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Principios del Reinado de Felipe III. Pasa la corte á Valladolid. Sigue la guerra de Flandes con encarnizamiento. Empieza á decaer la Monarquia. Nace Felipe IV.

EL once de octubre de mil quinientos noventa y ocho fué proclamado en Madrid Don Felipe III. A diferencia de su padre faltándole las prendas de buen gobernante, así como aquel regia la nacion desde el fondo de su gabinete, entregó este las riendas en manos de Don Francisco de Rojas, duque de Lerma y marqués de Denia, que ciertamente no tenia mas don de gobierno que su amo. Poco político y nada entendedor en punto á administracion, hubo á su vez de entregar las riendas del gobierno á un tal Don Rodrigo Calderon que de paje suyo pasó á ser su confidente y el del Rey. La paz y la guerra quedó pues en tales manos, y no es estraño que asi la política como las armas naufragasen, entregándose su direccion y menejo á tales hombres. Al punto se retiraron de la corte los hábiles consejeros de Felipe II; consejeros que si bien desconocieron Jos principios de una política justa, fueron al menos celosos de la gloria patria.

› Dió principio el nuevo Monarca á su reinado como acostumbraban á hacerlo los Reyes de Leon y de Castilla, es decir recorriendo algunas provincias junto con la Reina. De esta suerte pasaron por Valladolid, Avila, Segovia, Medina del Campo, Toledo, Salamanca y otros pueblos. Publicóse á últimos del año de 1600 un bando de traslacion de la corte á Valladolid, cosa que se efectuó el siguiente año, saliendo de Madrid el dia 11 de enero. El veinte y siete de mayo se juraron en Valladolid las paces con Francia, paces que se habian concluido en Vervins. Estas tuvo por principal objeto el que los Franceses cesasen de enviar socorros á los Holandeses contra los Españoles ; pero el objeto no se logró, porque ocultamente seguian enviándose los mismos socorros, con grave daño de las armas españolas en aquellos paises. Seguia por entonces la guerra de España con Inglaterra, y el nuevo minis

1600.

tro parecia querer entretenerla y darla pábulo con la sublevacion de Irlanda, que se habia enconado sobre manera; sin embargo, el conde de Essex atacó con Kinsal á un cuerpo de Irlandeses y de Españoles y los derrotó, siguiéndose de ahí la rendicion de Kinsal, defendida por Don Alonso de Aguilar. A pesar de tan señalada ventaja, tuvo incalculables pérdidas el ejército inglés, de manera que fué destituido su general.

La guerra de Flandes continuaba ensangrentada como siempre. El archiduque Alberto llegó á Bruselas para tomar posesion de sus estados. Un cuerpo Español de dos mil infantes y ochocientos caballos se sublevó, apoderándose de Hamont, y haciéndose fuerte en ella. En Dunas perdió entonces el Archiduque la batalla llamada por otro nombre de Nieuport. Esta plaza estaba sitiada por mar y tierra, y Alberto acudió á su socorro con unos doce mil hombres, arrolló la retaguardia enemiga, y se dirigió al momento contra el cuerpo del ejército que estaba situado entre la ciudad y el mar. La victoria no hubiera tardado en coronar sus esfuerzos si uno de sus tenientes hubiese logrado flanquear al enemigo; empero los acertados tiros de la escuadra holandesa se lo impidieron. A pesar de esto, el éxito de la batalla se disputó tenazmente hasta que Alberto fué herido de gravedad. Entonces desalentándose sobre manera sus tropas, peleaban ya no por la gloria del vencimiento sino por el honor de no sucumbir: tuvo pues que retirarse el ejército á Brujas, donde pasó algun tiempo para rehacerse. Esta batalla que parecia deber tener grandes resultados, no los tuvo ciertamente; el que debia aprovecharse de ella volvió á atacar con furia la ciudad sitiada, pero fué rechazado con pérdida, y tuvo que volver á Holanda sin que aquella victoria señalada le hubiese hecho conseguir ninguna ventaja palpable.

A la paz de España con Francia se siguió en breve la paz 1601, con Inglaterra. Murió Isabel Reyna de Inglaterra, y quedando con ello pacífica la Europa, solo se pensó en los Paises Bajos, donde la guerra continuaba con furor. El archiduque Alberto puso sitio á Ostende con vivos deseos de no desistir de la empresa hasta lograr su rendicion; pero los ocultos socorros que los Ingleses y Franceses así como los Alemanes enviaban á los sitiados, hacian que estos se defendiesen con una obstina

cion de que tal vez se encontrarán muy pocos ejemplos. En tretanto la ciudad de Rimberg fué tomada por Mauricio des. pues de haberse defendido gloriosamente; el ejército enemigo pasó á sitiar otras plazas, pero tuvo que desistir de su empe ño; de manera que al fin de la campaña estuvo por algunos dias á punto de lograrse la rendicion de Ostende. Llegaronles sin embargo á los defensores nuevas tropas de Zelandia, y tuvo que principiar el sitio con mayor encarnizamiento de una y de otra parte. Por este tiempo una escuadra española mandada por Don Martin Padilla destruyó un sin número de piratas Berberiscos que infestaban nuestras costas, y apresó ó echó á pique nueve navíos holandeses.

A la sazon se dejó ver en Venecia otro supuesto Rey Don Sebastian, cuya semejanza con el Monarca que se lloraba alucinó á muchos portugueses fanáticos, y mas oyéndole contar las aventuras que habian sucedido á su supuesta muerte. Habia cundido tanto en Portugal esta voz, que solo se esperaba allí su presencia para declararse por él, y acabar con los Castellanos; pero fué preso á poco en Toscana precisamente cuando se dirigia á poseer su trono, y fué ajusticiado en la cárcel misma confésando antes su impostura.

En la Península se iba poco a poco perdiendo la disciplina militar. Hacíase sentir sobremanera la falta de numerario, y se acudió al espediente de doblar el valor del vellon sin que se aumentase su peso; el comercio sintió estraordinario perjuicio por esta medida, y los pueblos la lloraron muy en breve; las naciones estrañas labraron infinidad de monedas y las introdujeron en la Península ; de manera que llegaron á girar por España mas de veinte y ocho millones de moneda de vellon, subiendo por ello de precio los comestibles, los jornales, y la estimacion intrínseca del oro y de la plata.

El archiduque Alberto asaltó con gran pérdida y sin éxito 1602. favorable la plaza de Ostende; pero á pesar del descalabro, y de no poder impedir que los sitiados recibiesen socorro por mar, no pensó en desistir de su empresa. Mauricio con la mayor parte del ejército enemigo se internó en el Brabante; pero reforzado el ejército español con ocho mil hombres venidos de Italia, rechazó al agresor, quien tuvo que reducirse á poner sitio á Grave, de cuyo pinto se apoderó, siendo inúti

1603.

1604.

les los esfuerzos que para socorrerla hicieron los Españoles. El dia primero de enero nació en Valladolid la infanta Doña María de Borbon que murió á los dos meses, casi al mismo tiempo que la reina Isabel de Inglaterra, á la que sucedió la rama de los Estuardos por haberse estinguido en su persona la dinastía de Tudor.

Las operaciones de la campaña de Flandes no tuvieron consecuencias de consideracion. El sitio de Ostende continuaba con teson por parte de los Españoles, y con esfuerzo por parte de los sitiados. Rebelóse contra el Archiduque un cuerpo de tropas italianas, que se pasó á Mauricio; pero á pesar de esto no logró el enemigo apoderarse de Bois-Leduc, cuya plaza acometió, y que fué reforzada á tiempo.

Continuaban nuestros navíos logrando considerables ventajas por mar, ya contra los piratas berberiscos, ya tambien contra las escuadras holandesas que querian interceptar los convoyes de América. Don Diego Brochero, que mandaba gran parte de nuestras fuerzas marítimas, apresó siete navíos holandeses, y puso á los demas en un estado deplorable.

El poder marítimo de Inglaterra iba por entonces cimentándose, merced á los esfuerzos hechos por la reina de Inglaterra, Isabel, que acababa de morir. Esta Reina, superior ciertamente á muchos monarcas célebres, fué notable por sus prendas varoniles: luchó durante todo su reinado, y casi siempre felizmente, contra la casa de Austria, y preparó de esta suerte por su parte la decadencia española.

A principios del año 1604 tuvo el rey Felipe III córtes en Valencia, cerrándose el 19 de febrero; juró los fueros y libertades de aquel reyno, y en pago el reino de Valencia le hizo un donativo de cuatrocientos mil ducados.

El sucesor de la Reyna de Inglaterra, no sintiéndose inclinado interiormente á aborrecer á los Españoles, ni á favorecer á los Holandeses, hizo que mudasen enteramente las relaciones con España é Inglaterra, como hemos dicho ya. Apenas tuvo el Archiduque Alberto noticias de que habia Jacobo subido al trono, cuando mandó cesasen las hostilidades contra los Ingleses, y mandó soltar á cuantos de esta nacion tenia prisioneros. A esta generosidad correspondió Jacobo con otra igual, fué de ello una consecuencia el firmarse el 18 de agosto la

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paz entre España y la Inglaterra, obligándose los Ingleses á no favorecer en nada á los Holandeses, ni aun á enviar á sus puertos víveres ni municiones de guerra. No fué poca parte para afirmar este tratado la envidia que empezaba ya á suscitar en la Gran Bretaña el estraordinario comercio que la Holanda, república en cierto modo de mercaderes, hacia en las cuatro partes del mundo. A pesar de este tratado, cuya tendencia conocieron sin duda los Holandeses, fundaron estos por entonces la famosa compañía de las Indias Orientales, y echaron de las islas Molucas á los Portugueses. Con varias de nuestras galeras, apresó el mismo año el Marqués de Santa Cruz varias embarcaciones turcas en el Archipiélago, y entregó al saqueo las islas de Longo, Patmos, Zante, Estatche, apoderándose de la plaza de Durazo, y recogiendo un botin inmenso, con el cual pudo volver á Nápoles enriquecido y glorioso.

Continuaba con actividad la guerra en los Paises Bajos, y fué nombrado general en gefe del Archiduque el marqués Ambrosio Espínola, digno sucesor de Alejandro Farnesio; sin embargo, esta eleccion no pudo menos de escitar rivalidades entre los demas gefes del ejército, que en años y en servicios llevaban ventaja al elegido; pero no tardaron en ser reconocidos los superiores talentos del nuevo general; y su moderacion y política se captó en breve la estimacion de todos. Merced á sus desvelos quedó restablecida la disciplina, arreglada la hacienda militar, y cortado de raiz el gérmen de la desercion, que por muchos años habia sido la ignominia de aquel ejército.

Convencido Espínola delante de Ostende de que todos los planes formados para impedir que los sitiados recibiesen socorros por mar eran inútiles, asaltó por dos veces la plaza; la primera vez acometió con denuedo tal que quedaron los enemigos encerrados dentro del foso, y á la segunda embestida tuvieron que capitular.

Así acabó el memorable sitio de Ostende, en que los sitiados perdieron cincuenta mil hombres y los sitiadores ochenta mil; tres años duró este sitio encarnizado de que ofrece pocos ejemplos la historia, y al fin se rindió la plaza, saliendo libre la guarnicion el dia 20 de setiembre de 1604.

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