En el yerto peñasco endurecido: Lugar sacro, ofrecido
A las Ninfas sagradas
De sus claras moradas:
Al tiempo que la luz del claro Apolo El cóncavo orizonte deja solo, Para gozar del presto movimiento Del animoso y encendido viento; Aquí donde la fuente resonaba, entre las flores se mecia, Los valles resonaban sin aliento, El viento su braveza suspendia,
Y las yerbas y rosas meneaba, Dando á su perfeccion mas ornamento; Donde el divino acento
aguas serenas
Del cristalino rio sosegado
Detenian el ánimo pasmado,
Haciendo la caduca vida eterna Al regalado son de la voz tierna ; Cuando la clara luz del rojo Apolo Por el profundo reyno de Neptuno Al reyno de la Aurora descendia, Dejando al mundo con su ausencia solo Del rayo reluciente, que importuno,
Con mas ardor, que
aguas aumentaba
Con las que
Tirsis cuitado, de quien es temida
que su muerte su cansada vida,
Cuya probada, y rigurosa suerte Le acrecienta la vida por la muerte. De su dolor gravísimo vencido Tales estremos suspirando hacia, Que los peñascos duros ablandara, Si consistiera en ellos el sentido, Que en su ninfa terrible consistia, Filis sin duda su enemiga cara : Cuya belleza rara
No á Tirsi pastor solo,
Mas al divino Apolo
Dejar hiciera su dorada esfera Por su hermosura rigurosa y fiera ; Cuando cobrando su perdido aliento, Así soltó la triste voz al viento:
Agora que mi suerte me concede Tiempo para llorar mi desventura, Mayor ventura que del cielo espero, ··Fuerza será que convertido quede En una planta, en una piedra dura, Pues que de mi remedio desespero. Amor injusto y fiero, Disimulado amigo,
Encubierto enemigo,
Que mi rendido y lastimado pecho Un infierno de penas tienes hecho, Por haberme mostrado escasamente La gloria de tu cielo reluciente:
Si con el alma, con la vida v gloria Que mi perdida libertad me daba, Satisfice, la gloria que me diste, Y si de mis déspojos y victoria
Ganada voluntad, firmeza esclava, Corona y triunfo al enemigo hiciste : ¿Qué cruda furia triste Persigue mi sosiego
Talando á sangre y fuego El real de mi pecho saqueado A mi contrario francamente dado, Si basta ser como á prision rendido, Sin ser como enemigo perseguido ? Allá tu poderosa mano vuelve, Donde por el rigor del mar helado No se puede extender tu ardiente fuego; Que si como la siento, allí revuelve, Poco será quedar tan abrasado Como yo de llorar mis males ciego. Pasa encendiendo luego Aquel esento pecho
Que niega tu derecho
Despreciando soberbia y crudamente La dulce ley de tu rigor clemente, De cuyo rigoroso altivo brio
Tiene principio el grave llanto mío.
No pudo proseguir las justas quejas, Que del injusto y fiero amor formaba El desdichado Tirsi desamado, Por llegar resonando á sus orejas Un ay de rato en rato, que arrancaba El corazon mas libre de cuidado: Y habiendo apresurado
Por entre lo escondido De un valle florecido
Siguiendo los suspiros dolorosos
Los tardos pasos menos perezosos, Hallando la ocasion de aquel estruendo, Descuidado de sí quedó advirtiendo. La mano de alabastro sustentando El claro cielo al suelo reclinado, Aljofarando el prado florecido, Como queda la mustia Clicie, cuando Su claro amante queda transportado, Una ninfa del sacro rio vido, Cuyo dolor crecido
Vertido por los ojos,
Por últimos despojos
De la alma mas rendida que afligida, Y mas aborrecida que rendida, Declaraban la pena lamentable Del espíritu suyo miserable.
Cuya belleza celestial mirando Tan elevado se quedó advirtiendo Como si la divina inmensa viera : Y si del triste sentimiento blando, · Con que sus ansias iba despidiendo, Al lastimado suyo no volviera, No dudára que fuera
En piedra convertido, v Estando suspendido
En aquella vision maravillosa
A su sentido natural gloriosa: Cuyo causado extraordinario espanto No pudiera venir sino de tanto.
Y habiendo con suspiros dolorosos, Con tristisnas lagrimas habiendo Su gravísima pena declarado,
Deteniendo los vientos animosos, Las sonorosas aguas deteniendo Con un volver de ojos sosegado, Al son dulce acordado
De una sonora lira Amansando la ira
De los contrarios fieros elementos Revueltos de la furia de los vientos, Dijo aquellas palabras lastimadas De un mar de llanto y penas escapadas. Injustísimo amor, ¿por que consientes,' Que el triunfante contrario de mi vida Desprecie los despojos ofrecidos? Tú que los rigurosos accidentes Que el alma triste, tienen consumida Tienes injustamente concebidos, Abrasa los sentidos
Mas helados que nieve
De un libre que se atreve, En solo su flaqueza confiado, Resistir tu poder jamas domado. Basta morir contino lastimada, į a Sin vivir juntamente despreciada. que los abrasados corazones
Con hielo enciendes, y con fuego hielas, Prendes, y libras milagrosamente; Tú que las ardentisimas pasiones De los amantes miseros consuelas
Con la esperanza que el dolor consiente," Vuelve furiosamente
Tu no vencida mano
Al corazon tirano
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