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cito con el suyo en cuanto supo que Federico II habia firmado

la paz.

Reune la Emperatriz un ejército, no muy númeroso, pero sí valiente y entusiasmado, da el mando á Cárlos de Lorena su cuñado, y obliga á los Bávaros y Franceses á evacuar á Praga: fué muy celebrada la retirada de trece mil franceses que hicieron unas treinta leguas de camino, amenazados y hostigados siempre por el enemigo, sin que se desbandasen un momento. Puede decirse que durante esta campaña venció María Teresa sin presentar batalla: con efecto, todo fneron movimientos, y merced á lo bien que supieron dirigirse, se convirtió en teatro de la guerra la misma Baviera. Murió por entonces el cardenal de Fleuri, de edad muy avanzada, digno de encontrar imitadores en todas épocas, y en todas las naciones. Hasta la edad de noventa años conservó un entendimiento sano, libre, y capaz de gobernar. Cuando uno medita que entre mil contemporáneos rara vez hay uno que llegue á esta edad, se ha de confesar que el destino del cardenal de Fleuri ha sido único; si fué estraordinaria su grandeza, su moderacion y su dulzura no lo fueron menos. Modesto, sencillo, económico en todo, y amante del órden y de la paz, probó que los espíritus suaves y conciliadores han nacido para mandar á los hombres.

Habiéndose reunido las tropas del Duque de Montemar con las del Rey de Nápoles, y con nuevos refuerzos que le llegaron de España, reunió un ejército de cuarenta mil hombres, y se adelantó hasta Módena, de cuyo punto se apoderó. Pero el Rey de Cerdeña reunia entonces un poderoso ejército compuesto de austriacos y sardos, y se le opuso cuando iba á internarse en sus estados. Prudente cuanto esforzado el Duque de Montemar, aunque tenia órden para arriesgar una batalla, conoció sin embargo que si la ganaba no eran muchos los progresos que hacia, y que en caso de perderla ponia en gran conflicto al Rey de Nápoles: retiróse por tanto seguido siempre por el sardo hasta Rímini. El Rey de Nápoles intentaba por entonces hacer un esfuerzo estraordinario para aumentar el ejército del Duque de Montemar; pero los Ingleses se presentan de repente delante del puerto de Nápoles, y amenazan bombardear la capital si el Rey dentro de una hora no pro

mete retirar sus tropas de las del ejército español. Don Cárlos no se hallaba en suficiente estado de defensa, y por otra parte, amante de sus pueblos, y viendo que iba á acarrear la total destruccion de una ciudad floreciente, se apresuró á firmar la promesa que de él se exigia. Al cabo de pocas horas sé habia retirado ya la escuadra, y Cárlos fué fiel á su palabra; sin embargo no olvidó jamás este acontecimiento, y acaso lo recordó demasiado, mas de lo que debiera. Los reyes nunca deben guardar en su ánimo rencores, que á veces obligan á dar pasos que no son del interés de los súbditos.

Para desquitarse el almirante Vernon del desastre que le habia sucedido delante de Cartagena, se dirigió á Portobelo é intentó apoderarse de la plaza de Panamá. Corria mucho riesgo la plaza por el corto número de sus defensores, y acaso se hubieran apoderado de ella los Ingleses, si afortunadamente no hubiesen llegado al puerto cuatro navíos de línea y una fragata que prestaron un servicio estraordinario á la plaza y arredraron á los enemigos hasta obligarles á retirarse.

Entretanto los enemigos del Duque de Montemar trabajaban en la corte para desconceptuarle y quitarle el mando del ejército. Al frente de ellos estaba el ministro Campillo, con quien habia tenido reyertas anteriormente, y logró que le fuesen atribuidas todas las desgracias de la campaña, y que se le confinase á una de sus posesiones.

Nombróse por sucesor suyo en el mando del ejército de Italia, al general Gages, uno de sus tenientes.

Capitulo VIII.

Operaciones militares en Italia. Batalla de Campo-Santo. Alianza entre la Cerdeñia, la Inglaterra y el Austria. Evacuan los franceses la Alemania. Guerra entre los Franceses y los Ingleses. Batalla de Dettingen. Combate naval de Tolon. Campañias de 1744.

EL Marqués de la Mina mandó este año un ejército, á cuya 1743. cabeza se hallaba el infante Don Felipe, que se reunia en el Delfinado, y debia con otro cuerpo de ejército francés ocupar la Saboya. El Conde de Gages, con otro ejército debia oponer

se vivamente al ejército austro-sardo, mientras el infante Don Felipe atacaba por otro punto. El sucesor de Montemar obedeció á las órdenes que se le habian dado, é hizo una marcha rapidísima con el objeto de sorprender al general Traunt que, se hallaba en Tanaro con los Austriacos. No lo logró sin embargo, porque prevenidos los enemigos acamparon en Campo Santo, y allí se dispusieron para recibirle. Atacólos el general español durante la noche con mas valor que prudencia; arrolló á la infanteria austriaca, y acometió con furor á su infantería; mas esta habia tomado una posicion muy fuerte, y no pudo romperse su línea. A pesar de esto, el general Gages logró ganar algunos trofeos militares, los que enviados á Madrid dieron motivo para creer que realmente habia conseguido la victoria: : en realidad solo logró perder bastante gente y tener que retirarse á Rumins con su ejército bastante diezmado. Entretanto los Ingleses, los Sardos y Austriacos celebraban en Wormes un tratado de alianza ofensiva, y en cambio la Francia, á la cual no detenia ya el genio pacificador del cardenal de Fleuri, trató de unirse con la España y Nápoles por medio de una alianza ofensiva y defensiva. Pero el Rey de Nápoles se creyó obligado en conciencia á cumplir con la neutralidad que habia prometido, y entonces se estipuló que los esfuerzos hechos por el infante Don Felipe le serian pagados con el Milanesado y los ducados de Parma y de Plasencia. Adelántase el Infante á la cabeza de treinta mil hombres é intenta hacer una incursion en el Piamonte, pero los esfuerzos combinados de los Austriacos y de los Sardos le obligaron á batirse en retirada hasta el Delfinado.

El Rey de Inglaterra en persona desembarcó en Hannover á la cabeza de cincuenta mil hombres, y se dispuso para la campaña. Pero los acertados movimientos del mariscal de Noailles, hábil general francés, le redujeron á tal estremo en Aschafemburgh, que casi le tuvieron encerrado entre una montaña escarpada y el rio Mein. Allí seguramente hubiera perecido todo un ejército ó se hubiera visto precisado á rendirse si no hubiese sido por la imprudencia de uno de los tenientes generales del ejército francés. El Duque de Grammont acometió antes de tiempo al enemigo cuando intentaba este abrirse paso por medio de una marcha peligrosa, y se dió la

batalla de Dettingen, que fué indecisa; pero que permitió á los Ingleses salir de un apuro en que les habian puesto los movimientos mas bien combinados.

Por mar acometian á un tiempo los Ingleses, á Guayra; Puerto-cabello y Goncera, una de las islas Canarias: mas en todas estas espediciones fueron desgraciados. En la primera perdieron algunos navíos, en la segunda unos dos mil hombres, y de la tercera salieron no menos escarmentados.

Este año accedió tambien la Holanda á la alianza austriaca, 1744. y Felipe V y Luis XV tuvieron que prepararse para una campaña sangrienta. Los Franceses defendian con un ejército la Alsacia, invadian con otro la Flandes austriaca, preparaban una espedicion para conducir á Inglaterra á Cárlos Eduardo, hijo de Jacobo el pretendiente, y estaban equipando otra escuadra para operar en el Mediterráneo. Entretanto un ejército compuesto de españoles y de franceses se dirigió contra el Piamonte: el Rey de Nápoles viendo que era general el peligro y que habian mudado ya las circunstancias, se reunió con el general Gages para lanzar á los Austriacos mas allá del Pó. La espedicion dirigida contra Inglaterra no obtuvo resultado porque los Ingleses reunieron en sus costas fuerzas muy superiores; pero se logró al menos que no pasasen á atacar nuestras po sesiones de América. Luis XV se puso al frente del ejército que operaba en Flandes, y obtuvo constantemente ventajas. Habíase apoderado ya de varias plazas, cuando supo qué los Austriacos se arvojaban sobre la Alsacia cón un ejéreito formidab le. Acudió Luis á aquel punto con sus mejores tropas; pero en el camino le asaltó una enfermedad que le puso á las puertas del sepulcro con sentimiento general de toda la Francia. Cuando se restableció, ya los Austriacos se habian retirado á Alemania, pero á pesar de esto pasó el Rin, entró en Friburgo y llegó hasta Munich.

La retirada de los Austriacos procedia mas bien que de temor de las tropas francesas, de una causa mas poderosa. Tal era el que Federico II se habia declarado de nuevo contra el Austria, temeroso de que en dias mas risueños y afortunados quisiese la Emperatriz volver á apoderarse de la Silesia. Entretanto las escuadras española y francesa, combinadas con la fuerza de veinte y seis navíos y seis fragatas salieron de Tolon

para presentar batalla á veinte y nueve navíos y diez fragatas inglesas. Empeñóse un combate obstinadísimo y sangriento; duró hasta la noche, y se separaron los combatientes sin que se hubiese decidido por una ni por otra parte la victoria. Sin embargo en esta memorable batalla de Tolon consiguieron los Españoles y Franceses tener libres por algun tiempo aquellos mares; y enviar á salvo socorros á Italia, pues los Ingleses se vieron precisados á retirarse.

Ya hemos dicho que el Rey de Nápoles habia pasado á réunirse con el general de Gages. Reunió con este movimiento unos veinte y cuatro mil hombres, y entonces se dió principio á la campaña llamada de Roma pues por los estados del Papa querian los Austriacos penetrar en Nápoles. Hallábase Cárlos en Veletri con todo su estado mayor y lo mas escogido de su ejército. El general austriaco intenta sorprenderle, destaca cuatro mil hombres que penetran en la ciudad y hacen prisioneros á muchos gefes españoles. Estaba en peligro el Príncipe, pero acudió Gages con la celeridad del rayo, y no solo le salvó, sino que arrojó de la ciudad los Austriacos con mucha pérdida. Los mas convienen en que los Austriacos perdieron en esta empresa dos mil hombres, y la gloria fué igual por una y por otra parte, la de los Austriacos por la empresa igual á la de Cremona en 1702 y la de los Españoles y Napolitanos por su defensa heróica. Posteriormente se declaró la epidemia en el campo austriaco, y tuvo que levantarlo su general, y se dirigió á Viterbo. Al fin de la campaña resultó que los ejércitos se haIlaron en la misma posicion que al principio de ella, pero Gages hizo prisionera toda la guarnicion de Nocera, y hubiera derrotado á los Austriacos sin la actividad de su gefe.

En los Alpes los Franceses y Españoles reunidos formaban un ejército de sesenta mil hombres, que pasó el Var, sometió el condado de Niza, franqueó el paso de Villafranca, y arrojó de Coni al Rey de Cerdeña: mas no fné posible hacer que sus estados tomasen partido en favor de los Borbones, singularmente porque una escuadra inglesa se hallaba delante de Génova. Mandaban este brillante ejército el infante de España Don Felipe y el Príncipe de Conti, que animados con el entusiasmo que por ellos sentian sus tropas, quisieron penetrar en el Piamonte por Stura. Efectuaronlo en medio de la nieve,

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