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1688.

bieran tomado la plaza si en aquel momento la hubiesen embestido; mas no la hicieron, y á poco llegó el Duque de Veraguas y les hizo abandonar el campo. Tambien tuvieron sitiada lós Moros á Melilla, y se supo que dirigia sus operaciones de sítio un francés ; pero hizo inútiles todos sus esfuerzos el gobernador don Francisco Moreno.

El 20 de octubre se sintió un estraordinario terremoto en la América meridional; de suerte que quedaron destruidos muchos edificios, y perecieron bastantes habitantes así en Perú, como en Lima.

El 6 y 7 de febrero de 1688 publicó el gobierno dos pragmáticas, en que se quitaban los muchos embarazos que impedian que las consignaciones de dinero llegasen sin diminucion alguna á los ejércitos, armadas y presidios. El Duque de Monteleon, virey de Cerdeña, obtuvo de los Sardos setenta mil ducados anuales por espacio de diez años. Hubo varios disgustos en Cataluña, porque faltas de pagas las tropas acantonadas en el Principado, vivian en el desórden y el pillaje para sosegar los ánimos nombró el Rey al Conde de Melgar por virey de Cataluña, y su llegada allí restableció el órden público y el buen orden y disciplina militar.

De nuevo sitiaron los Moros en mayo la plaza de Oran; pero fueron inútiles sus esfuerzos, y lograron solo perder innu ́merable gente. Entretanto en Nápoles se sentian continuos terremotos, de cuyas resultas quedaron arruinadas muchas poblaciones.

Asombrada la Europa, vió entonces patentizarse los esfuerzos que habia preparado ocultamente el Príncipe de Orange. Sale este de Holanda con una escuadra numerosa y quince mil hombres de desembarco, dirígese á Inglaterra, desembarca sin oposicion en Torbay, reúnensele todas las fuerzas inglesas de tierra y mar; y el desgraciado Rey de Inglaterra, que se 'creia muy seguro en su capital, tiene que huir de Lóndres, cae preso en el camino, y á duras penas logra escaparse para ir á contar al Rey de Francia sus cuitas. Es de saber que el casamiento del Príncipe de Orange cou la princesa María de Inglaterra acercaba á esta al trono de la Gran Bretaña en caso de ser destituido Jacobo; entra el Príncipe de Orange triunfante en Londres, convoca el parlamento inglés, y declarándose

destituido á Jacobò se le córóná rey con el nombre de Guillermó III. El gran desastre acaecido á Jacobo II se debe al empeño que habia pue sto en aumentar las prerogativas Reales, y el odio que inspiraba al pueblo la religion católica que profesaba. De esta suerte mudaba enteramente la faz política de la Europa; pues se ar maba contra el Rey de Francia no solo casi todo el continente europeo, sino ademas el poder marítimo de dos naciones opulentas.”

No por esto ced'ió de ánimo el resuelto Luis XIV, antes fué agresor en la guerra general que á la sazon estallaba. Por entonces el cardenal de F u stembergi tenia pretensiones á la silla episcopal de Colonia contra don José de Babiera, y de tan mezquino pretexto se valió el Monarca francés para invadir con numerosas fuerzas la fronterà del Rin. Su primera empresa fué apoderarse de Philisburgo despues de algunos dias de sitio ; en seguida cayeron en su poder todas las plazas fuertes del Rin que se hallan entre Maguncia y Strasburgo.

Capitulo IV.

i

Accion de C amprodon. Batalla de Fleurus. Sitio de Mons y de Namur. Batalla naval de Hoque. Sitio de Gerona. Sitio de Barcelona. Paz de Riswik. Tratado del Haya. Tratado de Londres. Muerte de

Cárlos II.

Los Alemanes y Austríacos se aliaron con los Ingleses y los 1689. Holandeses para declarar la guerra á la Francia; esta nacion la declaró tambien inmediatamente á la España.

En Flandes no pudieron ser tan grandes como los años anteriores los progresos de los Franceses; pues el ma riscal Humieres fué arrollado en la llanura de Valcour por los Holandeses y Españoles, con pérdida de dos mil hombres, lo que fué bastante á impedir despues que hiciesen mas progresos los Franceses.

Entró en Cataluña un ejército francés al mando del Duque de Noailles, se apoderó de Camprodon, ocupó los pueblos de sla Junquera y Figueras, y cargó estraordinarias contribuciones obre el Ampurdan. Acudió en breve el Duque de Villahermo

1690.

sa con el ejército de Cataluña, y además con tropas que habian llegado de Sicilia, é hizo retirar al enemigo. Mas este se habia hecho fuerte en Camprodon y fué necesario poner sitio formal para recobrar este punto. No tardó en adelantar de nuevo el ejército francés reforzado con tropas que le acababan de llegar; púsose á la vista del acampamento español, que formaba el cerco de la plaza, y se trabó un combate bastante obstinado fué sin embargo rechazado con pérdida de unos ochocientos hombres, y acosado hasta el Rosellon. La plaza de Camprodon se voló, quedando arruinadas sus fortificaciones: algunos de la guarnicion pudieron reunirse con el Duque de Noailles, pero perecieron de los demas unos dos mil hombres.

Acontecimientos de mas trascendencia tenian lugar en Inglaterra. Una numerosa escuadra francesa arrolló en el canal de la Mancha á la inglesa y holandesa. Entonces, el destro. nado Jacobo desembarcó en Irlanda con un ejército francés, al que se reunieron en breve muchísimos Irlandeses, y llegó á conquistar una parte de la isla. Puso sitio á Londonderri, pero fué rechazado con bastante pérdida ; en breve puso el colmo á su desgracia la batalla de Boyne, que ganó contra él Guillermo III, y que le obligó á reembarcarse y á volver á Francia.

Acababa de morir á la sazon la Reina católica, y Cárlos II casó á poco con Doña María Ana Neoburg, hija del elector Palatino.

En Cataluña los dos ejércitos beligerantes eran casi iguales en fuerza, los Franceses entraron en San Juan de las Abadesas, en Ripoll y otros pueblos, é hicieron una diversion por el llano de Vich únicamente con el objeto de mantener su ejército á costa del pais ocupado; mas como se acercase el ejército español, juzgó prudente el Duque de Noailles retirarse hácia la Cerdaña y el Rosellon.

Entretanto se unió á la liga otro aliado, á saber el duque de Saboya Víctor Amadeo. Levantó un ejército, y fué á reunirse con el de los Españoles y Alemanes que operaba en Italia. Pero Catinat, hábil general francés, atacó al ejército coligado aun antes que sus gefes se hubiesen propuesto un plan de campaña, y le arrolló causándole la pérdida de cuatro mil hombres, á pesar de que mandaba un cuerpo de Alemanes el príncipe

Eugenio de Saboya, que debia mas adelante hacerse tan famoso. En consecuencia, casi todo el ducado de Saboya cayó en poder de los vencedores, escepto algunas plazas. Víctor Amadeo se retiró hácia Turin, y habiendo levantado nuevas tropas y recibido cuatro mil hombres de refuerzo que le enviaba el gobernador de Milan, se preparó para otra campaña. Entretanto devastaban los Franceses bárbaramente el Palatino, sin que les obligase á ello alguno de los poquísimos motivos que pueden justificar semejante atrocidad.

En Flandes habia sido nombrado sucesor del mariscal de Hunnieres en el mando del ejército francés el mariscal de Luxemburgo, reputado entonces uno de los mejores generales de Luis XIV. El ejército aliado estaba á las órdenes del Príncipe de Valdeck, y junto á Fleurus, en la confluencia del Sambra se dieron batalla el dia primero de julio. Así los Franceses como los aliados deseaban poner término á la campaña con una accion general, y anhelaban vivamente venir á las manos. En la izquierda de los aliados cargó bizarramente la caba llería española, hizo horroroso estrago en el enemigo, y le hizo replegarse; mas el mariscal de Luxemburgo habia á su vez cargado con teson nuestra derecha, la arrolló, y revolviendo sobre su ala derrotada, ahuyentó á nuestra caballería. Pero el centro de los aliados resistia con tenacidad, pues formada en cuadro la infantería rechazó por tres veces con espantosa carnicería á los Franceses. Al fin, irritados con la misma mortandad, hicieron estos un esfuerzo general, y lograron desbaratar y romper en todas direcciones el cuadro. La victoria quedó por el Duque de Luxemburgo, mató á los aliados seis mil hombres, les hizo ocho mil prisioneros, y les cogió casi toda la artillería y el bagaje: sin embargo, perdieron los Franceses catorce mil hombres; y debilitado de esta suerte su ejército, tuvo necesidad de rehacerse despues de haber vencido, y se contentó con devastar los paises de donde se retiraban. En breve les llegó á los aliados un refuerzo de tropas alemanas ; nombróse por sucesor del Príncipe de Valdeck al elector de Brandemburgo, y se tomaron por ambas partes cuarteles de invierno.

A principios de la campaña siguiente pasó á Flándes Luis XIV 1691. á la cabeza de mas de cien mil hombres, y puso cerco á Mons,

plaza fortísima de los Paises Bajos, defendida por buenas tropas españolas. Púsose tambien á la cabeza del ejército aliado Guillermo III de Inglaterra, y parecia que en Flandes se hubiesen concentrado todos los esfuerzos de la guerra. El sitio de Mons puede llamarse memorable, ya por el número y caJidad de las tropas que acometian la plaza, ya tambien por el empeño que ponian los aliados en impedir su ocupacion, y por la animosidad de la guarnicion que la defendia. Al cabo de veinte y cinco dias de asaltos, desmanteladas ya las fortificaciones, tuvo que rendirse la guarnicion. Pero pararon en esto las ventajas conseguidas por los Franceses, pues el resto de la campaña consistió en movimientos de los dos ejércitos beligerantes. Habia Guillermo fortificado la plaza de Hall, y dejado jen ella una guarnicion de tres mil hombres; mas esta desocu-pó el punto así que se presentó á la vista un cuerpo de ejército francés mandado por el mariscal de Luxemburgo. -6. Entretanto se celebraban en Madrid suntuosas fiestas por el matrimonio del Monarca, y se derramaba en ellas todo cuanto el ministro Oropesa habia logrado juntar por medio de economías y mejoras. En consecuencia, no fué posible pagar exactamente al ejército como se debia, y esto originó un descontento que produjo la caida de Oropesa. Diósele por suce-sor al Conde de Melgar, quien abundaba en sus mismas ideas y se estrelló en los mismos obstáculos que él, á saber la prodigalidad de la corte, que en todo admitia reformas, y solo se negaba á reformarse á sí misma.

No pudieron pues enviarse fondos á Cataluña para levantar tropas del pais, ni fué posible que nuestro ejército, inferior en fuerzas, pusiese obstáculo á los enemigos. Estos sitiaron á Urgel y tomaron la plaza, dejando en ella numerosa guarnicion, que con frecuentes salidas devastaba el pais comarcano. Adelantáronse despues hasta la campiña de Barcelona; y asolaron gran parte de la baja Cataluña. Entretanto una escuadra francesa bombardeó á Barcelona, y causó mucho estrago en sus edificios; lo mismo hizo pocos dias despues en Alicante; mas no pudo pasar mas adelante, pues habiendo aparecido por aquellas aguas una escuadra española, huyó de ser alcanzada.

En Italia se apoderaron los Franceses unas tras otras de

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