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La cava honda chapada,
O cualquier otro reparo,
¿Qué aprovecha?

Que si tú vienes ayrada
Todo lo pasas de claro
Con tu flecha.

Aquel de buenos abrigo,
Amado por virtuoso
De la gente,

El Maestre Don Rodrigo
Manrique tan famoso
Y tan valiente;

Sus grandes hechos y claros
No cumple que los alabe,
Pues los vieron ;

Ni los quiero hacer caros,
Pues el mundo todo sabe
Cuales fueron.

Amigo de sus amigos,

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¡Qué enemigo de enemigos!

¡Qué maestro de esforzados Y valientes!

¡Qué seso para discretos!

¡Qué gracia para donosos!
¡Qué razon!

Muy benigno á los sugetos,
Y á los bravos y dañosos
Un leon, &c.

SIGLO XVI.

POESÍAS DE GARCILASO.

ÉGLOGA PRIMERA.

Salicio, Nemoroso, Poeta.

Ει

POETA.

dulce lamentar de dos pastores
Salicio juntamente y Nemoroso
He de cantar, sus quejas imitando ;
Cuyas ovejas al cantar sabroso
Estaban muy atentas, los amores,
De pacer olvidadas, escuchando.
Tú, que ganaste obrando
Un nombre en todo el mundo,
Y un grado sin segundo,

Agora estés atento, solo

y dado

Al ínclito gobierno del Estado

Albano, agora vuelto á la otra parte
Resplandeciente, armado,

Representando en tierra al fiero Marte;

Agora de cuidados enojosos

Y de negocios libre, por ventura
Andes á caza, el monte fatigando

En ardiente ginete que apresura
El curso tras los ciervos temerosos,
Que en vano su morir van dilatando;
Espera, que en tornando
A ser restituido

Al ocio ya perdido,

Luego verás ejercitar mi pluma
Por la infinita innumerable suma
De tus virtudes y famosas obras,
Antes que me consuma

Faltando á tí, que á todo el mundo sobras.

En tanto que este tiempo que adivino
Viene á sacarme de la deuda un dia
Que se debe á tu fama y á tu gloria,
Que es deuda general, no solo mia,
Mas de cualquier ingenio peregrino,
Que celebra lo digno de memoria,
El arbol de victoria,
Que cine estrechamente
Tu gloriosa frente,

Dé lugar á la yedra, que se planta
Debajo de tu sombra y se levanta
Poco á poco arrimada á tus loores;
Y en cuanto esto se canta,
Escucha tú el cantar de mis pastores.

Saliendo de las ondas encendido
Rayaba de los montes el altura
El sol, quando Salicio recostado
Al pie de un alta haya en la verdura,
Por donde un agua clara con sonido
Atravesaba el verde y fresco prado;
Él con canto acordado

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Del agua que pasaba

Se quejaba tan dulce y

blandamente

Como si no estuviera de allí ausente

La que de su dolor culpa tenia ;

Y así como presente

Razonando con ella le decia :

SALICIO.

¡Oh mas dura que marmol á mis quejas, Y al encendido fuego en que me quemo, Mas helada que nieve, Galatea!

Estoy muriendo, y aun la vida temo ; Témola con razon, pues tú me dejas, Que no hay sin tí el vivir para qué sea. Vergüenza he que me vea

Ninguno en tal estado

De tí desamparado ;

Y aun de mí mismo yo me corro agora.
¿De un alma te desdeñas ser señora
Donde siempre moraste, no pudiendo
Della salir un hora?

Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

El sol tiende los rayos

de su

lumbre

Por montes y por valles, despertando

Las aves, animales y la gente:
Cual por el aire claro va volando,
Cual por el verde prado ó alta cumbre
Paciendo va segura y libremente:

Cual con el sol presente

Va de nuevo al oficio

Y al usado ejercicio

Do su natura ó menester le inclina:

Siempre está en llanto esta ánima mezquina, Cuando la sombra el mundo va cubriendo, Ola luz se avecina:

Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Y tú de esta mi vida ya olvidada,
Sin mostrar un pequeño sentimiento
De que por tí Salicio triste muera,
Dejas llevar, desconocida, al viento
El amor y la fe, que ser guardada
Eternamente solo á mí debiera :
¡Oh Dios! ¿por qué siquiera,
Pues ves desde tu altura

Esta falsa perjura

Causar la muerte de un estrecho amigo,
No recibe del cielo algun castigo?
Si en pago del amor yo estoy muriendo,
¿Qué hará el enemigo?

Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Por tí el silencio de la selva umbrosa,
Por ti la esquividad y apartamiento
Del solitario monte me agradaba:
Por tí la verde yerba, el fresco viento,
El blanco lirio y colorada rosa
Y dulce primavera deseaba:

¡Ay cuanto me engañaba !
¡Ay cuan diferente era,
Y cuan de otra manera

Lo que en tu falso pecho se escondia !
Bien claro con su voz me lo decia..
La siniestra corneja, repitiendo

La desventura mia:

Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

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