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juntaron hasta diez y ocho mil hombres al mando del Marqués de la Frontera. A las órdenes de este militaba tambien el general Galloway que tan mal parado habia salido de la batalla de Almansa. La primera operacion del Marqués de la Frontera fué poner sitio á Badajoz. Pero en los llanos de Gudiña avistó al ejército español, al mando del Marqués de Bay, con la fuerza de unos diez y seis mil hombres. A pesar de tan conocida inferioridad numérica, admitieron estos la batalla, acometieron con ímpetu irresistible á los contrarios, les mataron dos mil hombres, les hicieron tres mil prisioneros y les cogieron mucha artillería, todo el bagaje, varios carros de municiones y pertrechos de guerra, y además crecido material de puentes para pasar los rios. A esta accion gloriosa se dió el nombre de batalla de Gudiña; y si el general que alcanzó la victoria hubiese sido mas emprendedor, hubiera por consecuencia de ella obtenido ventajas de consideracion dentro de Portugal. A la sazon el general Asfeld, que mandaba en Valencia, acababa de conseguir la toma de Alicante despues de un sitio de algunos meses, en que hubo hechos dignos de admiracion de parte de los sitiados y de los sitiadores. Volaron estos una mina construida en peña viva, pero á pesar de que causaron un destrozo horrible en la ciudad y en sus fuertes, no quiso la guarnicion rendirse todavía. A la verdad, lo que mas les animaba para hacer una resistencia desesperada era la escuadra inglesa que se mantenia á la embocadura del puerto, y les proporcionaba víveres en abundancia, ademas de haber desembarcado tropas de refuerzo; en consecuencia, cuando un fuerte temporal hubo alejado á las fuerzas marítimas inglesas y se hubo estrellado la desesperacion de los Alicantinos contra el exaltado valor de nuestras tropas, fué ya imposible resistir por mas tiempo, y la plaza capituló. Entretanto el ejército que se habia internado en Aragon llegaba á las orillas del Segre: pero las intrigas palaciegas de la Princesa de Ursinos recabaron que el Duque de Orleans cesase en el mando, y que se diese el de las tropas españolas al Conde de Aguilar, y el de las francesas al mariscal Besons: division de mando que debia tener y tuvo desagradables consecuencias. Reuuidas todas las tropas con otro cuerpo de ejército que vino mandando en persona el mismo conde de Asfeld despues de la toma de

Alicante, formaban un conjunto de veinte y ocho mil soldados aguerridos, superiores de cinco mil hombres al ejército que para o ponérseles reunió Staremberg. Era pues de creer que se obtendrian ventajas; mas no fué así. Los Franceses y Españoles empezaban á andar enmarañados; y los efectos de su falta de armonía fueron dar aliento al enemigo para que pasase el Segre, entrase en Balaguer tomándonos seiscientos hombres, é hiciese replegarse á nuestras tropas. Tiempo era de acudir al peligro, porque el ejército de la raya de Cataluña era el mas fuerte con que contaba Felipe V, y porque además tenia que hacer frente á tropas mandadas por un gefe distinguido así pues el Monarca español se puso á la cabeza de sus tropas, é hizo por modo que el general Besons volviese á Francia. Parece que en esta época conoció Felipe que para mandar en España debia solo contar con elementos españoles y desestimar en asuntos interiores los consejos de la otra parte del Pirineo ello es que en 1709 perdió la Francia gran parte de su influjo sobre el gabinete de Madrid. Estos fueron los principales acontecimientos de la campaña en la Península, pues hasta el invierno solo tuvieron lugar algunos encuentros parciales con varias querellas catalanas, y llevaron estas lo peor.

En Alemania y en Italia no se habian concentrado este año fuerzas muy numerosas, y los ejércitos beligerantes no emprendieron nada de consideracion.

No así en Flandes, pues habia reunido allí la Francia un ejército de cien mil hombres, y desengañado al fin Luis XIV, conoció que solo uno de sus generales era capaz de resistir al Príncipe Eugenio y al Duque de Malborough. Este era el Mariscal de Villars, y se le dió el mando del ejército de los Paises Bajos. Sin embargo recibió la órden de no arriesgar una batalla decisiva, órden prudente en aquellas circunstancias, porque derrotado ese brillante ejército se desvanecian en cierto modo todas las esperanzas de la Francia. Malborough y Eugenio combinaron sus movimientos; aquel puso sitio á Tournay, y este lo cubria con su ejército; en vano solicitó Villars de Luis XIV que le permitiese acudir al socorro de la plaza, pues el Monarca se lo negó, y Tournay tuvo que capitular al cabo de pocas semanas. Animosos los aliados, se dirigieron so

bre Mons y la pusieron sitio; pero Villars, resuelto á dar una accion general, obtuvo esta vez del Monarca francés que le permitiese oponerse al enemigo. Adelan tóse hasta las llanuras de Malplaquet, y allí se dió la famosa batalla de este nombre, en que se derramó tanta sangre de una y de otra parte: Villars debia vencer, pero la fortuna le fué contraria. La derecha de los aliados estaba mandada por Malborough, el centro por el Príncipe Eugenio, y en la izquierda se hallaban los Holandeses. Villars opuso á la izquierda enemiga al general Boufflers, y al Duque de Malborough sus mas escogidas fuerzas mandadas por él mismo en persona. Ad emás atrajo á los enemigos á un punto en que un inmenso bosque protegi a á los Franceses, y en que los aliados peleaban á cuerpo descubierto. Ataca Boufflers á los Holandeses, los arrolla, los ahuyenta y persigue; el momento era decisivo si se hubiese peleado contra generales menos hábiles que los del enemigo; reune Villars sus mejores batallones y acomete la derecha del enemigo don de estaba Malborough; mas este distinguido gefe hace un hábil movimiento contra el centro de los Franceses que Villars acababa de debilitar, rompe la primera línea, re vuelve Villars para acudir al socorro de los suyos, los rehace; pero en este momento de crísis cae herido. Al volver en sí preguntó si se habia ganado la batalla; pero los Franceses v iéndole herido solo pensaron en retirarse, y lo hicieron con buen órd en. Triunfaron los aliados; pero despues de haber perdido en la batalla veinte y un mil hombres, siendo así que los Fran ceses solo habian perdido ocho mil. Al cabo de pocos dias tuvo que capitular la plaza de Mons.

Capitulo IV.

Batalla de Zaragoza. Entrada del Archiduque en Madrid. Combate de Brihuega. Batalla de Villaviciosa. Congreso para tratar de la paz general. Sitio de Douai, Conquista de Gerona. Muerte del Emperador José. Congreso en Utrecht para tratar de la paz. Batalla de Denain. Paz de Utrecht. Sitio y toma de Barcelona Ꭹ de Cardona.

La campaña de 1710 tuvo varias vicisitudes en la Península: 1710. fué al principio desastrosa, pero al cabo gloriosísima, y pue

de decirse que á ella se debe la terminacion de la guerra general, y el afianzamiento de Felipe V en el trono de España. Púsose el Rey á la cabeza de un ejército númeroso á la verdad, pero poco disciplinado, por cuanto se componia casi enteramente de reclutas. Fatal preludio era este, preludio que no escapó á la perspicacia del enemigo, y le animó á dar batalla á nuestras tropas. Tomó posicion en las alturas de Almenara; donde no tardó en acometerle la caballería española ; imprudente era la carga, porque el terreno no era apto para ella; así que no tardó en ser derrotada la caballería y en desordenar ella misma todo el ejército español. Adelantóse Staremberg, y sin pelear ganó la batalla; desbandóse todo el ejército sin oponer resistencia, y solo unos trece mil veteranos se agruparon al rededor del Monarca español para cubrir su retirada. Acosóle el enemigo con veinte y dos mil hombres, y en Peñalva acometió su retaguardia ; mas esta le probó que no pertenecia á los fugitivos de Almenara, y le obligó á ser mas prudente, causándole una pérdida de mil y quinientos hombres, entre muertos y prisioneros. Felipe V llamó apresuradamente al Marqués de Bay, para que tomase el mando del ejército; pero apenas acababa de llegar, cuando en el monte Torrero le embistió Starembergh con fuerzas superiores; desbandóse el ejército como en Almenara, pero las consecuencias fueron mas fatales, porque cogió el enemigo cuatro mil prisioneros, y además toda la artillería y el bagaje. Los pueblos de Aragon volvieron á declararse por el vencedor, y Felipe tuvo que retirarse á Valladolid, mientras el Archiduque Cárlos entraba triunfante en la corte. Sin embargo este triunfo fué efímero, porque todo Madrid guardó profundo silencio, y solo gente pagada proclamaba al Archiduque. En el seno mismo de la victoria, y colocado en el centro de la Península se encontró este en una posicion no muy halagüeña. Su principal objeto era ver si podia conseguir reunirse con el ejército portugués que estaba en Estremadura, mas este no dió un paso, y en consecuencia se halló el ejército de Staremberg comprometido, sin comunicaciones y sin medios de subsistencia en medio de un pais enemigo. De las plazas fuertes que habian dejado los aliados á su espalda hacian frecuentes salidas las guarniciones, se echaban sobre los convoyes enemigos, los interceptaban, y

hacian cada dia mas precaria su situacion. Los habitantes fieles al Rey que habian jurado, acudian á reunirse á sus banderas; todos ofrecieron socorros en hombres y en dinero, y de esta suerte logró Felipe reunir en Valladolid y en Soria otro cuerpo de ejército; pensó entonces seriamente Felipe V en dar á su ejército, un general digno de mandarle, y reclamó del Mo. narca francés que le enviase al Duque de Vendoma. Llegó este en efecto, y sus modales y generosidad á par que su nombradía de general distinguido le ganaron una confianza general; dé manera que los Españoles reunian medios de vencimiento, mientras los aliados no hacian mas que debilitarse con la inaccion. Conoció Starembergh que tenia que habérselas con un gefe no menos ilustre que él, y procuró por medio de la astucia atraerle al campo de batalla que le adecuaba. Su principal intento era que el ejército de Vendoma se dirigiese á las márgenes del Tajo para impedirle su union con el ejército portugués; no lo hizo así el ejército español, antes le esperó en el camino mismo de Zaragoza que era por donde intentaba retirarse. Al fin Starembergh conociendo que de nada servia su estratagema emprendió la retirada despues de haber eva cuado á Madrid. El 3 de diciembre entró Felipe V en la corte, donde fué recibido con entusiasmo muy diferente de aquel que pensó haber inspirado el Archiduque, y se puso á la cabeza de sus tropas, sin quitar empero el mando á Vendoma. La retirada de los aliados era acompañada cada dia por un nuevo descalabro. La caballería y las guerrillas españolas estaban siempre á la mira, y cuando acometian á los rezagados del enemigo, que eran muchos, volvian siempre con la presa. De esta suerte, además de otros prisioneros que se hicieron, debe mencionarse un regimiento portugués que fué todo entero hecho prisionero. La marcha que en la retirada llevaban los aliados era la siguiente: Starembergh con el grueso del ejército llevaba la delantera, Stanhope cubria la retirada con un cuerpo de cinco mil ingleses. Este pernoctó el 6 de diciembre en Brihuega. Atento Vendoma á todos los movimientos del enemigo, arremetió contra Brihuega, rodeó la poblacion, la acometió con ímpetu, y al cabo de dos dias dió el asalto. Defendiéronse los Ingleses con denuedo; cada palmo de terreno costaba raudales de sangre; pero los sitiadores eran obstina

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