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ciales, de impedir que los Argelinos cautivasen innumerables familias, y exigiesen por ellas rescates cuantiosos, y puede asegurarse que aquella cantidad no fué perdida. Además los Ingleses y los Holandeses animaban secretamente al Dey de Argel para que no aflojase en sus pretensiones, y se hizo bastante consiguiendo un arreglo definitivo. A poco se firmó tambien otro tratado entre la España y la Inglaterra para terminar las diferencias originadas sobre algunos establecimientos ingleses en Honduras. Este tratado fué también ventajoso para la España, porque los Ingleses prometieron evacuar la costa de los Mosquitos, y con ello se apropió en cierto modo la España el comercio del palo campeche. Estrañóse mucho que el jóven Pitt, que tenia entonces en su mano las riendas de la Gran Bretaña, firmase un convenio tan favorable á los Españoles; mas no es estraño si se considera que volvia á andar desavenida la Francia con la Inglaterra, y que le interesaba al gabinete inglés tener contento al de Madrid para que no tomase cartas en las reyertas de los dos pueblos.

Propúsose entonces la España como mediadora para termi- 1787. nar las diferencias suscitadas entre el gabinete de Versalles y el de Londres, y habiendo sido admitida su mediacion conviniéronse aquellos ministros y firmaron un tratado para reducir mútuamente sus fuerzas. Solicitaban en esto dos Holandeses que la compañía de Filipinas pudiese solo hacer el comercio con la India por el mar pacífico y el cabo de Hornos, mas no por el cabo de Buena Esperanza, y de ahí se originaron con el gobierno español disputas que este terminó feliz y honrosamente para él. No así mismo pudo ponerse término á una negociacion entablada por los Ingleses en Madrid para firmar un tratado de comercio que hubiera sido favorable solo á los Ingleses, y por esto Floridablanca desechó constantemente el proyecto despues de haberle consultado con sugetos inteligentes.

El horizonte político se anublaba cada dia mas en Francia porque eran conocidas las necesidades de la nacion, y á pesar de esto las intrigas cortesanas se empeñaban en agriar al poder con los súbditos en vez de adoptar medidas de conciliacion que hubieran captado al gobierno la voluntad nacional. Esta lucha interior obraba de rechazo para debilitar la política es

1788.

terior de Francia, y por esta causa andaba el poder vacilante en todo, así en elegir aliados como en sus pretensiones con las demas potencias. La terminacion de la lucha de los Estados Unidos habia además inflamado las nacientes ideas de libertad; y como el gobierno francés habia apoyado aquella revolucion, hacíase inconsecuente si no permitia que se entronizasen idénticos principios: así se iban preparando acontecimientos terribles por la debilidad é inconsecuencia de los gobernantes, y porque no habian sabido elegir un sendero, y adaptar y seguir con teson y energía un sistema de gobierno, que contentase á los hombres juiciosos y contuviese saludablemente á los demas.

Por este tiempo se llevaba á cabo la grandiosa obra del canal de Aragon, empezada dos siglos antes y desatendida hasta este reinado. Esta obra grandiosa hará memorable siempre la memoria del Monarca y del Ministro que la consumaron, y será una base para otras empresas no menos importantes que podrian acometerse con gloria y con provecho.

Habia el ministerio francés procedido con una estraña imprevision política aliándose con el Austria y la Rusia, y favoreciendo de esta suerte la ambicion de ambas potencias, que deseaban solo desmembrar á la Turquía. Así fué como una escuadra turca fué batida por la rusa en el mar Negro, y como habian logrado los Austriacos apoderarse de Sabaez y Dubitzin y los Rusos de Oczakou. Mayores hubieran sido este año los progresos de los Moscovitas, y quizás hubiera Catalina II dado un golpe de muerte á la Turquía, si la Suecia no hubiese reputado ser este el momento favorable para recobrar las posesiones de las costas del Báltico que habia perdido en los anteriores reinados. Preparó pues Gustavo de Suecia dos espediciones, una por mar que debia oponerse á la escuadra rusa, y otra por tierra; y si bien no fueron muy afortunadas, bastaron sin embargo para detener á la Rusia y salvar á la Turquía.

Este año dirigió Floridablanca á S. M. una sabia representacion para contestar á los cargos que le hacian sus enemigos al frente de los cuales se hallaba el Conde de Aranda que entonces acababa de llegar de Paris, y debe confesarse que la vindicacion es noble y justa y que muy pocos ministros han hecho

tanto como él para el bien de la España. Es menester leer muchas veces atentamente este precioso escrito, que no debe reputarse una vana apolegía sino una relacion de los actos de su administracion, de los motivos que le impelieron á hacerlos y de las mejoras interiores que durante su ministerio se llevaron á cabo. Para conocer profundamente el glorioso reinado de Cárlos III no puede ofrecerse otro documento mas útil, y que haga renacer en los ánimos mas altas ideas de grandeza nacional y de entusiasmo patrio.

Pero iba á apagarse la estrella que hacia tiempo brillaba con benigna influencia en el centro de la Monarquía española para bien de sus súbditos y para honor del estado. La muerte del infante Don Gabriel habia entristecido sobre manera á Cárlos III, y unido esto al dolor con que veia ennegrecerse cada dia mas la escena política en Francia, y al cansancio originado por su aficion á la caza, aficion que fué mas vehemente de lo que debia ser en un Monarca, fué causa de que terminase sus dias mas brevemente de lo que prometia su temperamento robusto. Enfermó á últimos de noviembre, y murió al amanecer del dia 14 de diciembre á los setenta y tres años de su edad. Acaso quiso arrebatarlo á España la Providencia antes que la sangre corriese á raudales en Francia, llenase de amargura su corazon y le impeliese á querer vengar hasta el fin con rios de sangre española la afrenta hecha á los descendientes de San Luis. De todos modos siempre quedará impresa su memoria con caracteres indelebles en el ánimo de los Españoles, por cuyo bien se desvelaba, y la gloria de su reinado brillará como la de ningun otro en la historia de España. Ilustraron en su tiempo la literatura hombres ilustres como Melendez, D. Nicolás Fernandez de Moratin, Gonzalez, Cadalso é Iriarte en la poesía y el ilustre Jovellanos en la prosa. Los establecimientos gloriosos de esta época los hemos ido mencionando en su Jugar.

LIBRO OCTAVO.

REINADO DE D. CARLOS IV HASTA EL

AÑO DE 1806.

1789.

Capitulo primero.

Principia el reinado de Cárlos IV. Conmociones interiores en Francia y su revolucion. Asamblea constituyente. Alarma de toda la Europa. Confederacion. Caida del Conde de Floridablanca. Elevacion de Don Manuel de Godoy. Guerra con la Francia. Muerte de Luis XVI. Espedicion de Tolon.

ARLOS IV era un Príncipe bondadoso, acaso en demasía, y seguramente se necesitaba un temple de alma mas fnerte entre los disturbios generales que empezaban á asomar en Francia para ejercer influencia sobre toda la Europa. Su primer cuidado fué conservar en el ministerio á Floridablanca; y la nacion, animada con este primer acto de sabiduría, pensó que el reinado de Cárlos IV iba á ser una continuacion del de Cárlos III.

Pero en el año 1789 debia sancionarse mas que nunca aquel principio reconocido ya en el siglo décimoquinto de que las naciones de Europa están íntimamente enlazadas entre sí, y que pocas revoluciones pueden acontecer privadamente en ninguna de ellas sin que se resientan los restantes pueblos. Así que, cuando se trata de escribirse la historia de alguna nacion de Europa desde el siglo décimoquinto por precision debe escribirse toda la historia de los demas estados, ó á lo

menos deben mencionarse los principales acontecimientos que han ejercido entre ellos mutuo influjo. Ninguno ciertamente le ha ejercido mas dilatado y terrible que la revolucion acaecida en Francia en 1789.

Desde principios del siglo décimooctavo, al reinado de la ilustracion habia sucedido en Francia el del filosófismo, y á pesar de que Luis XIV habia combatido constantemente á la revolucion de Inglaterra, sin embargo los principios mas latos de esta habian hallado cabida en el ánimo de los Franceses y escitádoles á imitar un ejemplo que les parecia glorioso. A la verdad que el odio natural de los Franceses contra los Ingleses no se habia por esto amortiguado, sino que odiando á las personas de sus enemigos deseaban como ellos alcanzar un grado eminente de superioridad, así por sus riquezas como por su comercio. En los ánimos de todos estaba fija la idea de que la Gran Bretaña debia á su revolucion su poder marítimo colosal, las ventajas adquiridas por su comercio y su industria, y las inmensas riquezas de sus capitalistas: por esto deseaba la Francia un gobierno libre, no ya igual del todo al de la Gran Bretaña donde dominaba la aristocracia, sino adecuado á las costumbres de los Franceses. Durante la edad media habia con mas fuerza que en ningun otro estado de Europa tenido lugar en Francia el abatimiento del feudalismo y de la nobleza; pero en lugar de redundar directamente este triunfo ó revolucion en favor de los súbditos oprimidos, únicamente los monarcas se habian aprovechado de ella para crearse un poder absoluto é independiente, dando para ello pasos agigantados desde el reinado de Cárlos VII hasta el de Luis XIV. Este soberano, dispertando en los ánimos de los Franceses ideas de gloria, logró sugetarlos cada dia mas al vasallaje; pero queriendo al paso mismo que su reinado fuese glorioso así por las armas como por la literatura, estendió el gusto al saber y la aficion á unas ciencias que ilustran al entendimiento humano y hacen que adelante siempre en el camino de la investigacion, cosa que no es muy favorable al poder absoluto. Del saber, de la crítica y buen gusto del reinado de Luis XIV al espíritu de filosofismo y de crítica del reinado de Luis XV no habia mas que un paso, y este debia darse precisamente, porque una vez recibido el primer impulso no es po

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