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1707.

y que los Castellanos y la mayor parte de las provincias de España estaban decididas con entusiasmo á sostener á Felipe V.

Capitulo m.

Batalla de Almansa. Reconquista de Valencia. Toma de Lérida. Pérdida de Nápoles. Pérdida de Cerdeñia y de los presidios de Toscana. Toma de Tortosa. Batalla de Udenarda y sitio de Lila. Pérdida de Oran. Toma de Alicante. Sitio de Tournay. Batalla de

Malplaquet.

Los aliados que se habian internado en la Península abrieron la campaña dirigiéndose á Yecla y despues á Almansa. En este último punto se hallaba el Duque de Berwick con el ejército de Felipe V, pero en breve debia llegar el Duque de Orleans para sucederle en el mando, y no queria por tanto empeñar ninguna accion decisiva. Esto mismo movió á los aliados á presentarle batalla para comprometerle antes de la llegada del nuevo general. El veinte y cinco de abril estuvieron los dos ejércitos á la vista, y á las tres de la tarde se empeñó el combate. El principal ataque de los enemigos se dirigió contra nuestro frente, y le hicieron con tanto brio, que rompieron dos líneas de nuestro ejército y parecia ya desbaratado el centro; pero los que mandaban la tercera línea tuvieron tanta serenidad, que la abrieron en dos mitades, presentaron dos frentes al enemigo y descargaron sobre él por ambos lados una lluvia de balas. Aterrado este, fué en el momento mismo atacado á retaguardia por nuestra brillante caballería que les cargó con horroroso estrago. Sucumbieron en la memorable batalla todos los Ingleses; de manera que su gefe Galloway pudo á duras penas escapar con corto número de oficiales; los Portugueses tuvieron herido á su gefe Das-Minas, y se desbandaron huyendo en todas direcciones: en las alturas de Caus quiso hacerse fuerte el Conde de Dona con unos diez mil hombres, pero acudió tropa francesa por el frente y los flancos mientras la caballería le cortaba la retaguardia, y tuvo aquel que rendirse con toda su gente. Fué tal el espanto de los fugiti

vos, que solo en Tortosa lograron los gefes volver á reunir su ejército: pocos dias antes constaba este de veinte y cinco mil hombres, y le hallaron reducido á cinco mil, despues de haber perdido además toda la artillería y el bagaje, innumerables gefes y oficiales de mérito, banderas, municiones y trescientos carros de víveres. Esta es la memorable batalla de Almansa, que animó estraordinariamente á los partidarios de Felipe V y desalentó en gran manera á los Ingleses, que perdieron en ella la flor de sus soldados. Las consecuencias de semejante victoria fueron la reconquista de Aragon y de Valencia, esta encargada al Conde de Asfeld con un cuerpo de ejército respetable, y aquella efectuada por el Duque de Orleans, que llegó al dia siguiente de dada la batalla. Asfeld sitió á Requena y entró en el pueblo por capitulacion; penetró despues en Játiva defendida con un entusiasmo heróico, digno mas de admi racion que del castigo ejemplar que se la impuso destruyéndola, y entró á poco en Valencia. Entretanto el Duque de Orleans se dirigió desde Madrid á Zaragoza, sin que nadie se atreviese á oponérsele ; puso sitio á Lérida, y á pesar de defenderla con obstinacion el príncipe Enrique de Darmstadt, entró en ella. Y si á estos triunfos se añade el que en la raya de Portugal recobró denodadamente el Conde de Aguilar la plaza de Ciudad-Rodrigo, que el Conde de Villars desembar. có en la isla de Menorca y arrojó de ella á los Ingleses, y por fin que en aquel entonces nació el hijo primogénito de Felipe V, Don Luis, se tendrá una idea de los regocijos á que se entregaron este año los Españoles partidarios de la casa de Borbon, viendo que se despejaba repentinamente el horizonte político, tan anublado en la anterior campaña.

Pero si la fortuna nos fué favorable en el centro de la Monarquía, no así en Italia: es tal no obstante el instinto de la conservacion, que con tal que no triunfasen los Austriacos en Ja Peninsula no les hacia mucha mella á los Españoles que fuesen mas felices en otros puntos: así que, cuando llegó la noticia de la pérdida de Nápoles, no por esto se interrumpió la alegría pública producida por la batalla de Almansa. La pérdida de Nápoles fué una consecuencia casi inevitable de la pérdida del Milanesado: ambos paises recordaban hermosos dias de glorias para la España, y ambos debian perderse para

TOMO IX.

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1708.

siempre. Victorioso el Príncipe Eugenio y dueño de toda la Italia septentrional, destacó unos diez mil hombres al mando del general Daun, quien se adelantó sin resistencia hasta Capua. El gobernador español que mandaba en esta plaza se defendió bizarramente, pero los Austriacos habian procurado por medio de secretos agentes concitar los ánimos contra los Españoles, y los habitantes de Capua se sublevaron contra la guarnicion y la obligaron á capitular. Adelantáronse hasta delante de Nápoles las tropas Austriacas, y los habitantes de esa capital salieron en masa á recibirle y le abrieron las puertas. En tales circunstancias solo pudo pensar el Virey en encerrar su tropa en los castillos de Oro y San Telmo y en sucumbir con honor: consiguieron los defensores de estos puntos una capitulacion honrosa, y su ejemplo fué seguido de las demas guarniciones de otros puntos fortificados. Solo los puntos de Gaeta y de Pescara resistieron hasta el último estremo; encerrado el Virey en el primero, solo se rindió cuando los enemigos habian ya entrado al asalto, y fue hecho prisionero con todas sus tropas ; el gobernador defendió á Pescara mas de lo que obligan las leyes militares, pero tambien sucumbió. De esta suerte perdimos un hermoso pais y unas regiones donde tanto se habia ilustrado el gran Capitan.

En Flandes pasó el Duque de Vendoma á tomar el mando del ejército que hacia frente al Duque de Malborough, y pudo despues de muchísimos esfuerzos y marchas fibrar del desastre de la guerra á la Flandes francesa. En las márgenes del Rin acometió el mariscal de Villars las líneas de Stolfen, y despues de haber forzado el paso se internó por la Suavia y la Francia, y mantuvo sus tropas á costa del pais enemigo. Lo mismo deseaban los aliados, y para ello el príncipe Eugenio y el Duque de Saboya se internaron á llevar la guerra dentro de Francia, y reuniendo numerosas fuerzas cayeron sobre la Provenza, y pusieron sitio á Tolon. Sin embargo, les sucedió lo que al emperador Cárlos V le habia sucedido dos siglos antes, pues las enfermedades, la falta de víveres, y la aproximacion de los Franceses, que se adelantaban con poderoso ejército, les obligaron á retirarse detrás de los Alpes.

En el año 1708, el Príncipe Eugenio y el Duque de Malborough combinaron un plan grandioso para caer sobre la fron

tera de los Paises Bajos. Reunieron hasta ochenta mil hombres, mandados por dos gefes que sobre ser ambos ilustres sabian entenderse á maravilla. Bien es verdad que tenian que habérselas contra unos cien miel franceses; pero Luis XIV habia cometido la imprudencia de dar el mando del ejército al Duque de Borgoña, anteponiéndole al mismo Duque de Vendoma que servia bajo sus órdenes. Así es que no hubo armonía en su plan de operaciones; y como el gefe principal no era conocedor en la materia, no sabia tomar resoluciones ni adoptar las que aconsejaba la esperiencia de sus segundos. Adelantáronse los Franceses has ta Gante é Ipres, de cuyos puntos se apoderaron; pero en Udenarda cayó sobre ellos el Duque de Malborough, los derrotó, los puso en desórden, y se aprovechó de este para tomarles cuatro mil hombres que marchaban sin direccion ni tino. Entretanto el príncipe Eugenio se dirigia sobre Lila, la puso sitio, sin que fuese bastante á impedírselo un ejército francés que estaba á la vista. Duró el sitio cinco meses, durante los cuales defendió bizarramente la plaza el mariscal de Boufflers. Gante é Ipres cayeron de nuevo en poder del enemigo; desbandado el ejército francés, casi no obedecia á ningun gefe, y los Holandeses é Imperiales se mostraron tan atrevidos que un cuerpo de aquellos llegó á penetrar en Francia hasta cerca de Versalles.

En Italia perdíamos entretanto los presidios de la costa de Toscana; Orbitelo y Piombino cayeron en poder de los Austriacos , y solo en Porto-Hercule y Porto-Longone se le rechazó con bastante pérdida. Presentóse delante de Caller en la isla de Cerdeña una escuadra inglesa, y su almirante desembarcó algunas tropas para atacar la poblacion. Juzgaba el gobernador que podia confiar en sus tropas, mas estas se habian negado á hacer fuego; porque ni mas ni menos que los habitantes de la poblacion estaban decididos á favor de los Austriacos. Perdióse pues la plaza de Caller, mas por insobordinacion de las tropas que por culpa del gefe que las mandaba, y á su pérdida se siguió la de toda la isla de Cerdeña. Pero si éramos desgraciados en las demas posesiones separadas de la Península, no así en esta. El Duque de Orleans asomó por las fronteras de Cataluña con un lucido ejército, derrotó en Falset á un cuerpo de ejército enemigo, y el 11 de junio, despues de

1709.

haber reconocido la plaza, puso sitio á Tortosa. En el llano de Tarragona se hallaba acampado el ejército Anglo-Austriaco, mandado por el hábil general Guido de Staremberg y por el inglés Stanhope: parecia natural que intentasen algun movimiento para socorrer aquella plaza defendida por el Conde de Efrem, general aleman de merecida reputacion; mas no lo hicieron así, y el 15 de julio tuvo que capitular dando entrada á las tropas españolas. Las tropas del general Asfeld se habian reunido para esta empresa con las del Duque de Orleans, mas despues que se hubo ocupado la ciudad, pasó aquel al reino de Valencia, en el momento en que el general Conde de Mahoni se apoderaba á viva fuerza de la plaza de Alcoy cuyos habitantes se defendieron con tenacidad casi igual á la de los de Játi-va. Asfeld puso sitio á Denia, donde encontró una resistencia la <mas porfiada; los sitiadores perdieron allí mucha gente, pero al fin lograron entrar en la plaza y ahuyentar despues de toda la costa de Valencia á los Austriacos para caer despues sobre Alicante.

En la frontera de Portugal no tuvieron lugar importantes acontecimientos; solo sí una division nuestra, al mando del Marqués de Vay, arrolló á unos mil doscientos hombres portugueses que le impedian el paso y se apoderó de Altura. Entretanto perdíamos en Africa la importante plaza de Oran que hacia años tenian sitiada los Moros obedeciendo á secretas instigaciones de parte de los Ingleses. Estos, despues de haberse apoderado de la isla de Cerdeña, cayeron sobre la isla de Menorca y volvieron á apoderarse de ella.

Notable fué en este año el reconocimiento público que hizo el sumo pontífice Clemente XI de rey de España é Indias en la persona del archiduque Cárlos. Pocos años antes habia reconocido como tal á Felipe V, y hubiera sido de desear que hubiese mostrado teson en persistir en su primer reconocimiento aunque le amenazasen las fuerzas del Imperio. De este segundo reconocimiento se valieron como de una arma poderosa hombres fanáticos en las provincias sublevadas de la Peninsula para entusiasmar mas y mas al pueblo y avivar la llama de la discordia civil.

Hicieron nuevo esfuerzo los aliados para reunir en la raya de Portugal un ejército que llamase la atencion de Felipe, y

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