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1714.

Este año concluyeron y firmaron paz en Rastadt Luis XIV y el Emperador de Austria, eligiendo por plenipotenciarios al mariscal de Villars y al príncipe Eugenio que tanta gloria habian adquirido estipulóse que el Emperador de Austria entrase en posesion de todos los Paises Bajos que antes de la guerra de sucesion pertenecian á la España. En esta no estaba aun terminada la discordia civil, pues se defendia aun obstinadamente la plaza de Barcelona. Animaba la desesperacion á los Catalanes, pues despues de haber hecho los mayores sacrificios para sostener al Archiduque se veian abandonados á su propia suerte. En vano sitiaba la capital el Duque de Popoli: Felipe conoció que seria larga la lucha si no reclamaba auxilios de su abuelo. Envióle este veinte mil hombres mas al mando del Duque de Berwick; y á pesar de esto y de que una numerosa escuadra bloqueaba el puerto de Barcelona, defendíanse los Catalanes como á leones. Viejos, niños, mugeres y aun sacerdotes (dolor da el decirlo!), se armaban con un entusiasmo digno de los tiempos de Numancia, hacian frecuentes salidas que causaban considerables pérdidas á los sitiadores, y se hacian matar con furor y con encarnizamiento. Sufrieron un bombardeo horroroso; rechazaron con teson inaudito muchos asaltos, y en el asalto general pusieron el colmo á su intrepidez y denuedo, que se hubiera llamado heroismo si hubiese triunfado la casa de Austria. Dueño Berwick de las murallas y de media ciudad, creyó que esta era suya; pero en aquel momento volvieron á acometerle los Barceloneses, le rechazaron hasta la trinchera, y allí hubieran triunfado á no llegar en aquel trance batallones franceses de refuerzo. Al fin tuvieron que rendirse los defensores despues de haber muerto á mas de cuatro mil asaltantes, y de haber perdido otro tanto de gente. Hubo quien aconsejó á Felipe que arrasase la ciudad: pero si se arrasa dice un historiador, un pueblo pequeño como Játiva, no se hace lo mismo con una ciudad rica y grande como Barcelona. Además, los que tal aconsejaron conocian mny poco el carácter catalan, pues tan bárbara accion hubiera solo logrado levantar en masa toda la Cataluña para acabar con quien tan cruel se hubiese mostrado. A la rendicion de Barcelona siguió en breve la de Cardona.

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A la sazon lloraba Felipe V la prematura muerte de la Rei

na que murió de sobreparto del infante Don Fernando; pero, reclamaba el Consejo que contrajese nuevo matrimonio y eligió por segunda esposa á la princesa Isabel de Farnesio, heredera del ducado de Parma y del de Plasencia. Era esta señora digna de ser reina de España, por su noble carácter y su energia: Así que llegó á Madrid fué su primer acto desterrar del reino á la Princesa de Ursinos, cuyo no merecido valimiento habia acarreado á la Monarquía española incalculables desgracias.

Capitulo v.

Vuelve Mallorca al poder de España. Muerte del Monarca francés. Alberoni. Sus proyectos. Conquista de Cerdeñia. Espedicion de Sicilia. Combate naval de Araich. Cuádruple alianza. Caida de

Alberoni.

HABIASE estipulado en la capitulacion de Barcelona que los Catalanes invitarian á los Mallorquines á que volviesen á la obediencia de Felipe V. Pero la isla de Mallorca se resistió á ello hasta que el Rey envió allá al Conde Asfeld con un cuerpo de ejército de diez mil hombres, y vieron que era inútil oponer mas resistencia. Pacificada ya toda la Monarquía, pensó seriamente Felipe en aprovechar el ardor patrio que esos años de terrible lucha habian inflamado en el corazon de los Españoles, y poner en órden la administracion pública que tan mal parada encontró al principio de su reinado.

Murió á la sazon su abuelo Luis XIV, apellidado justamente el grande por su carácter, por sus empresas colosales, por su genio militar y político y por lo mucho que adelantó durante su reinado la civilizacion. Sucedióle su biznieto el Duque de Borgoña con el nombre de Luis XV; apenas tenia entonces seis años de edad, y fué reconocido por regente de la monarquía, á causa de ser el primer príncipe de la sangre, el Duque de Orleans.

El año siguiente acometieron los Turcos por mar y tierra á los Venecianos, é hicieronlo con tantas fuerzas, que llegaron á infundir fundadísimos temores á aquella república. Como era

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1716.

antigua costumbre reclamaron al momento socorros de todos los Príncipes católicos, y lo que nadie creia, envióle la España algunos bastante cuantiosos, atendida la larga y deplorable lucha que parecia haber debido aniquilarla. Don Baltasar de Guevara se hizo á la vela con cuantas galeras fué posible reunir, y con ocho mil hombres de desembarco. Ese astuto gefe reunió durante su travesía cuantos buques encontraba al paso, presentóse delante de Corfú cuyo punto amenazaban los Turcos, y creyendo que se aparecia por aquellas aguas una poderosa escuadra, se desbandaron huyendo en todas direcciones, y abandonando muchos buques de transporte. Movió á Felipe á hacer esta espedicion el presentarse á los ojos de la Francia como Monarca poderoso. Desde la muerte de su abuelo no corria muy en armonía con el regente Duque de Orleans, con quien estuvo enemistado cuando mandaba el ejército español; y como el de Orleans era heredero presuntivo del trono de Francia, atendida la renuncia hecha por el Monarca español, no le pesaba á este dar á entender al regente que en caso de morir niño el enfermizo Luis XV tal vez podria disputarle esa corona que reputaba tan segura en su cabeza.

Nació por este tiempo el infante Don Cárlos, y no sin zozobra vió la corte de Viena el nacimiento de un Príncipe que era heredero de los ducados de Parma, de Plasencia y de Toscana, y que hacia temer que volverian los Españoles á Italia. No era infundado este temor pues hemos dicho ya que la nueva Reina estaba dotada de mucha energia, y además empezaba á dirigir las riendas del estado Alberoni, hombre de elevadas miras, que intentaba revolucionar la Europa entera. Era de obscuro orígen, y habiéndose educado en el palacio del obispo de Plasencia, logró ascender á la dignidad de canónigo; mas esto era muy poco para sus ideas de dominacion y mando; hízose amigo del Duque de Vendoma, siguíóle á España, medró despues bajo la proteccion de la Ursinos; y supo sostenerse despues que esta hubo caido: empezóse á consultarle en todas las deliberaciones de gobierno, y acabó por ser el favorito del Rey y de la Reina. A él se debió principalmente la idea de la espedicion á Corfú, y quedó tan pagado de ello el sumo Pontífice, que desde entonces adquirió Alberoni nueva valía á los ojos de todos, y víno á ser el único que dirigialos negocios de España.

Su primer paso fué reconciliar con el Papa al Monarca es- 1717. pañol, cosa que no fué difícil de conseguir atendido el éxito de la espedicion de Corfú. Además, el transcurso de algunos años habia debilitado ya en el noble y bondadoso ánimo de Felipe V. la idea de la debilidad del Papa en reconocer en 1709 al Archiduque por rey de España: en premio consiguió Alberoni el capelo de cardenal, el obispado de Málaga, en seguida el arzobispado de Sevilla y el título de grande de España; á este siguió el nombramiento de primer ministro. Así que se vió revestido del poder hizo estraordinarios esfuerzos para mejorar el ramo de rentas reales, para crear un ejército aguerrido, y para volver la España al rango que habia ocupado. Sus talentos eran vastos y su saber prodigioso, pero lo que hubiera podido practicar cincuenta años antes no pudo lograrlo en 1717. Sus planes abrazaban la Europa entera y estuvo á punto de producir una mudanza general. Formó á la vez el proyecto de reconquistar la Sicilia y la Cerdeña, de dar nueva constitucion á la Inglaterra, y de promover una guerra civil en Francia. Negociaba á la vez con el Papa, con la Puerta Otomana, con Pedro el grande, y con el célebre cuanto desgraciado Cárlos XII de Suecia. Casi empeñó al Turco á mover guerra contra la casa de Austria, y á los Monarcas de Rusia y de Suecia para que entronizasen en Inglaterra á la dinastía que Guillermo III habia destronado. Alberoni habia fijado en su interior la época en que todos sus planes debian estallar; mas la impaciencia de Felipe, atizada por su encono contra el Emperador de Austria hizo precipitarlos. Reunióse en Barcelona una fuerte escuadra con ocho mil seiscientos hombres de desembarco y dió á la vela. Creíase en Europa que se dirigia este apresto contra los Turcos; mas de repente se supo con admi. racion que los Españoles se habian apoderado de Cerdeña; y que Alberoni acababa de publicar, en forma de carta dirigida á los enviados de España en las cortes estranjeras, el signiente manifiesto, en que esplicaba las causas que habian motivado la espedicion á Cerdeña. Decia:

<< Sin duda V. E. habrá quedado sorprendido con la noticia de que las armas del Rey nuestro amo iban á emplearse en la conquista de Cerdeña, cuando todos estaban persuadidos y la cristiandad se prometia iban á reforzar la escuadra de los Cris

tianos contra el Turco, en consecuencia de las promesas que S. M. impelido de los movimientos de su religiosidad y corazon tenia hechas al Papa. Confieso á V. E. que yo no esperaba tan presto semejante destino de las armas del Rey, y dándome frecuentes ocasiones de estar cerca de su persona el empleo que tengo la honra de ejercer, creo me ha de hacer conocer mejor que á ningun otro, su justicia, su rectitud, la religion con que mantiene su palabra, la delicadeza de su conciencia, y en fin, la grandeza de su ánimo, á prueba de las mayores adversidades cualidades que le hacen dignísimo sucesor de aquellos príncipes que merecieron por su piedad ser puestos en el número de los santos, y tener el título especial de ser Reyes católicos.

«< En efecto, quien á primera vista no se maravillará de que un Príncipe cuyas virtudes son alabadas de todo el mundo, que le conoce incapaz de sacrificar su justicia á su gloria, comience las primeras hostilidades contra el Archiduque, actualmente en guerra abierta con el Sultan de los Turcos, y en un tiempo en que las costas del estado eclesiástico parece están espuestas á sus invasiones?

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Despues de haber S. M. guardado en este punto un profundo silencio, finalmente se ha dignado participarme por sí mismo las causas y motivos de su resolucion, y al mismo tiempo me ha mandado informar de ello á V. E., como lo voy á hacer con la brevedad que me permite lo importante de la materia.

« Las personas que formaron la planta de la última paz creyeron que para conseguirla era necesario que el Rey nuestro amo cediese una parte de sus estados, y S. M. no ha rehusado hacer este sacrificio, con el fin de llegar al restablecimiento de la tranquilidad en el comercio de las naciones. S. M. ha entrado en las medidas que aquellas habian tomado con su acostumbrada grandeza de ánimo lisonjeándose de que por lo menos los tratados tendrian el debido cumplimiento, y que sus pueblos, cuyos males sentia mas que las desgracias propias, gozarian en descanso la gloria debida á sus virtudes.

<< Pero despues de haber cedido el reino de Sicilia para obtener la evacuacion de Cataluña y Mallorca, con el fin de procurar á la España la quietud que no rehusa comprar á tal pre

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