DE LA ÉGLOGA SEGUNDA. ALBANIO. Ora, Salicio, escucha lo que digo: " Mas como de callar y de encubrirme De aquella por quien vivo me encendia, Llegué ya casi al caso de morirme. Mil veces ella preguntó qué habia, Y me rogó que el mal le descubriese` Que mi rostro y color le descubria. Mas no acabó con cuanto me dijese Aconteció que en una ardiente siesta. Que es éste donde estamos asentados, Las flores á los ojos ofreciendo Diversidad extraña de pintura, Diversamente así estaban oliendo; Y en medio aquesta fuente clara y pura, Que como de cristal resplandecia Mostrando abiertamente su hondura: El arena, que de oro parecia De blancas pedrezuelas variada, Por do manaba el agua se bullia. En derredor ni sola una pisada De fiera, ó de pastor, ó de ganado A la sazon estaba señalada. agua resfriado Despues que con el Con nuevo ruego y firme juramento pura voluntad estaba presto. Le dije que en aquella fuente clara ་་་ ་་ Ella que ver aquesta deseaba, Con menos diligencia discurriendo De aquella con que el paso apresuraba ; Y no de otra manera arrebatada que allá entre dientes murmurando, Me dejó aquí, y aquí quiere que muera. Quedé yo triste y solo allí culpando Mi temerario osar, mi desvarío, La pérdida del bien considerando. Creció de tal manera el dolor mio Y de mi loco error el desconsuelo, Que hice de mis lágrimas un rio. Fijos los ojos en el alto cielo Estuve boca arriba una gran pieza, Tendido sin moverme en este suelo. Y como de un dolor otro se empieza, El largo llanto, el desvanecimiento, El vano imaginar de la cabeza, De mi gran culpa aquel remordimiento, Verme del todo al fin sin esperanza Me trastornaron casi el sentimiento. Como deste lugar hice mudanza, No sé ni quien de aquí mé condujese Al triste albergue y á mi pobre estanza. Sé que tornando en mí, como estuviese Sin comer ni dormir bien cuatro dias, Y sin que el cuerpo de un lugar moviese,I Las ya desamparadas vaças mias Por otro tanto tiempo no gustaron Las selvas á su voz tambien atentas, Vinieron los pastores de ganados, A los cuales en tierra yo tendido Este descanso llevaré, aunque muera ; Que cada dia cantareis mi muerte, Vosotros los de Tajo, en su ribera. La quinta noche en fin mi cruda suerte, Queriéndome llevar do se rompiese Aquesta tela de la vida fuerte, Hizo que de mi choza me saliese. Por el silencio de la noche escura. A buscar un lugar donde muriese; Y caminando por do mi ventura Y mis enfermos pies me condujeron, Llegué á un barranco de muy gran altura. Que pende sobre el agua, y su cimiento á Al pie de un olmo hice allí asiento : Y acordéme que ya con ella estuve Pasando alli la siesta al fresco viento. Y con esta memoria me detuve, Como si aquesta fuera medicina De mi furor y cuanto mal sostuve. Denunciaba el aurora ya vecina La venida del sol resplandeciente, A quien la tierra, á quien la mar se inclina: Entonces, como cuando el cisne siente El ansia postrimera que le aqueja, Y tienta el cuerpo mísero y doliente; Con triste y lamentable son se queja, Y se despide con funesto canto Del espirtu vital que dél se aleja ; Así, aquejado yo de dolor tanto, Que el alma abandonaba ya la humana Carne, solté la rienda al triste llanto, ¡O fera, dije, mas que tigre hircana, Y mas sorda á mis quejas que el ruido Embrabecido de la mar insana! Heme entregado, heme aquí rendido, He aquí vences; toma los despojos De un cuerpo miserable y afligido. Yo pondré fin del todo á tus enojos; Ya no te ofenderá mi rostro triste |