesiástica, competia antiguamente con las mas principales de España, y era cabeza de la Lusitania, por donde la llamaban Mérida la Grande. Rasis, árabe, encarece mucho la grandeza y hermosura de aquella ciudad hasta decir cosas della casi increibles; afirma empero que fué destruida por los moros cuando se apoderaron de España. El cuidado de guiar aquellos soldados y de fundar aquella ciudad se encomendó á Carisio, de que dan muestra las monedas de aquel tiempo que se hallan con el nombre de Augusto de una parte, y por la otra los de Carisio y de Mérida. Dion siempre le llama Tito Carisio, que debió ser descuido de pluma, porque en las monedas no se Ilama sino Publio Carisio, que en España se hallan muy de ordinario. Estas fueron las memorias mas notables que quedaron de la venida de Augusto y de la guerra que en España hizo. Añádense otras. A la ribera de Ebro donde antiguamente estuvo situado un pueblo llamado Salduba, se fundó una colonia, quellamaron César Augusta del nombre de César Augusto, y hoy se llama Zaragoza, ciudad muy conocida y cabeza de Aragon. Demás desto, á los linderos de la Lusitania fundaron otra ciudad, que se llamó Pax Augusta, y hoy corrompido el nombre se llama Badajoz, puesta en la frontera de Portugal de la parte de Extremadura, bien conocida por su antigüedad y por ser cabeza de obispado. A Braga, que antiguamente se dijo Bracara, le arrimaron el sobrenombre de Augusta. Otra ciudad se fundó á esta misma sazon en los Celtiberos por nombre Augustobriga, donde ahora está una aldea llamada Muro, á una legua de la villa de Agreda. Demás desto, otra del misino nombre se edificó no léjos de Guadalupe; hoy se ve allí el Villar del Pedroso con claros rastros de la antigüedad. Por conclusion, las Aras Sextianas, de las cuales Mela, Plinio y Ptolemeo hicieron notable mencion, á manera de pirámides, cada una con su caracol de abajo arriba, puestas en las Astúrias en una península ó peñon; algunos sienten que fueron edificadas por memoria desta guerra, por decir Mela que estaban dedicadas á Augusto César, y aun entienden estuvieron cerca de Gijon y á cinco leguas de Oviedo; conjeturas que ni del todo son vanas ni tampoco de mucha fuerza, pues otros son de opinion que las Aras Sextianas levantó Sexto Apuleyo, de quien se refiere en las Tablas Capitolinas que por este tiempo entró en Roma con triunfo de España. Volvió Augusto á Tarragona, y allí le dieron los consulados octavo y nono. Demás desto, le vinieron embajadores de las Indias y de los escitas á pedir paz al que por la fama de sus hazañas habian comenzado á amar

y acatar, que fué para él muy grande gloria. Desde aquella ciudad partió para Roma; llegó á ella el quinto año despues que aquella guerra se comenzara. Para su guarda llevó soldados españoles de la cohorte calagurritana, de cuya lealtad se mostraba muy satisfecho y pagado. Con su partida los cántabros y los asturianos, como gentes bulliciosas y que aun no quedaban escarmentados por los males pasados, concertados entre sí, de nuevo tornaron á las armas con no menor porfia que antes. Vano es el atrevimiento sin fuerzas; así fué que primeramente L. Emilio y Publio Carisio, despues Cayo Furnio mataron á muchos de los alborotados, con que sosegaron á los demás. Muchos, por no sujetarse y por miedo de la crueldad de los romanos, se dieron á sí mismos la muerte con tan grande rabia, que hasta las madres mataron á sus hijos, y un mozo por mandado de su padre dió la muerte á él y á su madre y á sus hermanos, que presos y atados en poder de los enemigos estaban. Otros, alegres y cantando como si escaparan de un grande mal, iban á la horca, ca tenian por cosa honrosa dar la vida por la libertad. Parte asimismo de los que hicieron esclavos se concertaron entre sí, y muertos sus amos, se acogieron á los montes, de donde á manera de salteadores corrian la tierra, y no cesaban de mover á los pueblos comarcanos á tomar las armas. Para sosegar estas alteraciones fué necesario que Marco Agripa, ya yerno de Augusto, desde Francia, donde tenia el gobierno de aquella tierra, pasase en España. Peleó algunas veces con aquella gente obstinada llevando los suyos lo peor. Por esto afrentó una legion entera, que tenia la mayor culpa del daño, con quitalle el sobrenombre de Augusta que antes le daban. Con este castigo despertaron los demás soldados y se hicieron mas recatados y valientes. Por conclusion, todas aquellas alteraciones se sosegaron de todo punto, y Agripa quedó por vencedor. Todos los que podian traer armas fueron muertos; á la demás muchedumbre, quitadas asimismo las armas, hicieron que pasasen á morar á lo llano, remedio con que cesó la ocasion de alborotarse; y finalmente, aunque con dificultad, se apaciguaron. La honra del triunfo que por estas cosas ofreció á Agripa el Senado, á ejemplo de su suegro, no quiso aceptar. Solo vuelto á Roma, en un portal ó lonja del campo Marcio mandó pintar una descripcion de España, bien que las medidas de la Bética ó Andalucía no estaban de todo punto ajustadas, como lo testifica Plinio. Esto en España. En Roma Cornelio Balbo, natural de Cádiz, de quien se dijo fué cónsul, triunfó de los garamantas el año diez y seis antes de la venida de Cristo, y fué el primero de los extranjeros á quien se hizo aquella honra, y juntamente el postrero de los particulares; ca despues que Roma vino en poder de un señor, solo los emperadores y sus parientes triunfaron en lo de adelante de las gentes que vencian; y á la verdad el aparato de los triunfos de buenos y honestos principios era ya llegado á tanta locura y gasto, que apenas lo podian llevar los grandes imperios. A los demás, en lugar de aquella honra; daban los ornamentos triunfales, que eran una vestidura rozagante, una guirnalda de laurel, una silla que llamaban curul, un báculo de marfil. Hay quien diga que despues de todo esto hubo nuevos movimientos entre los cántabros, y que los embajadores que en

eran, con la fama de su erudicion. Los libros que andan en nombre de Higino, los mas los atribuyen á otro del mismo nombre, alejandrino de nacion; pero Suetonio parece sentir lo contrario; porque dice que á un mismo unos le hacian alejandrino, otros español, á los cuales él sigue; y añade que tuvo cuidado de la bi

viaron á Roma á dar razon de sí y de la causa de aque-
llas alteraciones, repartidos por diversas ciudades de
Italia, perdida que vieron la esperanza de volver á su
tierra, todos tomaron la muerte con sus manos. Entre
ingenios tan groseros y gente tan fiera algunos espa-
ñoles se señalaron por este tiempo, y fueron famosos
en los estudios y letras de humanidad. Cayo Julio Higiblioteca ó librería de Augusto, y fué muy familiar del
no, liberto de Augusto, y Porcio Latron, grande hombre
en la profesion de retórica y amigo de Séneca, el padre
del otro Séneca que llamaron el Filósofo, fueron ilus-
tres en Roma y honraron á España, cuyos naturales

poeta Ovidio Nason; demás desto, que Julio Modesto, su liberto, en los estudios y en la doctrina siguió las pisadas de su patron.

LIBRO CUARTO.

CAPITULO PRIMERO.

De la venida del Hijo de Dios al mundo: LLEGAMOS á los felicisimos tiempos en que el Hijo de Dios, como era necesario en cumplimiento de lo que habian prometido los santos profetas, se mostró á los hombres en la carne hecho hombre, y con una nueva luz que trajo á la tierra enseñó al género humano 'descarriado y perdido, y le allanó el camino de la salud. Restituyó la justicia, que andaba desterrada del mundo, y alcanzado con su muerte el perdon de los . pecados, edificó á Dios Padre un templo santo á la traza del celestial, y le fundó para siempre en la tierra, el cual se llama la Iglesia, cuyos ciudadanos y partes somos todos aquellos que por beneficio del mismo Dios hemos recebido por todo el mundo la religion cristiana, y con fé pura y firme la conservamos. Y por cuanto de las primeras provincias del mundo que abrazaron este culto y religion, y de las que mas recio en ella tuvieron, fué una España, será necesario relatar lo mucho que hizo y padeció en aquellos primeros tiempos de la Iglesia por esta causa; juntamente será bien poner por escrito la nueva forma y traza que se dió en el gobierno seglar, las vidas y hechos de los emperadores romanos, como de señores que eran de España, las peleas y luchas de los primeros cristianos, triunfos y coronas de los santos mártires, aquellos que por la verdad perdieron las vidas y derramaron su sangre; dichosas y nobles almas. La brevedad que seguirémos será muy grande, tocar es á saber mas que poner á la larga cada cual destas cosas, porque no crezca esta obra mas de lo que seria razon. Ayuda y acude desde el cielo, divina luz, encamina y endereza nuestros intentos y pluma, trueca nuestra ignorancia con sabiduría mas alta, haz que nuestras palabras sean iguales á la grandeza del sugeto; todo por tu bondad y por la intercesion de tu santísima Madre. El nacimiento de Cristo hijo de Dios en el mundo fué á 25 de diciembre del año que se contó de la fundacion de Roma 752, 42 del imperio de Augusto, en que fueron cónsules Octaviano Augusto la trecena vez y Marco Plaucio Silvano. Deste número de años algunos quitan un año, otros dos, y aun no concuerdan todos en los nombres de los cónsules que fueron á la sazon; variedad que

asimismo en tiempo de san Agustin sucedió, como él mismo lo refiere. Nosotros, consideradas todas las opiniones y las razones que hacen por cada una dellas, seguimos lo que nos parecia mas probable y á lo que autores mas graves se arriman. El lector podrá por lo que otros escriben escoger lo que juzgare mas conforme á la verdad. Dejadas pues aparte esta y semejantes cuestiones, vendrémos á las cosas de España, dado que por este tiempo apenas se ofrece cosa que de contar sea, sino lo que es mas principal, que reducidas todas las provincias debajo del imperio y gobierno de un monarca, los españoles así bien que todos los demás gozaban del sosiego y de los bienes de una bienaventurada paz, cansados de guerras tan largas, que encadenadas unas de otras se continuaron por tantos años. A la verdad era razon que el autor de la paz eterna Cristo hijo de Dios, ó la hallase en el mundo, ó le trajese la paz. Por esta causa pocas cosas memorables sucedieron en España en tiempo de los emperadores Augusto y Tiberio; sin embargo, se relatarán algunas, mas por continuar la historia que por ser ellas muy notables. Entre los historiadores solo Dion, sin señalar tiempo ni lugar, en particular cuenta que un capitan de salteadores llamado Corocota, de los muchos que quedaron por toda España á causa de las guerras. pasadas, y por la libertad y fuerzas que habian tomado, hacian mal y daño por todas partes; dice pues que como le buscasen con diligencia para darle la muerte, él mismo de su voluntad se presentó delante el Emperador; con lo cual no solo le perdonó, sino le dió tambien el dinero y la talla que estaba prometida al que le prendiese ó matase. Falleció de su enfermedad Augusto en Nola de Campaña á 19 de agosto el año 15 de Cristo en edad de setenta y seis años menos treinta y cinco dias. Fué el primero de los emperadores romanos; y si miramos las cosas humanas, el mas dichoso de todos, ca vengó la muerte de César, su padre adoptivo y tio natural, venció á Sexto Pompeyo en Sicilia, á Marco Lépido, su compañero, redujo á vida particular, y no mucho despues desbarató á Marco Antonio junto á la Prevesa en una batalla naval que le dió; quedó solo con el imperio por espacio de cuaren -ta y cuatro años. Mereció nombre de padre de la patria por las excelentes cosas que hizo en guerra y paz. Le

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que dejó cansado. Hallado y puesto á cuestion de tormento, no pudieron hacer que descubriese los compañeros de aquella conjuracion, dado que no negaba tenerlos. Y sin embargo, por recelarse que la fuerza del dolor no le hiciese blandear, el dia siguiente sacado para de nuevo atormentarle, se escapó de entre las manos á los que le llevaban, y con la cabeza dió en una peña tan gran golpe, que rindió el alma ; tanto pudo en un rústico la fe del secreto y la amistad. Esto sucedió en España el año 26 de Cristo. En Roma seis años adelante Junio Gallion, hermano de Séneca el Filósofo, por mandado del emperador Tiberio, fué desterrado de Roma, no por otra culpa sino porque sin su licencia propuso en el Senado que á los soldados pretorianos, cumplido el tiempo de su milicia, para ver los juegos públicos y para honrarlos diesen en el teatro asiento mas alto de lo que acostumbraban. Sexto Mario otrosí, hombre de nacion español, y tan rico que en espacio de dos dias hizo derribar en Roma cierta casa de un su vecino que vivia junto á las suyas, y despues mudado parecer, la tornó á reedificar; este fué acusado de haberse aprovechado de una hija suya que tenia de gentil parecer; convencido del delito, le despeñaron del monte Tarpeyo; la hija al tanto fué muerta. Dijose que sus riquezas le acarrearon aquel daño, por hacer el pueblo juicio de lo que a otros habia pasado, en especial que luego el Emperador se apoderó de todas ellas. Mostrábase con la edad mas inclinado á la codicia y de peores mañas y mas dañadas costumbres. Justo castigo del cielo que se despeñase en tantos males el que no castigó como fuera razon la muerte que dieron contra justicia á Cristo nuestro Señor, cuya vida fué santísima, cual convenia al que era Hijo de Dios. Murió puesto en una cruz el año treinta y cuatro de su edad á 25 de marzo; los que sienten de otra manera rcciben engaño, como en particular tratado lo averiguamos. Tal fué la paga que los hombres dieron á su inocencia, á su doctrina y á tantos beneficios como les hizo. Las mismas piedras como con un callado dolor se quebrantaron; la tierra padeció un temblor extraordinario; el mismo sol se escureció y encogió sus rayos; bastantes testimonios y muestras de cuán grave era esta maldad. Pero sin tardanza, como él mismo lo tenia dicho, y como era necesario, abierto al tercero dia el sepulcro en que le pusieron, y espantadas con el gran ruido que resultó las guardas, salió sano, vivo y salvo; milagro nunca oido, manifiesta prueba de su santa divinidad. Algunos entendieron que la ave fénix, la cual fue vista, como lo refieren Dion, Tácito y Plinio, antes del postrer año del imperio de Tiberio, dió indicio y fué pronóstico y muestra de la resurreccion de Cristo hijo de Dios, por suceder en aquel tiempo y ser ella de tal naturaleza, que de sus cenizas despues de muerta torna á revivir.

vantó muchos edificios, por donde solía decir que la ciudad de Roma era antes de ladrillo, y él la habia hecho de mármol. Dejó por su sucesor á Tiberio Neron, su entenado, vencido de los halagos de Livia, su muger, dado que Germánico y sus hijos tenian mejor derecho á heredarle. Gobernó Tiberio Neron el imperio de Roma veinte y dos años, seis meses y algunos dias. Fué hombre vario y de ingenio, que tenia de bien y de mal. Al principio se gobernó bien, adelante se dió á la lujuria de todas maneras, á la crueldad y avaricia, con que afeó la buena fama que tenia ganada. El vulgo le llamaba Callipedes, que es un animal, el cual se mueve muy de priesa, y nunca pasa de un codo adelante. Diéronle este nombre porque todos los años hacia aprestar todo lo necesario para visitar las provincias, por otra parte resuelto de no dejar á Roma ni ausentarse. En tiempo deste emperador Germánico hacia la guerra en lo postrero de Francia, y sabida en España la falta que padecia de cosas necesarias, le enviaron armas y caballos junto con cantidad de dineros que él no quiso aceptar, aunque recibió lo demás, y dió gracias á los españoles por la mucha voluntad que á la república de Roma mostraban. Esto avino el año segundo del imperio de Tiberio, en que se dió licencia á los embajadores de la España citerior para que en ella edificasen un templo en memoria de Augusto. En competencia desta adulacion, la España ulterior hizo por sus embajadores instancia con el Emperador para que, á ejemplo de Asia, les fuese lícito hacer lo mismo en memoria del mismo Tiberio y de Livia, su madre; cosa que no se usaba dedicar á ningun príncipe templo antes de su muerte. Oyó el Emperador esta embajada, pero no quiso venir en lo que le pedian, antes mostró pesarle de la licencia dada á los asianos; todo era en él modestia afectada. Por el mismo tiempo se alteraron de nuevo los cántabros, y con robos y correrías que hacian de ordinario daban pesadumbre á los comarcanos. Por esta causa los romanos fueron forzados á repartir guarniciones por aquella tierra; prevencion con que por una parte se enfrenó este atrevimiento, y por otra con la comunicacion de aquellos soldados romanos los naturales dejaron su fiereza acostumbrada y se hicieron mas humanos. Demás desto, Gneio Pison, gobernador poco antes de España, ó por mejor decir robador, por sospecharse que dió la muerte á Germánico César con yerbas en Antioquía, la del rio Orontes, vuelto á Roma, se dió á sí mismo la muerte, sea porque su conciencia le acusaba, sea por no poder contrastar á la rabia del pueblo, el cual, por el amor que tenia á Germánico, estaba furioso, y se inclinaba á creer de Pison lo que se sospechaba. Otra cosa sucedió muy nueva y extraordinaria, y fué que á Vibio Sereno, procónsul que fué de la España ulterior, acusó su mismo hijo de haber colechado aquella provincia; fué convencido en juicio, y por ello desterrado á Amorga, que es una de las islas del mar Egeo, y se cuenta entre las Cícladas. Asimismo Lucio Pison, pretor que era de la España citerior, con imposiciones nuevas y muy graves que inventó, alborotó los ánimos de los naturales, de suerte que se conjuraron y hermanaron contra él. Llegó el negocio á que un labrador termestino en aquellos campos le dió la muerte. Quiso salvarse despues de tan gran hazaña, pero fué descubierto por el caballo

CAPITULO II.

De los emperadores Cayo y Claudio.

Falleció el emperador Tiberio á 16 de marzo del año setenta y ocho de su edad, que era el 38 del nacimiento de Cristo, y á la sazon eran cónsules Gneio Acerronio Proculo y Cayo Portio Nigro. Sucedió en el imperio Cayo, hijo de Germánico, el cual de cierto gé

nero de calzado de que usaban los soldados, y en latin se llamaba caligae, tuvo sobrenombre de Caligula. Señalóse solo en la locura, que le duró toda la vida, y en la fea muerte con que acabó, porque pasados tres años, diez meses y ocho dias, que gastó en maldades y y deshonestidades extraordinarias, fué muerto por Querea, tribuno de una cohorte pretoria, que es lo mismo que capitan de una compañía de su guarda. Emilio Régulo, cordobés, intentó antes lo mismo; el ánimo fué grande, y no menor que el de Querea; la fortuna le fué contraria, porque fué descubierto y pagó con la vida. Al tiempo que murió Tiberio, Agripa (san Lúcas en los Actos de los Apóstoles le llama Heródes) se hallaba por su mandado en prision en Roma, á causa que en cierto convite mostró deseo que Cayo sucediese en el imperio. Recompensóle él este amor, no solo con sacalle de la prision, sino con hacerle rey de Iturea en lugar de Filipo, su tio, que falleció poco antes, y era tetrarca de aquella provincia. Fué grande la envidia que á esta causa concibió contra él otro tio suyo llamado Heródes, tetrarca de Galilea, el que mató á san Juan Bautista y se halló en Jerusalem á la muerte de Cristo; tanto, que con intento de hacerle mal y daño se partió para Roma. Pero Agripa, su sobrino, se dió tal maña, que le acusó por sus cartas de cierta traicion que tramaba, y hizo tanto, que le desterraron á Leon de Francia, como lo sienten los mas autores por testimonio de Josefo en las Antigüedades Judaicas, dado que en otra parte dice que huyó por la crueldad del Emperador á España. Averiguase que le hizo compañía la famosa Herodiade, y que en el destierro dió fin á sus dias con muerte semejante á la vida, que fué torpe y sin concierto. Despues de la muerte del emperador Cayo Claudio, su tio, hermano de su padre, el cual por miedo no le matasen estaba escondido, fué de allí sacado para ser Emperador el año del nacimiento de Cristo de 42. Deseó el Senado romano y aun acometió á cobrar la libertad, mas no pudo salir con su intento, principalmente que el rey Agripa, á á la sazon de su reino vuelto á Roma, hizo grande negociacion, y fué mucha parte para que Claudio saliese con el imperio. El, en remuneracion deste servicio, le acrecentó el señorío con nuevas tierras que le dió. Muchos vicios reinaron en este Emperador, y sobre todos el descuido fué tan grande, que Mesalina, su mujer, se le atrevió casi á vista de sus ojos de casarse públicamente con un mancebo principal llamado Silio. Verdad es que, aunque con dificultad, en fin fué ejecutada y muerta por ello; con que el Emperador hizo otro nuevo desórden, que se casó con Agripina, sobrina suya, hija de su hermano Germánico y de Agripina, bisnieta del emperador Augusto. Estaban tales matrimonios por derecho romano prohibidos; para dar color á su torpeza hizo primero una ley, en que se daba licencia que los tios libremente pudiesen casar con sus sobrinas. Al principio de su imperio envió desterrado á Séneca á la isla de Córcega; despues le llamó á Roma para hacerle maestro de su entenado Domicio Neron, que á la sazon era de cinco años, y á persuasion de su mujer pretendia nombrarle por su sucesor y anteponelle á su mismo hijo, llamado Británico, que le quedó de Mesalina. Tuvo el imperio casi catorce años. En este tiempo Turanio Grácula, español, floreció en

Roma con fama de hombre erudito; asimismo Lucio Moderato Columela, natural de Cádiz, cuyos libros de agricultura andan comunmente. Séneca en sus declamaciones hace mencion de otros dos oradores españoles que vivieron por este tiempo en Roma: el uno se llamó Cornelio, el otro Clodio Turino. El mas famoso fué Porcio Latron, de quien se habló poco antes, y dél dice Quintiliano que al principio de sus razonamientos y oraciones solia alterarse y temblar mas de lo que su edad pedia y el grande ejercicio que tenia en orar. Eusebio dice que murió de cuartanas. Anda una declamacion suya contra Lucio Catilina. Algo mas viejo que todos estos era y vivia en Roma Sextilio Hena, natural de Córdoba, mas conocido por la desigualdad de su estilo y rudeza de sus versos que por su erudicion y poesía. Gobernaba por estos tiempos con nombre de despensero la España citerior Drusilano Rotundo, liberto del emperador Claudio; la Bética un hombre principal llamado Umbonio Silio. Junto con esto se abrian en España las zanjas y se echaban los cimientos de la religion cristiana; porque Jacobo, hijo del Cebedeo, por sobrenombre el Mayor, despues que predicó en Judea y en Samaria, como lo testifica Isidoro, vino en España. Publicó la nueva luz del Evangelio primero en Zaragoza, donde por su amonestacion se edificó un templo con advocacion de la Virgen sagrada, que hoy se dice del Pilar: así lo tiene comunmente aquella gente como cosa recebida de sus antepasados y venida de unos á otros de mano en mano. Nosotros no teniamos propósito de alterar opiniones semejantes. Concuerdan en que vuelto de España á Jerusalem, la causa no se sabe; pero que en aquella santa ciudad fué martirizado en los dias de los ácimos á 25 de marzo por Heródes Agripa, que pretendia por esta manera dar un principio agradable al reino que Claudio le habia dado de los judíos. Sobre el año en que padeció hay alguna diversidad; mas del ciclo hebreo se saca que el año 42 de Cristo los judíos celebraron su Pascua sábado á 24 de marzo, y comenzaron los dias de los ácimos ó pan cenceño, en los cuales dice san Lúcas en los Actos que le dieron la muerte. Su cuerpo fué tomado por sus discípulos, y puesto en una nave, costearon la mayor parte de España. Finalmente, á 25 de julio aportó á la ciudad de Iria Flavia, que en lo postrero de Galicia hoy se llama el Padron; de donde á 30 dias de diciembre, aunque el año no se sabe, le trasladaron á Compostella, lugar consagrado y venerado de todo el mundo por estar allí aquel sagrado sepulcro. En toda España se hace fiesta y memoria deste santo Apóstol el dia que llegó á España, y el en que fué trasladado; pero en el mes de marzo, cuando fué muerto, no se le hace fiesta por estar la Iglesia ocupada con el ayuno de la Cuaresma y con las lágrimas de la penitencia, costumbre muy guardada antiguamente de no celebrar en aquel tiempo fiesta de ningun santo. Estuvo el cuerpo deste Apóstol olvidado por largos tiempos hasta tanto que en tiempo del rey don Alonso el Casto, por los años del Señor de 800, fué descubierto por amonestacion divinal, y en el mismo lugar edificaron en su nombre un muy famoso templo, donde ha sido siempre muy reverenciado. Acrecentóse esta devocion cuando el rey don Ramiro, que reinó poco despues de don Alonso, en la famosa batalla de Clavijo, con la ayuda deste glorioso

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