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1631.

perial mientras se apoderaba de la ciudad de Mantua y su castillo.

Adelantábanse los Franceses vencedores en Saboya y en el Piamonte, cuando por intermediacion de Mazarini se celebró un armisticio de dos meses. Durante este armisticio tuvimos la desgracia de perder al célebre cuanto virtuoso general Don Ambrosio Espínola, siempre vencedor y jamás vencido: tuvo lugar su muerte el 25 de setiembre con llanto de todo el ejército, en cuyo mando le sucedió el Marqués de Santa Cruz. El dia 3 de octubre se concluyeron las paces entre Francia y España, y por ellas fueron restituidas al Duque de Mantua cuantas plazas le habian sido ocupadas: la Francia empero no quiso desocupar la plaza de Piñerol como habia prometido.

Adelantábase por entonces desde el norte de Europa un nuevo enemigo de la casa de Austria; tal era Gustavo Adolfo, contra quien hubo de prevenirse el Emperador. Aquel Rey de Suecia, despues de haber vencido y dictado condiciones de paz á la Polonia, incitado secretamente por Richelieu quien le habia prometido subsidios cuantiosos si secundaba sus miras, decidíase á hacer la guerra á los Austriacos; se presentó en la Pomerania, y volvió á encender la guerra de los treinta años con mas furor que nunca.

El 6 de abril de 1631, se firmó nuevo tratado de paz entre Francia y el Imperio, quedando por él acordes en las diferencias todavía no terminadas en punto á Saboya, Mantua y el Monferrato.

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El lúnes 7 de julio se pegó fuego á un barrio entero de Madrid que casi quedó consumido quedando sepultadas en él muchísimas familias á pesar de esto, el 25 de agosto cuando todavía humeaba el incendio se corrieron toros y cañas, y en medio de la diversion se oyó de nuevo la voz de fuego, que realmente se pegó en una casa donde murieron bastantes personas de las mismas que desde la diversion acudian á apagar las llamas.

Entretanto Gustavo Adolfo penetró en la Sajonia, y adelante de Leipsick dió á los Imperiales una de aquellas batallas mas memorables que mencionan los anales de los pueblos. Llevaron lo peor las tropas del Emperador, pues fueron derrotadas con pérdida de cuatro mil muertos, siete mil prisioneros, y

casi toda su artillería. Llegó á lo sumo el abatimiento moral de los Imperiales, y Gustavo se derramó con impetuosidad por la Franconia y las vertientes del Rin, penetrando en todas sus plazas fuertes, la mas señalada de estas Maguncia. Despues de aquella terrible batalla volvió el Emperador á emplear á Walstein en el mando de su ejército, como único gefe que podia hacer frente á la borrasca.

Así como la Francia se habia quedado dueña de la plaza de Piñerol, así tambien los Imperiales permanecieron en posesion de las plazas de la Valtelina, cuya evacuacion la reclamaron con gran energía los Franceses, porque tambien se les debia disimular en algo el no haber cumplido ellos con algunas condiciones del tratado.

Hasta esta época nuestra marina habia triunfado casi siempre; pero tuvo este año un desastre de aquellos que se reparan pocas veces, pues en las aguas de Viaren, atacó una escuadra inglesa á otra española, y de noventa buques que la componian apresó setenta y seis, y echó á pique ó quemó los restantes: apenas pudieron salvarse once hombres de los cinco mil y seiscientos que llevaba á bordo la escuadra española.

Celebráronse córtes en Madrid el 7 de marzo de 1632 para 1632. la jura del príncipe Don Baltasar en ellas muchos pueblos, singularmente los Catalanes, negaron los pedidos estraordinarios presumiendo que querian enviarse al Emperador; á pesar de esto se enviaron inmensas sumas, y se gastaron otras en los placeres de la corte, con que el Duque tenia embelesado al jóven Monarca.

El 1.o de mayo llegó el Rey á Barcelona para concluir las córtes de Cataluña, creyendo que su presencia haria que los Catalanes otorgasen el pedido estraordinario. No por esto lo hicieron, el Rey se volvió á Madrid y su hermano y el Infante Don Fernando, y solo pudo alcanzar un donativo de ciento veinte mil ducados para gastos de viaje. El 12 de julio cayó enfermo el infante Don Carlos, y murió á poco: el Infante Cardenal fué entonces nombrado gobernador de Flandes por renuncia que hizo la Archiduquesa. Hubo entonces una especie de guerra intestina en los Paises Bajos, pues algunos proyectaban hacer independientes aquellas posesiones españolas. Los Holandeses aprovecharon esta coyuntura; entraron en

Veulo y Ruremunda sin resistencia, en Maestrie despues de un sitio de dos meses, y en Limburgo, Vere y Orsoy, despues de haber derrotado con pérdida dos mil hombres á veinte mil alemanes que iban contra él.

La estrella de la victoria no brillaba ya para las armas españolas : una escuadra holandesa se apoderó de una flota que venia de la China; un Rey africano aliado de los Holandeses atacó la plaza de Mombaza, se apoderó de ella y halló inmensas riquezas, subleváronse los Reyes de la India que pagaban tributo á los Portugueses, y con el ausilio de la Holanda se declaron independientes así se desplomó el imperio que emn aquellos paises riquísimos habian conquistado los Portugueses por espacio de ciento cincuenta años, entronizándose en su lugar los Holandeses. Hasta entonces Lisboa habia sido el emporio del comercio; pero Amsterdam le sucedió.

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Tampoco fué feliz la Casa de Austria en los campos de Alemania. Gustavo Adolfo se internó en la Suavia, derrotó de nuevo á los Imperiales, internóse en la Baviera, y se apoderó de casi todo el occidente de la Alemania.

Bien es verdad que un cuerpo de ejército español logró tomar varias plazas sobre el Rin, y que otro ejército imperial contuvo á los Suecos en la Westfalia: pero á pesar de esto nada podia resistir al torrente conquistador del Rey sueco, y despues de haber muerto Tilli de resultas de una derrota, solo le quedaba al Emperador el ejército que organizaba Walstein.

Este hábil general efectuó un movimiento que podia ser decisivo, amenazando cortar á Gustuvo sus comunicaciones por retirada. Púsose delante de Nuremberg, y obligó á Gustavo á que acudiese á su defensa. Atrincheróse el general austriaco, y á pesar de que le atacó el mismo Gustavo, no pudo forzar sus líneas. Conoció sin embargo Walstein que su situacion podia ser precaria, y antes de esperar nuevo ataque, se reunió con otro cuerpo de ejército austriaco, y marchó contra el Elector de Sajonia.

Siguióle tambien Gustavo Adolfo, y le dió en la llanura de Lutzen la famosa batalla en que debia perecer. A los primeros tiros murió el Rey sueco; mas á pesar de esto pelearon con desesperacion sus soldados y ganaron la victoria, matando á

once mil imperiales. Sin embargo la muerte de Gustavo, fué reputada una victoria por el Emperador; de manera que en toda Alemania, Italia y España se celebraron fiestas por este acontecimiento.

En el trono de Suecia sucedió á Gustavo su hija Cristina aun niña; el político Richelieu halló medio de hacer entrar en sus miras al Regente de Suecia, y logró que el Duque de Weimar, sucesor de Gustavo en el mando de su ejército, continuase con vigor la guerra contra la casa de Austria.

El erario español estaba exhausto, y muy á pesar suyo iba 1633. conociendo la España que el Conde Duque la llevaba á su ruina. En el año de 1633 hubo de pedirse nueva contribucion á los reinos, á la cual contribuyó el clero con diez y nueve millones. El Ministro divertia entretanto al jóven Rey, se concluia la casa de fieras, y en ella se hacia lidiar un leon contra un toro, perdiendo de este modo Felipe IV un tiempo preciosísimo, y dejando que el Conde Duque gobernase á su albedrío.

Todos los enemigos de la casa de Austria, incluso el embajador de Francia que prometió subsidios cuantiosos, celebraron un congreso en Hailbron, y se decidió continuar con mas empeño que nunca la guerra. Muchas plazas fuertes y casi toda la Alemania occidental fueron ocupadas al primer movimiento de los coligados, y en la batalla de Amelen tuvieron los Austriacos cinco mil muertos y dos mil prisioneros ; sin embargo, todavía mandaba en gefe el general Walstein, quien derrotando de improviso á los Suecos en Heynan, en pocos dias volvió á reconquistar toda la Silesia.

La campaña, pues, que era contraria al Emperador en la Alemania occidental, le fué favorable en la oriental. Entretanto perdian los Españoles en Holanda la plaza de Rhimberg, única que les quedaba sobre el Rin. Murió entonces el dia 1.o de diciembre de edad de sesenta y ocho años la archiduquesa doña María Isabel Clara, digna hija de Felipe II, si bien que de carácter mas flexible: los últimos actos de su administracion

sus.

fueron felices por haber sabido descubrir y (sofocar en principios la conspiracion de los que querian] constituir en república á los Paises Bajos.

El dia 25 de noviembre se contrató en Madrid la boda entre el Duque de Braganza y Doña Luisa de Guzman hija del Du

1634.

que de Medina-Sidonia, que debian al cabo de pocos años levantarse con la corona de Portugal y separarla del resto de la Península. En la India no fueron tan desgraciados como en el año anterior los Portugueses, pues en la plaza de Colombo de la isla de Ceylan resistieron á cuatro reyes aliados con los Holandeses, les obligaron á huir, y aun despues de varias vicisitudes de la fortuna reconquistaron para el Rey de España muchas plazas de la isla y saquearon otras.

Richelieu sostuvo todo el año 1634 con subsidios estraordinarios los esfuerzos de los Holandeses. Mientras iba á los Paises Bajos el Cardenal Infante los gobernaba interinamente el Marqués de Aytona. Aconteció por entonces la muerte de Walstein, á quien hizo asesinar ocultamente el Emperador, suponiendo que se habia descubierto una conspiracion contra su persona, de que era gefe aquel intrépido cuanto diestro general podia esta ser verdadera ó fingida, pero el resultado fué suceder á Walstein en el mando de los ejércitos Imperiales el archiduque Fernando, rey de Hungria, quedando de esta suerte satisfechos los émulos de la gloria del único general austriaco que pudo resistir á Gustavo Adolfo.

El cardenal infante D. Fernando deseaba antes de pasar á su gobierno de los Paises Bajos adquirir gloria militar contra los Suecos. Incorporóse pues con los Imperiales, y entre las tropas españolas sostuvo en Norlingen el 6 de setiembre una reñida batalla. En ella fué ahuyentada fácilmente la caballería imperial; pero pudo entonces conocerse que la infantería española aun era la mas preponderante en Europa, pues los Suecos, á pesar de su superioridad y furiosa acometida, no pudieron desalojarla de un bosque. La batalla volvió á renovarse al siguiente dia; y como se sintiesen animados los Españoles con el combate de la víspera, pelearon con ánimo indecible, y derrotaron á los Suecos causándoles la pérdida de ocho mil hombres, dejando en nuestro poder cuatro mil prisioneros con un general, todo el bagaje, y á mas ochenta cañones: los Españoles solo perdieron dos mil hombres, y ademas cogieron por fruto de tan memorable victoria todas las plazas de Baviera y la Suavia, que los Suecos habian ocupado. Tal fué la fainosa batalla de Norlingen ó Norlinga, batalla que hubiera sido decisiva para el Emperador á no haber estado al frente de

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