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mercio, sin capitales, industria, ejército ni marina, y ademas sin escritores ni poetas: todo habia llegado al último grado de decadencia, y la nacion habia pasado un siglo entero de agonia para llegar á ese abatimiento moral que solo debia despues disiparse un poco para hacer ver que solo la impericia de los gobernantes habia puesto á los pueblos en tal estado, y que una vez reconocido el obstáculo, una vez conocidas y acatadas las fuentes de la prosperidad pública y secundados los intereses materiales de los súbditos, debian estos levantarse de su postracion, y coadyuvar á las empresas de un gobierno paternal y justo.

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LIBRO CUARTO.

REINADO DE FELIPE V.

Capítulo primero.

Principia el reinado de Felipe V. Guerra con Austria. Alianza del
Haya. Guerra con el Imperio, Holanda é Inglaterra. Batalla de Lu-
zara. Combate naval de Vigo. Guerra de Portugal. Batalla de Spira.
Los Ingleses se apoderan de Gibraltar. Combate naval de Málaga.

Batalla de Hocstett y de Cassano.

SI que se supo la muerte de Cárlos II fué reconocido 1701. por rey de España el Duque de Anjou con el nombre de Felipe V. y á gran satisfaccion de su abuelo Luis XIV, que deseaba de esta suerte formar sincera y poderosa alianza con nuestra monarquía, para poder, si viniese el caso, hacer frente á toda la Europa.

Era de temer que llegase este caso, pues mientras Felipe V era jurado en España y hacia su entrada pública en Madrid, disimulaban mal su resentimiento la Inglaterra y la Holanda, y se disponia el Austria para mover una guerra larga y encarnizada. La Italia entre otros puntos debia ser teatro de la lucha, pues el Emperador de Austria iba á caer sobre ella con un numeroso ejército, á cuya cabeza estaba el príncipe Eugenio, que tan fatal debia ser á la casa de Borbon. Interesábale á la España buscar en Italia un aliado, y le encontró en la persona del Duque de Saboya, con cuya hija segunda casó el Monarca español. Este eligió por primer consejero al cardenal

Portocarrero, á quien en gran parte debia la corona, y puede de esta suerte decirse que desde Paris dirigia Luis XIV los negocios de España.

Efectuóse el matrimonio del Rey con Doña María Luisa Gabriela de Saboya, y el proyecto de guerra general se anduvo combinando, de suerte que accedieron á él no solo el Emperador, la Inglaterra y la Holanda, sino aun la Alemania en peso, á pesar de que poco antes toda ella estaba decidida á permanecer neutral. Entre los príncipes que entraron en la alianza debe mencionarse al Elector de Brandemburgo, pues al fin de esta guerra debia convertirse en rey de Prusia, fundando de esta suerte una monarquía, que despues se ha hecho temible en Europa.

La guerra de sucesion debia empezar en Italia. Así como la casa de Borbon habia procurado buscar un aliado en la persona del Duque de Saboya, asi tambien la casa de Austria procuró valerse de la política y de ocultas maquinaciones, para oponernos en Italia grandes dificultades. Su principal trama consistió en revolucionar la ciudad de Nápoles, y hacer que siguiendo su ejemplo se declarasen todos los pueblos en favor de los Austriacos y contra los Franceses, cuyas ideas de dominacion general los habian hecho odiosos. Pero la conspiracion fué descubierta á tiempo, y se castigó con todo el rigor de la ley.

Era de creer que la casa de Borbon triunfaria fácilmente en Italia, por cuanto estaban reunidas las tropas españolas á las francesas y á las del Duque de Saboya; mas no fué así, pues si bien ese belicoso y esperimentado Príncipe tenia el mando en gefe del ejército, obraban sin embargo con independencia los gefes del ejército francés, y no se notaba bastante armonía entre sus gefes y los de las tropas españolas. Ni aun puede decirse que convinieron en la línea que era preciso defender contra los Austriacos; los Franceses se adelantaron hasta las inárgenes del Adiga, y el Príncipe Eugenio á la cabeza de treinta mil hombres bajó del Tirol para ponerse á la ofensiva,[forzó el paso del rio en Carpí, arrolló en Castañano á los Franceses, ocupó Bressau, y solo en Chiari fué rechazada una ala de su ejército entonces los ejércitos combatientes tomaron cuarteles de invierno en el mismo Mantuano.

Este año empezó á generalizarse y á hacerse de todo punto 1702. sangrienta la guerra que la Europa entera habia jurado á la casa de Borbon. Por entonces el gefe de la alianza á quien mas temia Luis XIV era Guillermo III de Inglaterra, mas este ma. rió en el momento mismo en que iba á poner en ejecucion sus planes de guerra contra Francia. Sucedióle su cuñada Ana, y puede decirse que heredó de él su encono contra el monarca francés. No pudo ser mas fatal para este la eleccion que hizo de general en gefe para el ejército de los Paises Bajos en la persona del Duque de Malborough, uno de los mas distinguidos generales y hábiles políticos de que hacen mencion las historias. Sus primeras operaciones militares le valieron la toma de Reremunda, Huy, Venló y Lieja, sin que los Franceses, inferiores en número pudiesen hacer mas que observar sus movimientos. Tambien estuvo á punto de entrar en Namur á favor de una conspiracion tramada para entregarle la plaza, pero se descubrió la intriga y quedó frustrada.

Al mismo tiempo una escuadra inglesa y holandesa con doce mil hombres de desembarco hizo rumbo hácia la bahía de Cádiz : llevaba á bordo al Príncipe de Darmstadt, que habia sido removido del mando de Cataluña como adicto al Archiduque Cárlos, y que queria probar un desembarco en la Península, para animar con su presencia á los partidarios de la casa de Austria, y moverles á que se declarasen abiertamente. Por traicion del gobernador de la plaza, se apoderaron los Ingleses de Rota, y poco despues del puerto de Santa María, é intentaron acometer la plaza de Cádiz; tal vez hubieran podido lograr su toma, atendidas las escasísimas fuerzas que la defendian, si el valor y la lealtad de los habitantes no hubiese suplido la escasez de tropas, y si el marqués de Valladares que mandaba en Andalucía no hubiese recurrido à la astucia, para hacer creer al enemigo que acudian á la isla de Leon tropas de refuerzo. Hacia levantar de dia grande polvareda, y de noche encendia multitud de fuegos, que daban visos de un númeroso acampamento. Ademas las galeras armadas que se hallaban en la bahía de Cadiz incomodaban de noche singularmente al enemigo, y le hacian temer á todas horas un ataque imprevisto é impetuoso. Conociendo pues el enemigo que era arduo negocio apoderarse de Cádiz reembarcáronse furiosos, despues

de haber entregado al saqueo el puerto de Santa María, y se dirigieron á doblar el cabo de San Vicente. Su principal intento era sorprender y apresar la flota que venia de Indias con inmensos caudales. Pero, el comandante de la escuadra que la escoltaba quiso á toda costa evitar un combate desigual, y se entró en el puerto de Vigo. Siguiéronle allí los Ingleses y Holandeses, y se empeñó un combate obstinado y terrible. Peleóse por algunas horas con denuedo, y hasta con desesperacion; nuestros buques de guerra eran veinte y tres, entre Ingleses y Franceses, y resistieron por mucho tiempo con teson admirable; pero al fin debia triunfar el número, como triunfó, y en aquellos momentos de crisis; los vencidos pegaron fuego á sus navíos ó los echaron á pique, para que no pudiesen caer en manos del vencedor. Este, con todo, logró apresar algunos; y aun se dice que cogió del comboy de Indias por valor de cuatro millones.

En el Rin pusieron los Imperiales en movimiento un ejército á las órdenes del Príncipe de Baden, que se apoderó de Landau despues de una obstinada defensa de cuatro meses; pero entretanto el Elector de Baviera se declaró repentinamente en favor de la casa de Borbon, y se puso delante de Ulma, cuya plaza cayó en su poder. Con esto tuvieron que hacer un movimiento retrógrado los Imperiales, y entretanto les presentaron los Franceses á las órdenes del general Villiars, la memorable batalla de Fridlinga en que fueron aquellos derrotados completamente.

En Italia la guerra iba avivándose cada dia mas, y viendo el príncipe Eugenio que por entonces le era imposible apoderarse de Mantua, probó un golpe atrevido sobre Cremona. Habia sucedido en el mando del ejército francés el mariscal de Villeroi en reemplazo del de Catinat que habia sido desgraciado en la anterior campaña. Creyéndose aquel muy seguro en Cremona, á pesar de hallarse á la vista el ejército enemigo, dormia descuidamente, cuando una noche dispertó sobresaltado oyendo descargas alrededor de su palacio. Púsose al frente de un peloton de caballería, pero cayó en una emboscada que le tenia preparada el enemigo, y quedó prisionero. Dícese que un habitante de Cremona indicó al Príncipe Eugenio un cami-· no subterráneo que conducia dentro de la ciudad, y que por

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