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1605.

Con la conquista de esta ciudad opulenta, fuerte y marítima vió el Archiduque casi libre de enemigos la provincia de Flándes; puesto que aunque Mauricio habia logrado entrar en algunas plazas de menor órden, sin embargo eran estas pérdidas de poca importancia comparadas con las que acababan de sufrir los enemigos.

El dia 8 de abril de 1605 nació el Príncipe D. Felipe, que de bia despues suceder á su padre con el nombre de Felipe IV. Este nacimiento pareció ser el preludio y el prin cipio de la alegría que reinó aquel año en España, á causa del buen éxito de las operaciones militares llevadas á cabo con brio por mar y tierra.

Viendo los Holandeses la actividad del general Espínola, meditaron en secreto el sitio de Amberes, é iban á ponerle en ejecucion; mas como el gefe español penetrase su intento, impidió no solo que el enemigo desembarcase tropas en las inmediaciones de aquella plaza, sino que tambien le hizo levantar el sitio de otras de que pensaba apoderarse. El ejército español se arrojó entonces á apoderarse de las plazas fuertes del Mosa y del Rin, y despues de haber dejado bien protegida la línea del Escalda, pasó á apoderarse de Ordenzeel y poner sitio á Lingen. La guarnicion de esta última plaza hizo los mayores esfuerzos de valor, pues estaba informada de que Mauricio acudia á su socorro; superando todos los obstáculos se apoderó de la plaza el general Espínola, y cuando llegó Mauricio para socorrer á sus tropas, tuvo ya que pensar en su defensa mas bien que en ofender á su enemigo. Acometiéronse al propio tiempo varias plazas, entre otras la de Wachtennoock, cuyo sitio se confió al conde de Bucquoi, mientras el general Espínola protegia sus operaciones. Mauricio, sabedor del aprieto en que se hallaban los sitiados, destacó á uno de sus tenientes para que se interpusiese entre los sitiadores y el cuerpo del general Espínola, pudiendo de esta suerte batirlo en detall. Su teniente fué rechazado; pero conociendo Mauricio que aquel ataque debia ser capital, acometió con sus mejores tropas, y casi estuvo á punto de conseguir victoria; empero el infatigable Espínola no tardó en llegar al socorro de su gente, y tuvo que retirarse precipitadamente el Holandés. Este gran capitan tuvo desde entonces que conservarse en la de

fensiva durante el resto de la campaña, que concluyó con gloria del ejército español, desplegando su general una táctica que fué bastante para probar á Mauricio que no tenia que confiar mucho en su buena fortuna.

Para colmo de las glorias de aquel año, no pararon aquí las ventajas conseguidas por las armas españolas; fueron derrotados enteramente los Moros en Tánger, y por el mismo tiempo Don Luis Fajardo, gefe de una de nuestras escuadras, embistió en las salinas de Arraya á toda una escuadra holandesa, les apresó diez y nueve navíos, quemólos, pasando á cuchillo su gente, y ahorcó á un tal Daniel llamado príncipe de las Salinas. Esta crueldad con los vencidos parece que fué efecto de represalias, á causa de las crueldades cometidas por los Holandeses poco tiempo antes. Con efecto, apresaron estos en el canal de la Mancha unos buques españoles de transporte para el ejército de Flandes, y toda la tripulacion fué arrojada al mar de dos en dos. Muy estraña es por cierto tanta barbarie en la guerra que se hacia por mar, siendo así que en Flandes, no solo guardaban los combatientes el derecho de gentes, sí que tambien algunas veces se daban ejemplos con los vencidos de la caballerosa cortesía de la edad media.

En el estrecho de Gibraltar apresó Don Pedro Toledo, marqués de Villafranca, once piratas moros que infestaban las cos tas de España y Africa. En el ínterin el portugués Felipe Brito estaba derrotando en la India las fuerzas navales del rey de Aracan, se apoderó del reyno del Pegú, sito sobre el golfo de Bengala, del cual sacó un botin inmenso. La ciudad de Malaca, defendida por Mendoza, resistió con valor á toda una escuadra holandesa, que á poco fué derrotada por el Virey de Goa, que iba á socorrer la plaza.

Todas estas victorias hicieron que el año 1605 se reputase año de gloria, por lo que Madrid y toda España rebosaba una alegría estraordinaria. En Valladolid el Condestable de CastiHa, que habia concluido en Londres la paz con Inglaterra, convidó á comer al almirante inglés enviado para ratificar el tratado. Sirviéronse en el banquete mil y doscientos platos diferentes. El Duque de Lerma dió por su parte otro, en el cual procuró esceder al del Condes table. Prodigábanse y consumíanse de es ta suerte caudales inmensos, siendo así que el

1606.

erario estaba exhausto, y que apenas se podian enviar las pagas corrientes al ejército de Flandes.

Capitulo m.

Vuelve la Corte á Madrid. Nacimiento de la Infanta Dofia María y
del Infante Don Carlos. Jura del Principe Don Felipe. Treguas con
Holanda. Nacimiento del Infante Don Fernando. Espulsion
de los Moriscos.

DESPUES de haber mediado varias consultas, restituyóse la corte á Madrid, no sin disgusto del Rey, el 20 de febrero del año 1606. Por el mismo tiempo fueron reconquistadas las Molucas, y unidas á ellas para un mismo gobierno las posesiones de Zeylan y Zebú junto con el reino de Cambaya. Pasó la corte algunos meses en el Escorial, y allí el dia 18 de agosto la Reina dió á luz á la infanta Doña María, de la cual fué padrino el Duque de Lerma, cuya privanza con el Rey subia de punto cuanto mas la nacion iba decayendo. Por este tiempo tuvieron lugar en el Perú varias sediciones y tumultos, cuyos autores sufrieron á poco el condigno castigo.

Hiciéronse este año los mayores sacrificios para poner á las órdenes de Espínola un ejército poderoso; y habiéndose logrado, quedó Mauricio inferior en fuerzas, y tuvo que contentarse con fortificar varias líneas quedando de este modo reducido á la defensiva. El plan de campaña que habia concebido Espínola era penetrar con su ejército en el centro de las Provincias Unidas, casi delante de Utrech, formando dos cuerpos que obrasen combinadamente, el uno bajo su mando inmediato, y el otro dirigido por el Conde de Bucquoi. Era este un plan admirable digno de quien lo habia concebido; pero el Conde no pudo efectuar su movimiento á causa de la obstinacion con que le rechazó en todos puntos el enemigo, mientras que la inundacion motivada por el deshielo impidió á Espínola vadear el rio Issel.

Entonces el general español se vió precisado á mudar de plan, y penetró en la provincia de Zutphen. Acomete la ciudad de Lockem y entra en ella sin resistencia; pone sitio á Groli y

*

penetra en ella antes que el general enemigo pueda socorrerla, preséntase delante de Rhimberg, y logra la capitulacion de que se entregará dentro cierto tiempo si no es socorrida. Mauricio se presentó á la vista dentro del tiempo prefijado; temió empero acometer á Espínola en su acampamento, y á favor de rápido movimiento se echó sobre Groll, cuyo punto habia recientemente perdido; Espínola envió allá algunas tropas, y su vista fué bastante para que el enemigo abandonase el campo.

Hallábase á la sazón peleando á las órdenes de Espínola el famoso duque de Osuna, de quien tanto se ha hablado, y que llegó á ser el terror de su gobierno mismo por los designios que se le suponian.

Interin llevaban lo mejor en los Paises Bajos los ejércitos españoles, estaban recelosos los Príncipes de Italia, viendo que el conde de Fuentes reforzaba su ejército y construia fuertes en las fronteras del Milanesado de que era Gobernador. Tuvieron entonces principio aquellas grandes disensiones que despues motivaron guerras crueles con efecto, entre los fuertes construidos por aquel gobernador, lo fué uno el llamado de Fuentes, situado en la parte septentrional del lago de Como. Interiormente deseaba Venecia dar muestras de su resentimiento contra los Españoles, pero no pudo efectuarlo por entonces.

. Habia aquella república publicado algunas leyes opuestas á los cánones y á la disciplina de la iglesia; opusiéronse buenamente á ello varios jesuitas é individuos de otras órdenes religiosas; y sobre todo resistieron á que se sujetase á dos clérigos á la ley civil, y á que se les castigase con pena ordinaria. Agrióse el negocio de manera que el Papa Paulo V salió en defensa de la jurisdiccion eclesiástica; mas como el Senado no hiciese caso alguno de sus amonestaciones, conminó á los Venecianos con el anatema de costumbre.

Paulo V pidió socorro á Felipe III, y este reunió en Italia treinta mil hombres, nombrando general de ellos al conde de Fuentes. Esta amenaza y los preparativos hechos consiguieron que Venecia volviese á la obediencia del Papa, de la cual se habia descartado.

El dia 15 de setiembre de 1607. Nació en Madrid el infante Don Carlos. Sobre las costas de Cromandel tuvo lugar una ba

1607.

talla naval entre Holandeses y Portugueses perdiendo estos siete navíos, y viéndose obligados aquellos á levantar el sitio de Malaca. Poco despues volvieron ambas escuadras á las manos, cuya accion tampoco fué decisiva, produciendo no obstante ocho meses de armisticio, pues unos y otros se hallaron agotados. Abbás rey de Persia, envió á Felipe III una embajada acompañada de riquísimos presentes, rogándole que declarase la guerra al turco Mustafá, que devastaba sus dominios por la parte de Bagdad. Sin embargo, la España no era lo que fué en tiempo de Don Juan de Austria y en la época de la batalla de Lepanto: íbanla aniquilando las profusiones intempestivas, la codicia de Lerma y de Calderon, y el mal manejo de la real hacienda: así que se despidió á los embajadores persas con cortesías y palabras.

La guerra de Flandes habia llegado á tal estremo, que los dos beligerantes necesitaban paz: Felipe III porque sabia que aunque la Francia firmó la paz de Vervins, mostrábase sin embargo muy resentida contra la España, y anelaba vengarse de ella, y si retardaba el golpe era para darle mas seguro; descábala tambien el Holandés porque todavía era formidable el poder terrestre de la España, y porque Espínola era un gene. ral temible. Mauricio era quien menos deseaba la paz, así porque queria con nuevas victorias borrar las recientes derrotas, como tambien porque un general ilustre casi es dictador en tiempo de guerra. Sin embargo, los consejeros del es tado estuvieron por la paz y activaron sus negociaciones. Despues de no pequeñas dificultades consintieron los Españoles en tratar con los Holandeses como con un pueblo libre; con esta frase no reconocian del todo la independencia de las Provincias Unidas ni se oponian á la paz deseada. Asistieron á las negociaciones embajadores de parte del Rey de Francia; pero siempre daban la razon á los Holandeses, pues tales eran las instrucciones que habian recibido de Enrique IV su rey. Deseosos todos de que concluyese pronto una negociacion tan deseada, hubo entonces una especie de armisticio por tierra; pero no sucedió lo mismo por mar: una escuadra holandesa fuerte de veinte y seis navíos embistió delante de Gibraltar á otra española de veinte y un buques, mandada por Don Jaan Dávila. La acometida fué espantosa: los dos gefes de escuadra

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