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lipe hacer traer aguas á la poblacion, que era por entonces muy escasa de fuentes.

A mediados de setiembre de 1616 se habian hecho á la vela para la América meridional los distinguidos marinos conocidos con el nombre de los hermanos Nodales; merced á su viage y á sus conocimientos prácticos se descubrió el estrecho de San Vicente, y una isla á la que se dió el nombre de Don Diego Ramirez, que iba tambien en la espedicion. Habiendo hecho las observaciones que les parecieron justas y de vuelta llegaron á Lisboa, donde encontraron al Rey, quien oyó con gusto la relacion de su viaje y de su descubrimiento.

Por esta época dió principio en Alemania la famosa cuanto terrible guerra de los treinta años, cuyas verdaderas causas deben buscarse en la pugna de los Príncipes Alemanes contra la casa de Austria para conservar aquellos su independencia, y para estender estos su prerogativa; ademas atizaba mucho los ánimos la diferencia de religion que mediaba entre ellos.

Feli

Hemos dicho ya que Matías habia sucedido á Rodulfo, quien no tuvo sucesion, como no la habian tenido sus dos hermanos. Despues de su muerte eran pues incontestables los derechos de la casa de España en los dominios de Alemania; pero pe III, considerando que era sumamente difícil conservar á la vez el trono en Madrid y en Viena, cedió á Fernando de Gratz, deudo de la casa Real, todos cuantos derechos le competian, y á su ejemplo el emperador Matías le cedió tambien la Bohemia y la Hungría. En sus anteriores estados habia prohibido Fernando otra religion que la Católica Romana, y como quisiese hacer lo mismo en Bohemia, se sublevaron muchos pueblos de este reyno junto con otros de la Moravia, Silesia y Lusacia. Púsose á su frente el Conde de Thorn, valiente prusiano, acompañado del Conde de Mansfeld, cuyo padre fué gobernador de los Paises Bajos durante el reynado de Felipe II. Deseaba el Emperador Matías poner fin á estas contiendas con la política, pero á la época de su muerte y cuando Fernando fué proclamado emperador en Francfort, ardia ya la rebelion en todas partes, y llegaba en Bohemia hasta el punto de contar con el auxilio de los Turcos y de coligarse con el Príncipe de Transilvania que pretendia la corona de Hungría. Los rebeldes ofre cieron la corona á varios príncipes, y solo quiso aceptarla el

elector palatino Federico, que alimentaba odio atroz contra la casa de Austria, y que como á yerno del Rey de Inglaterra contaba con socorros de su parte, pues como él peleaba por la religion protestante.

Coronóse Federico rey de Bohemia, y todos los pueblos su- 1620. blevados se echaron en masa contra la casa de Austria: la crísis fué terrible, y durante algunos dias pareció que aquel imperio habia sucumbido. Pero acudieron ocho mil Españoles á incorporarse con el ejército del Conde de Bucquoi, que ́servia entonces al Emperador, mientras Don Luis de Velasco cubria con unos dos mil hombres la Alsacia y la Suavia, y mientras el Rey de Polonia, á quien no interesaba ver en el trono de Hungría á un amigo de los Turcos, envia á Fernando un refuerzo de diez mil hombres. Así fué como el Austria halló en el seno mismo de la mayor desgracia salvacion; porque otros potentados de Alemania é Italia, junto con los electores de Baviera y de Sajonia, se declararon altamente á su favor. Reunió pues un ejército numeroso, siendo así que Federico solo recibió por refuerzo algunos miles de Holandeses é Ingleses, obligándose solo los Príncipes protestantes de Alemania á defenderse en todo caso contra los Españoles. No tardó en presentárseles semejante coyuntura: un ejército Español á las órdenes de Espínola se presentó delante de Coblenza, donde se le opuso un cuerpo de veinte y cuatro mil hombres. Deseaban sobre todo los príncipes protestantes poner á salvo la ciudad de Oppenheim; pero Espínola fingió iba á sitiar otras plazas apresuradamente; alucinóse el enemigo, acudió allá con todas sus tropas, y retrogradando Espínola contra Oppenheim, la tomó por asalto, y supo conservarla con hábiles movimientos á pesar de ser superior en fuerzas el enemigo. Peleaba entre las tropas de este el célebre Conde de Essex, que tanto figuró despues en las guerras sostenidas por el Parlamento inglés contra Carlos I. De esta suerte el Palatino Federico, que aspiraba á ser rey de Bohemia, perdió el palatinado, y á poco perdió tambien la nueva corona de Bohemia. El general de los ejércitos de Fernando se internó hasta Bohemia para acabar la guerra con un golpe; reunióse con el cuerpo de ejército que mandaba el Conde de Bucquoi, y á poco se dió la famosa batalla de Praga. Salió herido en ella el Conde de Bucquoi; pe

ro á pesar de esto, sabiendo que debia efectuarse un movimiento audaz, se pone á la cabeza de sus tropas, acaba con dos mil soldados enemigos, y auxiliándole Don Guillermo Verdugo que cogió prisionero al general enemigo, acaban en un solo dia con la rebeldía. El Emperador Fernando cantó victoria, merced al esfuerzo de cincuenta y tres mil españoles que se cubrieron de gloria en aquella memorable campaña.

Hemos visto ya que al principio de este reinado hizo construir el Conde de Fuentes varias fortalezas, y singularmente una que lleva su nombre en las fronteras de la Valtelina, para aprovechar una coyuntura favorable de apoderarse de unos estados que eran propiamente el paso de comunicacion entre Jos estados austriacos de Alemania y los dominios españoles de Italia: esta ocupacion la llevó á cabo el Duque de Feria, nuevo gobernador de Milan, apoderándose de la Valtelina. Logrólo tanto mejor, cuanto disgustados los Valtelinos con el gobierno protestante, se negaron á obedecerle, y admitieron tropas en sus plazas.

Decretóse este año la destitucion del duque de Osuna que siendo virey de Nápoles habia prestado tantos servicios á la causa de España; se le encarceló en la Alameda sin que jamás se le oyese en justicia ; inverosímiles y aun absurdos son los cargos que se le hacen, entre ellos el de haber querido coronarse rey de Nápoles; y solo es de presumir que las pullas que su genio satírico le dictó contra la persona del Rey fueron causa de su desgracia, como tambien porque frecuentemente, á semejanza de otros muchos varones ilustres de aquella época, no daba siempre cumplimiento á las órdenes del gobierno español cuando no le parecian conformes.

A la sazon hicieron los Turcos un desembarco delante de Adra; pero el gobernador de la plaza Don Luis de Tobar los acometió con solo veinte y seis hombres: el encuentro era temerario, y el Gobernador tuvo que retirarse al castillo donde resistió un asalto; Don Luis de Tobar no se contentó con defender este punto, sino que queria mantener salva la villa; mas no pudo lograrlo, pues penetraron en ella los Turcos, y en la lucha sucumbió gloriosamente el Gobernador. De la Alpujarra acudió entonces refuerzo para defender el castillo; y tuvieron que retirarse los Turcos despues de haber sufrido

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una pérdida de seiscientos muertos y mayor número de heridos.

Aquejaba al rey Don Felipe III una profunda melancolía, y 1621. sintiéndose desazonado el 28 de febrero de 1621 tuvo que guardar cama; sobrevínole una erisipela y una calentura que no pudo menguar con tres sangrías; subia á cada momento de punto su melancolía; y arreciando el mal, se hizo mas patente su malignidad; de modo que se le suministraron los sacramentos y murió el dia 31 de marzo á las diez de la mañana, de edad de cuarenta años no cumplidos y á los veinte y tres de su reinado; los Franceses aseguran que murió del tufo de un brasero que habia en la sala del consejo, y que nadie quiso quitar por no hacer lo que tocaba á los criados que á la sazon no andaban por allí: esta fábula solo es digna de escitar la risa de los mentecatos. Tuvo de Margarita de Austria cuatro hijos y tres hijas; sobreviviéronle el príncipe Don Felipe, los Infantes Don Carlos y Don Fernando, Doña Ana reina de Francia y Doña María reina de Hungría.

Fué mas devoto que político, conoció las virtudes que constituyen un buen padre de familia, pero careció de las que hacen un buen rey con talento para gobernar. Y aun tenia afi▾ cion al mando de manera que lo dejó en manos tan inhábiles aun como las suyas : con todo esto, desde los Reyes Católicos se habia dado un movimiento rápido á la rueda del Estado, y puede decirse que esta anduvo por sí misma durante el rei. nado de Felipe III: todavía existian nombres y hombres famosos, y estos conservaron á la España su lustre y preponderancia en Europa : lo que se hizo bueno lo hicieron los agentes secundarios del poder; pocas cosas se hicieron malas porque no habia designio para el bien ni para el mal. La espulsion de los Moriscos fué inspirada por un espíritu de religion mal entendido, y fué la única cosa en que influyó algo el carácter del Rey. Como no se hizo nada, descuidáronse las fuentes de la prosperidad pública, y se dejó que la decadencia diese pa sos estraordinarios. Las causas de esta decadencia no eran entonces muy conocidas porque tampoco se conocian los principios de la economía en Europa: solo el oro se reputaba riqueza; y para aglomerar oro se prodigaban las fuentes de la riqueza: la consulta del Consejo de Castilla de 1619 es una

TOMO IX.

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prueba de que no eran bien conocidas las causas de nuestra decadencia; pero aquel es un documento histórico que puede conducirá mucho para el estudio de aquella época, y por tanto juzgamos de nuestro deber reproducirle en estracto:

Motivóla la cuestion que se agitaba con calor en España sobre la reduccion de los regulares, cuyo número era entonces escesivo; pues era moda entre las personas poderosas á imitacion del Rey el fundar cada dia nuevos conventos, de manera que casi todos los que morian sin heredero forzoso, destinaban á ellos sus bienes. Tratóse pues de moderar esta manía, y como la cuestion era delicada pidió el Rey varias consultas y pareceres á personas doctas y virtuosas, y despues al Consejo de Castilla: he aquí en parte lo que espuso este por respuesta:

« Por decreto de V. M. de 6 de junio de 1618, remite V. M. al Presidente del Consejo una proposicion digna de la piedad y providencia de Príncipe tan cristiano y prudente, y tan deseoso del estado y conservacion de esta corona de Castilla, tan necesitada de remedio cuanto muestra la experiencia. Contiene la priesa con que se va acabando por las muchas levas de gentes que se hacen y por la falta de hacienda que hay y la imposibilidad en que se hallan los lugares de cumplir con lo que se les reparte, y aun conveniente es acudir al remedio de daño tan grande y general. Para ello manda V. M. al Presidente, que con los que le pareciere del Consejo vea muy aten. tamente lo que será bien hacer en la materia; y que sin alzar la mano della se le consulte á V. M. lo que se ofreciere, para que antes que el daño crezca se vaya aplicando el remedio en la mejor forma que se pueda. Y habiéndose llevado al Consejo pleno y engrandecido en él el santo y piadoso zelo de V. M., que tan entrañablemente desea remediar el miserable estado en que se hallan sus vasallos, en ejecucion de lo que dejó escrito el Señor Rey Don Alonso el Sabio en una ley de Partida, diciendo: Acucioso debe ser el Rey en guardar su tierra de manera que se non yermen las villas nin los otros logares nin se derriben los muros, nin las torres, nin las casas por mala guarda; ó el Rey que desta guisa amare ó toviere honrada é guardada su tierra, será él é los que hi vivieren honrados y ricos, é abandonados é tenidos por ella; é si de otra guisa lo

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